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Biblioteca:Historia de Cuba. Nivel Medio Superior/Capítulo 1: Antecedentes del proceso revolucionario cubano. El camino hacia la nacionalidad y nación cubanas

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La historia de Cuba no se inicia el 10 de octubre de 1868 con el alzamiento independentista de Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio Demajagua. Esa intransigente y valiente decisión del abogado bayamés tiene sus antecedentes en el devenir histórico del pueblo cubano desde siglos anteriores.

No se puede comprender en toda su magnitud el proceso revolucionario cubano sin tener en cuenta la formación del pueblo y su sentimiento nacional en los diferentes momentos de su evolución histórica. En la etapa colonial comenzó el proceso de integración de elementos culturales aborígenes, africanos y europeos que conformaron la sociedad criolla. En esa interrelación étnica y cultural se fueron forjando las características esenciales del criollo, primero, del cubano después y la identidad que tenemos hoy.

En la sociedad colonial criolla, en su desarrollo económico, político y social, están las raíces ideológicas y culturales de la lucha por la independencia que se inició en la segunda mitad del siglo XIX y mantienen los cubanos en la actualidad. Es una parte importante de nuestra memoria histórica e identidad como nación.

En este capítulo se estudiará, de forma panorámica, ese camino hacia la nacionalidad y nación cubanas desde el siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XIX. Se destacarán los aspectos más significativos, los acontecimientos y el pensamiento de las personalidades que marcaron pautas en el proceso de formación del pueblo cubano y su sentimiento nacional, que cristalizará en el movimiento emancipador de la segunda mitad del siglo XIX.

1.1 La sociedad colonial del siglo XVI hasta el siglo XVIII. La conformación de la sociedad criolla

La nueva sociedad que comenzó a conformarse en la Isla a partir del proceso de conquista y colonización hispana en el siglo XVI , la sociedad criolla, expresó la integración de elementos culturales aborígenes, africanos y europeos. Este proceso de interrelación étnica y cultural implicó la adaptación de diversos componentes humanos al medio natural existente en la Isla, a complejos procesos de asimilación, absorción y fusión étnica y cultural. Para explicar este proceso de integración etnocultural que conforma la sociedad criolla es necesario hacer referencia de forma general a los elementos que caracterizan los diferentes componentes sociales que intervienen en esta etapa formativa del pueblo cubano.

El componente aborigen

Antes de la conquista española Cuba estaba habitada por diversas comunidades aborígenes. Se asentaron en el territorio insular en sucesivas oleadas migratorias distanciadas en el tiempo (del 8000 a.n.e. hasta las primeras décadas del siglo XV d. n.e. aproximadamente). Procedían de diferentes regiones, de las tierras continentales del norte, de centro y suramérica (los territorios actuales de Nicaragua, Honduras y Venezuela).

Estas comunidades aborígenes de Cuba tenían niveles de desarrollo socioeconómicos diferentes ya que unas eran comunidades preagroalfareras que basaban su subsistencia en la caza menor, la recolección y en la pesca costera. Las otras eran comunidades agroalfareras, taínas, de la familia étnica aruaca de origen suramericano, cuya actividad productiva fundamental era la siembra y procesamiento de la yuca para confeccionar el casabe sin abandonar la caza menor, la pesca y la recolección. Eran capaces de elaborar objetos de cerámica, el tejido de fibras textiles y procesar alimentos para su subsistencia. Su organización social era propia de las comunidades gentilicias, con la división del trabajo por sexo y edades. No existían clases sociales sino el reparto de responsabilidades o funciones donde se destacaba el cacique como figura encargada de organizar la vida de la colectividad y el behíque dedicado a curar a los enfermos además de dirigir las actividades ceremoniales ya que poseían una amplia gama de creencias, mitos y prácticas mágico-religiosas (fig. 1.1).

El almirante Cristóbal Colón llegó a tierras cubanas en 1492 y no fue hasta 1510 que se inició el proceso de conquista y colonización española por Diego Velázquez (fig. 1.2). Se interrumpió violentamente la vida de estos grupos aborígenes. Ellos fueron sometidos a sangre y fuego, despojados de sus tierras de cultivo, desplazados de sus lugares tradicionales de residencia y así, desarraigados de sus comunidades y familias, fueron concentrados en los lavaderos de oro y en las villas que fueron los primeros asentamientos poblacionales. En ellas convivieron con los españoles, forzados a trabajar de una manera totalmente diferente a la habitual, sin descanso y estímulo alguno, tanto en las labores mineras como en las agrícolas.

En los lavaderos de oro pasaban unas doce horas diarias dentro de los ríos, además tenían que cargar el mineral recolectado y llevarlo hasta el lugar donde se realizaba la fundición, obligados a recorrer grandes distancias en marchas extenuantes. También servían de remeros a los colonizadores que preferían trasladarse por mar de un punto a otro, siempre que fuera posible, para evitarse las dificultades y fatigas de largas caminatas a través de bosques y ríos ya que no existían caminos que facilitaran la comunicación. A pesar del régimen de trabajo que se les impuso, la alimentación que recibían era casabe y agua, en raciones insuficientes, porque los cultivos aborígenes tenían que garantizar la subsistencia de los peninsulares. Estos no habían venido a la América a trabajar sino solamente a enriquecerse.

Esta impactante realidad motivó la rebeldía aborigen y conocemos por las fuentes documentales la figura del cacique Hatuey como símbolo de la primitiva resistencia ante el colonialismo europeo. También existieron otras sublevaciones, por ejemplo, la de los indios "cayos" en 1523, en la zona comprendida entre Bayamo y el río Zaza. Eran llamados así porque habitaban los cayos adyacentes a la actual provincia de Camagüey o porque procedían de lugares despoblados.[1] De todas las sublevaciones la más importante fue la del cacique Guamá por su organización, extensión y duración. Entre 1522 y 1533 este cacique hostilizó a los colonialistas españoles desde los lugares más inaccesibles de las sierras y montañas de Baracoa.

Los aborígenes utilizaron por lo general el método de rebeldía que afectaba más a los colonialistas españoles: abandonaban el trabajo y huían a los montes, a zonas marginales de difícil acceso para evadir la explotación que sufrían, pero hasta allí eran perseguidos con perros. Los perros amaestrados de los rancheadores inspiraban terror a los aborígenes:

Los indios no tenían defensa contra estos perros; no podían esconderse porque, por oculta que fuera su guarida el perro los encontraba olfateando el rastro; no podían huir, porque el perro es más resistente y veloz que el hombre en la carrera; no podían defenderse, porque la formidable dentadura de los robustos mastines era un arma más poderosa que sus piedras, sus palos y sus flechas de varillas de madera, y además eran más ágiles y diestros en la pelea, y porque también sabían que si los mataban o herían, caía sobre ellos la venganza de los conquistadores que querían mucho a sus perros y castigaban cualquier daño hecho a estos como si hubiera sido hecho a ellos mismos. El único recurso que le quedaba al indio contra el perro era trepar a un árbol, pero ni aun así escapaba, porque entonces el perro se instalaba al pie del árbol, ladrando continuamente y no se apartaba de él hasta que había atraído con sus ladridos a los rancheadores. Estos no necesitaban las más de las veces penetrar en la manigua; los perros estaban enseñados a conducir al indio sin hacerle daño, si este se dejaba llevar, y a destrozarlo si se resistía. Si hacía falta que el rancheador acudiera, los ladridos de los perros se lo indicaban [...][2]

Existen evidencias materiales de "palenques" donde se refugiaban los aborígenes que lograban escapar, para continuar su vida, coincidiendo con esclavos africanos que, a pesar de ser muy escasos en estos primeros años de colonización, también se "cimarroneaban" junto a los aborígenes para evadir la explotación.

Antes de la conquista, por su bajo nivel de desarrollo, no existía unión entre estas comunidades aborígenes y después, con la explotación colonialista, se acentuó todavía más la desunión entre ellas. No pudieron hacer causa común con los negros esclavos para enfrentar la explotación. Además de la superioridad militar española este fue un factor que facilitó el predominio absoluto de los conquistadores en breve tiempo, a pesar de la aplastante mayoría de la población aborigen en los inicios del proceso de conquista y colonización.

José Martí en un trabajo dedicado al padre Las Casas (fig. 1.3) el "Protector universal de los indios", expresó:

[...] En aquel país de pájaros y de frutas los hombres eran bellos y amables; pero no eran fuertes. Tenían el pensamiento azul como el cielo, y claro como el arroyo; pero no sabían matar, forrados de hierro, con el arcabuz cargado de pólvora. Con huesos de frutas y gajos de mamey no se puede atravesar una coraza. Caían, como las plumas y las hojas. Morían de pena, de furia, de fatiga, de hambre, de mordidas de perros [...][3]

La explotación despiadada establecida por las encomiendas, las matanzas injustificadas, las hambrunas, las enfermedades transmitidas por los europeos para las que no tenían inmunidad alguna, la destrucción de su mundo material y espiritual por una cultura totalmente diferente que los humillaba y maltrataba hasta la desesperación, que los empujaba al suicidio como forma de evadir esta nueva vida a la que no podían adaptarse por ser incomprensible para ellos, son algunos elementos que demuestran el terrible impacto del colonialismo español en la población aborigen.

El destacado demógrafo e historiador cubano Juan Pérez de la Riva estimó que en 1510 existían 112 000 indígenas en el archipiélago cubano y en 1555 quedaban solamente 3 900.[4] La disminución de la población indígena limitó la posibilidad de aportar elementos étnicos y culturales considerables a la conformación del pueblo cubano, a su nacionalidad. No obstante, los aborígenes que fueron concentrados en "pueblos de indios" como Guanabacoa y Jiguaní entre otros, los que huyeron a los montes, familias y comunidades enteras que lograron sobrevivir en las zonas rurales, conviviendo y mezclándose después con el resto de la población en la Isla, nos legaron elementos étnicos y culturales.

Existen huellas tangibles de la cultura espiritual indígena en costumbres y creencias actuales del pueblo cubano, principalmente en la zona oriental, como técnicas de curación (sobados, succiones y ritos de purificación), en la oralidad y la danza, en el uso del caracol como silbato y la preparación del casabe.[5] Sus conocimientos botánicos, palabras de su lengua aruaca para denominar accidentes geográficos y lugares como, por ejemplo, Cuba, Bayamo y Toa, entre otros. Las frutas como la guayaba, la piña y el mamey así como otras variedades vegetales como aguacate, boniato, yuca, tabaco y ají son algunos ejemplos de especies aborígenes que se mantienen en nuestros días. El uso de la hamaca, la navegación en canoas, técnicas de cultivo, diversos utensilios como el guayo, viviendas como el bohío y el caney no han desaparecido. Costumbres como el baño diario y el fumar tabaco son evidencias de la huella aborigen en nuestra cultura.

Se puede afirmar que los componentes básicos en la formación del pueblo cubano fueron los aportados por el europeo blanco y el africano negro. Ambos llegaron casi simultáneamente a la Isla con diversa condición: los primeros como grupo explotador y los segundos como pueblos oprimidos.

¿Qué elementos aportaron el componente europeo y el africano a la formación del pueblo cubano? Para responder esta interrogante se realizará una caracterización de estos componentes sociales tan diferentes.

El componente europeo

Gran parte de los españoles que participaron en el proceso de conquista y colonización eran originarios del sur de la Península Ibérica, de las regiones de Castilla y León, de las sierras de Extremadura y especialmente de Andalucía, regiones muy diversas por su economía, costumbres y tradiciones.

¿Quiénes integraron el grupo conquistador desde el punto de vista social? Los llamados hidalgos, una especie de nobleza pobre, sin bienes, segundones que no tenían derecho a heredar el patrimonio familiar que correspondía por tradición solo al primogénito. Ellos encontraron en las expediciones conquistadoras de América la posibilidad de hacerse de la riqueza que en España no tenían. También entre los inmigrantes estaban habitantes de las ciudades, de las capas medias, cuyos padres eran escribanos, mercaderes, campesinos y artesanos que se inclinaban por la riqueza fácil de las colonias. Estas gentes son las que predominaban en el poblamiento de la Isla en el siglo XVI . No se puede excluir la presencia de algunos nobles pero la alta nobleza, la que disfrutaba los beneficios del poder monárquico, no tenía necesidad ni motivaciones para iniciar una nueva vida en tierras extrañas y generalmente viajaban a las colonias por un tiempo limitado para cumplir responsabilidades administrativas.

Esta variedad de personas conformaron la hueste conquistadora que acompañó a Velázquez en la organización político-administrativa de la colonia que se inició con la fundación de las primeras villas entre 1511 y 1515: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, San Salvador de Bayamo, La Santísima Trinidad, San Cristóbal de La Habana, Sancti Spíritus, Santa María del Puerto del Príncipe y Santiago de Cuba (fig. 1.4). Por su condición de vecinos, al permanecer asentados en estas localidades, tuvieron derecho a los primeros "repartos de indios" y tierras, que les fueron entregadas como mercedes, para su uso y disfrute pero no en propiedad, y a ser elegidos para integrar los gobiernos municipales llamados cabildos. Estos elementos establecieron diferencias dentro de este grupo explotador porque la cantidad de indígenas encomendados significó riqueza, condición importante para ocupar cargos en el cabildo, máxima autoridad política en las villas al representar el poder del gobernador en cada una de ellas.

En aquellos tiempos no existían caminos que facilitaran las comunicaciones, las distancias de las poblaciones entre sí eran enormes, al igual que entre ellas y la villa en que residía el gobernador, funcionario que representaba a la Corona en la Isla con amplias facultades.

La lejanía propició una gran autonomía de las villas, de sus cabildos. Se presentaban problemas y no podía esperarse por la decisión del gobernador. El cabildo se convirtió en fuente de verdadero poder hasta el punto de tomarse atribuciones como la de repartir (mercedar) tierras. En los repartos de tierras realizados por los cabildos se beneficiaron los alcaldes y regidores, funcionarios que los integraban. Se repartieron las mejores tierras y las de mayor extensión, se convirtieron en la oligarquía terrateniente de las localidades.

Estas oligarquías se formaron con la riqueza americana, fueron resultado del apoderamiento de la tierra y de los recursos por parte de los conquistadores. Independientemente de su origen social se premió el aporte de cada cual al proceso de conquista y colonización. Sirvieron a los intereses del estado colonial en la medida en que garantizaron la dominación y explotación de los recursos naturales y humanos en la colonia.

La sociedad que se estaba formando tenía su núcleo central en las villas porque la vida económica, política y social transcurría en ellas, el mundo se reducía a la localidad. Se organizó, desde la primera mitad del siglo XVI , tomando como patrones algunas de las instituciones que existían en la península como las municipalidades y los cabildos. Se reproducían en tierras americanas los patrones culturales de la hispanidad, pero ajustados a la realidad que encontraron en estas tierras. Por ejemplo: la forma de tratarse entre ellos, el modo de vida familiar, las ceremonias oficiales y religiosas que realizaban, los objetos simbólicos que utilizaban como la vara del alcalde, la espada de los caballeros y el vestuario, son algunos aspectos de su cultura que se mantuvieron. Los peninsulares se constituyeron como clase explotadora en un grupo cerrado con todos los privilegios.

Hacia 1518 el total de personas blancas ascendía a unas 3 000 y de ellas se formaron las fuerzas militares que partieron desde la Isla a la conquista de otras tierras americanas como México y la Florida. Los colonos más ricos eran menos sensibles a estas aventuras que los inmigrantes excluidos de los repartos de indios y tierras, ellos aspiraban a la riqueza que no habían encontrado en la Isla. Estas expediciones de conquista provocaron la disminución de la población, española e indígena, ya que los últimos eran utilizados como fuerza de trabajo en estas empresas conquistadoras que se desarrollaron entre 1517 y 1539.

Se afirma que hacia 1544 la población blanca se había reducido a unas 150 familias, la cuarta parte de la existente en 1518. El aumento demográfico se produjo lentamente a pesar de mantenerse la inmigración de origen hispano y de otras nacionalidades. La Isla no contaba con atractivos suficientes, lejos de atraer nuevos inmigrantes, algunos de los fundadores y sus hijos se marchaban por la situación decadente que se manifestó entre 1530-1550. No será hasta 1730 que la población insular alcanzó las 100 000 personas. Se necesitaron dos siglos para que la población comenzara a aproximarse al monto demográfico inicial.

El despoblamiento de la Isla influyó en el empobrecimiento de las villas, muchas de ellas se trasladaron a nuevos emplazamientos mejor situados pero se afectaron los cultivos por la falta de brazos. La disminución demográfica coincidió con el agotamiento minero y las sublevaciones indígenas.

Las condiciones existentes propiciaron que la ganadería se desarrollara como la actividad económica fundamental a partir de la segunda mitad del siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XVIII y después se mantuvo como una de las principales ramas productivas en la Isla. La amplia demanda de cueros y carne salada para la exportación además de carne fresca para el consumo interno estimuló el desarrollo ganadero. No requería fuerza de trabajo numerosa y existía una gran masa ganadera que se había desarrollado libremente en los bosques por las excelentes condiciones climáticas de la Isla. Los factores mencionados propiciaron la orientación ganadera de la economía insular, era la alternativa más productiva ante las condiciones imperantes. La tierra aumentó su valor y los pocos colonos que permanecieron en la Isla lograron nuevos repartos que ampliaron sus mercedes. Hacia 1580 los cabildos habían concedido todo el territorio disponible incluyendo bosques y sabanas. Hatos y corrales dominaron el paisaje colonial y los hacendados ganaderos fueron el nuevo grupo social que excluyó a los que no habían recibido tierras, a los inmigrantes recién llegados: todos fueron obligados a trabajar para los beneficiados con las mercedes.

Otros sectores dominantes que compartieron la relevancia social de los hacendados ganaderos fueron los comerciantes y los funcionarios coloniales. Comerciantes sevillanos se establecieron en la Isla por las ventajas que ofrecía La Habana como centro del comercio colonial, formaron parte de los cabildos por el capital que atesoraban, sus relaciones en la Corte española y con los comerciantes peninsulares. Ellos invirtieron parte de su riqueza en tierras destinadas a la ganadería, estancias o trapiches azucareros. También, desde los primeros viajes a la América, la Corona nombró un grupo de administradores y legisladores reales (letrados, escribanos, contadores, veedores, tesoreros) que utilizaron su poder como funcionarios para convertirse en poseedores de tierras.

Dentro de las haciendas ganaderas de la región occidental comenzaron a desarrollarse lentamente cultivos como el tabaco y la caña de azúcar. Estos productos de la agricultura comercial ocuparían un lugar importante en la economía insular a partir de su demanda para la exportación.

También en el siglo XVI llegaron a la Isla personas nacidas o asentadas en Islas Canarias. Esta inmigración hispana se distinguió de la peninsular porque eran grupos familiares y no hombres solos como los conquistadores. La Corona estimuló la inmigración española desde los primeros tiempos con el interés de fomentar la población blanca y asegurar su dominio en esta tierra. Por ejemplo, favoreció el traslado de las esposas de los conquistadores que habían quedado en La Española, eliminó las encomiendas de indígenas a quienes dejaran sus esposas en la Península y además ofreció facilidades a los labradores españoles para que se asentaran en "el nuevo mundo": pasaje gratis, donaciones de tierras y trabajo aborigen.

La inmigración canaria contribuyó en buena medida al crecimiento demográfico de la Isla por la cantidad de personas que venían atraídas por las facilidades que ofrecía el estado español, por su carácter familiar y su tradición cultural de casarse muy jóvenes y concebir numerosos hijos.

Una parte importante de los inmigrantes canarios se dedicaron al cultivo del tabaco, el primer producto comercial de la Isla. Aprendieron la técnica aborigen y desarrollaron las vegas tabacaleras desde el siglo XVI . Como campesinos trabajaban directamente la tierra con la ayuda de su familia y algún que otro esclavo africano. Se aferraron al pedazo de suelo que encontraron, cerca de las ciudades o lejos, dentro de las haciendas ganaderas o en tierras realengas. Las mejores para este cultivo eran las arenosas a orillas de los ríos (fig. 1.5).

El veguero que permanecía en las haciendas ganaderas era arrendatario (pagaba una renta al hacendado) o aparcero (le entregaba parte de la producción). Este campesinado naciente estaba desposeído y discriminado, en condición dependiente de los latifundistas ganaderos.

La presencia de una población blanca, de origen europeo, sin propiedades, dependiente de la oligarquía, aun cuando frente a indígenas, negros y sus descendientes mestizos fuera un grupo de privilegio étnico y social, demuestra que una masa importante de los inmigrantes constituía un sector explotado de la sociedad. Parte de los labradores y artesanos que llegaban con el sueño de alcanzar condiciones "señoriales" tenían que conformarse con vivir de un salario en pueblos y ciudades o marchar a las zonas rurales para realizar trabajos agrícolas. Ellos conformarán junto a otros sectores sociales la base del pueblo cubano.

El componente africano

Existe constancia de que hacia 1515 comenzaron a introducirse en la Isla los primeros esclavos africanos como fuerza de trabajo que complementaba a la aborigen. Fue el grupo social más marginado y en la primera mitad del siglo XVI era absoluta minoría, pero con tendencia a crecer a medida que disminuía la población indígena. Sus propietarios los "cuidaban" porque para ellos tenían valor, su compra les había costado dinero (fig. 1.6, tomado de José Cantón Navarro: Historia de Cuba. El desafío del yugo y la estrella, p. 27).

¿Cuáles son los rasgos distintivos de los esclavos africanos? En primer lugar era una inmigración que se traía a la Isla por la fuerza, arrancada de sus tierras, encadenada y sometida a la esclavitud individual y directa. Procedían del África Occidental Subsahariana y no constituían una unidad sino un conjunto de etnias que tenían economías, lenguas, religiones, costumbres y tradiciones diferentes, por eso entre algunas de ellas existía gran hostilidad.

Este conglomerado multicultural había alcanzado un desarrollo económico y social superior al de los aborígenes antillanos, lo que les permitió enfrentar con mayores posibilidades de sobrevivencia las condiciones de explotación a las que fueron sometidos.

En estos primeros tiempos la esclavitud no tenía el carácter intensivo que tomó a finales del siglo XVIII . Los esclavos africanos se emplearon como fuerza de trabajo en las labores mineras, en la agricultura y en las construcciones. Existía la costumbre en algunos dueños de alquilarlos a otras personas para que trabajaran como jornaleros. También los amos autorizaban a sus esclavos a trabajar los domingos y días festivos en pequeñas parcelas, podían vender lo que cultivaban y esto les permitía ahorrar cierta cantidad de dinero para comprar su libertad, se les llamaba "negros horros" o libres.

Sobre los negros horros se ejercían restricciones que limitaban su libertad. Ganaron la condición de vecinos y se les concedieron tierras pero cuando el cabildo tenía que otorgar terrenos a los blancos reducía las posesiones que les había entregado a los negros. Era una población marginada que se concentraba fundamentalmente en las ciudades. Desempeñaban labores urbanas en diferentes oficios, el artesanado y actividades comerciales menores.

Estos negros libres encontraron en las cofradías un mecanismo de agrupación y protección dentro de esta sociedad que los discriminaba y se incorporaron a las milicias de pardos y morenos, fuerza dedicada a la protección de la ciudad.

Esta masa de habitantes desposeída y segregada, unida a los blancos sin fortuna, será base del pueblo cubano, más visible en las ciudades pero presente también en los campos.

El criollo: personaje central de la nueva sociedad en formación

La presencia aborigen, africana y española en tierra cubana condicionó un proceso de integración sociocultural, la transculturación, que comenzó desde los inicios de la conquista y colonización de la Isla. El personaje central de la nueva sociedad colonial que se estaba conformando fue el criollo, concepto que identificaba a todos los nacidos en tierras americanas, independientemente de su posición social, el color de su piel y el origen de sus padres. El criollo fue "el resultado de la mezcla, selección y creación de los elementos humanos y culturales que convergen en la Isla".[6]

Es necesario destacar que la integración sociocultural que está presente en la formación del criollo tiene su base en un proceso de integración étnica y multiétnica, con fuerte tendencia al mestizaje. Se trata de diferentes procesos étnicos a partir de las interrelaciones entre los diversos componentes sociales que coinciden en la Isla: aborígenes, hispanos y africanos.

¿Cuáles son algunos de los procesos étnicos que se desarrollaron?[7]

  • La asimilación étnica entre el componente hispano y el aborigen. Ya conocemos el genocidio de la población aborigen durante la conquista y colonización. El componente hispano asimila la cultura aruaca e impone a los remanentes de indígenas y sus descendientes mestizos de aborígenes y españoles su cultura, antecedente de la cultura criolla.
  • La integración étnica dentro del componente hispano. Se aglutinan de manera nueva los diversos inmigrantes procedentes del área peninsular e insular de España que eran portadores de diferentes modalidades culturales, lingüísticas y costumbres en correspondencia con su región: las interrelaciones entre andaluces, canarios, extremeños, leoneses y vascos durante la colonización y asentamiento en las villas y más tarde en la fundación de pueblos y ciudades; la explotación ganadera, agrícola, el comercio y la industria azucarera principalmente. La integración interétnica hispana es determinante en la formación de la cultura criolla, es la cultura dominante.
  • La integración étnica natural entre el componente africano y el componente aborigen. La coincidencia en los lavaderos de oro, la agricultura, las construcciones; la convivencia en los primeros palenques de cimarrones indígenas, africanos y sus descendientes aporta un legado cultural significativo a los primeros esclavos africanos para su adaptación a un nuevo medio natural y cultural.
  • La integración étnica dentro del componente africano. De complejo contenido multiétnico, se logra en el trabajo, en la agricultura, ingenios y cafetales, construcciones, en palenques, los matrimonios entre diversas etnias africanas, convivencia en barracones, en la práctica de los cultos sincréticos donde se estrechan las relaciones entre los africanos y sus descendientes.
  • La fusión étnica entre el componente hispano y el componente africano. Se trata de la fusión de unidades étnicas que no tienen ningún vínculo de parentesco, ni lingüístico, ni cultural, resultado del intenso y creciente mestizaje biológico entre ellas. Condicionada por las relaciones establecidas en la actividad productiva, en pueblos y ciudades, bateyes de ingenios y cafetales, el desarrollo de los oficios y las artes, la esclavitud doméstica, la formación y desarrollo de los cabildos africanos, los batallones de pardos y morenos integrados por hombres libres. Este es un proceso étnico fundamental para el origen de lo cubano, que resume y sintetiza cualitativamente todos los procesos étnicos de la etapa.
  • La asimilación étnica entre el componente hispano (canario) y el componente aborigen. Se desarrolla durante el proceso de asentamiento inicial y colonización rural en antiguas vegas indígenas para aprender a cultivar el tabaco y la preservación de sus elementos culturales, que asimilan los canarios y sus descendientes para adaptarse y transformar el medio.
  • La fusión étnica entre el componente aborigen, el componente hispano (canario y peninsular) y el componente africano. A través del cultivo tabacalero y en las relaciones socioculturales que este supone. Esta fusión conduce a la formación de un campesinado integrado también por negros y mulatos libres, en la actividad industrial azucarera, en el comercio y en los oficios propios de las zonas rurales. Los componentes hispánicos desempeñan un papel decisivo porque los canarios asimilan por convivencia modos y costumbres aborígenes, tanto los canarios como los peninsulares pobres, junto con los africanos y los descendientes de todos ellos participan en el poblamiento y la cultura popular del campo cubano.

Los complejos procesos étnicos y multiétnicos, que se mencionaron de forma resumida, son la base de la integración sociocultural que está presente en la formación del criollo y se desencadenaron desde la propia conquista y colonización española. No se trata de la simple combinación de elementos étnicos y culturales diferentes sino de procesos graduales de asimilación, absorción y fusión entre varias unidades étnicas que pueden estar emparentadas lingüística y culturalmente pero también sin ninguna afinidad por sus orígenes totalmente diferentes. Su interrelación, fusión o mezcla en el nuevo medio natural provocó su modificación constante, su transformación cuantitativa con el paso de generaciones hasta alcanzar una nueva cualidad: lo criollo.

El elemento predominante en la formación del criollo lo aporta la cultura hispana como base integradora de las diferentes culturas que coexisten en la Isla, por su posición dominante y fuerte presencia en las generaciones de descendientes nacidos en Cuba.

Los aportes culturales hispanos a la cultura criolla se manifestaron de forma evidente. En los elementos de la cultura material (las instituciones de dominación colonial, la estructura socioeconómica, los instrumentos de trabajo y la tecnología, las viviendas en las ciudades y en el campo, el transporte, el vestuario y la alimentación) está presente la cultura hispana. Es la base, el modelo, el referente para crear la nueva sociedad que se transmite a través de la lengua castellana y sus formas de comunicación gestual. De forma similar ocurrió con los elementos de la cultura espiritual donde las creencias religiosas, la organización familiar, las costumbres y el modo de vida fueron, en sus rasgos esenciales, herencia del componente hispano.

También los aportes culturales hispanos recibieron la influencia de los restantes componentes sociales y del medio insular. La sociedad criolla es una sociedad nueva, no es aborigen, africana ni española. Es el resultado de una mezcla de etnias y culturas en constante proceso de transformación.

Este proceso de integración sociocultural se puede ejemplificar con la estancia, la forma de explotación de la tierra, característica de la primera mitad del siglo XVI . En la estancia se desarrollaron cultivos aborígenes como la yuca y el tabaco, además de cultivos europeos, como hortalizas y granos, se emplearon técnicas agrícolas aborígenes y españolas. También se criaba ganado porcino y vacuno que fue introducido en la Isla por los españoles. En la estancia convivían aborígenes, africanos y españoles, los dos primeros como fuerza de trabajo y el último como usufructuario de la tierra y dueño de todo lo que se producía. Existía una mezcla de cultivos, de técnicas agrícolas y la convivencia de personas con distinto origen étnico y cultural, elementos que demuestran un activo intercambio sociocultural. El destacado historiador cubano, el Dr. Julio Le Riverend,[8] señalaba que la estancia era la primera evidencia de transculturación en la Isla.

Las familias establecidas en las primeras villas se multiplicaron progresivamente y, al tiempo, comenzó a existir una población criolla que superó a los pobladores españoles. Las diversas actividades económicas y el nuevo modo de vida fueron creando costumbres nuevas. Por ejemplo: se impuso como alimento el ajiaco, nueva versión de la olla española, que surgió seguramente por la falta de ingredientes europeos y la necesidad de utilizar los productos disponibles en la Isla. Predominaba el casabe, "pan de la tierra", en lugar del pan de trigo, se comía mucho maíz en distintas formas.

Con el paso de las generaciones se hizo cada vez más fuerte la identificación con el territorio donde habían nacido, apegadas a esa tierra donde vivían, a lo más cercano, no conocían más allá de los contornos de su localidad o región por las condiciones de aislamiento existentes y el recuerdo de la tierra natal de sus antecesores era cada vez más lejano.

El vínculo con el territorio donde se nace, el sentimiento de identificación con el lugar estable donde se crea la familia, es el punto de partida para la noción de patria y la diferenciación con los intereses y sentimientos de la hispanidad. Con los hechos que se relacionan se ilustran los elementos apuntados.

La rebeldía de los bayameses en 1603

Desde los tiempos de la conquista americana, la Corona intentó mantener una política centralizadora, en ella se basó la concepción del imperio español tanto en lo económico como en lo político. Esa fue su intención cuando estableció una compleja estructura político-administrativa en sus colonias (gobernadores, cabildos, procuradores) y un rígido monopolio comercial para impedir que otras potencias europeas se beneficiaran con la riqueza americana. Cuba no tenía oro ni plata como otras colonias del imperio, su importancia para la metrópoli radicaba en las contribuciones a la hacienda real con el pago de impuestos y su privilegiada posición dentro del comercio colonial. La Habana era el punto de llegada y salida de la flota, una función muy importante dentro del monopolio comercial, que benefició a la ciudad. El sistema de flotas, establecido por la Corona desde 1561, nació de la necesidad de controlar los valiosos envíos de mercancías coloniales a la metrópoli y su protección del ataque de corsarios y piratas. Las embarcaciones debían navegar en grupos custodiadas por barcos de guerra. Como en el puerto habanero se reunía toda la flota cargada de oro y plata para el regreso a España se construyeron fortificaciones para su seguridad (fig. 1.7).

La estancia de la flota en La Habana constituyó una fuente de riqueza para la ciudad. Se desarrolló la producción para sostener la alimentación de los viajeros y todos los servicios que demandaba esta población (hospedajes, tabernas, juegos, prostitución, entre otros). Aumentó la circulación monetaria además de la posibilidad de acceso a las mercancías que llegaban a la colonia y la exportación de productos. El resto de las poblaciones del interior de la Isla no tenían estas posibilidades, tuvieron que acudir al contrabando.

Cuba fue uno de los centros del contrabando más prósperos del área del Caribe. Las villas de "tierra adentro" estaban obligadas al tráfico clandestino porque el monopolio comercial español, su sistema de flotas y otros mecanismos, no permitían prácticamente las relaciones comerciales entre La Habana y el resto de las villas. Las mercancías tardaban en llegar, en cantidad insuficiente a las necesidades de la población y tenían altos precios. Por otra parte los cueros de ganado vacuno eran muy bien pagados en el mercado ilegal. Estas razones explican el auge del comercio de contrabando desde la segunda mitad del siglo XVI y en particular a lo largo del XVII .

En 1603, en Bayamo, los vecinos de esta localidad crearon un estado de sublevación contra las autoridades coloniales que se habían propuesto, mediante el envío desde La Habana del juez Melchor Suárez de Poago y un grupo de soldados, acabar con el contrabando que se realizaba con filibusteros a través del río Cauto.

El gobernador Pedro Valdés, comentando este suceso en una carta dirigida al Rey Felipe III, emplea el término "gente de la tierra". Fue la primera referencia, confirmada documentalmente, a una comunidad de personas que comenzaba a diferenciarse del peninsular, una marcada distinción entre el hombre de padre español (canario, andaluz, catalán, vasco o gallego) nacido en Cuba, que se reconoce como "natural" y el inmigrante español. La gente de la tierra defiende sus intereses e impide que las autoridades coloniales puedan evitar el contrabando que se desarrollaba por todos los vecinos.

Las sublevaciones de los vegueros (1717, 1720 y 1723)

El tabaco, producto autóctono de la Isla y uno de sus emblemas distintivos, se fue imponiendo en el gusto de los consumidores y aumentó su demanda en el mercado internacional. La Corona estableció su control para obtener mayores ganancias en su comercialización. En abril de 1717 se estableció el monopolio o estanco del tabaco a través de una Factoría que radicaba en La Habana y tenía dependencias en Trinidad, Sancti Spíritus, Bayamo y Santiago de Cuba. La Factoría realizaba las compras, ponía los precios, comercializaba el producto y estimulaba el cultivo de variedades determinadas de acuerdo con la demanda europea. Se excluía a cualquier comprador libre y se prohibía vender el tabaco que no había sido comprado, tenía que ser quemado.

El descontento fue aumentando, sobre todo en el occidente de la Isla, donde los vegueros fueron los más afectados, además de comerciantes, molineros[9] y sacerdotes. Estallaron tres sublevaciones (1717, 1720 y 1723) en contra del estanco del tabaco que expresaron la contradicción de intereses entre los vegueros y la metrópoli. Este campesinado ya se distinguía de otros sectores sociales cuando se reconocían a sí mismos como guajiros, por las características de su modo de vida y costumbres, cuando eran capaces de enfrentar las disposiciones de la metrópoli para defender sus intereses.

Las milicias criollas ante la invasión inglesa de 1762

La toma de La Habana por los ingleses fue un acontecimiento importante dentro de las contradicciones entre las potencias europeas que rivalizaban por ampliar sus dominios coloniales y el comercio de esclavos. La corona británica ambicionaba a Cuba por su estratégica posición geográfica, era la avanzada defensiva del imperio español en América, y la prosperidad económica que lentamente había alcanzado. Se dice que La Habana que tomaron los ingleses en 1762 ya era una rica y populosa ciudad de aproximadamente 50 000 habitantes, la tercera del continente americano después de México y Lima, y el más importante de todos los puertos americanos.

Cuando las milicias criollas, integradas por blancos, negros y mulatos libres, se enfrentaron al invasor inglés, defendían todo lo suyo. La tierra donde habían nacido, sus familias y propiedades, su "patria chica" representada en su localidad o región, su religión, lengua, costumbres y tradiciones. Este sentido de pertenencia se manifestó en la valentía demostrada por José Antonio Gómez de Bullones (Pepe Antonio), regidor del cabildo de Guanabacoa, que al frente de una partida de milicianos hostilizó con sorpresivos y rápidos ataques a las tropas inglesas. Otros jefes como Luis de Aguiar, Agustín de Cárdenas y Laureano Chacón, acompañados por negros criollos, mantuvieron una conducta similar. Una actitud diferente asumieron las tropas españolas ante la superioridad británica. Además de la incompetencia que demostró la oficialidad para organizar la defensa, se manifestó su cobardía. La excepción fue Luis de Velazco, oficial que se mantuvo al mando de las fuerzas españolas hasta morir durante el asedio inglés a la fortaleza del Morro.

Además de estos ejemplos, que demostraron la diferenciación de intereses entre criollos y peninsulares, se pueden mencionar otros que evidenciaron el avance y la consolidación de la sociedad criolla en el siglo XVIII.

En la fundación de la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana (1728) establecida por los sacerdotes dominicos, representantes del clero criollo, se aprecia el interés de los sectores dominantes criollos de invertir capital en un centro de estudios dedicado a formar los profesionales que responderían a los intereses de la sociedad criolla.

La fundación de la Real Compañía de Comercio de La Habana (1740) es otro ejemplo evidente porque esta compañía comercial tendría el privilegio de controlar todo el comercio de importación y exportación de la Isla. Fue la única que se estableció directamente en una colonia y para el beneficio de una ciudad americana (La Habana). Los comerciantes y productores de la Isla aportaron más del 50 % del capital inicial para su fundación. Este aspecto demuestra que los criollos tenían el capital suficiente para dominar, vinculados a los comerciantes metropolitanos, la actividad comercial.

La sociedad criolla, que surgió desde el siglo XVI , se organizó durante el siglo XVII y se consolidó en el siglo XVIII . Nacieron y se desarrollaron gradualmente las que serían las grandes industrias de la Isla (tabaco y azúcar), se acumularon riquezas, tomaron características más firmes las clases y sectores sociales que representaban el mundo del criollo que se estaba configurando, recreado artísticamente en Espejo de Paciencia.[10] El proceso de interrelación étnica y cultural de los componentes sociales avanzaba para dar paso a una colectividad con intereses y sentimientos propios, que se diferenciaba por "ser de la tierra". La sublevación de los bayameses, de los vegueros, la actitud de las milicias criollas ante la invasión inglesa, la fundación de un centro de estudios y una compañía comercial fueron hechos que expresaron los intereses de esa colectividad en formación que respondía a sus elementos autóctonos, eran los gérmenes de la nacionalidad cubana.

Actividades para el estudio independiente

1. Interpreta lo expresado por José Martí en el fragmento de "El Padre las Casas" y valora lo que representó la conquista y colonización española para las comunidades aborígenes.

2. Resume del libro de texto las características esenciales de los diferentes componentes sociales que intervienen en el proceso de formación del pueblo cubano: aborígenes, europeos y africanos.

3. Argumenta con tres elementos la siguiente afirmación: "El concepto de criollo une, en una misma definición, al descendiente de africano, de aborigen o de europeo."

4. ¿En la historia de tu localidad están presentes acontecimientos, personalidades o procesos que se mencionan en el texto? Investiga y establece la relación entre la historia de la localidad donde vives y los contenidos que se abordan en este epígrafe del texto.

1.2 La sociedad esclavista en la primera mitad del siglo XIX. Las ideas y su influencia en el proceso de formación de la nacionalidad y nación cubanas

En la primera mitad del siglo XIX la sociedad colonial criolla, que se ha conformado lentamente a partir del siglo XVI hasta consolidarse en el siglo XVIII, comienza a tomar una nueva imagen. En la sociedad esclavista los procesos económicos, las ideas políticas, el modo de vida y la creación artística que la caracterizan tienen mayor dinamismo y complejidad. En ella se reafirma la presencia de elementos propios, autóctonos, resultado de la fusión criollo-hispano-africana, del proceso de integración sociocultural que sigue desarrollándose y hace más evidentes las diferencias con los intereses de la metrópoli. Las ideas inician el camino hacia la formación e integración nacional.

1.2.1 Transformaciones económicas y sociales en la Isla durante la primera mitad del siglo XIX. El auge y la crisis de la plantación. Su repercusión en la sociedad

La sociedad esclavista cubana fue el resultado de importantes transformaciones en la economía y la sociedad criolla que se desarrollaron desde mediados del siglo XVIII y alcanzaron su punto culminante a finales de este siglo. Estaban vinculadas a un conjunto de acontecimientos internacionales que provocaron un aumento de la demanda de productos tropicales en los principales mercados del mundo. Productos como el azúcar, el café y el tabaco se convirtieron en los más cotizados.

Para la producción azucarera cubana tuvo importancia significativa uno de esos acontecimientos: la Revolución de Haití que se inició en 1791. El estallido de la revolución en esta colonia francesa provocó la ruina de sus plantaciones de azúcar y café. Perdió su condición de primer exportador mundial de azúcar y uno de los más importantes de café y cacao.

Cuba tenía la oportunidad de aprovechar esta situación internacional favorable para su producción azucarera si era capaz de producir lo suficiente para satisfacer la demanda de los mercados, incluso de forma permanente. ¿Qué condiciones eran necesarias para este salto productivo? Estas condiciones existían en el occidente cubano, con buenos suelos para el cultivo, excelentes puertos para la exportación y la capacidad económica (capital) que tenía la oligarquía criolla para invertir en el negocio azucarero: ingenios, tecnología y esclavos.

Las favorables condiciones fueron la base imprescindible para el rápido desarrollo de la plantación. ¿Qué era la plantación? Una empresa económica agrícola-industrial, basada en el trabajo esclavo que producía azúcar para la exportación al mercado capitalista. Formada por dos partes, la agrícola y la industrial. La parte agrícola la integraban las plantaciones de caña de azúcar, montes con reserva de leña, potreros para el mantenimiento de bueyes y caballos, el batey y otras construcciones. En esta parte la fuerza de trabajo esclava tenía una importancia especial porque se ocupaba fundamentalmente de la actividad agrícola (siembra, corte y alza de la caña). La parte industrial era el ingenio, donde se fabricaba el azúcar. Integrada por las diversas secciones del proceso productivo: el trapiche, la casa de calderas, la casa de purga y el secado. En el ingenio también estaba presente el trabajo esclavo junto al trabajo libre o asalariado, de personas especializadas en la elaboración del azúcar como maestros de azúcar, puntistas, etcétera (fig. 1.8).

También el café se desarrolló en plantaciones, con las características propias de este cultivo. A finales del siglo XVIII aumentó su producción por las condiciones favorables que provocó la Revolución de Haití. Mientras la industria azucarera se extendía por las zonas llanas de occidente el cultivo del café avanzó por la zona central y oriental; de la región de Habana-Matanzas se desplazó hacia las zonas altas centro-orientales donde recibió el impulso de emigrados franceses que aplicaban nuevas técnicas de cultivo. Las principales zonas cafetaleras se localizaban en Trinidad, en la zona montañosa del norte y noroeste de Santiago de Cuba y algunas en la región occidental. En la primera mitad del siglo XIX el café ocupó el segundo renglón de exportación en la Isla hasta que comenzó a declinar por un conjunto de factores. El más importante fue la competencia internacional (fig. 1.9).

El desarrollo acelerado de la plantación en su etapa de auge, provocó importantes transformaciones económicas. En primer lugar cambió la estructura productiva. La expansión de la plantación incorporó amplias zonas a la producción de azúcar y café para la exportación. Las haciendas ganaderas se transformaron en plantaciones porque eran las explotaciones agrarias más productivas, eran las que proporcionaban mayores ganancias a sus propietarios. Este proceso no significó la desaparición de las formas tradicionales de explotación de la tierra, se mantuvo la pequeña propiedad (vegas tabacaleras, sitios de labor, potreros para la ganadería) (fig. 1.10).

La pequeña propiedad era necesaria porque abastecía a las poblaciones que se formaban con la expansión azucarera pero el ritmo de crecimiento económico de la Isla lo determinaba la plantación de azúcar y café por las ganancias que proporcionaban a sus propietarios. Esta característica explica que los hacendados ganaderos occidentales se transformaran en plantadores azucareros y cafetaleros. Los cambios no llegaron a toda la Isla, amplias zonas del centro y del oriente cubano mantuvieron la estructura agraria tradicional, sus grandes haciendas ganaderas con uso extensivo de la tierra, poco productivas.

También se conformaron regiones socioeconómicas. Occidente, Centro, Puerto Príncipe y Oriente se diferenciaban por su capacidad exportadora en los principales productos (azúcar, café y tabaco) y el desarrollo de otras producciones (ganado, productos alimenticios, talleres y comercios en las ciudades). Cada región se especializaba en determinadas producciones y esto influyó en sus características poblacionales. Se destacaba Occidente como la región de mayor dinámica de crecimiento con más ingenios, dentro de ellos los semimecanizados que permitían mayor producción y exportación, más cafetales, sitios, vegas, potreros y esclavos.

Se desarrolló la tendencia al predominio de la producción azucarera dentro de las exportaciones y el mercado norteamericano como su principal comprador.

Para mediados del siglo XIX, en la década del 40 aproximadamente, la comercialización azucarera a nivel internacional comenzó a cambiar. Se desarrollaba la producción de azúcar de remolacha en Europa, de azúcar de caña y remolacha en los Estados Unidos y en nuevas áreas coloniales asiáticas. Con el aumento de la producción azucarera en el mercado internacional disminuyó la demanda y los precios descendieron. ¿Qué significación tuvo este hecho para la producción azucarera de la Isla?

Demostró que la situación internacional no era favorable para la producción azucarera cubana. La Isla no estaba sola en el mercado mundial como a finales del siglo XVIII y tenía que enfrentar la competencia remolachera europea y de otras áreas azucareras.

Para contrarrestar la competencia había que elevar la producción, su calidad y reducir los gastos del proceso productivo a través de innovaciones técnicas. La modernización de los ingenios implicó la inversión de más capital para la compra de tecnología y esclavos. El aumento de la capacidad industrial del ingenio, su productividad, requería de más esclavos y la intensificación de su explotación, ambos factores incentivaron las sublevaciones. Los dueños de ingenios necesitaban más capital en el momento en que se reducían sus ganancias por la disminución de las ventas y los precios del azúcar.

En medio de esta situación compleja aumentaron las presiones de Inglaterra sobre España para que eliminara la esclavitud en sus colonias. La posición abolicionista inglesa respondía a su desarrollo capitalista que necesitaba ampliar mercados y consumidores para su producción industrial. Por otra parte tenían intereses coloniales en el continente africano y la trata esclavista diezmaba su población.

El resultado de la política abolicionista inglesa fue la disminución del comercio negrero y el aumento del precio de los esclavos. Se manifestaba la crisis de las relaciones esclavistas. Se buscaron alternativas para resolver la falta de esclavos, de ellas se destacaron las facilidades para la inmigración blanca (castellanos, andaluces, gallegos, canarios, extremeños) pero estas personas se ubicaron en diferentes ocupaciones, no resistieron el rigor del trabajo en la plantación. También se contrataron chinos y yucatecos, que fueron sometidos a una terrible explotación, pero tampoco resolvieron el problema de falta de mano de obra.

Solamente los grandes productores azucareros podían pagar los precios tan altos que tenían los esclavos en este momento, aspecto que provocó la disminución de sus ganancias y las diferencias entre los productores. La esclavitud iba desapareciendo lentamente del resto de las actividades productivas en la Isla pero se mantenía en la plantación azucarera y en el servicio doméstico.

¿Qué repercusión tuvo en la sociedad colonial el auge y la crisis de la plantación?

Estas transformaciones económicas provocaron cambios profundos en la composición demográfica de la población. En la etapa de auge de la plantación creció rápidamente la población por la introducción masiva de esclavos que eran explotados intensivamente. La inmigración forzada africana fue la vía más rápida y la única posible para garantizar la fuerza de trabajo en las plantaciones de los ingenios y cafetales. Es difícil calcular el monto exacto de los africanos introducidos en la Isla, el estimado más aceptado hasta el momento es el de 1 300 cifra que dice por sí sola del impacto económico, social, biológico y cultural que significó la trata esclavista.

La esclavitud se generalizó a toda la actividad productiva (agraria, servicios, oficios), fue su base fundamental por lo que toda la población estaba comprometida con la esclavitud en mayor o menor medida. Era una sociedad esclavista y como tal cualquier proyección económica, política o social tenía que tomar en cuenta la presencia de la esclavitud.

Pero también influyó en la composición poblacional la inmigración libre europea (blanca hispana), estimulada para contrarrestar el peligro que representaba el aumento de la masa de esclavos y también para desarrollar el campesinado que debía garantizar las producciones complementarias a las plantaciones. La presencia permanente de la inmigración blanca hispana tuvo una influencia marcada en la población criolla ya que sus relaciones familiares y culturales con los inmigrantes españoles permitieron renovar y fortalecer los vínculos con la metrópoli, se retrasaba la formación nacional.

La masiva trata esclavista y la inmigración europea recién llegada, sin raíces en el medio social y cultural criollo, enriquecieron y retrasaron el proceso de integración sociocultural, base para el proceso de formación nacional. Lo enriquecieron por los aportes culturales de africanos y europeos, componentes básicos en la formación del pueblo cubano.

Por otra parte la esclavitud estableció barreras, condicionó una sociedad compleja con una estructura clasista y estamental muy rígida. No solo existía la división en clases y sectores sociales sino en estamentos raciales (blancos, negros y mulatos libres y esclavos). El color de la piel tenía un peso determinante en la sociedad esclavista por lo que gran parte de la población consideraba a los esclavos como un elemento ajeno a ella. La población blanca, al tener mayor peso demográfico y representación social, disfrutó de una hegemonía política y cultural absoluta sobre el estamento de negros y mulatos libres y la masa esclava. Se frena el proceso de integración sociocultural.

Para la existencia de la nacionalidad y la formación nacional era imprescindible un alto grado de integración cultural y social, que solo se lograría cuando existiera una comunidad de intereses entre las clases y los estamentos étnicos que conformaban la sociedad. La sociedad esclavista negaba estos presupuestos por las marcadas diferencias que establecía.

Los propietarios de ingenios y cafetales, los plantadores esclavistas, tenían que someter a la gran masa de esclavos africanos. Aplicaron mecanismos para borrar la cultura, los valores culturales de estos grupos humanos y facilitar su explotación. Los esclavos se refugiaban en su cultura como recurso de identidad y supervivencia, por tanto, los aportes culturales africanos fueron el resultado de la lucha por preservar sus valores identitarios.

¿Qué mecanismos utilizó la burguesía esclavista para eliminar los valores culturales africanos? Diferentes etnias, la edad, el sexo, la alimentación, el vestuario, la vivienda y el trabajo extenuante.[11]

Conformaban sus dotaciones con esclavos de etnias diferentes, procedentes de diversas regiones africanas que hablaban distintas lenguas, tenían creencias religiosas diferentes y en algunos casos con sentimientos de hostilidad entre sí. Trataban de impedir la solidaridad, estimular la división para que lo único común que tuvieran todos en aquella sociedad esclavista, que los explotaba y discriminaba, fuera ser esclavos y negros.

Preferían al esclavo joven (15 a 20 años), porque el sistema de trabajo intensivo exigía hombres jóvenes y fuertes, eran los más productivos, con vida más larga, los menos cultos. En los jóvenes era más fácil borrar los elementos culturales originales y fijar los patrones de la plantación porque tenían menos incorporadas las tradiciones de sus pueblos. Los esclavos de mayor edad tenían más dificultades de adaptación al trabajo, era más difícil borrar su cultura original, su memoria histórica. Así, la población de las plantaciones se caracterizaba por estar conformadas en su mayoría por hombres jóvenes, pocas mujeres, niños y ancianos.

El bajo porcentaje de mujeres implicó un elevado índice de masculinidad, situación que se mantuvo hasta que la trata entró en crisis y se compraban todo tipo de esclavos. La poca presencia de mujeres obedecía a razones productivas (baja productividad, costo de la procreación ya que se producían muchas muertes por parto, la elevada mortalidad infantil y la crianza impedía el trabajo de la madre). Esta situación significó prácticamente la eliminación de la vida sexual en las plantaciones, constituidas por hombres solos. La represión y obsesión sexual hizo que cantos, bailes, juegos y cuentos adquirieran un sentido diferente bajo la esclavitud. La exagerada sexualidad no se originó en las condiciones fisiológicas o culturales de estos hombres sino fue el resultado del infrahumano sistema de vida al que fueron sometidos. La plantación distorsionó la vida sexual del esclavo y los racistas la justificaron inventando el mito de la sexualidad sádica del negro, la inmoralidad de la negra y la lujuria de la mulata.

Muy poco de las costumbres alimentarias africanas llegó a la América porque la alimentación de las dotaciones esclavas estuvo determinada por los precios de los productos en el mercado, su almacenamiento y traslado además de las costumbres alimentarias de la época. A los esclavos se les suministraba diariamente una determinada cantidad de alimento para cumplir el trabajo y asegurar su subsistencia, dos comidas con abundante arroz o harina, alejada de los gustos y sabores africanos.

Con la vestimenta de los esclavos comenzó la producción de ropa barata para las plantaciones, caracterizada por un mínimo de piezas y costura de las prendas, todos vestidos igual. Se eliminó todo lo que los pudiera diferenciar salvo las marcas o señas tribales que no se podían borrar (tatuajes, dientes limados, etc.). La tradición artesanal del vestido y adornos africanos prácticamente se perdió en las plantaciones. Para lograr la incomunicación y la estrecha vigilancia los esclavos tenían como vivienda el barracón, todos iguales, sin elementos diferenciadores, algo ajeno a su mundo original. El barracón era un lugar de condiciones antihigiénicas y carcelarias, sin ventanas y con una sola puerta que permanecía cerrada con candado por las noches para impedir la fuga de los esclavos.

El trabajo en la plantación extendió la jornada laboral (18 horas) además de otras tareas en el ingenio. La esclavitud en las plantaciones tenía características diferentes a la establecida en los siglos anteriores, ahora la explotación del esclavo era intensiva y extensiva. El esclavo no podía reponer totalmente las energías gastadas. Al cansancio diario se le sumaba la fatiga acumulada que disminuía su capacidad laboral y provocaba su envejecimiento prematuro, por eso las dotaciones de las plantaciones tenían que reponerse constantemente. El esclavo ocupado en una actividad hasta el límite de su resistencia física perdía su condición humana, era un instrumento de trabajo comprado en el mercado con determinada productividad y durabilidad. En esas condiciones era más difícil la comunicación y la interacción entre ellos, el trabajo extenuante era un factor para desarraigar la cultura.

A pesar de todos los esfuerzos por eliminar los valores culturales y la relación entre los esclavos, estimulando la división, se estableció la relación solidaria entre aquellos hombres obligados a convivir bajo una explotación implacable, a los que se les impuso patrones de vida, trabajo, alimentación, vestido y vivienda con una finalidad productiva, tratando de borrar su identidad cultural. Los esclavos encontraron alternativas para su supervivencia, para mantener sus valores culturales. Lograron establecer vías para la comunicación secreta entre ellos y transmitirse informaciones importantes como, por ejemplo, posibilidades para escapar.

Un aspecto importante que debe considerarse también es el lugar que ocupaban los esclavos en la sociedad. De acuerdo al trabajo que realizaban dependía el grado de integración al medio social. Los esclavos de plantaciones tenían una relación con el medio muy limitada por su explotación intensiva y el aislamiento en el barracón. Otra situación era la de los esclavos agrícolas puesto que mantenían un vínculo directo con el amo y el entorno social donde se insertaba la hacienda o el sitio, la unidad productiva donde trabajaban. En el caso de los esclavos domésticos convivían con sus amos en las ciudades o en el campo a pesar de su condición subordinada. Realizar unas u otras ocupaciones les permitía diferentes niveles de comunicación entre ellos así como de adaptación e integración a la sociedad.

Independientemente de los esfuerzos para eliminar la cultura africana no se pudo impedir que muchos de sus rasgos se transmitieran a la cultura dominante de origen hispánico, se fundieran con ella y progresivamente formaran parte de la cubanía en formación, fenómeno donde está presente, simultáneamente, la relación de carácter biológico que desde tiempos tempranos condicionó el alto grado de mestizaje que muestra hoy el pueblo cubano.

En la preservación de la cultura africana desempeñaron una función importante los cabildos africanos, instituciones de carácter religioso y de ayuda mutua que agrupaban a africanos y sus descendientes de un mismo origen étnico. Ellos lograron mantener vivas múltiples expresiones culturales pero sobre todo sus sistemas religiosos que se mezclaron con los aportes de otras expresiones religiosas como el catolicismo y el espiritismo. Las prácticas religiosas ayudaron a conservar otras manifestaciones culturales como los cantos, danzas y la música.

Para caracterizar integralmente la sociedad esclavista es necesario reiterar que la población estaba dividida en varias clases, sectores y grupos sociales, formando una estructura piramidal en la que se manifestaban las grandes diferencias existentes (color de la piel, posición económica y lugar de nacimiento). Se disfrutaba de todos los privilegios si se era blanco, rico y español.

En la cima de la pirámide se encontraban los grandes funcionarios, comerciantes y militares españoles como sostenedores del poder colonial además de los poderosos propietarios de ingenios, cafetales, haciendas ganaderas y comerciantes criollos que constituían la clase dominante, en estrecha alianza con el poder colonial.

El sector de los ricos y poderosos esclavistas influyó notablemente en la sociedad. Como parte de la clase dominante habían constituido familias de sólido abolengo, que se sentían muy seguras de sí mismas no solo por su poder económico sino también porque eran dueñas de la cultura y se comportaban con auténtica superioridad en sus relaciones con el resto de los sectores sociales. Las mansiones donde vivían, el mobiliario, su vestuario siguiendo la moda europea, su amplia servidumbre doméstica, viajes y refinamiento cultural son una muestra de su relevancia social.

Por debajo de los grandes esclavistas, en el centro de la pirámide social, se situaban los sectores medios de la ciudad y el campo. La amplia gama de intereses hacían contradictorias y disímiles las posiciones de las capas medias urbanas. En ella se encontraban los oficiales y la burocracia colonial, los pequeños y medianos comerciantes, los profesionales, los técnicos, los artesanos y campesinos. Este amplio rango económico-social de la clase media está matizado por la presencia del factor racial, estamental, que las subdivide aún más. La interrelación entre los factores de nacionalidad, raza, oficio y calificación determina divisiones internas entre estas capas, incluso entre personas que ejercen el mismo oficio o profesión. Se ubicaba a los españoles en los lugares preferentes con respecto a los criollos y al criollo blanco sobre el negro. El blanco de alguna distinción o conocimiento que no nacía con fortuna tenía que escoger entre las dos carreras posibles, las armas o la eclesiástica. Existía otro grupo de población blanca, fundamentalmente jóvenes, que no encuentran empleo útil por el tradicional desprecio al trabajo manual, considerando esta actividad como “impropia” de blancos y quedan a la sombra de las grandes familias aristocráticas. La vivienda de la clase media era más modesta, con mobiliario de construcción rústica, sin lujos y adornos. Su vestuario seguía la moda pero más sencillos, según les permitían sus recursos.

La base de la pirámide la constituían los esclavos, masa procedente de diversas etnias y culturas africanas que conviven y se integran gradualmente en la Isla, fuerza productiva fundamental de la sociedad esclavista como se ha mencionado anteriormente.

Los esclavos domésticos tenían la obligación de cocinar, hacer la compra de los víveres en la plaza, lavar los carruajes y caballos, limpiar los pisos, arreglar la casa, lavar la ropa, servir la mesa, entre otras funciones. Las horas de labor y descanso así como los días de recreo y diversión estaban reglamentadas. Dentro del servicio doméstico, la diversidad de tareas y la habilidad que requerían algunas labores van creando diferentes categorías que se desarrollaron ampliamente en este período: la nodriza, el calesero, la costurera, el sirviente, todos disfrutan de ciertas consideraciones o ventajas dentro de su triste condición de esclavos. Quitrín y calesero fueron dos elementos típicos de la sociedad colonial del período, el primero como principal medio de transporte y el segundo como experimentado conductor, ambos expresión de la opulencia de sus dueños (fig. 1.11).

Para esta época dentro de la sociedad habanera existían costumbres que la caracterizaban. Con el progreso urbano alcanzado a finales del siglo XVIII , con las principales vías empedradas, el vecindario encontraba lugar de esparcimiento en los paseos de la capital, por ejemplo, la Alameda de Paula junto a la bahía, a ellos acudían por la tarde la población criolla y española (fig. 1.12).

Otra costumbre era asistir a la retreta. Todas las noches en la Plaza de Armas una banda militar ejecutaba variadas piezas musicales como marchas, contradanzas, fragmentos de óperas ante una nutrida concurrencia integrada principalmente por la burguesía y los sectores medios. En los alrededores se situaban los carruajes y una vez concluida se producía el desfile hacia los cafés donde se conversaba y consumía algún refresco.

En la década del 30 se aprecia como va tomando un lugar cada vez más importante el café como establecimiento muy vinculado a la vida de la comunidad, como un espacio de agrupación informal que se insertaba en las costumbres de la época y contribuyó al proceso de formación nacional. En ello intervinieron varios elementos como la generalización del consumo de esta infusión en la población, el intercambio social espontáneo en estos establecimientos, centros de reunión, de acuerdo a los sectores sociales, donde se conversaba sobre temas del acontecer colonial.

Esta infusión se convirtió en otro elemento diferenciador de nuestra identidad, de la nacionalidad en formación. Juan Pérez de la Riva expresó que “después de 1830 tomar café tinto y comer arroz blanco con frijoles negros era una manera de distinguirse de los españoles que preferían el chocolate, los garbanzos y la paella”.[12]

Otra de las costumbres eran las tertulias, actos de amistad y confianza entre personas que mantenían relaciones de alguna intimidad, en ellas había un poco de música, juegos y conversaciones donde se intercambiaban opiniones sobre temas que variaban según los intereses de los participantes. A mitad de la velada se repartía chocolate o café, refrescos y dulces. Dentro de las tertulias más reconocidas estaban las ofrecidas por Domingo del Monte. El movimiento cultural que promovía desde sus tertulias literarias llegaba a un grupo numeroso de creadores y pensadores que en toda la Isla expresaban ya las diferencias entre la cultura criolla y la española.

La población esclava se refugió en sus cantos y bailes típicos de su nación, única diversión que le fue permitida, para resistir su mísera condición. En las plantaciones tenían un día donde podían bailar y tocar el tambor, rememorar sus costumbres y tradiciones culturales africanas. En el “Día de Reyes o Día de Diablitos” confraternizaban los esclavos, reunidos en los “cabildos de nación”, establecidos por el poder colonial de acuerdo a la nacionalidad de los grupos étnicos, que tenían como su principal motivación el baile y la ayuda mutua. Muchos de los cabildos usaron en sus fiestas sus deidades religiosas pero al prohibírsele por las autoridades coloniales adoptaron los santos del catolicismo que enriquecieron el panteón africano. El contenido religioso original se mantuvo cambiando solamente la forma (San Lázaro en Babalú Ayé, la Virgen de Regla en Yemayá, Santa Bárbara en Changó, por citar algunos ejemplos).

El vicio del juego constituía en la época una verdadera pasión en los vecinos de la ciudad y en toda la Isla. El juego de naipes, dentro de él la variedad conocida como “el monte”, era el juego de azar que contaba con más aficionados incluyendo hasta los esclavos.

Por esta época existía un circo y una plaza de toros, primero funcionó en Regla y después en la calle Belascoaín en La Habana, pero sin mucha aceptación de la población criolla que prefería las peleas de gallos, otro elemento diferenciador de la identidad nacional en formación. El gusto por las peleas de gallos era tal que se criaban y preparaban especialmente las aves para esta diversión.

Cuando comienza a manifestarse la crisis de las relaciones esclavistas a partir de la década del 40 del siglo XIX la sociedad esclavista cambió sensiblemente.

Se modificaron las tendencias demográficas. Aumentaba la población blanca y disminuía la esclava. La política abolicionista inglesa provocó la inestabilidad de la trata negrera y el aumento considerable del precio de los esclavos. Si gran parte de la población hasta los años 30 era propietaria de esclavos ahora tenía que prescindir de ellos. Por otra parte las variantes para resolver la falta de esclavos, sobre todo la inmigración blanca española, incrementó la población libre y blanca.

También se modificó la estructura de la sociedad. La clase dominante sufrió cambios cualitativos con la eliminación de las grandes propiedades y fortunas cafetaleras que no pudieron enfrentar la competencia de otras regiones productoras. Los plantadores esclavistas azucareros se dividieron en dos grupos. Los grandes productores que podían aplicar innovaciones tecnológicas porque contaban con capital para seguir desarrollando sus negocios azucareros y los dueños de ingenios que no tenían el respaldo económico para modernizar sus fábricas y poco a poco serán desplazados por la competencia de los poderosos. Se incrementó el sector de los dueños de fábricas de tabacos, que producían para la exportación con marcas de reconocido prestigio, y otras manufacturas con el aumento de la población libre. Se mantenían los grandes terratenientes de la región centro-oriental del país, con grandes extensiones de tierra, con poco capital y esclavos.

Se desarrolló el campesinado, blancos en su mayoría, acompañados por negros libres y esclavos. También crecieron las capas medias de las ciudades con el aumento de los oficios, en manos de negros y mulatos libres especialmente, de los pequeños talleres y establecimientos comerciales. Los funcionarios de la burocracia colonial, españoles básicamente, se mantuvieron. Existió también el proletariado, una minoría vinculada a las fábricas de tabaco, ingenios y otras manufacturas. Finalmente los esclavos, base productiva importante a pesar de su disminución, concentrados en la agricultura cañera y labores difíciles del campo y la ciudad.

1.2.2 El reformismo. Su evolución a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Sus principales figuras

Las profundas transformaciones económicas y sociales que se desarrollaron en la Isla desde finales del siglo XVIII y a lo largo de la primera mitad del siglo XIX tuvieron como elementos claves la producción de azúcar y esclavos. La sociedad se definió como esclavista porque la esclavitud fue la base de toda la actividad productiva. Todo proyecto económico, toda alternativa política o social tenía que adoptar una posición ante la esclavitud.

En una sociedad tan compleja y contradictoria se expresaron tendencias ideológicas diferentes. Una de las ideas con mayor presencia durante la primera mitad del siglo XIX fue el reformismo, tendencia política que representó los intereses de los poderosos esclavistas. Francisco de Arango y Parreño fue el principal ideólogo reformista de la primera generación de plantadores, defendió brillantemente el proyecto económico, social y político de su clase, dueña de la riqueza y la cultura en la Isla (fig. 1.13).

Los reformistas tenían gran influencia política en los círculos de poder coloniales y metropolitanos lo que les permitía desarrollar con gran autonomía su negocio azucarero o cafetalero y mantener su línea de desarrollo plantacionista basado en el trabajo esclavo. Conocían y se identificaban con las corrientes de pensamiento más modernas del mundo en su época pero adoptando solamente los presupuestos ideológicos que se ajustaran a su realidad esclavista.

Se reconocían como parte de la integridad española, como una provincia de España con los mismos derechos y condición de igualdad que las de la península, pero contradictoriamente señalaban la presencia de intereses autóctonos, propios de la Isla, que se diferenciaban de los intereses de la metrópoli colonial. Cuando advertían esa diferencia de intereses establecían las bases de lo cubano, expresaban un sentimiento de nacionalidad que todavía no estaba definido.

El principio político que defendían era el reformismo, promover cambios en el estado colonial para resolver las contradicciones de intereses sin romper los vínculos con el imperio español. Su máxima aspiración fue que se le otorgara a Cuba la autonomía, que todos los funcionarios del gobierno colonial en la Isla, con excepción del gobernador nombrado por la metrópoli, fueran criollos. El sacerdote y filósofo José Agustín Caballero, representando esta aspiración reformista, elaboró en 1811 un proyecto de gobierno autonómico para Cuba que se planteaba como objetivo fundamental el dominio por parte de los plantadores criollos de las principales instituciones e instancias del poder colonial, todo bajo la supervisión del gobernador o capitán general. Con la autonomía los reformistas perseguían mayor participación en el gobierno de la Isla.

Los reformistas eran liberales en lo económico, defensores de las libertades comerciales, y conservadores en lo social cuando pedían la continuación de la trata y la esclavitud por la necesidad de contar con la mano de obra esclava imprescindible para sus plantaciones.

¿Por qué no aspiraban a la independencia como el resto de las colonias americanas?

Porque el imperio español les ofrecía garantías para desarrollar sus plantaciones con verdadera independencia económica y administrativa. La metrópoli se había limitado a establecer una política de impuestos que le permitía afrontar los gastos de la corte y las guerras. Sus intereses se complementaban, existía un pacto de poder entre el imperio colonial y los grandes esclavistas. Si intentaban una revolución independentista era imposible que la gran masa de esclavos se mantuviera al margen, con su participación se desarrollaría una revolución social, un caso similar a la Revolución de Haití. No tenían necesidad de arriesgarse a perderlo todo si la metrópoli colonial les garantizaba el orden económico y social conveniente a sus intereses. El reformismo nació como tendencia política para combatir las ideas independentistas.

El temor a una rebelión esclava siempre fue motivo de preocupación para los poderosos y ricos esclavistas. Arango y Parreño deja constancia del peligro potencial que representaba el crecimiento de la población esclava y la existencia de negros y mulatos libres:

[...] Mis grandes recelos son para lo sucesivo, para el tiempo en que crezca la fortuna de la Isla y tenga dentro de su recinto quinientos mil o seiscientos mil africanos. Desde ahora hablo para entonces, y quiero que nuestras precauciones comiencen desde el momento [...] Dirán algunos que la diferencia de libres y esclavos separará sus intereses y será para nosotros en cualquier caso una barrera respetable. Todos son negros: poco más o poco menos tienen las mismas quejas y el mismo motivo para vivir disgustados de nosotros. La opinión pública, el uniforme modo de pensar del mundo conocido los ha condenado a vivir en el abatimiento y en la dependencia del blanco y esto solo basta para que jamás se conformen con su suerte, para que estén siempre dispuestos a destruir el objeto a que atribuyen su envilecimiento. Prevengamos este lance ya que por nuestra desgracia no podemos excusarnos del servicio de estos hombres, los únicos a propósito para sufrir el trabajo en aquellos ardientes climas [...][13]

El equilibrio entre los intereses metropolitanos y los de la oligarquía esclavista desapareció cuando se abrieron paso las ideas liberales en España, con la crisis de la monarquía absoluta de Fernando VII. Las ideas liberales de la burguesía española cambiaron la concepción del colonialismo hasta ese momento. Los liberales o constitucionalistas españoles ahora pretendían establecer verdaderas relaciones de dominación capitalistas, las colonias debían estar subordinadas al desarrollo de la metrópoli.

Así, con el ascenso de los liberales al poder se rompió la alianza entre la oligarquía esclavista y la metrópoli. Resulta lógico que los poderosos esclavistas fueran partidarios de la monarquía absoluta de Fernando VII que retornó al poder en 1814 y concedió a los reformistas sus principales demandas: libertad comercial, propiedad sobre las tierras, desestanco del tabaco e inmigración blanca.

A partir de ese momento la situación política en la metrópoli será muy inestable, se alternan los períodos constitucionales que permiten la llegada al poder de la burguesía española con momentos de retorno de la monarquía absoluta. Esta peculiaridad de la política metropolitana influyó decisivamente en las actitudes y alternativas políticas de los diferentes sectores de la sociedad colonial.

Para la década del 30, nuevamente llegaron los liberales al poder español. Había muerto Fernando VII y se estableció la regencia de la reina María Cristina. Se trató de reajustar el dominio de las colonias que le quedaron a España finalizada la lucha independentista en Hispanoamérica, explotarlas con una concepción capitalista para que sus economías tributaran al desarrollo capitalista de la metrópoli. Este elemento desencadenó contradicciones con la clase dominante, con los poderosos y ricos esclavistas.

Se nombró a Miguel Tacón como capitán general (1834) que implantó una política que favorecía los intereses de la burguesía comercial peninsular en la Isla y eliminaba la alianza de poder que históricamente habían mantenido las autoridades coloniales con los grandes productores esclavistas. Por otra parte se impidió a los reformistas criollos participar en las Cortes, asambleas de representantes de las provincias españolas a las que asistían delegados por las colonias, para expresar sus criterios. Se planteó que las colonias serían gobernadas por leyes especiales, aspecto que nunca se cumplió.

Dentro de los reformistas se había estructurado un nuevo movimiento político, esta vez representado por José Antonio Saco, profesor del Seminario de San Carlos y San Ambrosio y brillante intelectual (fig. 1.14). Se destacaban también Domingo del Monte y José de la Luz y Caballero. El reformismo liberal de Saco tenía como elemento central la crítica a la sociedad colonial. En su artículo “Análisis de una obra sobre el Brasil” expuso un proyecto económico para la eliminación de la trata y de la esclavitud de forma gradual para que no se afectaran los productores, propiciar el desarrollo del trabajo asalariado para sustituir al esclavo y fomentar la inmigración blanca, era necesario poblar el país con colonos europeos que cambiaran la correlación étnica y garantizaran la seguridad de la población blanca en la colonia.

Su pensamiento en contra de la trata y su crítica aguda hacia las lacras de la dominación colonial lo convirtieron en enemigo de los grandes productores esclavistas y el gobierno colonial que lo tildaron de independentista. Fue desterrado en 1834 y elegido como diputado a las Cortes de 1836 que no admitieron a los reformistas criollos.

José Antonio Saco consagró su vida política a defender las ideas reformistas y combatir el independentismo, fue continuador de la ideología de Arango y Parreño. Su posición en contra de la trata radicaba esencialmente en el temor a una población negra cada vez más numerosa que ponía en peligro el régimen social vigente en la colonia. Para Saco la plena realización de la patria se alcanzaría con la asimilación de la Isla a España como una provincia más, así se podrían disfrutar las mismas libertades y derechos que existían en la Madre Patria. Se igualarían los criollos blancos con los ciudadanos españoles, se conservaría el régimen esclavista con todos los derechos para la población blanca libre, algunos derechos para negros y mulatos libres y ninguno para la población esclava. Saco y los reformistas nunca fueron independentistas sino se opusieron a la posibilidad de la independencia. No podía pensarse en una nación independiente con una numerosa población de negros, mulatos y esclavos porque tendrían la misma representación e iguales derechos que los blancos. Su ideología racial advertía conflictos en una sociedad de blancos y negros, no era un problema solo de clases sino de estamentos raciales.

La Isla bajo el dominio colonial español podía alcanzar la prosperidad en la medida en que la metrópoli accediera a las demandas reformistas, las instituciones liberales deberían consolidar el régimen colonial. No aspiraban a un estado independiente ni a una nacionalidad cubana integrada por la fusión étnica y cultural de todos los grupos que conformaban la comunidad insular, con los mismos derechos ciudadanos.[14]

Pero las esperanzas de cambios en el régimen colonial, las reformas solicitadas a la metrópoli se desvanecieron. La expulsión de los reformistas de las Cortes expresó la esencia de las nuevas formas de dominio colonial que establecían los liberales españoles: Cuba quedaba excluida de la constitución española, sin posibilidad de asistir a las Cortes y bajo la dictadura de Tacón que eliminaba a los grandes esclavistas del grupo de poder colonial. El fracaso de los reformistas demostraba que el lenguaje liberal de la metrópoli era realmente de dominación y discriminación de sus territorios coloniales, negaban las libertades que ellos representaban.

En la década del 60 retornó el reformismo en un nuevo contexto. Existían condiciones para restablecer la alianza con el poder colonial metropolitano, con posibilidades de obtener concesiones y reformas favorables a los intereses de los poderosos esclavistas. El gobierno español necesitaba recursos para mantener su economía, costear sus aventuras militares en diversos territorios y estabilizar la situación en la colonia.

El reformismo en este momento tomó un carácter más conservador. En la Isla se manifestaban con más fuerza los síntomas de la crisis de la plantación y con ella aumentaban las posiciones abolicionistas e independentistas dentro de la sociedad colonial cubana así como la dependencia al mercado azucarero estadounidense.

En el periódico El Siglo, centro del movimiento reformista y divulgador de sus ideas, se expresó el sentir de los productores esclavistas, su oposición a la revolución y sus aspiraciones económicas, políticas y sociales. En ellas se destacaban como elementos fundamentales: derechos civiles, políticos y autonomía, libertad de comercio con la reforma de los impuestos aduanales y la eliminación de la esclavitud de forma gradual y con indemnización para disponer del capital necesario para innovaciones tecnológicas en la industria azucarera. Estaban convencidos de que la esclavitud era una institución incompatible con la época.

Se destacó como su principal representante José Morales Lemus, que no llegó a igualar a figuras reformistas de etapas anteriores como Arango y Saco, además de otras personalidades como Miguel Aldama, Francisco Frías (Conde de Pozos Dulces), José Manuel Mestre y José Luis Alfonso.

A finales de 1866 el gobierno español decidió analizar las reformas que pedían sus colonias y convocó una Junta de Información en Madrid (noviembre de 1866-abril de 1867). Fueron elegidos representantes para responder un cuestionario que abordaba diferentes aspectos. En los debates se propuso la eliminación de los impuestos aduanales y para compensar las pérdidas enormes en los ingresos de la metrópoli sugirieron un impuesto del 6 % sobre la renta de los productores. Mientras los delegados continuaban su labor conocieron la creación de un nuevo impuesto del 10 % sobre la renta sin suprimir los impuestos aduanales, se planteaba que esta nueva carga se ajustaba a las peticiones de la Junta. La reacción de los comisionados fue, a pesar de la burla, pedir la supresión del impuesto y continuar el debate pero el reformismo ya estaba herido de muerte.

En su evolución el movimiento reformista enfrentó la oposición sistemática de la metrópoli colonial a sus demandas y esa negativa intransigente demostró la inutilidad de sus esfuerzos y las soluciones que proponían. La actividad política de los reformistas en la prensa, en las instituciones que dirigían, propició un espacio al debate, a la crítica política, social y cultural. Los análisis económicos de Francisco de Arango y Parreño, las tertulias literarias de Domingo del Monte, los trabajos sobre la esclavitud de José Antonio Saco y la labor pedagógica de José de la Luz y Caballero fueron aportes al acervo cultural de la nación en formación. Los reformistas contribuyeron a la formación de la nacionalidad cubana, a que se tomara conciencia lentamente de que el colonialismo español nunca haría concesiones. Las soluciones debían buscarse por otros caminos políticos.

1.2.3 El independentismo. Félix Varela y las bases del pensamiento revolucionario cubano

El pensamiento revolucionario cubano recibió la influencia de la obra renovadora que desarrolló el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio y en la Sociedad Económica de Amigos del País. El obispo cambió la idea de que la cultura era patrimonio de la clase dominante, enfrentó la enseñanza escolástica y así fue abriendo el camino para que la nueva generación de criollos pensara de manera diferente.

Especialmente el joven profesor de Filosofía del propio Seminario, Félix Varela y Morales, (fig. 1.15) cambió su interpretación de la sociedad. Enseñaba a sus alumnos que debían estudiar las ideas que se debatían en el mundo para de ellas elegir lo que les servía para conocer e interpretar su realidad. Propiciaba en ellos la formación de una conciencia propia, la que podía crear una nación diferente, sin trabas coloniales y esclavistas. Por eso en su pensamiento están las bases más sólidas del pensamiento revolucionario cubano.

La patria, en el concepto de Varela, era la del criollo, fuera blanco, negro o mulato, del español y del africano. Tenía profundo contenido popular porque era de todos, sin establecer límites clasistas y raciales. Su concepto de patriotismo lo formulaba como el deber de todos con la patria. Todos estos nuevos conceptos expresaban valores éticos y políticos en los que educó a sus alumnos.

Fue el primer pensador que se convenció de que España jamás aceptaría las demandas de los criollos y por tanto el reformismo estaba condenado a fracasar. Asumió una posición revolucionaria, radical, al plantearse la necesidad de la independencia como solución inevitable a los problemas de la Isla. Cuba tenía el mismo derecho de las naciones europeas y americanas de esa época a constituirse como una república independiente y soberana.

En su acción política se destacaron como principios fundamentales el preferir el bien común al individual, hacer solo lo que es posible hacer, no hacer nada en contra de la unidad de la sociedad y la independencia promovida por los propios cubanos, sin participación o ayuda extranjera.

Estos principios, que conformaron el ideal político de Varela, quedaron plasmados en El Habanero, periódico que comenzó a publicar en 1824 durante su exilio en los Estados Unidos, para desarrollar su trabajo ideológico: la conciencia de la necesidad de la unidad, de la propia fuerza y valores del pueblo para enfrentar la desunión, la falta de conciencia del destino común, el oportunismo político, la mentalidad mercantil y, sobre todo, la falta de patriotismo:

[...] Hasta ahora el pecado político casi universal de aquella Isla ha sido el de la indiferencia: todos han creído que con pensar en sus intereses y familias han hecho cuanto deben, sin acordarse de que estos mismos objetos de su aprecio siguen la suerte de la patria, que será lamentable si no toman parte en ella los hombres que pueden mejorarla, y aun hacerla feliz [...][15]

La necesidad de la unidad es un reclamo de Varela:

[...] Mientras los ánimos estén divididos, el gobierno está seguro, o a lo menos tiene más consistencia, pues en un país donde por desgracia hay una especie de población tan heterogénea como en la isla de Cuba se necesita de una unión mucho mayor que en otros pueblos para cualquier empresa política [...][16]

Su criterio de actuar según las circunstancias explica cómo en 1826 decidió dejar de publicar El Habanero, advirtió que las condiciones existentes en la Isla no favorecían las ideas de la independencia:

[...] Es preciso no equivocarse. En la isla de Cuba no hay amor a España, ni a Colombia, ni a México,[17] ni a nadie más que a las cajas de azúcar y a los sacos de café. Los naturales y los europeos radicados reducen su mundo a su Isla, y los que solo van por algún tiempo para buscar dinero no quieren perderlo. Las demás provincias de América les han dado lecciones muy amargas, y ninguno ha venido a la isla de Cuba a trabajar por largo tiempo, para perderlo todo en una revolución [...][18]

Un aspecto importante en el pensamiento de Varela es la problemática de la esclavitud:

[...] Yo soy contrario a la esclavitud [...] Yo trabajaría por suprimirla. Aprendí a odiarla desde niño, y no concibo la falacia sacrílega con que los hombres blancos pretenden someter al negro, afirmando que constituyen una raza maldita y embrutecida [...] Le repito que no soy el hombre para ir a Cortes, no serviría los intereses espurios de comerciantes y hacendados, serviría a los de mi patria, y los de mi patria no son ésos [...][19]

A las Cortes de 1822 llevó su “Proyecto de Decreto sobre la abolición de la esclavitud en la isla de Cuba” que no llegó a presentar. En este documento, como en su “Memoria” que lo precede, resalta que para Varela los negros y mulatos libres nacidos en Cuba eran tan cubanos como los blancos, los esclavos eran seres humanos por lo que tenían el derecho inalienable a la libertad: “[...] Su preponderancia puede animar a estos desdichados a solicitar por fuerza lo que por justicia se les niega, que es la libertad y el derecho a ser felices [...]”[20] Se manifiesta su posición humanista y el objetivo de eliminar el principal obstáculo para la creación de una sociedad verdaderamente nueva caracterizada por la libertad de todos sus componentes, la igualdad jurídica y la confraternidad étnica. Mientras existiera la esclavitud no podría existir la patria, por tanto, el verdadero patriotismo implicaba la crítica permanente a la institución esclavista.

Las ideas de Varela contribuyeron al proceso de integración sociocultural, no representaban los intereses de una clase social o un estamento étnico determinado sino los de la nacionalidad cubana en formación. Fue un precursor porque legaba a su patria los fundamentos de un pensamiento revolucionario radical que tenía como centro la independencia y la abolición de la esclavitud. En el pensamiento de Varela están las bases más sólidas del pensamiento revolucionario cubano, el antecedente ideológico del movimiento emancipador que se iniciará en 1868.

Su pensamiento trascendió a las capas medias urbanas, a un sector de la juventud, al campesinado, a los sectores segregados y oprimidos de la sociedad colonial. Ellos fueron los que participaron en las conspiraciones independentistas y otros intentos separatistas de la década del 20, todos vinculados al movimiento independentista latinoamericano.

Del pensamiento de Félix Varela:

Yo soy el primero que estoy contra la unión de la Isla a ningún gobierno, y desearía verla tan Isla en política como lo es en la naturaleza [...] En una palabra: todas las ventajas económicas y políticas están a favor de la revolución hecha exclusivamente por los de casa, y hacen que deba preferirse a la que pueda practicarse por el auxilio extranjero.

Textos de “El Habanero” en Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1971, p. 288.

Principales manifestaciones independentistas

El primer intento por la independencia de la Isla se organizó en 1809 por Román de la Luz, junto a Luis Francisco Bassave y Joaquín Infante, todos eran blancos y pertenecientes a familias acomodadas de La Habana y Bayamo. Se destacó la labor popular de Bassave, capitán de milicias de caballería, que captó seguidores e intentó insurreccionar a las milicias de pardos y morenos así como a trabajadores negros y mulatos libres de algunos barrios habaneros. Infante redactó una Constitución, la primera elaborada para la Isla, que tenía en cuenta los intereses de los propietarios criollos con el interés de sumarlos a la conspiración independentista pero no lo lograron. La Constitución de Infante establecía el mantenimiento de la esclavitud hasta que fuera necesaria a las plantaciones, una clasificación social basada en el orden progresivo del color, un sistema de sufragio según la tenencia de propiedades y señalaba al catolicismo como religión oficial del estado. Fue descubierta en 1810 por una denuncia contra Bassave. Infante logró escapar y el resto de los conspiradores fueron procesados y condenados a presidio.

En la década del 20 la actividad independentista recibió la influencia de las ideas revolucionarias de Varela así como del proceso emancipador latinoamericano que logró el derrumbe del imperio español. El sentimiento de admiración por Simón Bolívar y el resto de los próceres de la independencia americana fue un elemento que incentivó el sentimiento antiespañol. Además México y Colombia tenían el propósito de ayudar a la liberación de Cuba, temían que su antigua metrópoli utilizara a la Isla como base de operaciones para intentar la reconquista de las naciones del continente. Simón Bolívar, ideólogo de la unidad latinoamericana, trataba de materializar el fin de la dominación española en América y evitar la amenaza expansionista norteamericana.

En las actividades conspirativas se utilizaron las logias masónicas, asociaciones con fines altruistas (de amor al prójimo, ayuda). Por el carácter secreto de sus actividades fueron el espacio propicio para las ideas políticas que no podían expresarse públicamente. Un ejemplo de actividad independentista a la sombra de las logias masónicas fue la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar donde se destacó como principal figura José Francisco Lemus, acaudalado joven habanero, que tenía el objetivo de luchar por la independencia de la Isla y crear la República Independiente de Cubanacán.

Lemus salió de La Habana en 1814 hacia Estados Unidos, estableció contacto con agentes colombianos que le otorgaron el grado de coronel del ejército de Bolívar para que integrara la jefatura del movimiento conspirativo, dirigido por intelectuales y comerciantes latinoamericanos, radicados en La Habana antes de 1820, como el argentino José Antonio Miralla, el venezolano Juan Jorge Peoli, el colombiano José Fernández Madrid, el ecuatoriano Vicente Rocafuerte y el peruano Manuel Lorenzo Vidaurre. Lemus regresó a la Isla en 1823 y utilizó la logia Soles y Rayos de Bolívar para extender la conspiración, estructuró una amplia red vinculada directamente al movimiento bolivariano y se piensa que sus homólogas eran las logias Caballeros Racionales de Matanzas y Cadena Triangular de Camagüey.

El plan de los conspiradores proyectaba la acción combinada de tropas bolivarianas con el movimiento en la Isla, se dependía de la ayuda exterior. José Francisco Lemus elaboró tres proclamas que debían ser lanzadas el día en que se iniciara el levantamiento. En la primera de ellas exponía las razones de la revolución y sus objetivos: “[...] el gobierno supremo residirá en el pueblo soberano de la feliz Cubanacán, y seremos desde hoy los únicos dueños y reguladores de nuestros empleos, de nuestra industria, y de nuestra amistad y comercio con todos los extranjeros [...]”[21] En la misma proclama se refiere a la nueva sociedad que se aspira crear:

[...] desterremos de nosotros los ridículos rangos y jerarquías con todos los signos de la soberbia y la ignorancia, como ajenos del carácter virtuoso del hombre libre; no nos sea conocida otra distinción que la debida al verdadero mérito: tratemos con dulzura a esos infortunados esclavos, aliviando su horroroso destino, mientras que los representantes de nuestra patria propongan los medios de su feliz redención, sin perjuicio de particulares intereses: ellos son hijos de nuestro mismo Dios [...][22]

En la proclama citada se expresa la decisión independentista y la posición abolicionista que parte de las mismas consideraciones éticas de Varela, los esclavos son iguales al resto de los hombres por lo que debían serlo también ante la ley.

Espías del capitán general Francisco Dionisio Vives se infiltraron en la conspiración y lo mantuvieron informado del proyecto independentista. En agosto de 1823, días antes del alzamiento, los principales jefes fueron detenidos y condenados a destierro. Se destaca el joven poeta José María Heredia, que al igual que Varela, se convirtió en un símbolo de la emancipación. Sus vibrantes poemas escritos en el destierro, declarando el amor por su tierra y el rechazo al régimen colonial, contribuyeron a la formación del sentimiento nacional.

Se produjo otro intento revolucionario protagonizado por Francisco (Frasquito) Agüero Velasco y Andrés Manuel Sánchez, jóvenes camagüeyanos de ideas independentistas. Frasquito Agüero pertenecía a la Liga de la Cadena, logia vinculada a la conspiración de Lemus de 1823. Ordenada su detención logró escapar de su localidad y posteriormente de la Isla hacia Estados Unidos. Su estancia en Norteamérica le permitió conocer obras que contenían las ideas más progresistas de la época como Los derechos del hombre y La edad de la razón de Tomás Paine y El Contrato Social de Rousseau.

En 1825 embarcó hacia Maracaibo, Venezuela. Allí redactó los estatutos de una organización masónica que llamó Arcana Globa de Mara, Orden Chimborajana y Círculo de la Esfera donde se advierte la influencia bolivariana. En ellos se establece que para pertenecer a la Orden Chimborajana se requería tener amor a la patria, la independencia, la libertad e igualdad y tener trabajo honrado. Además, era imprescindible ser “indiano en la extensión de la tez”,[23] prueba de que en su proyecto no existían limitaciones raciales. De Maracaibo pasó a Jamaica, el lugar más cercano para trasladarse a Cuba. Pretendía infiltrarse en la Isla, organizar un levantamiento armado y solicitar el apoyo de Bolívar. En enero de 1826, junto al joven mulato Andrés Manuel Sánchez, salió hacia Cuba y desembarcó en las proximidades de Santa Cruz del Sur, Camagüey. Fueron sorprendidos en el ingenio donde se ocultaban y conducidos a Puerto Príncipe para ser juzgados. El 16 de marzo de 1826 fueron condenados a muerte por el delito de alta traición. Se recordaron como los primeros mártires de la independencia de Cuba.

La última conspiración de esta década fue La Gran Legión del Águila Negra, formada como una sociedad secreta de desterrados cubanos en México que basaban sus planes en los de los generales mexicanos Guadalupe Victoria y Antonio López de Santa Ana. Dependientes de la ayuda mexicana constituyeron una pequeña fuerza conspirativa que inició sus actividades entre 1827-1828 y llegó a tener ramificaciones en pueblos cercanos a La Habana y Remedios. Para impedir delaciones establecieron una rigurosa compartimentación, pero la detención de uno de sus miembros en 1829 permitió capturar un grupo de conspiradores y con ello se desintegró la conspiración. Nunca se pudo conocer la identidad de sus jefes y su verdadera magnitud.

El proceso de formación nacional se evidenció en estos movimientos independentistas de la Isla porque proponían su realización a partir de la integración cultural y social de los elementos étnicos y culturales que formaban la comunidad insular. Pretendían la creación de un estado nacional integrado por ciudadanos iguales ante la ley. Por tanto, Varela, Lemus y Agüero fueron verdaderos exponentes de la nacionalidad y nación en formación.

El movimiento independentista, estimulado por las repúblicas latinoamericanas, no logró sus objetivos en la década del 20 porque no fue una tendencia política fuerte,

[...] dado el carácter incipiente y embrionario de la clase media, portadora del proyecto independentista [...] Por el momento, el pueblo/nación no se había constituido y los estratos y las clases que objetivamente debían formar parte de él, las grandes masas de esclavos africanos, un restringido sector campesino, el artesanado y la intelectualidad no tenían una plena conciencia de su interés nacional.[24]

Indiscutiblemente también influyó en el fracaso del movimiento independentista la actitud de los grandes productores esclavistas y la actitud de los círculos de poder de los Estados Unidos en contra de la independencia de Cuba. La posición reaccionaria de los poderosos esclavistas fue decisiva para derrotar todos los intentos de lucha anticolonial y lo demostró colaborando con el poder colonialista para frustrarlos. Conociendo los resultados de la Revolución de Haití que triunfó en 1804, del proceso independentista latinoamericano y la posición abolicionista de Bolívar, la oligarquía dominante no arriesgaría sus intereses. Arango definiría claramente la posición política de su clase cuando afirmaba a sus colegas reformistas:

[...] si queréis conservar vuestras vidas y fortunas, jurad con santo entusiasmo mantener en todo trance, sea de la especie que fuere, y cueste lo que costare, el juicio y la tranquilidad que tuvisteis hasta aquí. A ella debéis tan asombrosos progresos en épocas tan desventuradas, y a ella deberéis que nuestra patria llegue a su virilidad perfecta con mucha anticipación, y lo que es más, sin zozobras y sin manchas [...][25]

Se notará que, a juicio del ideólogo de los grandes esclavistas, no podía valorarse siquiera la posibilidad de una alternativa independentista como solución a las contradicciones colonia-metrópoli sino mantener a cualquier precio la posición reformista porque ella había garantizado el bienestar económico alcanzado y las perspectivas de desarrollo futuro.

En cuanto a la actitud de los círculos de poder de los Estados Unidos se tratará en el epígrafe 1.3 dedicado a las aspiraciones expansionistas estadounidenses.

1.2.4 El abolicionismo como expresión social de los segregados y explotados

La negativa del poder colonial y de la clase dominante a tener en cuenta las aspiraciones sociales de los negros y mulatos libres, estamento segregado, así como de los esclavos, clase oprimida, alimentaron la permanente inconformidad social y política de esta población profundamente explotada que en los años 40 protagonizó una cadena de sublevaciones en ingenios de Cienfuegos, Trinidad, Cárdenas y Matanzas.

El origen de la rebeldía esclava estuvo en la aspiración del esclavo a la libertad aun al precio de la muerte. Desde los primeros tiempos de la conquista y colonización los esclavos se fugaban a los montes y peleaban hasta morir para alcanzar la condición de hombres libres.

El palenque fue la culminación del cimarronaje. Escapar a los montes no solo era un reto a la sociedad que los condenaba a la esclavitud sino la recreación de modos de vida propios. Se acataba la jefatura de una autoridad de prestigio asentada en la ascendencia real en su tierra de origen, jerarquía religiosa o don de mando natural que imponía organización y disciplina. Nacía la solidaridad y la colectividad entre los rebeldes, era un medio de unidad frente a los representantes del poder colonial. Desarrollaban cultivos, convivían en lo más intrincado del bosque, con la comida insegura, hinchados por el guao o picados por el alacrán, con el temor a ser descubiertos en cualquier momento pero con la esperanza de lograr una vida mejor.

La fusión en el palenque de las diversas culturas africanas condujo a una cultura que conservó rasgos de africanidad en la medida en que fue baluarte de resistencia contra la cultura impuesta por el europeo. Esta fusión también se desarrolló, como se ha planteado, en las plantaciones y en los pueblos.

Con el incremento vertiginoso de la trata africana a partir de 1790, el desequilibrio demográfico y social que ella provocó así como las circunstancias internacionales que estimularon la actividad política de todos los sectores sociales, particularmente de estos estamentos interesados en la abolición de la esclavitud, la clase dominante junto al poder colonial crearon un sistema represivo para evitar la rebeldía esclava que se mantuvo a lo largo de la primera mitad del siglo XIX . Ejemplos significativos de la actividad abolicionista son la conspiración de Aponte (1812) y La Escalera (1844). Un aspecto importante a destacar es la influencia del contexto internacional en ambos acontecimientos, incentivándolos, porque la actividad conspirativa o las rebeliones de los negros, libres o esclavos, tenía sus raíces en las condiciones que generaba la propia esclavitud. Las autoridades coloniales se empeñaron en aplastar en germen toda tentativa de organización de la población libre de color, presuntos ideólogos y cabecillas, ilegalizando cualquier movimiento de agrupación que no fuera el permitido. Los cabildos, cofradías y milicias de color fueron creados por el poder colonial para controlar social y culturalmente a los negros y mulatos libres de la colonia.

Pese a todos los esfuerzos, en la conspiración de Aponte, por primera vez negros y mulatos libres establecieron contacto con los esclavos de las plantaciones, estimulándolos a la lucha e integrándolos a un movimiento que tenía como objetivos la eliminación de la trata, la esclavitud y el derrocamiento de la tiranía colonial para establecer una sociedad sin discriminaciones. El plan de la conspiración demostraba en sus jefes una capacidad de organización apreciable. José Antonio Aponte, negro libre de 51 años, era carpintero con grandes facultades artísticas como tallista y pintor. Tenía gran influencia en el cabildo de nación y además era cabo del batallón de milicias de pardos y morenos de La Habana, se dice que había sido iniciado por Bassave en la conspiración de Román de la Luz pero no fue incluido en el proceso.[26] A fines de 1811 organizó un amplio movimiento conspirativo que se extendió desde La Habana a Bayamo, Holguín, Puerto Príncipe, Remedios y pueblos cercanos a la capital. Fue delatado a las autoridades coloniales el 15 de marzo de 1812. En su casa se encontraron libros y documentos sobre la esclavitud de procedencia haitiana de lo que se dedujo la vinculación de los conspiradores con el exterior. Aponte y sus más cercanos colaboradores fueron condenados a muerte y se exhibió su cabeza dentro de una jaula de hierro como escarmiento.

La Escalera es un reflejo de los mecanismos brutales de todo el sistema esclavista. El propietario del ingenio Trinidad en Matanzas comunicó a las autoridades que había recibido información de que iba a estallar una gran sublevación de negros. Se inició una violenta represión conocida en la historia como La Escalera porque los detenidos eran azotados amarrados a una de ellas. Durante la investigación fueron procesadas más de 3 000 personas, de ellas 96 blancos, que sufrieron prisión o fueron fusiladas. El gobierno colonial argumentó, para justificar esta ola de encarcelamientos y bestiales castigos, que se tenían pruebas de una gran conspiración dirigida por negros y mulatos libres para eliminar la población blanca, liberar a los esclavos y constituirse en poder. Se dice que en realidad La Escalera fue una manipulación de las autoridades para frenar la ola de alzamientos esclavos, liquidar lo más prominente de la población libre de color, como el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), y la intimidación de intelectuales blancos de ideas abolicionistas.

En la actualidad, investigaciones realizadas afirman que existían grupos conspirativos en las ciudades y proyectos de alzamiento con cierta coordinación en una amplia zona del occidente. No se ha confirmado si las personas libres de color constituyeron un centro director del movimiento, pero las evidencias documentales prueban la existencia de varias redes conspirativas de esclavos y libres. La actividad desplegada por ambos a lo largo de la primera mitad del siglo, respalda el criterio de que estos sectores tenían un nivel organizativo, experiencia de lucha y conciencia clara de sus intereses por lo que estaban en condiciones de plantearse objetivos más ambiciosos.[27]

1.2.5 El anexionismo. José Antonio Saco y la defensa de la nacionalidad cubana

La motivación principal que impulsó a la oligarquía esclavista por la alternativa de la anexión fue el mantenimiento de la esclavitud, la protección de sus propiedades, una nueva opción política para garantizar su interés económico. Estados Unidos se presentaba como la metrópoli adecuada: mantenía la esclavitud en los estados del sur, tenía la capacidad para reprimir sublevaciones esclavas, enfrentaba las presiones abolicionistas inglesas, era el principal mercado para el azúcar cubano y su gobierno estaba muy interesado en anexarse a la Isla.

Se formaron diferentes núcleos anexionistas en la Isla, integrados por diversos sectores de la sociedad colonial. El núcleo habanero tenía como principal motivación para la anexión la preservación de los intereses y propiedades esclavistas. Alrededor de 1847 fundaron el Club de La Habana, asociación secreta que se proponía lograr la anexión y donde figuraban grandes propietarios de ingenios, profesionales y escritores como Miguel Aldama, José Luis Alfonso y Cristóbal Madan.

Realizaron gestiones con algunas figuras estadounidenses para que el gobierno de la Unión ofreciera a España una indemnización que los cubanos pagarían por el traspaso de la soberanía de la Isla. En 1848 el Club adoptó un nuevo medio para la anexión: ofreció 3 millones de pesos a un general norteamericano para que invadiera a Cuba. En ese año otros cubanos en Nueva York se asociaron para iniciar la divulgación de las ideas anexionistas con la publicación de un periódico, en inglés y español, para garantizar la propaganda anexionista dentro de Estados Unidos y Cuba. El periódico La Verdad estaba dirigido por Gaspar Betancourt Cisneros.

El núcleo villareño también intentaba proteger los intereses y propiedades esclavistas. Dentro de él se destacó Narciso López, que paralelamente al Club de La Habana preparaba un alzamiento con fines anexionistas. Al establecer contacto con el núcleo habanero aplazó sus planes para asegurar el éxito común. La conspiración de Manicaragua o Mina de la Rosa Cubana, que López dirigía, fue descubierta y pudo escapar a los Estados Unidos. Desde este territorio protagonizó tres intentos expedicionarios entre 1850-1852 financiados por los esclavistas sureños de Estados Unidos, interesados en romper el equilibrio político de la Unión y sumar a Cuba como un estado esclavista más. Lo importante de las expediciones de López fue la confección del escudo y la bandera cubana que ondeó por primera vez en Cárdenas en 1851. Fue capturado en su última expedición y condenado a muerte en garrote vil.

En Puerto Príncipe y ramificaciones en Oriente se reunieron terratenientes que compartían las ideas anexionistas con otros propósitos. Pretendían el desarrollo capitalista de la Isla adoptando el modelo democrático del norte de los Estados Unidos. También existían personas opuestas al dominio español, antiguos independentistas o reformistas, que habían perdido la confianza en la capacidad de los cubanos para lograr la independencia de la Isla con sus propias fuerzas. Se destaca el caso del hacendado camagüeyano Joaquín de Agüero que suprimió la esclavitud en sus propiedades y se alzó en 1851 contra España. Supo morir con valentía y se convirtió en un símbolo para los patriotas de su región.

Del pensamiento de Fidel Castro:

En aquella época, separatismo e independentismo no estaban absolutamente diferenciados para todos los cubanos. Veían al español, sentían al español, vivían bajo su opresión, bajo sus abusos, bajo sus injusticias, y lo odiaban profundamente. Ansiaban, en primer lugar, separarse de España; pero todavía subsistía confusión sobre el destino definitivo de Cuba.

Discurso en ocasión del centenario de la caída en combate del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz el 11 de mayo de 1973, en Fidel Castro: Cinco textos sobre nuestra historia, Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 2008, p. 102. Los anexionistas negaron la existencia de la nacionalidad y el patriotismo cubano para justificar la absorción política, social y cultural de Cuba por los Estados Unidos. Estos criterios provocaron una batalla de ideas, entre los anexionistas y José Antonio Saco, el único que levantó su voz en defensa de la nacionalidad cubana:

[...] Para disipar la confusión en que mis imputadores han envuelto esta materia, es preciso que antes sepamos lo que es nacionalidad. Confieso que no es fácil definir claramente esta palabra: porque consistiendo la nacionalidad en un sentimiento, los sentimientos se sienten, pero nunca se explican bien. Así en vez de valerme de definiciones imperfectas y obscuras, me serviré de ejemplos y diré: que todo un pueblo que habita un mismo suelo, y tiene un mismo origen, una misma lengua, y unos mismos usos y costumbres, ese pueblo tiene una nacionalidad. Ahora bien: ¿no existe en Cuba un pueblo que procede del mismo origen, habla la misma lengua, tiene los mismos usos y costumbres, y profesa además una sola religión, que aunque común a otros pueblos, no por esto deja de ser uno de los rasgos que más la caracterizan? Negar la nacionalidad cubana es negar la luz del sol de los trópicos en punto de mediodía [...][28]

El centro de su posición antianexionista fue que la Isla, anexada a los Estados Unidos, perdería su nacionalidad porque sería absorbida por una cultura totalmente diferente. Se renunciaba a la aspiración de tener patria algún día y este elemento hizo de la tendencia anexionista la más negativa de todas las opciones políticas de la primera mitad del siglo XIX : su raíz antinacional.

El anexionismo negó la necesidad de la independencia, el camino a la nacionalidad y nación cubanas. Surgió para prolongar la existencia de la esclavitud y la sociedad clasista-estamental que frenaba el proceso de integración sociocultural.

Del pensamiento de José Antonio Saco:

Contemplando lo que Cuba es bajo el gobierno español, y lo que sería incorporada a los Estados Unidos, parece que todo cubano debiera desear ardientemente la anexión; pero este cambio tan halagüeño ofrece al realizarse, grandes dificultades y peligros.

(...) debo decir francamente, que a pesar de que reconozco las ventajas que Cuba alcanzaría, formando parte de aquellos Estados, me quedaría en el fondo del corazón un sentimiento secreto por la pérdida de la nacionalidad cubana.

(...) la anexión, en último resultado, no sería anexión, sino absorción de Cuba por los Estados Unidos.

(...) yo desearía que Cuba no solo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no anglo-americana.

Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, Instituto del Libro, La Habana, 1971, pp. 333-334

El concepto de nacionalidad de Saco excluía a toda la población negra, descendiente del africano pero ya transculturada en tierra cubana. Fue una limitación del destacado intelectual que no pudo trascender la época en que vivía, la sociedad esclavista, pero de indudable importancia en el camino hacia una conciencia y formación nacional.

Las contradicciones generadas por la esclavitud en la nación estadounidense desembocaron finalmente en su abolición y este fue un elemento importante para que a mediados de la década del 50 la acción anexionista de los círculos de poder norteamericanos se debilitara hasta entrar en crisis.

Actividades para el estudio independiente

1. Resume las transformaciones económicas que se desarrollaron en la economía colonial con el auge de la plantación.

2. Determina los factores que provocaron la crisis de las relaciones esclavistas.

3. Establece la vinculación entre las transformaciones económicas durante el auge y la crisis de la plantación y los cambios en la sociedad. ¿Qué repercusión tuvo en el proceso de integración sociocultural?

4. Resume las características principales de la tendencia reformista en los diferentes momentos de su evolución: principales figuras y las ideas que defienden.

5. Valora la personalidad de Félix Varela a partir de la información que te aporta el libro de texto.

6. A continuación te presentamos dos textos de naturaleza diferente, una poesía que es una expresión artística y un texto en prosa que es un trabajo político. Analízalos detenidamente, determina sus ideas esenciales y establece la relación entre ellos:

[...] ¡Cuba! Al fin te verás libre y pura

como el aire de luz que respiras,

cual las hondas hirvientes que miras de tus

playas la arena besar.

Aunque viles traidores le sirvan,

Del tirano es inútil la saña,

Que no en vano entre Cuba y España

tiende inmenso sus olas el mar.

(Fragmento del "Himno del Desterrado" de José Ma. Heredia)

[...] Quiera o no quiera Fernando, sea cual fuere la opinión de sus vasallos en la isla de Cuba, la revolución de aquel país es inevitable. La diferencia solo estará en el tiempo y en el modo [...] La isla de Cuba sigue la ley de la necesidad, y así como por ella se conserva dependiente, por ella misma puede verse precisada a tomar otro partido [...]

(Fragmento de "Tranquilidad en la isla de Cuba" de Félix Varela y Morales)


7. Interpreta el siguiente planteamiento de Francisco de Arango y Parreño y elabora un comentario sobre la posición de la oligarquía esclavista ante las ideas independentistas.

Contamos en todos los casos y estados, con los grandes propietarios, con esos buenos vasallos y malísimos soldados. Y, ¿los demás? Los jóvenes, los aventureros, los descamisados, la gente de color, los esclavos [...] ¡Cuántos enemigos, si un ejército de revolucionarios enarbola en nuestras playas su bandera de recluta!

(Fragmento de "Consulta sobre los riesgos que amenazan a Cuba al terminar el año 1825" de Francisco de Arango y Parreño)


8. A continuación aparecen dos fragmentos de documentos que ejemplifican la polémica entre Gaspar Betancourt Cisneros y José Antonio Saco sobre la tendencia anexionista. Primero determina las ideas fundamentales que plantean y después responde las siguientes interrogantes:

a) ¿Qué argumentos utilizaron Cisneros y Saco para fundamentar sus criterios?

b) ¿Estos criterios se corresponden con sus posiciones políticas?

c) ¿Qué elementos utiliza Saco para fundamentar la existencia de la nacionalidad cubana?

d) ¿Qué relación existe entre su concepto de nacionalidad con el proceso de integración sociocultural del pueblo cubano?

e) Elabora una pequeña conclusión donde valores con cuatro elementos el anexionismo de la primera mitad del siglo XIX .

[...] Cuba anexada adquiriría riquezas sólidas, sin escrúpulos, zozobras ni peligros. Los 500 000 advenedizos como te place en llamarlos, no serían por cierto 500 000 salvajes africanos, malayos e indios, que es la gente que los cubanos pueden esperar que les permita traer el gobierno de España para cruzar y perfeccionar su noble raza, sino que será 500 000 yanquis, irlandeses, alemanes, franceses, suizos, belgas, diablos y demonios, pero diablos y demonios blancos, inteligentes, industriosos, y además con máquinas, instrumentos, industrias, métodos, capitales y cuanto más poseen y emplean los hombres libres en la producción de la riqueza.

(Gaspar Betancourt Cisneros)

[...] Debo confesar con todo el candor de mi alma, que me quedaría un reparo, un sentimiento secreto de la pérdida de nuestra nacionalidad, de la nacionalidad cubana [...] Nunca olvidemos que la raza anglosajona difiere mucho de la nuestra por su origen, lengua, religión, usos y costumbres [...] La idea de la inmortalidad es sublime porque prolonga la existencia de los individuos más allá del sepulcro, y la nacionalidad es la inmortalidad de los pueblos y el origen más puro del patriotismo [...] No seamos el juguete desgraciado de hombres que con sacrificio nuestro quisieran apoderarse de nuestra tierra, no para nuestra felicidad, sino para su provecho.

(José Antonio Saco)


9. Argumenta con cuatro elementos la contribución de las tendencias reformista, independentista y anexionista al proceso de formación nacional durante la primera mitad del siglo XIX .

10. Redacta un texto donde expliques las causas de la rebeldía esclava.

11. Caracteriza con cuatro elementos como mínimo:

– Soles y Rayos de Bolívar

– Francisco Agüero

– José Antonio Aponte

– Conspiración de La Escalera

12. Establece la relación entre los acontecimientos, personalidades y procesos históricos que se estudian en este epígrafe del texto y la historia de tu localidad.

1.3 Aspiraciones expansionistas de los Estados Unidos hacia Cuba durante la primera mitad del siglo XIX

La posición de los círculos de poder de los Estados Unidos en contra de la independencia cubana se debía a su aspiración de anexarla a la Unión. Apoderarse de la Isla fue un deseo de la Federación estadounidense, antes de constituirse en un estado independiente. Por ejemplo, en 1767 Benjamín Franklin, uno de los fundadores de la nación estadounidense, expresó la necesidad de colonizar el valle del Mississippi para ser usado contra Cuba.[29]

El deseo de apoderarse de la Isla se fortaleció en los inicios del siglo XIX , se manifestó en la actividad desplegada por el presidente Thomas Jefferson. Este presidente, símbolo de la democracia norteamericana por los principios que dejó establecidos en la Declaración de Independencia de su país, fue un enemigo de la independencia de Cuba y un promotor de la anexión de la Isla a Estados Unidos. En noviembre de 1805 realizó la primera declaración oficial del deseo de apoderarse de Cuba al notificarle al ministro de Gran Bretaña en Washington que, en caso de guerra con España, Estados Unidos se apoderaría de la Isla.[30] Merry, el ministro inglés, trasladó la comunicación a su gobierno. Jefferson insistió en la misma idea en agosto de 1807.

En 1808 continuó ocupándose de la adquisición de Cuba. Con la invasión de España por las tropas napoleónicas se presentó la oportunidad de indagar en la Isla para conocer la opinión de las autoridades coloniales y los productores criollos sobre una posible anexión a los Estados Unidos. Con ese objetivo Jefferson envió a La Habana, en 1809, al general James Wilkinson. Este agente se entrevistó con el gobernador Salvador Muro Salazar, Marqués de Someruelos y en la conversación le expresó las simpatías de su país por España y además comentó que existía un abismo que separaba a la madre patria de sus colonias; sugirió que lo más conveniente a sus intereses sería el traspaso de la Isla a Estados Unidos. Someruelos no se dejó seducir y la misión de Wilkinson fracasó. En un informe del encargado de negocios español en Estados Unidos al Ministro de Estado en Madrid se expresaba la opinión de que la misión de Wilkinson formaba parte de un vasto proyecto para lograr “[...] la reunión del reino de México y las islas de Cuba y Puerto Rico bajo estos Estados Unidos”.[31]

En 1810 continuaron los planes anexionistas con un nuevo presidente, James Madison. Él indicó a su ministro en Londres, William Pickney, que hiciera saber a la administración inglesa que:

La posición de Cuba da a los Estados Unidos un interés tan profundo aun en el destino de esa isla, que aunque pudieran permanecer inactivos, no podrían ser espectadores satisfechos de su caída en poder de cualquier gobierno europeo que pudiera hacer de esa posición un punto de apoyo contra el comercio y la seguridad de Estados Unidos.[32]

Además nombró como cónsul en La Habana a William Shaler con las instrucciones de hacer saber que el gobierno de Estados Unidos no permitiría que ningún territorio español pasara a dominio de otra potencia extranjera. Simultáneamente debía explorar la disposición de los criollos hacia la anexión. Por sus actividades anexionistas fue arrestado en noviembre de 1811 y se le pidió que abandonara la Isla.

Las actividades de agentes norteamericanos para incentivar la anexión dentro de la Isla encontraron la resistencia de las autoridades coloniales y la oposición de Inglaterra y Francia, potencias rivales de Estados Unidos porque también ambicionaban la posesión de Cuba.

La ambición por Cuba la advirtieron tempranamente algunos criollos como Arango y Parreño en 1811 cuando expresó:

Vemos crecer [...], en el Septentrión de este mundo (en el norte), un coloso que se ha hecho de todas castas y lenguas y que amenaza ya tragarse, si no nuestra América entera, al menos la parte Norte; y en vez de tratar de darle fuerzas morales y físicas, y la voluntad que son precisas para resistir tal combate, en vez de adoptar el medio de escapar, que es crecer a la par de ese gigante, tomando su mismo alimento, seguimos en la idolatría de los errados principios que causan nuestra languidez, y creemos conjurar la terrible tempestad, quitando los ojos de ella.[33]

Arango denunció el peligro expansionista norteamericano y ofreció la solución. La metrópoli colonial debía propiciar el desarrollo económico de la Isla modificando su política colonial, garantizando la libertad comercial, la producción, el financiamiento, entre otros aspectos. El desarrollo económico de la Isla, fundado en las relaciones capitalistas que se abrían paso en el mundo, sería el freno a la voracidad estadounidense.

Cuando en 1823 los ejércitos franceses entraron de nuevo en España, en nombre de la Santa Alianza, para derrotar a los liberales españoles y restablecer el absolutismo, los círculos de poder de Estados Unidos analizaron la política a seguir con Cuba. Existían dos peligros: Francia podía exigir a España la entrega de la Isla a cambio de su apoyo militar y por otra parte, si los ingleses ayudaban a los liberales contra los absolutistas era posible que pidieran a Cuba como premio.

Se debatió ampliamente la situación en el gobierno norteamericano, ahora presidido por James Monroe. El Secretario de Estado John Quincy Adams transmitió instrucciones muy precisas, en abril de 1823, a Hugh Nelson, nuevo ministro en España:

El traspaso de Cuba a Gran Bretaña sería un acontecimiento muy desfavorable a los intereses de esta Unión [...] La cuestión, tanto de nuestro derecho y de nuestro poder para evitarlo, si es necesario, por la fuerza, ya se plantea insistentemente en nuestros consejos, y si el gobierno se ve obligado en el cumplimiento de sus deberes hacia la Nación, por lo menos a emplear todos los medios a su alcance para estar en guardia contra él e impedirlo.[34]

En las instrucciones se detallaban las razones del interés norteamericano por Cuba y por su importancia se cita extensamente:

Puede darse por sentado que el dominio de España sobre los continentes americanos, septentrional y meridional (norte y sur), ha terminado irrevocablemente. Pero las islas de Cuba y Puerto Rico aun permanecen nominalmente, y hasta tal punto realmente, bajo su dependencia, que todavía goza aquella del poder de transferir a otros su dominio sobre ellas y, con éste, la posesión de las mismas. Estas islas por su posición local son apéndices naturales del continente norteamericano, y una de ellas (la isla de Cuba), casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones, de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión. La dominante posición que posee en el Golfo de México y en el Mar de las Antillas, el carácter de la población, el lugar que ocupa en la mitad del camino entre nuestra costa meridional y la isla de Santo Domingo, su vasto y abrigado puerto de La Habana que hace frente a una larga línea de nuestras costas privadas de la misma ventaja, la naturaleza de sus producciones y la de sus necesidades propias; que sirven de base a un comercio inmensamente provechoso para ambas partes, todo se combina para darle tal importancia en la suma de nuestros intereses nacionales, que no hay ningún otro territorio extranjero que pueda comparársele, y que nuestras relaciones con ella sean casi idénticas a las que ligan unos con otros los diferentes Estados de nuestra Unión.

Son tales, en verdad, entre los intereses de aquella isla y los de este país, los vínculos geográficos, comerciales y políticos, formados por la naturaleza, fomentados y fortalecidos gradualmente con el transcurso del tiempo que, cuando se echa una mirada hacia el curso que tomarán probablemente los acontecimientos en los próximos cincuenta años, casi es imposible resistir la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República Federal será indispensable para la continuación de la Unión y el mantenimiento de su integridad [...]

Es obvio que para ese acontecimiento (la anexión de la Isla a Estados Unidos) no estamos todavía preparados, y que a primera vista se presentan numerosas y formidables objeciones contra la extensión de nuestros dominios dejando el mar por medio [...] Pero hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento puede, aunque no quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que la Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno.[35]

Es evidente que este documento expresa la esencia de la política estadounidense hacia Cuba, la decisión de apoderarse de la Isla pero esperarían el momento oportuno: la política de la fruta madura. Esta estrategia está contenida en el mensaje al Congreso del presidente James Monroe, en diciembre del propio año 1823, conocido como Doctrina Monroe.

La Doctrina Monroe declaraba que el continente americano no podía ser considerado como objeto de futura colonización por ninguna potencia extranjera, que Estados Unidos no intervendría en los asuntos europeos y que todo intento de las potencias europeas de apoderarse de cualquier porción de este hemisferio sería considerado por Estados Unidos como peligroso para su paz y seguridad.

Este instrumento geopolítico garantizaba el hegemonismo norteamericano en el continente americano cuando advertía a las potencias europeas, Inglaterra y Francia, que no aceptaría su intromisión en la América, esto solo quedaba reservado a la Unión. Aseguraba que Cuba permaneciera por el momento en manos españolas hasta tanto las condiciones les permitieran apoderarse de la Isla, siempre la anexión y no la independencia. La Doctrina Monroe mantenía la continuidad de las aspiraciones expansionistas que caracterizaron la política norteamericana.

En el Congreso de Panamá, en julio de 1826, Simón Bolívar tenía el objetivo de lograr el consenso para crear una fuerza militar que apoyara la independencia de Cuba y Puerto Rico. Este proyecto fue neutralizado por la fuerte oposición del gobierno norteamericano. El general José Antonio Páez expresó en sus memorias: “El gobierno de Washington, lo digo con pena, se opuso de todas veras a la independencia de Cuba (...) ninguna potencia, ni aun la misma España, tiene en todo sentido un interés tan alto como los Estados Unidos en la suerte futura de Cuba”.[36]

Entre los años 1830 y 1845 la acción contra Cuba declinó porque los gobiernos de esa etapa se concentraron en la expansión de su territorio con la anexión de Texas. En el gobierno de James K. Polk retornó la actividad hacia la Isla, en esta ocasión se ofreció a España, en 1848, la suma de cien millones de dólares por la posesión de Cuba pero no se aceptó por las autoridades del gobierno español. Se realizaron otros intentos de compra con los presidentes Franklin Pierce en 1853 y James Buchanan en 1857.

Nunca desistieron de apoderarse de la Isla por todos los medios posibles. Deben recordarse las palabras de Jefferson a Madison: “Cándidamente confieso que he mirado a Cuba como la adición más interesante que podría hacerse a nuestro sistema de estados”.[37]

Actividades para el estudio independiente

1. Elabora una cronología de las acciones de los gobiernos estadounidenses de la primera mitad del siglo XIX para apoderarse de Cuba.

2. ¿Qué documento prueba las intenciones de los círculos de poder norteamericanos de apoderarse de la Isla? Argumenta con cuatro elementos tu selec-

ción.

3. Realiza una comparación entre la política de la fruta madura y la Doctrina Monroe.

4. Redacta un texto donde demuestres con cuatro elementos las aspiraciones expansionistas de los círculos de poder norteamericanos hacia Cuba durante

la primera mitad del siglo XIX .

1.4 Panorama de la cultura, la ciencia y la educación en Cuba durante la primera mitad del siglo XIX

(...)

Notas y referencias

  1. Felipe Pérez Cruz: Los primeros rebeldes de América, Ed. Gente Nueva, La Habana, 1988, p. 94.
  2. Rafael Azcárate Rosell: Historia de los indios de Cuba, Ed. Trópico, La Habana, 1937, p. 224.
  3. José Martí: "El Padre las Casas", La Edad de Oro, Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 1994, p. 144.
  4. Juan Pérez de la Riva: La conquista del espacio cubano, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2004, p. 72.
  5. José A. García Molina, Mercedes Garrido y Daisy Fariñas: Huellas vivas del indocubano, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 35.
  6. Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola: Historia de Cuba 1492-1898. Formación y liberación de la nación, Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 2001, p. 83.
  7. esús Guanche Pérez: España en la savia de Cuba. Los componentes hispánicos en el etnos cubano, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, pp. 204-214.
  8. Julio Le Riverend Brusone: Problemas de la formación agraria de Cuba. Siglos XVI XVII, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, p. 29.
  9. En aquellos tiempos una de las formas de consumo del producto era el rapé o polvo de tabaco muy demandado por la aristocracia europea. En sus actividades sociales lo olían para provocarse estornudos y exhibir sus finos pañuelos.
  10. Espejo de Paciencia, poema escrito por el canario Silvestre de Balboa Troya y Quesada en 1608, es considerada la primera obra de la literatura cubana. En ella se expresa la mentalidad del criollo, la fuerza que toma el sentimiento de la patria y el orgullo que sienten por su tierra.
  11. Manuel Moreno Fraginals: Aportes culturales y deculturación, Ed. Pablo de la Torriente, La Habana, 1995, pp. 9-39.
  12. Juan Pérez de la Riva: La isla de Cuba en el siglo XIX vista por extranjeros, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1981, p. 7.
  13. Hortensia Pichardo: "Discurso sobre la agricultura en La Habana y medios de fomentarla", Documentos para la Historia de Cuba, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, pp. 190-191.
  14. Jorge Ibarra Cuesta: Varela el Precursor. Un estudio de época, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, p. 229.
  15. Félix Varela: Escritos Políticos, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, p. 136.
  16. Ibídem, p. 122.
  17. Las repúblicas de Colombia y México tenían proyectos para ayudar a la independencia de Cuba y contribuir al fin del dominio español en América.
  18. Ibídem, p. 118.
  19. Eduardo Torres-Cuevas: Félix Varela, los orígenes de la ciencia y con-ciencia cubanas, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1995, pp. 304-305.
  20. Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, p. 272.
  21. Philip Foner: Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, p. 122.
  22. Ibídem, p. 124.
  23. José Ignacio Castro y Gustavo Sed Nieves: Biografías, Ed. Arte y Literatura, La Habana, 1977, pp. 99-115.
  24. Jorge Ibarra Cuesta: Varela el Precursor. Un estudio de época, p. 251.
  25. Obras de don Francisco de Arango y Parreño, t. I, Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1952, p. 376.
  26. José Luciano Franco: Ensayos históricos, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 24.
  27. Gloria García: Conspiraciones y revueltas. La actividad política de los negros en Cuba (1790-1845), Ed. Oriente, 2003, pp. 128-132.
  28. José Antonio Saco: Contra la anexión, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 174.
  29. Colectivo de autores: El Diferendo Estados Unidos-Cuba, Ed. Félix Varela, La Habana, 1996, p. 8.
  30. Ramiro Guerra Sánchez: En el camino de la independencia, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 25.
  31. Philip Foner: Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, t. I, p. 135.
  32. Ibídem, p. 136.
  33. Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. I, p. 241.
  34. Philip Foner: Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, p. 155.
  35. Philip Foner: Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, pp. 156-157.
  36. Colectivo de autores: El Diferendo Estados Unidos-Cuba, Ed. Félix Varela, La Habana, 1996, p. 19.
  37. Philip Foner: Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, p. 159.
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