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Biblioteca:El pensamiento económico de Fidel en las relaciones económicas internacionales/Aspectos monetarios y financieros

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Puede afirmarse sin lugar a equivocaciones que ningún otro estadista ha analizado con tanta profundidad y previsión los problemas del Sistema Financiero Internacional (SFI) como lo ha hecho el compañero Fidel.

Desde épocas tempranas no solo comprendió y expuso las insuficiencias y contradicciones del SFI, sino que profundizó particularmente en las complicaciones que generaba el Sistema Monetario Internacional (SMI) imperante a partir de los años setenta y sus serias consecuencias para el normal funcionamiento de la economía internacional, y muy en especial, para los países del Tercer Mundo.

Al referirnos al SMI estamos aludiendo al conjunto de leyes, reglas, costumbres, acuerdos, instrumentos de pago y de crédito, e instituciones nacionales e internacionales que sirven de marco a las operaciones en los mercados cambiarios (también denominados mercados de divisas).

Es importante tener presente que el SMI que se desarrolló a partir de los setenta, y que aún rige en nuestros días, se caracteriza por la ausencia de mecanismos de regulación; la alta volatilidad de los tipos de cambio; la concentración de los recursos monetarios en un reducido grupo de inversores financieros; y la vertiginosa rapidez y extraordinario volumen de sus transacciones. Opera sobre las bases de los más ortodoxos principios de la filosofía del laissez fair impuesta durante décadas de ciego acatamiento de las doctrinas neoliberales.

El actual SMI corresponde a una etapa del desarrollo de las relaciones económicas internacionales, en las que prevalecen los intereses de una potencia hegemónica, Estados Unidos, por encima de todos los demás países, y que solo podrá ser sustituido por uno más racional y equitativo, como resultado de un cambio sustantivo en el presente orden internacional. En el presente el SMI prevaleciente genera al menos cinco problemas de suma gravedad, para los cuales no existe una solución en las condiciones del orden financiero internacional que hoy prevalece. Estos problemas son:

  • La volatilidad de las tasas de cambio introduce un factor de incertidumbre en el comercio y la actividad económica en general, que tiene un grave efecto desestabilizador en el desarrollo de la economía real.
  • La especulación en los mercados de divisas se ha convertido en una actividad de alto riesgo para los Estados, incluyendo en muchos casos a los de los países con mayor robustez económica.
  • La liquidez mundial depende en lo esencial de la política de una sola nación, lo cual constituye en sí un factor de perenne desasosiego para la comunidad internacional y le concede a esa nación —Estados Unidos— un extraordinario privilegio que le permite sacar adelante su agenda política y económica en detrimento de los intereses del resto de los países del mundo.
  • Los países subdesarrollados deben acumular grandes sumas de reservas internacionales que depositan en bancos de los países ricos o invierten en obligaciones financieras de estos últimos generalmente de bajo rendimiento, dándose la paradoja de que las naciones más pobres financian a las más ricas, mientras que se ven precisadas a postergar sus proyectos de desarrollo económico y social.
  • Se generan desequilibrios perpetuos en las cuentas externas de algunos países cuyo peso resulta determinante en la actividad económica internacional. Tales desbalances repercuten negativamente en el funcionamiento de la economía mundial, sin que existan mecanismos para su autocorrección.

Todos estos son factores que se han hecho relativamente evidentes en esta etapa de las finanzas internacionales, y muy en particular, después de las turbulencias financieras que sacudieron varias regiones del planeta a finales de los años 90 del pasado siglo, de la crisis global que se ha manifestado con particular virulencia a partir de 2007. Sin embargo, el compañero Fidel los avizoró tempranamente. Su análisis sobre estos temas cobró una particular trascendencia a partir de la década de los ochenta en la cual se agudizaron los desajustes del SFI y muy en particular del SMI.

Dentro de este contexto, tiene una especial relevancia La crisis económica y social del mundo,[1] en que el compañero Fidel expone amplia y detalladamente sus principales enfoques con relación a estos temas.

Desde el comienzo del capítulo "Cuestiones monetarias financieras", se afirma, se identifica con la existencia de una crisis monetaria y financiera que afecta profundamente a los países subdesarrollados y que constituye y constituía ya una clara manifestación de la bancarrota del sistema de relaciones internacionales impuesto al mundo por el capitalismo.

Se hace un análisis del SMI acordado en Bretton Woods y como este aseguró a los Estados Unidos su predominio casi indiscutible en la economía internacional, permitiéndole el financiamiento de sus políticas externas y de su gasto militar mediante el simple expediente de la emisión monetaria.

Se ofrecen datos y razonamientos que la utilización irresponsable por parte de Estados Unidos del privilegio que le brindaba ese sistema de financiar sus déficits externos mediante la impresión indiscriminada de dólares, lo cual llevó a una sobrevaloración del dólar que era imposible de mantener y cuya previsible solución fue la devaluación de esta moneda y finalmente la retirada del respaldo en oro que había sido acordado en Bretton Woods y que fue de manera unilateral retirado por el presidente Nixon en agosto de 1971, dando origen a una etapa de tipos de cambio flotantes.

En este capítulo se afirma con una aguda visión histórica que "El abandono de las paridades fijas y de la convertibilidad de la moneda, la liberación consecuente del precio del oro y las sucesivas devaluaciones del dólar en 1971 y 1973, marcaron en realidad el final del sistema monetario creado en Bretton Woods. Se inició entonces una etapa —aún no concluida— de desorden, e incluso, guerra monetaria en la economía internacional, caracterizada por la flotación de las tasas de cambio, la inflación creciente y la creación desordenada y asimétrica de liquidez en el mercado financiero internacional".[2] De particular interés resulta el concepto "guerra monetaria" que posiblemente es una de las primeras veces que se empleaba (tal vez la primera), el cual ha sido retomado casi 30 años después, al surgir la llamada "guerra de las divisas" que se originó en los años 2010 y 2011 como resultado de la política monetaria de Estados Unidos denominada "flexibilización cuantitativa" que creó una liquidez de colosales proporciones la cual terminó siendo usada por los operadores financieros con fines especulativos y causó una verdadera conmoción en los mercados cambiarios que afectó no solamente a países emergentes como es el caso de Brasil, sino también a algunos de los países con una economía más robusta como Alemania y Japón.

El análisis prosigue señalando como el sistema de tasas de cambio flotantes provocaba una constante incertidumbre, la cual, podríamos agregar, con el tiempo se ha hecho más absoluta y agónica, volviéndose imposible cualquier proceso de programación económica de los países subdesarrollados.

De especial significación resulta la información que se brinda en cuanto al proceso inflacionario a que se vieron enfrentados los países subdesarrollados importadores de petróleo como resultado entre otras razones de este desorden monetario, la cual se mantuvo desde 1973 hasta 1981 en cotas superiores a 20% anual y a principios de los 80, incluso, bien por encima de 30%. Este dato tiene gran importancia, en tanto constituyo una de las premisas que creó las condiciones para abandonar las políticas keynesianas de incrementar el gasto público para estimular el crecimiento, y adoptar los nuevos paradigmas neoliberales que propugnaban la austeridad fiscal, el control de la oferta monetaria y el reino absoluto del mercado, como única solución válida para controlar el proceso inflacionario, sin el más mínimo cuidado en cuanto al fuerte impacto social de tales políticas y su impacto en los ya deprimidos niveles de vida de la mayor parte de la población en los países subdesarrollados.

El capítulo aludido contiene asimismo, una fundamentada crítica al papel del FMI al cual se le imputa muy justamente su incapacidad de responder de manera adecuada a las imperiosas necesidades del mundo subdesarrollado y muy en específico su absoluta sumisión a los intereses de los países ricos, lo cual lo llevaba a imponer cláusulas de condicionalidad como requisito indispensable para otorgar cualquier tipo de ayuda financiera a los países subdesarrollados, lo cual suponía un alto precio social, económico y político, en tanto estas condiciones resultaban lesivas a la soberanía y a los intereses de estos últimos. Y se afirma: "El FMI se ha manifestado incluso recientemente como un verdadero gendarme de los intereses más reaccionarios del capital financiero internacional".[3] La ulterior evolución de los acontecimientos respalda esta aserción, y aún en esta fecha no se ha producido la tan anunciada y esperada reestructuración en el sistema de gobierno del FMI, dentro del cual Estados Unidos tiene la facultad de vetar cualquier decisión contraria a sus intereses, en tanto las principales decisiones en el FMI se deben tomar por 85% de los votos, y Estados Unidos cuenta con una capacidad de votos superior a 16%.

Otro aspecto de gran actualidad que se esboza en este capítulo de la obra mencionada es la expansión de la banca privada y de la actividad financiera en general. Al respecto, se expresa de manera concreta que la exportación de capitales ya se había convertido en la forma más lucrativa de inversión de capitales en los países del Tercer Mundo. Este fenómeno se vincula a las crisis cíclicas del capitalismo y con toda justicia se afirma que la creciente privatización de los flujos financieros dirigidos a los países del Tercer Mundo obedece, en gran medida a los efectos de la crisis económica capitalista.

Termina este capítulo con una reflexión que el tiempo se ha encargado de confirmar con creces: "Los problemas monetariofinancieros constituyen hoy día un revelador síntoma de las contradicciones que atenazan al sistema de dominación neocolonial. La actual crisis monetario-financiera pone en peligro la existencia del propio sistema financiero internacional, cautivo de poderosos intereses, antagonismos internos y mecanismos especulativos. Frente a este sistema en bancarrota, se imponen hoy transformaciones radicales y necesarias".[4] Desafortunadamente, después de más de 30 años, no ha sido posible acometer estas transformaciones en virtud de la tenaz oposición de los países más ricos, y muy en particular, de Estados Unidos, donde la oligarquía financiera estrechamente imbricada al poder, impide que se lleve adelante ninguna iniciativa que ponga en peligro su privilegiada posición en el SFI que le permite obtener colosales ganancias sin necesidad de involucrarse en los riesgos y complejidades asociado a las inversiones en la economía real.

Durante el resto de la década de los ochentas el compañero Fidel continuó el análisis sobre los temas vinculados con el SFI, aun cuando el asunto central que lo ocupaba por esos momentos era la crisis de la deuda externa de los países del Tercer Mundo, alrededor del cual logró movilizar a destacadas figuras internacionales, creando conciencia de la necesidad de agrupar a los más disimiles sectores sociales para afrontar este tema con posibilidades de éxito.

Ningún otro estadista le dedicó a este grave problema tanto tiempo y esfuerzo ni comprendió con tanta exactitud su esencia, ni previó su ulterior evolución como lo hizo el compañero Fidel. Su labor movilizadora fue de gran envergadura y solo en 1985 convocó seis reuniones que agruparon a sindicalistas en una de ellas, a mujeres en otra, a estudiantes y jóvenes en otra, a personalidades políticas, intelectuales e incluso empresariales en otra, y a periodistas en dos ocasiones. Fue un esfuerzo de concientización, de explicación, y de búsqueda de unidad que incluyó también entrevistas a importantes medios de prensa internacional. Y lo que es más importante, Fidel logró captar la esencia del problema y expresó con toda claridad que la deuda era impagable e incobrable. Hacer esta afirmación en esos momentos significó romper un tabú, una barrera mental y política que nadie hasta entonces se había atrevido a romper.

Sin embargo, su batalla había comenzado mucho antes. En 1971, cuando la deuda externa de América Latina era de unos 30 mil millones de dólares, expresó en la CEPAL, en Santiago de Chile, refiriéndose a los países de la región: "Pero lo que me pregunto es cómo van a pagar, cómo le van a pagar a Estados Unidos, cómo van a satisfacer la deuda externa con ese poderoso país, y cómo van a satisfacer los dividendos, y cómo van a mantener un nivel mínimo de subsistencia y cómo van a desarrollarse. Problema en la realidad muy serio, de hoy, o de mañana o de pasado mañana. Problema que nos lleva a la realidad de nuestros países".[5]

En 1979 la deuda externa es abordada de nuevo en la intervención del compañero Fidel ante la Asamblea General de Naciones Unidas, hablando como Presidente en funciones del Movimiento de Países No Alineados que poco antes había realizado su Sexta Reunión Cumbre en La Habana.

Allí expresó: "La deuda de los países en vías de desarrollo ha alcanzado ya la cifra de 335 mil millones de dólares. Se calcula que el pago total por concepto de servicios de la deuda externa asciende a más de 40 mil millones cada año, lo que representa más de 20% de sus exportaciones anuales. Por otro lado, el ingreso per cápita promedio de los países desarrollados es ahora 14 veces superior al de los países subdesarrollados. Esta situación es ya insostenible". Y al finalizar esa intervención expresó sobre el tema de la deuda: "Las deudas de los países de menor desarrollo relativo y en situación desventajosa son insoportables y no tienen solución. ¡Deben ser canceladas! El endeudamiento abruma económicamente al resto de los países en desarrollo. ¡Y debe ser aliviado!".

En 1983, en Nueva Delhi, India, en la Séptima Cumbre de los No Alineados el compañero Fidel volvió a tratar el tema de la deuda que se agravaba aceleradamente, y sus palabras allí van marcando esa gravedad y la necesidad de una solución de mayor profundidad. En esa ocasión, después de analizar con ejemplos la acción del intercambio desigual y la crisis del orden económico internacional, expresó: "Luchar para que la deuda externa sea cancelada para el gran número de países que no tienen posibilidad real de pagarla y que sea aliviada drásticamente la carga de su servicio para aquellos, que bajo nuevas condiciones, pudieran cumplir sus compromisos".

Puede afirmarse con toda justicia que la campana del compañero Fidel de 1985 fue un llamado urgente y reiterado para crear conciencia y generar unidad. Desafortunadamente, en 1985 la oleada neoliberal estaba en su apogeo y los movimientos sociales que surgieron después como reacción popular frente a la acción depredadora de esa política, no existían.

El planteo hecho por el compañero Fidel sobre esta materia, no se limitó a reconocer lo impagable de la deuda. Esa verdad fue acompañada no solo con los argumentos económicos, sociales, políticos y matemáticos que aparecen en las intervenciones de entonces, sino que incluyó argumentos sobre las enormes sumas extraídas del sur desde los tiempos en que este financió el desarrollo de Europa y de Estados Unidos, el exterminio de la población indígena, la horrible historia de la esclavitud, hasta los modernos tiempos de las fugas de capitales, el intercambio desigual, las manipulaciones monetarias y la voracidad de las transnacionales. Hubo también en aquella campaña argumentos jurídicos y morales para demostrar que la deuda no sólo no se podía pagar, sino que no se debía pagar.

Habría también que resaltar que en la propuesta de solución planteada en 1985 está presente una idea de importancia estratégica: la de la integración. El compañero Fidel afirmaba desde esa época no se trataba solamente de abolir la deuda y de lograr un nuevo orden, sino que se requería avanzar en una verdadera integración y que sin esta; los países de nuestra región no lograrían alcanzar la verdadera independencia.

Pero en medio de esta decisiva campaña sobre el grave problema de la deuda externa el compañero Fidel, con una visión abarcadora y estratégica, se mantenía al tanto de las secuelas derivadas del caos monetario surgido después del colapso de Bretton Woods, de la situación privilegiada en que se encontraba Estados Unidos en esta nueva etapa y de la necesidad de denunciar las graves implicaciones para los demás países de actuación irresponsable, al hacer uso de tales privilegios para sustentar su política imperial, muy particularmente en la esfera militar.

En este sentido, en un discurso pronunciado en el Congreso de la FELAP el 7 de julio de 1985, planteaba: "Ellos no pueden invertir trillones de dólares en gastos militares, tener un déficit presupuestario de más de 200 000 millones anuales y un déficit comercial de más de 100 000 millones como hace Estados Unidos sin imprimir dinero o sin comprar dólares, sin vender bonos de tesorería, que es lo que han estado haciendo para recoger el dinero de todo el mundo, pues les han quitado el dinero hasta a sus propios aliados capitalistas desarrollados para poder costear todas estas locuras que están haciendo. ¿Cómo es posible hacer esos gastos, incurrir en esos déficits del presupuesto y del comercio exterior sin elevar los intereses? [...] El hecho es que están envueltos en una serie de contradicciones que no pueden resolver; tienen contradicciones, además, con sus aliados japoneses y con sus aliados europeos, una pelea de perros entre ellos. Poco tiempo y poco espacio les va a quedar para preocuparse por la suerte de nuestros países".

Al año siguiente el compañero Fidel aprovechaba el marco apropiado que le brindaba la VII Cumbre del Movimiento de Países no alineados celebrada en Zimbabwe en Septiembre de 1986, y en esta oportunidad insistía en el uso irresponsable que hacia Estados Unidos del privilegio de financiar sus déficits externos con la emisión de su propia moneda, señalando como este había servido para financiar el colosal rearme de esa nación, la guerra de las galaxias, la política agresiva y otras insensateces de la actual administración de turno en ese país.

Uno de los aspectos de mayor relevancia que resaltaba en esa oportunidad es la extraordinaria contradicción que puede observarse en la actuación del Fondo Monetario Internacional, en tanto esta institución "exige terminantemente a los países del Tercer Mundo suprimir los déficit fiscales y de balanza comercial, reducir los gastos de educación y salud, eliminar inversiones estatales, depreciar la moneda, elevar los precios de los artículos de consumo y los servicios, suspender restricciones a la libre importación; es decir, volcar sobre el pueblo, ya esquilmado y depauperado, el peso de la deuda y de la crisis. Sin embargo, en Washington, a solo unas cuadras del cuartel general del Fondo Monetario, radica la Casa Blanca, residencia del Gobierno de Estados Unidos, que ha incurrido en los más fabulosos e increíbles déficits fiscales y comerciales de la historia del mundo. Allí, a lugar tan próximo, el Fondo no ha enviado jamás un solo experto suyo para exigir que cesen el déficit fiscal, el desbalance comercial, el proteccionismo, el dumping, los altos intereses, la manipulación del dólar y otras prácticas infames y nefastas para la economía mundial". Por supuesto, esta es una paradoja que no tiene solución en tanto Estados Unidos ejerza su derecho de veto a las principales decisiones del FMI y en la presente crisis global hemos visto como el FMI ha concentrado sus esfuerzos en los países más débiles de Europa pero en modo alguno ha intervenido en los graves eventos que se desarrollaron en Estados Unidos a raíz del surgimiento de la crisis en el sector hipotecario de este país, que fue precisamente el detonante de esta crisis.

Sin duda, una de las grandes contradicciones del actual SFI es que los países ricos, y muy en particular Estados Unidos, exigen a los países del Tercer Mundo políticas económicas basadas en el equilibrio fiscal y el control de la oferta monetaria, que tienen un alto costo social y que aquellos manejan de manera laxa y según sus intereses coyunturales.

La crisis del sudeste asiático, que tuvo su origen en el desplome de las monedas de los principales países de esta región, provocó una nueva mirada hacia los graves problemas del SFI y desde muy temprano el compañero Fidel le dedicó tiempo y esfuerzo dentro de sus numerosas responsabilidades a profundizar en los orígenes y consecuencias de esta crisis. En el Informe Central al V Congreso del PCC el 8 de octubre de 1997 incluyó un análisis de esta crisis, del crecimiento indetenible de la especulación financiera y de las consecuencias que esto podía traer, y de hecho estaba ya trayendo para el buen desenvolvimiento de las relaciones económicas internacionales y de la actividad económica interna de los países. Al respecto señalaba:

Pero algo muy interesante ha ocurrido en estos días, que ha sido la crisis del Sudeste Asiático, la crisis económica. Esos países habían sido calificados de "tigres", modelos de desarrollo capitalista, grandes inversiones del exterior, grandes exigencias del Fondo Monetario y del Banco Mundial, y de repente caen en las redes de los especuladores que hacen negocios turbios, que arruinan a esos países. Manipulan y reducen el valor de las acciones en las bolsas, manipulan y reducen el valor de las monedas, sin que puedan hacer nada. "Recientemente nos visitó un dirigente prestigioso de uno de esos países, que es el Primer Ministro de Malasia, que ha tenido importante desarrollo económico, y él explicaba —y lo ha explicado en América Latina— cómo el trabajo de años, de muchos años, puede ser destruido en cuestión de minutos.

Esas economías están indefensas frente a los especuladores, ni les admiten ninguna forma o fórmula de defenderse de tales medidas especulativas, de manera que tienen a veces decenas de miles de millones en la reserva y la pierden en unos pocos días. Tienen grandes riquezas en acciones y se las devalúan en unos cuantos días. Por ejemplo, la moneda indonesia se ha reducido a la mitad de su valor en brevísimo tiempo, le ha pasado a la moneda de Tailandia, le ha pasado a la moneda de Malasia, de Filipinas, hasta de Singapur, países que presentaban como ejemplo de lo que puede lograrse con la globalización y el neoliberalismo, independientemente de que tales desarrollos conllevan al modelo de sociedades consumistas y los modelos consumistas no tienen porvenir.

Le presentan al mundo como algo ideal esos desarrollos a través de las empresas transnacionales y de las medidas que imponen los organismos internacionales de finanzas. Van a acabar de destrozar lo que queda de la naturaleza. La concepción globalista neoliberal y capitalista significa la suspensión de todas las barreras y regulaciones que dificulten la transferencia de grandes masas de capital de un país a otro, de una región a otra, el desarrollo máximo del mercado mundial en manos de las transnacionales y en beneficio de las potencias más ricas y desarrolladas. Con las tecnologías avanzadas y los medios modernos de comunicación, las operaciones que se hacen en la bolsa y con las monedas son infinitamente mayores que las operaciones comerciales reales, cuyo único objetivo es enriquecerse sin producir nada.

Evidentemente, ya el compañero Fidel había percibido en toda su magnitud el peligro que representaba para la economía global el desenfrenado avance de la especulación financiera y a partir de este momento, ese sería un tema recurrente en sus intervenciones públicas. En el discurso pronunciado en la inauguración de la Feria Internacional de La Habana, el día 1ro de noviembre de 1998 explicaba:

El mundo se ha convertido en un gran casino. Nosotros sentimos mucho más respeto por los que van a invertir sobre el terreno, a invertir en un servicio, a invertir en una industria, a invertir en una rama económica determinada. Las inversiones especulativas pueden ser la gran ruleta rusa de la economía mundial. Decenas de millones de personas apuestan en Estados Unidos, casi todo el mundo se ha convertido en apostador. El dinero buscando desesperadamente dinero, sin ninguna relación con el desarrollo comercial o económico. [...] La especulación no tiene nada que ver con la economía real. Puedo decir que todos los aquí presentes tienen que ver con la economía real, con la producción de bienes materiales y de servicios, con el intercambio comercial, y realmente sentimos respeto por esos inversionistas.

Poco antes, en la VII Cumbre Iberoamericana celebrada en la Isla de Margarita, Venezuela, el 8 de noviembre de 1997 advertía con su especial visión histórica:

Si se quiere discutir sobre el tema, discútase, y que cada cual se enfrente, según su conciencia, a las cifras irrebatibles y las realidades palpables que demuestran el desarrollo acelerado de una especulación financiera universal e insostenible, la vulnerabilidad creciente de las economías, la destrucción de la naturaleza, el porvenir incierto y el abismo sin fondo a que nos conducen el neoliberalismo ciego e incontrolable y un globalismo aplastante y brutal, bajo la égida de la potencia más poderosa y egoísta de la historia. No hay que esperar a que las monedas pierdan su valor y las bolsas se desplomen.

Sin duda alguna, la crisis del Sudeste Asiático marcó un antes y un después en las relaciones financieras internacionales y el compañero Fidel con su proverbial capacidad para penetrar en la esencia de los problemas, comprendió con precisión que estábamos ante una coyuntura que requería un seguimiento y un análisis detallado y que uno de los mayores servicios que se podía prestar a la comunidad internacional, y muy en particular, a los países del Tercer Mundo era divulgar las verdaderas causas y consecuencias de esta crisis. En una entrevista concedida a la prensa nacional, el 23 de junio de 1998, se refería a este tema, y hace una pregunta que aún hoy permanece sin una respuesta aceptable y formulaba sus propias consideraciones sobre esta. Decía Fidel:

La pregunta que hay que hacerse es qué va a pasar después, si ese mundo es sostenible desde el punto de vista económico, porque el mundo globalizado que se ve venir es un mundo que fue concebido hace más de 150 años.

Qué iba a ocurrir como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas y de la técnica, de eso habló Marx hace 150 años, solo que ahora es que eso se ve con toda su fuerza.

Está creciendo, moviéndose de una manera incontenible, eso no tiene marcha atrás. Nadie lo puede detener. Estados Unidos, por supuesto, no quiere; pero si quisiera no puede, porque en su seno hay muchos gobiernos: una cosa hace un fiscal, otra cosa hace el Congreso, otra cosa hace el Presidente. Bueno, bastante caótica es la situación interna para tomar decisiones, no pueden llevar a cabo una estrategia coherente.

Clinton la tiene en lo económico, bastante clara, a favor de los intereses económicos de sus transnacionales; pero no puede ni siquiera aplicarla totalmente. Los poseedores de decenas de miles de millones no le preguntan a nadie dónde van a invertir, qué moneda van a comprar, qué movimiento especulativo van a llevar a cabo.

¿Ustedes saben quién toma las decisiones? Las computadoras. Les dieron una serie de parámetros, como a aquellas a las que enseñaron a jugar ajedrez, y les dijeron que tenían que hacer frente a cada uno de los movimientos de las piezas contrarias, y entonces les dijeron: "Si el contrario mueve este peón, mueve este".

Son las computadoras ya, prácticamente, las que dan las órdenes a los agentes del capital financiero: "Vende esta moneda ahora mismo, rápido; compra esta otra. Vende la acción tal y más cual de tal país, compra esta otra. Mueve tantos millones para aquí, mueve tanto para allá". Ya el dinero no es ni de Estados Unidos, es de las transnacionales. Esa es la realidad. Son ellas las que deciden lo más esencial del mundo hoy, que es el movimiento de capital. ¿Las finanzas del mundo, en un mundo globalizado, quién las detiene? No pueden.

Meses después en su discurso ante el Parlamento de Sudáfrica, el día 4 de septiembre de 1998 hacía la siguiente caracterización de la situación que imperaba un año después del estallido de esa crisis:

Una crisis económica inevitable y profunda, tal vez la peor de la historia, nos amenaza hoy a todos. En el mundo, convertido en un casino, se realizan cada día operaciones especulativas por valor de un millón y medio de millones de dólares que no tienen relación alguna con la economía real (Exclamaciones de: "¡Sí!" y aplausos). Jamás en la historia económica del mundo ocurrió semejante fenómeno.

Los precios de las acciones de las bolsas de valores de Estados Unidos se multiplicaron hasta el absurdo. Solo un privilegio histórico, asociado a un conjunto de factores, hizo posible que una rica nación se convirtiera en la emisora mundial de las monedas de reserva de los bancos centrales de todos los países. Sus bonos del Tesoro son el último refugio para atemorizados inversores ante cualquier crisis financiera. El dólar dejó de tener respaldo en oro cuando unilateralmente aquel país suprimió la conversión establecida en Bretton Woods. Como tanto soñaron los alquimistas de la edad media, el papel fue convertido en oro, el valor de la moneda mundial de reserva consistió desde entonces en una simple cuestión de confianza. Guerras como la de Viet Nam, a un costo de 500 mil millones de dólares, dieron lugar a ese enorme engaño. A ello se sumó el colosal rearme sin impuestos, que elevó la deuda pública de Estados Unidos de 700 mil millones a dos millones y medio de millones en solo ocho años.

El dinero se convirtió en una ficción, los valores dejaron de tener una base real y material, 9 millones de millones de dólares adquirieron los inversionistas norteamericanos en los años recientes, por el simple mecanismo de la multiplicación desenfrenada del precio de las acciones de sus bolsas. Con ello, un gigantesco crecimiento de las inversiones de sus transnacionales en el mundo o en el propio país, y a la vez un crecimiento desmedido del consumo interno, que alimentaba así artificialmente una economía que pareciera crecer y crecer sin inflación y sin crisis. Más tarde o más temprano el mundo tendría que pagar el precio.

Las más prósperas naciones del Sudeste Asiático se han visto arruinadas. Japón, la segunda economía mundial, no puede ya detener la recesión; el yen no deja de perder valor; el yuan lo mantiene a fuerza de sacrificio por la parte china, cuyo elevado crecimiento se reduce este año a menos del 8 por ciento, cifra que se acerca peligrosamente al límite tolerable en un país que realiza aceleradamente una radical reforma y una extraordinaria racionalización de los trabajadores de sus empresas productivas. Recurva la crisis asiática, surge la catástrofe económica en Rusia, el más grande fracaso económico y social de la historia al intentar construir el capitalismo en ese país (Aplausos), a pesar de una inmensa ayuda económica y las recomendaciones y recetas de las mejores inteligencias de Occidente (Risas). Y quizás, en este instante, el mayor riesgo político derivado de la situación creada en un estado que posee miles de armas nucleares, donde los operadores de los cohetes estratégicos llevan cinco meses sin cobrar salario.

Evidentemente, el compañero Fidel comprendía que con la crisis financiera que se originó a partir de los problemas monetarios del Sudeste Asiático de 1997, se evidenciaba que estábamos ante un nuevo escenario dentro del complejo e inevitable proceso de gestación de las crisis cíclicas del capitalismo, le concedió una especial importancia a todos los aspectos relacionados con su desarrollo y fue un constante expositor de los riesgos que este nuevo panorama engendraba y de la necesidad de analizarlos y debatirlos con la mayor amplitud y libertad. En un discurso pronunciado en Santiago de Cuba el 1ro. de enero de 1999 expresaba que nuevos e insospechados fenómenos habían surgido, que se escapan a todo control de gobiernos e instituciones financieras internacionales. Y aclaraba:

No se trata ya solo de la creación artificial de fabulosas riquezas sin ninguna relación con la economía real. Tal es el caso de los cientos de nuevos multimillonarios que surgen al multiplicarse en los últimos años el precio de las acciones de las bolsas de valores en Estados Unidos, como un gigantesco globo que se infla hasta el absurdo con grave riesgo de que tarde o temprano estalle. Ya ocurrió en 1929, originando una profunda depresión que duró toda una década. [...] Aparte de la asombrosa especulación con las monedas, crecen de forma acelerada e increíble los llamados fondos de cobertura y el mercado de derivados, otra palabrita bastante nueva. No intentaré explicarlo. Es complicado. Requeriría tiempo. Basta decirles que se trata de un sistema adicional de juegos especulativos, otro casino enorme en que se apuesta con todo y de todo, basado en cálculos sofisticados de riesgos con empleo de computadoras, programadores de alto nivel y eminencias económicas. Explotan la inseguridad y emplean el dinero de los ahorristas de los bancos; no tienen prácticamente restricción alguna, obtienen ganancias enormes y pueden crear catástrofes. Que el actual orden económico es insostenible lo evidencia la propia vulnerabilidad y endeblez del sistema, que ha convertido el planeta en un gigantesco casino, a millones de ciudadanos y en ocasiones a sociedades enteras en jugadores de azar, desvirtuando la función del dinero y de las inversiones, ya que aquellos buscan a toda costa no la producción ni el incremento de las riquezas del mundo, sino ganar dinero con dinero. Tal deformación conducirá a la economía mundial a un inevitable desastre.

Por otra parte, el compañero Fidel percibió desde muy temprano que la especulación financiera tomaba un nuevo giro con el advenimiento de un sistema de tasas de cambio flotantes con una alta volatilidad, que permitía juna especulación en gran escala, como no había existido nunca antes. Trató por todos los medios de que se tomara conciencia de esta nueva coyuntura y se refirió al tema en múltiples escenarios. Ya en su discurso del 3 de febrero de 1999, en la Universidad Central de Venezuela, se refería a este aspecto especifico en los siguientes términos:

La especulación con las monedas, que hace solo 14 años alcanzaba 150 000 millones de dólares anuales, hoy alcanza más de un millón de millones cada día. Fíjense, no utilizo la palabra billón, porque hay un enredo armado entre el billón inglés y el español (Risas). El primero equivale a 1 000 millones; el segundo a un millón de millones. A esta cifra la llaman en Estados Unidos trillón. Acaba de surgir el millardo, que también significa 1 000 millones, para tratar de entenderse en una verdadera Torre de Babel de cifras y números, que da lugar a numerosas confusiones y errores de traducción y comprensión. Dije, y repito para que quede bien claro, que las operaciones especulativas con las monedas alcanzan ya más de un millón de millones de dólares cada día.

Ha crecido dos mil veces en 14 años, y la base de eso está en la medida que tomó Estados Unidos en 1971, que puso todas las monedas a fluctuar, dentro de ciertos límites o a fluctuar libremente. Ahora tenemos, por tanto, el capitalismo con este nuevo fenómeno, que ni siquiera en un día de la peor pesadilla de Adam Smith le pudo pasar por la mente (Risas), cuando escribió su libro sobre la riqueza de las naciones.

Surgieron igualmente otros nuevos e incontrolables fenómenos —uno que ya mencioné—, los fondos de cobertura. Sí, de esos hay cientos o miles. Calculen lo que debe estar pasando por ahí y piensen lo que significa que el Presidente de la Reserva de Estados Unidos haya dicho que uno de ellos podía haber creado una catástrofe económica en Estados Unidos y en el mundo. El sabe bien, él debe conocer con precisión la realidad. Se adivina por determinados artículos de algunas revistas conservadoras, porque estos saben, necesitan a veces decir algo para apoyar su argumentación, pero tratan de ser sumamente discretos; ya no hay, sin embargo, tanta gente boba en el mundo (Risas) y no es difícil darse cuenta de lo que no quisieron divulgar.

El día 17 de abril de 1999 en un discurso pronunciado en Santo Domingo, hacía una afirmación que resultó profética: "Y les hablo de todo, les puedo hablar desde los problemas del mundo y la situación real del mundo hasta de la posibilidad de que un día todas las bolsas esas superinfladas se desinflen y haya una catástrofe en Estados Unidos peor que la de 1929; porque si uno hace cálculos matemáticos saca esa conclusión. Eso explota un día y hay que pensar en eso también".

De especial interés resulta su intervención en la sesión inaugural de la Cumbre Sur, el 12 de abril de 2000, la cual refleja el nivel de madurez y coherencia de su pensamiento sobre la nueva situación que se enfrentaba a partir del predominio de la actividad financiera sobre la economía real.

En esta ocasión explicaba que con el neoliberalismo, la economía mundial no había crecido más rápidamente en términos reales, pero en cambio se había multiplicado la inestabilidad, la especulación, la deuda externa, el intercambio desigual, la tendencia a ocurrir crisis financieras más frecuentes, la pobreza, la desigualdad y el abismo entre el Norte opulento y el Sur desposeído. Agregaba que crisis, inestabilidad, turbulencia e incertidumbre eran los términos más utilizados en los dos últimos años para referirse al orden económico mundial.

Puntualizaba asimismo, que la desregulación neoliberal y la liberalización de la cuenta de capital tenían profundas repercusiones negativas en una economía mundial donde florecía la especulación en los mercados de divisas y de derivados financieros, en los que se realizan transacciones diarias no inferiores a tres millones de millones de dólares, la mayoría de las cuales son totalmente especulativas.

Denunciaba que a los países del Tercer Mundo se les exigía mayor transparencia en la información y una efectiva supervisión bancaria, pero entidades financieras como los fondos de cobertura no ofrecían información sobre sus actividades, no tenían regulación alguna y realizaban operaciones con montos muy superiores a todas las reservas de los bancos de los países del Sur. Resaltaba que en el clima de especulación desbordada que se había impuesto, los movimientos de capital de corto plazo hacían vulnerables a los países del Sur frente a cualquier contingencia externa.

Y concluía al resaltar una contradicción altamente dañina para los intereses de los países subdesarrollados:

Se obliga al Tercer Mundo a inmovilizar recursos financieros y endeudarse para mantener reservas en divisas con la ilusión de resistir ataques especulativos. Más de un 20 por ciento de los ingresos de capital en los últimos años se inmovilizaron como reservas y finalmente resultaron incapaces de resistir tales ataques, como se demostró en la reciente crisis financiera iniciada en el Sudeste Asiático. En Estados Unidos están colocados unos 727 000 millones de dólares procedentes de las reservas de los Bancos Centrales del mundo. Esto da lugar al hecho absurdo de que con sus reservas los países pobres ofrecen financiamiento barato y a largo plazo al país más rico y poderoso del mundo, reservas que pueden invertirse no sólo en el desarrollo económico, sino también social.

Son múltiples las intervenciones del compañero Fidel en el lustro que siguió a este discurso sobre el SFI y está aún por estudiarse en toda su profundidad y magnitud su valioso aporte al debate y análisis de estos complejos temas. Por supuesto, su actividad sobre esta materia no estaba limitada al ámbito del análisis teórico, y tenía, además, un contenido eminentemente práctico que se manifestaba entre otros aspectos, en su constante debate sobre estos temas no solo en ocasión de sus numerosas intervenciones públicas, sino también en sus frecuentes encuentros con importantes personalidades el mundo de la economía, la política, la cultura de las más diversas nacionalidades, que se interesaban por conocer sus criterios sobre estos temas. Este constante quehacer, le permitió un dominio de los problemas del SFI, los cuales estudiaba con rigor técnico, para después filtrar a través de su talento y experiencia, y convertirlos en ideas, conceptos y convicciones que lograba posteriormente expresar con la proverbial elocuencia y capacidad de persuasión que hasta sus más enconados enemigos reconocen.

El período que sobrevino después de que sus problemas de salud le obligaran a apartarse de sus funciones públicas no le impidió continuar dedicando su tiempo y esfuerzo al estudio de los problemas del SFI.

De particular interés resulta en esta etapa sus intercambios con el entonces presidente de Brasil, el compañero Lula, detallados en su Reflexión del día 23 de enero de 2008. Refiere el compañero Fidel al respecto:

Lula me explica la diferencia con aquel año (refiriéndose al momento de mayores dificultades para Brasil durante la crisis de finales de los 90) Afirma que hoy Brasil no tiene deuda alguna con el Fondo Monetario ni tampoco con el Club de París, y dispone de 190 mil millones de USD en sus reservas. Deduje que su país había pagado enormes sumas para cumplir con aquellas instituciones. Le expliqué la colosal estafa de Nixon a la economía mundial, cuando unilateralmente suspendió el patrón oro en 1971 que ponía límites a la emisión de billetes. El dólar mantenía hasta entonces un equilibrio con relación a su valor en oro. Treinta años antes Estados Unidos disponía de casi todas las reservas de ese metal. Si había mucho oro, compraban; si había escasez, vendían. El dólar ejercía su papel como moneda de cambio internacional, dentro de los privilegios que le fueron concedidos a ese país en Bretton Woods en el año 1944.

Las potencias más desarrolladas estaban destruidas por la guerra. Japón, Alemania, URSS y el resto de Europa apenas contaban con ese metal en sus reservas. La onza troy de oro podía adquirirse hasta por 35 dólares; hoy se necesitan 900.

Estados Unidos —le dije— ha comprado bienes en todo el mundo imprimiendo dólares, y sobre tales propiedades adquiridas en otras naciones ejercen prerrogativas soberanas. Nadie desea, sin embargo, que el dólar se devalúe más, porque casi todos los países acumulan dólares, es decir, papeles, que se devalúan constantemente desde la decisión unilateral del Presidente de Estados Unidos.

Las reservas en divisas actuales de China, Japón, el sureste asiático y Rusia acumulan tres millones de millones (3.000.000.000.000) de dólares; son cifras siderales. Si les sumas las reservas en dólares de Europa y el resto del mundo, verás que equivale a una montaña de dinero cuyo valor depende de lo que haga el gobierno de un país.

Pero posiblemente su más completo análisis sobre este tema, es el contenido en la Reflexión titulada "Las campanas están doblando por el dólar", publicada el 9 de octubre de 2009, la cual contiene un resumen de tales problemas, sus orígenes y sus consecuencias. Entre las partes más relevantes de este escrito podríamos citar las siguientes:

El imperio dominó al mundo más por la economía y la mentira que por la fuerza. Había obtenido el privilegio de imprimir las divisas convertibles al finalizar la Segunda Guerra Mundial, monopolizaba el arma nuclear, disponía de casi todo el oro del mundo y era el único productor en gran escala de equipos productivos, bienes de consumo, alimentos y servicios a nivel mundial. Tenía, sin embargo, un límite a la impresión de papel moneda: el respaldo en oro, al precio constante de 35 dólares la onza troy. Así ocurrió durante más de 25 años, hasta que el 15 de agosto de 1971 mediante una orden presidencial de Richard Nixon, Estados Unidos rompió unilateralmente ese compromiso internacional estafando al mundo. No me cansaré de repetirlo. De esa forma lanzó sobre la economía mundial sus gastos del rearme y aventuras bélicas, en especial la guerra de VietNam que, según cálculos conservadores, costó no menos de 200 mil millones de dólares y la vida de más de 45 mil jóvenes norteamericanos.

[...]

Los bonos y billetes de la Tesorería continuaron circulando como divisas convertibles; las reservas de los Estados continuaron nutriéndose de esos billetes que, por un lado, servían para adquirir materias primas, propiedades, bienes y servicios de cualquier parte del mundo y, por otro, privilegiaban las exportaciones de Estados Unidos frente a las demás economías del planeta. Los políticos y académicos mencionan una y otra vez el costo real de aquella guerra genocida, admirablemente descrita en la película de Oliver Stone. Las personas tienden a realizar cálculos como si los millones fuesen iguales. No suelen percatarse de que los millones de dólares de 1971 no son iguales a los millones del 2009.

Un millón de dólares hoy, cuando el oro —un metal cuyo valor ha sido el más estable a lo largo de siglos— tiene un precio que sobrepasa los mil dólares la onza troy, vale alrededor de 30 veces lo que valía cuando Nixon suspendió la conversión. Doscientos mil millones en 1971, equivalen a 6 millones de millones de dólares en el 2009. Si no se tiene en cuenta esto, las nuevas generaciones no tendrán una idea de la barbarie imperialista.

[...]

Los despachos cablegráficos divulgados hoy, viernes 9 de octubre, añaden datos que son irrebatibles. Un despacho de AFP procedente de Washington precisa que el déficit presupuestal de Estados Unidos, en el año fiscal 2009, se eleva a 1,4 millones de millones de dólares, el 9,9% del PIB, "algo nunca visto desde 1945, al finalizar la Guerra Mundial, y concluye:

El déficit en el año 2007 había sido ya un tercio de esa cifra. Se esperan elevadas sumas de carácter deficitario los años 2010, 2011 y 2012. Ese enorme déficit está dictado, fundamentalmente, por el Congreso y el Gobierno de Estados Unidos para salvar los grandes bancos de ese país, impedir que el desempleo se eleve por encima de 10% y sacar a Estados Unidos de la recesión. Es lógico que si inundan la nación de dólares, las grandes cadenas comerciales venderán más mercancías, las industrias incrementarán la producción, menos ciudadanos perderán sus viviendas, la marea del desempleo dejará de crecer, y las acciones de Wall Street elevarán su valor. Fue la forma clásica de resolver la crisis. Sin embargo, el mundo no volverá ya a ser el mismo.

Un análisis de la profundidad y contenido del pensamiento del compañero Fidel es, sin duda, un ejercicio de gran alcance, cuyo desarrollo podría ser objeto de un voluminoso libro. No obstante, a los efectos de esta obra y a partir de sus intervenciones y escritos citados en este trabajo, podríamos resumir que existen aspectos de este que deben ser resaltados, entre otros:

  • Su cabal comprensión de las circunstancias que permitieron a los Estados Unidos imponer un orden financiero internacional a la medida de sus intereses en la Conferencia de Bretton Woods en 1944 y su contribución al estudio de este evento dentro de una nueva perspectiva histórica. Su pormenorizado análisis en cuanto las ventajas en que esta situación colocó a los Estados Unidos y cómo Estados Unidos empleó este privilegio para financiar sus campañas bélicas y sacar adelante su agenda internacional sin afectar su economía. Su capacidad de avizorar que en el SFI se estaban dando nuevas situaciones de tal complejidad y envergadura que hacían necesaria una nueva forma de afrontar sus problemas mediante el debate y el consenso de la comunidad internacional.
  • Las consecuencias del establecimiento de un sistema de tasas de cambio flotantes que creaba las condiciones para un nivel de especulación en los mercados cambiarios que no tenía antecedentes históricos y creaba amenazas sin precedentes para el normal desenvolvimiento económico de los países del Tercer Mundo.
  • Su clara percepción de que el actual SMI carece de mecanismos de auto regulación y es, por tanto, proclive a perpetuar desequilibrios cuyas consecuencias son imprevisibles y de grandes proporciones.
  • Entender en toda su magnitud el grave peligro que significa que el normal funcionamiento del SMI esté en dependencia de la liquidez que suministre Estados Unidos por la vía del déficit de su balanza de pagos.
  • Denunciar lo absurdo que resulta el actual SMI que obliga a los países menos desarrollados a mantener sumas colosales de reservas internacionales para enfrentar los shocks externos que genera el actual SFI, las cuales son depositadas en los bancos de los países más ricos o invertidos en obligaciones de la deuda pública de estos, con lo que se da la irracional situación que los más pobres financian a los más ricos.
  • Su precoz comprensión del grave problema de la deuda externa y sus consecuencias para los países subdesarrollados y la campana internacional que lideró sobre este asunto que fue la acción más efectiva y abarcadora que se ha librado a nivel internacional para crear conciencia sobre la verdadera naturaleza y consecuencia del fenómeno del endeudamiento de los países del Tercer Mundo.
  • Su capacidad para llegar a la conclusión de que la deuda era impagable e incobrable y expresarlo con toda claridad, con argumentación matemática y económica. Hacer esta afirmación cuando él lo hizo —a mediados de los ochenta— significó romper una barrera mental y política que nadie hasta entonces se había atrevido a afrontar.
  • Su singular aporte al debate de los problemas financieros y monetarios del mundo reflejado entre otros hechos en la convocatoria de 10 eventos de alto perfil académico, tanto en el ámbito político como económico, que se celebraron en la Habana entre 1998 y 2009 para analizar y proponer soluciones a estos problemas con la participación de importantes figuras de la economía y la política de numerosos países del mundo, en un marco de absoluto respeto a las ideas ajenas que le dio un gran prestigio y reconocimiento internacional a estos eventos.
  • Su temprana detección de que el caos monetario instaurado a partir de los primeros años de la década de los 70 desencadenaría "guerras monetarias".
  • Su constante denuncia de los peligros que significaba para los países más débiles acceder a las condicionalidades del FMI y muy en particular a la total liberalización de la cuenta de capital y financiera de su balanza de pagos, que lo hacía fácil presa de la actividad especulativa en los mercados financieros.
  • Su temprana advertencia de que los grandes desequilibrios en las relaciones financieras internacionales, terminarían por ser un componente que contribuiría a hacer más profundas e imprevisibles las crisis cíclicas del capitalismo.
  • Su contribución a divulgar las ideas marxistas mucho antes de que en esta nueva etapa académicos de las más disimiles formaciones e ideologías, volvieran de nuevo a recurrir a las obras de Marx como parte de sus estudios para tratar de entender los procesos económicos que conducen a las crisis cíclicas del capitalismo.
  • Su idea de que las crisis financieras no tienen solución dentro del actual orden económico internacional, pero al mismo tiempo su absoluta convicción de que las crisis surgidas a partir de 1997, y muy en particular, la actual crisis global, contribuyen a demostrar la inviabilidad del capitalismo y la necesidad de continuar la lucha por un nuevo orden económico internacional, a partir del concepto de que de las grandes crisis surgen las grandes soluciones.
  1. Fidel Castro: La crisis económica y social del mundo, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1983.
  2. Ibid., p. 81.
  3. Ibid., p. 84.
  4. Ibid., p. 85.
  5. Ver discursos citados aquí del Comandante Fidel Castro, en www.cuba.cu/ gobierno/discursos