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Biblioteca:Historia de Cuba. Nivel Medio Superior/Panorama de la cultura, la ciencia y la educación en Cuba durante la primera mitad del siglo XIX

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En relación con las manifestaciones artísticas, que caracterizaron el movimiento cultural de la época y constituyeron un reflejo de aquella sociedad, se debe plantear primeramente que estas se expresaron bajo el prisma de la clase dominante que tenía en sus manos las posibilidades reales de imponer sus patrones culturales.

Este período está marcado por el surgimiento de una literatura con proyección social. En siglos anteriores las obras se plasmaban en manuscritos que circulaban en un marco muy reducido de personas y en estos momentos se desarrolló la prensa periódica, libros y revistas que serán dedicados a recrear estéticamente el medio natural y social de la Isla siguiendo el estilo neoclásico[1] que se imponía en la Europa de la época.

Las obras tuvieron una expresión autóctona, de contenido propio que respondía al nuevo universo cultural que se estaba formando. Se destaca el Papel Periódico de la Havana (1790), que reafirmó el sentimiento, la personalidad del criollo bajo la pluma de figuras como Francisco de Arango y Parreño, José Agustín Caballero de la Torre y Manuel de Zequeira que fueron algunos de sus principales redactores.

Posteriormente surgieron numerosas publicaciones periódicas, tanto en la ciudad como en el resto de las ciudades del interior de la Isla, al calor de los períodos constitucionales, por ejemplo: “El Regañón de La Habana”, “El Patriota Americano”, que reflejaron los intereses e inquietudes intelectuales del momento.

La crítica costumbrista, la divulgación científica y económica, artículos de contenido social o político están presentes en la creación literaria. Los ensayistas más destacados son José Agustín Caballero de la Torre, Antonio del Valle Hernández y a partir de la década de 1820 aparece una nueva generación que tiene en Félix Varela y Morales, José Antonio Saco y López-Cisneros y José de la Luz y Caballero sus principales exponentes.

Uno de los elementos más significativos en la literatura es la demostración de las raíces del criollo que aflora en la producción historiográfica. La historia recopila los sucesos del pasado, el cual debe ser revelado, por el que se siente orgullo y ese sentimiento se aprecia en las obras de los primeros historiadores criollos. En sus obras se destaca el patriotismo local de aquellos tiempos que se advierte desde el título que le otorgaron: José Martín Félix de Arrate escribió en 1761 Llave del nuevo mundo, antemural de las Indias Occidentales. La Habana descripta: noticias de su fundación, aumentos y estados, Ignacio José de Urrutia y Montoya elabora Teatro histórico, jurídico, político y militar de la isla Fernandina de Cuba y principalmente de su capital, La Habana en 1787 y el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz escribió en 1768 Historia de la isla y catedral de Cuba que recogía especialmente la historia eclesiástica.

El obispo Espada y José Agustín Caballero, desde la Sociedad Económica de Amigos del País, las criticaron por ser muy descriptivas y poco valorativas, por eso impulsaron una nueva historia de Cuba escrita por Antonio José Valdés, Historia de la isla de Cuba y en especial de La Habana (1813), así como un proyecto para elaborar una historia de la Isla que recopilara de forma ordenada y sistemática todos los acontecimientos registrados desde su surgimiento. Este proyecto fue obstaculizado por el gobierno colonial que valoró las consecuencias políticas que podía tener una obra que afianzara las raíces autóctonas del pueblo cubano. Se materializó exclusivamente la redacción de algunas historias locales, la de José Ma. Callejas sobre Santiago de Cuba y la de Tomás Pío Betancourt sobre Puerto Príncipe.

La poesía recorre un largo camino donde se destacan brillantes exponentes en la exaltación de lo criollo, con calidad y profundidad. Los iniciadores son Manuel de Zequeira y José María Heredia, el primero por la recreación de nuestro medio natural y el segundo por la aspiración independentista que lo convirtió en el primer poeta revolucionario cubano (fig. 1.16). Juan Francisco Manzano, esclavo del marqués Jústiz de Santa Ana y Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), mulato libre, representan la problemática social. La poesía de Manzano fue utilizada por los abolicionistas ingleses contra la esclavitud, publicada en Londres en 1840, mientras la obra de Plácido no fue favorecida ni por la clase dominante ni el poder colonial, conquistó popularidad por sí misma en los sectores segregados y oprimidos, negros y mulatos libres, campesinos y esclavos que admiraban las poesías del poeta repentista.

La poesía romántica se distingue con José Jacinto Milanés y continúa una segunda generación de líricos con Rafael María de Mendive, Joaquín Lorenzo Luaces y Juan Clemente Zenea. También surge un grupo de poetisas notables, la más destacada es Luisa Pérez de Zambrana. Un caso aparte es Gertrudis Gómez de Avellaneda (fig. 1.17) por sus depuradas y sensibles expresiones que abarcaron diversos géneros como poesía, teatro, novela, leyendas y epistolario amoroso. Su obra la hace una de las autoras más importantes de la lengua castellana del siglo XIX .

Una modalidad importante de la lírica romántica cubana es el nativismo, un sistema poético donde aparecieron los primeros elementos que reflejaron en la literatura la nacionalidad en formación. Se concretó en dos vertientes: el criollismo y el siboneyismo. En la primera de ellas los poetas dirigieron su atención hacia las costumbres y los rasgos del campesino, en la segunda los escritores utilizaron la ficción poética para describir a nuestros aborígenes. Ambas corrientes cultivaron el tropicalismo en el paisaje, ubicaron sus personajes en el marco luminoso, cromático y cálido de nuestra naturaleza, así paisaje y hombre son sus elementos temáticos primordiales. Se afirma que Domingo del Monte fue su principal impulsor mientras que José Fornaris fue el principal cultivador del siboneyismo, evocando la vida y las acciones de los aborígenes y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, el Cucalambé, como ejemplo de poeta nativista por el acento popular de sus décimas campesinas.

En la prosa narrativa tomaron auge los cuentos y novelas costumbristas destacándose la novela sobre el tema de la esclavitud que alcanza su expresión más alta con Cirilo Villaverde. Su Cecilia Valdés, publicada en su versión definitiva en 1882 en Nueva York, es una descripción de la sociedad colonial durante el auge esclavista.

La literatura de la época reflejó elementos que caracterizaron la sociedad como la reafirmación de lo autóctono, aquello que distingue a la realidad cubana y la hace diferente de la metrópoli como su mundo físico y natural (flora, fauna, clima, gentes). El costumbrismo, que trata temas como el ocio, el juego, las modas, el baile, el maltrato a los esclavos, la educación, en artículos publicados en la prensa o llevados al teatro como estampas pintorescas de las principales costumbres e inquietudes de aquellos tiempos y el tema de la esclavitud que aparece de forma reiterada en los diversos géneros pero será el surgimiento de una novelística de la esclavitud y contra la esclavitud el fenómeno literario que expresa el principal problema de la sociedad colonial de la primera mitad del siglo XIX.

El estilo neoclásico se impone en las diferentes manifestaciones artísticas, es la entrada del gusto burgués. En la plástica se inició con artistas extranjeros, fundamentalmente franceses como Juan Bautista Vermay, director de la Academia de San Alejandro durante dieciocho años. Lo mejor y más conservado de su obra son los tres lienzos del Templete. No se puede dejar de mencionar a otras figuras como Federico Miahle, también francés y notable paisajista, que dejó su Isla de Cuba Pintoresca, álbum impreso en 1838 con veinticinco dibujos sobre temas criollos como Valla de gallos, (fig. 1.18) y los grabados de Eduardo Laplante a quien se debe el Libro de los Ingenios (1858). La tendencia costumbrista continúa con los paisajistas Esteban Chartrand y Miguel Melero que sintieron y expresaron la emoción de la naturaleza, este último nacido en Cuba.

El neoclásico en la arquitectura se abre paso fundamentalmente en la capital, después se extiende a Matanzas y Trinidad mientras que en el resto de las poblaciones se mantiene el barroco del siglo XVIII . En las casas habaneras comienza a acentuarse el uso de la piedra lo que las hace más sólidas, con sus grandes ventanas y puertas con medio-puntos adornados con vidrios de colores y altos puntales para propiciar la mayor circulación de aire, anchos patios centrales y zaguanes a la entrada. El hierro y la piedra de cantería desplazan la madera de las construcciones como el mármol a la piedra en pisos y escaleras. Ejemplos del neoclásico en la arquitectura son los primeros edificios como el Palacio de los Capitanes Generales y el Templete, posteriormente, con el incremento de los viajes de los ricos y poderosos esclavistas a Europa, se hicieron edificios influidos por el gusto italiano y francés como lo demuestra el Palacio de Aldama (fig. 1.19) con su construcción columnar-arquitrabada, el portal que se antepone a las fachadas, elemento que se sigue en las nuevas plazas y avenidas de extramuros como el Cerro, Jesús del Monte, Prado, Carlos III, Campo de Marte, etc. En general este estilo buscó la utilidad y la duración y dio a la arquitectura un carácter internacional.

En cuanto a la música la modalidad preferida era la contradanza. La contradanza francesa llegó a la Isla por la vía de la Revolución de Haití y se acriolló de inmediato aportando los primeros rasgos de nuestra nacionalidad en la música, primero bailable y luego de concierto. De los cientos que se crearon en el siglo XIX, fueron las de Manuel Saumell Robredo las más conocidas. Creó ritmos que evolucionaron al ser tratados por sucesivos compositores (guajira, habanera, danzón, criolla y clave). Se convirtió en el músico más solicitado en las fiestas y la historia de la música cubana le debe mucho a este compositor que le imprimió un acento criollo, el sabor nacional que ofrecen sus ritmos que más tarde constituyeron lo más típico de nuestra música. Es importante significar que la música fue la manifestación artística que recibió la mayor influencia africana. Las orquestas formadas por negros y mulatos libres fueron un ejemplo de la fusión de ritmos e instrumentos musicales africanos y europeos por sus condiciones excepcionales para la música.

Se aprecia en las diferentes expresiones artísticas la presencia de elementos criollos que se están reafirmando para conformar una nueva identidad, una sociedad que recibe la influencia de estilos y corrientes del contexto europeo pero adaptándolos a una realidad insular que los hace diferentes, donde se asumen perfiles propios.

En relación a la ciencia es necesario destacar que España estaba notablemente retrasada en relación con el nivel general que tenían diferentes países de Europa. Además, a la metrópoli no le interesaba que se desarrollara en sus colonias un pensamiento científico a la altura de las corrientes más modernas sino que se mantuviera impregnado de la conciencia religiosa, sin traspasar los límites establecidos por la Iglesia.

La ciencia evolucionó en el período bajo la influencia de las instituciones especializadas que se crearon entre 1802 y 1842 que permitieron el desarrollo de las ciencias particulares como la medicina, la botánica y la química. Entre las instituciones que surgieron estaban la Escuela de Parteras, el Jardín Botánico de La Habana, la Escuela Náutica y la de Pintura, Dibujo y Escultura de San Alejandro.

De las principales figuras nacidas en la Isla que se destacan estuvo Tomás Romay y Chacón (fig. 1.20). De formación filosófica, artística y médica, fue el pionero de las investigaciones científicas en el campo de la medicina al practicar en La Habana la vacunación contra la viruela, iniciada por un cirujano francés en Santiago de Cuba a principios de 1804. La aplicó a sus hijos para demostrar la efectividad de este método preventivo. También merece mención el Dr. José Nicolás Gutiérrez que funda el primer periódico sobre medicina en Cuba y promueve la creación de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana en 1861.

En las Ciencias Naturales alcanza un prestigio extraordinario la obra del sabio Felipe Poey Aloy que fue el autor del primer compendio de Geografía de Cuba y participa en la fundación de la Sociedad Antropológica de la isla de Cuba. Su investigación sobre los peces cubanos (Ictiología de Cuba) le valió premios y reconocimientos internacionales. Álvaro Reynoso se destacó en los estudios agronómicos, especialmente en la agricultura cañera y también Francisco Frías y Jacott, conde de Pozos Dulces, realiza estudios profundos sobre problemas de la agricultura y el trabajo.

En relación con la educación se debe señalar que en el siglo XVIII se avanzó en la educación superior con la fundación del Seminario de San Basilio el Magno (1722) en Santiago de Cuba, la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana (1728) y el Seminario de San Carlos y San Ambrosio (1773). De estos centros de estudio el que representó un salto en la formación de la nueva generación de criollos interesados en la cultura fue el último de ellos, por el empleo de métodos de enseñanza más modernos utilizados por el sacerdote José Agustín Caballero.

La verdadera transformación de la educación cubana se aprecia con la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País en 1793 que abre nuevas perspectivas para la vida cultural. En esta institución figuraron un grupo de personalidades criollas que colaboraban con el gobernador don Luis de Las Casas e impulsaron el avance educacional.

La sección de Educación de la Sociedad Económica se ocupó de elevar el nivel de instrucción de la población e incorporó mejoras en el sistema de enseñanza. Como la mayoría de los educadores no tenían título para ejercer el magisterio se premiaba a los maestros más capaces y así se contribuía a mejorar la calidad de las clases.

Debido a las necesidades, algunas negras esclavas participaban en la enseñanza primaria como cuidadoras y luego como maestras. También negros y mulatos criollos se destacaron como maestros elementales y ganaron premios en concursos que promovía la Sociedad Económica. La falta de maestros contribuyó, en alguna medida, a romper lentamente las barreras que imponía el racismo.

Durante la primera mitad del siglo XIX la enseñanza superior se mantuvo como patrimonio de la clase dominante pero la formación de los profesionales es más completa que en siglos anteriores por las transformaciones que se implantaron en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio por el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa durante los más de 20 años que dirigió la Sociedad Económica de Amigos del País y las innovaciones del sacerdote Félix Varela: suprime contenidos innecesarios, imparte sus clases en español y no en latín, sigue el método de exposición dialogada, permite debatir conceptos, estimula a los estudiantes para que piensen por sí mismos, imparte clases experimentales de física y química.

Con estos métodos de enseñanza influyó en sus alumnos, en la formación del sentimiento de nacionalidad. José Antonio Saco, uno de sus discípulos más brillantes, lo sustituyó en la cátedra de Filosofía del Seminario y aplicó los principios pedagógicos de Varela. Cuando se enfrentó en el terreno político al anexionismo defendió la existencia real de la nacionalidad cubana.

Otro pilar de la educación cubana es la vida y obra de José de la Luz y Caballero (fig. 1.21). El sustituyó a Saco como profesor de filosofía del Seminario y defendía los principios educativos de Varela. Dedicó su labor pedagógica a la educación primaria, nivel de enseñanza más débil en la etapa colonial, estimulando el pensamiento de sus alumnos. Desarrolló el método explicativo, enseñar a sus alumnos a interpretar todo cuanto leían, explicándoles palabra por palabra para comprender el discurso. En este sentido la obra pedagógica de Luz fue formadora de hombres con pensamiento propio, de contenido patriótico y ciudadano: “[...] La empresa que se trazó Luz y Caballero fue una obra de lento y difícil asentamiento: la formación entre sus alumnos de los valores y sentimientos morales del patriotismo. Su legado ideológico se encuentra en los aforismos, en los que sintetizó una ética cubana [...]”[2]

Cuando dirigió la Sociedad Económica de Amigos del País (1836-1840) se empeñó en la difusión de la enseñanza primaria a todas las poblaciones de la Isla, fundó la primera escuela para sordomudos y propuso la creación de la Escuela Normal para formar maestros con sólida preparación profesional en el dominio de los contenidos y en los métodos pedagógicos.

La evolución de la cultura, la ciencia y la educación en la primera mitad del siglo XIX demuestra que lentamente se reafirmaban los rasgos de una sociedad nueva, portadora de elementos autóctonos, que negaba la existencia colonial. En la medida en que se creaban obras artísticas y literarias con un sello autóctono, diferente de los modelos estéticos de la cultura de raíz española, se daba expresión a sentimientos propios de la comunidad insular. La cultura criolla contribuía a romper los lazos que sujetaban la Isla a la metrópoli, los criollos se liberaban de la opresión cultural impuesta por el dominio colonial. El movimiento cultural expresaba el proceso de formación nacional en la medida en que aumentaba la diferencia de percepciones entre la cultura criolla y la cultura española.

  1. Proviene del neoclasicismo, corriente artística y literaria que se desarrolla en Europa en la segunda mitad del siglo XVIII que pretendía tomar como modelo a las obras de la Antigüedad Clásica. En Cuba se introdujo a principios del siglo XIX.
  2. Jorge Ibarra Cuesta: Varela el Precursor. Un estudio de época, p. 241.