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Diferencia entre revisiones de «Biblioteca:Problemas de la lógica dialéctica/Métodos formales y métodos de contenido del conocimiento científico»

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El conocimiento científico contemporáneo atraviesa por una fase de profundo análisis autorreflexivo. Las teorías científicas y, en especial, el proceso de la creación científica, son actualmente objeto de múltiples investigaciones filosóficas, lógicas, sociológicas, psicológicas y éticas. Hoy asistimos al florecimiento de numerosas disciplinas especia­lizadas cuyo objeto de estudio es la producción científica. Algunas de estas disciplinas se dedican al estudio de los fundamentos lógicos y gnoseológicos del conocimiento científico, como, por ejemplo, la lógica de las ciencias, la metodología del conocimiento científico, la lógica dialéctica, el análisis lógico-formal del lenguaje científico; otras, como la cienciología y la historia de las ciencias, centran su atención en la interpretación del desarrollo histórico de las ciencias y en el análisis del nexo de la ciencia con el organismo social en su conjunto.
El conocimiento científico contemporáneo atraviesa por una fase de profundo análisis autorreflexivo. Las teorías científicas y, en especial, el proceso de la creación científica, son actualmente objeto de múltiples investigaciones filosóficas, lógicas, sociológicas, psicológicas y éticas. Hoy asistimos al florecimiento de numerosas disciplinas especia­lizadas cuyo objeto de estudio es la producción científica. Algunas de estas disciplinas se dedican al estudio de los fundamentos lógicos y gnoseológicos del conocimiento científico, como, por ejemplo, la lógica de las ciencias, la metodología del conocimiento científico, la lógica dialéctica, el análisis lógico-formal del lenguaje científico; otras, como la cienciología y la historia de las ciencias, centran su atención en la interpretación del desarrollo histórico de las ciencias y en el análisis del nexo de la ciencia con el organismo social en su conjunto.


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El desarrollo del pensamiento humano y sus conquistas deben alum­brar los caminos del progreso histórico y garantizar el triunfo de los auténticos valores humanos. El avance del pensamiento y de la cultura humanos debe conducir necesariamente a que la ciencia, la técnica, la paz y la justicia entre los hombres neutralicen todo aquello que empo­brece a la humanidad: la miseria, la desigualdad, la barbarie. Es este el sentido de las palabras de José Martí, cuando escribió: «Entre los sueños del hombre, hay uno hermoso: suprimir la noche.»
El desarrollo del pensamiento humano y sus conquistas deben alum­brar los caminos del progreso histórico y garantizar el triunfo de los auténticos valores humanos. El avance del pensamiento y de la cultura humanos debe conducir necesariamente a que la ciencia, la técnica, la paz y la justicia entre los hombres neutralicen todo aquello que empo­brece a la humanidad: la miseria, la desigualdad, la barbarie. Es este el sentido de las palabras de José Martí, cuando escribió: «Entre los sueños del hombre, hay uno hermoso: suprimir la noche.»
<references />
[[Categoría:Obras de biblioteca de Zaira Rodríguez Ugidos]]

Revisión actual - 01:53 14 oct 2024


El conocimiento científico contemporáneo atraviesa por una fase de profundo análisis autorreflexivo. Las teorías científicas y, en especial, el proceso de la creación científica, son actualmente objeto de múltiples investigaciones filosóficas, lógicas, sociológicas, psicológicas y éticas. Hoy asistimos al florecimiento de numerosas disciplinas especia­lizadas cuyo objeto de estudio es la producción científica. Algunas de estas disciplinas se dedican al estudio de los fundamentos lógicos y gnoseológicos del conocimiento científico, como, por ejemplo, la lógica de las ciencias, la metodología del conocimiento científico, la lógica dialéctica, el análisis lógico-formal del lenguaje científico; otras, como la cienciología y la historia de las ciencias, centran su atención en la interpretación del desarrollo histórico de las ciencias y en el análisis del nexo de la ciencia con el organismo social en su conjunto.

El hecho de que la ciencia contemporánea se convierta en objeto de su propia investigación desde ángulos tan diversos, no es en modo alguno casual. Ello es resultado innegable de la creciente incidencia de la ciencia en los procesos sociales y en el destino de la humani­dad. El desarrollo del conocimiento científico responde a necesidades sociales y, en última instancia, a hondas motivaciones de carácter prác­tico-productivo, como evidencia un estudio multilateral de la historia de las ciencias y del proceso de las revoluciones científicas. A su vez, el fin de la ciencia es eminentemente práctico. Hoy, cuando el pode­río de la creación científica humana puede medirse paradójicamente en proporción directa con su fuerza material destructiva, pierden vali­dez todos los argumentos que intentan refutar las tesis del carácter «terrenal» de la ciencia. Las estructuras teóricas más sutiles del conocimiento humano están permeadas por la práctica social, emanan de ella y responden a ella. Por su parte, los logros más refinados de la cien­cia se plasman e incorporan de forma inmediata en el proceso de la producción de bienes materiales, en la planificación y dirección de la eco­nomía y de la sociedad en su conjunto. La revolución científico-técnica contemporánea es exponente de que la ciencia se ha convertido en fuerza productiva directa, y que sus resultados repercuten en la estruc­tura social y en su dinámica.

Esto explica que el interés primordial de las investigaciones teóricas actuales sobre el fenómeno de la ciencia, gire en torno a problemas tales como el de la ciencia y el progreso social, la estructura de las revoluciones científicas, la estructura categorial de las teorías científi­cas, el estilo de pensamiento de nuestra época, etcétera. Ahora bien, estos problemas no pueden ser resueltos a la luz de los métodos formales del análisis lógico del lenguaje científico ni de procedimientos pura­mente descriptivos y empíricos. Se impone la necesidad del empleo de métodos de análisis temático y de contenido, capaces de exponer en toda su riqueza y complejidad la lógica interna del desarrollo de las construcciones científicas en estrecha relación con el contexto histórico­-social que las engendra y les sirve de fundamento.

Hasta hace poco más de dos décadas, la interpretación de la historia de las ciencias y de los procesos lógico-gnoseológicos del conocimiento científico estaba prácticamente monopolizada por procedimientos for­males y descriptivos, encaminados a dar respuesta al estudio analítico de los componentes de las teorías y a la estructura formal del conoci­miento acabado. Sin embargo, el problema de la génesis y desarrollo de las construcciones teóricas no encontraba, ni puede encontrar, una solución adecuada en tales investigaciones. Al margen de un enfoque lógico-gnoseológico de contenido concreto, el problema de la creación científica y del desarrollo de las teorías tiene su «explicación» sólo si recurrimos a modelos convencionalistas de corte neopositivista o a inter­pretaciones psicologizantes, en las que se sobrevalora el papel del genio, de la intuición irracional y del factor casual en el descubrimiento cien­tífico y, por ende, en el desarrollo de la ciencia.

Sin embargo, la metodología del conocimiento científico marxista­-leninista, sin negar el papel del análisis lógico del lenguaje científico, se plantea y desarrolla un conjunto de problemas nuevos vinculados con la lógica interna del desarrollo de la ciencia y con la naturaleza social del conocimiento humano. Actualmente se cuenta con resultados concretos en esta dirección del trabajo investigativo, que parte de la premisa de que la ciencia es un fenómeno cultural complejo en el que intervienen factores sociológicos, lógicos y psicológicos. Asimismo, exis­ten autores no marxistas[1] que han llegado a conclusiones similares al intentar dar respuesta al problema de la investigación científica y del funcionamiento y dinámica de las teorías científicas contemporáneas. Estas investigaciones no sólo amplían y profundizan el conjunto de problemas al que deben dar respuesta la epistemología y la metodología del conocimiento científico, sino que parten de la tesis de la nece­sidad de estudiar las regularidades del desarrollo del pensamiento humano plasmado en las teorías científicas. Los conceptos de «estructura cate­gorial del pensamiento» , de «ciencia como lógica aplicada», de «para­digmas científicos», de «programa científico», de «estilo de pensa­miento», recogen de manera implícita o explícita el problema de las regularidades del desarrollo del pensamiento plasmado en las teorías científicas y son el resultado de la aplicación de métodos de contenido al estudio de las estructuras teóricas.

La lógica dialéctica marxista-leninista como ciencia lógico-filosófica del pensamiento científico de nivel teórico, constituye el fundamento metodológico general del análisis de contenido de las teorías científicas. La lógica dialéctica parte de los dos principios filosóficos fundamentales a la hora de estudiar el pensamiento humano: el principio del reflejo y el principio del desarrollo. De acuerdo con estos principios, el pensa­miento humano es el resultado de la transformación práctico-material de la naturaleza por el sujeto social. El desarrollo del pensamiento, plasmado en las teorías científicas, se analiza no sólo atendiendo a su contenido concreto cognoscitivo, sino también a la forma o estructura en que este contenido se organiza.

Si la gnoseología marxista centra su atención en el estudio del con­tenido del conocimiento y de su correspondencia con los objetos y fenómenos reales, la lógica dialéctica se interesa por el estudio del movimiento de las formas del pensamiento en su camino hacia la ver­dad. Y si el análisis de las formas del pensamiento es objeto de estudio de los diferentes sistemas lógicos contemporáneos, el problema especí­fico del desarrollo de las formas lógicas del pensamiento sólo puede ser abordado por una lógica que estudie las formas del pensamiento en estrecha vinculación con su contenido concreto cognoscitivo. Y esta lógica debe ser, en consecuencia, una lógica de contenido, a diferencia de la lógica formal, que se limita al estudio de la estructura formal y de la corrección formal del conocimiento ya adquirido, abstrayén­dose del contenido concreto y del movimiento de las formas del pen­sar en su camino hacia la verdad. Esto determina que los métodos formales, elaborados por la lógica formal contemporánea, se limiten al análisis de la estructura formal del lenguaje de las teorías científicas, mediante la descripción y clasificación de sus componentes estructura­les, sin pretender abarcar la teoría como un sistema de conocimiento dinámico y en desarrollo. Por su parte, la lógica dialéctica estudia la estructura categorial del pensamiento, expresión de la estructura de con­tenido del pensamiento teórico en una época histórica determinada, y fundamento indispensable para la elaboración y síntesis de los concep­tos científico-particulares y científico-generales. Las categorías consti­tuyen esquemas de pensamiento en las que se sintetiza toda la práctica y la historia del conocimiento humano. Al estudiar la estructura categorial del pensamiento plasmada en las teorías científicas concretas, la lógica dialéctica puede reproducir el proceso de formación y organización del contenido concreto cognoscitivo, ya que las categorías sirven de fundamento para la reflexión e interpretación del conocimiento científico particular contenido en los sistemas teóricos. Asimismo, la lógica dialéctica, al estudiar la estructura categorial o de contenido de las teorías científicas, elabora un modelo teórico en el que se expre­sa la esencia multilateral de los fenómenos estudiados.

Los métodos formales, elaborados por la lógica formal contempo­ránea, tienen como tarea particular realizar un análisis exacto del len­guaje de las teorías y profundizar en el conocimiento científico ya for­mado, en su estructura y forma lingüística de expresión, haciendo abs­tracción del surgimiento y desarrollo de este conocimiento. Estos méto­dos poseen gran valor, pero a la vez tienen sus limitaciones. Ellos contribuyen a la depuración del lenguaje científico, a la eliminación de las incorrecciones lógicas que conducen a errores en el conocimiento y, a su vez, permiten un conocimiento riguroso de los elementos com­ponentes de las teorías: sus fundamentos empíricos y teóricos, sus re­glas de inferencia, sus efectos, etc. Pero el estudio del pensamiento y, por tanto, de las teorías, no se agota con el análisis de las construccio­nes y operaciones sígnicas.

La filosofía positivista contemporánea, al absolutizar el valor de los métodos formales, niega el sentido y la significación cognoscitiva de los métodos de contenido. De esta forma, se opone a la filosofía y a la lógica filosófica, así como al reconocimiento de la función de las categorías filosóficas en el proceso de formación y síntesis de los con­ceptos científico-particulares. Con ello, la filosofía positivista reduce la naturaleza y las leyes del pensamiento al lenguaje, lo lógico a su expresión lingüística formalizada. En el lenguaje formalizado del cono­cimiento científico se expresa la estructura formal del pensamiento, pero no su estructura de contenido. De modo tal, que lo lógico no se agota en su estructura formal, sino que se expresa también en su estructura categorial. Pero para revelar la esencia de la estructura categorial del pensamiento es necesario, entonces, el empleo de métodos de contenido.

La naturaleza de los métodos de contenido es eminentemente filosófica, por cuanto ellos tienen como centro de acción el problema lógico de la verdad. Los métodos de contenido parten del principio de la dependencia objetiva de la lógica de la teoría, respecto a la lógica del objeto. Por eso, al expresar el proceso de construcción y desarrollo de la estructura de contenido del pensamiento , estos métodos lógicos descubren la esencia multilateral y sistémica de su análogo objetivo. Los métodos de contenido no se limitan a la clasificación de los compo­nentes formales de la teoría. Ellos tienen como tarea propia exponer el lugar específico de cada forma concreta del pensamiento en el sis­tema lógico del pensamiento, que no es otra cosa que el modelo ideal del sistema real estudiado. El lugar que ocupa cada componente lógico, cada categoría en la estructura de la teoría, no es arbitrario, sino que responde a la estructura real del objeto investigado, debido a que la lógica de la teoría no es otra cosa que la reproducción rectificada de la lógica del objeto real. En este sentido, el centro o núcleo de cada sistema teórico es tal en virtud de que en él se concentra el subsistema conceptual que expresa el nivel más profundo de la esencia del objeto investigado. Así, en la teoría de la mecánica clásica su núcleo está dado por la categoría de gravitación, en la teoría termodinámica por la de entropía, en la economía política del capitalismo por la ley de la plus­valía, en la teoría dialectico-materialista del desarrollo por la ley de unidad y lucha de los contrarios. El análisis de contenido plantea, por tanto, nuevas exigencias al investigador: en el análisis riguroso de la secuencia lógica del pensamiento éste debe perseguir la estructura diná­mica de la esencia del objeto investigado.

Es evidente que el problema de la forma y del contenido del pen­samiento tiene una importancia vital para conocer la especificidad de los métodos formales y de contenido del conocimiento científico. Desde las perspectivas de la lógica dialéctica, el contenido del pensamiento no es sólo lo interno, sino aquello que existe en relación con otros elementos, y la forma no es solo lo externo, sino aquel aspecto del con­tenido que hace que éste sea tal, es decir, lo interno; ya que el contenido incluye la forma en sí mismo y la forma expresa el contenido auténtico. De donde los conceptos de forma y contenido del pensa­miento no se agotan con la relación de lo externo y lo interno. La lógica dialéctica capta una dialéctica más profunda entre estos dos aspec­tos del pensamiento, como veremos. Es necesario tener en cuenta que la lógica dialéctica, al definirse como lógica de contenido, no deja por ello de investigar las formas del pensamiento; de lo contrario no sería una ciencia de la lógica. Al igual que la lógica formal que, por el hecho de abstraerse del estudio del contenido concreto del pensar, no deja de estudiar las formas puras del pensar en vinculación con su con­tenido abstracto. De lo contrario, la lógica formal cobraría un carác­ter formalista, como es característico del tratamiento kantiano y neo­kantiano de la lógica. De modo tal que la lógica existe no sólo como ciencia formal del pensamiento, sino también, como ciencia de contenido. La dialéctica como lógica de contenido permite, entonces, un nuevo enfoque de las formas del pensamiento.

Para captar la especificidad del tratamiento lógico formal y lógico dialéctico de las formas del pensamiento, es necesario introducir los conceptos de forma formal o abstracta y de forma de contenido o forma concreta. La forma formal, estudiada por los métodos formales, es indiferente al contenido concreto y se relaciona externamente con él. Por esta razón, la forma formal actúa como forma externa del pen­samiento, pero no por ello está exenta de contenido. Su contenido está constituido por las leyes y principios de la lógica formal, que expre­san los nexos y relaciones lógicas más generales y abstractas del pen­samiento humano. Esto significa que este contenido tiene un carácter formal o abstracto. Por este motivo, el análisis formal o formalizado del lenguaje científico permite y exige abstraerse del contenido con­creto cognoscitivo. Pero esto no implica que el estudio de las formas abstractas del pensar se realice al margen de todo contenido. En el análisis formal de las formas del pensar se capta el contenido formal de lo lógico, que se expresa a través de las leyes lógicas que rigen la estructura y corrección formal del pensamiento, en cualquier nivel en que éste se manifiesta: cotidiano, empírico o teórico.

Los métodos de contenido utilizados por la lógica dialéctica se inte­resan por la forma de contenido o forma concreta del pensamiento. A diferencia de la forma externa, la forma concreta o de contenido se relaciona con el contenido concreto no de manera externa, sino interna. Esto significa que el contenido concreto del pensamiento no puede existir como tal al margen de la forma u organización interna que éste adopte. Al estudiar la estructura categorial del pensamiento, la lógica dialéctica se detiene en el análisis del sistema de las formas del pensamiento en el que se expresa el contenido concreto del cono­cimiento científico. Para llegar a conocer las formas concretas del pen­samiento, la lógica dialéctica debe hacer uso de métodos de contenido que revelen el lugar de cada categoría dentro del sistema teórico estu­diado. Así, para la lógica dialéctica y los métodos de contenido, cobra una significación especial el problema de la deducción de cada uno de los conceptos analizados a partir de los precedentes. Ahora bien, dentro de la teoría científica esa forma de deducción se diferencia de la deducción formal, en que este procedimiento lleva implícito el aná­lisis del contenido concreto de las formas del pensamiento, a partir del cual se deduce genéticamente el contenido de cada concepto nuevo. Siguiendo el ejemplo antes citado, pudiéramos señalar que los métodos de contenido deben explicar el proceso de pensamiento en virtud del cual, en la teoría de la mecánica clásica, se pasa de los conceptos ini­ciales nucleados en torno a la categoría de inercia, al centro de la teoría, constituido por el principio de gravitación.

En la teoría termodinámica debe explicarse el tránsito de la energía calorífica a la de entropía; en la teoría de la economía política del capi­talismo, de la categoría del valor a la de plusvalía, etcétera.

El análisis lógico-dialéctico de la estructura categorial de la teoría científica, llevado a cabo por la lógica dialéctica, tiene como objetivo central descubrir el lugar específico de cada componente lógico dentro del sistema teórico, así como su función en la dinámica del proceso lógico de la investigación científica. En cambio, el análisis lógico formal de los componentes lógicos de la teoría, se agota con su inventario y con el estudio de su estructura formal. En este sentido, la lógica formal agota el estudio de componentes lógicos de la teoría, como pueden ser el problema científico o la hipótesis científica, haciendo referencia exclusiva a su for­ma externa y a su corrección formal.

El análisis lógico formal del problema científico describe su forma abstracta y externa, concebido como sistema de juicios-pregunta, a dife­rencia de la estructura de la hipótesis científica, concebida como sistema de juicios-suposición o de razonamientos-suposición cuyo predicado o conclusión conlleva un carácter probable.

Por su parte, la lógica dialéctica, al analizar estos componentes lógicos de la teoría científica, se detiene en el estudio de los nexos y relaciones de estos elementos entre sí y en relación con la dinámica del proceso de construcción de la teoría, mostrando en qué medida ellos constituyen una forma del desarrollo del conocimiento. Por esta razón, a la lógica dialéctica le interesa resaltar el valor epistemológico de la formulación adecuada del problema científico, en tanto forma inicial de delimitación de los contornos de la teoría científica, y en tanto punto de partida obli­gado de la teoría científica, concebida como respuesta o solución a este problema. A la lógica dialéctica le interesa, asimismo, determinar hasta qué punto ciertos contenidos cognoscitivos concretos que se expresan en forma de pregunta o de suposición, constituyen, precisamente, el problema científico fundamental o la hipótesis central de un sistema teórico determinado.

La dialéctica de las formas concretas del pensamiento y de su contenido concreto fue analizada, en su época, por Hegel. En su obra Ciencia de la lógica, Hegel hace un análisis histórico-filosófico de la evolución por la que atraviesan estas categorías en las concepciones de Aristóteles, de Kant y, posteriormente, en su propia interpretación de la dialéctica como lógica. De acuerdo con Hegel, la relación entre la forma y el contenido del pensamiento debe ser dialéctica. Pero el pensamiento humano llega a esta relación sólo en una forma lógica superior, que Hegel denominó la forma dialéctica positiva, la cual sintetiza y supera a las formas lógicas precedentes: la forma del entendimiento, que se corresponde con la noción aristotélica y la forma dialéctica negativa, que se corresponde con la interpretación formalista kantiana. Según Hegel, el tratamiento aristotélico de la relación forma-contenido del pensamiento, parte del presupuesto de la identidad inmediata entre las formas del pensar y las formas del ser. En esta identidad inmediata se manifiesta la ingenuidad de la metafísica precedente, incapaz de fundamentar la especificidad de lo lógico frente a lo ontológico. No es hasta Kant que, en virtud del criticismo, se rompe esta creencia ingenua en la identidad de la forma y el contenido del pensar, expresada en la conversión directa e inmediata de las formas del ser en formas del pensar. A Kant se le debió el mérito histórico de haber planteado la especificidad de las formas del pensar frente a las formas del ser. No obstante, el criticismo kantiano conduce­ a la posición opuesta extrema, esto es, a establecer una brecha absoluta entre las formas del pensar y las formas del ser, lo que, según Hegel, da lugar no sólo al tratamiento formalista de la lógica kantiana sino, también, al divorcio absoluto entre las formas lógicas subjetivas y el conte­nido del pensar que se torna simple materia amorfa. Al eliminar el con­tenido objetivo del pensar, Kant abre el camino al agnosticismo. Si se reconoce que las formas del pensamiento solo pertenecen al sujeto cognoscente y en nada tienen que ver con el mundo de las cosas en sí, estamos a la vez reconociendo, aunque negativamente, que solo en el caso de que las formas del pensar expresen las formas del ser o de las cosas, estas últimas son susceptibles de ser conocidas.

Independientemente de que Hegel no aceptara la solución kantiana al problema de la relación de las formas y del contenido del pensar, sin embargo, el solo hecho de haber reflexionado en torno a la especificidad de lo lógico, sitúa a Kant, de acuerdo con la valoración hegeliana del problema , en un plano teórico superior al de Aristóteles. Aunque las formas que estudia Aristóteles se denominaron formas del pensar (for­mas lógicas), realmente no poseen esta especificidad. Se trata, más bien, de formas de la contemplación y de la evidencia empírica que se inter­pretan como idénticas a las formas de las cosas. De ahí que Lenin señalara:

«En Aristóteles, la lógica objetiva es confundida en todas partes con la lógica subjetiva y, lo que es más, en tal forma, que en todas partes la lógica objetiva es visible. No caben dudas en cuanto a la objetividad del conocimiento. Hay una fe ingenua en el poder de la razón, en la fuerza, el poder, la verdad objetiva del conocimiento. Y una confusión ingenua, una confusión impotente y lamentable, en la dialéctica, de lo universal y lo particular -del concepto y la realidad sensorialmente perceptible de los objetos individuales, las cosas, los fenómenos, etcétera.»[2]

El valor del planteamiento kantiano reside en haber tratado teórica­mente el problema de la especificidad de las formas lógicas y en haber introducido en la teoría del pensar las categorías como formas o esque­mas de la representación y de la reflexión. De modo tal que Kant admite dos tipos de nexos lógicos: los formales y los categoriales, y concibe las categorías como formas que permiten la síntesis del conocimiento hu­mano. Sin embargo, Kant absolutiza el valor de la generalización abstrac­ta y formal, identificando lo formal con lo universal abstracto. De ahí que interpretara las leyes del pensamiento como leyes puramente forma­les, a pesar de haber establecido una clara distinción entre el análisis a priori, basado en los principios de la lógica tradicional, y la síntesis a priori, fundada en la síntesis categorial, objeto de estudio de la lógica trascendental. Hegel, en cambio, señala que la universalidad del pen­samiento dialéctico posee un valor concreto, que supera en riqueza y profundidad a la universalidad abstracta del entendimiento. Por esta razón, concibe las formas del pensar como formas internas del conte­nido concreto, indisolublemente unidas a este último. Hegel brinda un tratamiento radicalmente nuevo de las categorías al extraer el tránsito o nexo entre ellas del análisis de su propio contenido interno. De este modo, Hegel replantea, aunque en un plano superior, el problema de la identidad de dos opuestos: formas del pensar y formas del ser, pero concibiendo estas últimas como formas del ser del concepto.

Es necesario advertir la especificidad del planteamiento lógico-dia­léctico marxista frente al hegeliano. En primer lugar, Hegel parte del presupuesto idealista de la reducción panlogista del ser al pensar, en tanto la esencia última de la realidad es el concepto. Por ello Hegel es incapaz de responder al problema del origen y formación de lo lógico. La lógica dialéctica marxista se plantea el problema de la relación de la estructura del pensamiento con la estructura de la realidad. Pero, lejos de reducir de modo inmediato lo lógico a lo ontológico, como en el caso del aristotelismo, se plantea el problema de la formación de la estructura lógica del pensamiento a partir de la estructura cambiante de la práctica social. Y en este sentido, establece una dependencia recí­proca entre tres niveles de la realidad: el nivel de las leyes de la naturaleza, el nivel de las leyes de la actividad práctico-material y el nivel de las leyes del pensamiento. Así, en el contenido y en la forma del pensamiento se expresa la estructura de la realidad mediada por la relación activa y práctica del hombre con la naturaleza. En segundo lugar, Hegel no admite la estructura formal del pensamiento, sino que la disuelve en la estructura de contenido. Por este motivo, en la ver­sión hegeliana no hay lugar para el desarrollo de la lógica formal, que queda superada definitivamente en la lógica dialéctica o lógica de con­tenido. En cambio, la lógica dialéctica marxista, al reconocer la relación dialéctica entre la forma interna y el contenido concreto del pensamiento, no rechaza la presencia de las formas externas o estructura formal del pensamiento, objeto de estudio de una ciencia particular: la lógica formal contemporánea. La relación entre los métodos formales y los métodos de contenido del conocimiento científico, lleva implícita la relación entre dos ciencias contemporáneas: la lógica formal y la lógica dialéctica. En ocasiones se ha valorado esta relación como un dilema que obliga a optar por una de estas dos ciencias: bien la lógica formal o bien la lógica dialéctica.

Semejante concepción desconoce la especificidad del objeto de estu­dio de cada una de estas ciencias. Si la lógica formal contemporánea estudia un aspecto del pensamiento lógico: su estructura y corrección formales, y para ello emplea métodos formales; la lógica dialéctica estu­dia de manera integral el pensamiento lógico, realizando un análisis de contenido en el que se capta el desarrollo del sistema de las formas del pensamiento o la estructura categorial del pensamiento. Los mé­todos de contenido, empleados por la lógica dialéctica, tienen como con­dición el desarrollo, formación y automovimiento de los objetos de la realidad material. Los métodos formales tienen como fundamento y condición la identidad y generalidad presentes en todos los objetos de la realidad, independientemente de sus particularidades concretas. En este sentido, los métodos de contenido operan sobre la base de la gene­ralización concreta, en tanto que los métodos formales se construyen sobre la base de la generalización abstracta.

Los métodos de contenido estudian las teorías científicas como mo­delos teóricos de su análogo objetivo. En cambio, los métodos formales estudian las teorías como sistema de proposiciones, como sistema de signos construidos a partir de reglas lógico-formales. Ambos métodos tienen su razón de ser en la metodología del conocimiento científico contemporáneo, y contribuyen al esclarecimiento y perfeccionamiento del proceso de construcción de las teorías científicas.

La ciencia contemporánea se desarrolla a ritmos acelerados, por el camino de la síntesis de los aspectos formales y de contenido del cono­cimiento humano. Desde el punto de vista de la metodología general del conocimiento científico, esto se manifiesta, sin lugar a dudas, en la progresiva incorporación de los principios epistemológicos dialécti­cos y materialistas a los contenidos, resultados y procedimientos de la ciencia contemporánea. El ritmo acelerado de crecimiento de los conoci­mientos humanos, por su parte, se mide en la reducción de las etapas de tránsito de una fase de conocimiento científico a otra, y en la dis­minución del tránsito de la fase del descubrimiento y de la elaboración teórica del conocimiento a la fase de su aplicación práctica. La ciencia contemporánea, dotada hoy de una base técnica poderosísima, se ha transformado en una fuerza social que alcanza a la práctica misma, pre­determinando sus direcciones y fronteras. Del resultado de la práctica y de la producción, la ciencia contemporánea deviene fuerza propulsora del desarrollo práctico y técnico material. Así, en nuestros días, la ciencia no sólo da respuesta a las necesidades de la producción social, sino que actúa cada vez más como premisa de las revoluciones tecnológicas. Los grandes descubrimientos de los últimos decenios en las direcciones fundamentales del conocimiento científico, han conducido a revolucio­nes científico-técnicas que abarcan todos los procesos de la producción: la automatización y mecanización multilateral, la asimilación e imple­mentación de nuevos tipos de energía, la penetración en el micromundo y en el cosmos, etc. En fin de cuentas, se han sentado las bases para un desarrollo gigantesco de las fuerzas productivas de la sociedad. Un lugar determinante en este proceso lo ocupa el saber y las ideas huma­nas que adquieren una fuerza material indiscutible. Esta importante influencia de la ciencia en los procesos sociales, sólo puede ser anali­zada y valorada por la filosofía y por los métodos de contenido de la lógica dialéctica como metodología general del conocimiento científico. A la filosofía y a la lógica filosófica le incumbe, también, la tarea de reflexionar en tomo a las implicaciones ideológicas y éticas del desa­rrollo científico contemporáneo.

En el período de auge más extraordinario de la ciencia y de la tecnología alcanzado por el hombre, existirán más analfabetos y hambrientos en el mundo y, muy especialmente, en el mundo subdesarrollado. Si el Siglo de las Luces creyó expresar en las consignas de libertad, igualdad y fraternidad las más altas reivindicaciones de la humanidad, en nuestros días, cuando la brecha que separa a los países pobres de los desarrollados se hace cada vez más abismal, las consignas a enar­bolar por la humanidad deben recoger, en todo su dramatismo, la lucha por los derechos elementales del hombre a la vida, a erradicar el ham­bre, la subalimentación, la enfermedad, la miseria, el analfabetismo.

Este angustioso drama que atraviesa hoy la humanidad no puede dejar indiferentes a los creadores, a los hombres de ciencia, a los intelectuales e ideólogos del mundo, y, en particular, a los científicos y filósofos del llamado Tercer Mundo. La lucha por el desarrollo cientí­fico es hoy, también, más que nunca, la lucha por la humanidad y por sus más elementales derechos. Es por eso, que el hombre de ciencia de nuestros días y, muy especialmente, el hombre de ciencia de nues­tro mundo subdesarrollado, debe plantearse el problema del destino y función sociales de la ciencia contemporánea: servir y liberar a la huma­nidad o esclavizarla, destruirla, aniquilarla.

El desarrollo del pensamiento humano y sus conquistas deben alum­brar los caminos del progreso histórico y garantizar el triunfo de los auténticos valores humanos. El avance del pensamiento y de la cultura humanos debe conducir necesariamente a que la ciencia, la técnica, la paz y la justicia entre los hombres neutralicen todo aquello que empo­brece a la humanidad: la miseria, la desigualdad, la barbarie. Es este el sentido de las palabras de José Martí, cuando escribió: «Entre los sueños del hombre, hay uno hermoso: suprimir la noche.»

  1. Mario Bunge, T. Kuhn, G. Holton y otros.
  2. V. l. Lenin: Cuadernos filosóficos. Editora Política, La Habana, 1964. («Comentarios sobre Metafísica» ), p. 360.