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Revisión del 07:51 13 jun 2024
¿Quiénes somos?
Este libro de historia comienza con interrogantes y preguntas sobre nuestro futuro. ¿Existirá una sola manera de vivir? ¿El modo de vida norteamericano (american way of life) será la única opción? ¿Habrá otras formas de vida y de vínculos entre las personas que no estén determinados por la billetera, las cuentas bancarias, el status, la cantidad de bienes y propiedades acumuladas, la vestimenta cara, los teléfonos celulares de última generación y el automóvil importado? ¿El Dinero, el Mercado, la propaganda televisiva y la tarjeta de crédito serán nuestros implacables dioses paganos? ¿Podremos alimentarnos en los próximos años con otra comida que no sea la hamburguesa de plástico y un jugo químico desabrido? ¿Tendremos la posibilidad de ver alguna película en el cine, el video o la TV donde los principales protagonistas no sean blancos, rubios y de ojos celestes (o negros descoloridos que se desviven por imitar a los blancos)? ¿Contaremos en las décadas que se avecinan con el permiso de comunicarnos en un idioma que no sea el inglés? ¿El planeta entero se convertirá en una provincia humillada y empobrecida de Estados Unidos o Europa occidental? ¿Nuestros recursos naturales y territoriales serán de libre acceso o estarán restringidos para nuestro pueblo? ¿Habrá oxígeno en el aire o sólo humo de motores? ¿Quedará alguna bandera o símbolo cultural por fuera del águila, las barras y las estrellas? ¿El único poder legítimo seguirá siendo el de los marines "humanitarios" o los pueblos tendrán derecho a la resistencia? ¿Será posible enfrentar al imperio capitalista y cambiar el mundo o todo está perdido de antemano?
Para pensar con libertad nuestro futuro y elegir el mejor camino hacia dónde queremos ir debemos estar bien situados en nuestro presente y sentirnos seguros de nuestro pasado. Comencemos por formular nuevamente la pregunta que Bolívar intentó responder en su Carta de Jamaica: ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestra identidad individual y colectiva? ¿De dónde venimos? Cada lector o lectora enfrentará esas inquietudes como quiera o como pueda. Este libro, dedicado a la historia de Simón Bolívar y nuestra independencia, pero pensado y escrito para nuestro presente y las nuevas generaciones del futuro, simplemente propone algunas perspectivas posibles. Nada mejor que indagar sobre el Libertador para intentar responder ese abanico de preguntas.
¿Por qué discutir el pasado?
Los de arriba le tienen pánico a la historia. Un pueblo que conoce sus raíces, se afirma en su identidad y sospecha de la propaganda del poder, mientras que, según Bolívar "un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción". Al analizar el pasado se descubren las fuentes de los sufrimientos actuales (que poco tienen que ver con "la ira de Dios" o algún "pecado original" y mucho con los robos, saqueos, matanzas y genocidios terrenales). Los poderosos prefieren una visión discontinua y entrecortada de la historia donde cada generación rebelde, sin conocer las experiencias anteriores, debe comenzar de cero. Así ellos terminan siendo los propietarios del pasado como son propietarios de todo lo demás. Por eso intentan esconder los orígenes y borrar la historia. Eludirla, ocultarla o convertirla, como propone la filosofía del posmodernismo, en un videoclip esquizofrénico, una secuencia azarosa de hechos sin ninguna racionalidad ni sentido global. Cuando no pueden borrar, tergiversan y deforman, construyendo "historias oficiales". Como recordaba Fanon "el colonialismo no se contenta con imponer su ley al presente y al futuro del país dominado. El colonialismo no se contenta con apretar al pueblo entre sus redes, con vaciar el cerebro colonizado de toda forma y de todo contenido. Por una especie de perversión de la lógica, se orienta hacia el pasado del pueblo oprimido, lo distorsiona, lo desfigura, lo aniquila" (Frantz Fanon: Los condenados de la tierra).
Los de abajo, los pueblos, nunca son vírgenes, puros, angelicales y perfectos. En el sentido común popular hay contradicciones. En el seno del pueblo hay personas buenas, luchadoras y dignas y también gente cómoda, oportunista y acomodaticia. Luchar por conocer el pasado permite fortalecer lo mejor que tiene el pueblo, sus representantes más valientes, sus valores más nobles y sus experiencias más dignas. Conocer la historia nos permite crear conciencia y consolidar la identidad personal, comunitaria, de clase y nacional enriqueciendo la autoestima popular para la lucha. Estudiar la historia (no sólo la de Simón Bolívar) posibilita saber quienes somos y de dónde venimos, encontrando el hilo de continuidad con las luchas del pasado y las generaciones de nuestros padres y madres, abuelos y abuelas e incluso mucho más atrás todavía. La memoria histórica continúa siendo la principal brújula para orientarnos en el laberinto del presente. Sin memoria del pasado no habrá esperanza de futuro.
Dificultades para una visión alternativa de la historia
Necesitamos una nueva lectura y una nueva mirada de la historia. Pero a la hora de repensar el pasado, nada es fácil ni sencillo para los de abajo. Los de arriba cuentan con todo un arsenal de reproducción ideológica y fabricación industrial del consenso (medios de comunicación, academias, iglesias, escuelas, universidades, becas, historiadores oficiales, periodistas comprados, editoriales, etc.). La voz dominante y oficial suele ser la voz de las clases dominantes, la de los vencedores. Pero ¿cuál es la alternativa? En realidad, la historia de la humanidad ha sido y sigue siendo la historia de la lucha de sus clases sociales. Opresores y oprimidos se han enfrentado desde que existe la propiedad privada y un sector vive a costillas de otro, reprimiéndolo cada vez que se intenta liberar o intentando convencerlo de que es bueno obedecer y resignarse a una mala vida y a un mal vivir.
Una visión simplista de la historia —aparentemente distinta de la historia oficial, pero no menos unilateral— reduce esas luchas y conflictos a una mera disputa económica. Las clases sociales y los pueblos lucharían únicamente golpeándose la barriga por hambre, a partir de la estrechez de sus intereses económicos inmediatos. La cultura, las tradiciones, los valores, los ejemplos, la experiencia de lucha serían simples "anécdotas", completamente despreciables para comprender la historia. Desde este relato esquemático y simplificador, las luchas por la emancipación y la independencia de América Latina durante el siglo 19 se reducirían a un recetario económico estrictamente burgués y capitalista. Si aceptamos esa perspectiva, tan sesgada y unilateral, en el siglo 21, los pueblos rebeldes de Nuestra América nada tendríamos que aprender ni reivindicar de Tupac Amaru, Toussaint L’Ouverture, Bolívar, Moreno, Artigas, San Martín, Juana Azurduy o José Martí, de nuestras primeras guerras de independencia ni de todo aquel lejano proceso de lucha.
Tradición, cultura y valores en la concepción materialista de la historia
A contramano de ese tipo de esquemas, en la historia real de la humanidad, las luchas, los conflictos sociales y los proyectos colectivos nunca se reducen a simples programas económicos. Analizando el proceso de conformación y combate de las clases sociales y estudiando la constitución de los pueblos en lucha, Karl Marx explicó en su libro El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852) que las clases sociales luchan y se enfrentan entre sí de manera hostil "por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura". La clave del conflicto histórico no se reduce exclusivamente a la economía.
Las clases sociales y los pueblos en lucha logran tomar conciencia de su identidad y se enfrentan contra sus opresores y explotadores (nacionales y extranjeros) a partir de reconocerse en su tradición histórica, resumen y síntesis de (a) "su modo de vivir", (b) "sus intereses" y (c) "su cultura". La historia real no gira únicamente en torno a (b).
Los valores (la solidaridad, la igualdad, la fraternidad, la lealtad, el patriotismo, el internacionalismo, el amor por la justicia, el odio a la explotación y a la humillación, etc.), así como también la cultura creada y acumulada por las generaciones anteriores y los ejemplos de sus luchas pasadas sedimentados en la memoria popular conforman la identidad colectiva de los pueblos. Sin esa identidad es imposible crear conciencia ni autoestima popular para luchar por la libertad y combatir contra las injusticias.
El regreso de Bolívar, nuestro contemporáneo
Hoy en día, en el siglo 21, cada vez hay más Mercado y menos libertad. Más canales de televisión, menos información genuina. Más iglesias y programas de autoayuda, menos espiritualidad. Más shoppings, menos escuelas, bibliotecas y universidades. Más variedad de mercancías en el supermercado, menos respeto por la dignidad de las personas y la cultura popular. Más relatos sobre la supuesta "crisis del estado nación", menos soberanía. Más banderas norteamericanas, menos banderas y símbolos nuestros. Más bancos y cajeros automáticos, menos salarios. Más empresas, menos sindicatos. Más discursos sobre la "pluralidad de culturas", menos posibilidad de eludir el inglés en radios, TV, web, etc. Más propaganda de mercancías light, menos respeto por la naturaleza y el ecosistema. Más insistencia en el "multiculturalismo", menos alternativas al estilo de "vida" norteamericano.
No hay peor esclavo que el que se siente (errónea e imaginariamente) libre. El capitalismo ha instalado un sentido común donde la única manera de disentir con el sistema sería hacer clic, o no, en la opción "Me gusta" del facebook. En la vida real se vigila, se controla, se reprime y aplasta toda disidencia radical. En este mundo contemporáneo los sueños libertarios de Simón Bolívar, todavía pendientes e inconclusos, condensan todo un programa de rebelión radical (económico, social, político y cultural) contra el orden establecido, más allá de los teclados y los monitores de la computadora o del control remoto y el zapping de la TV. Con José Martí decimos: "¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!" (José Martí: "Discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana" el 28/10/1893, publicado en Patria, Nueva York, el 4/11/1893).
Bolívar, un rebelde del siglo XXI
Bolívar está por todos lados. Como afirma J.L. Salcedo – Bastardo en su libro Un hombre diáfano (Vida de Simón Bolívar para los nuevos americanos), su nombre abarca desde una estrella bautizada en su honor, descubierta en 1911 por el astrónomo francés Flammarion, y situada justo a la mitad de la distancia entre el Sol y Júpiter, hasta múltiples pueblos, ciudades, provincias, montañas, teatros, universidades, avenidas, plazas, etc. Monumentos suyos existen en Caracas, Bogotá, Quito, La Habana, París, Roma, Londres, Buenos Aires, Washington, Madrid, Lima, Nueva York, México, Río de Janeiro, Québec y hasta El Cairo... Su nombre y su figura, muy conocidos, remiten a significados múltiples, según quien los interpele.
Desde nuestra perspectiva (que no es la única, sino tan solo una posible) Simón Bolívar está vivo. Representa un símbolo continental que aglutina voluntades colectivas y culturas diversas, sintetizando múltiples rebeldías. Su pensamiento condensa un proyecto político y una mirada nueva y desde abajo de la historia de Nuestra América que nos permite reconstruir nuestra identidad como pueblos sometidos y en lucha por el socialismo y nuestra segunda y definitiva independencia. La gesta de Bolívar no es la de un individuo aislado sino la de todo un pueblo. El bolivarianismo se ha convertido en el siglo 21 en el emblema y en la mecha de una rebelión anticapitalista y antiimperialista continental. Los generales del Pentágono, los espías de la CIA y los ideólogos de las clases dominantes imperiales y criollas clasifican al bolivarianismo como uno de sus principales "enemigos subversivos". En esto, sólo en esto, nuestro enemigo estratégico no se equivoca.
El falso Bolívar de la estatua
Para limitar y moderar su influencia, las voces del poder intentan presentar un Bolívar descafeínado, light, mustio, gris y seco. La historia oficial de las clases dominantes (herederas criollas del viejo colonialismo español) y su amo imperial estadounidense, han intentado congelar y petrificar a Bolívar en una estatua muda y muerta.
Alguna vez Rodolfo Walsh escribió sobre San Martín: "Denigrado en vida, padece en su posterioridad una injusticia más grave. Son tan fuertes los aplausos que no puede oírse su voz, tantas las estatuas que se ha extraviado entre ellas el hombre que conmemoran. Tenemos que rescatarlo de ese limbo absurdo, porque necesitamos de él". Exactamente las mismas palabras sirven para describir hoy la estrella insurgente de Simón Bolívar y de todos nuestros libertadores y libertadoras.
Al encerrarlo en una fría estatua, los ideólogos de la burguesía y la oligarquía simularon homenajearlo pero en realidad lo convirtieron en la caricatura patética de un Napoleón subdesarrollado y un Cesar tropical, en las tierras del calor, el Caribe y las bananas, sin vinculación alguna con el pensamiento revolucionario e insurgente de hoy. Ese Bolívar está muerto. No sólo es inútil e impotente, además es falso. No nos interesa. A contramano de la historia oficial, nuestro Bolívar (como Mariano Moreno, San Martín o cualquiera de nuestros precursores) sigue más vivo que nunca, molestando e incomodando a los poderosos.
Bolívar internacionalista, enemigo del Imperio
Desde muy joven Bolívar adoptó de Miranda la perspectiva continental de la Patria Grande. Nunca luchó exclusivamente por su pequeña aldea. Tuvo una mirada global de los asuntos y problemas latinoamericanos. De modo internacionalista, combatió en muchos países al mismo tiempo, comprendiendo que las luchas populares, las demandas sociales y las reivindicaciones nacionales eran las mismas en todo el continente.
Las rebeliones de América Latina por su primera independencia abarcaron tres siglos (desde que llegaron los conquistadores y colonizadores europeos hasta comienzos del siglo 19). Bolívar coronó esas luchas venciendo al imperio español. A partir de allí se abre una segunda época (que ya abarca más de 200 años), la lucha por la segunda y definitiva independencia. Nos encontramos en esta fase. Con tenacidad y paciencia, Bolívar, San Martín y Mariano Moreno nos inspiran y siguen acompañando. Por eso en este libro nos proponemos tratar de conocerlos un poco más en detalle y con cierta profundidad a partir de la historia de Nuestra América.