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Biblioteca:Para ser un buen comunista

De ProleWiki, la enciclopedia proletaria
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Camaradas, quisiera hablaros de la educación de los miembros del Partido Comunista mediante sus propios esfuerzos. El tratar ahora esta cuestión será útil para la edificación y consolidación del Partido.

Por qué es necesario que los comunistas emprendan su educación

¿Por qué los comunistas deben emprender su propia educación?

Para vivir, el hombre debe luchar contra la naturaleza y explotarla a fin de producir bienes materiales. La producción material es siempre una producción social, sean cualesquiera sus condiciones. Se sigue de ahí que, al comprometerse en la producción en un estadio cualquiera del desarrollo social, los hombres deben entrar en tales o cuales relaciones mutuas de producción. En su lucha continua contra la naturaleza, no dejan de transformarla y, al mismo tiempo, de transformarse a sí mismos y de transformar las relaciones que existen entre ellos. Los hombres mismos, sus relaciones sociales, sus formas de organización social y su conciencia se transforman y progresan sin cesar, en el curso de la larga lucha contra la naturaleza que ellos llevan a cabo en cuanto seres sociales. En lo stiempos antiguos, el modo de vida de los hombres, sus formas de organización social y su conciencia eran diferentes de lo que son hoy, y en el futuro serán también diferentes.

La humanidad, la sociedad humana siguen un proceso de desarrollo histórico. Cuando la sociedad humana alcanzó un estadio histórico determinado, aparecieron las clases y la lucha de clases. En una sociedad de clases, todo hombre existe en cuanto miembro de una clase dada y vive en las condiciones dadas de la lucha de clases. La existencia social de los hombres determina su conciencia. En una sociedad de clases, la ideología de los miembros de las diferentes clases refleja las posiciones y los intereses de éstas. La lucha es continua entre estas clases con posiciones diferentes, con intereses diferentes y con ideologías diferentes. Así, no es sólo en la lucha contra la naturaleza, sino que es también en la lucha entre las clases sociales, donde los hombres transforman la naturaleza, transforman la sociedad y al mismo tiempo se transforman a sí mismos. Marx y Engels decían:

“Tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases.” [1]

Esto significa que el proletariado debe comprometerse conscientemente a largas luchas sociales revolucionarias y que, en el curso de esas luchas, debe transformar la sociedad y transformarse a sí mismo.

Debemos, pues, considerar que es necesario y posible el transformarnos. No deberíamos considerarnos inmutables, perfectos y sacrosantos, ni pensar que no tenemos necesidad y que no somos capaces de transformarnos. Asignarse la tarea de transformarse en el curso de la lucha social no tiene nada de degradante; las leyes objetivas del desarrollo social lo exigen. Si no lo hacemos, no podremos progresar ni transformar la sociedad.

Nosotros, comunistas, somos los revolucionarios más avanzados de la historia moderna; somos nosotros, hoy día, los que asumimos la tarea de transformar la sociedad y el mundo, y los que somos la fuerza motriz de esta transformación. Al combatir sin descanso a los contrarrevolucionarios y a los reformistas, los comunistas transforman la sociedad y el mundo, y, al mismo tiempo, se transforman a sí mismos.

Cuando decimos que los comunistas deben transformarse a sí mismos al combatir a los contrarrevolucionarios y a los reformistas en todos los terrenos, entendemos por eso que en el curso de este combate deben realizar progresos personales y elevar sus cualidades y capacidades de revolucionarios. Un revolucionario sin experiencia debe pasar por un largo proceso para su formación y su educación revolucionarias, antes de convertirse en un revolucionario maduro y acabado, capaz de captar y de aplicar con maestría las leyes de la revolución. Pues, en primer lugar, un revolucionario inexperto, que ha nacido y se ha criado en la sociedad antigua, ha conservado, de un modo totalmente natural, de aquella sociedad vestigios ideológicos diversos (prejuicios, costumbres y tradiciones) y, en segundo lugar, no ha pasado por un largo período de práctica revolucionaria; por tanto, no le ha sido posible tener ya un conocimiento verdaderamente profundo del enemigo, de nosotros mismos o de las leyes que rigen el desarrollo social y la lucha revolucionaria. Para poner fin a esta situación, deberá, al mismo tiempo que estudia la experiencia revolucionaria del pasado (la práctica de nuestros predecesores), participar él mismo en la práctica revolucionaria de su tiempo; y en esta práctica revolucionaria, en la lucha centra los diferentes elementos contrarrevolucionarios y reformistas, será necesario que desarrolle su actividad consciente y que redoble los esfuerzos en el estudio y en la propia educación. Sólo así podrá adquirir gradualmente una comprensión y un conocimiento más profundos de las leyes del desarrollo social y de las leyes de la lucha revolucionaria, conocer verdaderamente a fondo al enemigo y a nosotros mismos, descubrir y corregir sus ideas erróneas, sus malas costumbres y sus prejuicios, y mediante eso elevar el nivel de su conciencia política, cultivar sus cualidades revolucionarias y mejorar sus métodos revolucionarios.

Un ejemplo. Diversos miembros del Partido toman parte en una lucha revolucionaria de masa y se encuentran comprometidos en la práctica revolucionaria, en unas circunstancias y condiciones más o menos idénticas. Esta lucha común puede ejercer sobre ellos un influjo completamente diferente. Unos harán progresos muy rápidos y ciertos, y los que iban a remolque, conseguirán  incluso ponerse en cabeza. Otros avanzarán muy lentamente. Habrá incluso quienes comiencen a flojear en la lucha y, en lugar de ser empujados hacia adelante por la práctica revolucionaria, se quedarán atrás. ¿Por qué esto?

Otro ejemplo. Muchos miembros de nuestro Partido han hecho la Larga Marcha; fue una dura prueba, en el curso de la cual la inmensa mayoría de ellos ha realizado notables progresos. Sin embargo, la Larga Marcha ha tenido sobre ciertos miembros del Partido un efecto completamente diferente: tuvieron miedo ante una lucha tan áspera y algunos incluso intentaron esquivarla o huir de ella; y más tarde, sucumbiendo a las tentaciones del exterior, desertaron efectivamente de las filas de la revolución. Muchos miembros del Partido han tomado parte en la Larga Marcha y, sin embargo, ¡qué diferencias hubo para ellos en sus efectos y en sus consecuencias! Una vez más, ¿por qué ocurre esto?.

En el fondo, estos fenómenos reflejan en las filasde la revolución las luchas de clases de la sociedad. Las diferencias en el origen social de los miembros de nuestro Partido, la diversidad de los influjos que han experimentado en la sociedad, hacen que notodos tengan las mismas cualidades. Difieren en la actitud, en la posición y en la comprensión con respecto a la práctica revolucionaria, y el desarrollo de ellos en el curso de esa práctica toma direcciones diferentes. Esto se advierte claramente en vuestro mismo Instituto. Recibís todos aquí la misma enseñanza y la misma formación; sin embargo, como hay diferencias entre unos y otros por vuestras cualidades y vuestra experiencia, por la intensidad de vuestros esfuerzos personales y por vuestra voluntad de educaros, podéis obtener resultados diferentes, incluso opuestos. Por tanto, para que un revolucionario se transforme él mismo y eleve su propio nivel, es esencial, es absolutamente indispensable, que aporte un esfuerzo personal, que se eduque en el curso de la lucha revolucionaria.

Para llegar a ser un buen revolucionario, políticamente maduro, completamente comunista, sea que participe en la revolución desde hace poco o que se consagre a ella desde hace años, debe pasar por la prueba de un largo periodo de lucha revolucionaria; debe aguerrirse en la lucha revolucionaria de masas y en medio de toda clase de dificultades y deprivaciones; debe hacer el balance de las experiencias adquiridas en la práctica, redoblar lo sesfuerzos en su educación, elevar su nivel ideológicoy adquirir una competencia más grande, y no debe dejar embotarse su sentido de lo nuevo. Solamente así se convertirá en un revolucionario políticamente inquebrantable, con unas cualidades morales elevadas.

Confucio decía:

“Cuando tenía quince años, me dedicaba al estudio. A los treinta, llegaba a la seguridad. A los cuarenta, había vencido la duda. A los cincuenta, reconocía la voluntad del Cielo. A los sesenta,nada de lo que escuchaba podía turbarme. A lossetenta, podía ajustarme a los deseos de mi corazón sin transgredir lo que es justo.” [2]

Este pensador de la época feudal refiere aquí el proceso de su propia educación; él no se considerabacomo un “sabio” de nacimiento.

Otro pensador de la época feudal, Mencius, decía que nadie había realizado una “gran misión” ni había desempeñado un papel en la historia sin pasar primero por un periodo de duras pruebas. Pasar por un período así supone “probar su alma mediante el sufrimiento, romper sus músculos y sus huesos con la fatiga, torturar su cuerpo con el hambre, ser reducido a la miseria, ver destrozadas sus empresas, y mediante todo eso tener su espíritu aguijoneado, su carácter templado y sus capacidades acrecentadas”. [3]

Puesto que los comunistas tienen que asumir la “gran misión” de transformar el mundo, misión sin igual en la historia, es necesario que estén tanto más atentos aformarse y a educarse a sí mismos en el curso de la lucha revolucionaria.  Es indispensable a los revolucionarios proletariosque hagan su propia educación comunista. Esta educación no debe nunca separarse de la práctica revolucionaria o del movimiento revolucionario efectivo de las grandes masas trabajadoras, en particular de las masas proletarias.

El camarada Mao Tse-tung ha dicho:

“Descubrir la verdad a través de la práctica y, nuevamente a través de la práctica, comprobarla y desarrollarla. Partir del conocimiento sensorial y desarrollarlo activamente convirtiéndolo en conocimiento racional; luego, partir del conocimiento racional y guiar activamente la práctica revolucionaria para transformar el mundo subjetivo y el mundo objetivo. Practicar, conocer, practicar otra vez y conocer de nuevo. Esta forma se repite en infinitos ciclos, y, con cada ciclo, el contenido de la práctica y del conocimiento se eleva a un nivel más alto. Esta es en su conjunto la teoría materialista dialéctica del conocimiento, y ésta es la teoría materialista dialéctica de la unidad entre el saber y el hacer.” [4]

Los miembros de nuestro Partido deben aguerrirse y reforzar su propia educación en la práctica revolucionaria no sólo cuando ésta es ardua, difícil, sin éxito, sino también cuando es fácil, coronada por el éxito, victoriosa. Ciertos miembros del Partido se dejan embriagar por los éxitos y las victorias, la cabeza les da vuelta, se convierten en insolentes, arrogantes, burocráticos, e incluso se tambalean, se dejan corromper y degeneran, habiendo perdido por completo su espíritu revolucionario. Casos individuales de este género no son raros entre los miembros de nuestro Partido. Un fenómeno así en el seno del Partido debe ser para nuestros miembros un serio objeto de preocupación.

Antiguamente, antes de la entrada en escena de los revolucionarios proletarios, casi todos los revolucionarios se dejaban corromper y degeneraban, desde que habían conseguido la victoria y habían  visto triunfar su empresa. Perdían el espíritu revolucionario que les animaba y se convertían en obstáculos al desarrollo ulterior de la revolución. Sabemos que en China, en el curso de los cien últimos años, o, para coger una época más reciente, en el curso de los cincuenta últimos años, muchos revolucionarios burgueses o pequeños burgueses se han dejado corromper y han degenerado desde que habían conseguido algún éxito y habían llegado al poder. Esto estaba determinado por la base de clase de estos revolucionarios y por la naturaleza de las revoluciones de antaño. Antes de la Gran Revolución socialista de Octubre en Rusia, todas las revoluciones en el mundo terminaban invariablemente por la sustitución de la dominación de una clase explotadora por otra. Así, los revolucionarios de antaño, en cuanto se convertían en la clase dominante, perdían su espíritu revolucionario y se volvían contra las masas explotadas para oprimirlas. Esto era una ley inexorable.

Pero no puede ser nunca de ese modo para la revolución proletaria, para el Partido comunista. La revolución proletaria apunta a la abolición de toda explotación, de toda opresión y de todas las clases. El proletariado, que representa el Partido comunista, es explotado pero no explota a nadie; está, pues, en condiciones de conducir la revolución hasta el final, suprimir definitivamente toda explotación en la sociedad humana y desterrar de ella todo lo que es corrupción y degeneración. Es capaz de fundar un partido provisto de una organización y de una disciplina rigurosas, instaurar un aparato de Estado a la vez centralizado y democrático; mediante este partido y mediante este aparato de Estado, es capaz, a la cabeza de grandes masas populares, de llevar a cabo una lucha intransigente contra toda forma de corrupción y de degeneración, depurar sin cesar el Partido y el aparato de Estado de todos los elementos que se hubieran corrompido y que hubieran degenerado (por muy elevado que fuere el puesto que ocupan), a fin de preservar su integridad. Este rasgo característico de la revolución proletaria y del partido revolucionario proletario no existía ni podía existir en ninguna revolución, en ningún partido revolucionario del pasado. Los miembros de nuestro Partido deben comprender claramente este rasgo, y en particular cuando la revolución triunfa y cuando gozan de la confianza y del apoyo crecientes de las masas,es cuando deben aguzar su vigilancia, intensificar su educación ideológica proletaria y guardar siempre intactas en ellos las cualidades revolucionarias del proletariado, sin caer en los senderos de los revolucionarios del pasado, que degeneraban en el momento del éxito.

La formación y la educación propia por medio de la práctica revolucionaria y de la ideología proletaria son importantes para cada comunista, sobre todo después de la toma de poder. Nuestro Partido no ha caído del cielo, ha nacido en la sociedad china. Cada miembro del Partido proviene de esta sociedad, vive todavía en ella, permanece en contacto permanente con todo lo que hay en ella de sórdido. No es, pues, extraño que los comunistas, sean de origen proletario o no proletario, veterano o nuevo, hayan conservado más o menos en ellos las ideas y las costumbres de la antigua sociedad. Para conservar intactas nuestras virtudes de combatientes de vanguardia del proletariado, lo mismo que para elevar nuestras cualidades revolucionarias y nuestra capacidad de trabajo, es necesario que cada miembro del Partido redoble sus esfuerzos para formarse y educarse en todos los aspectos.

Tales son las razones por las que los comunistas deben emprender su educación. Voy a hablar ahora de los criterios que la rigen.

Seamos dignos discípulos de Marx y de Lenin

Según las disposiciones de los estatutos, puede ser miembro de nuestro Partido toda persona que acepte su programa y los estatutos, pague sus cuotas y milite en una de las organizaciones del Partido. Ninguno puede convertirse en miembro de él si no cumple estas condiciones. Pero ningún comunista debe  contentarse con este mínimum; cada uno debe procurar, como lo estipulan los estatutos, hacer progresos, elevar sin cesar el nivel de su conciencia política y estudiar asiduamente el marxismo-leninismo. Debemos, para nuestra formación y nuestra educación, tomar ejemplo en las palabras y en los actos, en la obra y en las virtudes que han ilustrado la vida de los grandes fundadores del  marxismo-leninismo.

Hablando de Marx, decía Engels:

“...Marx fue ante todo un revolucionario. Su verdadera vocación vital fue colaborar, en esta o en aquella forma, en la destrucción de la sociedad capitalista y de las instituciones estatales creadas por ella, colaborar en la liberación del moderno proletariado, al que él, por primera vez, había dado la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación. La lucha fue su elemento, y él luchó con una pasión, con una tenacidad y con un éxito como pocos."[5]

Engels decía también de Marx:

“Ninguno de nosotros tiene la visión, con la que él en un determinado momento, en el que había que actuar rápidamente, acertaba siempre con lo adecuado, e inmediatamente se lanzaba sobre el punto decisivo.”[6]

Stalin decía, a propósito de la necesidad de seguir el ejemplo de Lenin:

“Acordaos de Ilich, amadlo, estudiadlo, a nuestro educador, a nuestro jefe. Luchad y triunfad de los enemigos de dentro y de fuera, como lo hacía Ilch. Edificad la vida nueva, las condiciones nuevasde existencia, la cultura nueva, tal como lo hacía Ilch. No despreciéis nunca las cosas pequeñas en el trabajo, pues de las cosas pequeñas nacen las grandes; ese es uno de los preceptos esenciales de Ilich.” [7]

Y en otra ocasión dijo Stalin:

“Los electores, el pueblo, deben exigir de sus diputados que permanezcan a la altura de sus tareas; que en su trabajo no desciendan al nivel vulgar de pequeños burgueses; que permanezcan en su puesto de hombres políticos de tipo leninista; que sean hombres políticos tan lúcidos y tan determinados, como lo era Lenin; que sean intrépidos en el combate, tan implacables con los enemigos del pueblo, como lo era Lenin; que  estén exentos de todo pánico, de toda sombra de pánico, cuando las cosas comienzan a complicarse y se dibuja en el horizonte un peligro cualquiera, que estén tan exentos de toda sombra de pánico, como lo estaba Lenin; que sean tan prudentes y  tan ajenos a toda precipitación, como lo era Lenin, cuando se trate de resolver problemas complejos, a propósito de los cuales hay que saber orientarse exactamente y tener en cuenta ampliamente todos los inconvenientes y todas las ventajas: que sean tan rectos y tan honestos como lo era Lenin; que amen a su pueblo como lo amaba Lenin.” [8]

Así es como Engels caracterizó en algunos rasgos a Marx, y Stalin a Lenin. Así es como cada miembro de nuestro Partido debe asimilarse el pensamiento y las cualidades de Marx y de Lenin, para convertirse en un discípulo digno de estos maestros.   Algunos dicen que es imposible adquirir el pensamiento y las cualidades de estos grandes genios  revolucionarios, de los fundadores del marxismo-leninismo; que es imposible elevar nuestro pensamiento y nuestras cualidades hasta la altura de  la de ellos. Consideran a los fundadores del marxismo-leninismo como genios natos, como seres misteriosos. ¿Es correcto este punto de vista? Pienso que no.   Es verdad que nuestros camaradas, por regla general, están lejos de tener el gran talento y los vastos conocimientos científicos de los fundadores del marxismo-leninismo, y que la mayoría no puede alcanzar, en la teoría de la revolución proletaria, una erudición tan profunda y tan extensa. Pero nuestros camaradas son perfectamente capaces de poseer la teoría y el método del marxismo-leninismo, adquirir el estilo de Marx y de Lenin en su trabajo y en su lucha, elevar sin cesar el nivel de sus cualidades  revolucionarias y convertirse en hombres políticos del tipo de Marx y de Lenin, si tienen verdaderamente la voluntad de ellos, si toman una postura verdaderamente consciente y firme decombatientes de vanguardia del proletariado, si hacen verdaderamente suya la concepción comunista del mundo, no se aíslan nunca del grande y profundo  movimiento revolucionario actual del proletariado y del conjunto de las masas trabajadoras y se aplican al  estudio, a su formación y a su educación.

En Mencius, hay una frase que dice: “Cualquiera puede ser un Yao o un Chuen.”[9] Pienso que esto es correcto. Todo comunista debe hacer con honestidady seriedad lo que emprende, buscar la verdad en los hechos, trabajar duramente en su formación, proseguir conscientemente su educación y hacer todo lo posible por mejorar sin cesar su pensamiento y sus cualidades. No debe considerar el pensamiento y las cualidades de los grandes revolucionarios, fundadores del marxismo-leninismo, como inaccesibles, no debe abandonar sus esfuerzos ni temer el ir adelante. Se convertiría en un “vulgar pequeño burgués” o en una “madera podrida”, que no se podría esculpir.

Debemos, por supuesto, adoptar una actitud correcta, cuando se trata de adquirir las cualidades delos fundadores del marxismo-leninismo y de estudiar el marxismo-leninismo. En caso contrario, no llegaríamos a nada, al menos a nada bueno. De hecho, hay en nuestras filas diferentes categorías de personas, que tienen actitudes diferentes a este respecto.

Hay quienes estudian a Marx y a Lenin sin saber asimilar la esencia del marxismo-leninismo; no hacen sino aprender superficialmente las palabras y las frases. Han leído la literatura marxista-leninista, pero los principios y las conclusiones marxistas-leninistas que contiene esa literatura, ellos son incapaces de utilizarlos como guía para la acción, y son incapaces de aplicarlos a los problemas concretos, prácticos, de la realidad viva. Se quedan satisfechos con saber recitar algunos principios y conclusiones aisladas; se consideran incluso marxistas-leninistas “auténticos”, pero de ninguna manera son marxistas-leninistas auténticos, y sus acciones y métodos son diametralmente opuestos al marxismo-leninismo.

No hemos tenido pocos de esta clase en el Partido Comunista chino. Y algunos representantes del dogmatismo lo hacían, en cierta época, peor aún. No habiendo comprendido absolutamente nada del marxismo-leninismo y sin saber otra cosa más que recitar frases marxistas-leninistas, se consideraban, sin embargo, como “los Marx y los Lenin de China”, se las daban de tales en el seno del Partido y tenían el descaro de exigir a los miembros de nuestro Partido el que se les respetara como se respeta a Marx y a Lenin, el que se los elevaran a las funciones de “jefes” y el que se mostraran leales y fieles para con ellos. Se atrevieron incluso a designarse a sí mismos como “jefes”, sin que se les nombrase, se encaramaron a los puestos responsables y lanzaron órdenes al Partido como patriarcas, intentaron hacer la moral a nuestro Partido, denigrando todo, atacando a sus miembros, o infligiendo sanciones, como bien les parecía, y llevándolos con la vara. No tenían en modo alguno la intención seria de estudiar el marxismo-leninismo o de luchar por la realización del comunismo; eran simplemente arribistas en el Partido, termitas del movimiento comunista. Evidentemente, tales gentes estaban destinadas a ser combatidos, desenmascarados, rechazados en el seno del Partido por la masa de sus miembros. Y, en efecto, eso fue lo que les ocurrió. ¿Pero podemos decir con toda seguridad que no habrá nunca gente así en nuestro Partido? No, no podemos decirlo todavía.

Después, están los que son de una categoría completamente diferente. Se consideran, ante todo, discípulos de los fundadores del marxismo-leninismo, estudian conscientemente la teoría y el método del marxismo-leninismo y tratan de captar su espíritu y su esencia. Admiran el gran carácter y las cualidades de revolucionarios proletarios que tenían sus fundadores, y en el curso de la lucha revolucionaria, hacen conscientemente su educación y se examinan para ver si su comportamiento hacia el trabajo, hacia los demás y hacia ellos mismos está conforme con el espíritu del marxismo-leninismo. Leen y releen las obras del marxismo-leninismo, dedicándose al mismo tiempo a la investigación y al análisis de la realidad viva, a estudiar las particularidades de la época y todos los aspectos de la situación que afronta el proletariado de su país, a unir la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución en su propio país. No se contentan con retener los principios y las conclusiones del marxismo-leninismo toman una firme posición marxista-leninista, adoptan el método marxista-leninista, actúan en consecuencia, dirigen con flexibilidad todas las luchas revolucionarias y transforman así el estado de cosas existentes, al mismo tiempo que se transforman ellos mismos. Todas sus actividades están guiadas por los principios generales del marxismo-leninismo y no tienen otro objetivo que la victoria de la causa del proletariado, la liberación de la nación y de la humanidad entera, el triunfo del comunismo.

Su actitud es la única correcta. Sólo adoptando esta actividad ante el estudio del marxismo-leninismo y ante la adquisición de las virtudes de sus fundadores, se convertirá uno en un revolucionario proletario, comunista, del tipo de Marx y Lenin.

El que se aplique realmente a su educación y se haga discípulo fiel de los fundadores del marxismo-leninismo, procurará seguir el ejemplo de sus maestros, mantener la posición marxista-leninista y servirse del punto de vista y del método del marxismo-leninismo para resolver los diferentes problemas del movimiento revolucionario dirigido por el proletariado. No se preocupará en absoluto por su posición o por su prestigio dentro del Partido, no pretenderá nunca ser un Marx o un Lenin y no esperará ni reclamará de los otros el que le testimonien el mismo respeto que a Marx y a Lenin, pues no piensa tener para eso el menor derecho. Pero precisamente porque él actúa de esta manera, por ser Para ser un buen comunista siempre honesto y leal, animoso y firme, y por dar pruebas de una notable capacidad en la lucha revolucionaria, gozará siempre del respeto y del apoyo espontáneo de la masa de los miembros del Partido.

Ciertamente, no es cosa fácil tomar como modelos a los fundadores del marxismo-leninismo ni convertirse en sus discípulos más fieles y mejores. Pero podemos llegar a serlo si tenemos la firme voluntad y la determinación de luchar con energía por la causa del comunismo, si nos aplicamos al estudio del marxismo-leninismo en el curso de la gran lucha revolucionaria de las masas, si sabemos hacer el balance de nuestra experiencia, si emprendemos nuestra formación y nuestra educación bajo todos los aspectos y si nos entregamos durante toda nuestra vida a la causa comunista del proletariado.

La autoeducación de los comunistas y la práctica revolucionaria de las masas

Para llegar a ser los más fieles y los mejores discípulos de los fundadores del marxismo-leninismo, debemos realizar nuestra educación bajo todos los aspectos en el curso de la grande y larga lucha revolucionaria del proletariado y de las masas. Es decir, necesitamos estudiar la teoría marxista leninista; aprender a examinar y a resolver los problemas, colocándonos en la posición y en el punto de vista del marxismo-leninismo y sirviéndonos de su método; asimilarnos la estrategia y la táctica revolucionarias del proletariado; penetrarnos de la ideología y de la moral proletarias; defender sin cesar la unidad del Partido, practicar la crítica y la autocrítica, y observar la disciplina del Partido; desarrollar un estilo de trabajo compuesto de labor dura y de áspera lucha; reforzar nuestros lazos con las masas; adquirir conocimientos en las diversas ramas de la ciencia, etcétera. Todos somos miembros del Partido Comunista y todos debemos, por consiguiente, sin excepción, realizar nuestra educación bajo los aspectos arriba indicados. Pero como los miembros de nuestro Partido difieren los unos de los otros por su grado de conciencia política, por su experiencia en la lucha, por las funciones que ocupan, por el nivel de su cultura y por las condiciones en las que realizan su trabajo, existen naturalmente algunas diferencias entre ellos en lo que concierne a los aspectos de su educación, a los que deben prestar una atención especial o consagrar esfuerzos particulares.

Cuando, en la antigüedad, Tsengtse decía: “Me examino cada día en tres cosas”[10], insistía en el examen de conciencia. El libro de las odas [11 ], en estos versos célebres: “Como se trabaja con el buril el marfil, se pule la piedra y se talla el jade”, hace alusión a la necesidad de la mutua ayuda y critica entre amigos. Todo esto muestra que, para hacer progresos, hay que desplegar grandes esfuerzos en la educación de sí mismo y concederle a eso una gran importancia. Sin embargo, lo que los antiguos denominaban educación de sí mismo era, en la mayoría de los casos, una cosa idealista, formal, abstracta, sin lazos con la práctica social. Exageraban el papel de lo subjetivo, se imaginaban que su “buena voluntad” abstracta bastaría para hacerlos capaces de transformar el estado de cosas existente, para transformar la sociedad y transformarse a sí mismos. Esto es evidentemente absurdo. No debemos educarnos de esa manera. Somos materialistas revolucionarios, y la educación que nos damos a nosotros mismos no puede estar desprendida de la práctica revolucionaria de las masas.

Lo esencial para nosotros es no aislarnos jamás de las luchas revolucionarias llevadas a cabo continuamente por las masas populares, sino asociarnos a ellas para estudiar, resumir y aplicar las experiencias revolucionarias del pasado. Esto significa que debemos hacer nuestra educación y formarnos en el curso de la práctica revolucionaria misma, y hacerlo con el único fin de servir al pueblo, de contribuir por nuestra parte a la práctica revolucionaria. Significa también que debemos con toda modestia aprender a adquirir la postura, el punto de vista y el método del marxismo-leninismo, las nobles cualidades proletarias de sus fundadores, y que debemos aplicar todo esto a nuestra propia práctica, a nuestra vida cotidiana, a nuestras palabras, a nuestros actos y a nuestro trabajo, corrigiendo o eliminando sin cesar todo lo que, en nuestra ideología, se oponga a ello, y reforzando así nuestra ideología y nuestras cualidades proletarias, comunistas. Significa, finalmente, que debemos prestar un oído atento a los consejos y a las críticas de nuestros camaradas y de las masas, estudiar minuciosamente los problemas prácticos que se plantean en la vida y en el trabajo, recapitular con cuidado las experiencias y las lecciones recogidas en el curso de nuestro trabajo y, a la luz de todo esto, verificar si hemos comprendido bien el marxismo-leninismo y si hemos aplicado correctamente su método, descubrir, para corregirlas enseguida, nuestras insuficiencias y nuestros errores, y mejorar nuestro trabajo. Por otra parte, necesitamos, partiendo de experiencias nuevas, examinar si no hay alguna conclusión o aspecto del marxismo-leninismo que se pueda completar, enriquecer y desarrollar. En una palabra, debemos unir la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución.

Tal debe ser el método de los comunistas para realizar su educación. Este método marxista-leninista de educación de sí mismo no tiene nada en común con los métodos idealistas, separados de la práctica revolucionaria de las masas.

Para aplicar con consecuencia este método marxista-leninista de educación de uno mismo, debemos combatir resueltamente y eliminar por completo uno de los mayores males que nos ha legado la antigua sociedad en el terreno de la educación y de los estudios: el divorcio entre la teoría y la práctica. En la antigua sociedad mucha gente, al instruirse, pensaban que no era necesario ni incluso posible el actuar de acuerdo con lo que aprendían y, al mismo tiempo que predicaban la justicia y la virtud en sus escritos y en sus discursos, eran en el fondo unos bribones empedernidos. Los reaccionarios del Kuomintang leían y releían los Tres principios del pueblo[12 ] y , recitaban el Testamento de Sun Yat-sen [13], pero, de hecho, aplastaban al pueblo con impuestos, se entregaban a la corrupción y a las matanzas, oprimían a las masas, se mostraban hostiles a las “naciones del mundo que nos tratan en pie de igualdad”, corrían precisamente a entenderse con el enemigo de la nación, es decir, a entregarse a él. Un viejo sieutsai [14 ]me dijo un día que de todos los preceptos de Confucio él sólo podía aplicar uno solo: “El arroz no será nunca demasiado puro, la carne no estará nunca cortada demasiado fina” [15]. En cuanto a los otros, él no podía observarlos y, por otra parte, tampoco tuvo nunca la intención de hacerlo. Si esto era así, ¿con qué fin querían todavía mantener escuelas y estudiar las “enseñanzas de los sabios”? Para conseguir honores y enriquecerse. Se trataba de hacer uso de las “enseñanzas de los sabios” para oprimir a los explotados y de hacer profesión de justicia y de virtud para engañar al pueblo. Ese fue la actitud de las clases explotadoras de la antigua sociedad hacia los sabios que esas clases “reverenciaban”. Es inútil decir que nosotros, comunistas, nunca debemos adoptar una actitud parecida cuando estudiamos el marxismo-leninismo y lo que hay de mejor en la herencia histórica de nuestro país. Lo que nosotros aprendemos, debemos ponerlo en práctica. Nosotros, revolucionarios proletarios con intenciones honestas y puras, no queremos ni engañarnos a nosotros mismos ni engañar al pueblo ni traicionar a nuestros antepasados. Este es un rasgo característico y uno de los grandes méritos de los comunistas.

Este mal de la antigua sociedad, ¿es posible que no tenga influencia alguna en nosotros? No, eso no es posible. Ciertamente, entre vosotros no hay nadie que estudie el marxismo-leninismo para llegar a funciones elevadas, para hacer fortuna o para oprimir a los explotados. ¿Pero se puede afirmar que nadie de vosotros tiene nunca la idea de que sus pensamientos, sus palabras, sus actos y su vida no tienen necesariamente que ser guiadas por los principios del marxismo-leninismo o que no es necesario aplicar todos los principios que se aprende? ¿Nadie de vosotros piensa nunca que, si estudia el marxismo-leninismo, si hace estudios teóricos más avanzados, es para conseguir un éxito personal, para sacar de ahí vanidad o para convertirse en una celebridad? No puede asegurar que no existe nadie entre vosotros que tenga estas ideas. Esta manera de pensar no es conforme al marxismo-leninismo, va contra su principio fundamental: la unión de la teoría y de la práctica. Ciertamente, debemos estudiar la teoría, pero también aplicar lo que hemos aprendido; y es para aplicarla, es para el Partido, para el pueblo y para la victoria de la revolución, para lo que estudiamos.

El camarada Mao Tse-tung ha dicho:

“La gran fuerza del marxismo-leninismo está precisamente en su vinculación con la práctica revolucionaria concreta de cada país. Para el Partido Comunista de China, eso supone aprender a aplicar la teoría del marchina. Si los comunistas chinos, que son parte de la gran nación china, carne de su carne y sangre de su sangre, hablasen del marxismo separándolo de las características de China, su marxismo no pasaría de ser abstracto y vacío. Por ello, el problema que todo el Partido hade comprender y resolver con urgencia es cómo aplicar el marxismo concretamente en China, de modo que todas sus manifestaciones tengan un carácter inequívocamente chino, es decir, aplicar el marxismo a la luz de las características de nuestro país. Debe eliminarse el estilo de cliché extranjero [16,] debe haber menos cantinelas abstractas y vacías, y debe mandarse a descansar al dogmatismo, dando paso al estilo y espíritu chinos llenos de vida y lozanía, que gustan a la gente sencilla de nuestro país.” [17]

En su estudio del marxismo-leninismo, nuestros camaradas deben seguir el método indicado por el camarada Mao Tse-tung.

La unidad del estudio teórico y de la autoeducación ideológica

Nosotros, comunistas, no debemos separar el estudio teórico de la educación ideológica que nos damos a nosotros mismos. Debemos transformarnos y consolidar nuestra ideología proletaria no sólo en la práctica de la revolución, sino también en el curso del estudio de la teoría del marxismo-leninismo.

Está bastante difundida entre ciertos miembros de nuestro Partido la idea de que una posición proletaria y comunista, firme e irreprochable, no tiene nada que ver con la comprensión y la perfecta posesión de la teoría y del método del marxismo-leninismo. Creen que se puede comprender a fondo y poseer realmente la teoría y el método del marxismo-leninismo, incluso si no se tiene una posición proletaria muy firme ni una ideología bien pura (es decir, si se guardan todavía vestigios de la ideología no proletaria). Piensan que se puede aprender perfectamente la teoría y el método del marxismo-leninismo con sólo estudiarlos en los libros. Esta manera de pensar es errónea.

El marxismo-leninismo es la ciencia de la revolución proletaria, la ciencia con la que la clase obrera construye el socialismo y el comunismo. Sólo los que tienen una posición proletaria consecuente y los que hacen suyos los ideales del proletariado, pueden comprenderlo y poseerlo a fondo. Sin la posición firme y los ideales puros del proletariado, ninguno puede comprender a fondo ni poseer realmente esta ciencia del marxismo-leninismo. Esta no es en absoluto útil al que no es un revolucionario auténtico, un revolucionario consecuente del proletariado, al que no desee realizar el socialismo y el comunismo en el mundo entero y liberar a toda la humanidad, al que no quiera hacer la revolución o quiera detenerse a medio camino sin proseguirla hasta el final.

Con frecuencia hemos encontrado comunistas de origen obrero, y de los mejores, que, poco versados en la teoría del marxismo-leninismo, tal vez no llegarían más lejos que los otros si tuvieran que citar, en un examen, pasajes o fórmulas sacadas de las obras marxistas-leninistas. Pero cuando estudian la teoría marxista-leninista, muestran muy a menudo, con tal que se les explique esta teoría en un lenguaje accesible, un interés más vivo y una comprensión más profunda que miembros del Partido que provienen de un medio intelectual. Por ejemplo, la parte de El capital que trata de la plusvalía les resulta difícil de comprender a ciertos miembros del Partido, pero no a los miembros de origen obrero. Ya que en el proceso de producción y en la lucha contra los capitalistas, los obreros aprenden demasiado bien cómo los capitalistas calculan los salarios y las horas de trabajo, cómo los capitalistas los explotan, para obtener ganancias, cómo los oprimen. Ocurre, pues, con frecuencia que nuestros miembros de origen obrero están en condiciones de comprender mejor la teoría de Marx sobre la plusvalía que algunos de nuestros miembros surgidos de otras clases. Cuando decimos que muchos miembros del Partido provenientes de la clase obrera se asimilan con más facilidad el marxismo-leninismo, no entendemos por eso por supuesto, que hayan nacido marxistas-leninistas a causa de su origen social. Queremos decir que, con la condición de estudiar la teoría marxista-leninista con modestia y aplicación, y de saber efectivamente buscar la verdad en los hechos, todos los camaradas que tienen una posición firmemente y puramente proletaria y que están libres de prejuicios o de otros defectos, sabrán con seguridad examinar y resolver los problemas prácticos con más prontitud y exactitud que otros camaradas. En la lucha se mostrarán más aptos para discernir la verdad, más entusiastas para sostenerla, sin desconcertarse con vanos escrúpulos.

También con frecuencia hemos advertido que los miembros de origen no proletario llegan a resultados diferentes según la actitud que adoptan con respecto a la relación entre el estudio de la teoría del marxismo-leninismo y su propia educación ideológica. De una manera general, en el momento en que se unen a la revolución, estos miembros no tienen una posición proletaria muy firme, muy neta, ni una ideología muy correcta y pura; todavía conservan, en grados diferentes, toda clase de ideas no proletarias que provienen de la antigua sociedad. Es evidente que estas ideas entran en conflicto directo con los principios del marxismo-leninismo. Y como esos camaradas han tomado actitudes diferentes, los resultados del conflicto difieren igualmente. En el estudio del marxismo-leninismo, unos unen correctamente el estudio teórico con su educación ideológica, sirviéndose de los principios del marxismo-leninismo para combatir y vencer lo que hay de atrasado en su espíritu; de este modo afianza su posición proletaria, purifican su ideología y aprenden a aplicar los principios del marxismo-leninismo a la solución de los problemas prácticos. Nuestro Partido posee muchos miembros que están en este caso. Otros, por el contrario, siguen un camino opuesto; han acumulado en ellos un montón de antiguallas -costumbres invertebradas, prejuicios, apetencias, segundas intenciones- y no están decididos a transformarse a sí mismos. Cuando estudian el marxismo-leninismo, no utilizan sus principios para criticar y repudiar lo que ellos tienen de atrasado en su espíritu; tratan, por el contrario, de servirse de esos principios como de un arma para fines personales; consiguen precisamente desnaturalizar, a causa de sus prejuicios, los principios del marxismo-leninismo; si bien ellos no se encuentran en un estado capaz de comprender convenientemente estos principios y de compenetrarse con el espíritu y con la esencia del marxismo-leninismo. Cuando tratan los diferentes problemas prácticos de la lucha revolucionaria, las costumbres y los prejuicios que han conservado de la antigua sociedad y sus cálculos individualistas los llevan a considerar todo desde el ángulo de sus ventajas personales, se muestran importantes para pensar en todo, quedan irresolutos y vacilantes. Incapaces de ir al fondo de las cosas, libremente y sin violencia, y de sostener la verdad con coraje, disimulan y desnaturalizan la verdad inconscientemente o incluso conscientemente. Estas personas son absolutamente incapaces de aplicar correctamente los principios del marxismo-leninismo a la conducta de su vida y de resolver los diferentes problemas prácticos con prontitud, corrección y realismo, de acuerdo con dichos principios. Ocurre incluso que ellos adoptan una actitud negativa, cuando los problemas prácticos han quedado ya resueltos correctamente de acuerdo con esos principios por la organización del Partido o por otros camaradas que no son ellos. Tales casos no son ni raros ni extraños, son muy corrientes.

Así, podemos decir de un miembro del Partido que no tiene una posición proletaria neta y firme, ni una ideología proletaria correcta y pura, que no será capaz de comprender a fondo o de poseer realmente la teoría y el método del marxismo-leninismo, y de hacer de ella un arma en la lucha revolucionaria. En otros términos, un comunista que quiere adquirir una buena formación teórica en el marxismo-leninismo debe adoptar la noble posición del proletariado.

Por otra parte, debemos decir igualmente que un miembro del Partido no puede mantenerse firmemente en la posición del proletariado y hacerse la expresión concreta de la ideología proletaria en las diversas luchas de la revolución, si no se esfuerza por estudiar la teoría y el método del marxismo-leninismo, si no hace del marxismo-leninismo el guía de su pensamiento y de su acción.

Hay también miembros del Partido que piensan esto: poco importa que se estudie o no la teoría del marxismo-leninismo, que se perfeccione o no en ella, con tal que se tenga decisión en la revolución y coraje en la lucha. Ciertos camaradas se figuran incluso que un origen o una pertenencia de clase irreprochables bastan para hacer de ellos combatientes de vanguardia del proletariado sin que tengan que estudiar el marxismo-leninismo. Otros, finalmente, no han estudiado nunca con seriedad el marxismo-leninismo en el curso de su trabajo y de su lucha, aunque reconocen en general la importancia de la teoría. Está claro que todas estas actitudes son erróneas.

La teoría del marxismo-leninismo es el arma que utilizamos para examinar todos los fenómenos y resolver todos los problemas, en particular los fenómenos y los problemas sociales. Si no sabemos manejar el arma de la teoría marxista-leninista, no podremos conocer bien ni resolver, como hace falta, los diferentes problemas que se plantean en la lucha revolucionaria; corremos el riesgo de extraviarnos, de alejarnos de la posición revolucionaria del proletariado, e incluso de convertirnos, consciente o inconscientemente, en oportunistas de una clase o de otra, en prisioneros y en simples ecos de la burguesía.

La firmeza en la revolución y el coraje en la lucha son las cualidades preciosas que debe poseer todo comunista. Además de estas cualidades, los comunistas deben saber cómo conducir la revolución y cómo dirigir la lucha en los períodos históricos  y condiciones diferentes, si quieren hacer triunfar la revolución y realizar el ideal supremo del comunismo. Sólo aplicando el marxismo-leninismo resolveremos correctamente cuestiones tan importantes en la lucha revolucionaria como la cuestión de saber sobre quién hay que apoyarse, con quién hay que unirse y a quién hay que destruir; la cuestión de saber quiénes son nuestros aliados directos, quién es nuestro enemigo principal y quiénes son nuestros enemigos secundarios; la cuestión de la concentración de todos los aliados posibles, comprendiendo ahí, en ciertas condiciones, a los enemigos secundarios, para vencer al enemigo principal y la cuestión del cambio de estrategia y de táctica en el momento adecuado para responder a los cambios ocurridos en la situación. Sin saber manejar el arma del marxismo-leninismo, sin tener una buena formación marxista-leninista, es totalmente imposible mantener una firme y correcta posición proletaria cada vez que uno se encuentre ante un problema importante de la lucha revolucionaria; es imposible también, cuando se enfrenta a situaciones complejas y a cambios bruscos y cuando es necesario tomar un camino sinuoso, determinar la orientación política más ventajosa para la causa de la revolución proletaria, o representar el interés general y a largo plazo de la lucha revolucionaria del proletariado.

Consideremos la experiencia de nuestro Partido en la aplicación de la política del frente unido nacional contra el Japón. Antes del incidente del 7 de julio [18], algunos camaradas no comprendían que la contradicción entre la nación china y el imperialismo japonés se había convertido en la contradicción principal, mientras que la contradicción entre los diferentes grupos políticos del país quedaba relegada a un segundo plano; por eso se oponían a la política del Partido tendente a formar un frente unido nacional anti-japonés, tendente a agrupar a todas las clases y estratos sociales patrióticos, todos los partidos y grupos sociales patrióticos en la lucha común contra el Japón, y, en particular, se oponían a la política de alianza del Partido con el Kuomintang en esta lucha. Al oponerse a la justa política del Partido, estos camaradas creían mantenerse firmemente en la posición del proletariado; en realidad, se apartaban de ella y se hundían en el sectarismo, en la actitud de “puerta cerrada”. Si hubiéramos actuado según el punto de vista de ellos, el proletariado y su Partido no hubieran podido unir todas las clases y estratos sociales patrióticos, todos los partidos y grupos sociales patrióticos, y conducirlos a la victoria en la lucha contra el imperialismo japonés; en lugar de eso, las fuerzas del frente unido nacional contra el Japón habrían quedado debilitadas, el proletariado y su Partido habrían quedado aislados, en detrimento de la lucha entablada contra el Japón y por la salvación de la patria. Después del incidente del 7 de julio, cuando nuestro Partido hubo establecido con el Kuomintang el frente unido nacional anti-japonés, ciertos camaradas se fueron al otro extremo: creían que, al participar también el Kuomintang en la residencia, no había ya diferencia alguna entre éste y el Partido Comunista. Adoptaban una política de capitulación, de arreglos con los grandes propietarios terratenientes y con la alta burguesía, lo mismo que con el Kuomintang, y se oponían a la política de independencia del Partido en el seno del frente unido; sobrestimaban la fuerza del Kuomintang, tenían una confianza excesiva en él y referían todas sus esperanzas a él en cuanto a la resistencia frente al Japón y en cuanto a la salvación de la patria; no tenían confianza en la fuerza del Partido Comunista y del pueblo y no colocaban sus esperanzas en el Partido Comunista; por ello no se atrevía a desarrollar con atrevimiento el Partido y las fuerzas revolucionarias anti-japonesas del pueblo, ni a luchar resueltamente contra la política del Kuomintang, tendente a combatir y a contener al Partido Comunista. Los camaradas que tenían este punto de vista se vanagloriaban de ser representantes auténticos del proletariado, pero, en realidad, su política habría puesto al proletariado bajo la dependencia y al remolque de la burguesía, le habría hecho perder su papel dirigente en el frente unido nacional anti-japonés. Estos errores “de izquierda” y de derecha son ejemplos sorprendentes del desfallecimiento que sufren los que en el momento en que ocurren grandes cambios en la situación política, no saben mantenerse firmemente en la posición del proletariado, a fin de reconocer la vía correcta en la que hay que plantear la revolución para que progrese.

El proletariado no puede limitarse a emanciparse a sí mismo; no podrá liberarse definitivamente más que luchando por la liberación de todos los trabajadores de la nación y de la humanidad entera. No obtendrá su emancipación verdadera y definitiva más que librando de una vez para siempre a la sociedad humana de la explotación, de la opresión y de la lucha de clases. Por consiguiente, una firme postura proletaria debe distinguirse rigurosamente de la actitud de puerta cerrada y de sectarismo. En la lucha, el proletariado y su Partido deben establecer un lazo estrecho con la gran masa de los trabajadores, formar alianzas revolucionarias con otras clases y partidos revolucionarios y asegurarse la dirección de la gran masa de los trabajadores y de todos sus aliados para que vayan juntos adelante; deben hacerse los intérpretes de los intereses de la gran masa de los trabajadores, de todas las clases revolucionarias y de la nación, es decir, de los intereses de más del noventa por ciento de la población del país. Tener una firme postura proletaria significa representar, en cada momento y en cada circunstancia, el interés supremo de la inmensa mayoría de la población, comprender que este interés representa también el supremo interés de clase del proletariado. Por otra parte, una firme postura proletaria debe distinguirse rigurosamente de la complacencia y de la capitulación. En la lucha revolucionaria el proletariado y su Partido deben distinguirse netamente no sólo de la clase de los terratenientes y de la burguesía, sino también de los demócratas revolucionarios de la pequeña burguesía; deben incluso, en una cierta medida, distinguirse de las masas trabajadoras. En la lucha revolucionaria, deben siempre mantener su independencia y preservarse de todo influjo de la burguesía y de otras clases no proletarias. En cada época del desarrollo de la revolución, deben unir los intereses particulares con los intereses del conjunto, unir los intereses inmediatos con los intereses a largo plazo. Como decían Marx y Engels de los comunistas:

“1. En las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad.

2. Y por otra parte, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.”[19]

Cuando luchaba por la organización de un partido proletario del siglo XIX, Lenin decía:

“La conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden, a base de hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, necesariamente de actualidad, a observar a cada una de las otras clases sociales, en todas las manifestaciones de la vida intelectual, moral y política de esas clases; si no aprenden a aplicar en la práctica el análisis materialista y la apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y de la vida de todas las clases, capas y grupos de la población.”[20]

Y Lenin añadía:

"El ideal del socialdemócrata no debe ser el secretario de trade unión, sino el tributo popular, que sabe reaccionar contra toda manifestación de arbitrariedad y de opresión, dondequiera que sea la capa o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todos estos hechos para trazar un cuadro de conjunto de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el menor detalle para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y a cada uno la importancia histórico-mundial de la lucha emancipadora del proletariado.”[21]

Para cumplir las condiciones exigidas por Lenin en los dos pasajes citados, nosotros, comunistas, debemos, por supuesto, tomar parte sin cesar en la práctica revolucionaria para acrecentar el conocimiento sensible y acumular experiencia práctica. Pero, hay que destacar que el conocimiento sensible y la experiencia práctica no bastan por sí solos. Como lo dice el camarada Mao Tse-tung:

“Para reflejar plenamente una cosa en su totalidad, para reflejar su esencia y sus leyes internas, hay que proceder a una operación mental, someter los ricos datos suministrados por las sensaciones a una elaboración que consiste en desechar la cáscara para quedarse con el grano, descartar lo falso para conservar lo verdadero, pasar de un aspecto a otro y de lo externo a lo interno, formando así un sistema de conceptos y teorías; es necesario dar un salto del conocimiento sensorial al racional.”[22]

Así, en el curso de la práctica revolucionaria, debemos estudiar con el mayor cuidado la teoría y el método del marxismo-leninismo.

La teoría del marxismo-leninismo es la suma de la experiencia del movimiento obrero internacional, se ha formado en el curso de la práctica revolucionaria y se pone a su vez al servicio de ésta. Si estudiamos, aplicamos y poseemos bien esta teoría, uniéndola estrechamente con la práctica revolucionaria, sabremos captar los lazos internos de los cambios que se producen alrededor de nosotros y sabremos comprender cómo y en qué sentido evolucionan y evolucionarán las clases; sabremos determinar nuestra línea de conducta y tendremos confianza en el porvenir del movimiento revolucionario.

Precisamente porque la teoría del marxismo-leninismo desempeña un papel tan importante decía Lenin: “sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia”[23]. Los comunistas deben ligar estrechamente el estudio de la teoría y del método del marxismo-leninismo con sus esfuerzos por educarse y por aguerrirse desde el punto de vista ideológico; no deben en ningún caso separar una cosa de otra.

El camarada Mao Tse-tung ha subrayado muchísimas veces qué importancia extrema tiene el adquirir una formación marxista-leninista.

Ha dicho:

"Para el marxismo, la teoría es importante, y su importancia está plenamente expresada en la siguiente frase de Lenin: "Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario."[24] Pero el marxismo subraya la importancia de la teoría precisa y únicamente porque ella puede servir de guía para la acción.”[25]

El camarada Mao Tse-tung ha recomendado siempre a todos los comunistas, en cuanto sean un poco capaces de hacerlo, estudiar la teoría marxista-leninista, las condiciones reales del movimiento presente, la historia de nuestro país y la historia del mundo, aprender a guiar su acción por la teoría del marxismo-leninismo y ayudar a los camaradas cuyo nivel cultural y teórico es más bajo. Nuestro Partido entero debe tener constantemente en su espíritu esta recomendación del camarada Mao Tse-tung.

El comunismo es la obra más grandiosa y más ardua de la historia de la humanidad

Voy ahora a proseguir mi exposición hablando de la educación ideológica que deben darse los miembros del Partido Comunista.

¿Qué se entiende por esta educación ideológica? A mi modo de ver, se trata esencialmente de la lucha que cada miembro del Partido debe entablar para combatir sus ideas no proletarias mediante la ideología proletaria, para combatir sus concepciones no comunistas del mundo, sean las que fueren, mediante la concepción comunista del mundo, y para combatir su individualismo mediante el principio de la primacía de los intereses del proletariado, del pueblo y del Partido.

Se trata de una lucha entre ideas que son incompatibles, se trata del reflejo en nosotros de la lucha de clases en la sociedad. Para un comunista, esta lucha debe tener como solución el triunfo de la ideología proletaria sobre todas las ideologías no proletarias y, finalmente, la supresión de éstas; el triunfo de la concepción comunista del mundo sobre todas las concepciones no comunistas del mundo y, finalmente, la supresión de éstas; y el triunfo de las ideas ligadas a los intereses y a los fines generales del Partido, de la revolución, de la emancipación del proletariado y de toda la humanidad sobre las ideas individualistas y, finalmente, la supresión de éstas. Si ocurriera lo contrario, es decir, si las ideas no proletarias, las concepciones del mundo no comunistas y las ideas individualistas tomasen la primacía en un camarada, éste retrocedería y perdería hasta su cualidad de miembro del Partido. Para un comunista esto supondría un resultado terrible y desastroso.

Nosotros, comunistas, nos aguerrimos ideológicamente en el curso de todas las luchas en el interior y en el exterior del Partido, no dejamos de recapitular y de asimilar las experiencias adquiridas en la práctica revolucionaria, y examinamos nuestras propias ideas para ver si son totalmente conformes con el marxismo-leninismo y con los intereses de la lucha por la emancipación del proletariado. En el curso de este estudio, de estas reflexiones, de este examen personal eliminamos todos los vestigios de ideas erróneas y ahogamos en germen toda idea incompatible con los intereses del comunismo.

Como sabéis, el hombre está guiado en sus palabras y en sus actos por su ideología, la cual es con frecuencia inseparable de su concepción del mundo. La concepción del mundo de nosotros, comunistas, no puede ser otra que la concepción comunista. Esta concepción del mundo es el sistema ideológico del proletariado, es también nuestra metodología. Es un asunto que ha sido tratado abundantemente en la literatura marxista-leninista, en particular en las obras filosóficas de los fundadores del marxismo-leninismo; por otra parte, vosotros lo habéis estudiado y no me extenderé en eso hoy. Me limitaré aquí a deciros brevemente en qué consiste nuestra causa comunista y cómo debemos trabajar para ella.

¿Cuál es para nosotros, comunistas, nuestro deber fundamental? El de realizar el comunismo. Para los diferentes partidos comunistas, esto consiste en transformar sus países respectivos mediante sus propios esfuerzos y mediante los del pueblo, para que el mundo se transforme poco a poco en un mundo comunista. ¿Será éste bueno? Todos nosotros sabemos que lo será. En un mundo así, no habrá más explotadores ni opresores, no habrá más terratenientes ni capitalistas, no habrá más imperialistas ni fascistas, no habrá más oprimidos ni explotados, ni nada de estas tinieblas, de esta ignorancia, de este estado retrasado que engendra el sistema de explotación. En una sociedad así, la producción de los valores materiales y morales tomará un impulso prodigioso y alcanzará un nivel tal que estará en condiciones de satisfacer las necesidades más variadas de todos los miembros de la sociedad. En ese momento, los hombres se convertirán, todos, en trabajadores comunistas desinteresados e inteligentes, de un nivel cultural y técnico elevado; la ayuda mutua y la fraternidad prevalecerán entre ellos; y la sospecha y el engaño mutuo, las ofensas recíprocas, las luchas fratricidas, las guerras y otras cosas absurdas dejarán de existir. Será, con toda evidencia, la sociedad mejor, la más avanzada de la historia de la humanidad. ¿Quién puede negar que una sociedad así sea buena? ¿Pero es posible una sociedad comunista tan perfecta? Nosotros decimos que es posible y que se realizará. La teoría del marxismo-leninismo da una explicación científica de ello que no deja ningún lugar a duda. Por otra parte, la victoria de la Gran Revolución de Octubre y el éxito de la edificación socialista en la Unión Soviética nos han aportado una prueba de hecho. Nuestro deber es, pues, el de hacer avanzar sin cesar, conformándonos a las leyes del desarrollo de la sociedad humana, la causa del socialismo y del comunismo, para que la sociedad socialista y la sociedad comunista se conviertan en una realidad lo más pronto posible. Ahí está nuestro ideal.

Pero la causa del socialismo y del comunismo tiene enemigos poderosos que hará falta vencer completa y definitivamente en todos los terrenos, para que la sociedad socialista y la sociedad comunista puedan convertirse en una realidad. La causa del comunismo no triunfará más que al precio de una lucha larga y ardua. Sin esta lucha, no puede haber victoria para el comunismo. Naturalmente, esta lucha no es, como algunos han dicho, un fenómeno social “fortuito” o una invención de algunos comunistas. Se trata de un fenómeno inevitable en el desarrollo de una sociedad de clases, se trata de una lucha de clases ineludible del nacimiento del Partido Comunista y el hecho de que los comunistas participen en esta lucha, la organicen y la dirijan, son también fenómenos ineludibles, conformes a las leyes del desarrollo social. En su aplastante mayoría, los hombres están explotados y oprimidos por los imperialistas, los fascistas, los capitalistas y los terratenientes -en una palabra, por todos los explotadores y opresores-, hasta tal punto que apenas pueden subsistir. Están obligados a unirse para combatir esta explotación y esta opresión, porque el progreso y la vida misma no son posibles para ellos más que a este precio. Por consiguiente, es completamente natural, es inevitable, que lleven a cabo esta lucha.

Por una parte, debemos comprender que el comunismo es la obra más grandiosa que existe en la historia de la humanidad y que hará desaparecer para siempre la explotación de los hombres, suprimirá las clases, emancipará la humanidad entera y conducirá a la sociedad humana a una era de felicidad, radiante y hermosa, como nunca antes ha conocido. Pero, por otra parte, debemos también comprender que la causa del comunismo es la más ardua de la historia humana y que necesitamos, para vencer el formidable poder de nuestros enemigos, para vencer todas las clases explotadoras, pasar por las vicisitudes de una lucha larga y dura; y que incluso después de nuestra victoria, necesitaremos todavía proceder, durante mucho tiempo y con paciencia, a la transformación social, económica, ideológica y cultural, sin la cual no se puede desembarazar el pueblo de todos los influjos, convenciones y costumbres de las clases explotadas ni instaurar un nuevo sistema social y económico, una cultura y una moral nuevas, comunistas.

Apoyándose en el proletariado y en la gran masa de los explotados y de los oprimidos, utilizando el marxismo-leninismo para guiar la lucha revolucionaria de las grandes masas y para hacer avanzar la sociedad hacia el gran fin del comunismo, el Partido Comunista está seguro de la victoria final. Esta es la razón: en virtud de leyes históricas, que regulan su desarrollo, la sociedad humana se encamina indefectiblemente hacia el comunismo; en el seno del proletariado y de la masa de otros explotados y oprimidos del mundo se incuban fuerzas revolucionarias extremadamente poderosas que, una vez movilizadas, unidas y organizadas, son capaces de vencer a todas las fuerzas reaccionarias de las clases explotadoras y del imperialismo; el Partido Comunista y el proletariado son fuerzas nacientes y que se desarrollan; ahora bien, todo lo que nace y se desarrolla es invencible. La historia del Partido Comunista Chino y la historia del movimiento mundial proporcionan bastantes pruebas de ello. En cuanto a la situación actual, es la siguiente: el socialismo ha conseguido ya una gran victoria en una sexta parte del globo, en la Unión Soviética; partidos comunistas militantes, armados con la teoría del marxismo-leninismo, se han organizado en numerosos países; el movimiento comunista mundial se acrecienta y se desarrolla rápidamente; y luchas incesantes movilizan y unen rápidamente a las fuerzas del proletariado y a la masa de otros explotados y oprimidos del mundo. Actualmente, el movimiento comunista se ha convertido, en el mundo entero, en una fuerza poderosa e invencible. No hay la menor duda de que la causa del comunismo va a desarrollarse y a progresar hasta conseguir la victoria definitiva y total. Sin embargo, debemos comprender que la reacción internacional y las clases explotadoras son hoy por hoy todavía más fuertes que nosotros, que son, por el momento, superiores a nosotros en muchos terrenos y que, para vencerlas, debemos pasar por las vicisitudes de una lucha larga y ardua.

En una sociedad en la que la propiedad privada de los medios de producción existe desde hace millares de años, las clases explotadoras han construido, gracias a su dominación, un poder colosal que se extiende a todos los terrenos y se han apoderado de todo lo que existe bajo el sol. Su larga dominación ha sido la causa del estado atrasado de la sociedad humana, de la ignorancia, del egoísmo, de la sospecha y del engaño mutuo, de las ofensas mutuas y de las luchas fratricidas, que han reinado a través de los tiempos. Ha ejercido así sobre la masa de los explotados y sobre otros miembros de la sociedad un influjo de lo más pernicioso. Eso es una consecuencia inevitable de los esfuerzos de las clases explotadoras por preservar sus intereses y su dominio de clase. En efecto, no pueden mantener su dominio más que teniendo a la masa de los explotados y a los pueblos coloniales en un estado atrasado, desorganizado y dividido. Así, para conseguir la victoria, debemos no sólo sostener un rudo combate contra las clases explotadoras, sino también luchar contra el influjo que ellas han ejercido desde hace mucho tiempo sobre las masas, contra las ideas retrasadas y otros fenómenos retrógrados que se encuentran entre las masas, pues sólo esto nos permitirá elevar su conciencia política y unirlos para vencer a las clases explotadoras, Ahí se encuentra nuestra dificultad en el curso de la realización del comunismo. ¡Camaradas! Si, como algunos se lo figuran, las masas fueran políticamente conscientes, unidas, apartadas del influjo de las clases explotadoras y desembarazadas de los fenómenos atrasados, ¿qué dificultad habría entonces para hacer la revolución?

Este influjo de las clases explotadoras existe antes de la victoria de la revolución y continuará existiendo todavía por mucho tiempo, después que las clases explotadoras hayan sido arrojadas de su posición dominante. Reflexionad un poco sobre cuántos rodeos tenemos que dar, qué tarea y qué luchas tan arduas nos esperan, si queremos vencer definitivamente a las clases explotadoras y borrar su influjo sobre el pueblo, liberar y transformar la humanidad entera, reeducar a decenas de millones de pequeños productores de mercancías, suprimir definitivamente las clases, transformar paso a paso a la humanidad, que ha vivido durante millares de años en una sociedad de clases, bajo el imperio de viejas costumbres y convenciones, transformarla hasta que se convierta en una humanidad comunista, inteligente y desinteresada, con un nivel cultural y técnico elevado.

Lenin decía:

“Suprimir las clases no sólo significa expulsar a los terratenientes y a los capitalistas -esto lo hemos hecho nosotros con relativa facilidad-, sino también suprimir los pequeños productores de mercancías; pero a éstos no se les puede expulsar, no se les puede aplastar; con ellos hay que convivir, y sólo se puede (y se debe) transformarlos, reeducarlos mediante una labor de organización muy larga, lenta y prudente. Estos pequeños productores cercan al proletariado por todas partes de elemento pequeñoburgués, lo impregnan de este elemento, lo corrompen con él, provocan constantemente en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de oscilación entre la exaltación yel abatimiento. Para hacer frente a eso, para permitir que el proletariado ejerza acertada, eficaz y victoriosamente su función organizadora (que es su función principal), son necesarias una centralización y una disciplina severísimas en el partido político del proletariado... La fuerza de la costumbre de millones y decenas de millones de hombres es la fuerza más terrible... Es mil veces más fácil vencer a la gran burguesía centralizada que "vencer" a millones de pequeños patronos, los cuales, con su labor corruptora invisible, inaprehensible, cotidiana, producen los mismos resultados que necesita la burguesía, que determinan la restauración de ésta.”[26]

Lenin decía también:

“...contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada por su derrocamiento (aunque no sea más que en un país) y cuya potencia consiste no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de los vínculos internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Porque, por desgracia, queda todavía en el mundo, muchísima pequeña producción, y la pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa. Por todos estos motivos,... la victoria sobre la burguesía es imposible sin un aguerra que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única.”[27]

De este modo, incumbe todavía al proletariado, después de la victoria de la revolución, una tarea extremadamente difícil. La revolución del proletariado es diferente de las otras revoluciones de la historia. La revolución burguesa, por ejemplo, se concluye generalmente con la toma del poder. Pero para el proletariado, la victoria y la emancipación en el plano político significan sólo el comienzo de la revolución: queda por hacer un trabajo gigantesco después de la victoria de la revolución y de la toma del poder.

La causa del comunismo es, como decimos, “una tarea para cien años”, que no se puede realizar “de un solo golpe”. En países diferentes, será necesario pasar por fases diferentes y vencer enemigos diferentes, antes que se haya podido establecer gradualmente una sociedad comunista. Por ejemplo, China está todavía en la fase de la revolución democrática burguesa, tiene como enemigos al imperialismo agresor y a las fuerzas feudales y a los compradores que están de acuerdo con él. Necesitamos vencer a estos enemigos para llevar a buen fin la revolución democrática burguesa en nuestro país. Después de la victoria de esta revolución, necesitaremos todavía hacer la revolución socialista y trabajar durante un período prolongado en la transformación y en la edificación socialistas, antes de poder pasar gradualmente a la sociedad comunista.

El fin último de nuestra lucha es el comunismo, y el deber que se nos impone como comunistas es el de superar, de un modo totalmente natural, las diversas dificultades que se atravesarán en nuestro camino. Precisamente porque el comunismo es una obra tan grandiosa y tan ardua, se encuentran todavía hoy personas que, aunque aspiran al progreso social, permanecen escépticos y no están convencidos de la posibilidad de realizarlo. No creen que, bajo la dirección del proletariado y de su partido, la humanidad pueda desarrollarse y transformarse en una humanidad comunista de calidad verdaderamente pura ni que las dificultades que surjan en el curso de la revolución y de la construcción puedan ser superadas. O bien no han previsto estas dificultades, o bien se convierten en pesimistas y se desengañan cuando las encuentran realmente; ocurre incluso en tales casos que algunos miembros del Partido vacilan y desertan de las filas comunistas.

Nosotros, comunistas, debemos tener el mayor atrevimiento en nuestra concepción y la voluntad revolucionaria más firme. Cada miembro del Partido debe tomar, con gozo y seriedad, la resolución de asumir esta tarea de una grandeza y de una dificultad sin precedente en la historia humana: la realización del comunismo. Vemos claramente las dificultades que surgen en el camino del comunismo, pero no nos intimidamos en absoluto por ellas, pues comprendemos, de un modo igualmente claro, que estas dificultades serán superadas con toda seguridad cuando las innumerables masas se unan a nosotros en la revolución. Fuertes con el apoyo de las amplias masas populares, estamos plenamente convencidos de que nuestra generación realizará una gran parte de la tarea de la construcción del comunismo, y que las generaciones futuras concluirán esta obra magnífica. Los héroes de las otras clases en los anales de la historia no han podido tener la gran elevación de espíritu y el atrevimiento de concepción de los comunistas. Con respecto a eso, tenemos toda la razón para estar orgullosos.

Me acuerdo que un biógrafo burgués de Europa occidental [28], al visitar la Unión Soviética, en una conversación con el camarada Stalin, se había puesto a cotejar personalidades históricas. El camarada Stalin le dijo en esta ocasión que Lenin era un océano, mientras que Pedro el Grande no era más que una gota en el mar. Ese es el lugar ocupado en la historia por un dirigente de la causa comunista del proletariado, comparado con el lugar de un dirigente de la causa de la clase de los terratenientes y de la clase naciente de los comerciantes. Esta comparación nos hace comprender lo grande que es el dirigente que combate por el éxito del comunismo y de la obra emancipadora de la humanidad y lo pequeño que es el que combate por la causa de las clases explotadoras.

Nosotros, comunistas, debemos tener el ideal más noble y el objetivo de lucha más elevado, al mismo tiempo que tenemos el sentido práctico y que hacemos un trabajo práctico efectivo. Estos son nuestros rasgos característicos. Si se contenta uno con abrazar un ideal grande y sublime, sin tener el sentido práctico y sin hacer un trabajo práctico efectivo, no se es un buen comunista, sino sólo un soñador, un fabricante de frases o un pedante. Si, por el contrario, sólo se hace trabajo práctico, sin tener el ideal grande y sublime del comunismo, tampoco se es un buen comunista; se es exactamente un vulgar hombre práctico. El buen comunista es aquel que une el ideal grande y sublime del comunismo con el trabajo práctico y con el sentido práctico. En esto se mide la cualidad de un buen comunista, como lo ha resaltado frecuentemente el camarada Mao Tse-tung, guía de nuestro Partido.

El ideal comunista es tan hermoso como fea es la realidad del mundo capitalista. Precisamente porque el mundo capitalista es feo, la aplastante mayoría de los hombres quiere cambiarlo y considera que es necesario cambiarlo. Para cambiar el mundo, no debemos despegarnos de la realidad ni ignorarla y, todavía menos, huir de ella; tampoco debemos inclinarnos ante esa realidad tan horrible. La realidad debemos mirarla a la cara, conocerla, vivir y crecer en ella, luchar contra su fealdad y transformarla, a fin de realizar paso a paso nuestro ideal. Y debemos ponernos a nuestra gran tarea comunista de transformación del mundo comenzando por nuestro entorno inmediato, por la gente que está en contacto directo con nosotros y por el trabajo que podemos emprender de modo inmediato. Conviene aquí criticar el defecto, frecuente entre los jóvenes camaradas, de tratar de huir de la realidad o de ignorarla. Está muy bien que tengan un ideal elevado; pero con frecuencia se lamentan del lugar de trabajo y del género de trabajo que se les encarga. Se pasan todo el tiempo buscando el sitio “ideal” y el trabajo “ideal” que les daría la posibilidad de “transformar el mundo” sin dificultad. Pero este sitio y este trabajo no existen más que en su imaginación.

La causa del comunismo es para nosotros la tarea de toda la vida. Todas nuestras actividades, durante nuestra vida entera, se realizan en interés de esta causa y de ninguna otra.

Subordinación incondicional del interés personal del comunista al interés de su partido

Se debe subordinar el interés personal al interés del Partido, el interés de la organización local del Partido al interés de todo el Partido, el interés parcial al interés general y el interés temporal al interés a largo plazo: tal es el principio marxista-leninista que debe observar todo comunista.

Un comunista debe tener una idea clara de la relación correcta de su interés personal con el interés del Partido.

El Partido Comunista es el partido del proletariado y no tiene ningún interés propio fuera del de la emancipación del proletariado. La emancipación final del proletariado es necesariamente la emancipación de toda la humanidad. El proletariado no podría emanciparse completamente si no emancipara a la humanidad entera. La causa de la emancipación del proletariado es idéntica a la causa de la emancipación de todos los trabajadores, de todas las naciones oprimidas, de toda la humanidad, y es inseparable de ella. Por consiguiente, el interés del Partido Comunista es la emancipación del proletariado y de toda la humanidad, es el comunismo y el progreso social. Decir que el interés personal de un comunista está subordinado al interés del Partido supone decir que está subordinado a la causa de la emancipación de la clase y de la nación, al interés del comunismo y del progreso social.

El camarada Mao Tse-tung ha dicho:

"En ningún momento y en ninguna circunstancia puede un comunista poner en primer plano sus intereses personales; al contrario, debe subordinarlos a los intereses de la nación y de las masas populares. De ahí que el egoísmo, la desgana en el trabajo, la corrupción, el afán de figurar, etc., sean lo más despreciable, mientras que merezcan respeto el desinterés, el entusiasmo y la energía en el trabajo, la completa dedicación al deber público y el esfuerzo concienzudo y tenaz."[29]

Para juzgar de la fidelidad de un comunista al Partido, a la revolución, a la causa del comunismo, es necesario ver, si es capaz o no, en todas las circunstancias, de subordinar absoluta e incondicionalmente su interés personal al interés del Partido.

En todo momento y en toda cuestión, un comunista debe considerar ante todo el interés general del Partido y colocarlo en primer plano, por encima de sus problemas y de su interés personal. El interés del Partido por encima de todo, ése es el supremo principio que rige el pensamiento y la acción de un comunista. De acuerdo con este principio, cada comunista debe asegurarse de que, en sus pensamientos lo mismo que en sus actos, su interés personal se identifique completamente con el interés del Partido. Debe ser capaz, si hay conflicto entre ellos, de someter el primero al segundo, de sacrificarlo sin la menor vacilación y sin la menor repugnancia. Estar dispuesto a sacrificar sin vacilación alguna su interés personal e incluso su vida por el Partido y el proletariado, por la liberación nacional y la liberación de toda la humanidad, es la manifestación de lo que denominamos habitualmente tener el “espíritu de Partido”, la “noción de Partido” o el “punto de vista de la organización”. Es la manifestación más elevada de la moral comunista, del espíritu de principio del partido proletario y de la conciencia más pura de clase proletaria.

Los miembros de nuestro Partido no deben tener fines personales que sean independientes del interés del Partido. Sus fines personales deben siempre estar de acuerdo con el interés del Partido. Si el fin que se proponen es de estudiar la teoría marxista-leninista, acrecentar su capacidad de trabajo, crear organizaciones revolucionarias y guiar a las masas en las luchas revolucionarias victoriosas, si su fin es hacer más por el Partido, entonces este fin está en consonancia con el interés del Partido. Eso son los miembros y los cuadros que se necesitan en gran cantidad para el Partido. Pero fuera de este fin, los miembros del Partido no deben tener fines personales independientes, como adquirir una posición o adquirir gloria, hacer de héroes o ligarse a cualquier otra consideración individual; si no, se apartarían del interés del Partido y se convertirían incluso en arribistas.

Si un miembro del Partido no tiene en su cabeza más que el interés y los fines comunistas del Partido, si es verdaderamente desinteresado y no tiene ni consideraciones ni fines personales que estén divorciados del interés del Partido, si se dedica sin cesar a educar su conciencia política en la práctica revolucionaria y al estudio del marxismo-leninismo, los efectos serán los siguientes

En primer lugar, habrá una excelente moral comunista. Al tener una postura proletaria neta y firme, se mostrará leal hacia todos los camaradas, hacia todos los revolucionarios y hacia todo el pueblo trabajador y les testimoniará afecto, les ayudará sin reserva, los tratará en pie de igualdad y no se permitirá nunca el dañar a ninguno de ellos por interés. Sabrá sentir lo que sienten los otros, considerar los problemas de los demás poniéndose en su lugar, penetrar en sus dificultades. Por otra parte, sabrá combatir resueltamente a las termitas que corroen la humanidad, y sabrá luchar con perseverancia por la defensa de los intereses del Partido, del proletariado, de la liberación nacional y de la liberación de la humanidad. Será “el primero en preocuparse y el último en alegrarse”[30]. Sea en el Partido o en el seno del pueblo, será el primero en soportar los sufrimientos y el último en concederse algún placer, nunca comparará las condiciones materiales que le han dado con las que han acordado a otros, sino que se medirá con ellos en el trabajo revolucionario y en la resistencia en la lucha. En la adversidad, se lanzará audazmente adelante; en los momentos difíciles, hará su deber lo mejor que pueda. Tendrá la firmeza y la integridad revolucionaria de “aquel que no se deja ni corromper por las riquezas y los honores, ni envilecer por la pobreza y la humillación, ni someter por la autoridad y la fuerza”.[31]

En segundo lugar, será capaz del más grande coraje revolucionario. Libre de todo egoísmo, no tendrá nada que temer. No habiendo nunca “actuado contra su conciencia”, podrá desvelar y corregir con atrevimiento sus errores y sus insuficiencias, que serán como los “eclipses de sol o de luna”[32]. Seguro de la causa justa que defiende, no tendrá nunca miedo a la verdad; la sostendrá con coraje, la hará conocer a los otros y combatirá por ella. Si al actuar así sufriera daño por algún tiempo y, en la defensa de la verdad, se expusiera a toda clase de ataques, se atrajera la oposición y la crítica de la mayoría de la gente y se encontrara por ello reducido a un aislamiento temporal (y honorable), si tuviera que arriesgar incluso su vida, sabrá todavía, para defender la verdad, resistir a la corriente, sin dejarse arrastrar por ella.

En tercer lugar, sabrá mejor que nadie asimilarse la teoría y el método del marxismo-leninismo. Sabrá servirse de ellos para examinar los problemas con penetración, para captar y transformar la realidad. Al tener una postura proletaria clara y firme, y una formación marxista-leninista, estará libre de todo temor y de toda pretensión personal, de manera que nada vendrá a perturbar su observación de las cosas o a deformar su comprensión de la verdad. Buscará la verdad en los hechos, pondrá a prueba todas las teorías y distinguirá lo verdadero de lo falso en el curso de la práctica revolucionaria. Su manera de abordar el marxismo-leninismo no será ni dogmática ni empírica, unirá la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución.

En cuarto lugar, será el más sincero, el más franco y el más dichoso de los hombres. Al no tener deseos egoístas, al no tener nada que ocultar al Partido, “nada que no pueda decir a los otros”, no se preocupará de las ganancias o pérdidas personales y no tendrá otra preocupación que la relativa a los intereses del Partido y de la revolución. Incluso cuando trabaje con toda independencia, sin ningún control, encontrándose así en condiciones de actuar mal, sabrá “vigilarse a sí mismo estando solo”[33], y no hará nada perjudicial. El trabajo que habrá hecho podrá siempre ser verificado, no temerá de ninguna manera el control. No tendrá miedo a la crítica y, al mismo tiempo, sabrá criticar a los otros con valor y con sinceridad.

En quinto lugar, tendrá el mayor respeto hacia sí mismo y el mayor amor propio. Por la causa del Partido y de la revolución, se mostrará, frente a los camaradas, como el más indulgente y el más tolerante, y estará dispuesto a “tolerar una injusticia por el interés general”. Si esto es necesario, soportará incluso toda clase de malentendidos y de humillaciones, sin experimentar la menor amargura.

No tendrá ni fines personales ni intenciones particulares que le lleven a adular a los otros, y no deseará tampoco que los otros lo adulen. Sabrá solucionar perfectamente sus problemas por sí mismo y no tendrá necesidad alguna de rebajarse a implorar la asistencia de los demás. Sabrá también, en interés del Partido y de la revolución, tener cuidado de sí mismo, elevar su nivel teórico y acrecentar sus capacidades. Pero si es necesario soportar humillaciones y asumir responsabilidades pesadas, para conseguir ciertos fines importantes del Partido, se encargará sin la menor duda de las tareas más difíciles y más importantes; no dejará nunca las dificultades a los otros.

Un comunista debe poseer las virtudes más grandes y más nobles del hombre, y mantenerse neta y firmemente en la posición del Partido y del proletariado (es decir, poseer el espíritu del Partido y el espíritu de clase). Nuestra moral es elevada precisamente porque es proletaria y comunista. Esta moral no está fundada en la salvaguardia de los intereses de tal o cual individuo o de un pequeño número de explotadores, sino en el interés del proletariado y de la gran masa de los trabajadores, en el interés de las grandes causas: la emancipación definitiva de toda la humanidad, la liberación del mundo de todos los males del capitalismo, la edificación de un mundo comunista dichoso y bello; está blindada en la teoría marxista-leninista del comunismo científico. A los ojos de un comunista, nada es más vano, nada se justifica menos que el consentir sacrificios por el interés de un individuo o de una pequeña minoría, pero nada hay más meritorio, nada hay más justificable que el consentir sacrificios por el Partido, por el proletariado, por la liberación de la nación, por la liberación de toda la humanidad, por el progreso social, por los intereses supremos de la inmensa mayoría del pueblo. Innumerables miembros de nuestro Partido han afrontado así, tranquilamente, la muerte, aceptando el último sacrificio sin la menor vacilación. La mayoría de los comunistas consideran que es completamente natural morir por una causa noble y dar su vida por la justicia, cuando lo exigen las circunstancias. Y no los empuja a ello un fanatismo revolucionario o una sed de gloria, sino su comprensión científica del desarrollo social y su alta conciencia política. En una sociedad de clases, no existe ninguna moral comparable a esta elevada y noble moral comunista. Una moral que pretende ser universal y al margen de las clases no es más que una mistificación; es, de hecho, una moral destinada a salvaguardar los intereses del pequeño número de explotadores. Esta concepción de la moral es siempre idealista. Sólo nosotros, comunistas, fundamos nuestra moral sobre la base científica del materialismo histórico y proclamamos públicamente que el fin de una tal moral es la de salvaguardar los intereses del proletariado y de la humanidad en la lucha por su emancipación.

El Partido comunista representa los intereses generales y a largo plazo del proletariado y de toda la humanidad en lucha por su emancipación; el interés del Partido representa esta causa bajo una forma condensada. No se debe considerar nunca al Partido comunista como un pequeño grupo corporativo que trata de satisfacer los intereses de sus miembros. El que tenga una opinión así no es un comunista.

Un miembro del Partido tiene sus intereses propios que pueden, en ciertos momentos, encontrarse en contradicción con el interés del Partido e incluso convertirse en antagónicos. En esos casos, debe sacrificar sus propios intereses sometiéndose sin reserva al interés del Partido; no debe alegar excusa alguna, no debe dar ningún pretexto para sacrificar el interés del Partido a sus propios intereses. En todo momento y en todas las circunstancias, debe luchar, con una completa entrega por el interés y el desarrollo del Partido; debe considerar como suyo todo éxito y toda victoria del Partido y del proletariado. Debe esforzarse por acrecentar sus capacidades y desarrollar sus talentos para ponerles al servicio del pueblo. Ahora bien, no puede hacerlo más que en la lucha por el progreso, por el éxito y por la victoria de la causa del Partido, y no puede trabajar en su desarrollo personal separándose de la lucha para hacer avanzar la causa del Partido. Por otra parte, los hechos han probado que sólo comprometiéndose en esta lucha con una completa dedicación es como un miembro del Partido puede esperar acrecentar sus capacidades y desarrollar sus talentos. De otra manera le es absolutamente imposible progresar y elevar su nivel. Así, el interés personal de un miembro del Partido debe y puede identificarse con el interés del Partido.

Un miembro de nuestro Partido no es un simple particular. Es un combatiente de vanguardia y consciente del proletariado. Debe ser el representante consciente de los intereses de clase y de la ideología de clase del proletariado. No debe, pues, nunca colocar su interés personal por encima del interés, del Partido y del proletariado. En cuanto a los cuadros y a los dirigentes del Partido, con más razón es necesario que sean encarnaciones vivientes de los intereses generales del Partido y del proletariado, y que funden por completo su interés personal en el interés y en los fines generales del Partido y del proletariado. En China, en las circunstancias actuales, el proletariado solo representa del modo mejor posible los intereses de la liberación nacional; los miembros de nuestro Partido deben, pues, ser los mejores campeones del interés de la nación en su conjunto.

Los miembros del Partido deben subordinar su interés personal al interés del Partido, y se exige de ellos que lo sacrifiquen por el interés del Partido, si fuese necesario. Sin embargo, esto no significó de ninguna manera que nuestro Partido no reconozca o quiera negar el interés personal de sus miembros, o incluso que tenga la intención de ahogar la personalidad de ellos. Cada uno de nuestros miembros tiene problemas personales que resolver y, además, tiene la necesidad de desarrollarse según su personalidad y sus aptitudes. Mientras que el interés del partido no quede lesionado, un miembro del Partido puede, pues, tener una vida privada y familiar, desarrollar su personalidad y sus aptitudes. Además, en la medida de lo posible, el Partido ayudará a sus miembros a desarrollar su personalidad y sus aptitudes conforme a su interés, les dará un trabajo apropiado, lo mismo que condiciones adecuadas, y les otorgará incluso recompensas. Y, en cuanto sea posible, el Partido tomará en consideración y protegerá los intereses esenciales de sus miembros; por ejemplo, les dará la posibilidad de instruirse y de estudiar, les ayudará a resolver los problemas que concernientes a su salud y a su familia y, en caso de necesidad, renunciará incluso a ciertas actividades, a fin de garantizar la seguridad de los camaradas que trabajan bajo un régimen reaccionario. Pero todo esto no tiene otra finalidad que el interés general del Partido. Para realizar las tareas del Partido, es necesario, en efecto, asegurar a sus miembros las condiciones indispensables de vida material, de trabajo y de instrucción que les permitan dedicarse a su tarea con toda tranquilidad y con entusiasmo. Al inclinarse sobre los problemas de los miembros del Partido, los responsables deben dirigir su atención a todos estos puntos.

Resumamos. Cada miembro del Partido debe, por su parte, someterse sin reserva al interés del Partido y consagrarse con abnegación a la cosa pública. No debe tener ni consideraciones ni fines personales que se opongan al interés del Partido. No debe pensar sólo en sí mismo, acosar al Partido con demandas personales o quejarse de que no se le haya hecho avanzar o que no le hayan concedido recompensas. En todas las circunstancias, debe estudiar con asiduidad, tratar de hacer progresos, luchar con coraje, elevar sin cesar su conciencia política y profundizar sin descanso en su comprensión del marxismo-leninismo, a fin de aportar una contribución más grande al Partido y a la revolución. Las organizaciones y los responsables del Partido deben, por su parte, darse cuenta, al examinar los problemas referentes a sus miembros, de las condiciones en las que éstos trabajan, viven y se instruyen, y darles la posibilidad de trabajar mejor por el Partido, de desarrollarse constantemente y de elevar sin cesar su conciencia política en el curso de las luchas revolucionarias del proletariado. En particular, hay que conceder una mayor atención a los camaradas que están realmente consagrados a la cosa pública. Sólo utilizando este camino, es decir, prestando atención a estos dos aspectos y armonizándolos, se podrá servir del mejor modo posible al interés del Partido.

Ejemplos de ideas erróneas en el partido

Después de lo que ya hemos dicho, si tomamos la comprensión de lo que es el comunismo y el establecimiento de una relación correcta entre el interés personal y el interés del Partido como criterios para juzgar a los miembros y a los cuadros del Partido, constataremos que muchos de ellos responden a estos criterios y pueden servirnos de modelos, pero que otros no responden a estos criterios y tienen además, más o menos, diversas ideas falsas. No será sin duda inútil llamar aquí la atención de nuestros camaradas sobre estas ideas falsas, esbozándolas a grandes rasgos.

¿Cuáles son las ideas fundamentalmente falsas que se encuentran entre camaradas de nuestro Partido?

En primer lugar, los que se adhieren a nuestro Partido no difieren solamente entre sí por su origen y su pertenencia de clase, sino que también vienen con fines y móviles diferentes. Por supuesto, la mayoría ha entrado en el Partido a fin de combatir por la realización del comunismo, para alcanzar el gran fin de la emancipación del proletariado y del género humano; sin embargo, hay algunos que han venido al Partido por otras razones, con otros fines. Por ejemplo, algunos camaradas de origen campesino se imaginan que “el derribar a los déspotas locales y la distribución de las tierras” es el comunismo. No comprenden el verdadero significado del comunismo al adherirse al Partido. Actualmente, hay también mucha gente para los cuales la principal razón de su agrupamiento con el Partido consiste en que este Partido opone una resistencia resuelta al Japón y preconiza un frente unido nacional anti-japonés. Algunos han venido al Partido porque estaban completamente cegados con su prestigio o porque vagamente se daban cuenta de que podía salvar a China. Otros, principalmente, para encontrar una salida a su situación personal, salida que les rehusaba la sociedad: no tenían ocupación fija, no tenían trabajo, no tenían ningún medio de instruirse, o bien querían librarse de la influencia familiar, escapar a un matrimonio forzado, etc. Otros, finalmente, han venido al Partido porque contaban con él para pagar menos impuestos, porque esperaban convertirse más tarde en personas influyentes o porque los habían introducido sus parientes o amigos, etc. Es muy natural que tales camaradas no tengan una noción muy clara, muy definida de la concepción comunista del mundo, que no comprenden la grandeza y las dificultades de la causa comunista y que sean incapaces de tomar una postura proletaria firme. Es también completamente natural que en ciertos momentos críticos, en ciertas condiciones, algunos de ellos hayan flaqueado o cambiado. Al entrar en el Partido, han introducido allí toda clase de ideas; es, pues, extremadamente importante que se instruyan, se eduquen y se formen. En caso contrario, no podrían convertirse en combatientes revolucionarios del proletariado.

Sin embargo, no se trata en todo eso de un problema muy grave. Después de todo, no es malo que ciertas personas busquen apoyo en el Partido Comunista, que vengan a él para encontrar una salida a su situación y que ellos aprueben su política. Con excepción de los espías, traidores, arribistas y ambiciosos, a todos los acogemos bien. Pueden ser admitidos, si aceptan y están dispuestos a observar el programa y los estatutos del Partido, a militar en una organización del Partido y a pagar las cuotas. En cuanto al estudio más avanzado y la comprensión más profunda del comunismo, lo mismo que del programa y de los estatutos del Partido, llegarán a eso después de haberse adherido al Partido y, sobre la base de los conocimientos que hayan adquirido previamente, se formarán y se educarán en la lucha revolucionaría; tendrán así todas las oportunidades de convertirse en excelentes comunistas. A decir verdad, comprender bien el comunismo, lo mismo que el programa y los estatutos del Partido, es para muchos una cosa imposible antes de su adhesión al Partido. Por esa razón ponemos como condición para la admisión al Partido la aceptación de su programa y de sus estatutos y no su perfecta comprensión. Incluso si no han comprendido a fondo el comunismo antes de adherirse al Partido, mucha gente puede, sin embargo, convertirse en combatientes activos en el movimiento comunista y revolucionario de la actualidad. Pueden convertirse en comunistas conscientes, a condición de que se entreguen al estudio después de su entrada en el Partido. Además, los estatutos de nuestro Partido estipulan que sus miembros son libres de retirarse del Partido (no se discute la libertad de adhesión). Si un miembro no tiene una profunda confianza en el comunismo, si no puede soportar el rigor de la vida en el seno del Partido, o por la razón que fuera, es libre de declarar al Partido que se retira y éste le permite abandonar sus filas. Después de su partida, y mientras no divulgue los secretos del Partido, no lleve a cabo ninguna actividad de zapa contra él, el Partido lo dejará tranquilo. En cuanto a los arribistas y a los espías que se hayan infiltrado en el Partido, naturalmente serán expulsados. Es el único medio de preservar la pureza de nuestro Partido.

En segundo lugar, algunos miembros del Partido tienen todavía un individualismo y un egoísmo relativamente pronunciados.

El individualismo se manifiesta de diversos modos:

Algunos camaradas tienen la costumbre de hacer pasar su interés personal por delante del interés del Partido, cuando se trata de resolver un problema concreto. Preocupados únicamente por sus ganancias o sus pérdidas propias, todo lo reducen a su interés personal; o bien, convirtiéndolo todo en su propio provecho, se benefician del trabajo del Partido para alcanzar ciertos fines personales; o también, bajo pomposos pretextos de principio o de interés del Partido, satisfacen su rencor contra algunos camaradas atacándolos mediante represalias. En cuanto que se llega a las cuestiones de sueldo, de confort y de otros asuntos concernientes a la vida privada, siempre quieren más que los otros, se comparan a los que gozan de un trato mejor, redoblan sus esfuerzos para tener las mismas ventajas y, cantan victoria cuando las obtienen. Pero cuando se trata del trabajo, se comparan con los menos capaces. Si hay que cumplir tareas arduas, intentan eludirlas. En el momento de peligro, intentan escaparse. En cuanto al personal de servicio, siempre necesitan más. Su alojamiento tiene que ser siempre de los mejores. Les gusta la ostentación y quieren que la gloria del Partido se refleje en ellos. Tratan de acaparar todo lo que es interesante, pero cuando se trata de “cosas desagradables”, prefieren no encontrarse nunca en el trance. Esta gente tiene la cabeza atiborrada de la ideología de las clases explotadoras. Creen en las máximas: “Cada uno para sí, o es castigado por el Cielo y la Tierra”, “El hombre es un animal egoísta” y “Nadie en el mundo es verdaderamente desinteresado, a no ser un tonto o un memo”. Con estas trivialidades de clases explotadoras, llegan hasta justificar su egoísmo y su individualismo. Gente de esta calaña se encuentra efectivamente en nuestro Partido.

Frecuentemente, este individualismo egoísta se traduce también, en el interior del Partido, en querellas sin principios, en luchas de fracciones, en sectarismo y en espíritu de camarilla; encuentra igualmente su expresión en la inobservancia o en la violación voluntaria de la disciplina del Partido. La mayoría de las luchas sin principios tienen por motivo el interés personal. Los que hacen la lucha de fracciones o dan lugar al sectarismo colocan habitualmente el interés del individuo o de una minoría por encima del interés del Partido. En su lucha de fracciones sin principios socaban con frecuencia conscientemente la organización y la disciplina del Partido, entregándose a unos ataques deliberados contra tal o cual, mientras que entablan amistades con otros sin que estén basadas en principios, con el propósito de evitar las ofensas, de cubrirse y de alabarse mutuamente, etc.

En cuanto al espíritu de camarilla en el Partido, surge principalmente porque ciertos camaradas ven tan sólo los intereses parciales, es decir, el trabajo de su propio sector o región, sin ver los intereses del conjunto, es decir, el interés de todo el Partido y el trabajo de otros sectores y otras regiones. Desde el punto de vista político e ideológico, éste se parece al corporativismo. Los que tienen el espíritu de camarilla, no siempre han sido empujados a eso por el individualismo, pero los que tienen el espíritu individualista, caen con frecuencia en el error del espíritu de camarilla.

En tercer lugar, la presunción, la concepción individualista del heroísmo, el deseo de parecer, etc., subsisten todavía, más o menos, en el espíritu de un buen número de camaradas del Partido.

La gente que tienen estas ideas se preocupa ante todo por su posición en el Partido. Les gusta pavonearse, oír que se les adula y se les alaba. Son ambiciosos, se las dan de competentes, se atribuyen el mérito de todo, les gusta hacerse notar y tener las riendas de todo; su estilo de trabajo no es democrático. Están llenos de vanidad, rehúsan sudar sobre su obra, les repugna el ocuparse de los asuntos corrientes o de un trabajo técnico. Son altivos y, al menor éxito, se convierten en arrogantes y creen que nadie vale tanto como ellos; tratan de eclipsar a los demás y no pueden decidirse a tratarlos en pie de igualdad, con modestia y cortesía. Están llenos de ellos mismos, tienen la manía de adoctrinar, de sermonear, de tutelar y prueban siempre a encaramarse por encima de la cabeza de los demás, sin dignarse aprender cualquier cosa de otro, en particular de las masas, sin escuchar las opiniones y las críticas bien fundadas. Están hechos para “subir” y no para “descender”, para “los días serenos” y no para la “mala suerte”, no puede soportar una injusticia. Agitados por un deseo de renombre profundamente enraizado, tratan de hacerse pasar por “grandes hombres” y por “héroes” de la causa comunista, e incluso no retroceden ante nada para satisfacer su ambición. Si no consiguen alcanzar su fin, si son víctimas de una injusticia, corren el peligro de ceder. La historia del Partido conoce buen número de gente que nos han dejado a consecuencia de debilidades de este tipo. Esta gente tiene todavía ideas procedentes de las clases explotadoras; no comprenden la grandeza del comunismo, no tienen la amplitud de mira de un comunista.

Los comunistas no deben mostrarse ni suficientes ni presuntuosos. Admitamos que algunos de nuestros camaradas sean muy capaces, que hayan hecho un buen trabajo y que hayan obtenido importantes éxitos, éxitos que se podría calificar de “grandes” y de los que tendrían el derecho de estar orgullosos (por ejemplo, los comandantes de nuestro ejército que han conseguido victorias a la cabeza de millares y millares de hombres, los dirigentes de nuestro Partido y de nuestro trabajo de masa que, en diversos lugares, han sabido crear mediante su acción situaciones mucho mejores). Pero, después de todo, ¿qué supone la grandeza de estos éxitos comparada con el conjunto de la causa del comunismo? Para cualquiera que posee la concepción comunista del mundo, ¿qué hay allí de lo que uno se pueda glorificar tanto?

Un miembro del Partido que ha realizado correctamente su trabajo y que lo ha llevado a cabo bien, no ha hecho más que su deber. Debe guardarse de la suficiencia y de la presunción, y hacer todo lo posible para no cometer errores o para cometer los menos posibles.

¿Cómo puede valer la situación personal para que un miembro del Partido se preocupe de ella? Esa situación no podría ser más elevada que la de un emperador. Ahora bien, ¿qué es un emperador comparado con un combatiente de la causa del comunismo? “Una gota en el mar”, como ha dicho el camarada Stalin. ¿Qué hay, pues, en definitiva, en una situación personal, que merezca que se preocupe de ella o que se vanaglorie de ella?

Es exacto que nuestro Partido, que la causa comunista, tienen necesidad de innumerables héroes del comunismo, de numerosos dirigentes de masas que gocen de prestigio. En la hora actual, tenemos verdaderamente demasiados pocos, y necesitamos todavía formar y templar un gran número de buenos dirigentes y de héroes revolucionarios comunistas en todos los terrenos. Esto es ciertamente un punto muy importante para nuestra causa y no hay que descuidarlo en absoluto. El que lo subestime no comprende nada de la manera de hacer avanzar la causa comunista. Para hacerla avanzar, es necesario que reforcemos considerablemente el espíritu de empresa revolucionaria en los miembros de nuestro Partido y que pongamos plenamente en juego su dinamismo. Estamos obligados a admitir que actualmente no hacemos bastante en este aspecto. Es un hecho, por ejemplo, que ciertos miembros del

Partido no estudian con bastante asiduidad y no muestran por la política y por la teoría un interés suficiente. Por eso, si nos oponemos al heroísmo individual y a la ostentación, no estamos de ninguna manera contra el espíritu de empresa de nuestros miembros. El deseo de hacer progresos en interés del pueblo es la cualidad más preciosa de un comunista. Pero el espíritu de empresa proletario y comunista es totalmente diferente del “espíritu de empresa” individualista. El primero busca la verdad, la mantiene y combate por ella de la manera más eficaz. Es de carácter progresista y tiene ante sí unas perspectivas de desarrollo ilimitadas, mientras que el segundo no ofrece ningún porvenir incluso para el individuo. Pues el interés personal por lo general impulsa a los que tienen una concepción individualista a negar, a disimular o a desfigurar deliberadamente la verdad.

Nuestros camaradas deben comprender que un dirigente o un héroe verdadero de la causa comunista nunca en un dirigente o un héroe individualista y que no debería nunca atribuirse esos títulos o designarse él mismo con ellos. El que se otorga el título de dirigente o aspira a convertirse en eso, nunca será un dirigente en nuestro Partido. La masa de los miembros de nuestro Partido no quiere ser dirigida por individuos, engreídos de sí mismos, que se dejan arrastrar al heroísmo individual, a la ostentación, a la ambición personal y a la vanidad. Ningún comunista tiene el derecho de exigir de la masa de los miembros del Partido que lo eleven a la posición de dirigente o que lo mantengan en ella. Solamente los comunistas que no tienen ninguna intención personal y están consagrados por completo al Partido, sólo los que poseen en alto grado la moralidad y las cualidades comunistas, los que se han asimilado la teoría y el método del marxismo-leninismo, los que se muestran competentes en la práctica, los que son capaces de dirigir directamente el trabajo del Partido, y los que estudian asiduamente y no dejan de hacer progresos, solamente estos comunistas, repito, están en condiciones de ganar la confianza del Partido, de obtener la audiencia y el apoyo de la masa de los miembros del Partido y de convertirse así en los dirigentes y en los héroes de la causa comunista.

Nuestros camaradas deben comprender también que un miembro del Partido, un dirigente, un héroe, sea el que sea, no puede efectuar más que una pequeña parte del trabajo y no puede asumir más que una parte de la responsabilidad en la causa comunista. El comunismo es una empresa que exige los esfuerzos colectivos de millones y millones de hombres durante un largo período; ningún individuo, por sí solo, está en condiciones de hacerla triunfar. Incluso los grandes hombres como Marx, Engels, Lenin y Stalin no han podido realizar más que una parte del trabajo de la causa comunista. La obra en la que han trabajado exige todavía los esfuerzos conjuntos y sostenidos de millones y millones de hombres como nosotros. Nosotros, simples miembros del Partido, efectuamos también una parte del trabajo de la causa comunista y asumimos también una parte de responsabilidad. Nuestra parte es ciertamente mucho más pequeña que la de Marx, Engels, Lenin y Stalin. Sin embargo, también tenemos nuestra parte; sea grande o pequeña, es siempre “una parte” de la misma gran causa. Así pues, si hacemos bien nuestra parte de trabajo, podemos considerar que hemos hecho nuestro deber. Naturalmente, debemos hacer todo lo posible para trabajar más, pero si no podemos, si sólo podemos hacer un poco, sigue siendo útil e igualmente honorable. En todo caso, lo menos que podemos hacer es no dificultar el progreso de la causa del comunismo, asumir nuestra parte de responsabilidad, pequeña o grande, y cumplir nuestra tarea, sea ligera o pesada. Tal es la actitud correcta que debe adoptar un comunista. Los camaradas que rehúsan efectuar un trabajo técnico, piensan que este trabajo ahogaría sus talentos, los privaría de los medios de convertirse en célebres (en realidad, no es ese el caso: Stajanov, por ejemplo, salió de las filas de los obreros cualificados), les impediría rendir plenamente y, consiguientemente, les haría perder, aunque fuera poco, ese espíritu de empresa que todo miembro del Partido debe poseer. Ese punto de vista es erróneo. El trabajo técnico ocupa un lugar extremadamente importante en el trabajo de nuestro Partido y los camaradas que se ocupan de él asumen su parte de responsabilidad en la causa del comunismo lo mismo que los camaradas encargados de cualquier otro tipo de trabajo. Hacer lo que nos pide el Partido y, agrade o no agrade el trabajo, hacerlo de buen grado y del mejor modo posible, es la actitud de un comunista con respecto al trabajo.

Por supuesto, al asignar un trabajo a los miembros del Partido, la organización y los responsables del Partido deben, en todo lo posible, tomar en consideración las inclinaciones y las aptitudes personales de sus miembros, desarrollar sus talentos y estimular sus deseos de hacer progresos. Pero un miembro del Partido no debe, por razones de preferencia personal, rehusar el trabajo que quiere encomendarle el Partido.

En cuarto lugar, un pequeño número de camaradas están completamente imbuidos de la ideología de las clases explotadoras. No tienen, por lo general, ningún escrúpulo en su manera de tratar a los camaradas o de resolver los problemas del Partido; les falta por completo el grande y sincero espíritu proletario y comunista de ayuda mutua y de solidaridad.

Los que tienen esa ideología tratan siempre de resaltar en el Partido su propio mérito y, para llegar ahí, atacan a los demás y son injustos con ellos. Tienen celos de los que son más capaces que ellos.

Tratan siempre de hacer retroceder a los que les aventajan. No soportan el desempeñar un papel de segundo plano y no piensan más que en ellos mismos sin ocuparse de los demás. Cuando ven a los camaradas cogidos por las dificultades o sorprendidos por los reveses, triunfan con su desgracia, sacan un gozo maligno de allí y carecen por completo de la simpatía que debe existir entre camaradas. Se las arreglan incluso para hacer daño a los camaradas, “arrojan piedras a los que ya se encuentran en el fondo del pozo” se aprovechan de sus puntos débiles y de sus dificultades para golpearlos y hacerles daño. Se aprovechan de la menor laguna, explotan y agravan todos los defectos en la organización y en el trabajo del Partido, para sacar una ventaja personal. Les gusta suscitar diferencias en el seno del Partido, decir mal de unos y de otros a sus espaldas y se dedican a intrigar para sembrar la discordia. Les gusta mezclarse en toda lucha sin principios que pueda surgir en el Partido; hasta tal punto están interesados en este género de querellas sin principios. Y se dedican a suscitar estas querellas, a atizarlas, sobre todo cuando el Partido se encuentra en dificultades. En resumen, están profundamente corrompidos y carecen de toda rectitud. ¿No sería absurdo pensar que gente así pueda asimilar la teoría y el método del marxismo-leninismo y reflejar la ideología proletaria? Con toda evidencia, no hacen más que reflejar la ideología de las clases explotadoras en decadencia.

Todos los explotadores, para prosperar, forzosamente hacen daño a los otros. Para acrecentar sus propias riquezas o para evitar la quiebra en una crisis económica, el capitalista está obligado a eliminar un gran número de capitalistas más pequeños que él, está obligado a reducir al hambre a innumerables obreros. Para enriquecerse, los terratenientes deben explotar a los campesinos y desposeer a mucha gente de sus tierras. La expansión de los países fascistas, como Alemania, Italia y Japón, no se ha podido ni se puede hacer más que a costa de otros países, mediante la conquista de Austria, de Checoslovaquia, de Abisinia, etc., y mediante la agresión contra China. Dañar a los demás y arruinarlos son desde siempre las condiciones indispensables para el desarrollo de los explotadores, cuya felicidad está fundada en los sufrimientos de los demás. Es, pues, imposible que haya entre los explotadores una solidaridad verdaderamente durable, una mutua ayuda verdadera, una verdadera simpatía de hombre a hombre. Inevitablemente recurren a intrigas, a procedimientos llenos de disimulo, a fin de precipitar a los demás en la ruina. Sin embargo, están obligados a mentir y a hacerse pasar ante las masas por santos, por defensores de la justicia. Esas son las características de todas las clases explotadoras decadentes. Para ellas, esas características son casi los criterios de una moral “superior”, pero a los ojos del proletariado y de las masas populares no son más que las reglas más criminales de conducta.

El proletariado es totalmente diferente de todas las clases explotadoras. No explota a las otras, sino que es explotado. No tiene conflictos de intereses fundamentales ni en sus filas ni entre él y las otras masas trabajadoras oprimidas y explotadas. Para desarrollarse y para emanciparse, no sólo no tiene necesidad el proletariado de dañar el interés y el desarrollo de las otras masas trabajadoras, sino que debe unirse a ellas en la lucha común. Si se quiere emancipar a sí mismo, debe emancipar al mismo tiempo a todos los trabajadores y a la humanidad entera. La emancipación de un solo obrero o de un grupo separado de obreros es cosa imposible. El proletariado debe proseguir hasta el final la emancipación de la humanidad y luchar paso a paso para que se realice. Le es imposible detenerse y transigir a medio camino.

Esta situación objetiva del proletariado determina la ideología de los obreros conscientes, ideología diametralmente opuesta a la de los explotadores. Los comunistas son los combatientes de vanguardia del proletariado que se han armado con el marxismo-leninismo; despiadados en su lucha contra los enemigos del pueblo, no lo son nunca en sus relaciones con sus hermanos y camaradas de las clases trabajadoras. Hacen una distinción rigurosa entre las actitudes y los métodos que deben ser adoptados frente al enemigo o con respecto a los camaradas y a los amigos. Tienen una amistad, un afecto y una simpatía tan grandes como sinceros para con sus hermanos de clase y para con todos los trabajadores oprimidos y explotados, y muestran en sus relaciones con ellos un magnifico espíritu de ayuda mutua, de solidaridad constante y de verdadera igualdad. Se oponen absolutamente a que cualquiera posea un privilegio, rechazan para ellos mismos toda idea de privilegios, y consideran que es una cosa impensable, que sería una verdadera afrenta para ellos el ocupar una posición privilegiada en el seno del pueblo. Si quieren avanzar ellos mismos y mejorar su condición, sólo pueden llegar ahí trabajando por el progreso de los demás y elevando la situación de toda la clase trabajadora. En el terreno de la ideología, en política o en el trabajo, procuran no dejarse aventajar y manifiestan un magnífico espíritu de empresa; al mismo tiempo, estiman, aman y ayudan a los que les son superiores en estas materias, y, sin envidiarles en absoluto, se esfuerzan por tomarlos por maestros. Sienten un profundo interés por los sufrimientos y las privaciones que sufren su propia clase y los trabajadores de todos los países, siguen con atención la lucha liberadora de los trabajadores en todas las regiones del mundo, sus victorias y sus fracasos, que consideran como propios, en cualquier lugar en que se produzcan, y manifiestan así la solidaridad más grande. Estiman que se equivocarían permaneciendo indiferentes con respecto a la lucha emancipadora de los trabajadores y de los oprimidos, que sería criminal alegrarse de sus desgracias. Aman a sus camaradas y a sus hermanos; critican con franqueza y sinceridad sus debilidades y sus errores (esto es, en efecto, un testimonio de verdadero afecto). En materia de principio, no les hacen concesiones y no transigen nunca con ellos; con mayor razón, no estimulan jamás sus errores y sus debilidades (el pasar por esos errores o el fomentarlos no sería amar a los camaradas con un afecto verdadero). Se consagran con todos los medios a la ayuda de sus camaradas, para que se sobrepongan a estas debilidades y para que corrijan estos errores, que ellos nunca explotan ni agravan, de modo que coloquen a los camaradas en una situación enfadosa, es decir, de modo que conviertan sus faltas en irremediables. Devuelven bien por mal, ayudan a sus camaradas y a sus hermanos a corregir los errores sin alimentar nunca el menor deseo de represalias. Severos para con ellos mismos, son indulgentes para con los demás. Se mantienen firmes y estrictos en una posición de principio, y adoptan una actitud franca, recta y seria, no hacen ninguna concesión de principio, no toleran ningún ataque al interés del Partido, no admiten tampoco que se le insulte; tienen un desprecio particular para los que les prodigan, contrariamente a todo principio, alabanzas, adulaciones, lisonjas. Se oponen a todas las luchas sin principios, no se dejan arrastrar a ellas, y si se les critica a su espalda de manera irresponsable y al azar, no se dejan influir o irritar hasta el punto de apartarlos de su posición de principio, hasta el punto de no poder reflexionar con calma o de perder su sangre fría. Tales son las virtudes proletarias que todo comunista debe tratar de conseguir y de desarrollar. Los grandes fundadores del marxismo-leninismo las encarnan bajo la forma más condensada, la más típica y la más concreta. Estas virtudes constituyen la conciencia moral en la sociedad actual y es el Partido Comunista el que encarna esta conciencia. Nos pertenece el promover y exaltar esta conciencia moral proletaria triunfando de toda perversión.

En quinto lugar, la pequeñez de espíritu, la mezquindad, el desconocimiento del interés general son los defectos que se encuentran todavía entre algunos camaradas de nuestro Partido. Les falta la envergadura y la amplitud de visión de un comunista; ciegos ante las grandes cuestiones, se apasionan por las cosas pequeñas que están bajo sus narices. No se interesan en absoluto por los problemas vitales, por los acontecimientos de la mayor importancia para el Partido y para la revolución, pero discuten frecuentemente por naderías, argumentan con gravedad e incansablemente sobre minucias por las que se atormentan de una manera excesiva. Esta gente se dejan, por otra parte, ganar fácilmente mediante pequeños favores. Tienen esta estrechez de espíritu que caracteriza al pequeño productor de la sociedad rural.

Por otra parte, algunos no toman siempre posiciones claras y definidas en la vida del Partido; para ellos, todo podría marchar igual de bien con esto que con aquello. De hecho, los hay de dos categorías: para unos, es una cuestión de conocimiento, para otros, es una cuestión de cualidades morales. Estos últimos tratan siempre de especular con las circunstancias, llevar adelante las cosas más dispares, agradar a todo el mundo. Sus características consisten en usar un lenguaje diferente según las personas y las circunstancias, girar como una veleta, no tener principio alguno. A veces, se parecen claramente al murciélago de Esopo[34] y están siempre dispuestos a pasarse al lado del vencedor. Esas personas que no son ni carne ni pescado, esas personas con doble rostro no son algo completamente desconocido en nuestras filas. Tienen los rasgos del comisionista de la antigua moda. Además, algunos sucumben a las seducciones de las clases explotadoras de la antigua sociedad. Ante el espectáculo de este mundo centelleante, ante todo este oro, ante la belleza, comienzan a vacilar, giran malamente y pueden llegar incluso hasta traicionar al Partido y a la revolución.

Finalmente, la impetuosidad y el carácter inconsistente, propios de la pequeña burguesía, la inclinación a la destrucción del lumpen proletariado y de los campesinos arruinados se reflejan a menudo en la ideología de ciertos camaradas. Pero no me extenderé aquí en esta cuestión.

En resumen, nuestro Partido representa la ideología grande y poderosa, comunista, del proletariado. Pero hay que subrayar que las diversas ideas no proletarias e incluso las de las clases explotadoras en decadencia encuentran todavía un eco más o menos grande en algunos de nuestros camaradas. A veces esas ideas existen en un estado latente en el Partido y no se revelan más que a propósito de ciertos problemas menores de la vida cotidiana. A veces se reaniman y se manifiestan sistemáticamente en cuestiones de principio, en cuestiones políticas importantes o en cuestiones de la lucha en el interior del Partido. Ciertos sectores ciertos eslabones de la organización del Partido pueden también estar dominados o corroídos por estas ideas erróneas. Cuando se desarrollan en su grado más alto, como por ejemplo, en la época en que gentes como Tchen Tu-sieu y Tchan Kuo-tao tenían el poder en el Partido, consiguen subyugar temporalmente los órganos dirigentes importantes del Partido. Pero en épocas normales, son mantenidas a raya por la ideología proletaria correcta. De ahí la lucha entre la ideología proletaria y la ideología no proletaria en el interior del Partido. Ocurre lo mismo con algunos miembros del Partido tomados individualmente. Algunas veces, una idea errónea dormita en ellos, pero está dominada. Sin embargo, en otros momentos, esa idea se desarrolla hasta el punto de gobernar sus actos. De ahí las contradicciones y las luchas que estallan en un miembro del Partido entre la ideología proletaria y la ideología no proletaria. Al hacer su educación ideológica, un miembro del Partido se propone superar, eliminar conscientemente todas las ideas erróneas y no proletarias por medio de la ideología proletaria y de la concepción comunista del mundo.

Origen de las diversas ideas erróneas en el partido

El Partido comunista representa el lado más luminoso, el más progresista de la sociedad humana de nuestro tiempo; es el medio en el que extiende sus raíces y se desarrolla la ideología más alta de la humanidad: el marxismo-leninismo. Los hombres más conscientes, los más progresistas, los más sanos del mundo, los que poseen en el más alto grado el sentido de la virtud y de la justicia están reunidos en el Partido comunista; ellos llevan a cabo un combate inflexible contra todas las fuerzas tenebrosas, por el porvenir radiante de la sociedad humana y por su emancipación definitiva. El Partido Comunista chino es uno de los mejores partidos comunistas del mundo. Guiados por nuestro jefe, el camarada Mao Tse-tung, nuestro partido está poderosamente armado con la teoría marxista-leninista y, al mismo tiempo, ha heredado hermosas tradiciones de pensadores progresistas y de revolucionarios que ha producido la nación china en las diferentes épocas de su historia. Representa lo que hay de más progresista y de más luminoso en la sociedad china, y agrupa en su organización a los mejores hijos e hijas de la nación china. Está comprometido en una larga lucha contra las fuerzas tenebrosas de la sociedad china, ha sufrido duras pruebas y ha acumulado una rica experiencia de lucha revolucionaria. Nosotros, los comunistas, tenemos derecho a estar orgullosos de todo esto. Tenemos ciertamente fundamento para creer que conseguiremos la victoria final y el éxito definitivo. Sin embargo, nuestra organización no es enteramente perfecta, no está exenta de insuficiencias y de errores. Existen, además, en nuestras filas elementos malsanos e incluso malos elementos capaces de todas las infamias. En otros términos, en nuestro glorioso Partido hay todavía cosas indeseables, sombras en el cuadro; las he enumerado anteriormente.

Una vez que se ha admitido un yerno desagradable o se ha introducido una nuera muy fea en la familia, no se los puede mantener de todos modos apartados de los invitados. Incluso si quisiéramos ocultar estas cosas indeseables y tomar el partido de lavar nuestra ropa sucia en familia, no lo podríamos hacer. Las grandes masas populares están en contacto constante con nuestro Partido, nuestros simpatizantes quieren venir a visitarnos, la gente que tienen consideración para con nosotros, y entre ellos muchos jóvenes, quieren venir a nosotros para estudiar o para adherirse a nuestro Partido. Al llegar a nosotros, verán las cosas, las “personas de la familia” que son progresistas, hermosas y atrayentes, pero con toda seguridad verán también a nuestro yerno desagradable o a nuestra nuera vulgar, que dirán o harán en público cosas molestas o darán un espectáculo ante los ojos atónitos de nuestros visitantes o de nuestros nuevos adictos. “El Partido Comunista, se preguntarán entonces, ¿no defiende él todo lo que es justo? ¿No son los comunistas los hombres mejores? ¿Por qué existen todavía en el Partido Comunista personas tan miserables y cosas tan feas? ¿No es esto extraño?” Antes de adherirse al Partido, ciertos jóvenes camaradas estaban profundamente descontentos con la sociedad tal como es, veían bien que no encontrarían solución en ninguna parte y que solamente el Partido Comunista les ofrecía una esperanza luminosa. Pensaban que todo iría a su gusto, que todo marcharía según los deseos, desde que se hubieran adherido al Partido. Pero, después de haberlo hecho o de haber llegado a las bases revolucionarias, han constatado que en el Partido también había insuficiencias y errores, y que no todo podía satisfacerles en la vida práctica (pues muchas cosas de las que les hubieran satisfecho no están conformes con el interés del Partido y de la revolución). Así, han encontrado que la realidad no se correspondía exactamente con lo que se habían figurado y algunos de ellos han comenzado a dudar ya extrañarse. Se han preguntado: “¿Por qué ocurren también tales cosas en el Partido Comunista?” Hay personas que, antes de venir a Yenan y entrar en la Escuela militar y política anti-japonesa, pensaban que todo era allí tan perfecto como se lo habían imaginado. Pero, después de su llegada a Yenan y de su entrada en la Escuela, han descubierto que todo no marchaba a su satisfacción. Entonces, se han admirado a su vez: “¿Por qué ocurren cosas decepcionantes en Yenan y en la Escuela?”, y al no encontrar respuesta a su cuestión, algunos incluso se han entregado al pesimismo y a la desesperación.

Estas cuestiones despiertan nuestra vigilancia. Son para los miembros y los cuadros de nuestro Partido una lección que debe comprometerles a presentar una seria atención a la manera de tratar y de guiar a los nuevos partidarios y a todos nuestros simpatizantes y a hacer de manera que no queden influenciados desfavorablemente. Pero, por otra parte, nos obliga a dar una explicación a los camaradas tanto del interior como del exterior del Partido.

¿Por qué existen todavía cosas indeseables en nuestro glorioso Partido? La razón, pienso yo, es muy simple. Nuestro Partido no ha caído del cielo, ha nacido de la sociedad china. En general, los miembros de nuestro Partido son los mejores hijos e hijas de China, la vanguardia del proletariado chino, pero provienen de todas las capas de la antigua sociedad, y en China actualmente existen todavía clases explotadoras y existe su influjo: egoísmo, intrigas, burocracia y otras cosas sórdidas. Muchos de nuestros miembros, los mejores, no están para nada afectados por tales influencias, pero también tenemos adeptos que traen consigo o reflejan en el Partido algunas de las cosas sórdidas de la antigua sociedad; ¿hay de qué extrañarse? Una persona que sale del fango tiene el cuerpo manchado de barro, ¿es eso algo extraño? Ciertamente que no. Es del todo natural. Sería, más bien, sorprendente y extremadamente inconcebible que no hubiera absolutamente cosas sórdidas en las filas del Partido Comunista. Podemos decir que, mientras existan en la sociedad cosas sórdidas, clases, influjo de las clases explotadoras, existirán necesariamente, en una determinada medida, cosas parecidas en el Partido. Precisamente porque hay cosas sórdidas tanto en la sociedad como en el Partido, éste tiene por tarea el transformar la sociedad, y es necesario que sus miembros se transformen, se eduquen y se acostumbren a la lucha. Así, debemos proseguir no sólo la lucha contra todo lo que es tenebroso y retrógrado en la sociedad, sino también debemos proseguir la lucha en el interior del Partido, contra los elementos vacilantes, oscilantes, que reflejan todo eso en el Partido. Esa es la fuente de las contradicciones y de las luchas en el seno del Partido. Debemos, pues, recurrir a las diferentes luchas en el interior y en el exterior del Partido para transformar la sociedad, desembarazarla progresivamente de lo que es tenebroso y retrógrado, y para transformar al mismo tiempo, resolviendo nuestras contradicciones internas, a nuestro Partido y a sus miembros, a fin de que se conviertan en más sanos y más firmes.

Stalin decía:

"…las fuentes de las contradicciones en el interior de los partidos proletarios residen en dos circunstancias. ¿Cuáles son estas circunstancias?

En primer lugar, la presión ejercida por la burguesía y la ideología burguesa en el proletariado y en su partido en el cuadro de la lucha de clases; presión a las que se prestan con bastante frecuencia las capas menos estables del proletariado y, consiguientemente, las capas menos estables del partido proletario. No se puede decir que el proletariado esté completamente aislado de la sociedad, que esté colocado al margen de la sociedad. El proletariado es parte integrante de la sociedad, parte ligada a sus diversas capas por numerosos lazos. Pero el partido es una fracción del proletariado. De ese modo, tampoco él puede estar libre de los lazos y del influjo de las capas diversas de la sociedad burguesa.

La presión ejercida por la burguesía y por su ideología en el proletariado y en su partido se traduce en que las ideas burguesas, las costumbres, los hábitos, el estado de ánimo penetran frecuentemente en el proletariado y en su partido mediante ciertas capas del proletariado ligadas de una manera o de otra a la sociedad burguesa.

En segundo lugar, se debe al carácter dispar de la clase obrera, a la existencia de diversas capas en el interior de la clase obrera.

Se encuentra, ante todo, la masa fundamental del proletariado, su núcleo, su parte permanente, es la masa del proletarios “pura sangre”, que desde hace tiempo rompió con la clase de los capitalistas. Esta categoría del proletariado es el apoyo más seguro del marxismo.

La segunda categoría la componen los que han salido recientemente de las clases no proletarias, del campesinado, de las filas de la pequeña burguesía, de los intelectuales. Provenientes de otras clases, se han integrado recientemente al proletariado, aportando a la clase obrera sus tradiciones, sus costumbres, sus vacilaciones, sus fluctuaciones. Esta categoría ofrece el terreno más propicio a toda clase de agrupaciones anarquistas, semi-anarquistas y “ultraizquierdistas”.

Finalmente, la tercera categoría la compone la aristocracia obrera, la cúspide de la clase obrera, la parte más acomodada del proletariado, con su tendencia al compromiso con respecto a la burguesía, con su estado de ánimo dominante inclinado a adaptarse a los poderosos del mundo, a “ir por su camino”. Esta categoría ofrece el terreno más propicio a los reformistas y oportunistas declarados.”

Actitudes con respecto a las ideas erróneas y a la lucha en el seno del partido

El influjo de las clases explotadoras y de la pequeña burguesía, la existencia de capas diferentes en el seno de la clase obrera y las diferencias de origen de clase de nuestros miembros engendran entre ellos ideas diferentes, ciertas diferencias en sus puntos de vista, en sus costumbres y en sus sentimientos, en sus concepciones del mundo y de la moral, y diferencias en su manera de considerar y de pensar las cosas y los fenómenos en general, y los problemas de la revolución en concreto.

En nuestro Partido, algunos son capaces de observar las cosas y los fenómenos en su desarrollo y en su interrelación; otros están acostumbrados a considerarlos como si estuvieran aislados y estáticos.

Los primeros están dispuestos a considerarlos en su conjunto y de una manera objetiva y, consecuentemente, a sacar de ahí conclusiones correctas que puedan guiarnos adecuadamente en la acción. Entre los últimos, unos destacan solamente o exageran tal aspecto de las cosas, mientras que otros ven o exageran otro aspecto; de modo que ni los unos ni los otros consideran las cosas en su conjunto y de una manera objetiva, de acuerdo con las leyes del desarrollo y de la interconexión de los fenómenos objetivos, sino tan sólo de una manera unilateral y subjetiva, por lo que ni pueden sacar conclusiones correctas ni pueden dar una buena dirección a nuestras acciones.

Sus modos diferentes de considerar los problemas conducen a los miembros del Partido a resolverlos según métodos diferentes y hacen surgir en el seno del Partido divergencias en las concepciones y en las opiniones, controversias y luchas. Bajo el influjo de las clases explotadoras y de su ideología, es inevitable que estas divergencias y controversias se conviertan en algo cada vez más agudo con cada momento crítico de la revolución, como consecuencia de la intensificación de la lucha y el acrecentamiento de nuestras dificultades.

El nudo de la cuestión no es el de saber si hay divergencias de ideas y de opiniones, pues existen siempre; se trata de saber cómo resolver las contradicciones en el seno del Partido, cómo allanar estas divergencias, cómo triunfar de las ideas erróneas no proletarias. Evidentemente, sólo la lucha en el interior del Partido nos permitirá resolver estas contradicciones, allanar estas divergencias y triunfar de las ideas erróneas. Como dijo Engels: “Las contradicciones no se pueden difuminar por mucho tiempo. Ellas se regulan por la lucha.”[36]

Con respecto a las insuficiencias, a los errores y a todo lo que es indeseable en el Partido, diferentes categorías de camaradas profesan opiniones diferentes y adoptan actitudes diferentes.

Hay una primera categoría de camaradas que no ven o no quieren ver que hay en el Partido insuficiencias, errores y otros fenómenos indeseables; creen ciegamente que no se encuentra en él nada así, porque ellos aflojan en su vigilancia y dejan debilitar su lucha contra estos fenómenos. Una segunda categoría entre ellos no ve más que, o nada más que, las insuficiencias, los errores y las cosas indeseables. No ven lo que hay correcto y luminoso en el Partido; por eso se abandonan al pesimismo, se encuentran decepcionados, pierden su confianza; o bien, la vista de estos fenómenos indeseables los deja atónitos y desconcertados. Estos modos de ver las cosas son, todos ellos, incorrectos y unilaterales.

Nuestra manera de ver propia difiere de la una y de la otra. Por una parte, sabemos que nuestro Partido es el partido del proletariado, el partido más progresista y el más revolucionario que existe en China. Por otra parte, sabemos bien que, en nuestro Partido, existen todavía, en grados diferentes, insuficiencias, errores, cosas indeseables. Al mismo tiempo, conocemos claramente su origen, el camino a seguir para corregirlos y eliminarlos progresivamente y nos aplicamos sin descanso a formarnos, redoblamos los esfuerzos en el trabajo y llevamos a cabo las luchas necesarias para hacer progresar nuestro Partido y la revolución.

Puesto que los hombres difieren por su posición de clase y sus puntos de vista, adoptan actitudes diferentes con respecto a lo que es indeseable en el Partido. La primera actitud es la de los elementos extraños a la clase obrera y la de los elementos hostiles que se han introducido en el Partido. La segunda es la de nuestros partidarios que no tienen una posición proletaria firme y cuyo modo de pensares erróneo. La tercera es la de los miembros del Partido que se mantienen firmemente en los principios del marxismo-leninismo.

Los elementos extraños a la clase obrera y los elementos hostiles que se han introducido en el Partido se alegran con las insuficiencias, con los errores y con otras cosas indeseables que ven en nuestro Partido. Sacan de ahí un goce maligno, explotan nuestras lagunas y tratan por todos los medios de utilizar y de agrandar tales o cuales insuficiencias, errores y otras cosas indeseables, a fin de poder minar nuestro Partido. A veces, incluso aparentan luchar contra algunos errores y mantener la línea del Partido, con el fin de extremar las cosas hasta hacer cometer los errores opuestos.

En la primera categoría se encuentran los casos siguientes:

1. Ciertos miembros del Partido aprueban y comparten ideas erróneas y siguen los malos ejemplos de otros afiliados para satisfacer sus ambiciones y deseos personales. Consideran que la existencia de ciertas insuficiencias y errores en el Partido es provechoso para ellos, y por eso favorecen consciente o inconscientemente su desarrollo, para aprovecharse de ellas a continuación. Es la actitud que adoptan en el Partido los arribistas y los afiliados de un natural muy maleado.

2. Ciertos miembros del Partido cierran los ojos ante las insuficiencias, los errores, las cosas indeseables, y las abandonan a su curso. Se acomodan a todo, eluden la lucha contra estos defectos. Temen la lucha y la autocrítica en el interior del Partido, las consideran como perjudiciales, como algo que de ninguna manera favorece al Partido; o bien permanecen insensibles a estos fenómenos indeseables y no quieren reconocerlos; o también, no los combaten más que formalmente y están dispuestos al compromiso. Esa es la actitud de los miembros que no tienen más que un sentido débil de su deber para con el Partido, que se encuentran imbuidos de liberalismo o que son culpables de burocratismo.

3. Ciertos miembros del Partido “se horrorizan” ante las insuficiencias y los errores, y también ante los camaradas cuyas ideas no son siempre muy correctas. Rompen a la ligera con los camaradas que han cometido una falta y tratan de golpe y porrazo de obtener su exclusión. Si no lo consiguen al primer intento, sufren un desaire, arrojan el mango detrás del hacha, caen en el pesimismo y en el abatimiento; o bien, “permanecen en su pureza”, se mantienen aparte y se separan incluso de manera clara del Partido. Esta actitud exagerada se traduce también en la manera mecánica que tienen algunos de comprender la lucha y la autocrítica en el seno del Partido. Los que la adoptan piensan que la lucha interior debe ser desarrollada en no importa qué condiciones, y que cuanto más frecuente y encarnizada sea, tanto mas vale. Consideran la menor baratera como una cuestión “de principio”, y califican de “oportunismo” político a las faltas más pequeñas. No llevan a cabo la lucha en el interior del Partido de una manera apropiada y concreta, según las necesidades de la realidad y las leyes objetivas del desarrollo de las cosas, sino que “luchan” de una manera mecánica, subjetivamente, violentamente, sin preocuparse de las consecuencias. Es la actitud adoptada por los miembros del Partido que no comprenden el origen de las contradicciones en el seno del Partido, que no saben cómo hacer frente a las divergencias en el Partido o que no tienen más que una concepción mecánica de la lucha en el interior del Partido. Durante un cierto tiempo, esta actitud exagerada con respecto a la lucha interna ha sido explotada por los oportunistas “de izquierda”. Estos últimos han promovido esta lucha mecánica y excesiva hasta buscar deliberadamente “blancos de lucha” en el seno del Partido, hasta suscitar deliberadamente luchas internas y castigar a camaradas abusando de las medidas disciplinarias previstas por el Partido, es decir, recurriendo contra ellos a medidas destinadas a las luchas exteriores; mediante tales “luchas” y mediante tales “medidas disciplinarias” es como intentaban hacer avanzar el trabajo.

La actitud que debemos adoptar es la del proletariado, la del marxismo-leninismo. En contra de las actitudes erróneas mencionadas anteriormente, preconizamos lo que sigue:

1. Entre los diversos fenómenos, ideas, opiniones y puntos de vista aparecidos en el Partido, reconocer y distinguir ante todo lo que es correcto y provechoso para el Partido y para la revolución y lo que no lo es, o bien ver si las partes en litigio no se encuentran, ambas, en el error y si la verdad no se encuentra en una tercera opinión. Después de haber analizado y considerado todo con serenidad, tomar una actitud neta y ponerse del lado correcto. No seguir ciegamente a los demás ni dejarse arrastrar por la corriente.

2. Inspirarse en todos los buenos ejemplos y en todos los actos de honradez en el Partido para estimularlos y multiplicarlos; sostener activamente todos los puntos de vista y todas las opiniones correctas; no seguir los malos ejemplos ni dejarse influir por ideas erróneas, sean las que fueren.

3. No adoptar una actitud liberal, ni temer la lucha necesaria en el interior del Partido. Llevar adelante una lucha intransigente contra todas las ideas u opiniones que constituyen errores de principios, contra todos los fenómenos indeseables en el Partido, de manera que podamos siempre triunfar de ellos; no dejarlos nunca desarrollarse en detrimento del Partido y de la revolución.

4. No adoptar una actitud mecánica y exagerada. Combinar como hace falta el rigor y la claridad en materia de principios con la flexibilidad y la persuasión paciente en los métodos de lucha, para educar, criticar, templar y transformar, en el curso de un período de lucha prolongado, a los camaradas que han cometido faltas, pero que no son incorregibles. Entablar, de una manera concreta y apropiada, las luchas ideológicas indispensables en los diversos momentos, referentes a las diversas cuestiones de principio, pero no comprometerse de una manera subjetiva, mecánica y gratuita en una lucha sin discriminación en el interior del Partido; no convertirse en un maníaco de la “lucha”,

5. Consolidar la unidad del Partido, reforzar su disciplina y elevar su prestigio en el curso de la lucha en el interior del Partido. Infringir sanciones de acuerdo con los estatutos a los elementos incorregibles, o incluso excluirlos del Partido. Considerar como nuestro deber supremo el defender la unidad del Partido, preservar la pureza de su ideología y reforzar su organización.

Tal es la actitud que adoptan todos los buenos comunistas. Es la única actitud marxista-leninista correcta.

No hay nada extraño en que nuestros enemigos se sirvan de todas nuestras insuficiencias y de todos nuestros errores para minar a nuestro Partido. Además de ser nuestro deber el aguzar constantemente nuestra vigilancia, debemos dar la menor ocasión posible al enemigo cada vez que surjan insuficiencias y errores en el seno del Partido. Ese es el deber de todo camarada ligado al Partido.

Si, en el curso de la lucha en el interior del Partido, un miembro descuida este punto, si sólo sigue su capricho, si llega hasta unirse a malos elementos en lugar de rechazar su asistencia, o recurre incluso a la ayuda de fuerzas exteriores para alcanzar un cierto fin en el interior del Partido, cometerá una falta política imperdonable, una infracción imperdonable a la disciplina del Partido.

Nuestros miembros deben reflejar la ideología correcta en el Partido y ajustarse a los buenos ejemplos: las ideas erróneas y los malos ejemplos, deben combatirlos y no seguirlos. Pero lo que ocurre de hecho en el Partido es que algunos camaradas que, en general, tienen ideas correctas y siguen los buenos ejemplos, reflejan a veces ideas erróneas, siguen a veces malos ejemplos. En cuanto a otros, parece que les es fácil aprender lo que es malo, pero les resulta difícil aprender lo que es bueno. Esto merece por nuestra parte una seria atención. Estos camaradas, cuando se han cometido ciertos errores en el Partido, se inclinan frecuentemente a fomentarlos o a agravarlos, con intención o sin ella. En las luchas internas del Partido, se colocan con frecuencia del lado de los que están en el error o bien se unen con los que lo arrastran, sin preocuparse de lo que es verdadero o falso. Estos camaradas no harán ningún progreso si no se someten a una crítica severa y a una formación rigurosa.

En cuanto a los camaradas que adoptan en el Partido una actitud liberal o burocrática con respecto a las insuficiencias, errores y a otros fenómenos indeseables, tienen, por supuesto, una actitud igualmente errónea. Pienso que esto está muy claro para vosotros, estudiantes del Instituto de marxismo-leninismo. En efecto, en el curso sobre la Edificación del Partido, que habéis estudiado, la necesidad de la autocrítica y de la lucha ideológica en el seno del Partido es explicada claramente y a fondo; podéis consultar con lo dicho allí, yo no me extenderé en ese punto. Sin embargo, lo que pretendo resaltar es que los camaradas del Partido que adoptan esta actitud liberal son todavía bastante numerosos. Con frecuencia, nos falta esta crítica y esta autocrítica, hechas con un sentido real de la responsabilidad, con toda sinceridad y de acuerdo con los principios de organización del Partido, que se dirigen a denunciar, corregir y eliminar las insuficiencias, los errores y los otros fenómenos indeseables; en particular, la crítica desde abajo hacia arriba y la autocrítica faltan todavía con bastante frecuencia y deben ser desarrolladas grandemente. Por el contrario, hay en el Partido, a propósito de tal persona o de tal cuestión, cantidad de críticas irresponsables y contrarias a nuestros principios de organización, lo mismo que murmuraciones y habladurías a espalda de los interesados. Esas son las dos formas de expresión del liberalismo en el Partido. Eso demuestra que ciertos camaradas no son lo bastante maduros políticamente, que les falta valor en la lucha revolucionaria y que la democracia en el interior del Partido no ha alcanzado todavía un desarrollo conveniente. Ciertos camaradas no se atreven a desafiar las conveniencias ni a ofender a la gente, por miedo de incurrir en su animosidad o en sus contra críticas: prefieren dejar subsistir las insuficiencias y los errores; su actitud es la de acomodarse a todo, tener los menores contratiempos posibles y arreglar las cosas por pura fórmula. Y, sin embargo, critican a los demás a sus espaldas. Todo esto hace daño al Partido, en lugar de aprovecharle. Las críticas y los dichos irresponsables pueden provocar en el Partido diferencias sin principios y disensiones, pero no servirán nunca a corregir en él las insuficiencias y los errores. Estamos en favor de una crítica y una autocrítica responsables, provechosas para el Partido y conformes a sus principios de organización.

Puesto que existen insuficiencias y faltas en el Partido, al mismo tiempo que ideas erróneas no proletarias, cada una de las cuales se puede convertir, en ciertos momentos, en una tendencia y dar nacimiento a divergencias de principio y afectar la unidad de acción del Partido, no seremos capaces de educar correctamente al Partido, al proletariado y a las masas, si, en lugar de desarrollar la crítica y la autocrítica, de denunciar y de corregir constantemente las insuficiencias y los errores, de triunfar sobre todas las ideas erróneas y de entablar una lucha en el interior del Partido para allanar allí las divergencias, nosotros adoptamos una actitud conciliadora y una línea “media”, si nos acomodamos en todo y si sólo intentamos salir del asunto como sea.

El liberalismo en la lucha interior del Partido se manifiesta, además, de otra forma. Cuando una controversia estalla en el Partido, numerosos camaradas abandonan su trabajo para pasar días y meses en vanas discusiones, o no conocen limites en esas discusiones, de manera que la unidad del Partido se encuentra relajada, su disciplina debilitada y su prestigio comprometido, y las organizaciones y organismos militantes del Partido se convierten en lugares de chismorreo. Estas cosas se han producido más de una vez en ciertas organizaciones de nuestro Partido. No tienen nada en común con la crítica y la autocrítica que preconizamos. Si recurrimos a la crítica y a la autocrítica, no es para mermar el prestigio del Partido, minar su disciplina y debilitar su dirección, sino para realzar el prestigio del Partido, consolidar su disciplina y reforzar su dirección.

Se equivocan, pues, adoptando una actitud liberal o burocrática con respecto a las insuficiencias, errores y fenómenos indeseables. Debemos desarrollar la crítica y la autocrítica y llevar a cabo correctamente la lucha en el interior del Partido, a fin de combatir todos los fenómenos indeseables y allanar las divergencias. Sólo así podrá consolidarse, desarrollarse y progresar el Partido.

Los camaradas que adopten una actitud exagerada en la lucha dentro del Partido están igualmente en el error.

La actitud extrema es la antítesis exacta del liberalismo. Los que la adoptan lo hacen porque no comprenden que las ideas erróneas en el Partido tienen raíces profundas en la sociedad y no podrían de ninguna manera ser eliminadas de un solo golpe. Muchos camaradas nuestros pueden, en diferentes momentos y en grados diversos, reflejar ideas erróneas que existen en la sociedad y, bajo el influjo de ideas no proletarias, cometer algunos errores en su trabajo; esto no lo puede evitar por completo ningún camarada. Si hay que rehusar el admitir o el tolerar, si hay que rechazar absolutamente o incluso excluir del Partido a todos los camaradas que reflejan, en grados diversos, ideas no proletarias o que han cometido errores pero que no son incorregibles, entonces la tarea de nuestro Partido, que consiste en educar a sus miembros y en consolidar sus organizaciones, quedará vacía de todo objetivo. Si nuestro Partido siguiese esa política exagerada, los camaradas que la adoptan terminarían ellos mismos por ser excluidos. En particular, esos camaradas no comprenden que la realización del comunismo lleva consigo la inmensa y difícil tarea de transformar a todos los hombres en ciudadanos desinteresados de la sociedad comunista, transformar, mediante un largo proceso de formación y de educación en el curso de la lucha misma, a todos los hombres, con todas sus debilidades, en comunistas altamente cultivados. Sise dan cuenta de esto, deben comprender que nuestro Partido tiene la importante y constante tarea de educar y de reformar a los que son ya sus miembros, pero que tienen todavía, en mayor o menor grado, ideas no proletarias.

Naturalmente, educar a estos camaradas y reformar su ideología es una tarea ardua que exige largos y pacientes esfuerzos. Sin embargo, si nos repugna afrontar esta tarea, si retrocedemos ya ante estas dificultades, ¿cómo podemos hablar de transformar el mundo y el género humano? Y puesto que estamos decididos a emprender esta ardua tarea, sin procedente, que es la transformación del mundo y del género humano, sin retroceder ante las dificultades, ¿qué otra tarea en el mundo nos podría asustar? Los miembros del Partido que tienen la concepción comunista del mundo son hombres sin temor, que no retroceden ante ninguna tarea, por difícil y ardua que sea, y ellos comprenden que el desarrollo de las cosas sigue un curso sinuoso. Los camaradas que adoptan una actitud exagerada no comprenden que es necesario recorrer un camino penoso y sinuoso para llegar al comunismo, temen las dificultades, desean seguir un camino derecho, quieren eliminar de un solo golpe todo lo que les contraria y saltar inmediatamente a su universo ideal. Con esta manera de pensar y de actuar, se golpearán con seguridad la cabeza contra el muro. Y frecuentemente, después de haberse roto las narices, se convertirán en pesimistas, se desanimarán, perderán su confianza en el futuro del comunismo. Pasarán así de la extrema “izquierda” a la extrema derecha, desvelando completamente el fondo de su ideología no proletaria. Es lamentable que haya todavía en nuestro Partido tantos camaradas que vienen a caer más o menos en esta actitud exagerada y errónea con respecto a las insuficiencias y a los errores en el Partido, a pesar de que esa actitud es extremadamente dañosa al Partido, a sus camaradas y a ellos mismos.

Si la lucha interior es necesaria, no es que subjetivamente nos agrade luchar o meternos en controversias, sino porque en el curso del desarrollo del Partido y de la lucha del proletariado han surgido divergencias de principio en el Partido. En tales momentos, “no se puede eliminar las contradicciones más que luchando por tales o cuales principios, portales o cuales objetivos de la lucha, por tales o cuales métodos de lucha conducentes al objetivo”[37]. Ningún compromiso sirve de nada. Esto significa que, cuando una controversia recae sobre una cuestión de principio, a la que sólo la lucha puede poner término, debemos, para llegar ahí, llevar a cabo la lucha en el interior del Partido, sin tratar nunca de eludirla; y esto no quiere decir que en todos los asuntos corrientes, en todos los problemas de orden puramente práctico, tengamos que entablar, con rostro severo, una lucha en el interior del Partido y rechazar todo compromiso, de modo que se suscite una tempestad en un vaso de agua. “Se puede y se debe aceptar toda clase de acuerdos con los que, en el interior del Partido, piensan de modo diferente en cuanto a los problemas de política corriente, en cuanto a los problemas de orden puramente práctico.”[38]

Cuando aparezcan ideas oportunistas y divergencias de principios en el Partido, debemos, por supuesto, luchar contra esas ideas y esos errores de principio para triunfar sobre ellos. Esto no significa de ninguna manera que, cuando no existan divergencias de principio e ideas oportunistas, debamos todavía intentar agrandar las divergencias de opinión entre los camaradas respecto a los problemas de orden puramente práctico, hasta el punto de hacer de ellos “divergencias de principio”.

El camarada Mao Tse-tung dijo:

“...el partido debe llevar a cabo, por un lado, una seria lucha contra las ideas erróneas y, por otro, dar a los camaradas que han cometido errores plena oportunidad para que adquieran conciencia. En estas circunstancias, una lucha excesiva es obviamente inadecuada.”[39]

Es necesario dirigir críticas severas o incluso infligir sanciones de acuerdo con los estatutos a los camaradas que, habiendo cometido errores de principio o habiendo manifestado ideas oportunistas, se hacen sordos a la persuasión y a las críticas, persisten en sus errores, se atrincheran en una obstinación irreductible, saltan contra la política del Partido o mantienen una actitud llena de duplicidad. Pero si estos camaradas no persisten en sus errores, si están dispuestos, después de una discusión, de tentativas de persuasión y de críticas en una atmósfera de calma, a corregir sus errores, a renunciar a sus puntos de vista anteriores, o bien si reflexionan con calma en sus errores y los discuten sin pasión con otros camaradas, nosotros debemos alegrarnos del menor progreso que hayan hecho y no infligirles sanciones sin discernimiento. Al preconizar la crítica y la lucha en el interior del Partido, no queremos decir que cuanto más severos sean nuestros rostros y cuanto más castiguemos a nuestros camaradas, tanto mejor resultará; nuestro objetivo más elevado es el de llegar verdaderamente a educar a los camaradas que han cometido errores, ayudarlos a corregirse de ellos, educar a todos los miembros y reforzar el Partido.

La actitud de los oportunistas “de izquierda” con respecto a la lucha en el interior del Partido era manifiestamente errónea. Según esa gente, que se diría que están dementes, toda paz en el interior del Partido sería algo condenable, incluso la que resultase del acuerdo unánime en los principios y en la línea política. A falta de divergencias de principio en el Partido, ellos se dedican deliberadamente a “la caza” de blancos, calificando de “oportunistas” a ciertos camaradas y tomándolos por “maniquíes de paja” en su lucha en el interior del Partido. Veían en estas luchas erróneas, en estos tiros contra “maniquíes de paja” las fórmulas mágicas para desarrollar al Partido y para conseguir la victoria en la lucha revolucionaria del proletariado. Creían que el único medio para merecer el calificativo de “bolchevique” era el de “levantar tempestades en un mar tranquilo” y provocar intencionadamente la lucha en el interior del Partido. Con toda seguridad, no es esa la forma de llevar a cabo esa lucha de modo serio, eso es burlarse del Partido y transformar en un juego esta lucha que tiene un carácter extremadamente serio. Los que preconizan este modo de actuar no son “bolcheviques”, sino elementos cuasi incorregibles o arribistas que usurpan el nombre de “bolchevique”.

Lo que se acaba de decir se refiere a la actitud que debemos adoptar con respecto a las insuficiencias, errores y otros fenómenos indeseables en el Partido. Mediante la lucha contra las tinieblas en el interior y en el exterior del Partido es como transformamos al mundo y al género humano, lo mismo que a nuestro Partido y a nosotros mismos. La lucha interna es el reflejo en el seno del Partido de las contradicciones que existen en la sociedad entre las clases y entre lo antiguo y lo nuevo. En el curso de la lucha de clases en el exterior del Partido -de la lucha revolucionaria de las masas- el Partido se acostumbra a la pelea, se desarrolla y se refuerza y, al mismo tiempo, mediante la lucha en el interior del Partido, realiza su consolidación y su unidad, que le permiten asegurarse una dirección más sistemática, más adecuada y más enérgica en la lucha revolucionaria de las masas. Por esa razón adoptar una actitud liberal con respecto a las insuficiencias, errores y otros fenómenos indeseables que existen en el Partido, tratar de ignorar las divergencias de principio, disimular las contradicciones en el seno del Partido, eludir la lucha en el interior del Partido y arreglar las cosas sólo en cuanto a la forma y como por compromiso, sería algo enteramente erróneo, provechoso para el enemigo, contrario a las leyes del desarrollo de la lucha de clases e incompatible con nuestro punto de vista fundamental: transformar el mundo y el género humano mediante la lucha. Es igualmente erróneo separar la lucha en el interior del Partido de la lucha de clases en el exterior del Partido o del movimiento revolucionario de masas y transformar la lucha en el interior del Partido en vanas habladurías. Pues el Partido no podría aguerrirse en modo alguno ni desarrollarse ni reforzarse, si estuviera cortado de la lucha revolucionaria de las masas. Sin embargo, sería igualmente erróneo y contrario a las leyes del desarrollo del Partido el que pasáramos de un extremo a otro y que adoptáramos una actitud exagerado con respecto a todos los camaradas que presentan insuficiencias y que cometen errores, pero que no son incorregibles, o que no hagamos distinción alguna entre ellos y los enemigos, llevando a cabo de una manera mecánica y exagerada la lucha en el interior del Partido o incluso suscitándola de un modo deliberado. No debemos romper con los camaradas que han cometido errores, pero que son leales; debemos, al mismo tiempo que les testimoniamos afecto y simpatía, persuadirlos, educarlos, ayudarlos a fortalecerse y a transformarse a sí mismos en la lucha. Si no persisten en sus errores, si no son incorregibles, no debemos castigarlos o excluirlos del Partido.

Aunque existan todavía ciertas, insuficiencia y errores, ciertos fenómenos indeseables, aislados y parciales, en nuestro Partido, tenernos la firme convicción de que podremos eliminarlos y que los eliminaremos de hecho en el curso del desarrollo del movimiento obrero y en la gran lucha revolucionaria de las masas. La historia de la lucha emprendida por el Partido Comunista chino desde hace casi veinte años, los grandes progresos que ha realizado y la historia del desarrollo del movimiento obrero en los diferentes países del mundo son a este respecto absolutamente convincentes.

La lucha en el interior del Partido es un componente esencial, indispensable de la lucha revolucionaria en su conjunto. Por eso nuestros camaradas deben aguerrirse y educarse tanto en la lucha en el exterior del Partido como en la lucha en dos frentes en el seno del Partido. Sin embargo, buen número de nuestros camaradas no comprenden todavía perfectamente esta lucha interior y carecen de la formación y de la educación de sí mismos necesarias para eso. Se manifiesta no sólo en las luchas incesantes y sin principios entabladas por algunos camaradas del Partido, sino también por el hecho de que algunos de nuestros camaradas, incluso los que tienen un largo pasado de lucha militante, no soportan ser criticados o ser juzgados desfavorablemente. En el combate librado contra la contrarrevolución, no han vacilado nunca, no se han quejado nunca, no se han desanimado nunca, por muy cruel y ardua que fuese la lucha, por muy severos que fuesen los golpes que tuvieron que soportar. Pero en la lucha en el interior del Partido, estos camaradas no pueden soportar la menor crítica, el menor ataque, la menor injusticia, ni siquiera una palabra desagradable. O bien sospechan que los demás hacen alusiones malévolas con respecto a ellos, se quejan por esa razón y se deprimen por completo. Este es un hecho que debe retener nuestra atención.

Hay que decir que se trata en esos casos, por lo general, de camaradas muy buenos, que han combatido resueltamente la contrarrevolución y que consideran al Partido como una madre llena de efecto. Cuando vuelven a los brazos de su tierna madre, después de duros combates, esperan encontrar no ataques e injusticias, sino el aliento, los consuelos y el afecto que merecen. Tales esperanzas son por completa naturales. Sin embargo, hay algo que no tienen en cuenta, al menos plenamente, y es que existen todavía en el Partido insuficiencias, errores y luchas internas, y todo camarada debe pasar por estas luchas. Si el Partido critica y combate las insuficiencias y los errores, no es en modo alguno porque el Partido sea despiadado, sino porque no puede dejar de hacerlo en el curso de su lucha revolucionaria. Es indispensable que en la lucha en el interior del Partido cada uno reciba críticas bien fundadas: esto es provechoso para él mismo, para los demás camaradas y para todo el Partido. Por otra parte, es inevitable que ciertos camaradas reciban, en determinados momentos y en determinados asuntos, críticas mal fundadas, que soporten ataques, e incluso vejaciones e injusticias. Por no tener todo esto en cuenta, los camaradas de los que hemos hablado caen de las nubes, cuando les ocurren tales cosas inesperadamente y se sienten muy desgraciados y abatidos por ello.

A este respecto, pienso que nuestros camaradas deben, por una parte, velar por la unión con los otros camaradas, tratarlos con franqueza y sinceridad, procurar no herirlos con observaciones hechas a la ligera o con dichos sarcásticos y mordaces, y, sobre todo, no criticarlos de modo irresponsable a sus espaldas. Con respecto a los errores del camarada que sea, la actitud que conviene adoptar es la de darle consejos con sinceridad y criticarlo en su presencia, con un espíritu preventivo y servicial. Todos debemos estar atentos a eso, y en particular los camaradas que tienen una cierta responsabilidad.

Por otra parte, pienso que nuestros camaradas deben siempre estar preparados moralmente para la lucha en el interior del Partido, deben aceptar sinceramente todas las críticas bien fundadas y deben tener, al mismo tiempo, el coraje de soportar los malentendidos, los ataques, e incluso las vejaciones y las injusticias; sobre todo, no deben encolerizarse por las críticas irresponsables, injustificadas, por falsos ruidos. Aparte de la crítica practicada correctamente entre camaradas por el camino de la organización del Partido, se puede, si es necesario, dar una explicación completa o proporcionar algunas explicaciones en respuesta a los menosprecios o a las críticas irresponsables; pero si estas explicaciones permanecen sin efecto, no queda otra solución que dejar que hable la gente, desde el momento en que se tiene una ideología correcta y un comportamiento sin reproche. Recordemos estos dos dichos chinos. “¿Sobre qué cosa no se hacen habladurías a su espalda y quién no cae en habladurías sobre los demás?” “¡Qué importa la tempestad! ¡Siéntate tranquilamente en tu barca de pesca!” Nadie en este mundo puede evitar enteramente el ser mal comprendido; tarde o temprano, se disiparán los malentendidos. Debemos ser capaces de soportar un malentendido sin comprometemos nunca en luchas sin principios. Al mismo tiempo, debemos mantenemos constantemente alerta y vigilar nuestros pensamientos y nuestro comportamiento.

Dicho de otra manera: si hay que evitar el herir a los camaradas con observaciones descorteses, hay que ser capaces, por su parte, de soportar los dichos ofensivos de los demás.

Nos oponemos absolutamente a las controversias sin principios en el Partido. Puesto que son sin principios, son inútiles y perjudiciales al Partido, y no es posible, en general, distinguir en ellas lo correcto y lo falso, lo bueno y lo malo. No intentemos, pues, descubrir en una lucha sin principios quién se equivoca y quién tiene razón, quién es el bueno y quién es el malo; esto es un asunto que no se podría aclarar. Lo que podemos hacer es oponemos absolutamente a este género de lucha y pedir a los camaradas que se han comprometido en ella que la dejen incondicionalmente y que vuelvan a las cuestiones de principio. Esa es la regla que debemos observar con respecto a las controversias y a las luchas sin principios. Pero, ¿qué haremos si surgen estas controversias, si un gran número de ellas se encuentran implicadas con ciertas luchas de principio? ¿O qué haremos si estas controversias vienen a nuestro encuentro y nos encontramos mezclados en ellas? También en este caso, todo lo que podemos hacer es poner el acento en cuestiones de principio, evitando ponerlo en cuestiones que no comprometen principio alguno. Como lo exige la línea de conducta definida más arriba, debemos tratar estas controversias sin principios con el rigor necesario, sin dejarnos arrastrar a ellas y permanecer siempre firmes en nuestra posición de principio. Cuando alguien sea injusto con vosotros, no respondáis haciéndole injusticia. Estad siempre del lado de lo que es justo y oponeos a la injusticia que os hacen. No es fácil a ciertos camaradas comportarse de este modo, lo que demuestra que hay que vigilar particularmente en la formación y en la educación de uno mismo.

Al emprender la educación ideológica, los comunistas tienen por objetivo el aguerrirse, a fin de convertirse en miembros y en cuadros modelos del Partido, fieles y puros, siempre en continuo progreso. Este objetivo nos impone los deberes siguientes:

1. Adquirir la concepción comunista del mundo y la firme posición del Partido y del proletariado mediante el estudio del marxismo-leninismo y mediante la participación en la lucha revolucionaria.

2. Examinar nuestro pensamiento y nuestro comportamiento, corregir todas nuestras ideas erróneas y, al mismo tiempo, juzgar las cuestiones y los camaradas bajo el ángulo de la concepción comunista del mundo y bajo el ángulo de la firme posición del Partido y del proletariado.

3. Adoptar constantemente una actitud correcta y métodos apropiados en la lucha contra las ideas erróneas en el Partido, especialmente contra aquellas ideas que afectan la lucha revolucionaria de los momentos actuales.

4. Dominarse rigurosamente en sus pensamientos, en sus palabras y en sus acciones, sobre todo cuando ellos revisten un carácter político y se refieren a la lucha revolucionaria presente, tomando una posición firme y adhiriéndose a los principios correctos. Además, es bueno el ser escrupuloso para consigo mismo hasta en las “menudencias” (vida privada, comportamiento, etc.). Pero con los otros camaradas, salvo en las cuestiones de principio y en las cuestiones políticas importantes, no hay que mostrarse demasiado exigente ni molestarles por “menudencias”.

Así es como, a mi modo de ver, hay que entender esencialmente la educación ideológica de los comunistas mediante sus propios esfuerzos.