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Diferencia entre revisiones de «Biblioteca:Filosofía marxista. Manual de materialismo dialéctico/1. Cuestiones introductorias»

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== I. Un manual ¿por qué y para qué? ==
== I. Un manual ¿por qué y para qué? ==
En la conciencia ideológica del sector social comprometido -de una u otra manera con la enseñanza universitaria, especialmente en la rama de las "letras", los manuales tienen mala imagen. Hasta el punto de que se ha generado la contraposición manual/ensayo como equivalente a regre­sivo/progresivo, a oscurantista/científico, como si fueran los elementos formales, y no los contenidos, los que dan validez a la producción teórica.
En la conciencia ideológica del sector social comprometido -de una u otra manera con la enseñanza universitaria, especialmente en la rama de las "letras", los manuales tienen mala imagen. Hasta el punto de que se ha generado la contraposición manual/ensayo como equivalente a regre­sivo/progresivo, a oscurantista/científico, como si fueran los elementos formales, y no los contenidos, los que dan validez a la producción teórica.

Revisión del 06:42 11 oct 2024


I. Un manual ¿por qué y para qué?

En la conciencia ideológica del sector social comprometido -de una u otra manera con la enseñanza universitaria, especialmente en la rama de las "letras", los manuales tienen mala imagen. Hasta el punto de que se ha generado la contraposición manual/ensayo como equivalente a regre­sivo/progresivo, a oscurantista/científico, como si fueran los elementos formales, y no los contenidos, los que dan validez a la producción teórica.

Esta contraposición tiene, como cualquier otra, una base real. Hay suficientes motivos para justificar la mala imagen del manual. Por un lado, en ellos aparecía con asiduidad el elemento dogmático y, con frecuencia, el oscurantismo; por otro, expresaban toda una manera de concebir la enseñanza, y toda una forma autoritaria de imponer una ideología. Había -y hay- sin duda buenas razones para oponerse a los manuales.

Pero pensamos que no solamente estas razones objetivas son la base del radical rechazo del manual. Por un lado, ya es un motivo de sospecha el hecho de que los ataques al manualismo se hayan dado en niveles específicos de la producción teórica. Por ejemplo, apenas existen dudas de la seriedad y utilidad de un buen manual de electrónica, o de Química orgánica; la cosa se pone oscura y es ya dudosa si se trata de un manual de Literatura o de Historia. Y cuando se llega al dominio de la filosofía ... ahí no hay transigencia posible.

También hay razones objetivas que justifican esta desigual actitud ante el manual en las distintas regiones teóricas. Por un lado; es cierto que en filosofía los manuales han alcanzado las cotas máximas de simplismo, de dogmatismo y de oscurantismo; por otro, es cierto que el manual de filosofía ha jugado de forma más pura el papel de "catecismo ideológico". Sin embargo, a pesar de estas razones objetivas, nos parece que también se da un elemento subjetivo: la tendencia elitista en estos sectores intelectuales, su menor compromiso práctico. ¡El manual ha sido "superado"! Y su conciencia queda tranquila de ir siempre más allá.

A decir verdad, también hemos pasado por esa fase negativa, de fácil crítica, de rechazo, "este es un manual" pasaba a ser una expresión valorativa de la calidad de un texto, la valoración más negativa que podía hacerse. Y en las aulas recomendábamos el no uso de manuales de Filosofía o de Historia de la Filosofía.

Esta posición era parcialmente justa, en la medida en que --como hemos dicho-- la mediocridad era frecuente en tales manuales, el oscurantismo era casi asiduo y la ideología idealista y burguesa era constante. Rechazarlos era defender una posición en filosofía que nos parece justa. El error era el desplazamiento que hacíamos: de rechazar y combatir tales manuales concretos (aunque fueran casi todos), que era justo, pasábamos a rechazar el manual abstracto. Resultaba que en lugar de oponernos a unos contenidos y a un papel concreto de tales manuales nos oponíamos a una forma de exposición del conocimiento filosófico.

Pero lo más grave no nos parece este desplazamiento hacia lo abstracto, esta desviación a formas idealistas de crítica. Lo más grave es que con tal actitud de Gran Rechazo, de crítica, abandonábamos el terreno que "pretendíamos" defender y lo dejábamos definitivamente en manos de esa filosofía enemiga y de esa manera de difundir la filosofía enemiga.

Efectivamente, hemos pasado por esa experiencia año tras año. Nuestras condenas de los manuales en las aulas y en los pasillos eran vanos gritos que, aunque convencían, no servían para vencer. Mientras seguíamos dando gritos miles de alumnos paseaban el manual de turno bajo el brazo, miles de alumnos recorrían las librerías y compraban el primero que caía en sus manos. El ''primero'', que solía ser el más peligroso.

No vamos a meternos aquí en la discusión de que si en tales condiciones es posible y deseable la sustitución del manual por otras formas de extensión del saber y las ideologías. Solamente queremos dejar constancia de que estas cosas que acabamos de describir someramente son una realidad: y una sencilla contabilización de los ejemplares vendidos por las editoriales nos pondrían los pelos de punta.

Hemos pasado, pues, por esa fase negativa. Y al error idealista de olvidar la crítica concreta y sustituirla por la abstracta debemos añadir otro, mucho más grave: hemos dejado el campo sin resistencia. Quizás a alguien le satisfaga tener la conciencia de que, a nivel individual, ha logrado ''superar'' la etapa manualesca y elevarse a los reinos rigurosos y científicos de otras formas de exposición. Pero a nosotros no nos sirven tales sublimaciones.

Pensamos que, cuando no se tiene fuerza para elegir el campo de lucha ideológica, para establecer los límites y las reglas de la misma, no hay otra salida que aceptarla donde te la plantean. Los "escrúpulos" aquí expresan o impotencia o renuncia (o quizás inconsciencia). Y hoy aún, nos guste o no, la batalla fuerte en filosofía se da en el campo del manual. La "batalla fuerte'' quiere decir la batalla por conquistar las masas, porque nuestra posición filosófica arraigue entre las masas. Pues somos conscientes de que hay otro frente de batalla, el de los especialistas, el que busca triunfar entre ellos, ganarse un puesto -un prestigio en ese reducto selecto. (Y no es que este frente carezca de interés, pues al fin es en él donde se produce la filosofía: pero pensamos que debe estar en todo subordinado al anterior).

El manual no se "niega" con la "crítica crítica", sino con la "crítica práctica": es decir, desplazándolo, eliminándolo. ¿Puede hacerse esto hoy? En cualquier caso, y aceptando como hipótesis que sea realmente necesario superar el manual, no hay otra forma práctica de negarlo que desarrollándolo, que superándolo desde dentro (y por este camino, al mismo tiempo, no dejamos el campo, la conciencia social, en manos de los otros manuales).

Porque lo creemos así, porque no nos parece correcto abandonarnos a rechazos abstractos, porque nos vemos obligados a aceptar la batalla en el nivel y en la forma que nos la imponen, porque vemos la contraposición manual/ ensayo como ideológica, porque no creemos que la producción filosófica tenga por fin la Verdad sino la conquista de la conciencia de las masas..., por todo ello hemos abordado la tarea de elaborar este manual de filosofía.

En pocas palabras: se trata de ofrecer un manual de filosofía en materialismo frente a los muchos en idealismo que están presentes en las librerías, en las mesas de los estudiantes y en las estanterías de las bibliotecas; se trata de ofrecer un manual de filosofía marxista frente a los muchos de filosofía burguesa que inundan el mercado. Por esto, porque hay que afrontar la lucha donde se da, porque no es justo "superar" nada en abstracto. Y también por otra cosa: porque no hay razón de clase para "superar el manual". No es justa la escisión manual/ ensayo, por ejemplo, cuando se la presenta como equivalente a viejo/nuevo. Pensamos que un manual de filosofía en materialismo es más nuevo y más progresista que cualquier ensayo en idealismo: la ciencia y la posición de clase no están ligadas -no son monopolizadas- por la forma o el estilo del texto en que se presentan.

Para eso un manual: para extender la filosofía materialista, para enfrentarse a los manuales idealistas, para atacar al idealismo en los lugares y en los terrenos donde éste se aposenta y crece. Porque la filosofía es ''lucha de clase en la teoría'', la posición justa del marxismo es no hacer "superaciones en abstractos", que aquí son formas de abandonar la lucha, de ignorarla bajo el manto del desprecio. Porque nuestro objetivo no es alcanzar la Verdad no creemos que ésta se encuentre más en el ensayo que en el manual; porque nuestro objetivo es defender una posición en filosofía, y se la defiende extendiéndola, arraigándola entre las masas, creemos que esta tarea se cumple hoy mejor en el nivel del manual.

Pero pensamos que es un manual nuevo. Pensamos que es un manual no dogmático, que al mismo tiempo que recoge el actual nivel de desarrollo del marxismo --en sus aspectos filosóficos más generales-- plantea una serie de problemas pendientes, de tareas a realizar, de direcciones, de alternativas... No es un "catecismo": es un manual nuevo porque en él están presentes, actuando, los mismos principios que en él se formulen (dialéctica, carácter histórico de la verdad...). No es un cuerpo de doctrina acabada, sino reflejo --tal vez parcial-- de un momento del desarrollo histórico de la teoría marxista, dejando presencia de esto, de que es un momento, de que hay problemas pendientes, de que se está avanzando.

Por esto nos parece que es un manual nuevo. Y diría más: si hay formas justas de superar el manual, ellas tienen que pasar por aquí, por la elaboración de manuales nuevos, no por la "crítica crítica", no por la negación abstracta... que deja el flanco abierto a la filosofía enemiga. Y ello no supone renunciar a otras formas literarias: al contrario, es poner en práctica el principio de que la lucha ideológica debe aceptarse donde se da, debe afrontarse con los medios adecuados, aunque estos sean los "manuales".

Un manual de materialismo dialéctico, de filosofía marxista, es ya una auténtica aventura. A los anti-manualistas pequeños-burgueses se unirán --para la crítica-- los que en posiciones filo-marxistas ponen en cuestión, o niegan abiertamente, la existencia de una ''filosofía marxista''. Esa polémica no puede abordarse en un manual: no es éste su campo. Pero siempre he pensado que cuando en el marxismo se olvida la lucha ideológica --y cualquier otra forma de lucha--, se suspende hasta que se resuelva la crítica y la autocrítica... entonces uno se está alejando del marxismo. ¿Hemos de esperar a que se acaben las polémicas sobre el capital, sobre el gramscismo, sobre el maoísmo... para saber cómo actuar correctamente? Paralizar la práctica subordinándola a la previa definición absoluta y última de la verdad, del método... es precisamente romper con el marxismo que señalaba que la verdad de una teoría es su terrenalidad, surge al materializarse... Dejemos, pues, de lado el problema de la "filosofía marxista"; y dejemos, incluso, de lado si la dialéctica reina en todo dominio real o está acotada en el campo de la historia, de la acción humana. Si estas polémicas se dan en el seno de marxismo, no deben paralizar la lucha contra la ideología burguesa. Si se pretende esto, consciente o inconsciente­mente, poco importa, se está debilitando al marxismo, se está objetiva­mente favoreciendo el predominio de la ideología burguesa.

Aparte de estas razones prácticas, inducidas por nuestra posición en filosofía, hay otras razones de índole estrictamente teórico. La filosofía marxista, como cualquier filosofía, está sometida a un proceso de desarrollo desigual. Sus distintos aspectos son abordados en forma aislada, según determinaciones de la coyuntura ideológica. Unas veces ha dominado el interés por la objetividad de nuestro conocimiento, otras por tal o cual aspecto de la dialéctica, otras por la relación entre el marxismo y otras filosofías... Es más, estos aspectos han sido abordados desde perspectivas diferentes según las condiciones concretas en que se situaba la reflexión filosófica.

Como cualquier proceso de desarrollo de una filosofía sigue estas leyes de desarrollo parcial, desigual, y aún disperso y contradictorio, nos parece necesario hacer una abstracción: parar mentalmente el proceso y describir su actual estado. Se trataría un poco de señalar los niveles de formulación alcanzados, los contenidos conceptuales dominantes, los problemas, las direcciones a seguir.

Por supuesto que --precisamente por ese desarrollo desigual-- será muy difícil encontrar una descripción uniforme que refleje las particularidades específicas de las distintas posiciones que caben dentro del marco filosófico marxista. Precisamente por esto no será un manual viejo, que de una doctrina uniforme y dogmática; no será un catecismo. Ha de ser eso: una descripción del actual nivel de desarrollo del materialismo dialéctico. Por lo tanto, ha de orientarse a resaltar lo común, lo general, lo que exprese la posición más universal y dominante en su seno; pero, por otro lado, debe reflejar también la especificidad, los campos donde no hay suficiente acuerdo, los problemas.

Este manual no pretende ser una innovación. Pretende recoger los avances del marxismo en el campo filosófico, mostrar el actual nivel de elaboración teórica, los problemas pendientes, etc. Para ello ha habido que seleccionar, claro está. Y la responsabilidad de la selección, de la recopilación, de la sistematización cae sobre mis espaldas. Pero no me preocupa mucho la objetividad. Pienso que esa objetividad no es un logro individual, sino el resultado de la práctica social. Es decir, un "buen manual", objetivo, que realmente refleje el actual nivel de desarrollo del marxismo, será el resultado de muchos más intentos -y ojalá más acertados- que este mío. Y yo seré el primero en recoger y difundir esos intentos.

II. Necesidad de la filosofía marxista

En cierta ocasión Palmiro Togliati, refiriéndose a la filosofía burguesa, decía que su única salida contemporánea era la desesperación. Efectivamente, las grandes corrientes de la filosofía burguesa contemporánea están atravesadas por la pérdida de la fe en el hombre, en el progreso, en la razón... E incluso las concreciones más "optimistas", como las formas filosóficas positivistas ligadas a la reflexión sobre la ciencia, están atravesadas de una buena dosis de escepticismo.

Esto no es decir nada nuevo. Con Hegel entra en crisis la racionalidad burguesa, que no es sino la expresión filosófica de la crisis de la racionalidad política burguesa, de la racionalidad económica burguesa, de la racionali­dad moral burguesa ... Desde Hegel, en la filosofía, se ha buscado una nueva racionalidad, incluida la "racionalidad irracionalista". En el existencia­lismo, en la fenomenología, en el vitalismo, en el freudianismo... late esa misma dirección: encontrar una realidad por debajo de la Razón, y casi siempre enfrentada a ella, sobre la cual montar una nueva filosofía. El marxismo, en cierta medida, está en esa misma línea. Pero mientras las alternativas burguesas se obstinan en negar la razón, en negar el pensamiento o minivalorarlo o subordinarlo al "clan vital" al "subcons­ciente"..., el marxismo es una alternativa que engloba a la razón pero situándola en su sitio; que reconoce y valora el pensamiento, pero sin convertirlo en el motor de la realidad sino entendiéndolo como un proceso más entre otros muchos. Por eso las alternativas burguesas son ''filosofía de crisis'' y el marxismo es una filosofía alternativa. Por eso mientras la "crisis" es la constante de todos los dominios de la sociedad burguesa, incluidos el moral, el religioso, el artístico, el literario... el marxismo avanza más que nunca. Y avanza no sólo en cuanto a potencia del frente marxista, sino en cuando a difusión social. Es decir, no solamente cada día es mayor la producción teórica en marxismo, sino que poco a poco el marxismo va penetrando en el seno de la filosofía burguesa, de la ideología burguesa... Cada día es mayor el número de historiadores, de escritores, de intelectuales en general que, con mayor o menor conciencia, se ven penetrados de aspectos parciales, de elementos de la teoría marxista (tendencias a embellecer lo económico, tendencias a ver las cosas en su contexto, en sus relaciones con las demás...), con lo cual se agudizan las contradicciones en el seno de las regiones ideológicas con dominio de la ideología burguesa...

Lucien Seve, en su "La philosophie française contemporaine et sa genese de 1879 à nos jours" (París, 1962) dice en tono contundente que "la gran filosofía burguesa ha dejado de existir: he aquí una verdad elocuente". Claro está, piensa en Descartes, en Spinoza, en Diderot, en Kant, en Hegel, en Feuerbach. El mismo filósofo idealista Husserl en sus "Meditaciones Cartesianas" se quejaba de ausencia de una filosofía íntegra, aunque existiera una proliferación de obras, corrientes y escuelas de una muy secundaria importancia.

Frente a esta situación de crisis de la filosofía burguesa el panorama del marxismo no puede ser más optimista. Como teoría adecuada al actual desarrollo de las ciencias, el avance de ésta --que es siempre un avance en materialista-- favorece su expansión, su fortalecimiento y su desarrollo. Cada vez son menos los intelectuales y científicos burgueses serios que desprecian el marxismo. Al contrario, se ven obligados a aceptarlo, aunque sea parcialmente, aunque sea "refinándolo"..., pero esto es reconocer su validez actual.

Este panorama (de crisis del pensamiento burgués y de avance del pensamiento marxista), que la misma burguesía reconoce en su constante llamada dramática a replegar filas ante el empuje del socialismo, nos plantea ya una cuestión fundamental: la filosofía burguesa es una filosofía vieja, caduca, condenada a desaparecer, mientras que el marxismo se presenta como una filosofía nueva, viva, llamada a arraigar entre las masas.

Pero aquí también la lucha entre lo viejo y lo nuevo, la lucha entre la filosofía burguesa y la filosofía marxista, no es algo mecánico, fácil, lineal. Ya Lenin en ''Materialismo y Empiriocriticismo'' señalaba cómo la filosofía burguesa mostraba su carácter reaccionario en todas sus concreciones y condicionaba de ese mismo carácter otras disciplinas, desde la teoría del conocimiento a la sociología. Y ya Lenin hacía una llamada a acelerar el desplazamiento de la filosofía burguesa, una llamada a defender y extender el marxismo como forma de combatir la filosofía burguesa.

Lo cierto es que el marxismo no se ha extendido lo suficiente como para desplazar a la filosofía burguesa. Las razones de este hecho son, sin duda, muy variadas. Unas son de tipo estructural, en el sentido de que no se puede pensar en un triunfo total del marxismo sobre la filosofía burguesa sin una alternativa socialista. Pero esto no lo explica todo, pues el desarrollo ideológico tiene su propio ritmo y su relativa autonomía (dentro de unos ciertos límites) y, en realidad, nos parece que es posible un mayor fortalecimiento del marxismo en el mismo marco de la sociedad burguesa. Hay, pues, otras razones. Entre estas razones del desarrollo del marxismo por debajo de las posibilidades objetivas estarían:

  • El carácter de clase de marxismo, con las dificultades reales de acceso de la clase obrera a la ciencia. O sea, la escasez de "in­ telectuales orgánicos''.
  • El carácter práctico del marxismo, que exige a los marxistas unas tareas práctico-políticas con carácter primordial sobre la teoría (al menos así ha sido históricamente).
  • El carácter complejo de la producción científica, que exige cuantiosos medios económicos para la investigación. La burguesía ha puesto, por ejemplo, cuantiosos medios a disposición de los "antropólogos" burgueses, mientras que los científicos con posición marxista nunca han contado con medios materiales.
  • En el dominio filosófico, el hecho de que el marxismo no haya surgido como "cuerpo filosófico", sino como ciencia social, ciencia de la historia, donde se encontraba implícita --en estado práctico-- la filosofía. Tradicionalmente los marxistas, por las razones antes dichas, se han preocupado más por la producción teórica en el campo de lo social que no por lo filosófico, dejando este campo prácticamente abandonado. Tras los clásicos, y hasta nuestros días, si exceptuamos a Lukács y a Gramsci, y a pequeñas aportaciones de algunos otros, poco nos queda de desarrollo de la filosofía fuera de los países socialistas.

Son razones, sin duda, aunque haya otras muchas. Y esto nos plantea la tarea urgente de, ahora que el marxismo está avanzando en los distintos dominios, avanzar también en lo filosófico: no se puede dejar a la ideología burguesa ningún flanco desguarnecido, ningún terreno reservado. Pues, como señaló Lenin en Sobre el significado del materialismo militante, "debemos comprender que sin una sólida fundamentación filosófica, ninguna ciencia natural, ningún materialismo, podrían soportar la lucha contra el empuje de las ideas burguesas y la restauración de las ideas burguesas del mundo".

III. Stalin, siempre Stalin

Que todo el pensamiento burgués, en cualquiera de sus regiones, tenga que hacer referencia a Marx, aunque sea para combatirlo, es un buen indicio del significado de la teoría marxista como salto cualitativo en el desarrollo teórico y como alternativa de clase a nivel teórico-ideológico. A su vez, dentro del dominio teórico-ideológico que en sentido amplio llamamos marxismo, la constante necesidad de pasar por Stalin, aunque casi siempre sea para negarlo, nos hace al menos sospechar que entre Stalin y sus críticos hay una ruptura. Y esto aparece con mayor insistencia cuando se trata de reflexionar sobre el materialismo dialéctico. Parece que en el desarrollo de esta teoría hay tres grandes etapas: antes, con y después de Stalin.

Antes de Stalin: es la etapa sagrada, de los grandes clásicos, casi siempre respetados y casi siempre simultáneamente traicionados. Sus limitaciones, y aún sus errores, son disfrazados, ocultados, y aún revalidados gracias a nuevas lecturas. Y esta tarea está objetivamente justificada: hay momentos que, en la lucha ideológica, es más progresivo legitimar una teoría o alternativa que desarrollarla o perfeccionarla.

Con Stalin: es la etapa negra del marxismo. Stalin es el ''gran traidor'' que dogmatiza la dialéctica, anquilosa la teoría, etc., etc. Es la etapa del "culto a la personalidad", que para casi todos supuso el encarcelamiento de la imaginación y de la creatividad del individuo...

Después de Stalin: es la etapa del resurgimiento y de la liberación. Por fin los marxistas se liberan de las cadenas teóricas del ''materialismo dialéctico y materialismo histórico" staliniano y comienzan una nueva época de fecunda creación ...

Un día tendremos que hacer lo que aquí no corresponde: una historia del marxismo en marxista. Y no ya simplemente por liberar las espaldas de Stalin, sobre las cuales se han depositado todos los errores y frustraciones teóricos y políticos de numerosos intelectuales, sino para cumplir con un presupuesto marxista resaltado insistentemente por Mao: aprender de la historia, aprender de los errores y aprender de los maestros por ejemplo negativo.

El folleto de Stalin, "Materialismo dialéctico y Materialismo histórico" marcó sin duda una época. Basta tener en cuenta que se tiraron, en sucesivas ediciones, más de 200 millones de ejemplares hasta 1953, antes de pasar al ''nuevo índice de libros prohibidos''. Y veamos importantes que se le han hecho:

  1. ª El folleto empieza por la exposición de la dialéctica, y no por el materialismo, lo cual es una innovación de Stalin que traiciona a Marx­-Engels-Lenin.
  2. ª De las tres leyes de la dialéctica formuladas por Engels (paso de la cantidad a la cualidad, unidad y lucha de los contrarios y negación de la negación), Stalin no recoge la tercera.
  3. ª Stalin introduce dos leyes nuevas:
    1. Ligazón orgánica de los fenómenos, con condicionamiento recíproco.
    2. Ley del movimiento y desarrollo de estos mismos fenómenos.

Esto a nivel teórico. A nivel ideológico las críticas suenan mejor orquestadas: "espíritu sectario", "graves insuficiencias", contribuye a que "se olviden las obras de los clásicos", a que se deje "de trabajar a Marx, Engels, Lenin"; "pensamiento esclerotizado que raciocina", "verdadero escolasticismo", "la investigación abierta es sustituida por una actitud dogmática"... Y no falta quien pone en boca de Stalin frases en contra de la ciencia, a favor de sustituir ésta por el MD y otras cosas más peregrinas que nos hace difícil creer que un Stalin tan ''ingenuo y retrógrado'' como el que nos describen pudiera encadenar la imaginación y el pensamiento de tantos intelectuales y del proletariado de tantos países.

Pero vayamos a lo teórico, que es lo que aquí nos corresponde. Una de las graves herejías de Stalin es, según la extensa crítica, exponer antes la dialéctica que el materialismo. Como vamos a ver, aquí hay un problema "gravísimo", o mejor, dos problemas:

  • Separar dialéctica y materialismo.
  • Anteponer la dialéctica al materialismo.

Se recurre a Lenin, quien afirmaba la unidad entre la dialéctica y el materialismo. ¡Y Stalin los separa! Y después de separarlo, pone antes la dialéctica, lo cual es absurdo ya que hay que comenzar por saber lo que es el mundo material para después estudiar sus leyes, esclarecerlo.

El primer aspecto de esta crítica es ridículo ya que a la hora de exponer el MD es necesario (y así lo hicieron los clásicos) distinguir dos niveles o aspectos de esta filosofía cara a su análisis y exposición.[1] El segundo aspecto de la crítica podríamos considerarlo trivial e ingenuo, pensando que no hay razón para comenzar la exposición por uno u otro aspecto. Pero queremos ir más lejos en favor de Stalin: y es que nos parece que, si hay razones para comenzar por uno u otro, tales razones están a favor de empezar por la dialéctica.

Recojamos los tres principios claves del materialismo que señala Stalin, y que son los formulados por Lenin en ''Materialismo y Empiriocriticismo'':

  • Materialidad del mundo.
  • Primacía del ser sobre la conciencia.
  • Cognoscibilidad del mundo.

Pues bien, salvo el primero, que es un presupuesto indemostrable de forma lógica, y que poco o nada nos dice sobre cómo es el mundo, los otros dos exigen la dialéctica. En otras palabras: es la dialéctica la que nos dice cómo el mundo es. No es posible conocer primero lo que la realidad es para después conocer sus formas y movimientos: conocer lo que la realidad es es conocer sus formas y movimientos. Por eso nos parece que, si hay que plantearse la cuestión de por donde empezar, es más correcto empezar por las leyes de la dialéctica para después, desde ella, exponer los principios del materialismo.[2] En cualquier caso, lo que nos proponíamos demostrar era la debilidad de las críticas a Stalin, más que tomar una posición staliniana que no viene al caso.

Otra herejía staliniana ha sido la de olvidar la ley de la negación de la negación. Ha olvidado, nada menos, el "poder de lo negativo", convirtiendo la dialéctica en sinónimo de movimiento dinámico y progresivo... Para compensarlo, Stalin ha hecho una innovación: la ley del movimiento y desarrollo de los fenómenos. Pero ¿cuál es esta ley? Dejemos que hable Stalin:

"Contrariamente a la metafísica, la dialéctica mira la naturaleza no como un estado de reposo e inmovilidad, de equilibrio e inmutabilidad, sino como un estado de movimiento y de cambio perpetuo, de renovación y de desarrollo incesantes, donde siempre algo nace y se desarrolla, algo se destruye y desaparece.

Es por esto que el método dialéctico quiere que los fenómenos sean considerados no solamente desde el punto de vista de sus relaciones y de sus condicionamientos recíprocos, sino también desde el punto de vista de su movimiento, de su cambio, desde el punto de vista de su aparición y de su desaparición.

Para el método dialéctico, lo que importa ante todo no es aquello que en un momento dado parece estable, sino en cuanto comienza ya a desaparecer; lo que importa ante todo es aquello que nace y se desarrolla en sí mismo, en un momento determinado...

Esta cita, bien leída, que Stalin apoya en textos del "Anti-Dühring" y de ''Dialéctica de la Naturaleza'', no es otra que la famosa ley de la negación de la negación. Pues esta ley tiene por contenido esto: toda realidad está sometida a un cambio constante, a un proceso de aparición­ desaparición constante. Este es su verdadero contenido. Pero los críticos de Stalin deben rizar el rizo para cargar herejías sobre las espaldas de este marxista. Para ello dirán que la ley de la negación de la negación no enuncia simplemente el proceso general del cambio, sino la forma de éste. Aquí estaría el error de Stalin: él "afirmaría" la existencia de un proceso universal de cambio, pero al no afirmar que tal cambio es dialéctico estaría pensando que tal cambio era evolutivo-progresivo...

No solamente aparece así la parcialidad de estas críticas, que por una extraña inferencia logran demostrar lo que Stalin ''estaba pensando''. Aparece así sus limitaciones y su ingenuidad. Stalin ha sabido, con claridad, distinguir el contenido de las leyes dialécticas: mientras esa enuncia el cambio universal hay otras que enuncian la forma del cambio (cantidad­-cualidad) y otras su causalidad (unidad y lucha de contrarios). Es ingenuo decir que Stalin afirmaba un cambio evolutivo, cuando claramente afirmaba la ley del salto cualitativo. Por el contrario, con simpleza (que para muchos es esquematismo) y claridad (que para muchos es dogmatismo) ha sabido precisar las leyes de la dialéctica dando a cada una su contenido: cada una expresa un aspecto del movimiento de la realidad.

Por lo demás, no deja de ser curioso lo contradictorio de las críticas. En esta última parece que el error de Stalin es ser poco "dialéctico"; en la anterior se le acusaba de dar primacía a la "dialéctica''. O se pasa por la izquierda o por la derecha...

Estas críticas aparecen reiteradamente, hasta producir fatiga, en toda la producción filosófica soviética y en los intelectuales ligados a los P. C. occidentales. Y, según estos críticos, con la muerte de Stalin y la "destalinización" todo va a cambiar. Dicen que se "vuelve al proyecto de Lenin de organizar un estudio sistemático de la dialéctica de Hegel desde un punto de vista materialista" . En definitiva, la reacción anti-staliniana se concreta en un regreso a Hegel.

Guy Planty-Bonjour ("Les catégories du matérialisme dialectique". París. PUF. 1965) señala con mucho acierto que en 1961 aparece en Moscú un grueso volumen de trabajos de Deborin bajo el título ''Filosofía y Política", entre los cuales figuran toda una serie de artículos y conferencias que valieron la condena de Deborin. Ello expresa que "el periodo staliniano estaba definitivamente cerrado''.

Efectivamente, vuelta a Hegel, vuelta a Deborin, vuelta a los interminables cursos y estudios sobre las categorías. Esta ha sido la respuesta de la filosofía soviética al stalinismo en filosofía: una incansable especulación sobre las categorías. Y aunque un análisis de esta especulación filosófica está por hacer, y aquí no es ello posible, sí es necesario señalar que en esta especulación la filosofía soviética acaba perdiendo todo contacto con el MD. El desarrollo de éste, para bien o para mal, va a pasar a ser una tarea de intelectuales occidentales y de los países socialistas no alineados con Moscú.

IV. Introducción a los problemas de la dialéctica

No es necesario insistir en que la relación entre ciencias, incluido el materialismo histórico, y materialismo dialéctico no es una relación contingente, sino necesaria. Utilizando la terminología de Pierre Raymond ("Le passage au matérialisme". Maspero. Paris) podemos establecer que toda filosofía juega una función dual:

Función

  • A: asegurar una reacción teórica a las actividades científicas.
  • A1: predicando la ficción de las esencias (idealismo).
  • A2: abriéndose a las ciencias (materialismo).
  • B: explotar los modelos científicos con fines ideológicos.
  • B1: como se explota al oprimido (idealismo): teorías del conocimiento.
  • B2: como se explota una mina (materialismo): intervención epistemológica.

Esta perspectiva nos muestra a la filosofía no como una realidad ajena a la vida real, ajena a la práctica, que debe valorarse desde esquemas tales como verdadero-falso..., sino que pasan a situarla en la realidad, como una fuerza material que actúa, que penetra en las demás prácticas, y especialmente en la práctica científica. Pierre Raymond señala que ''es a la manera de una máquina de guerra como la filosofía entra en la historia''. Como un arma de intervención en la política y en la ciencia, y a través de ellas en las demás prácticas.

La historia de la filosofía nos muestra que, en cada momento histórico, se ha dado una relación entre ciencia y filosofía (relación necesaria); pero que en cada momento histórico dicha relación ha sido específica para cada concreción filosófica, sirviéndonos el esquema de Pierre Raymond como marco general de tal especificación.

En esta misma línea se pone Leo Apostel (''Materialismo dialéctico e método scientifico". Einaudi. 1972. Col. Nuovo Politecnico, 20), quien dice que el pensamiento socialista ha insistido poco sobre el materialismo dialéctico durante los últimos treinta años, mientras que el pensamiento comunista lo ha embellecido con fervor sin por ello desarrollarlo de modo original. Y añade que el pensamiento burgués ha tenido ante el materialismo dialéctico dos grandes actitudes: integrarlo subjetivizándolo, como en algunas formas de existencialismo, o rechazarlo metiéndolo en el saco de la vieja metafísica, como en las corrientes positivistas y la filosofía analítica.

(Transcripción pendiente)

  1. De momento, y mientras no se "supere" la linealidad de la escritura y del pensamiento, mientras sigamos sin "superar" la era de la imprenta, en cualquier análisis hay que establecer un orden de sucesión.
  2. Aparte de estas razones técnicas, teóricas, hay otras de índole ideológica que deben tenerse en cuenta. Como después mostraremos, dar primacía al aspecto dialéctico frente al aspecto materialista expresa una posición marxista frente a otras: expresa la posición marxista revolucionaria.