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Diferencia entre revisiones de «Biblioteca:Simón Bolívar y nuestra independencia. Una mirada latinoamericana/Mantuanos y revolucionarios»

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Revisión actual - 08:23 11 oct 2024

Mantuanos y revolucionarios

¿Quién es y qué representa Bolívar?

Las luchas y contradicciones sociales que atraviesan toda la historia de la humanidad (la historia latinoamericana no es, obviamente, una excepción) tienen como protagonistas centrales a las grandes masas. Esas luchas históricas se producen entre inmensos conjuntos de personas (que agrupan cientos de miles y millones de individuos), orgánicamente unidos por sus relaciones sociales, su posesión o no posesión de los medios de producción, por sus experiencias, sus tradiciones, su modo de vivir, sus intereses, sus costumbres y su cultura. Aunque las contradicciones históricas involucran a millones de personas, las clases sociales, las comunidades y los pueblos en lucha suelen decantar a lo largo de décadas determinados liderazgos en los cuales algunos sujetos salen del anonimato y se transforman en símbolos de luchas colectivas. Por ejemplo, en la antigüedad griega, los esclavos rebeldes encontraron en Espartaco a uno de los tantos oprimidos que supo sintetizar aspiraciones colectivas encabezando la rebelión contra el sometimiento de sus hermanos. En Nuestra América cientos de miles de indígenas hallaron en Túpac Amaru un sujeto que los aglutinó y que se convirtió en símbolo de una rebelión continental colectiva. Aunque la historia humana constituye un proceso "anónimo" que se va transformando, con ciertas tendencias a largo plazo dentro de un campo contingente de probabilidades, a través de la lucha, el accionar, el quehacer y la praxis de esos movimientos colectivos de millones de personas, el rol del sujeto nunca es completamente pasivo. Por eso la masa popular de comunidades, pueblos y clases sociales en lucha, en determinadas coyunturas históricas, decantan y eligen algunos sujetos cuyo accionar permite aglutinar, catalizar y converger las heterogéneas, dispersas y multiformes voluntades colectivas. Simón Bolívar fue y es, en Nuestra América, uno de ellos. Uno de los principales.

Como persona individual Simón José Antonio de la Santísima Trinidad de Bolívar y Palacios nace en Caracas (hoy Venezuela) el 24/7/1783. Presumiblemente muere en Santa Marta (hoy Colombia) el 17/12/1830. El individuo Bolívar vive una vida intensa de 47 años. Como sujeto político este individuo trasciende a su tiempo y deja huellas en todo el continente transformándose en un símbolo colectivo de sueños libertarios inconclusos y proyectos todavía pendientes de millones y millones de personas, de muchas generaciones rebeldes y de varios pueblos en lucha.

En nuestra época Simón Bolívar, sospechoso y maldito, representa los peores miedos y las pesadillas más espeluznantes para la gente poderosa y adinerada. Su nombre y su pensamiento político están indefectiblemente asociados a un proyecto colectivo de liberación nacional y continental y a luchas sociales radicales, anticapitalistas y antiimperialistas, que llegan hasta el presente desbordando los límites no sólo de las dictaduras militares genocidas sino también de las "repúblicas" bananeras formalmente parlamentarias y las "democracias" contrainsurgentes. En el siglo 21, nuestro contexto histórico, ese proyecto inacabado de Patria Grande bolivariana sólo podrá realizarse en el marco de la revolución socialista. Ya lo advirtió el Che Guevara: "las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo —si alguna vez la tuvieron— y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución". La Patria Grande de Simón Bolívar y el socialismo del Che Guevara son banderas inseparables en nuestra época. Ninguna de las dos podrá realizarse de forma aislada, una sin la otra.

La familia Bolívar y los mantuanos

La familia Bolívar es de origen vasco. El primero de todos, que también se llamaba Simón, viajó a América en 1559. Su apellido original se escribía «Bolíbar», del cual luego cambia la "b" por la "v". Como recuerda Juvenal Herrera Torres en su obra Simón Bolívar, vigencia histórica y política, el papá de Simón dejó de herencia a sus cuatro hijos (dos varones, Juan Vicente y Simón, y dos mujeres, Juana y María Antonia): 258.000 pesos en dinero. Dos plantaciones de cacao, cerca de Caracas. Cuatro casas en Caracas, con los esclavos, muebles y joyas correspondientes. Nueve casas en La Guaira. Objetos de plata valorados en 46.000 pesos. Una casa de campo a orillas del mar. Casa y finca fuera del recinto de Caracas. La finca de San Mateo, con más de 1.000 esclavos [es probable que esta cifra sea un tanto exagerada, otros autores mencionan 160 esclavos] y dos trapiches azucareros. Un rancho de producción de índigo cerca de San Mateo, en el valle de Aragua. Tres extensísimos ranchos de ganado vacuno en los llanos, hacia el Orinoco. El valle de Arroa, con minas de cobre, y las minas de Cocorote. Su origen de clase resulta inequívoco, lo vincula a la oligarquía criolla de Caracas, una elite conocida como "mantuana" por los elegantes mantos que usaban sus mujeres. Este sector social había acumulado tanta riqueza que se sentía superior incluso a los españoles recién llegados de la península ibérica, fueran éstos militares o civiles.

La inmensa grandeza de Simón Bolívar como individuo consistió en haber sabido superar ese origen histórico de nacimiento, que lo limitaba y lo hundía hacia el mundo mediocre, egoísta y mezquino de la clase dominante, para abrazar de corazón y dar su vida por la causa de las grandes mayorías populares, intentando construir una gran nación latinoamericana, soberana, unida e independiente de todos los imperios, la Patria Grande, un ideal y un proyecto inacabado. Nunca un oligarca lo hubiera podido hacer. Tuvo que despojarse de su origen de clase para entremezclarse con los negros insurrectos, los indígenas rebeldes, los llaneros indómitos y así entrar por la puerta grande de la historia de la lucha revolucionaria latinoamericana.

La infancia del futuro libertador

Los padres de Bolívar fallecieron muy pronto (Juan Vicente, su papá, cuando él tenía 3 años; María de la Concepción de Palacios, su mamá, cuando él tenía 9). El joven Simón fue criado por la negra Hipólita, que cumplió el rol de su madre y su padre al mismo tiempo. En una carta de madurez, enviada desde el Cuzco (Perú) a su hermana María Antonia Bolívar le dice "Te mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella" (Carta de Simón Bolívar a María Antonia, Cuzco, 10/7/1825).

Además de a esta mujer afrodescendiente que lo quiso, lo acunó, lo cuidó y lo educó en su niñez, la figura a quien Bolívar profesó más afecto desde entonces fue su maestro y preceptor Simón Rodríguez, intelectual vinculado al igualitarismo radical predicado por Jean-Jacques Rousseau, al enciclopedismo y al pensamiento independentista temprano. También recibió una fuerte influencia del independentista Andrés Bello.

Simón Rodríguez: pedagogía sobre el joven Simón

Simón Rodríguez [1771-1854] era llamado en su país "el extremista jacobino". Había sido secretario del abuelo materno del futuro libertador. Muertos los padres de Simón Bolívar, recibió con plenos poderes el encargo de educar al jovencito. Con él aplicaría las doctrinas pedagógicas de la obra Emilio de Rousseau. Bolívar no pudo tener mejor maestro que Simón Rodríguez (uno de sus seudónimos fue «Robinson»). Este pedagogo iconoclasta, tuvo una amplia cultura enciclopédica que lo condujo a posturas revolucionarias, vinculadas al socialismo utópico. Influyó en el adolescente Bolívar otorgándole seguridad para desafiar a la autoridad y despejando sus miedos a escandalizar al mundo.

Simón Rodríguez fue artesano, viajero itinerante, agitador perseguido y clandestino. Cambió su nombre tan recurrentemente como su domicilio. Su lenguaje estaba cargado de provocaciones, se esforzaba por escribir con una estructura gramatical original y con ortografía deliberadamente trasgresora. Tenía pinta de seductor excéntrico, una oratoria brillante (prefería la enseñanza verbal a la escrita) y una vida libertaria que por sus excentricidades no siempre ganaba simpatías. Por ejemplo, el Mariscal Antonio José de Sucre lo describió ante Bolívar como "una cabeza alborotada con ideas extravagantes" (Carta de Sucre a Bolívar, desde Chuquisaca, 1826). El general Daniel Florencio O’Leary, secretario, edecán y cronista de Bolívar, calificó a S. Rodríguez en sus Memorias del siguiente modo: "hombre de variados y extensos conocimientos, pero de carácter excéntrico; no solamente instruido sino sabio". El propio Simón Rodríguez le confesó en Valparaíso (Chile) al viajero francés Vendel-Hey que "La libertad me es más querida que el bienestar".

La ideología de Simón Rodríguez

Simón Rodríguez educó al joven adolescente y luego volvió a encontrarlo en Europa cuando, a los 20 años, Simón quedó tempranamente viudo y pasó por un período de tristeza y melancolía. Años más tarde, su discípulo ya triunfante, le dio la oportunidad de organizar escuelas innovadoras en la recién creada Bolivia (donde Simón Rodríguez generó nuevos escándalos).

Sintetizando su utopía americanista, en su libro Luces y virtudes sociales Simón Rodríguez afirmó: "La filosofía está, donde quiera que se piensa sin prevención; y consiste en conocer las cosas, para reglar nuestra conducta con ellas, según sus propiedades. Los preceptos sociales son pocos, y sus aplicaciones...muchas: pretender que se enseñe lo poco que se debe saber, para no errar en los muchos casos que ocurren cada día... es filosofía: esperar que, si todos saben sus obligaciones, y conocen el interés que tienen en cumplir con ellas, todos vivirán de acuerdo, porque obrarán por principios... no es sueño ni delirio, sino filosofía...; ni el lugar donde esto se haga será imaginario, como el que se figuró el Canciller Tomás Moro: su Utopía será, en realidad, la América".

Otro pasaje célebre de su obra, correspondiente al libro Sociedades americanas, es aquel donde resume la perspectiva crítica del eurocentrismo (de impactante actualidad para nuestros días): "¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original. Original han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar unas y otro. O inventamos o erramos". Toda su pedagogía popular estaba enfocada hacia la conformación de un pensamiento latinoamericano que se estructurara sobre sus propias bases, sin renunciar a las conquistas intelectuales europeas pero apropiándose de ellas con un sentido crítico, nunca obsecuente, obediente, colonial ni sumiso. El marxista peruano José Carlos Mariátegui prolongará en el siglo 20 aquella perspectiva de Simón Rodríguez sintetizada en el lema "inventamos o erramos" con otra expresión que también será programática "No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América ni calco ni copia. Debe ser creación heroica".

El joven y Simón Bolívar los viajes a Europa

Habiendo nacido en el seno más selecto y patricio de una cuna criolla aristocrática, el joven Simón marchó muy tempranamente a Europa. Allí, gracias a sus tíos, tuvo acceso a la Corte española. En casa del marqués de Ustáriz penetró en el mundo intelectual de la Ilustración. En París tuvo una amante (Fanny de Villers) con la que mantuvo correspondencia por décadas. En Europa fue testigo de la coronación de Napoleón y conoció a los sabios Humboldt y a Bompland. Estos dos científicos, que venían de América, traían fascinantes relatos y la intencionalidad política de orientar la ruptura de las colonias con España. En ese momento al joven Simón se le despierta la inquietud y el sueño de liberar el continente.

Por sus gustos, los circuitos que frecuentó y la gente con la que se movió, el joven Simón era por entonces un típico hijo rico de la clase dominante mantuana. Pero los ideales que rápidamente irá abrazando lo transforman y conducen a desmarcarse y superar el estrecho universo de esa clase dominante. En Europa simpatiza rápidamente con el republicanismo y la ilustración. Ingresa a la Masonería, con el ánimo —según le confiesa a Perú De Lacroix en el Diario de Bucaramanga— "de hacerse iniciar para ver de cerca lo que eran aquellos misterios, y (comenta) que en París se había recibido de Maestro, pero que aquel grado le había bastado para juzgar lo ridículo de aquella antigua asociación". En Europa también se reencuentra con su maestro Simón Rodríguez (Robinson) junto al cual, en el Monte Sacro romano, cuando tenía 22 años de edad, hace el juramento de liberar Venezuela: "Juro delante de Ud., juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por la Patria que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que no haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".

Dilemas de la revolución burguesa europea

La Revolución Francesa —máximo símbolo de la modernidad europea— promete desde su inicio igualdad, libertad y fraternidad. En esas banderas hermosas y gloriosas creen los más radicales, desde los jacobinos de Robespierre y Marat hasta los comunistas utópicos seguidores de Graco Babeuf. Por influencia de la rebelión de Haití los jacobinos de París intentan abolir la esclavitud. Pero muy pronto se ven los límites y aparece la frustración. Por ejemplo, la Asamblea Constituyente de París discute la igualdad y el problema colonial (entre el 11 y el 15/5/1791). ¿Se podía limitar la "Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano" sólo a los blancos franceses o también valía para los negros de las colonias? Robespierre afirmó: "Sí, si fuera necesario perder vuestras colonias o perder vuestra felicidad, vuestra gloria, vuestra libertad, yo repetiría: perezcan vuestras colonias" (Maximilien Robespierre: "Contra la constitucionalización de la esclavitud en las colonias", París, 13/5/1791). Desconociendo la mirada anticolonial de Robespierre, la Asamblea Constituyente votó legalizar la esclavitud en las colonias. No obstante, desobedeciendo a los amos blancos, los esclavos de Haití —jacobinos negros— se toman en serio las proclamas igualitaristas y libertarias que se gritaban en París y extienden su insurrección. Francia, ya en manos de Napoleón, envía una gigantesca expedición para reprimirlos. Los "Derechos del hombre y del ciudadano" sólo valían para... Europa occidental. La revolución burguesa europea y su modernidad prometen una emancipación universal que no pueden realizar y que, en el mejor de los casos, se limita a la esfera jurídica y política (no es el caso de Haití) dejando intacta la dominación del orden social.

En España, el indígena y delegado americano a las Cortes de Cádiz, Dionisio Inca Yupanqui sintetiza en 1810 los dilemas de la revolución burguesa y la modernidad europea ante el problema colonial afirmando "Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre" (Dionisio Inca Yupanqui: Intervención en Cortes de Cádiz, 16/12/1810). ¿Cómo podía liberarse España del absolutismo y de Napoleón oprimiendo a las colonias? Aunque Napoleón Bonaparte expresa a la revolución burguesa en su faceta militar y expansiva, y como tal amenaza a todas las monarquías de Europa, cae finalmente derrotado ante aquellas. El 22/3/1814, vencido Napoleón, el rey prisionero Fernando Séptimo vuelve al trono de España. El absolutismo retorna al centro de la escena y a las reformas liberalesburguesas se las lleva el viento. La lucha por la emancipación y las libertades democráticas, ambas incumplidas e inconclusas, se trasladan del centro metropolitano europeo a la periferia colonial. Las banderas emancipadoras que flamearon —por escaso tiempo— en el cielo de París influyendo en las Cortes de Cádiz (cuando los colonialistas liberales, críticos del absolutismo, reemplazan el nombre de "Indias" para nuestro continente por el de "América") quedan en manos de los pueblos coloniales y sus grandes mayorías populares insurgentes en lucha por su independencia. Toda la vida de Simón Bolívar y la de los patriotas latinoamericanos se inscribirán de lleno en ese horizonte histórico.

Estados Unidos, 1776 y... Monroe

Mientras la revolución burguesa europea promete y promete pero no deja más que frustración e impotencia, el gran gigante del norte de América se convierte en un nuevo imán para los partidarios de la libertad. También en este caso las promesas se marchitan de manera vertiginosa. Mientras los impulsores de la independencia de las colonias británicas proclaman en 1776 el reino milenario de la libertad, aniquilan a sus propios pueblos originarios de manera feroz (con su bochornosa "conquista del oeste") y mantienen sin sonrojarse, durante más de un siglo... ¡la esclavitud! Asesinatos de indígenas y esclavización de negros: la homologación entre EEUU y el «reino de la libertad» no es más que otro mito de la modernidad burguesa. Los grandes constitucionalistas estadounidenses —siempre citados por la historia oficial como "pensadores abiertos y pluralistas"— no sólo sostienen a rajatabla la esclavitud. Al mismo tiempo proyectan la invasión de América Latina. La nefasta doctrina Monroe ("América para los americanos") coronará esa mentalidad imperial.

A lo largo de toda su vida política Simón Bolívar será un tenaz opositor a esa dominación imperialista de EEUU. Por eso escribirá en reiteradas ocasiones: "Cuando yo tiendo mi vista sobre la América la encuentro rodeada de la fuerza marítima de Europa, quiero decir, circuida de fortalezas fluctuantes de extranjeros y por consecuencia de enemigos. Después hallo que está a la cabeza de su gran continente una poderosísima nación muy rica, muy belicosa y capaz de todo" (Simón Bolívar: Carta a Santander. Ibarra, 23/12/1822); "tengo mi elocuencia aparte, y no quiero sujetarme a políticos, ni a reyes ni a presidentes. Por esta misma culpa, nunca me he atrevido a decir a usted lo que pensaba de sus mensajes, que yo conozco muy bien que son perfectos, pero que no me gustan porque se parecen a los del presidente de los regatones (norte) americanos. Aborrezco a esa canalla de tal modo, que no quisiera que se dijera que un colombiano hacía nada como ellos" (Simón Bolívar: Carta a Santander. Potosí, 21/10/1825); "Los Estados Unidos son los peores y son los más fuertes al mismo tiempo" (Simón Bolívar: Carta a Estanislao Vergara. Guayaquil, 20/9/1829) y "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad". (Simón Bolívar: Carta a Patricio Campbell. Guayaquil, 5/8/1829).

América Latina entre fuegos

Cuando se inician las luchas por la independencia, Nuestra América se encuentra entre varios fuegos, a mitad de camino del colonialismo europeo y frente al surgimiento del imperialismo norteamericano. En aquel momento España —contra quien se inicia la revolución— es una potencia marítima en decadencia. Frente a ella (y a Portugal) se levantan otras potencias, igualmente colonialistas y no menos crueles y rapaces, que le disputan sus territorios y su comercio. Inglaterra en primer lugar, deseosa de materias primas y mercados, pero también Francia y no demasiado lejos de ambas la Santa Alianza (Austria, Prusia y Rusia).

A pesar de sus disputas con la monarquía de España, la monarquía de Inglaterra (que intentó apoderarse de Sudamérica con varias invasiones militares en 1806, 1807, 1833 y 1845) les da muchas veces la espalda a los patriotas. Inglaterra apoyó a Brasil (punta de lanza del imperio de Portugal en el sur de América), al político argentino Bernardino Rivadavia (enemigo político de San Martín y de Simón Bolívar) y a la aristocracia de Lima (fanáticamente realista). Por su parte Estados Unidos, más allá de su retórica a favor de "la libertad", se mantiene firme en sus intentos de expansionismo hacia México (al que finalmente logra saquearle y robarle un tercio de su territorio) y en sus posiciones de supuesta "neutralidad" frente a los independentistas del sur de América. Si EEUU e Inglaterra dicen ser "neutros", Francia siembra por todos los medios a su alcance la discordia en América e intenta aplastar a sangre y fuego la rebeldía independentista de Haití.