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El imperialismo es una fuerza en agonía cuya época ha pasado ya, y la lucha liberadora de los pueblos es una nueva fuerza que aspira al progreso de la humanidad. Si bien puede haber incontables dificultades, obstáculos y tales o cuales reveses en el camino de la lucha liberadora de los pueblos, la derrota del imperialismo y el triunfo de esta lucha es una ley del desarrollo de la historia, que no se puede impedir. Aunque los imperialistas, acaudillados por el imperialismo yanqui, hacen esfuerzos desesperados para frenar la creciente lucha liberadora de los pueblos, esto no es más que el último frenesí de los condenados a la ruina. Cuanto más se desesperan los imperialistas norteamericanos, tanto más empeora su situación. El imperialismo yanqui va cuesta abajo, y su destino es igual a un sol poniente. Los imperialistas norteamericanos serán expulsados seguramente de Asia, África y América Latina gracias a la lucha liberadora de los pueblos. La gran causa revolucionaria antimperialista de los pueblos de Asia, África y América Latina es invencible.
El imperialismo es una fuerza en agonía cuya época ha pasado ya, y la lucha liberadora de los pueblos es una nueva fuerza que aspira al progreso de la humanidad. Si bien puede haber incontables dificultades, obstáculos y tales o cuales reveses en el camino de la lucha liberadora de los pueblos, la derrota del imperialismo y el triunfo de esta lucha es una ley del desarrollo de la historia, que no se puede impedir. Aunque los imperialistas, acaudillados por el imperialismo yanqui, hacen esfuerzos desesperados para frenar la creciente lucha liberadora de los pueblos, esto no es más que el último frenesí de los condenados a la ruina. Cuanto más se desesperan los imperialistas norteamericanos, tanto más empeora su situación. El imperialismo yanqui va cuesta abajo, y su destino es igual a un sol poniente. Los imperialistas norteamericanos serán expulsados seguramente de Asia, África y América Latina gracias a la lucha liberadora de los pueblos. La gran causa revolucionaria antimperialista de los pueblos de Asia, África y América Latina es invencible.
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Revisión actual - 08:48 11 oct 2024

Publicado en la revista Tricontinental No. 8, de 1968, con motivo del primer aniversario de la caída de Che Guevara

La gran causa revolucionaria antimperialista de los pueblos de Asia, África y América Latina es invencible
AutorKim Il Sung
Escrito en1968
Fuentehttps://archive.org/details/la-republica-popular-democratica-de-corea-y-la-ospaaal/page/50/mode/2up

En 1960 el Comandante Ernesto Che Guevara visitó la República Popular Democrática de Corea, presidiendo una de las primeras delegaciones enviadas al exterior por la Revolución cubana. Allí conoció al Mariscal Kim Il Sung. Al conmemorarse el primer aniversario de la muerte del Che, el máximo dirigente del pueblo coreano se refiere al pensamiento y ejemplo del heroico guerrillero, proyectándolo en la realidad actual de nuestros continentes.

El líder del valeroso pueblo que realizó su guerra nacional de liberación a través de la lucha armada y propinó al imperialismo yanqui su primera gran derrota, rinde cálido homenaje al jefe guerrillero caído en la Quebrada del Yuro, con palabras de tributo y reconocimiento, en un artículo que Tricontinental le solicitó con tal motivo.

El Mariscal Kim Il Sung, a la par que exalta las virtudes revolucionarias del Che, analiza la situación actual de la lucha de los pueblos en su escenario principal —Africa, Asta y América Latina— así como en el resto del mundo.

Va a cumplirse un año de la caída gloriosa en un campo de batalla en Bolivia del camarada Ernesto Che Guevara, indoblegable luchador revolucionario y auténtico combatiente internacionalista, surgido del seno de los pueblos latinoamericanos. El pueblo coreano, junto a los pueblos revolucionarios de todo el mundo, conmemora con un ardiente odio hacia el enemigo y con un sentimiento de profunda condolencia, el primer aniversario de la muerte del camarada Che Guevara. Desde su juventud, Che Guevara tomó ya el camino de la lucha sagrada por la libertad y la liberación del pueblo, enarbolando la bandera de la lucha antimperialista y antiyanqui.

Durante el largo período transcurrido desde que se alzara el telón del escenario de la sanguinaria historia de la burguesía moderna —que sustituyó la explotación velada a través de las ilusiones religiosas y políticas de la Edad Media, por la explotación abierta, descarada, directa y cruel, y redujo la dignidad personal al valor de cambio— hasta la fecha, numerosos comunistas y combatientes revolucionarios de la Tierra han derramado su sangre y consagrado su vida en la tempestad revolucionaria por barrer todo lo viejo y corrupto y transformar de manera revolucionaria toda la estructura social, por hacer saltar, hecha añicos, la superestructura de la odiosa y vieja sociedad y por preparar la cuna de una nueva sociedad libre y feliz. Entregando su noble vida a esta lucha sagrada, Che Guevara entró a formar parte gloriosa de las filas de los mártires revolucionarios del mundo.

Che Guevara fue un revolucionario infatigable e indoblegable en la lucha y un auténtico combatiente internacionalista, completamente ajeno al estrecho sentimiento nacionalista. A través de toda su vida dio un ejemplo excelente como firme combatiente revolucionario y auténtico internacionalista.

Che Guevara, junto a los revolucionarios cubanos encabezados por el camarada Fidel Castro, libró la heroica lucha armada, contribuyendo grandemente, de esta forma, a la derrota del imperialismo yanqui y del régimen dictatorial de Batista, su lacayo, y al logro del triunfo de la Revolución cubana. En 1965 Che Guevara, con un ardiente fervor revolucionario, partió del territorio de la Cuba triunfal y trasladó su escenario de lucha a una nueva avanzada, donde le esperaban muchas dificultades y severas pruebas. Por dondequiera que se encontrara en América Latina, organizó y movilizó a las masas populares para la lucha armada contra el imperialismo norteamericano y sus lacayos, y al frente de ellas luchó valientemente hasta el último instante de su vida.

Estas actividades revolucionarias de Che Guevara contribuyeron grandemente a consolidar más el triunfo de la Revolución cubana y a acelerar el desarrollo de América Latina en general.

El triunfo de la Revolución Cubana constituye la primera victoria de la revolución socialista lograda en América Latina y la continuación de la Gran Revolución de Octubre en ese continente. Gracias al triunfo de la Revolución Cubana se ha hecho posible que hoy ondee en alto la bandera roja del socialismo en América Latina —hasta hace algún tiempo considerada como tierra patrimonial del imperialismo norteamericano—, que se haya extendido el campo socialista hasta el Hemisferio Occidental y que su poderío se haya fortalecido extraordinariamente. Hoy en día, la República de Cuba, que marcha con pasos firmes a la cabeza de la revolución de América Latina, constituye el faro de esperanza de los pueblos latinoamericanos en lucha e ilumina la aurora de la victoria en el camino de su lucha. El triunfo de la Revolución Cubana sacudió desde sus raíces el sistema colonial de los imperialistas norteamericanos en el Hemisferio Occidental, envolvió a toda América Latina en la tempestad revolucionaria y está impulsando vigorosamente a los pueblos de esa región a la lucha sagrada por la independencia y la libertad. De hecho, el triunfo de la Revolución Cubana fue el inicio del desmoronamiento del sistema de dominación colonial del imperialismo yanqui, que ha venido explotando y oprimiendo a los pueblos de esa región durante largo tiempo.

Consolidar el triunfo de la Revolución Cubana constituye no solo un problema importante que determina la vida o la muerte, la prosperidad o la derrota del pueblo cubano, sino también un problema clave que decide el destino del desarrollo de la revolución de América Latina en general.

Aunque la revolución comience logrando brillantes éxitos en un país, se ve obligada a pasar por un período bastante largo de agudo dolor. Los países cuyo proletariado ha tomado el poder, en medio del cerco del capitalismo internacional, no pueden evitar durante todo el período histórico de transición revolucionaria del capitalismo al socialismo los peligros de la agresión imperialista y de la restauración del capitalismo. Las clases explotadoras derrocadas intentan siempre recuperar su antigua posición perdida, y los imperialistas extranjeros continúan incesantemente el ataque armado, las intrigas y las maquinaciones dirigidas a la descomposición política e ideológica.

Los imperialistas yanquis y los reaccionarios de América Latina odian y temen mucho a la existencia misma de la República de Cuba y maniobran obstinada y maliciosamente para ahogarla. Aplastando a la Revolución cubana, ellos tratan de expulsar el "fantasma" del comunismo que recorre el Hemisferio Occidental y de impedir la lucha liberadora de los pueblos, que arde como llamarada que consume la pradera de América Latina. Los imperialistas yanquis planean, por una parte, sofocar a Cuba movilizando directamente sus fuerzas armadas, y por la otra, tratan de ahogar a Cuba con la política de bloqueo, instigando a los regímenes dictatoriales reaccionarios de América Latina, que están bajo su dominación y dependencia, a ejercer presión política y económica sobre Cuba.

Para lograr la victoria final de la revolución, los pueblos que han tomado el poder en medio del cerco del capital internacional deben fortalecer por todos los medios sus propias fuerzas internas; al mismo tiempo, deben recibir el apoyo seguro de otros contingentes de la revolución socialista del mundo, la amplia cooperación internacional de la clase obrera de todos los países y la de los pueblos oprimidos del mundo entero. Es decir, hay que sustituir el cerco imperialista por el socialista con el continuo surgimiento de la revolución en la mayoría de los países del mundo, o por lo menos en varios países vecinos. Hay que abrir el camino de la transformación de la dictadura del proletariado en un sistema mundial destruyendo la barrera del imperialismo que rodea al país socialista; hay que acabar con el aislamiento del baluarte socialista bloqueado y hay que establecer los lazos poderosos de solidaridad combativa de la clase obrera internacional y de los pueblos oprimidos del mundo. Solo cuando sea así, se podrá decir que es posible evitar por completo la intervención armada de los imperialistas y el intento de restaurar el capitalismo, y que está garantizada la victoria final del socialismo.

La lucha de liberación de los pueblos es un movimiento internacional, como lo es el poderío del capital. El movimiento revolucionario de cada uno de los países tiene carácter nacional y al mismo tiempo forma parte de la revolución mundial. La lucha revolucionaria de los pueblos de todos los países se relaciona apoyándose y complementándose mutuamente, y desemboca en una corriente: la revolución mundial. La revolución que haya triunfado primero debe ayudar con sus experiencias y ejemplo a la revolución de los países que no hayan triunfado todavía, apoyar y ayudar activamente con sus fuerzas políticas, económicas y militares a la lucha de liberación de lo pueblos del mundo. Los pueblos de los países que aún no hayan logrado la victoria de la revolución deben luchar aún más activamente por defender la revolución de los países que hayan triunfado frente a la política de aplastamiento de los imperialistas y por acelerar el triunfo de la revolución de su país. Hacerlo así, constituye una ley del desarrollo del movimiento de la revolución mundial y una buena tradición establecida ya en el proceso de la lucha de liberación de los pueblos.

La Revolución cubana es parte orgánica de la revolución mundial, y en particular, un eslabón decisivo de la revolución latinoamericana. Defender la Revolución cubana, consolidar y desarrollar su triunfo, constituyen no solo un deber del pueblo cubano, sino también un deber internacionalista para los pueblos oprimidos de América Latina, así como para todos los pueblos revolucionarios del mundo. Si defender las conquistas de la Revolución de Octubre en Rusia, que abrió la primera brecha en el sistema capitalista mundial, era un importante problema que decidía el destino del desarrollo de la revolución mundial, defender los logros de la Revolución cubana, que abrió la primera brecha en el sistema colonial del imperialismo yanqui en América Latina constituye una importante cuestión que decide el destino de la revolución latinoamericana.

Para defender la Revolución cubana es muy importante desarrollar el movimiento revolucionario en los países latinoamericanos que se encuentran a su alrededor. Cuando la llama revolucionaria arda con vigor en varios países de América Latina, donde el imperialismo norteamericano tiene puestos sus pies, tanto más se dispersará y debilitará la fuerza del imperialismo yanqui, y este y sus lacayos no podrán evitar el fracaso de sus maniobras tendientes a ahogar a Cuba mediante la concentración de sus fuerzas. Más adelante, si la revolución triunfa en otros países de América Latina, Cuba se librará del cerco total del imperialismo, se abrirá una coyuntura favorable ante las revoluciones de Cuba y América Latina y se acelerará aún más la revolución mundial.

Para que surja la revolución, ha de crearse la situación subjetiva y objetiva de esta. La revolución debe desplegarse de acuerdo con la realidad concreta en que se produzca la situación objetiva de la revolución en cada país. Sin embargo, esto no significa de manera alguna que la revolución pueda desarrollar o madurar por sí sola. La revolución podrá avanzar y madurar seguramente tan solo a través de una activa y ardua lucha por parte de los revolucionarios. Si en espera únicamente de que se cree una situación favorable no se libra una lucha activa en razón de que la revolución es ardua, no se pueden acrecentar las fuerzas revolucionarias. Las fuerzas revolucionarias no pueden ser preparadas espontáneamente sin la lucha; solo pueden crecer y robustecerse mediante una dura lucha. Si no se preparan para recibir el momento decisivo de la revolución, conservando las fuerzas revolucionarias contra la represión enemiga y al mismo tiempo acumulándolas y aumentándolas sin cesar a través de una lucha activa, será imposible lograr el triunfo de la revolución, aun cuando se haya creado la situación objetiva. Volver las espaldas a la revolución so pretexto de evitar sacrificios significa de hecho obligar a los pueblos a que sean esclavos eternos del capital y a que toleren para siempre la explotación y la opresión más crueles, insoportables maltratos y humillaciones, y un sinnúmero de sufrimientos y sacrificios. Es una ley que el dolor agudo del período de transición revolucionaria es generalmente mucho más ligero que el dolor crónico que proviene del cáncer de la vieja sociedad. La revolución social no se realiza fácilmente como si se marchara por un camino seguro y ancho en pleno día, ni tampoco se avanza sin dificultad, viento en popa y a toda vela. En el camino de la revolución puede haber reveses y espinosas e intrincadas malezas, así como fracasos transitorios y sacrificios parciales. Vacilar en hacer la revolución por no poder vencer las dificultades y por miedo a los sacrificios no es la actitud de un revolucionario.

La tarea de los revolucionarios en cada país consiste en determinar el método científico y minucioso de lucha a base de una justa apreciación de la situación interna y externa del país y un correcto cálculo de la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros; acumular y aumentar las fuerzas revolucionarias, formando núcleos y despertando a las masas populares en las duras pruebas de la revolución a través de una lucha activa en tiempos normales, evitando escollos y sacrificios innecesarios; y prepararse plenamente para recibir el gran suceso revolucionario. De esta manera, una vez creada la situación revolucionaria, deben levantarse, sin demora y sin perder la oportunidad, en la lucha decisiva encaminada a destruir la dominación reaccionaria. Las formas y métodos de la lucha revolucionaria tampoco se deciden por voluntad individual, sino que se deciden en última instancia por la situación subjetiva y objetiva creada y por la resistencia de las clases dominantes reaccionarias. Los revolucionarios han de estar preparados para todas las formas de lucha y deben desarrollar sustancialmente el movimiento revolucionario, combinando correctamente diversas formas y métodos de lucha, tales como la lucha política y la económica, la violenta y la no violenta, la legal y la ilegal.

La violencia contrarrevolucionaria constituye el medio de dominación imprescindible para todas las clases explotadoras. La historia de la humanidad no conoce todavía el caso en que una clase dominante haya cedido a las buenas su poder de dominación, ni conoce tampoco el ejemplo de que una clase reaccionaria se haya retirado del poder obedientemente sin llegar a utilizar la violencia contrarrevolucionaria. Sobre todo, mientras más se acerca su ruina, los imperialistas se aferran más y más frenéticamente a los medios violentos, con el fin de mantener su dominio. Los imperialistas no solo reprimen a los pueblos en sus países, sino que con el objeto de agredir y saquear a otros países, reprimen sangrientamente todos los avances revolucionarios de las naciones oprimidas, movilizando sus fuerzas militares. En estas condiciones, la lucha de liberación de los pueblos oprimidos no puede triunfar sin la violencia revolucionaria que derrote a los imperialistas extranjeros y derroque el aparato de la dictadura reaccionaria de las clases explotadoras internas, puestas en contubernio con estos. A la violencia hay que responderle con la violencia, y a la fuerza armada contrarrevolucionaria hay que derrotarla con la fuerza armada revolucionaria.

La llamarada de la revolución que arde hoy vigorosamente en América Latina es una consecuencia natural de la situación revolucionaria creada en esa región.

La mayoría absoluta de los países latinoamericanos está sometida totalmente a la dominación y dependencia del imperialismo yanqui. En numerosos países de América Latina se ha establecido un régimen dictatorial proyanqui, y sus economías se han convertido en economías totalmente dependientes de los monopolios norteamericanos. La política de agresión y de saqueo del imperialismo yanqui en América Latina es el estorbo principal que obstaculiza el desarrollo social en esa región y sume a los pueblos latinoamericanos en insoportables desgracias y penalidades. Los imperialistas norteamericanos y los regímenes dictatoriales proyanquis de América Latina han aumentado en gran escala los ejércitos, los cuerpos de policía y todos los otros aparatos represivos, y reprimen del modo más brutal todos los avances revolucionarios de los pueblos.

Es obvio que los pueblos harapientos, hambrientos, oprimidos y humillados de América Latina no pueden conquistar la libertad y la emancipación, a menos que se levanten valientemente con las armas en la mano para luchar contra los opresores.

Es muy justo y loable que Che Guevara, bajo la bandera del internacionalismo proletario y de la lucha antimperialista y antiyanqui, haya desplegado una activa y heroica lucha revolucionaria en varios países de América Latina, con las armas en la mano, arriesgando la vida, junto a los revolucionarios latinoamericanos, por defender la Revolución cubana y adelantar el día de la liberación de los pueblos oprimidos de esa región. Los pueblos revolucionarios de todo el mundo expresan una profunda adhesión a las valientes acciones de Che Guevara, que desarrolló la heroica lucha armada junto a los revolucionarios latinoamericanos. El brillante ejemplo de Che Guevara sirve de modelo no solo para la lucha revolucionaria de los pueblos de América Latina, sino también para la lucha de liberación de los pueblos de Asia y África, y los estimula a realizar heroicas hazañas.

Che Guevara no está ahora a nuestro lado. Sin embargo, de ningún modo será vana la sangre que él derramó. Su nombre y la inmortal hazaña revolucionaria que él ha realizado quedarán perpetuados en las páginas de la historia de la liberación de la humanidad y su noble espíritu revolucionario será eterno e imperecedero. En los campos de batalla a vida o muerte de la lucha revolucionaria en Asia, África y América Latina, surgirán miles y decenas de miles de nuevos Che Guevara, y la causa revolucionaria que él no pudo terminar culminará indiscutiblemente con la lucha de los revolucionarios latinoamericanos y de los pueblos revolucionarios del mundo.

Hoy día, Asia, África y América Latina constituyen el más encarnizado frente antimperialista. El imperialismo tropieza con la poderosa resistencia de los pueblos de Asia, África y América Latina, y recibe de estos los golpes más demoledores. No obstante, el imperialismo se torna frenético y desesperado por mantener su antigua posición y recuperar el baluarte perdido en esas regiones.

La causa liberadora de los pueblos de Asia, África y América Latina no se ha llevado a cabo. Mientras exista el imperialismo en la Tierra y oprima y saquee a los pueblos, estos no podrán interrumpir ni un momento su lucha antimperialista. La lucha se debe continuar hasta que se liquide definitivamente toda clase de colonialismo en el planeta y hasta que todas las naciones oprimidas y humilladas construyan sus Estados independientes y logren el progreso social y la prosperidad nacional.

Mientras no sea expulsado, el imperialismo no abandonará jamás su dominación sobre los países coloniales y dependientes. La agresión y el saqueo constituyen la naturaleza del imperialismo. Si existiera un imperialismo no agresivo, entonces ya no sería imperialismo. La naturaleza agresiva del imperialismo no cambia hasta su muerte. Por eso, debe desecharse toda ilusión sobre el imperialismo y hay que luchar hasta el final contra él. Solo cuando mantienen una posición de principios contra el imperialismo y fortalecen la lucha resuelta antimperialista, las naciones oprimidas pueden obtener la libertad y la independencia y los pueblos emancipados frenar la agresión del imperialismo, consolidar la independencia nacional y lograr la prosperidad del país y de la nación.

El imperialismo norteamericano es el imperialismo más bárbaro y más cruel de la época moderna y es el cabecilla del imperialismo mundial. Los países asiáticos y latinoamericanos, así como los países africanos, no son los únicos cuya soberanía y territorio son violados por el imperialismo norteamericano o amenazados por su agresión. En la tierra no hay lugar alguno donde no se hayan extendido las garras de agresión del imperialismo yanqui, ni tampoco lugares donde los imperialistas yanquis hayan puesto sus pies en que no derramen la sangre del pueblo. Los imperialistas yanquis persiguen su propósito invariable de someter a todo el mundo a su dominación. Para alcanzar precisamente este objetivo, el imperialismo yanqui perpetra sin cesar agresiones armadas y actividades subversivas contra los países socialistas y los Estados recién independizados, reprime brutalmente la lucha de liberación de los pueblos de Asia, África y América Latina. No se debe sino frustrar categóricamente esta ambición agresiva del imperialismo yanqui. Es evidente que abandonando la lucha contra el imperialismo norteamericano no se puede salvaguardar la paz del mundo, ni se puede conseguir la liberación nacional, ni la independencia, ni la democracia, ni la victoria del socialismo. Para todos los pueblos del mundo la lucha antiyanqui es un deber común e inevitable y la primordial tarea revolucionaria.

A fin de derrotar con éxito al imperialismo norteamericano es necesario conocer cabalmente su estrategia mundial.

En la actualidad, la estrategia mundial del imperialismo norteamericano para su agresión al mundo consiste en tratar de destruir por separado, con la fuerza de las armas, a los países socialistas revolucionarios pequeños y divididos, y a los países recién independizados, sin agravar en lo posible las relaciones con los países grandes y evitando la confrontación con estos, y en intentar descomponer desde su interior, mediante la intensificación de la ofensiva ideológica y política, a aquellos países que son ideológicamente débiles, que no quieren hacer la revolución, que difunden la ilusión sobre el imperialismo entre los pueblos, vociferando únicamente la coexistencia sin principios con el imperialismo, y que desean vivir en buena armonía con él. Basándose en esta estrategia mundial, los imperialistas yanquis expanden enormemente el armamento y fortalecen aún más sus bases y alianzas militares agresivas para atacar a los países socialistas y a los progresistas. Los imperialistas norteamericanos han emprendido el camino de realizar abiertamente la "guerra local" y la "guerra especial" en Vietnam y en una serie de regiones, preparando en gran escala la guerra total y la guerra nuclear.

Junto con esto, los imperialistas yanquis, por una parte, actúan frenéticamente para sobornar y utilizar como sus esbirros a los cobardes dentro de las filas del movimiento obrero, que temen la revolución, y por la otra, recurren a un nuevo tipo de guerra fría para fomentar en algunos países la "liberalización" y el "desarrollo democrático". Los imperialistas norteamericanos cacarean el trato de "nación más favorecida", la ampliación del "contacto e intercambio" entre el Este y el Oeste, etcétera, utilizándolos como medios para infiltrar su ideología y cultura reaccionarias, para degradar ideológicamente a los pueblos e impedir su desarrollo económico. De este modo intentan destruir a esos países desde su interior. Los imperialistas perpetran actividades de sabotaje y complots de subversión para separar del frente antimperialista, uno por uno, a los países recién independizados. Al mismo tiempo que recurren a la violencia abierta, penetran en los países recién independizados utilizando la "ayuda" como cebo, interviniendo de esta manera en los asuntos internos de esos países. Los imperialistas norteamericanos, agrupando a los reaccionarios derechistas, tratan de inducirlos a oponerse a las fuerzas progresistas, y de desviar a algunos países recién independizados hacia el camino contrarrevolucionario.

Es decir, los imperialistas yanquis, agitando el olivo en una mano y la flecha en la otra, combinando el chantaje nuclear con la "penetración pacífica" y la represión con la conciliación y el engaño, planean conquistar uno por uno, mediante la agresión armada, a los países revolucionarios y descomponer a los países ideológicamente débiles por medio de la invasión ideológica y cultural.

Frente a esta artimaña y a este complot del imperialismo norteamericano, los pueblos de todo el mundo deben mantener la máxima vigilancia y estar preparados, en todos los sentidos, contra toda clase de posibles agresiones del enemigo.

Es importante fortalecer al máximo la solidaridad combativa de todas las regiones, de todos los países, de todos los partidos, de todos los hombres y de todas las fuerzas que se oponen al imperialismo, para desarrollar vigorosamente la lucha antimperialista y antiyanqui.

La lucha revolucionaria de los pueblos de Asia, África y América Latina se libra en estrecha vinculación, ya que ellos tienen deseos y aspiraciones comunes. Si América Latina gime bajo el yugo del imperialismo, los pueblos de Asia y África no pueden estar tranquilos, y cuando el imperialismo yanqui sea derrotado en las regiones de Asia y África, se creará también una coyuntura favorable para el movimiento de liberación nacional de los pueblos latinoamericanos. La solidaridad combativa y los lazos estrechos de los pueblos de Asia, África y América Latina acrecentarán varias veces y decenas de veces más las fuerzas revolucionarias antimperialistas y antiyanquis, y serán las fuerzas invencibles que derroten con éxito las agresiones de los imperialistas y el frente unido de los reaccionarios internacionales. Por eso, los pueblos de todas las regiones donde el imperialismo yanqui está anidado deben unir sus fuerzas y golpearlo fuertemente.

En Asia, África y América Latina hay países socialistas y países neutrales, países grandes y países pequeños. Todos estos países, a excepción de los regímenes títeres y de los países satélites de los imperialistas, constituyen las fuerzas antimperialistas y antiyanquis en su conjunto. Pese a las diferencias del sistema estatal y socio-político, de los criterios políticos y de las creencias religiosas, los pueblos de los países de estas regiones, como naciones oprimidas que fueron presionadas y explotadas por los imperialistas y colonialistas, tienen objetivos y aspiraciones comunes para lograr la independencia y la prosperidad nacionales, y en el combate contra el imperialismo y el colonialismo viejo y nuevo las diferencias del sistema estatal y socio-político, de los criterios políticos y de las creencias religiosas, no pueden ser de modo alguno un obstáculo para luchar juntos contra el imperialismo yanqui. Todos los países deberán integrar un frente unido antimperialista y una acción conjunta antiyanqui para derrotar al enemigo común y alcanzar el objetivo común.

Entre los que se oponen al imperialismo puede haber, desde luego, diversas clases de personas. Unos pueden ser activos en la lucha contra el imperialismo, algunos pueden vacilar en la lucha antimperialista y otros pueden unirse a la lucha antimperialista de mala gana, presionados por los pueblos de su país y del mundo. Sin embargo, cualquiera que sea su motivo, es necesario incluir a todas estas fuerzas en la lucha común antiyanqui, excepto a los lacayos del imperialismo. Si se aísla al máximo al imperialismo yanqui y se le asestan golpes de modo conjunto, agrupando más fuerzas en la lucha común antiyanqui, aunque sean fuerzas indecisas e inestables, es algo bueno, de ninguna manera puede ser malo. Es necesario atraer a la lucha antimperialista a los que la eluden y hacer activos a los que sean pasivos en la lucha antimperialista. Dividir el frente unido antiyanqui o negar la acción conjunta antinorteamericana solo traerá consecuencias graves que debilitan la lucha antimperialista y antiyanqui.

Para vencer al imperialismo yanqui combatiéndolo hay que asestarle golpes en todos los países, sean grandes o sean pequeños. En este sentido, es particularmente importante que los países pequeños de Asia, África y América Latina se libren del servilismo a las grandes potencias, que consiste en apoyarse en países grandes, y que tomen parte activa en la lucha antiyanqui. Es erróneo considerar que es imposible derrotar al imperialismo yanqui si no luchan los países grandes. Claro está que es mejor que los países grandes luchen juntos con los países pequeños contra el imperialismo norteamericano. Por lo tanto, los países pequeños deben esforzarse para unirse con los grandes. No obstante, esto no significa en modo alguno que de no ser país grande, no se pueda vencer al imperialismo yanqui combatiéndolo. Está más que claro que no se puede hacer la revolución con los brazos cruzados, con la tendencia a apoyarse en los países grandes, y que otros no la pueden hacer en su lugar. Los países pequeños pueden también vencer a un enemigo grande cuando luchan erguidos valientemente, sin temor a los sacrificios, estableciendo el Juche[1] y uniendo a las masas populares. Esto es una verdad muy clara de nuestra época, probada por la vida real. Esta verdad la ha confirmado la experiencia de la guerra en Corea y también la confirman, de modo espléndido, el triunfo de la Revolución cubana y la heroica guerra de resistencia antiyanqui y de salvación nacional del pueblo vietnamita.

Sobre todo, aunque sean países pequeños, si muchos países que se oponen al imperialismo luchan uniendo sus fuerzas, los pueblos, con su poderío decisivamente superior, podrán aplastar seguramente al enemigo, por muy poderoso que este sea. Los pueblos de los países en revolución deben unir sus fuerzas para cortarle el brazo izquierdo y el derecho, la pierna izquierda y la derecha, y al final, cortarle la cabeza al imperialismo yanqui en todas partes donde tenga extendidas sus garras agresivas. Aunque ahora los imperialistas norteamericanos se envanecen, si los pueblos revolucionarios del mundo se unen para desmembrarlos, ellos serán impotentes y a la larga se verán derrotados. Frente a la estrategia del imperialismo yanqui de destruir por separado a los países pequeños, nosotros, los países pequeños, debemos responder uniéndonos para cortarle cada uno de nosotros la cabeza y las piernas al imperialismo yanqui. Se puede decir que hacerlo así es la estrategia de lucha de los países pequeños para derrotar y vencer al imperialismo norteamericano.

El pueblo coreano ha estado luchando por más de 20 años por la reunificación del país y contra la ocupación de Corea del Sur por el imperialismo yanqui. La Revolución coreana constituye una parte del movimiento revolucionario internacional, y la lucha del pueblo coreano se desarrolla dentro de la lucha común de los pueblos de todo el mundo por la paz, la democracia, la independencia nacional y el socialismo. El pueblo coreano lucha por completar su causa de liberación nacional y, al mismo tiempo, hace todos los esfuerzos para acelerar el desarrollo general del movimiento revolucionario internacional. Nuestro pueblo se solidariza con todas las fuerzas que se oponen al imperialismo norteamericano y apoya invariablemente la lucha de los pueblos de todos los países contra el imperialismo yanqui. Nosotros consideramos esto como un factor importante para el triunfo de la Revolución coreana.

El imperialismo es una fuerza en agonía cuya época ha pasado ya, y la lucha liberadora de los pueblos es una nueva fuerza que aspira al progreso de la humanidad. Si bien puede haber incontables dificultades, obstáculos y tales o cuales reveses en el camino de la lucha liberadora de los pueblos, la derrota del imperialismo y el triunfo de esta lucha es una ley del desarrollo de la historia, que no se puede impedir. Aunque los imperialistas, acaudillados por el imperialismo yanqui, hacen esfuerzos desesperados para frenar la creciente lucha liberadora de los pueblos, esto no es más que el último frenesí de los condenados a la ruina. Cuanto más se desesperan los imperialistas norteamericanos, tanto más empeora su situación. El imperialismo yanqui va cuesta abajo, y su destino es igual a un sol poniente. Los imperialistas norteamericanos serán expulsados seguramente de Asia, África y América Latina gracias a la lucha liberadora de los pueblos. La gran causa revolucionaria antimperialista de los pueblos de Asia, África y América Latina es invencible.

  1. Establecer el Juche significa mantener el principio de resolver todos los problemas de la Revolución y la construcción de manera independiente y de acuerdo a la realidad del país, apoyándose principalmente en su propia fuerza. También significa aplicar de manera creadora la verdad universal del marxismo-leninismo y la experiencia del movimiento revolucionario internacional a las condiciones históricas y peculiaridades nacionales de su país. Significa también resolver sus problemas siempre de manera independiente y bajo su responsabilidad, desplegando el espíritu de apoyarse en sus propios esfuerzos, en la lucha revolucionaria y las labores de construcción. (Nota del traductor coreano)