Biblioteca:Documentos de la Revolución Cubana 1959/Supresión de un medio de control del movimiento obrero
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Uno de los instrumentos de la dominación burguesa en Cuba neocolonial se basó en el mantenimiento de la división del movimiento obrero y el control de sus organizaciones: las federaciones obreras y los sindicatos legalmente reconocidos.
Durante la tiranía, una camarilla oportunista y corrupta, encabezada por Eusebio Mujal Barniol, constituyó una punta de lanza del batistato dentro del movimiento obrero; entronizó el anticomunismo, el economicismo y la corrupción en el sindicalismo cubano. No por casualidad Mujal Barniol se adscribió al régimen el día siguiente del golpe de Estado. Y Batista lo premió, manteniéndolo como Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
Como parte de la política antiobrera, durante el período de la guerra fría, se estableció por decreto la cuota sindical obligatoria, descontada como un impuesto a los trabajadores, para ser distribuida en distintos porcientos entre los sindicatos, las federaciones obreras y la CTC, es decir, las estructuras sindicales oficialmente reconocidas.
Ello permitía la sobrevivencia de directivas sindicales –impuestas la mayor parte de las veces a espaldas de los obreros–, las cuales, de oficio, contaban con un financiamiento para sus actividades, y en no pocas oportunidades malversaban esos recursos. En fin, la cuota sindical obligatoria fue un medio de corrupción y de control del movimiento obrero.
De ahí que su abolición fuera un justo reclamo del movimiento obrero, que sería satisfecho mediante la Ley No. 21 de 1959.
Por el papel que habían tenido los sindicatos controlados por los mujalistas en el sostén de la dictadura, la depuración de estos elementos constituía también un fuerte reclamo; de hecho, a partir del 1ro. de Enero, la mayor parte de los sindicatos de base cambiaron sus directivas, y resultaba necesario ordenar ese proceso.
La Ley No. 22 declaró la remoción de todas las personas que ostentaban cargos el 31 de enero de 1958 en las directivas nacionales de la CTC, las federaciones obreras provinciales, los sindicatos, uniones y gremios de toda la República. Fue creado un Comité de dirección provisional de la CTC que añadió al nombre de la organización, el de Revolucionaria (CTC-R); se reconocía a un grupo de dirigentes obreros como integrantes de ese Comité, el cual estaba conformado por David Salvador Manso como responsable general; Octavio Louit Venzant (Cabrera), de organización; José Pellón Jaén, de finanzas; Antonio Torres Chedebeau, responsable ante los organismos oficiales y patronales; Conrado Bécquer Díaz, de actas y correspondencia; José María de la Aguilera Fernández, de propaganda; Reinol González González, de relaciones exteriores; Jesús Soto Díaz, de relaciones interiores, y José de J. Plana del Paso, de asuntos jurídicos.
A lo largo de 1959 se logró la revitalización de los sindicatos y se abrió un amplio proceso de libre sindicalización de los trabajadores. En el mes de mayo se efectuaron elecciones en 1 600 sindicatos y a partir del 22 de ese mes, con la realización del Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FNTA), comenzaron los Congresos en las 33 federaciones que componían la Central de Trabajadores de Cuba-Revolucionaria. En noviembre, se celebró el X Congreso de la CTC-R.
Pero la lucha por erradicar el «mujalismo» no era solo por un cambio de personas en la dirección, sino también de métodos, estilos de trabajo; la eliminación de los cargos sindicales como prebendas políticas; del divisionismo, el sectorialismo y el economicismo en el movimiento obrero. Durante el X Congreso de la CTC-R se puso de manifiesto que en una parte de los dirigentes obreros prevalecían algunos de estos fenómenos, alentados, además, por un anticomunismo ramplón que servía a los intereses de la contrarrevolución que ya se organizaba tanto fuera del país, como en su interior.
Estas actitudes ponían en peligro el éxito del Congreso, a pesar de la existencia de una fuerte corriente unitaria entre los delegados. En la inauguración, Fidel había manifestado que los destinos de la Revolución estaban en manos de la clase obrera, e hizo un fuerte llamado a su unidad, para defenderla. Ante la situación creada en el desarrollo del Congreso, intervino en la sesión y en un esclarecedor discurso situó las tareas esenciales del movimiento obrero: defensa de la Revolución como garantía de no retorno al pasado, apoyo a las leyes revolucionarias, y erradicación del mujalismo dentro del movimiento obrero.
El conjunto de acuerdos de este Congreso, entre ellos, la desafiliación de la CTC-R, de la ORIT; el apoyo de la clase obrera al Gobierno Revolucionario, a las leyes revolucionarias, de modo particular la Reforma Agraria; al desarrollo económico del país, mediante la contribución del 4 % del salario de los obreros –medida que espontáneamente venía cumpliéndose–, así como otros relativos a la organización sindical, hicieron de este Congreso un importante paso en la progresiva conversión del movimiento obrero en un puntal de la Revolución.