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Reforcemos la lucha antimperialista y antiyanqui (Kim Il Sung)

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Publicado por la revista Tricontinental No.1 de 1967

Reforcemos la lucha antimperialista y antiyanqui
AutorKim Il Sung
Escrito en1967
Fuentehttps://archive.org/details/la-republica-popular-democratica-de-corea-y-la-ospaaal/page/20/mode/2up

Hace dos años se fundó en La Habana, capital de Cuba, la Organización de la Solidaridad de los Pueblos de África, Asia, y América Latina (OSPAAAL). Esto constituyó un acontecimiento de gran significación. El objetivo y el ideal que persigue esta Organización han ganado una gran simpatía entre cientos de millones de personas de África, Asia, y América Latina, y están ejerciendo una gran influencia sobre el proceso de los grandes cambios que tienen lugar hoy en el mundo entero.

Los pueblos de Asia, África y América Latina, que durante siglos estuvieron sometidos a la opresión y el saqueo del capitalismo y el imperialismo occidental, se han levantado valientemente, apareciendo así en el escenario de la historia. Una poderosa marea de la lucha de liberación nacional se está levantando con una fuerza que nadie puede doblegar. Cientos de millones de hombres de los tres continentes están luchando por su liberación, y por salvaguardar los logros revolucionarios ganados. El sistema colonial del imperialismo va desmoronándose con rapidez.

Para mantener su antigua posición y recuperar sus baluartes ya perdidos, el imperialismo realiza los más desesperados esfuerzos de vida o muerte. A medida que este se aproxima a su derrota final, la lucha contra él se torna cada vez más fiera.

Es por esta razón que los pueblos no pueden menos que continuar su lucha, levantando en alto la bandera antimperialista, hasta que el imperialismo sea derrotado por completo en este mundo. Así, pues, los países que han ganado recientemente su independencia sacudiéndose del yugo imperialista, tienen ante sí las tareas importantes, pero muy difíciles de hacer progresar su revolución defendiendo la independencia nacional, y apoyar la lucha de liberación de los pueblos que todavía están bajo el yugo del imperialismo. Los pueblos independizados deberían luchar por destruir las actividades subversivas del imperialismo extranjero y de las fuerzas reaccionarias internas, y liquidar sus bases económicas; por fortalecer las fuerzas revolucionarias y establecer un régimen social progresista, y por construir una economía nacional independiente y una cultura nacional. Solo haciéndolo así podrán lograr la prosperidad del país y la nación, salvaguardando sus conquistas revolucionarias, y hacer su aporte a la lucha conjunta de todos los pueblos del mundo, por enterrar al imperialismo.

Asia, África y América Latina constituyen el 71% de toda la superficie de la Tierra. Tienen más de dos tercios de toda la población mundial, e inagotables fuentes de recursos naturales. El imperialismo ha crecido y engordado chupando la sangre de los pueblos de estos continentes y saqueando las riquezas naturales. Hoy en día también extrae cada año una ganancia de decenas de miles de millones de dólares en estas regiones. Si se elimina por completo el viejo y nuevo colonialismo en Asia, África y América Latina, ni la Europa Occidental imperialista, ni la Norteamérica imperialista, podrán mantener su existencia. Es por esta razón que la lucha antimperialista y anticolonial de los pueblos de Asia, África y América Latina no solamente es una lucha sagrada de liberación de cientos de millones de seres humanos, oprimidos y maltratados, sino al mismo tiempo, una gran lucha dirigida a quitarle al imperialismo mundial esa fuente de vida. Esta lucha constituye, junto con la lucha revolucionaria de la clase obrera internacional por el socialismo, una de las dos grandes fuerzas revolucionarias de nuestra época, las cuales se han unido a una corriente que va a barrer al imperialismo.

Los imperialistas no pueden regalar la independencia a los pueblos coloniales. ¿Acaso hay necesidad de probar lo mentirosas que son las declaraciones de los imperialistas que dicen que el mundo occidental puede ayudar a los pueblos de los tres continentes en su esfuerzo por lograr la independencia y el progreso, y coexistir con Asia, África y América Latina libres e independientes? La naturaleza del imperialismo no puede cambiar, ni jamás podrá hacerlo. Este explotará, oprimirá y saqueará a los pueblos hasta el momento en que se lo derrote definitivamente.

Los pueblos oprimidos podrán librarse solo a través de la lucha. Esto es una simple y clara verdad, ya probada por la historia. Es necesario, por lo tanto, quitar la máscara a la propaganda de los imperialistas y deshacer por completo la ilusión de que se crea que estos cederán a voluntad sus posiciones que tienen en sus colonias y los países dependientes. Donde hay opresión, hay también resistencia. Es una cosa inevitable el que los pueblos oprimidos luchen por su propia liberación. Mientras el imperialismo saquee y oprima con violencia a las naciones pequeñas, es un derecho innegable el que las naciones oprimidas luchen con las armas en la mano para resistir a los agresores.

Es un error tratar de evitar la lucha contra el imperialismo considerando que, aunque la independencia y la revolución son buenas, lo más precioso es la paz. La línea que persigue un compromiso sin principios con el imperialismo únicamente fomenta las maniobras agresivas de este, y aumenta el peligro de la guerra. ¿Acaso no es esto un hecho? La paz acompañada por la sumisión esclavista no es una paz verdadera. Esta no puede ser lograda, si no luchamos contra los perturbadores de la misma y no derrocamos el dominio de los opresores oponiéndonos a la paz esclavista. Al mismo tiempo que nos oponemos a la línea transigente con el imperialismo, no podemos también admitir a aquellos que de hecho se muestran cobardes en la lucha contra él, aunque de palabra hablan ruidosamente de que se oponen a este. Esto no es sino el dorso de la línea de compromiso. Tanto aquello como esto, no tienen nada que ver con la verdadera lucha antimperialista, y solo sirven de ayuda a la política de agresión y de guerra del imperialismo.

Para combatir al imperialismo es importante, ante todo, concentrar el ataque en el imperialismo norteamericano, cabecilla del imperialismo mundial. Al extender sus garras de agresión a todos los pueblos del mundo, el imperialismo norteamericano se ha convertido en el enemigo común de la humanidad. No hay sobre el globo ni siquiera un país cuya independencia no haya sido violada por el imperialismo yanqui o sobre el cual no se cierna la amenaza de agresión por parte de este. Los imperialistas yanquis están reprimiendo salvajemente la lucha de liberación de los pueblos de Asia, África y América Latina, y perpetrando sin cesar las maniobras agresivas y actividades de subversión para someter de nuevo a los países recién independizados bajo el yugo de su dominación. Exponiendo francamente su naturaleza bandidesca, están llevando a cabo la guerra agresiva contra un país socialista, e interviniendo en los asuntos internos de otros países.

Durante los 20 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, no ha habido ni un solo día en que la llama de agresión y guerra encendida por los imperialistas yanquis se haya apagado. Ellos son los más siniestros y descarados saqueadores que ha conocido la historia. Son los mismos imperialistas norteamericanos los que de hecho unen a todos los pueblos de la Tierra, que exigen la paz, la independencia y el progreso, en un frente común de lucha contra ellos.

Los intereses de los pueblos de Asia, África y América Latina son comunes, y sus luchas antimperialistas y antiyanquis se apoyan mutuamente. Mientras África y América Latina no sean libres, tampoco el Asia lo podrá ser. Igualmente, cuando los imperialistas yanquis sean expulsados de Asia, esto favorecerá a la lucha de liberación de los pueblos africanos y latinoamericanos. La victoria en un frente de lucha contra el imperialismo yanqui vendrá a acelerar la victoria en otros frentes, puesto que la misma debilita en su medida a la fuerza del imperialismo. Independientemente del lugar donde se aniquilen las fuerzas de este, esto constituye una cosa muy positiva para todos los pueblos del mundo. De ahí, la necesidad de aislar por completo al imperialismo norteamericano, formando el más amplio frente unido antiyanqui, y, unidos así, asestarles golpes en todos los lugares adonde ellos hayan extendido sus garras de agresión. Solo de esta manera podremos dispersar y debilitar al máximo la fuerza del mismo, y lograr que los pueblos lo derroten con una potencia absolutamente superior en todos los frentes de lucha.

Ya hace más de 20 años los imperialistas yanquis ocupan la mitad Sur de nuestra Patria. Estos han implantado aquí una dominación colonial, y la convirtieron en una de sus bases militares, destinadas a agredir a toda Corea y al Asia. Aunque sufrieron una derrota vergonzosa en la guerra de agresión contra la República Popular Democrática de Corea, mantienen invariablemente su intención agresiva de conquistar a toda Corea, y realizan sin descanso maniobras para provocar una nueva guerra en esta zona.

La suprema e inmediata tarea a que se enfrenta el pueblo coreano es la de llevar a cabo la revolución de liberación nacional, liquidando el sistema colonial de los imperialistas yanquis establecido en Corea del Sur, y lograr así la reunificación de la Patria. Para realizar por completo la causa de la liberación nacional el pueblo coreano debe preparar las fuerzas revolucionarias en tres aspectos: fortalecer las fuerzas socialistas en Corea del Norte; aumentar y acumular las fuerzas revolucionarias en Corea del Sur y hacer desarrollar al movimiento revolucionario internacional y fortalecer su solidaridad con este. Corea del Norte es la base de la revolución coreana. Los éxitos de la construcción socialista logrados en esta parte del país estimulan la lucha antiyanqui de salvación nacional del pueblo sudcoreano y contribuyen a preparar las fuerzas revolucionarias en Corea del Sur. Al mismo tiempo que luchamos por reforzar y desarrollar a estas en el Norte y el Sur de Corea, nos esforzamos también para fortalecer nuestra solidaridad con las fuerzas revolucionarias internacionales. El pueblo coreano apoya la lucha de los pueblos de todos los países que se oponen al imperialismo, y la considera como un apoyo a la causa liberadora de sí mismo. Nosotros insistimos en la necesidad de que todas las fuerzas antimperialistas del mundo luchen unidas y con una acción conjunta contra el imperialismo yanqui. Nosotros estamos esforzándonos, continua e invariablemente, para alcanzar esto.

Los imperialistas yanquis temen, sobre todo, la fuerza unida de los pueblos del mundo. Es por eso que ellos por medio de toda clase de tretas entorpecen la formación de un frente unido antinorteamericano, y ponen en práctica una estrategia de conquistar uno a uno a los países débiles y pequeños. Tenemos que frustrar por completo esta estrategia del imperialismo yanqui. Los países de Asia, Africa y América Latina tienen diferentes sistemas sociales. En ellos existen también numerosos grupos partidistas con diferentes puntos de vista políticos. Sin embargo, salvo los lacayos del imperialismo, todos esos países y grupos partidistas tienen un interés común en la oposición a las fuerzas agresivas imperialistas. La diferencia en los sistemas sociales y en los puntos de vista políticos, de ninguna manera puede constituir un estorbo para luchar unidos y realizar acciones conjuntas contra el imperialismo yanqui. No se deben permitir prácticas tales como las de dividir ese frente unido antiyanqui o negar una acción conjunta, esgrimiendo intereses particulares de cada país o grupo partidista.

Tal conducta favorece únicamente al imperialismo que encabezan los imperialistas yanquis, causando, claro está, daños a los pueblos revolucionarios.

En la lucha común contra el imperialismo, es muy importante la defensa de las revoluciones que ya lograron la victoria. Por lo tanto, el luchar por las conquistas de la Revolución cubana constituye un deber internacionalista de todos esos pueblos revolucionarios. Cuba revolucionaria representa el futuro de la América Latina, e incluso el simple hecho de que ella existe, estimula el movimiento revolucionario de los pueblos de ese continente. La victoria de la Revolución cubana constituye una evidente prueba de que el imperialismo, sin lugar a dudas, será derrotado en nuestra época, y la revolución nacional liberadora y la revolución popular obtendrán sin falta la victoria. Este es el motivo por el cual el imperialismo yanqui odia tanto a ese pequeño país antillano y teme a este.

Ellos tratan de estrangular a la República de Cuba. Los pueblos latinoamericanos y los pueblos progresistas de todo el mundo tienen que hacer todo lo que esté en su poder para frustrar la política de bloqueo del imperialismo yanqui contra la República de Cuba, y destruir sus tentativas de agresión militar contra esta.

En la actualidad, la resistencia por la salvación nacional del pueblo vietnamita contra las tropas expedicionarias norteamericanas constituye el punto focal de la lucha antimperialista. Las fuerzas agresivas del imperialismo yanqui y las fuerzas antimperialistas amantes de la paz del mundo están contrapuestas cara a cara en Vietnam. Gracias a la heroica resistencia del pueblo de este país, las tropas norteamericanas sufren derrotas sucesivas y se hunden más y más en un pantano de donde no pueden salir jamás. A diferencia del cálculo hecho por los imperialistas yanquis, la guerra en Vietnam ha convertido a este país en una sepultura para los agresores. La lucha de resistencia y de salvación nacional del pueblo vietnamita demuestra una vez más claramente que es inconquistable un pueblo que está decidido a defender su independencia y su libertad desafiando cualquier sacrificio, y que goza del apoyo de los pueblos de todo el mundo.

Ahora, los imperialistas yanquis están expandiendo esa guerra en forma escalonada, aumentando y reforzando sin cesar sus fuerzas en Vietnam del Sur, introduciendo allí más tropas de los países satélites y bombardeando en gran escala a la República Democrática de Vietnam, por aire y tierra. El pueblo vietnamita con su heroico combate está llevando el peso de la resistencia contra la más bárbara y siniestra agresión imperialista del tiempo actual. El pueblo vietnamita lucha no solo por defender su independencia y su libertad, sino, al mismo tiempo, por defender la paz y la seguridad mundiales. Cuando hayamos logrado detener y frustrar la agresión del imperialismo yanqui en Vietnam, el destino de éste igualará al del sol poniente, y para los pueblos de todos los países que luchan por la paz, la independencia y el progreso se creará una situación aún más favorable. Los pueblos amantes de la paz del mundo entero tienen la obligación de ofrecer todo tipo de ayuda al pueblo vietnamita, y este tiene el derecho a recibirla. Los pueblos de los países socialistas, de los países recién independizados y de todos los otros países de Asia, África y América Latina y del resto del mundo tienen que esforzarse al máximo para ampliar el frente unido antimperialista, apoyar la resistencia de salvación nacional del pueblo vietnamita y frustrar con una acción conjunta la agresión del imperialismo yanqui. Nadie tiene el derecho de imponer al pueblo vietnamita la manera de solucionar sus propios asuntos internos. Las tropas agresivas norteamericanas tienen que retirarse de Vietnam, y el problema vietnamita debe resolverse por el pueblo mismo de ese país.

Nosotros no debemos menospreciar la fuerza del imperialismo norteamericano, ni tampoco sobreestimarla. Este todavía es capaz de cometer muchos crímenes. Sin embargo, el imperialismo yanqui está en decadencia. Hoy, cuando este actúa del modo más despótico, su naturaleza corrompida se manifiesta con mayor claridad que en cualquier otro tiempo. El pueblo coreano ya sabe muy bien la naturaleza del imperialismo yanqui. Nuestro pueblo ha probado una guerra contra él, defendiendo así la Patria de su agresión. La guerra coreana demostró que el imperialismo yanqui de ninguna manera es un enemigo invencible sino que, al contrario, es posible combatirlo y vencerlo. También la victoria de la Revolución cubana probó con evidencia esta verdad, en condiciones distintas a las nuestras. También la resistencia de salvación nacional del pueblo vietnamita la prueba claramente. La derrota final del imperialismo yanqui es inevitable. Los pueblos asiáticos, africanos y latinoamericanos construirán una nueva Asia, una nueva África y una nueva América Latina, independientes y prósperas, y harán grandes contribuciones al mantenimiento de la paz mundial y a la liberación de la humanidad, al luchar unidos contra el imperialismo encabezado por el imperialismo norteamericano.