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Charla con la jurista cubana, Dra. Candelaria Rodríguez (Kim Il Sung)

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Charla con la jurista cubana, Dra. Candelaria Rodríguez
AutorKim Il Sung
Escrito en3 de junio de 1994
Fuentehttps://archive.org/details/la-republica-popular-democratica-de-corea-y-la-ospaaal/page/120/mode/2up


Le doy la bienvenida a nuestro país.

Usted dice que considera un máximo honor volver a encontrarse con nosotros. Le agradezco sus palabras.

¿Cómo están los camaradas Fidel y Raúl Castro? Me alegra saber que ellos están trabajando intensamente y disfrutando de buena salud. El hombre debe trabajar mucho. Este es un deber intrínseco del revolucionario. El revolucionario tiene que buscar la tarea, sin esperarla. Siempre la busco. Como procedo así, siempre tengo mucho que hacer. Si uno no busca el trabajo, pasaría la vida sin hacer nada. En Cuba hay un refrán que dice: "Hay que morirse con las botas puestas". Es una afirmación justa que significa que el hombre tiene que trabajar hasta el fin de su vida.

Le habrá fatigado el largo viaje. Según estoy informado, camino a acá descansó algunos días en la embajada de nuestro país en Rusia, pero ¿no tuvo inconvenientes allí? Usted refirió que fue tratada bien en nuestra embajada y que se encontró con una vieja amiga; ella es hija de nuestro primer embajador en Cuba. Su padre luchó contra los imperialistas japoneses, fue arrestado y estuvo encarcelado hasta que derrotamos al imperialismo japonés y liberamos la Patria. Como ella es capaz de hablar tanto el ruso como el español, el inglés y el francés, la llevamos a muchas actividades internacionales. También cuando asistí a los funerales del Presidente Tito incluimos en la comitiva a esta políglota.

Usted dice que considera como nietos suyos a los más de 160 alumnos de nuestro país que estudian en la Isla de la Juventud de Cuba. Pues ahora se puede estimarla como abuela con 160 nietos. Esto es algo bueno. Me tranquiliza su afirmación de que nuestros becarios son disciplinados y estudiosos, llevan una vida animada y realizan muchas tareas útiles. Le agradezco por haberme transmitido los votos que han expresado el director de la Escuela Amistad Cuba-Corea y nuestros estudiantes por mi salud y una larga vida. Estos me han enviado saludos también por cartas. También están bien los familiares de nuestros becarios que están en la Isla de la Juventud. Le ruego que de regreso a su país trasmita mi saludo al director de la Escuela Amistad Cuba-Corea y a nuestros estudiantes.

Usted agradece el que la atiendan con mucha hospitalidad, pero atender a los amigos no es hospitalidad, sino algo natural. La palabra hospitalidad se utiliza en asuntos protocolares con huéspedes y no entre amigos de armas.

En la actualidad, vienen a verme muchas personas. Por ejemplo, ayer recibí a una señora que se llama Ryang Kwidongnyo a quien no veía desde que nos despedimos en el período de la lucha revolucionaria antijaponesa. Su padre desplegó junto conmigo la lucha revolucionaria desde 1931 hasta que cayó en 1935 en Xiaowangqing. Los demás familiares fueron víctimas de "operaciones punitivas" de los imperialistas japoneses. Al mismo tiempo que los combatía no tenía la posibilidad de criarla a ella en un campamento secreto en medio de la selva, por eso envié a la pequeña a la Unión Soviética. En esa época este país constituía la base de la revolución. Ella no quería separarse de mí, razón por la cual apenas pude persuadirla para que fuera junto con otros niños a la URSS. Ahora, 58 años después volvimos a encontrarnos. Quería verla e hice que la invitaran a venir. Ella tiene seis hijos y, según dijo, su marido no ve bien. Ryang Kwidongnyo conoció mil penurias. Cuando la hice venir sufría por la falta de alimentación y, según me informaron, apenas pesaba unos 35 kilos. Pienso hacer que se restablezca por completo y también traer a su esposo para que recupere la vista. Ayer, al verla le dije que podía radicarse aquí o donde quisiera. Como su estado me dio tanta pena no pude conciliar el sueño anoche. En los periódicos de hoy se ha publicado la información de mi encuentro con ella. Usted afirma que a través de mis Memorias En el Transcurso del Siglo llegó a saber bien cuánto aprecio y amo yo a los camaradas y me expresó cuánto le gusta el libro; ya se han editado los cinco primeros tomos y pronto saldrá a la luz el sexto. Se ha traducido hasta el cuarto tomo y está en proceso de traducción el quinto.

Mis Memorias se publican ahora en Rusia, China, Japón y otros países y también en el Sur de Corea. Los títeres sudcoreanos afirman que estas no se editaron ni en el Norte, ni en Japón, ni en Rusia sino que seguramente fueron editadas en el Sur, pero no saben quiénes lo hicieron. Me han dicho que los jóvenes sudcoreanos las leen con afán. Parece que por eso ellos las publican en secreto. Penetran allí también las que han sido impresas en Japón. Los rusos las están editando en grandes tiradas porque, según afirman, en ellas han encontrado las causas de la ruina de la Unión Soviética. He leído el libro que usted escribió el año pasado a su regreso de la visita que hizo a nuestro país; el mismo está bien escrito y refleja vívidamente nuestra realidad. El trabajo ha obtenido tan buen resultado que podría decirse que ha sido hecho por una persona que puede considerarse como una literata y, a la vez, una jurista. Usted manifestó su deseo de escribir acerca del camarada Kim Jong ll y de Corea, pues lo celebro.

Como el año pasado vino en invierno no habrá podido recorrer muchos lugares. Le aconsejo que esta vez visite todos los lugares que no pudo ver y que a la vez descanse tranquilamente. Es algo temprano para ir ahora al monte Paektu. Todavía está cubierto de nieve y hace frío. El 4 de junio es el día de la conmemoración de la Batalla de Pochombo que libramos nosotros, y en esa zona baja las hojas brotan en los árboles en junio. Lo más aconsejable para ir al monte Paektu sería hacerlo a fines de julio o a principios de agosto. En cuanto al monte Kumgang le será agradable visitarlo ahora también. Hay muchos cuadros sobre el monte Kumgang, entre ellos los que muestran sus paisajes en primavera, verano, otoño e invierno. Para recorrerlo se necesitarán más o menos cinco días. Creo que el año pasado usted estuvo en el monte Myohyanyg y a este lugar también es mejor ir en verano que en invierno. En lo adelante, sería bueno que cada año usted descansara en nuestro país en verano y en Cuba en invierno. Como los cubanos están habituados a un clima tropical les será difícil soportar las bajas temperaturas. También en su libro usted menciona que tuvo dificultad para soportar el frío. Usted escribió que no le tiene miedo al imperialismo pero sí al frío; tampoco me gusta el invierno porque sufrí demasiado por el frío en la época de la lucha revolucionaria antijaponesa. Los guerrilleros antijaponeses padecieron mucho por los sabañones. Lo primero que yo les enseñaba a los recién ingresados en la guerrilla era a calzarse y protegerse bien los pies.

Vamos a dar acceso libre al monte Kuwol después de acondicionarlo bien como centro de recreo. Ahora los miembros del Ejército Popular están realizando esta obra, pero parece que no podrán terminarla este año. Desde la antigüedad el Kuwol es conocido como uno de los cinco montes famosos de nuestro país. Antaño hubo un gran bonzo llamado Sosandaesa, quien dijo que Corea cuenta con cinco montes famosos: primero Paektu, segundo Kumgang, tercero Myohyang, cuarto Kuwol y quinto Jiri. Este último se halla en el Sur de Corea y los otros cuatro están en el Norte. El Kuwol se encuentra no lejos de Pyongyang y como su altura sobre el nivel del mar no es grande y hace fresco en el verano, es un lugar apropiado para el esparcimiento de la gente.

Si esta vez, como manifestó usted, quiere visitar de nuevo la estación de bombeo de dos etapas de Kiyang, pues vaya a verla y también sería conveniente que viera las obras de regadío Phyongnam. La primera puede afirmarse que es el símbolo del apoyo en las fuerzas propias. En ella está plasmado el espíritu revolucionario de nuestro Partido y del pueblo de apoyarse en sus propias fuerzas. El apoyo en las propias fuerzas significa mantenerse en pie y sustentarse por sí solo.

En lo que se refiere a la irrigación de Kiyang, pueden contarse muchas cosas interesantes. En el período de la Guerra de Liberación de la Patria, estuve una vez en la zona de Onchon, en la provincia de Phyongyan del Sur, y me dijeron que los lugareños no tenían la posibilidad de comer arroz blanco, por lo que se alimentaban solo con sorgo. Desde sus orígenes, a los coreanos les gusta el arroz blanco. El arroz comenzó a cultivarse en nuestro país desde hace varios miles de años. Antaño al arroz blanco se le llamaba el alimento de los reyes porque solo lo comían los reyes. Posteriormente, durante los 500 años de gobierno de la dinastía de los Ri, lo podían comer solo los procedentes de este linaje, razón por la cual se le llamó arroz Ri. El anhelo que nuestro pueblo abrigó a lo largo de los siglos fue comer arroz blanco con sopa de carne, vestir de seda y vivir en casa de tejas. Hacerlo realidad es una meta importante que debemos alcanzar con la edificación socialista.

Tras liberar al país decidí realizar a toda costa muchas obras de regadío para alimentar al pueblo con arroz blanco. Para ver a la población de la zona de Onchon comiéndolo era preciso abastecerla de agua de modo que pudiera cultivar el arroz, pero allí no había ningún río que pudiera servir de fuente. Por eso, estudiando el mapa del lugar pensé en cómo se podría enviar el agua hasta allí. Tras muchas reflexiones me percaté que no había otro remedio que obtenerla del Taedong. Entonces, tomé la decisión de llevar a Onchon el agua de este río aun cuando se tuviera que pasar por encima de varios montes. Si se lograba hacerlo, era posible alimentar a los habitantes de Onchon, Jungsan, Taedong, Ryonggang y otros varios distritos con arroz blanco. Sin embargo, no era nada fácil ejecutar esa obra. Por eso, me llevé al mismo terreno a Rim Kun Sang, campesino ejemplar del período de la guerra, y a los directivos del lugar para encontrar la solución. Cuando propuse construir un embalse con su correspondiente dique y elevar hasta allí el agua del Taedong para luego enviarla a la zona de Onchon, ellos estuvieron de acuerdo, asegurando que los campesinos se encargarían de levantar el dique y los miembros del Ejército Popular abrirían los canales. Pero el problema estaba en cómo conseguir las bombas de gran tamaño.

En la postguerra, importamos esos equipos de la Unión Soviética, pero nos costaban mucho y su entrega demoraba mucho tiempo. De ahí que decidiéramos fabricarlos con nuestros propios medios y asignáramos la tarea a los obreros de la Fábrica de Maquinaria de Rakwon. Les dije a ellos que sería bueno que fueran capaces de construir bombas de gran tamaño como las compradas a la URSS, pero era una tarea que escapaba de nuestra capacidad; les pregunté cuál era su opinión y les orienté que si no las podían producir con esas dimensiones las hicieran más pequeñas para destinarlas a las obras de irrigación de menor envergadura. Como respuesta ellos manifestaron su disposición de hacerlas con sus propias fuerzas, diciendo que cuando la guerra, lograron fabricar sin los recursos necesarios granadas de mano y triunfaron en la batalla, y que si los soviéticos las habían fabricado no había motivo para que ellos no pudieran hacerlas. Les animé: "No quiero oponerme a su voluntad; los que hacen la revolución tienen que poseer valor; cuando la lucha revolucionaria antijaponesa aniquilamos a los japoneses con las bombas de mano Yanji, hechas con nuestras manos". Si va al Museo de la Revolución Coreana, podrá ver expuestas esas bombas. Más tarde, a costa de tenaces y arduos esfuerzos lograron producir con sus manos bombas de gran tamaño, posibilitando concluir la obra de irrigación de Kiyang destinada a proporcionarle el agua vivificadora a decenas de miles de hectáreas de arrozales.

Los obreros de la Fábrica de Maquinaria de Rakwon poseían un firme espíritu de confiar en sus propias fuerzas y una elevadísima lealtad al Partido. Un día de la pasada Guerra de Liberación de la Patria estuve en esta fábrica y participé en una reunión de la célula del Partido, de 10 miembros del taller de fundición. Como aquel mediodía los enemigos bombardearon salvajemente la ciudad de Sinuiju, me fui a Rakwon para ver en qué situación había quedado la vida de la población como consecuencia del bombardeo. Al llegar allí, los diez militantes estaban en plena reunión en la sala de propaganda democrática del taller. Dejando afuera al oficial ayudante entré inadvertidamente en la sala donde se efectuaba dicha reunión. Estaban debatiendo sobre la tarea de los militantes del Partido para asegurar la producción en el tiempo de guerra, y como estaban tan enfrascados en el debate no se dieron cuenta de mi presencia. Solo cuando yo, después de escuchar las intervenciones de algunos militantes, pedí la palabra, me reconocieron y vitorearon, y jubilosamente se abrazaron. Explicándoles que después de triunfar en la guerra contra el imperialismo norteamericano debíamos emprender las tareas de rehabilitación y construcción y que entonces tendríamos mucho que hacer, pregunté si podían cumplir en poco tiempo esas tareas. Entonces una militante que me estaba escuchando atentamente se levantó y dijo: "Querido Primer Ministro, no se preocupe. Si ganamos la guerra, no habrá problemas en cuanto a la rehabilitación y la construcción. ¿No es cierto que logramos rehacer en dos o tres años lo que al huir los imperialistas japoneses destruyeron por completo y vivíamos bien? Deje de preocuparse tanto ya que cuando termine la guerra volveremos a restaurarlo todo y vivir bien de nuevo". Sus palabras me insuflaron mucha fe. Precisamente aquellos diez militantes del Partido de Rakwon fabricaron las bombas que están instaladas en la estación de bombeo de dos etapas de Kiyang. Produciéndolas con sus manos lograron alimentar a la población con arroz blanco. Es una acción más que provechosa. Por esta razón, valoramos altamente a estos diez como excelentes militantes. En aquel período, en nuestro país se desplegó con energía el Movimiento Chollima guiado por la consigna de apoyarse en las propias fuerzas.

El pueblo es quien lo decide todo. Al margen de sus fuerzas no se puede hacer nada. Contando con ellas es del todo posible alcanzar hasta el cielo. Desde cuando librábamos la lucha revolucionaria antijaponesa planteamos la idea de "considerar al pueblo como el cielo". El socialismo y el comunismo deben construirse apoyándose en las fuerzas del pueblo.

En la actualidad, nuestro pueblo, casi en su totalidad, come arroz blanco. Si nos esforzamos un poco más, la totalidad de la población podría comer arroz blanco con sopa de carne.

Según dicen los que estuvieron en Rusia, allí hay muchos ladrones. Ryang Kwidongnyo, quien reside en Kazajstán, vino aquí por estos días pasando por Rusia. Le regalé un reloj de oro, pero ella dijo que puede llevarlo puesto en Corea, pero no en Moscú. Explicó que si lo lleva puesto en Moscú puede perder hasta la muñeca. Esta situación es consecuencia del derrumbe del socialismo en Rusia.

En el pasado, los dirigentes de la Unión Soviética, en vez de mezclarse con las masas populares, impusieron lineamientos que trazaron de manera subjetiva y burocrática, mirando a los techos y sin moverse de sus oficinas.

La línea del partido puede realizarse si la acepta y apoya el pueblo, pero en el caso contrario resulta irrealizable. Quien edifica el socialismo es el pueblo. Como consecuencia de que los dirigentes practicaron el revisionismo, y esgrimiendo el subjetivismo y el burocratismo se divorciaron de las masas populares, se derrumbó la Unión Soviética aunque llevaba 70 años de la revolución. Este país comenzó a derrumbarse desde la época de Jruschov. Este hombre negó la dictadura del proletariado.

Jruschov nos exigía obstinadamente que ingresáramos en el Consejo de Ayuda Mutua Económica. Sin embargo, no entramos en el CAME, sino nos apoyamos en nuestras propias fuerzas. Jruschov nos propuso que utilizáramos la electricidad producida en la Hidroeléctrica de Bratsk, cerca del lago Baikal, pero nosotros no lo aceptamos, porque además de tener que tender las líneas de transmisión a lo largo de grandes distancias, desde Bratsk en la Unión Soviética hasta nuestro país, el interruptor de la fuente iba a quedar en manos de ellos. Si después de traer la energía eléctrica de la Unión Soviética ellos la desconectaban, nosotros ibamos a quedar impotentes. Por eso, en aquel entonces decidimos resolver el problema de la electricidad por nosotros mismos y así creamos la Empresa Integral de Construcción de Centrales Hidroeléctricas 17 de Marzo. Hoy, mirando retrospectivamente nos damos cuenta de que fue muy justo y acertado que nos apoyáramos en nuestras fuerzas, sin entrar en el CAME.

Hace algún tiempo falleció Honecker en Chile. Envié un telegrama de condolencia a su esposa. Es probable que ella venga a nuestro país. Honecker, cuando estaba en Moscú, me escribió para expresar su deseo de radicarse en nuestro país y yo lo acepté. Nuestro avión esperó mucho tiempo en Moscú para traerlo, pero los rusos y los alemanes no permitieron que él viniera a nuestro país. Gorbachov lo vendió a los imperialistas.

¡Qué bueno es el encuentro con los amigos de armas! Preparamos un almuerzo para usted y espero que se sirva abundantemente. Vamos a brindar por la amistad entre los camaradas de armas, por la victoria final de la revolución, por la salud de usted, y por la salud del camarada Fidel Castro. En el Concurso Culinario Internacional, organizado en Bruselas, nuestra gente ocupó el tercer lugar en la clasificación general y el primero en el renglón de sopas. A mi parecer, los platos coreanos y la medicina Coryo son tan buenos como los occidentales. Al ser informado de que en Japón no se puede curar la enfermedad de Han Tok Su, presidente del Presídium Central de la Asociación General de Coreanos Residentes en Japón, hice que lo trajeran a la Patria. Me dijeron que él tenía que moverse en una silla de ruedas y que como le temblaban las manos se veía obligado a comer con la ayuda de otra persona. En cuanto llegó a la Patria, hice una visita de consuelo al enfermo, quien se encontraba acostado. Le aconsejé que no solo debía tenerle confianza a la medicina occidental sino que era conveniente que empleara el método de la medicina Koryo. Cuando el exprimer ministro Kreisky de Austria sufrió una enfermedad que le impedía caminar, recibió tratamiento durante varios años con la intervención de especialistas invitados de varios países, entre otros de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, pero no tuvo efecto. Por eso, invitó a nuestros médicos y con su asistencia se restableció por completo y volvió a caminar. Según me dijeron, los japoneses afirmaron que el presidente Han Tok Su no podría recuperarse ni en Corea. Una vez en el país, él se sometió todos los días a la aplicación de ventosas, acupuntura y otros métodos de tratamiento Coryo y ahora puede caminar y comer por sí solo. Dice que cuando regrese a Japón después de haberse restablecido por completo, hará gala de su salud.

Usted dice que me agradece una vez más por nuestra expresada hospitalidad, pero siéntase como en su casa y pase el tiempo provechosamente combinando el descanso y las visitas. Si durante su estancia ocurre algún problema, se lo planteará al presidente o al vicepresidente del Comité de Relaciones Culturales con el Extranjero. Entonces ellos me lo informarán.