Biblioteca:Estrategia del desarrollo económico en Cuba/Capítulo 2. La estrategia de desarrollo económico de Cuba en la etapa democrático-popular de la Revolución (1959-1960)
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1. Carácter de las transformaciones socioeconómicas en la primera etapa de la Revolución
Con el triunfo del 1ro. de enero de 1959 se inició una profunda revolución social en Cuba. Por primera vez se produjo un cambio político que alteraría el equilibrio tradicional entre las clases sociales en pugna en el país.
En Cuba las clases sociales presentaban ciertas particularidades condicionadas por el sistema de dominación a que sometía el país el imperialismo yanqui. Ello determinaba el lugar histórico y el papel que cada clase o grupo social integrante de alguna de ellas, desempeñarían en la lucha por el poder político y económico del país.
El poder político en Cuba tradicionalmente estaba caracterizado por la presencia de un trípode de fuerzas sociales reaccionarias: los latifundistas, la gran burguesía azucarera y la gran burguesía comercial importadora.
Los latifundistas constituían el grupo social más reaccionario dentro de la burguesía, basando su existencia en una estructura de propiedad agraria de rasgos semifeudales, caracterizada por la explotación extensiva de la tierra y la presencia de bajísimos niveles de productividad del trabajo. A esta forma de apropiación y explotación de la tierra se unía un sistema de explotación de los trabajadores que combinaba métodos semifeudales como la aparecería, con la explotación del proletariado agrícola en condiciones de semiesclavitud, sobre todo en la agricultura cañera. A este segmento de la burguesía cubana se unía grandes latifundistas de origen norteamericano.
La gran burguesía azucarera asumía con relación a la oligarquía financiera de EE.UU., el papel de socio menor en la propiedad de las industrias azucareras de más baja productividad, vinculando su suerte a los intereses azucareros yanquis.
La gran burguesía comercial importadora desde la época colonial asumió posiciones reaccionarias, ajenas a los intereses básicos del país. En la República neocolonial vinculó su suerte a EE.UU. como beneficiaria de segundo orden de los Tratados de Reciprocidad Comercial, que ubicaban en Cuba las mercancías norteamericanas a precios de monopolio, obteniendo amplios márgenes de ganancia y obstaculizando cualquier desarrollo de la industria nacional o la diversificación del comercio exterior.
Las condiciones de dominación planteadas por el imperialismo de EE.UU. y la oligarquía nacional, impidieron el desarrollo de la industria no azucarera en Cuba y con ello, la posibilidad de un desarrollo capitalista autónomo y en cierta medida, independiente, al estilo de otros países de América Latina.
Ello condicionó un débil desarrollo de la burguesía industrial no azucarera, cuyos intereses fundamentales resultaban incompatibles con la oligarquía cubana dominante y con el imperialismo yanqui, pero no tuvo la fortaleza económica, ni el coraje político para desempeñar el papel progresista que históricamente podría haberle correspondido.
La falta de desarrollo del capitalismo de bases nacionales no azucareras condicionó, por otro lado, un débil desarrollo de la clase obrera no agrícola, que solamente alcanzaba a 400 mil obreros en la década del '50, contra 100 mil obreros azucareros y un total de 600 mil obreros agrícolas.
Estos hechos plantearon importantes diferencias entre el proletariado urbano y rural. No obstante, la lucha obrera en general, alcanzó grandes éxitos entre 1938 y 1947 que condicionaron un nivel de ingresos en la industria no azucarera relativamente alto en comparación con América Latina y lograron amortiguar en alguna medida, las consecuencias del desarrollo cíclico de la industria azucarera. Sin embargo, en el campo la enorme acumulación de mano de obra disponible operaba como una cantera permanente a favor de los terratenientes y empresarios agrícolas. Allí las condiciones eran del todo diferentes pues aunque existían sindicatos, estos no lograban impedir que los patronos utilizaran la mano de obra a su arbitrio empleando a quienes rindieran más o despidiendo a los que resistieran el tipo de explotación inclemente que existía en las zonas rurales. De igual manera resultaban peculiares en Cuba las posiciones del campesino y la pequeña burguesía.
En las áreas rurales el campesinado agrupaba a más de 200 mil familias, de las cuales 140 mil estaban integradas por campesinos pobres y semipropietarios. En un país donde predominaban los grandes latifundios que concentraban el 45% de las tierras, no había posibilidades para el desarrollo de los campesinos medios y ricos. Desde el punto de vista clasista las posiciones del campesinado pobre se acercaban a las de las capas más explotadas del proletariado agrícola, determinando una coincidencia de intereses, que tendría una significación decisiva para resolver el problema agrario posteriormente. Asimismo, los campesinos medios e incluso los ricos, estaban sujetos a las mismas vicisitudes de la burguesía industrial no azucarera.
En las ciudades, la pequeña burguesía alcanzó un volumen apreciable a partir del desarrollo de una amplia capa de productores artesanales y de comerciantes, así como de empleados públicos y miembros de las llamadas profesiones liberales. Su posición socioeconómica, muy cercana a la situación del proletariado en las épocas de crisis, la hizo muy sensible a la radicalización política, asumiendo, en múltiples ocasiones, posiciones revolucionarias.
Después del 1ro. de enero de 1959 el poder político en Cuba pasó "a manos de una alianza de las masas populares, donde tienen el papel dominante los intereses de la clase obrera y de los campesinos trabajadores, representados por el Ejército Rebelde victorioso y su dirección revolucionaria".
De esta forma se inicia la etapa democrático-popular, agraria y antiimperialista de la Revolución, en la que se emprendió un programa de transformaciones económicas, que, en su primera etapa logró agrupar en torno a la Revolución a todas las clases cuyos intereses coincidían con el ideal nacional-liberador en esta etapa, asumiendo el poder político "una dictadura democrático-revolucionaria de las masas populares de obreros, campesinos, pequeña burguesía urbana y demás capas de la población con intereses opuestos a la dominación del imperialismo y de la oligarquía latifundista".
Así fueron las clases más progresistas, en un primer lugar la clase obrera en estrecha alianza con el campesinado, las que garantizaron las transformaciones en su primera fase, al asumir históricamente la solución real a la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas que -producto de las relaciones de dependencia respecto a la oligarquía financiera yanqui y a la caduca estructura agraria que la sustentaba y apoyaba- demandaban como primer paso, una revolución antiimperialista, agraria, democrática y popular.
La esencia de las transformaciones económicas más importantes de esta etapa estuvo dada así -en primer lugar- por la necesidad de romper la estructura agraria caduca del país como eslabón fundamental que determinaba la condición de atraso y miseria del pueblo y, junto a ello y unida indisolublemente a este proceso, por la necesidad de romper la dominación del imperialismo norteamericano que asfixiaba la economía en general y en particular la agricultura, mediante el latifundio azucarero.
La ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959, fue la transformación más radical e importante de esta etapa. "Esta medida, que inicia la transformación revolucionaria de las relaciones de producción -base económica de la sociedad-, aún cuando, por sí misma, no rebasa los marcos nacional-liberadores de la primera etapa, generó un proceso que en su aplicación condujo a sustituir la propiedad privada sobre un medio fundamental de producción como la tierra, por la propiedad estatal, y dados los intereses de la clase que dominaban en la dirección del Estado revolucionario, significó el nacimiento de un sector, que en su desarrollo, se convertiría en el sector socialista de la economía".
Las consecuencias de esta Ley fueron múltiples y significativas: se eliminó la propiedad de los latifundistas y se distribuyó aproximadamente el 67% de las tierras del país a favor de los pequeños campesinos y el Estado; se creó el sector social en la agricultura que pasó a controlar alrededor del 40% de las tierras; se liberó el campesino del pago de rentas y de la explotación de intermediarios y usureros; se crearon las bases para formas superiores de producción agrícola; se contribuyó decisivamente a la eliminación del desempleo en el campo y se produjo una redistribución significativa de los ingresos a favor del campesinado, ampliándose al mercado interno del país.
Un segundo aspecto esencial en las transformaciones económicas en esta etapa lo constituye la expropiación de los medios de producción que se produce en las restantes ramas de la economía, dando lugar al surgimiento del sector socialista en la misma.
Este proceso se desarrolló mediante dos vías diferentes: por medio de la confiscación de los bienes de los malversadores enriquecidos con el erario público y en negocios sucios amparados por los gobiernos anteriores a 1959 mediante las nacionalizaciones del carácter antiimperialista que se producen como respuesta a las agresiones económicas de EE.UU. entre julio y septiembre de 1960 y las nacionalizaciones de carácter anticapitalista que se efectuaron con posterioridad en octubre de 1960, frente a la posición contrarrevolucionaria asumida por la burguesía cubana en bloque.
Debe señalarse que en múltiples casos la nacionalización estuvo precedida por la intervención. Esta medida de carácter cautelar, fue en Cuba la forma de expresión del control obrero y garantizó que no se paralizara la producción de muchas industrias ante los conflictos laborales desatados constantemente por la burguesía con ese fin.
El proceso de nacionalización en los sectores no agrícolas presentó la particularidad que su evolución general y ritmo de ejecución estuvieron dictados por la agudización de la lucha de clases entre 1959 y 1960.
La imposibilidad práctica de aplicar un programa de transformaciones democrático-burgués en estos años, evidenció claramente la ausencia de una verdadera burguesía nacional con intereses económicos independientes y, confirmó el entrelazamiento de la burguesía, con los intereses del imperialismo norteamericano.
Las expropiaciones señaladas -sin rebasar los ámbitos nacional-liberadoras de esta etapa y sin ser incompatibles por su forma con la propiedad capitalista hasta septiembre de 1960- aceleraron, por su contenido, junto a la reforma agraria, el proceso de desaparición definitiva de la propiedad privada capitalista y la explotación del trabajo asalariado en Cuba.
Un tercer aspecto esencial en las transformaciones socioeconómicas en estos años, lo constituyeron las medidas encaminadas a lograr una redistribución inmediata de los ingresos a favor de las clases trabajadoras, a la eliminación del desempleo y a la elevación consecuente del nivel de vida del pueblo.
Asimismo, debe señalarse que las transformaciones económicas efectuadas en este periodo no solo beneficiaron a las clases trabajadoras, sino que repercutieron también favorablemente, sobre la burguesía Industrial no azucarera, la pequeña burguesía urbana y la burguesía agraria, pese a sus posiciones mayoritariamente hostiles a la Revolución a partir de mayo de 1959.
La política democrática general del Gobierno Revolucionario fue, sin embargo, rechazada por la burguesía industrial no azucarera. Esta posición demostró las limitaciones clasistas de la burguesía "nacional" aún siquiera para integrarse -no ya dirigir- una Revolución nacional liberadora.
Durante los dos primeros años de la Revolución, se desarrollaron las transformaciones fundamentales para destruir las bases económicas del poder político de las clases dominantes en la economía cubana hasta entonces, al tiempo que se mejoraban de manera sustancial las condiciones de vida del pueblo en todos los órdenes.
Las transformaciones revolucionarias sentaron las premisas indispensables para la desaparición total de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción que se operaría con posterioridad, creando las bases para iniciar en un breve plazo la construcción del socialismo en el país.