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Biblioteca:Historia de Cuba. Nivel Medio Superior/La sociedad esclavista en la primera mitad del siglo XIX. Las ideas y su influencia en el proceso de formación de la nacionalidad y nación cubanas

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En la primera mitad del siglo XIX la sociedad colonial criolla, que se ha conformado lentamente a partir del siglo XVI hasta consolidarse en el siglo XVIII, comienza a tomar una nueva imagen. En la sociedad esclavista los procesos económicos, las ideas políticas, el modo de vida y la creación artística que la caracterizan tienen mayor dinamismo y complejidad. En ella se reafirma la presencia de elementos propios, autóctonos, resultado de la fusión criollo-hispano-africana, del proceso de integración sociocultural que sigue desarrollándose y hace más evidentes las diferencias con los intereses de la metrópoli. Las ideas inician el camino hacia la formación e integración nacional.

Transformaciones económicas y sociales en la Isla durante la primera mitad del siglo XIX. El auge y la crisis de la plantación. Su repercusión en la sociedad

La sociedad esclavista cubana fue el resultado de importantes transformaciones en la economía y la sociedad criolla que se desarrollaron desde mediados del siglo XVIII y alcanzaron su punto culminante a finales de este siglo. Estaban vinculadas a un conjunto de acontecimientos internacionales que provocaron un aumento de la demanda de productos tropicales en los principales mercados del mundo. Productos como el azúcar, el café y el tabaco se convirtieron en los más cotizados.

Para la producción azucarera cubana tuvo importancia significativa uno de esos acontecimientos: la Revolución de Haití que se inició en 1791. El estallido de la revolución en esta colonia francesa provocó la ruina de sus plantaciones de azúcar y café. Perdió su condición de primer exportador mundial de azúcar y uno de los más importantes de café y cacao.

Cuba tenía la oportunidad de aprovechar esta situación internacional favorable para su producción azucarera si era capaz de producir lo suficiente para satisfacer la demanda de los mercados, incluso de forma permanente. ¿Qué condiciones eran necesarias para este salto productivo? Estas condiciones existían en el occidente cubano, con buenos suelos para el cultivo, excelentes puertos para la exportación y la capacidad económica (capital) que tenía la oligarquía criolla para invertir en el negocio azucarero: ingenios, tecnología y esclavos.

Las favorables condiciones fueron la base imprescindible para el rápido desarrollo de la plantación. ¿Qué era la plantación? Una empresa económica agrícola-industrial, basada en el trabajo esclavo que producía azúcar para la exportación al mercado capitalista. Formada por dos partes, la agrícola y la industrial. La parte agrícola la integraban las plantaciones de caña de azúcar, montes con reserva de leña, potreros para el mantenimiento de bueyes y caballos, el batey y otras construcciones. En esta parte la fuerza de trabajo esclava tenía una importancia especial porque se ocupaba fundamentalmente de la actividad agrícola (siembra, corte y alza de la caña). La parte industrial era el ingenio, donde se fabricaba el azúcar. Integrada por las diversas secciones del proceso productivo: el trapiche, la casa de calderas, la casa de purga y el secado. En el ingenio también estaba presente el trabajo esclavo junto al trabajo libre o asalariado, de personas especializadas en la elaboración del azúcar como maestros de azúcar, puntistas, etcétera (fig. 1.8).

También el café se desarrolló en plantaciones, con las características propias de este cultivo. A finales del siglo XVIII aumentó su producción por las condiciones favorables que provocó la Revolución de Haití. Mientras la industria azucarera se extendía por las zonas llanas de occidente el cultivo del café avanzó por la zona central y oriental; de la región de Habana-Matanzas se desplazó hacia las zonas altas centro-orientales donde recibió el impulso de emigrados franceses que aplicaban nuevas técnicas de cultivo. Las principales zonas cafetaleras se localizaban en Trinidad, en la zona montañosa del norte y noroeste de Santiago de Cuba y algunas en la región occidental. En la primera mitad del siglo XIX el café ocupó el segundo renglón de exportación en la Isla hasta que comenzó a declinar por un conjunto de factores. El más importante fue la competencia internacional (fig. 1.9).

El desarrollo acelerado de la plantación en su etapa de auge, provocó importantes transformaciones económicas. En primer lugar cambió la estructura productiva. La expansión de la plantación incorporó amplias zonas a la producción de azúcar y café para la exportación. Las haciendas ganaderas se transformaron en plantaciones porque eran las explotaciones agrarias más productivas, eran las que proporcionaban mayores ganancias a sus propietarios. Este proceso no significó la desaparición de las formas tradicionales de explotación de la tierra, se mantuvo la pequeña propiedad (vegas tabacaleras, sitios de labor, potreros para la ganadería) (fig. 1.10).

La pequeña propiedad era necesaria porque abastecía a las poblaciones que se formaban con la expansión azucarera pero el ritmo de crecimiento económico de la Isla lo determinaba la plantación de azúcar y café por las ganancias que proporcionaban a sus propietarios. Esta característica explica que los hacendados ganaderos occidentales se transformaran en plantadores azucareros y cafetaleros. Los cambios no llegaron a toda la Isla, amplias zonas del centro y del oriente cubano mantuvieron la estructura agraria tradicional, sus grandes haciendas ganaderas con uso extensivo de la tierra, poco productivas.

También se conformaron regiones socioeconómicas. Occidente, Centro, Puerto Príncipe y Oriente se diferenciaban por su capacidad exportadora en los principales productos (azúcar, café y tabaco) y el desarrollo de otras producciones (ganado, productos alimenticios, talleres y comercios en las ciudades). Cada región se especializaba en determinadas producciones y esto influyó en sus características poblacionales. Se destacaba Occidente como la región de mayor dinámica de crecimiento con más ingenios, dentro de ellos los semimecanizados que permitían mayor producción y exportación, más cafetales, sitios, vegas, potreros y esclavos.

Se desarrolló la tendencia al predominio de la producción azucarera dentro de las exportaciones y el mercado norteamericano como su principal comprador.

Para mediados del siglo XIX, en la década del 40 aproximadamente, la comercialización azucarera a nivel internacional comenzó a cambiar. Se desarrollaba la producción de azúcar de remolacha en Europa, de azúcar de caña y remolacha en los Estados Unidos y en nuevas áreas coloniales asiáticas. Con el aumento de la producción azucarera en el mercado internacional disminuyó la demanda y los precios descendieron. ¿Qué significación tuvo este hecho para la producción azucarera de la Isla?

Demostró que la situación internacional no era favorable para la producción azucarera cubana. La Isla no estaba sola en el mercado mundial como a finales del siglo XVIII y tenía que enfrentar la competencia remolachera europea y de otras áreas azucareras.

Para contrarrestar la competencia había que elevar la producción, su calidad y reducir los gastos del proceso productivo a través de innovaciones técnicas. La modernización de los ingenios implicó la inversión de más capital para la compra de tecnología y esclavos. El aumento de la capacidad industrial del ingenio, su productividad, requería de más esclavos y la intensificación de su explotación, ambos factores incentivaron las sublevaciones. Los dueños de ingenios necesitaban más capital en el momento en que se reducían sus ganancias por la disminución de las ventas y los precios del azúcar.

En medio de esta situación compleja aumentaron las presiones de Inglaterra sobre España para que eliminara la esclavitud en sus colonias. La posición abolicionista inglesa respondía a su desarrollo capitalista que necesitaba ampliar mercados y consumidores para su producción industrial. Por otra parte tenían intereses coloniales en el continente africano y la trata esclavista diezmaba su población.

El resultado de la política abolicionista inglesa fue la disminución del comercio negrero y el aumento del precio de los esclavos. Se manifestaba la crisis de las relaciones esclavistas. Se buscaron alternativas para resolver la falta de esclavos, de ellas se destacaron las facilidades para la inmigración blanca (castellanos, andaluces, gallegos, canarios, extremeños) pero estas personas se ubicaron en diferentes ocupaciones, no resistieron el rigor del trabajo en la plantación. También se contrataron chinos y yucatecos, que fueron sometidos a una terrible explotación, pero tampoco resolvieron el problema de falta de mano de obra.

Solamente los grandes productores azucareros podían pagar los precios tan altos que tenían los esclavos en este momento, aspecto que provocó la disminución de sus ganancias y las diferencias entre los productores. La esclavitud iba desapareciendo lentamente del resto de las actividades productivas en la Isla pero se mantenía en la plantación azucarera y en el servicio doméstico.

¿Qué repercusión tuvo en la sociedad colonial el auge y la crisis de la plantación?

Estas transformaciones económicas provocaron cambios profundos en la composición demográfica de la población. En la etapa de auge de la plantación creció rápidamente la población por la introducción masiva de esclavos que eran explotados intensivamente. La inmigración forzada africana fue la vía más rápida y la única posible para garantizar la fuerza de trabajo en las plantaciones de los ingenios y cafetales. Es difícil calcular el monto exacto de los africanos introducidos en la Isla, el estimado más aceptado hasta el momento es el de 1 300 cifra que dice por sí sola del impacto económico, social, biológico y cultural que significó la trata esclavista.

La esclavitud se generalizó a toda la actividad productiva (agraria, servicios, oficios), fue su base fundamental por lo que toda la población estaba comprometida con la esclavitud en mayor o menor medida. Era una sociedad esclavista y como tal cualquier proyección económica, política o social tenía que tomar en cuenta la presencia de la esclavitud.

Pero también influyó en la composición poblacional la inmigración libre europea (blanca hispana), estimulada para contrarrestar el peligro que representaba el aumento de la masa de esclavos y también para desarrollar el campesinado que debía garantizar las producciones complementarias a las plantaciones. La presencia permanente de la inmigración blanca hispana tuvo una influencia marcada en la población criolla ya que sus relaciones familiares y culturales con los inmigrantes españoles permitieron renovar y fortalecer los vínculos con la metrópoli, se retrasaba la formación nacional.

La masiva trata esclavista y la inmigración europea recién llegada, sin raíces en el medio social y cultural criollo, enriquecieron y retrasaron el proceso de integración sociocultural, base para el proceso de formación nacional. Lo enriquecieron por los aportes culturales de africanos y europeos, componentes básicos en la formación del pueblo cubano.

Por otra parte la esclavitud estableció barreras, condicionó una sociedad compleja con una estructura clasista y estamental muy rígida. No solo existía la división en clases y sectores sociales sino en estamentos raciales (blancos, negros y mulatos libres y esclavos). El color de la piel tenía un peso determinante en la sociedad esclavista por lo que gran parte de la población consideraba a los esclavos como un elemento ajeno a ella. La población blanca, al tener mayor peso demográfico y representación social, disfrutó de una hegemonía política y cultural absoluta sobre el estamento de negros y mulatos libres y la masa esclava. Se frena el proceso de integración sociocultural.

Para la existencia de la nacionalidad y la formación nacional era imprescindible un alto grado de integración cultural y social, que solo se lograría cuando existiera una comunidad de intereses entre las clases y los estamentos étnicos que conformaban la sociedad. La sociedad esclavista negaba estos presupuestos por las marcadas diferencias que establecía.

Los propietarios de ingenios y cafetales, los plantadores esclavistas, tenían que someter a la gran masa de esclavos africanos. Aplicaron mecanismos para borrar la cultura, los valores culturales de estos grupos humanos y facilitar su explotación. Los esclavos se refugiaban en su cultura como recurso de identidad y supervivencia, por tanto, los aportes culturales africanos fueron el resultado de la lucha por preservar sus valores identitarios.

¿Qué mecanismos utilizó la burguesía esclavista para eliminar los valores culturales africanos? Diferentes etnias, la edad, el sexo, la alimentación, el vestuario, la vivienda y el trabajo extenuante.[1]

Conformaban sus dotaciones con esclavos de etnias diferentes, procedentes de diversas regiones africanas que hablaban distintas lenguas, tenían creencias religiosas diferentes y en algunos casos con sentimientos de hostilidad entre sí. Trataban de impedir la solidaridad, estimular la división para que lo único común que tuvieran todos en aquella sociedad esclavista, que los explotaba y discriminaba, fuera ser esclavos y negros.

Preferían al esclavo joven (15 a 20 años), porque el sistema de trabajo intensivo exigía hombres jóvenes y fuertes, eran los más productivos, con vida más larga, los menos cultos. En los jóvenes era más fácil borrar los elementos culturales originales y fijar los patrones de la plantación porque tenían menos incorporadas las tradiciones de sus pueblos. Los esclavos de mayor edad tenían más dificultades de adaptación al trabajo, era más difícil borrar su cultura original, su memoria histórica. Así, la población de las plantaciones se caracterizaba por estar conformadas en su mayoría por hombres jóvenes, pocas mujeres, niños y ancianos.

El bajo porcentaje de mujeres implicó un elevado índice de masculinidad, situación que se mantuvo hasta que la trata entró en crisis y se compraban todo tipo de esclavos. La poca presencia de mujeres obedecía a razones productivas (baja productividad, costo de la procreación ya que se producían muchas muertes por parto, la elevada mortalidad infantil y la crianza impedía el trabajo de la madre). Esta situación significó prácticamente la eliminación de la vida sexual en las plantaciones, constituidas por hombres solos. La represión y obsesión sexual hizo que cantos, bailes, juegos y cuentos adquirieran un sentido diferente bajo la esclavitud. La exagerada sexualidad no se originó en las condiciones fisiológicas o culturales de estos hombres sino fue el resultado del infrahumano sistema de vida al que fueron sometidos. La plantación distorsionó la vida sexual del esclavo y los racistas la justificaron inventando el mito de la sexualidad sádica del negro, la inmoralidad de la negra y la lujuria de la mulata.

Muy poco de las costumbres alimentarias africanas llegó a la América porque la alimentación de las dotaciones esclavas estuvo determinada por los precios de los productos en el mercado, su almacenamiento y traslado además de las costumbres alimentarias de la época. A los esclavos se les suministraba diariamente una determinada cantidad de alimento para cumplir el trabajo y asegurar su subsistencia, dos comidas con abundante arroz o harina, alejada de los gustos y sabores africanos.

Con la vestimenta de los esclavos comenzó la producción de ropa barata para las plantaciones, caracterizada por un mínimo de piezas y costura de las prendas, todos vestidos igual. Se eliminó todo lo que los pudiera diferenciar salvo las marcas o señas tribales que no se podían borrar (tatuajes, dientes limados, etc.). La tradición artesanal del vestido y adornos africanos prácticamente se perdió en las plantaciones. Para lograr la incomunicación y la estrecha vigilancia los esclavos tenían como vivienda el barracón, todos iguales, sin elementos diferenciadores, algo ajeno a su mundo original. El barracón era un lugar de condiciones antihigiénicas y carcelarias, sin ventanas y con una sola puerta que permanecía cerrada con candado por las noches para impedir la fuga de los esclavos.

El trabajo en la plantación extendió la jornada laboral (18 horas) además de otras tareas en el ingenio. La esclavitud en las plantaciones tenía características diferentes a la establecida en los siglos anteriores, ahora la explotación del esclavo era intensiva y extensiva. El esclavo no podía reponer totalmente las energías gastadas. Al cansancio diario se le sumaba la fatiga acumulada que disminuía su capacidad laboral y provocaba su envejecimiento prematuro, por eso las dotaciones de las plantaciones tenían que reponerse constantemente. El esclavo ocupado en una actividad hasta el límite de su resistencia física perdía su condición humana, era un instrumento de trabajo comprado en el mercado con determinada productividad y durabilidad. En esas condiciones era más difícil la comunicación y la interacción entre ellos, el trabajo extenuante era un factor para desarraigar la cultura.

A pesar de todos los esfuerzos por eliminar los valores culturales y la relación entre los esclavos, estimulando la división, se estableció la relación solidaria entre aquellos hombres obligados a convivir bajo una explotación implacable, a los que se les impuso patrones de vida, trabajo, alimentación, vestido y vivienda con una finalidad productiva, tratando de borrar su identidad cultural. Los esclavos encontraron alternativas para su supervivencia, para mantener sus valores culturales. Lograron establecer vías para la comunicación secreta entre ellos y transmitirse informaciones importantes como, por ejemplo, posibilidades para escapar.

Un aspecto importante que debe considerarse también es el lugar que ocupaban los esclavos en la sociedad. De acuerdo al trabajo que realizaban dependía el grado de integración al medio social. Los esclavos de plantaciones tenían una relación con el medio muy limitada por su explotación intensiva y el aislamiento en el barracón. Otra situación era la de los esclavos agrícolas puesto que mantenían un vínculo directo con el amo y el entorno social donde se insertaba la hacienda o el sitio, la unidad productiva donde trabajaban. En el caso de los esclavos domésticos convivían con sus amos en las ciudades o en el campo a pesar de su condición subordinada. Realizar unas u otras ocupaciones les permitía diferentes niveles de comunicación entre ellos así como de adaptación e integración a la sociedad.

Independientemente de los esfuerzos para eliminar la cultura africana no se pudo impedir que muchos de sus rasgos se transmitieran a la cultura dominante de origen hispánico, se fundieran con ella y progresivamente formaran parte de la cubanía en formación, fenómeno donde está presente, simultáneamente, la relación de carácter biológico que desde tiempos tempranos condicionó el alto grado de mestizaje que muestra hoy el pueblo cubano.

En la preservación de la cultura africana desempeñaron una función importante los cabildos africanos, instituciones de carácter religioso y de ayuda mutua que agrupaban a africanos y sus descendientes de un mismo origen étnico. Ellos lograron mantener vivas múltiples expresiones culturales pero sobre todo sus sistemas religiosos que se mezclaron con los aportes de otras expresiones religiosas como el catolicismo y el espiritismo. Las prácticas religiosas ayudaron a conservar otras manifestaciones culturales como los cantos, danzas y la música.

Para caracterizar integralmente la sociedad esclavista es necesario reiterar que la población estaba dividida en varias clases, sectores y grupos sociales, formando una estructura piramidal en la que se manifestaban las grandes diferencias existentes (color de la piel, posición económica y lugar de nacimiento). Se disfrutaba de todos los privilegios si se era blanco, rico y español.

En la cima de la pirámide se encontraban los grandes funcionarios, comerciantes y militares españoles como sostenedores del poder colonial además de los poderosos propietarios de ingenios, cafetales, haciendas ganaderas y comerciantes criollos que constituían la clase dominante, en estrecha alianza con el poder colonial.

El sector de los ricos y poderosos esclavistas influyó notablemente en la sociedad. Como parte de la clase dominante habían constituido familias de sólido abolengo, que se sentían muy seguras de sí mismas no solo por su poder económico sino también porque eran dueñas de la cultura y se comportaban con auténtica superioridad en sus relaciones con el resto de los sectores sociales. Las mansiones donde vivían, el mobiliario, su vestuario siguiendo la moda europea, su amplia servidumbre doméstica, viajes y refinamiento cultural son una muestra de su relevancia social.

Por debajo de los grandes esclavistas, en el centro de la pirámide social, se situaban los sectores medios de la ciudad y el campo. La amplia gama de intereses hacían contradictorias y disímiles las posiciones de las capas medias urbanas. En ella se encontraban los oficiales y la burocracia colonial, los pequeños y medianos comerciantes, los profesionales, los técnicos, los artesanos y campesinos. Este amplio rango económico-social de la clase media está matizado por la presencia del factor racial, estamental, que las subdivide aún más. La interrelación entre los factores de nacionalidad, raza, oficio y calificación determina divisiones internas entre estas capas, incluso entre personas que ejercen el mismo oficio o profesión. Se ubicaba a los españoles en los lugares preferentes con respecto a los criollos y al criollo blanco sobre el negro. El blanco de alguna distinción o conocimiento que no nacía con fortuna tenía que escoger entre las dos carreras posibles, las armas o la eclesiástica. Existía otro grupo de población blanca, fundamentalmente jóvenes, que no encuentran empleo útil por el tradicional desprecio al trabajo manual, considerando esta actividad como “impropia” de blancos y quedan a la sombra de las grandes familias aristocráticas. La vivienda de la clase media era más modesta, con mobiliario de construcción rústica, sin lujos y adornos. Su vestuario seguía la moda pero más sencillos, según les permitían sus recursos.

La base de la pirámide la constituían los esclavos, masa procedente de diversas etnias y culturas africanas que conviven y se integran gradualmente en la Isla, fuerza productiva fundamental de la sociedad esclavista como se ha mencionado anteriormente.

Los esclavos domésticos tenían la obligación de cocinar, hacer la compra de los víveres en la plaza, lavar los carruajes y caballos, limpiar los pisos, arreglar la casa, lavar la ropa, servir la mesa, entre otras funciones. Las horas de labor y descanso así como los días de recreo y diversión estaban reglamentadas. Dentro del servicio doméstico, la diversidad de tareas y la habilidad que requerían algunas labores van creando diferentes categorías que se desarrollaron ampliamente en este período: la nodriza, el calesero, la costurera, el sirviente, todos disfrutan de ciertas consideraciones o ventajas dentro de su triste condición de esclavos. Quitrín y calesero fueron dos elementos típicos de la sociedad colonial del período, el primero como principal medio de transporte y el segundo como experimentado conductor, ambos expresión de la opulencia de sus dueños (fig. 1.11).

Para esta época dentro de la sociedad habanera existían costumbres que la caracterizaban. Con el progreso urbano alcanzado a finales del siglo XVIII , con las principales vías empedradas, el vecindario encontraba lugar de esparcimiento en los paseos de la capital, por ejemplo, la Alameda de Paula junto a la bahía, a ellos acudían por la tarde la población criolla y española (fig. 1.12).

Otra costumbre era asistir a la retreta. Todas las noches en la Plaza de Armas una banda militar ejecutaba variadas piezas musicales como marchas, contradanzas, fragmentos de óperas ante una nutrida concurrencia integrada principalmente por la burguesía y los sectores medios. En los alrededores se situaban los carruajes y una vez concluida se producía el desfile hacia los cafés donde se conversaba y consumía algún refresco.

En la década del 30 se aprecia como va tomando un lugar cada vez más importante el café como establecimiento muy vinculado a la vida de la comunidad, como un espacio de agrupación informal que se insertaba en las costumbres de la época y contribuyó al proceso de formación nacional. En ello intervinieron varios elementos como la generalización del consumo de esta infusión en la población, el intercambio social espontáneo en estos establecimientos, centros de reunión, de acuerdo a los sectores sociales, donde se conversaba sobre temas del acontecer colonial.

Esta infusión se convirtió en otro elemento diferenciador de nuestra identidad, de la nacionalidad en formación. Juan Pérez de la Riva expresó que “después de 1830 tomar café tinto y comer arroz blanco con frijoles negros era una manera de distinguirse de los españoles que preferían el chocolate, los garbanzos y la paella”.[2]

Otra de las costumbres eran las tertulias, actos de amistad y confianza entre personas que mantenían relaciones de alguna intimidad, en ellas había un poco de música, juegos y conversaciones donde se intercambiaban opiniones sobre temas que variaban según los intereses de los participantes. A mitad de la velada se repartía chocolate o café, refrescos y dulces. Dentro de las tertulias más reconocidas estaban las ofrecidas por Domingo del Monte. El movimiento cultural que promovía desde sus tertulias literarias llegaba a un grupo numeroso de creadores y pensadores que en toda la Isla expresaban ya las diferencias entre la cultura criolla y la española.

La población esclava se refugió en sus cantos y bailes típicos de su nación, única diversión que le fue permitida, para resistir su mísera condición. En las plantaciones tenían un día donde podían bailar y tocar el tambor, rememorar sus costumbres y tradiciones culturales africanas. En el “Día de Reyes o Día de Diablitos” confraternizaban los esclavos, reunidos en los “cabildos de nación”, establecidos por el poder colonial de acuerdo a la nacionalidad de los grupos étnicos, que tenían como su principal motivación el baile y la ayuda mutua. Muchos de los cabildos usaron en sus fiestas sus deidades religiosas pero al prohibírsele por las autoridades coloniales adoptaron los santos del catolicismo que enriquecieron el panteón africano. El contenido religioso original se mantuvo cambiando solamente la forma (San Lázaro en Babalú Ayé, la Virgen de Regla en Yemayá, Santa Bárbara en Changó, por citar algunos ejemplos).

El vicio del juego constituía en la época una verdadera pasión en los vecinos de la ciudad y en toda la Isla. El juego de naipes, dentro de él la variedad conocida como “el monte”, era el juego de azar que contaba con más aficionados incluyendo hasta los esclavos.

Por esta época existía un circo y una plaza de toros, primero funcionó en Regla y después en la calle Belascoaín en La Habana, pero sin mucha aceptación de la población criolla que prefería las peleas de gallos, otro elemento diferenciador de la identidad nacional en formación. El gusto por las peleas de gallos era tal que se criaban y preparaban especialmente las aves para esta diversión.

Cuando comienza a manifestarse la crisis de las relaciones esclavistas a partir de la década del 40 del siglo XIX la sociedad esclavista cambió sensiblemente.

Se modificaron las tendencias demográficas. Aumentaba la población blanca y disminuía la esclava. La política abolicionista inglesa provocó la inestabilidad de la trata negrera y el aumento considerable del precio de los esclavos. Si gran parte de la población hasta los años 30 era propietaria de esclavos ahora tenía que prescindir de ellos. Por otra parte las variantes para resolver la falta de esclavos, sobre todo la inmigración blanca española, incrementó la población libre y blanca.

También se modificó la estructura de la sociedad. La clase dominante sufrió cambios cualitativos con la eliminación de las grandes propiedades y fortunas cafetaleras que no pudieron enfrentar la competencia de otras regiones productoras. Los plantadores esclavistas azucareros se dividieron en dos grupos. Los grandes productores que podían aplicar innovaciones tecnológicas porque contaban con capital para seguir desarrollando sus negocios azucareros y los dueños de ingenios que no tenían el respaldo económico para modernizar sus fábricas y poco a poco serán desplazados por la competencia de los poderosos. Se incrementó el sector de los dueños de fábricas de tabacos, que producían para la exportación con marcas de reconocido prestigio, y otras manufacturas con el aumento de la población libre. Se mantenían los grandes terratenientes de la región centro-oriental del país, con grandes extensiones de tierra, con poco capital y esclavos.

Se desarrolló el campesinado, blancos en su mayoría, acompañados por negros libres y esclavos. También crecieron las capas medias de las ciudades con el aumento de los oficios, en manos de negros y mulatos libres especialmente, de los pequeños talleres y establecimientos comerciales. Los funcionarios de la burocracia colonial, españoles básicamente, se mantuvieron. Existió también el proletariado, una minoría vinculada a las fábricas de tabaco, ingenios y otras manufacturas. Finalmente los esclavos, base productiva importante a pesar de su disminución, concentrados en la agricultura cañera y labores difíciles del campo y la ciudad.

El reformismo. Su evolución a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Sus principales figuras

Las profundas transformaciones económicas y sociales que se desarrollaron en la Isla desde finales del siglo XVIII y a lo largo de la primera mitad del siglo XIX tuvieron como elementos claves la producción de azúcar y esclavos. La sociedad se definió como esclavista porque la esclavitud fue la base de toda la actividad productiva. Todo proyecto económico, toda alternativa política o social tenía que adoptar una posición ante la esclavitud.

En una sociedad tan compleja y contradictoria se expresaron tendencias ideológicas diferentes. Una de las ideas con mayor presencia durante la primera mitad del siglo XIX fue el reformismo, tendencia política que representó los intereses de los poderosos esclavistas. Francisco de Arango y Parreño fue el principal ideólogo reformista de la primera generación de plantadores, defendió brillantemente el proyecto económico, social y político de su clase, dueña de la riqueza y la cultura en la Isla (fig. 1.13).

Los reformistas tenían gran influencia política en los círculos de poder coloniales y metropolitanos lo que les permitía desarrollar con gran autonomía su negocio azucarero o cafetalero y mantener su línea de desarrollo plantacionista basado en el trabajo esclavo. Conocían y se identificaban con las corrientes de pensamiento más modernas del mundo en su época pero adoptando solamente los presupuestos ideológicos que se ajustaran a su realidad esclavista.

Se reconocían como parte de la integridad española, como una provincia de España con los mismos derechos y condición de igualdad que las de la península, pero contradictoriamente señalaban la presencia de intereses autóctonos, propios de la Isla, que se diferenciaban de los intereses de la metrópoli colonial. Cuando advertían esa diferencia de intereses establecían las bases de lo cubano, expresaban un sentimiento de nacionalidad que todavía no estaba definido.

El principio político que defendían era el reformismo, promover cambios en el estado colonial para resolver las contradicciones de intereses sin romper los vínculos con el imperio español. Su máxima aspiración fue que se le otorgara a Cuba la autonomía, que todos los funcionarios del gobierno colonial en la Isla, con excepción del gobernador nombrado por la metrópoli, fueran criollos. El sacerdote y filósofo José Agustín Caballero, representando esta aspiración reformista, elaboró en 1811 un proyecto de gobierno autonómico para Cuba que se planteaba como objetivo fundamental el dominio por parte de los plantadores criollos de las principales instituciones e instancias del poder colonial, todo bajo la supervisión del gobernador o capitán general. Con la autonomía los reformistas perseguían mayor participación en el gobierno de la Isla.

Los reformistas eran liberales en lo económico, defensores de las libertades comerciales, y conservadores en lo social cuando pedían la continuación de la trata y la esclavitud por la necesidad de contar con la mano de obra esclava imprescindible para sus plantaciones.

¿Por qué no aspiraban a la independencia como el resto de las colonias americanas?

Porque el imperio español les ofrecía garantías para desarrollar sus plantaciones con verdadera independencia económica y administrativa. La metrópoli se había limitado a establecer una política de impuestos que le permitía afrontar los gastos de la corte y las guerras. Sus intereses se complementaban, existía un pacto de poder entre el imperio colonial y los grandes esclavistas. Si intentaban una revolución independentista era imposible que la gran masa de esclavos se mantuviera al margen, con su participación se desarrollaría una revolución social, un caso similar a la Revolución de Haití. No tenían necesidad de arriesgarse a perderlo todo si la metrópoli colonial les garantizaba el orden económico y social conveniente a sus intereses. El reformismo nació como tendencia política para combatir las ideas independentistas.

El temor a una rebelión esclava siempre fue motivo de preocupación para los poderosos y ricos esclavistas. Arango y Parreño deja constancia del peligro potencial que representaba el crecimiento de la población esclava y la existencia de negros y mulatos libres:

[...] Mis grandes recelos son para lo sucesivo, para el tiempo en que crezca la fortuna de la Isla y tenga dentro de su recinto quinientos mil o seiscientos mil africanos. Desde ahora hablo para entonces, y quiero que nuestras precauciones comiencen desde el momento [...] Dirán algunos que la diferencia de libres y esclavos separará sus intereses y será para nosotros en cualquier caso una barrera respetable. Todos son negros: poco más o poco menos tienen las mismas quejas y el mismo motivo para vivir disgustados de nosotros. La opinión pública, el uniforme modo de pensar del mundo conocido los ha condenado a vivir en el abatimiento y en la dependencia del blanco y esto solo basta para que jamás se conformen con su suerte, para que estén siempre dispuestos a destruir el objeto a que atribuyen su envilecimiento. Prevengamos este lance ya que por nuestra desgracia no podemos excusarnos del servicio de estos hombres, los únicos a propósito para sufrir el trabajo en aquellos ardientes climas [...][3]

El equilibrio entre los intereses metropolitanos y los de la oligarquía esclavista desapareció cuando se abrieron paso las ideas liberales en España, con la crisis de la monarquía absoluta de Fernando VII. Las ideas liberales de la burguesía española cambiaron la concepción del colonialismo hasta ese momento. Los liberales o constitucionalistas españoles ahora pretendían establecer verdaderas relaciones de dominación capitalistas, las colonias debían estar subordinadas al desarrollo de la metrópoli.

Así, con el ascenso de los liberales al poder se rompió la alianza entre la oligarquía esclavista y la metrópoli. Resulta lógico que los poderosos esclavistas fueran partidarios de la monarquía absoluta de Fernando VII que retornó al poder en 1814 y concedió a los reformistas sus principales demandas: libertad comercial, propiedad sobre las tierras, desestanco del tabaco e inmigración blanca.

A partir de ese momento la situación política en la metrópoli será muy inestable, se alternan los períodos constitucionales que permiten la llegada al poder de la burguesía española con momentos de retorno de la monarquía absoluta. Esta peculiaridad de la política metropolitana influyó decisivamente en las actitudes y alternativas políticas de los diferentes sectores de la sociedad colonial.

Para la década del 30, nuevamente llegaron los liberales al poder español. Había muerto Fernando VII y se estableció la regencia de la reina María Cristina. Se trató de reajustar el dominio de las colonias que le quedaron a España finalizada la lucha independentista en Hispanoamérica, explotarlas con una concepción capitalista para que sus economías tributaran al desarrollo capitalista de la metrópoli. Este elemento desencadenó contradicciones con la clase dominante, con los poderosos y ricos esclavistas.

Se nombró a Miguel Tacón como capitán general (1834) que implantó una política que favorecía los intereses de la burguesía comercial peninsular en la Isla y eliminaba la alianza de poder que históricamente habían mantenido las autoridades coloniales con los grandes productores esclavistas. Por otra parte se impidió a los reformistas criollos participar en las Cortes, asambleas de representantes de las provincias españolas a las que asistían delegados por las colonias, para expresar sus criterios. Se planteó que las colonias serían gobernadas por leyes especiales, aspecto que nunca se cumplió.

Dentro de los reformistas se había estructurado un nuevo movimiento político, esta vez representado por José Antonio Saco, profesor del Seminario de San Carlos y San Ambrosio y brillante intelectual (fig. 1.14). Se destacaban también Domingo del Monte y José de la Luz y Caballero. El reformismo liberal de Saco tenía como elemento central la crítica a la sociedad colonial. En su artículo “Análisis de una obra sobre el Brasil” expuso un proyecto económico para la eliminación de la trata y de la esclavitud de forma gradual para que no se afectaran los productores, propiciar el desarrollo del trabajo asalariado para sustituir al esclavo y fomentar la inmigración blanca, era necesario poblar el país con colonos europeos que cambiaran la correlación étnica y garantizaran la seguridad de la población blanca en la colonia.

Su pensamiento en contra de la trata y su crítica aguda hacia las lacras de la dominación colonial lo convirtieron en enemigo de los grandes productores esclavistas y el gobierno colonial que lo tildaron de independentista. Fue desterrado en 1834 y elegido como diputado a las Cortes de 1836 que no admitieron a los reformistas criollos.

José Antonio Saco consagró su vida política a defender las ideas reformistas y combatir el independentismo, fue continuador de la ideología de Arango y Parreño. Su posición en contra de la trata radicaba esencialmente en el temor a una población negra cada vez más numerosa que ponía en peligro el régimen social vigente en la colonia. Para Saco la plena realización de la patria se alcanzaría con la asimilación de la Isla a España como una provincia más, así se podrían disfrutar las mismas libertades y derechos que existían en la Madre Patria. Se igualarían los criollos blancos con los ciudadanos españoles, se conservaría el régimen esclavista con todos los derechos para la población blanca libre, algunos derechos para negros y mulatos libres y ninguno para la población esclava. Saco y los reformistas nunca fueron independentistas sino se opusieron a la posibilidad de la independencia. No podía pensarse en una nación independiente con una numerosa población de negros, mulatos y esclavos porque tendrían la misma representación e iguales derechos que los blancos. Su ideología racial advertía conflictos en una sociedad de blancos y negros, no era un problema solo de clases sino de estamentos raciales.

La Isla bajo el dominio colonial español podía alcanzar la prosperidad en la medida en que la metrópoli accediera a las demandas reformistas, las instituciones liberales deberían consolidar el régimen colonial. No aspiraban a un estado independiente ni a una nacionalidad cubana integrada por la fusión étnica y cultural de todos los grupos que conformaban la comunidad insular, con los mismos derechos ciudadanos.[4]

Pero las esperanzas de cambios en el régimen colonial, las reformas solicitadas a la metrópoli se desvanecieron. La expulsión de los reformistas de las Cortes expresó la esencia de las nuevas formas de dominio colonial que establecían los liberales españoles: Cuba quedaba excluida de la constitución española, sin posibilidad de asistir a las Cortes y bajo la dictadura de Tacón que eliminaba a los grandes esclavistas del grupo de poder colonial. El fracaso de los reformistas demostraba que el lenguaje liberal de la metrópoli era realmente de dominación y discriminación de sus territorios coloniales, negaban las libertades que ellos representaban.

En la década del 60 retornó el reformismo en un nuevo contexto. Existían condiciones para restablecer la alianza con el poder colonial metropolitano, con posibilidades de obtener concesiones y reformas favorables a los intereses de los poderosos esclavistas. El gobierno español necesitaba recursos para mantener su economía, costear sus aventuras militares en diversos territorios y estabilizar la situación en la colonia.

El reformismo en este momento tomó un carácter más conservador. En la Isla se manifestaban con más fuerza los síntomas de la crisis de la plantación y con ella aumentaban las posiciones abolicionistas e independentistas dentro de la sociedad colonial cubana así como la dependencia al mercado azucarero estadounidense.

En el periódico El Siglo, centro del movimiento reformista y divulgador de sus ideas, se expresó el sentir de los productores esclavistas, su oposición a la revolución y sus aspiraciones económicas, políticas y sociales. En ellas se destacaban como elementos fundamentales: derechos civiles, políticos y autonomía, libertad de comercio con la reforma de los impuestos aduanales y la eliminación de la esclavitud de forma gradual y con indemnización para disponer del capital necesario para innovaciones tecnológicas en la industria azucarera. Estaban convencidos de que la esclavitud era una institución incompatible con la época.

Se destacó como su principal representante José Morales Lemus, que no llegó a igualar a figuras reformistas de etapas anteriores como Arango y Saco, además de otras personalidades como Miguel Aldama, Francisco Frías (Conde de Pozos Dulces), José Manuel Mestre y José Luis Alfonso.

A finales de 1866 el gobierno español decidió analizar las reformas que pedían sus colonias y convocó una Junta de Información en Madrid (noviembre de 1866-abril de 1867). Fueron elegidos representantes para responder un cuestionario que abordaba diferentes aspectos. En los debates se propuso la eliminación de los impuestos aduanales y para compensar las pérdidas enormes en los ingresos de la metrópoli sugirieron un impuesto del 6 % sobre la renta de los productores. Mientras los delegados continuaban su labor conocieron la creación de un nuevo impuesto del 10 % sobre la renta sin suprimir los impuestos aduanales, se planteaba que esta nueva carga se ajustaba a las peticiones de la Junta. La reacción de los comisionados fue, a pesar de la burla, pedir la supresión del impuesto y continuar el debate pero el reformismo ya estaba herido de muerte.

En su evolución el movimiento reformista enfrentó la oposición sistemática de la metrópoli colonial a sus demandas y esa negativa intransigente demostró la inutilidad de sus esfuerzos y las soluciones que proponían. La actividad política de los reformistas en la prensa, en las instituciones que dirigían, propició un espacio al debate, a la crítica política, social y cultural. Los análisis económicos de Francisco de Arango y Parreño, las tertulias literarias de Domingo del Monte, los trabajos sobre la esclavitud de José Antonio Saco y la labor pedagógica de José de la Luz y Caballero fueron aportes al acervo cultural de la nación en formación. Los reformistas contribuyeron a la formación de la nacionalidad cubana, a que se tomara conciencia lentamente de que el colonialismo español nunca haría concesiones. Las soluciones debían buscarse por otros caminos políticos.

El independentismo. Félix Varela y las bases del pensamiento revolucionario cubano

El pensamiento revolucionario cubano recibió la influencia de la obra renovadora que desarrolló el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio y en la Sociedad Económica de Amigos del País. El obispo cambió la idea de que la cultura era patrimonio de la clase dominante, enfrentó la enseñanza escolástica y así fue abriendo el camino para que la nueva generación de criollos pensara de manera diferente.

Especialmente el joven profesor de Filosofía del propio Seminario, Félix Varela y Morales, (fig. 1.15) cambió su interpretación de la sociedad. Enseñaba a sus alumnos que debían estudiar las ideas que se debatían en el mundo para de ellas elegir lo que les servía para conocer e interpretar su realidad. Propiciaba en ellos la formación de una conciencia propia, la que podía crear una nación diferente, sin trabas coloniales y esclavistas. Por eso en su pensamiento están las bases más sólidas del pensamiento revolucionario cubano.

La patria, en el concepto de Varela, era la del criollo, fuera blanco, negro o mulato, del español y del africano. Tenía profundo contenido popular porque era de todos, sin establecer límites clasistas y raciales. Su concepto de patriotismo lo formulaba como el deber de todos con la patria. Todos estos nuevos conceptos expresaban valores éticos y políticos en los que educó a sus alumnos.

Fue el primer pensador que se convenció de que España jamás aceptaría las demandas de los criollos y por tanto el reformismo estaba condenado a fracasar. Asumió una posición revolucionaria, radical, al plantearse la necesidad de la independencia como solución inevitable a los problemas de la Isla. Cuba tenía el mismo derecho de las naciones europeas y americanas de esa época a constituirse como una república independiente y soberana.

En su acción política se destacaron como principios fundamentales el preferir el bien común al individual, hacer solo lo que es posible hacer, no hacer nada en contra de la unidad de la sociedad y la independencia promovida por los propios cubanos, sin participación o ayuda extranjera.

Estos principios, que conformaron el ideal político de Varela, quedaron plasmados en El Habanero, periódico que comenzó a publicar en 1824 durante su exilio en los Estados Unidos, para desarrollar su trabajo ideológico: la conciencia de la necesidad de la unidad, de la propia fuerza y valores del pueblo para enfrentar la desunión, la falta de conciencia del destino común, el oportunismo político, la mentalidad mercantil y, sobre todo, la falta de patriotismo:

[...] Hasta ahora el pecado político casi universal de aquella Isla ha sido el de la indiferencia: todos han creído que con pensar en sus intereses y familias han hecho cuanto deben, sin acordarse de que estos mismos objetos de su aprecio siguen la suerte de la patria, que será lamentable si no toman parte en ella los hombres que pueden mejorarla, y aun hacerla feliz [...][5]

La necesidad de la unidad es un reclamo de Varela:

[...] Mientras los ánimos estén divididos, el gobierno está seguro, o a lo menos tiene más consistencia, pues en un país donde por desgracia hay una especie de población tan heterogénea como en la isla de Cuba se necesita de una unión mucho mayor que en otros pueblos para cualquier empresa política [...][6]

Su criterio de actuar según las circunstancias explica cómo en 1826 decidió dejar de publicar El Habanero, advirtió que las condiciones existentes en la Isla no favorecían las ideas de la independencia:

[...] Es preciso no equivocarse. En la isla de Cuba no hay amor a España, ni a Colombia, ni a México,[7] ni a nadie más que a las cajas de azúcar y a los sacos de café. Los naturales y los europeos radicados reducen su mundo a su Isla, y los que solo van por algún tiempo para buscar dinero no quieren perderlo. Las demás provincias de América les han dado lecciones muy amargas, y ninguno ha venido a la isla de Cuba a trabajar por largo tiempo, para perderlo todo en una revolución [...][8]

Un aspecto importante en el pensamiento de Varela es la problemática de la esclavitud:

[...] Yo soy contrario a la esclavitud [...] Yo trabajaría por suprimirla. Aprendí a odiarla desde niño, y no concibo la falacia sacrílega con que los hombres blancos pretenden someter al negro, afirmando que constituyen una raza maldita y embrutecida [...] Le repito que no soy el hombre para ir a Cortes, no serviría los intereses espurios de comerciantes y hacendados, serviría a los de mi patria, y los de mi patria no son ésos [...][9]

A las Cortes de 1822 llevó su “Proyecto de Decreto sobre la abolición de la esclavitud en la isla de Cuba” que no llegó a presentar. En este documento, como en su “Memoria” que lo precede, resalta que para Varela los negros y mulatos libres nacidos en Cuba eran tan cubanos como los blancos, los esclavos eran seres humanos por lo que tenían el derecho inalienable a la libertad: “[...] Su preponderancia puede animar a estos desdichados a solicitar por fuerza lo que por justicia se les niega, que es la libertad y el derecho a ser felices [...]”[10] Se manifiesta su posición humanista y el objetivo de eliminar el principal obstáculo para la creación de una sociedad verdaderamente nueva caracterizada por la libertad de todos sus componentes, la igualdad jurídica y la confraternidad étnica. Mientras existiera la esclavitud no podría existir la patria, por tanto, el verdadero patriotismo implicaba la crítica permanente a la institución esclavista.

Las ideas de Varela contribuyeron al proceso de integración sociocultural, no representaban los intereses de una clase social o un estamento étnico determinado sino los de la nacionalidad cubana en formación. Fue un precursor porque legaba a su patria los fundamentos de un pensamiento revolucionario radical que tenía como centro la independencia y la abolición de la esclavitud. En el pensamiento de Varela están las bases más sólidas del pensamiento revolucionario cubano, el antecedente ideológico del movimiento emancipador que se iniciará en 1868.

Su pensamiento trascendió a las capas medias urbanas, a un sector de la juventud, al campesinado, a los sectores segregados y oprimidos de la sociedad colonial. Ellos fueron los que participaron en las conspiraciones independentistas y otros intentos separatistas de la década del 20, todos vinculados al movimiento independentista latinoamericano.

Del pensamiento de Félix Varela:

Yo soy el primero que estoy contra la unión de la Isla a ningún gobierno, y desearía verla tan Isla en política como lo es en la naturaleza [...] En una palabra: todas las ventajas económicas y políticas están a favor de la revolución hecha exclusivamente por los de casa, y hacen que deba preferirse a la que pueda practicarse por el auxilio extranjero.

Textos de “El Habanero” en Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1971, p. 288.

Principales manifestaciones independentistas

El primer intento por la independencia de la Isla se organizó en 1809 por Román de la Luz, junto a Luis Francisco Bassave y Joaquín Infante, todos eran blancos y pertenecientes a familias acomodadas de La Habana y Bayamo. Se destacó la labor popular de Bassave, capitán de milicias de caballería, que captó seguidores e intentó insurreccionar a las milicias de pardos y morenos así como a trabajadores negros y mulatos libres de algunos barrios habaneros. Infante redactó una Constitución, la primera elaborada para la Isla, que tenía en cuenta los intereses de los propietarios criollos con el interés de sumarlos a la conspiración independentista pero no lo lograron. La Constitución de Infante establecía el mantenimiento de la esclavitud hasta que fuera necesaria a las plantaciones, una clasificación social basada en el orden progresivo del color, un sistema de sufragio según la tenencia de propiedades y señalaba al catolicismo como religión oficial del estado. Fue descubierta en 1810 por una denuncia contra Bassave. Infante logró escapar y el resto de los conspiradores fueron procesados y condenados a presidio.

En la década del 20 la actividad independentista recibió la influencia de las ideas revolucionarias de Varela así como del proceso emancipador latinoamericano que logró el derrumbe del imperio español. El sentimiento de admiración por Simón Bolívar y el resto de los próceres de la independencia americana fue un elemento que incentivó el sentimiento antiespañol. Además México y Colombia tenían el propósito de ayudar a la liberación de Cuba, temían que su antigua metrópoli utilizara a la Isla como base de operaciones para intentar la reconquista de las naciones del continente. Simón Bolívar, ideólogo de la unidad latinoamericana, trataba de materializar el fin de la dominación española en América y evitar la amenaza expansionista norteamericana.

En las actividades conspirativas se utilizaron las logias masónicas, asociaciones con fines altruistas (de amor al prójimo, ayuda). Por el carácter secreto de sus actividades fueron el espacio propicio para las ideas políticas que no podían expresarse públicamente. Un ejemplo de actividad independentista a la sombra de las logias masónicas fue la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar donde se destacó como principal figura José Francisco Lemus, acaudalado joven habanero, que tenía el objetivo de luchar por la independencia de la Isla y crear la República Independiente de Cubanacán.

Lemus salió de La Habana en 1814 hacia Estados Unidos, estableció contacto con agentes colombianos que le otorgaron el grado de coronel del ejército de Bolívar para que integrara la jefatura del movimiento conspirativo, dirigido por intelectuales y comerciantes latinoamericanos, radicados en La Habana antes de 1820, como el argentino José Antonio Miralla, el venezolano Juan Jorge Peoli, el colombiano José Fernández Madrid, el ecuatoriano Vicente Rocafuerte y el peruano Manuel Lorenzo Vidaurre. Lemus regresó a la Isla en 1823 y utilizó la logia Soles y Rayos de Bolívar para extender la conspiración, estructuró una amplia red vinculada directamente al movimiento bolivariano y se piensa que sus homólogas eran las logias Caballeros Racionales de Matanzas y Cadena Triangular de Camagüey.

El plan de los conspiradores proyectaba la acción combinada de tropas bolivarianas con el movimiento en la Isla, se dependía de la ayuda exterior. José Francisco Lemus elaboró tres proclamas que debían ser lanzadas el día en que se iniciara el levantamiento. En la primera de ellas exponía las razones de la revolución y sus objetivos: “[...] el gobierno supremo residirá en el pueblo soberano de la feliz Cubanacán, y seremos desde hoy los únicos dueños y reguladores de nuestros empleos, de nuestra industria, y de nuestra amistad y comercio con todos los extranjeros [...]”[11] En la misma proclama se refiere a la nueva sociedad que se aspira crear:

[...] desterremos de nosotros los ridículos rangos y jerarquías con todos los signos de la soberbia y la ignorancia, como ajenos del carácter virtuoso del hombre libre; no nos sea conocida otra distinción que la debida al verdadero mérito: tratemos con dulzura a esos infortunados esclavos, aliviando su horroroso destino, mientras que los representantes de nuestra patria propongan los medios de su feliz redención, sin perjuicio de particulares intereses: ellos son hijos de nuestro mismo Dios [...][12]

En la proclama citada se expresa la decisión independentista y la posición abolicionista que parte de las mismas consideraciones éticas de Varela, los esclavos son iguales al resto de los hombres por lo que debían serlo también ante la ley.

Espías del capitán general Francisco Dionisio Vives se infiltraron en la conspiración y lo mantuvieron informado del proyecto independentista. En agosto de 1823, días antes del alzamiento, los principales jefes fueron detenidos y condenados a destierro. Se destaca el joven poeta José María Heredia, que al igual que Varela, se convirtió en un símbolo de la emancipación. Sus vibrantes poemas escritos en el destierro, declarando el amor por su tierra y el rechazo al régimen colonial, contribuyeron a la formación del sentimiento nacional.

Se produjo otro intento revolucionario protagonizado por Francisco (Frasquito) Agüero Velasco y Andrés Manuel Sánchez, jóvenes camagüeyanos de ideas independentistas. Frasquito Agüero pertenecía a la Liga de la Cadena, logia vinculada a la conspiración de Lemus de 1823. Ordenada su detención logró escapar de su localidad y posteriormente de la Isla hacia Estados Unidos. Su estancia en Norteamérica le permitió conocer obras que contenían las ideas más progresistas de la época como Los derechos del hombre y La edad de la razón de Tomás Paine y El Contrato Social de Rousseau.

En 1825 embarcó hacia Maracaibo, Venezuela. Allí redactó los estatutos de una organización masónica que llamó Arcana Globa de Mara, Orden Chimborajana y Círculo de la Esfera donde se advierte la influencia bolivariana. En ellos se establece que para pertenecer a la Orden Chimborajana se requería tener amor a la patria, la independencia, la libertad e igualdad y tener trabajo honrado. Además, era imprescindible ser “indiano en la extensión de la tez”,[13] prueba de que en su proyecto no existían limitaciones raciales. De Maracaibo pasó a Jamaica, el lugar más cercano para trasladarse a Cuba. Pretendía infiltrarse en la Isla, organizar un levantamiento armado y solicitar el apoyo de Bolívar. En enero de 1826, junto al joven mulato Andrés Manuel Sánchez, salió hacia Cuba y desembarcó en las proximidades de Santa Cruz del Sur, Camagüey. Fueron sorprendidos en el ingenio donde se ocultaban y conducidos a Puerto Príncipe para ser juzgados. El 16 de marzo de 1826 fueron condenados a muerte por el delito de alta traición. Se recordaron como los primeros mártires de la independencia de Cuba.

La última conspiración de esta década fue La Gran Legión del Águila Negra, formada como una sociedad secreta de desterrados cubanos en México que basaban sus planes en los de los generales mexicanos Guadalupe Victoria y Antonio López de Santa Ana. Dependientes de la ayuda mexicana constituyeron una pequeña fuerza conspirativa que inició sus actividades entre 1827-1828 y llegó a tener ramificaciones en pueblos cercanos a La Habana y Remedios. Para impedir delaciones establecieron una rigurosa compartimentación, pero la detención de uno de sus miembros en 1829 permitió capturar un grupo de conspiradores y con ello se desintegró la conspiración. Nunca se pudo conocer la identidad de sus jefes y su verdadera magnitud.

El proceso de formación nacional se evidenció en estos movimientos independentistas de la Isla porque proponían su realización a partir de la integración cultural y social de los elementos étnicos y culturales que formaban la comunidad insular. Pretendían la creación de un estado nacional integrado por ciudadanos iguales ante la ley. Por tanto, Varela, Lemus y Agüero fueron verdaderos exponentes de la nacionalidad y nación en formación.

El movimiento independentista, estimulado por las repúblicas latinoamericanas, no logró sus objetivos en la década del 20 porque no fue una tendencia política fuerte,

[...] dado el carácter incipiente y embrionario de la clase media, portadora del proyecto independentista [...] Por el momento, el pueblo/nación no se había constituido y los estratos y las clases que objetivamente debían formar parte de él, las grandes masas de esclavos africanos, un restringido sector campesino, el artesanado y la intelectualidad no tenían una plena conciencia de su interés nacional.[14]

Indiscutiblemente también influyó en el fracaso del movimiento independentista la actitud de los grandes productores esclavistas y la actitud de los círculos de poder de los Estados Unidos en contra de la independencia de Cuba. La posición reaccionaria de los poderosos esclavistas fue decisiva para derrotar todos los intentos de lucha anticolonial y lo demostró colaborando con el poder colonialista para frustrarlos. Conociendo los resultados de la Revolución de Haití que triunfó en 1804, del proceso independentista latinoamericano y la posición abolicionista de Bolívar, la oligarquía dominante no arriesgaría sus intereses. Arango definiría claramente la posición política de su clase cuando afirmaba a sus colegas reformistas:

[...] si queréis conservar vuestras vidas y fortunas, jurad con santo entusiasmo mantener en todo trance, sea de la especie que fuere, y cueste lo que costare, el juicio y la tranquilidad que tuvisteis hasta aquí. A ella debéis tan asombrosos progresos en épocas tan desventuradas, y a ella deberéis que nuestra patria llegue a su virilidad perfecta con mucha anticipación, y lo que es más, sin zozobras y sin manchas [...][15]

Se notará que, a juicio del ideólogo de los grandes esclavistas, no podía valorarse siquiera la posibilidad de una alternativa independentista como solución a las contradicciones colonia-metrópoli sino mantener a cualquier precio la posición reformista porque ella había garantizado el bienestar económico alcanzado y las perspectivas de desarrollo futuro.

En cuanto a la actitud de los círculos de poder de los Estados Unidos se tratará en el epígrafe 1.3 dedicado a las aspiraciones expansionistas estadounidenses.

El abolicionismo como expresión social de los segregados y explotados

La negativa del poder colonial y de la clase dominante a tener en cuenta las aspiraciones sociales de los negros y mulatos libres, estamento segregado, así como de los esclavos, clase oprimida, alimentaron la permanente inconformidad social y política de esta población profundamente explotada que en los años 40 protagonizó una cadena de sublevaciones en ingenios de Cienfuegos, Trinidad, Cárdenas y Matanzas.

El origen de la rebeldía esclava estuvo en la aspiración del esclavo a la libertad aun al precio de la muerte. Desde los primeros tiempos de la conquista y colonización los esclavos se fugaban a los montes y peleaban hasta morir para alcanzar la condición de hombres libres.

El palenque fue la culminación del cimarronaje. Escapar a los montes no solo era un reto a la sociedad que los condenaba a la esclavitud sino la recreación de modos de vida propios. Se acataba la jefatura de una autoridad de prestigio asentada en la ascendencia real en su tierra de origen, jerarquía religiosa o don de mando natural que imponía organización y disciplina. Nacía la solidaridad y la colectividad entre los rebeldes, era un medio de unidad frente a los representantes del poder colonial. Desarrollaban cultivos, convivían en lo más intrincado del bosque, con la comida insegura, hinchados por el guao o picados por el alacrán, con el temor a ser descubiertos en cualquier momento pero con la esperanza de lograr una vida mejor.

La fusión en el palenque de las diversas culturas africanas condujo a una cultura que conservó rasgos de africanidad en la medida en que fue baluarte de resistencia contra la cultura impuesta por el europeo. Esta fusión también se desarrolló, como se ha planteado, en las plantaciones y en los pueblos.

Con el incremento vertiginoso de la trata africana a partir de 1790, el desequilibrio demográfico y social que ella provocó así como las circunstancias internacionales que estimularon la actividad política de todos los sectores sociales, particularmente de estos estamentos interesados en la abolición de la esclavitud, la clase dominante junto al poder colonial crearon un sistema represivo para evitar la rebeldía esclava que se mantuvo a lo largo de la primera mitad del siglo XIX . Ejemplos significativos de la actividad abolicionista son la conspiración de Aponte (1812) y La Escalera (1844). Un aspecto importante a destacar es la influencia del contexto internacional en ambos acontecimientos, incentivándolos, porque la actividad conspirativa o las rebeliones de los negros, libres o esclavos, tenía sus raíces en las condiciones que generaba la propia esclavitud. Las autoridades coloniales se empeñaron en aplastar en germen toda tentativa de organización de la población libre de color, presuntos ideólogos y cabecillas, ilegalizando cualquier movimiento de agrupación que no fuera el permitido. Los cabildos, cofradías y milicias de color fueron creados por el poder colonial para controlar social y culturalmente a los negros y mulatos libres de la colonia.

Pese a todos los esfuerzos, en la conspiración de Aponte, por primera vez negros y mulatos libres establecieron contacto con los esclavos de las plantaciones, estimulándolos a la lucha e integrándolos a un movimiento que tenía como objetivos la eliminación de la trata, la esclavitud y el derrocamiento de la tiranía colonial para establecer una sociedad sin discriminaciones. El plan de la conspiración demostraba en sus jefes una capacidad de organización apreciable. José Antonio Aponte, negro libre de 51 años, era carpintero con grandes facultades artísticas como tallista y pintor. Tenía gran influencia en el cabildo de nación y además era cabo del batallón de milicias de pardos y morenos de La Habana, se dice que había sido iniciado por Bassave en la conspiración de Román de la Luz pero no fue incluido en el proceso.[16] A fines de 1811 organizó un amplio movimiento conspirativo que se extendió desde La Habana a Bayamo, Holguín, Puerto Príncipe, Remedios y pueblos cercanos a la capital. Fue delatado a las autoridades coloniales el 15 de marzo de 1812. En su casa se encontraron libros y documentos sobre la esclavitud de procedencia haitiana de lo que se dedujo la vinculación de los conspiradores con el exterior. Aponte y sus más cercanos colaboradores fueron condenados a muerte y se exhibió su cabeza dentro de una jaula de hierro como escarmiento.

La Escalera es un reflejo de los mecanismos brutales de todo el sistema esclavista. El propietario del ingenio Trinidad en Matanzas comunicó a las autoridades que había recibido información de que iba a estallar una gran sublevación de negros. Se inició una violenta represión conocida en la historia como La Escalera porque los detenidos eran azotados amarrados a una de ellas. Durante la investigación fueron procesadas más de 3 000 personas, de ellas 96 blancos, que sufrieron prisión o fueron fusiladas. El gobierno colonial argumentó, para justificar esta ola de encarcelamientos y bestiales castigos, que se tenían pruebas de una gran conspiración dirigida por negros y mulatos libres para eliminar la población blanca, liberar a los esclavos y constituirse en poder. Se dice que en realidad La Escalera fue una manipulación de las autoridades para frenar la ola de alzamientos esclavos, liquidar lo más prominente de la población libre de color, como el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), y la intimidación de intelectuales blancos de ideas abolicionistas.

En la actualidad, investigaciones realizadas afirman que existían grupos conspirativos en las ciudades y proyectos de alzamiento con cierta coordinación en una amplia zona del occidente. No se ha confirmado si las personas libres de color constituyeron un centro director del movimiento, pero las evidencias documentales prueban la existencia de varias redes conspirativas de esclavos y libres. La actividad desplegada por ambos a lo largo de la primera mitad del siglo, respalda el criterio de que estos sectores tenían un nivel organizativo, experiencia de lucha y conciencia clara de sus intereses por lo que estaban en condiciones de plantearse objetivos más ambiciosos.[17]

El anexionismo. José Antonio Saco y la defensa de la nacionalidad cubana

La motivación principal que impulsó a la oligarquía esclavista por la alternativa de la anexión fue el mantenimiento de la esclavitud, la protección de sus propiedades, una nueva opción política para garantizar su interés económico. Estados Unidos se presentaba como la metrópoli adecuada: mantenía la esclavitud en los estados del sur, tenía la capacidad para reprimir sublevaciones esclavas, enfrentaba las presiones abolicionistas inglesas, era el principal mercado para el azúcar cubano y su gobierno estaba muy interesado en anexarse a la Isla.

Se formaron diferentes núcleos anexionistas en la Isla, integrados por diversos sectores de la sociedad colonial. El núcleo habanero tenía como principal motivación para la anexión la preservación de los intereses y propiedades esclavistas. Alrededor de 1847 fundaron el Club de La Habana, asociación secreta que se proponía lograr la anexión y donde figuraban grandes propietarios de ingenios, profesionales y escritores como Miguel Aldama, José Luis Alfonso y Cristóbal Madan.

Realizaron gestiones con algunas figuras estadounidenses para que el gobierno de la Unión ofreciera a España una indemnización que los cubanos pagarían por el traspaso de la soberanía de la Isla. En 1848 el Club adoptó un nuevo medio para la anexión: ofreció 3 millones de pesos a un general norteamericano para que invadiera a Cuba. En ese año otros cubanos en Nueva York se asociaron para iniciar la divulgación de las ideas anexionistas con la publicación de un periódico, en inglés y español, para garantizar la propaganda anexionista dentro de Estados Unidos y Cuba. El periódico La Verdad estaba dirigido por Gaspar Betancourt Cisneros.

El núcleo villareño también intentaba proteger los intereses y propiedades esclavistas. Dentro de él se destacó Narciso López, que paralelamente al Club de La Habana preparaba un alzamiento con fines anexionistas. Al establecer contacto con el núcleo habanero aplazó sus planes para asegurar el éxito común. La conspiración de Manicaragua o Mina de la Rosa Cubana, que López dirigía, fue descubierta y pudo escapar a los Estados Unidos. Desde este territorio protagonizó tres intentos expedicionarios entre 1850-1852 financiados por los esclavistas sureños de Estados Unidos, interesados en romper el equilibrio político de la Unión y sumar a Cuba como un estado esclavista más. Lo importante de las expediciones de López fue la confección del escudo y la bandera cubana que ondeó por primera vez en Cárdenas en 1851. Fue capturado en su última expedición y condenado a muerte en garrote vil.

En Puerto Príncipe y ramificaciones en Oriente se reunieron terratenientes que compartían las ideas anexionistas con otros propósitos. Pretendían el desarrollo capitalista de la Isla adoptando el modelo democrático del norte de los Estados Unidos. También existían personas opuestas al dominio español, antiguos independentistas o reformistas, que habían perdido la confianza en la capacidad de los cubanos para lograr la independencia de la Isla con sus propias fuerzas. Se destaca el caso del hacendado camagüeyano Joaquín de Agüero que suprimió la esclavitud en sus propiedades y se alzó en 1851 contra España. Supo morir con valentía y se convirtió en un símbolo para los patriotas de su región.

Del pensamiento de Fidel Castro:

En aquella época, separatismo e independentismo no estaban absolutamente diferenciados para todos los cubanos. Veían al español, sentían al español, vivían bajo su opresión, bajo sus abusos, bajo sus injusticias, y lo odiaban profundamente. Ansiaban, en primer lugar, separarse de España; pero todavía subsistía confusión sobre el destino definitivo de Cuba.

Discurso en ocasión del centenario de la caída en combate del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz el 11 de mayo de 1973, en Fidel Castro: Cinco textos sobre nuestra historia, Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 2008, p. 102. Los anexionistas negaron la existencia de la nacionalidad y el patriotismo cubano para justificar la absorción política, social y cultural de Cuba por los Estados Unidos. Estos criterios provocaron una batalla de ideas, entre los anexionistas y José Antonio Saco, el único que levantó su voz en defensa de la nacionalidad cubana:

[...] Para disipar la confusión en que mis imputadores han envuelto esta materia, es preciso que antes sepamos lo que es nacionalidad. Confieso que no es fácil definir claramente esta palabra: porque consistiendo la nacionalidad en un sentimiento, los sentimientos se sienten, pero nunca se explican bien. Así en vez de valerme de definiciones imperfectas y obscuras, me serviré de ejemplos y diré: que todo un pueblo que habita un mismo suelo, y tiene un mismo origen, una misma lengua, y unos mismos usos y costumbres, ese pueblo tiene una nacionalidad. Ahora bien: ¿no existe en Cuba un pueblo que procede del mismo origen, habla la misma lengua, tiene los mismos usos y costumbres, y profesa además una sola religión, que aunque común a otros pueblos, no por esto deja de ser uno de los rasgos que más la caracterizan? Negar la nacionalidad cubana es negar la luz del sol de los trópicos en punto de mediodía [...][18]

El centro de su posición antianexionista fue que la Isla, anexada a los Estados Unidos, perdería su nacionalidad porque sería absorbida por una cultura totalmente diferente. Se renunciaba a la aspiración de tener patria algún día y este elemento hizo de la tendencia anexionista la más negativa de todas las opciones políticas de la primera mitad del siglo XIX : su raíz antinacional.

El anexionismo negó la necesidad de la independencia, el camino a la nacionalidad y nación cubanas. Surgió para prolongar la existencia de la esclavitud y la sociedad clasista-estamental que frenaba el proceso de integración sociocultural.

Del pensamiento de José Antonio Saco:

Contemplando lo que Cuba es bajo el gobierno español, y lo que sería incorporada a los Estados Unidos, parece que todo cubano debiera desear ardientemente la anexión; pero este cambio tan halagüeño ofrece al realizarse, grandes dificultades y peligros.

(...) debo decir francamente, que a pesar de que reconozco las ventajas que Cuba alcanzaría, formando parte de aquellos Estados, me quedaría en el fondo del corazón un sentimiento secreto por la pérdida de la nacionalidad cubana.

(...) la anexión, en último resultado, no sería anexión, sino absorción de Cuba por los Estados Unidos.

(...) yo desearía que Cuba no solo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no anglo-americana.

Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, Instituto del Libro, La Habana, 1971, pp. 333-334

El concepto de nacionalidad de Saco excluía a toda la población negra, descendiente del africano pero ya transculturada en tierra cubana. Fue una limitación del destacado intelectual que no pudo trascender la época en que vivía, la sociedad esclavista, pero de indudable importancia en el camino hacia una conciencia y formación nacional.

Las contradicciones generadas por la esclavitud en la nación estadounidense desembocaron finalmente en su abolición y este fue un elemento importante para que a mediados de la década del 50 la acción anexionista de los círculos de poder norteamericanos se debilitara hasta entrar en crisis.

Notas

  1. Manuel Moreno Fraginals: Aportes culturales y deculturación, Ed. Pablo de la Torriente, La Habana, 1995, pp. 9-39.
  2. Juan Pérez de la Riva: La isla de Cuba en el siglo XIX vista por extranjeros, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1981, p. 7.
  3. Hortensia Pichardo: "Discurso sobre la agricultura en La Habana y medios de fomentarla", Documentos para la Historia de Cuba, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, pp. 190-191.
  4. Jorge Ibarra Cuesta: Varela el Precursor. Un estudio de época, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, p. 229.
  5. Félix Varela: Escritos Políticos, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, p. 136.
  6. Ibídem, p. 122.
  7. Las repúblicas de Colombia y México tenían proyectos para ayudar a la independencia de Cuba y contribuir al fin del dominio español en América.
  8. Ibídem, p. 118.
  9. Eduardo Torres-Cuevas: Félix Varela, los orígenes de la ciencia y con-ciencia cubanas, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1995, pp. 304-305.
  10. Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, p. 272.
  11. Philip Foner: Historia de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos, t. I, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, p. 122.
  12. Ibídem, p. 124.
  13. José Ignacio Castro y Gustavo Sed Nieves: Biografías, Ed. Arte y Literatura, La Habana, 1977, pp. 99-115.
  14. Jorge Ibarra Cuesta: Varela el Precursor. Un estudio de época, p. 251.
  15. Obras de don Francisco de Arango y Parreño, t. I, Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1952, p. 376.
  16. José Luciano Franco: Ensayos históricos, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 24.
  17. Gloria García: Conspiraciones y revueltas. La actividad política de los negros en Cuba (1790-1845), Ed. Oriente, 2003, pp. 128-132.
  18. José Antonio Saco: Contra la anexión, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 174.