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Testamento de Yahya Sinwar  (Yahya Sinwar)

De ProleWiki, la enciclopedia proletaria
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Testamento
AutorYahya Sinwar
Fuentehttps://www.tiktok.com/@palinatheegoat/video/7428094527509892394

Yo soy Yahya, el hijo de un refugiado que convirtió el exilio en una patria temporal, y que convirtió un sueño en una batalla eterna.

Mientras escribo estas palabras, recuerdo cada momento de mi vida, desde mi niñez en los callejones, hasta los largos años en prisión, y cada gota de sangre derramada en el suelo de esta tierra.

Nací en el campo de refugiados de Khan Younis en 1962 durante una época en la que Palestina era un recuerdo arrancado, y mapas olvidados en las mesas de los políticos. Soy el hombre cuya vida fue tejida entre fuego y cenizas y me di cuenta a corta edad que la vida bajo la ocupación no significa nada más que una prisión perpetua. Desde mis primeros días supe que la vida en esta tierra no es ordinaria y que quienquiera que naciese aquí debe cargar en su corazón un arma inquebrantable, el entender que el camino a la libertad es largo. Mi testamento, mi legado, mi última voluntad a ustedes comienza aquí desde aquel niño que lanzó la primera piedra al ocupador, quien aprendió que las piedras son las primeras palabras que decimos al encarar un mundo que guarda silencio al tener en frente nuestras heridas.


Aprendí en las calles de Gaza que una persona no se mide por los años de su vida, sino por lo que dan a su patria. Y así fue mi vida: Prisiones y batallas, dolor, y esperanza. Entré a prisión por primera vez en 1988 y fui sentenciado a cadena perpetua pero nunca conocí el miedo. En esas celdas oscuras vi en cada pared una ventana a un horizonte distante y en cada barrote una luz que iluminaba el camino hacia la libertad. En prisión aprendí que la paciencia no solo es una virtud sino un arma, un arma amarga, como beberse el mar gota a gota.


Mi testamento, mi legado, mi voluntad para ustedes: No teman a las prisiones puesto que son solo una parte de nuestro largo viaje hacia la libertad. La prisión me enseñó que la libertad no solamente es un derecho que ha sido robado, sino un concepto nacido del dolor y moldeado por la paciencia. Cuando fui liberado en el trato de intercambio de prisioneros “Wafa Al-Ahrar” en 2011 no emergí igual. Emergí más fuerte, con una creencia más grandiosa en que lo que estamos haciendo no es solamente una lucha pasajera sino nuestro destino; uno que cargamos hasta la última gota de nuestra sangre.


Mi testamento, mi legado, mi voluntad es que ustedes se mantengan férreos, aferrándose a su dignidad y al sueño que unca muere. El enemigo quiere que abandonemos la resistencia, que convirtamos nuestra causa en negociaciones interminables, pero yo les digo: “No negocien lo que es legítimamente suyo”. Ellos temen su perseverancia más que a sus armas. La resistencia no es solamente el arma que cargamos sino también es nuestro amor por Palestina en cada respiro que tomamos, así como nuestra voluntad de permanecer a pesar del asedio y la agresión.

Mi testamento, mi legado, mi voluntad es que ustedes permanezcan leales a la sangre de los mártires, a aquellos que nos han dejado en este camino lleno de espinas. Ellos pavimentaron/adoquinaron/empedraron el camino a la libertad con su sangre, así que no desperdicien esos sacrificios con los cálculos de los políticos o los juegos de diplomacia. Estamos aquí para continuar con (lo que) la primera generación comenzó y no nos desviaremos de este camino sin importar el costo. Gaza fue y permanecerá siendo la capital de la firmeza/resiliencia, el corazón de palestina no deja de latir incluso si el mundo se cierra alrededor de nosotros.


Cuando asumí el liderazgo de Hamas en Gaza en 2017 no fue solamente una transferencia de poder, sino una continuación de la resistencia que comenzó con piedras y continuó con rifles. Cada día sentía el dolor de mi pueblo bajo el asedio y sabía que cada paso que tomamos hacia la libertad viene con un precio, pero yo les digo “El costo de la rendición es mucho más grande”. Así que aférrense a la tierra tan firmemente como las raíces se aferran l suelo, pues ningún viento puede desarraigar a un pueblo que ha elegido vivir.


En la batalla del diluvio de Al Aqsa yo no era el líder de un grupo o movimiento, sino la voz de cada Palestino que sueña con la liberación. Yo estaba conducido por mi convicción de que la resistencia no solamente es una opción sino un deber. Yo quería que esta batalla fuera un nuevo capítulo en el libro de la lucha Palestina donde las facciones se unan y todos se alcen en la misma trinchera contra un enemigo que nunca distingue entre un niño y un anciano, o entre una piedra y un árbol. El diluvio de Alqsa (sic) fue una batalla de espíritu más que una batalla de cuerpos, y una (batalla) de voluntad más que una batalla de armas. Lo que dejo atrás noe es un legado personal, sino uno colectivo para cada Palestino que soñó una libertad, por cada madre que cargó a su hijo como un mártir en su hombro, por cada padre que lloró amargamente por su hija que fue asesinada por una traicionera bala.


Mi última voluntad es que ustedes recuerden siempre que la resistencia la resistencia no es en vano, ni es solamente una bala disparada; sino una vida vivida con honor y dignidad. La prisión y el asedio me han enseñado que la batalla es larga y el camino es difícil, pero también aprendí que las personas que se rehúsan a rendirse crean milagros con sus propias manos. No esperen que el mundo sea justo con ustedes, pues yo he vivido y he presenciado como el mundo permanecerá en silencio de cara a nuestro dolor. No esperen por la justicia, sino sean la justicia. Carguen el sueño de Palestina en su corazón y hagan cada herida un arma y cada lágrima una fuente de esperanza.

Este es mi testamento, mi legado, mi voluntad: No bajen sus armas, no desechen piedras (sic), no olviden a sus mártires y no lleguen a transigir de un sueño que es legítimamente suyo.

Estamos aquí para permanecer en nuestra tierra, en nuestros corazones y en el futuro de nuestros hijos.

Les confío a Palestina, la tierra que amé hasta la muerte y el sueño que cargué en mis hombros como una montaña que nunca se dobla.

Si yo caigo, no caigan conmigo, sino carguen la bandera que nunca cae y hagan de mi sangre un puente para la generación que resurge de nuestras cenizas más fuertemente.

No olviden que la patria no es sólo una historia por contar, pero una realidad a ser vivida, y de que por cada mártir nacido de esta tierra mil más guerreros de la resistencia nacen.

Si la inundación regresa y no estoy entre ustedes, sepan que yo fue la primera gota en olas de libertad y que viví para verlos continuar el viaje.

Sean una espina en su garganta, una inundación que no conoce retroceso, y no descansen hasta que el mundo reconozca que somos los legítimos dueños y que no somos solo números en las noticias.

Yahya Sinwar, nació el 29 de octubre de 1962 [murió como mártir el 16 de octubre de 2024]

[Que descanses en paz. Fuerza para la resistencia. Salven a Gaza y liberen a Palestina]