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La teoría sobre la transición al socialismo: deuda pendiente con el Che  (Víctor Manuel Figueroa Albelo)

De ProleWiki, la enciclopedia proletaria

La teoría sobre la transición al socialismo: deuda pendiente con el Che
AutorVíctor Manuel Figueroa Albelo
TipoArtículo
Editora empleadaRevista ISLAS Núm. 157
Año de la presente ediciónjulio-septiembre 2008
Fuentehttps://islas.uclv.edu.cu/index.php/islas/article/view/335


Introducción

La Revolución Cubana forma parte de la historia político-económica y social de América Latina desde hace ya cincuenta años. Cuba simboliza el ejemplo, para muchos el paradigma; para otros el anatema o el demonio; la calumnia, la mentira sistemática o la conspiración del silencio se mezclan, mientras que hay amigos que nos idealizan hasta hacernos irreconocibles. Así nos ven: o puros, puros; o diablos, diablos. Nuestros cantores populares aclaran las cosas cuando dicen: «no vivo en una sociedad perfecta» y piden «que no se le dé ese nombre; porque la hacen mujeres y hombres» o cuando exclaman: «seres que me escuchan»: «estoy aquí [...], haciendo partícula de esta aventura, de esta expedición realista y surrealista, que dirigimos y protagonizamos con él. [se refiere a Fidel], para decir que voto por mi Patria Socialista perfectible».[1]

El proyecto socialista cubano, como en otros pocos países subdesarrollados, responde, según nuestra hipótesis, a un modelo económico particular de desarrollo por la vía socialista, diferente en muchos aspectos a la propuesta de los clásicos. La economía política de la construcción del socialismo o de la transición socialista,[2] que el Che Guevara se propusiera hacer desde nuestro «pequeño país en desarrollo», es hoy, a más de cuarenta años de Revolución, una necesidad impostergable si queremos colocar sobre los carriles de la teoría al proyecto social cubano en su pasado, presente y en su devenir histórico para servirlo, dando las respuestas científicas que lo reflejen en su diversidad, ruptura-continuidad, complejidades, contradicciones y tendencias.[3]

Hay que volver a retomar las raíces o fundamentos de la teoría de la revolución y de la acumulación originaria socialista desde el siglo XIX con todo lo que aportó el siglo XX, si se quiere formular una economía política de la construcción socialista desde la periferia subdesarrollada, y particularmente desde la experiencia de la Revolución Cubana.

Los modelos de transición al socialismo desde la óptica marxista

Sinteticemos lo esencial de los modelos de revolución y de transición al socialismo desde una perspectiva marxista-leninista en la historia conocida.

Las tesis de los clásicos Marx-Engels acerca de la revolución política y económica del marxismo, si bien las circunstancias han evolucionado hasta nuestros días, conservan y en algunos casos refuerzan muchas de sus invariantes fundacionales esenciales. Como se sabe, la revolución proletaria que previeron Marx y Engels debía desatarse en los países hegemónicos de los «pueblos dominantes»,[4] lo que daría inicio a la transición de este último a otro «cabalmente desarrollado como condición sine qua non de la existencia de un sistema capaz de producir los bienes necesarios para la plena satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de la sociedad»,[5] y a la formación de un hombre liberado de la explotación, un hombre emancipado. «Y sólo cuando una gran revolución social se apropie de las conquistas de la época burguesa, el mercado mundial y las modernas fuerzas productivas, sometiéndolos al control común de todos los pueblos, sólo entonces el progreso humano habrá dejado de parecerse a ese horrible ídolo pagano que sólo quería beber el néctar en el cráneo de su sacrificado»;[6] en resumen significaba el fin de la prehistoria humana. El nuevo modo de producción solucionaría el conflicto sempiterno a escala planetaria entre el carácter social creciente de las fuerzas productivas y de la producción frente a la forma privada de apropiación de la riqueza por una minoría que concentraba en sus manos el poder económico, político y cultural. Por su parte, las naciones atrasadas del mundo -los países «semicivilizados»- accederían de modo paulatino, prácticamente por gravitación económica, a la revolución política primero y después a la revolución económica en plazos prolongados  -como afirmara Engels a finales del siglo XIX -, pasando por diversas etapas que no se podían precisar de antemano y de acuerdo con las circunstancias nacionales, contando siempre con el apoyo incondicional de los centros ya revolucionados. ¡Acaso Engels no nos estaba sugiriendo ya la tesis sobre el carácter particular del modelo de desarrollo que supondría el cambio revolucionario en la periferia subdesarrollada!

Definitivamente, para los clásicos del marxismo, el comunismo sería fruto del desarrollo capitalista; no del subdesarrollo; un proceso histórico viable y posible solamente a escala universal. Por esta misma razón rechazaban la idea de un comunismo local.[7] Ellos concibieron la posibilidad real de la victoria de la revolución proletaria desde finales del siglo XIX ; en este plano «La visión de los genios científicos se nublaba ante la perentoria ilusión de los revolucionarios exaltados».[8]

El capitalismo evolucionó más tarde a la fase monopolista del desarrollo y seguidamente al capitalismo monopolista de Estado desde finales del siglo XIX y principios del XX, respectivamente, modificando las condiciones y reglas del cambio revolucionario. La ley del desarrollo económico y político desigual condujo a la formación de una doble cadena de países a escala planetaria formada por un centro superdesarrollado del capitalismo monopolista que incluía a un puñado de naciones a su vez desigualmente desarrolladas (cadena imperialista). A un costado de esta primera cadena, hay otra: la cadena de la periferia formada por un conglomerado de países coloniales, neocoloniales y dependientes (después llamados: subdesarrollados, en desarrollo, pobres, atrasados, del Tercer Mundo y del Sur en estos tiempos que corren). En tales circunstancias, Lenin previó que la revolución política proletaria podría emerger desde alguno o algunos de los países más débiles de la cadena monopolista (imperialista) que obraría a su vez de lanzadera de la revolución mundial. Esta tesis concuerda esencialmente con la de Marx, solo que cambia el punto de arrancada. La revolución bolchevique en Rusia (7 de noviembre de 1917), dirigida por el líder del proletariado, confirmó brillantemente esta alternativa histórica, mas no se produjo posteriormente el esperado cambio revolucionario en la Europa opulenta ni en Norteamérica. Otros serían los actores del cambio: los países de la periferia. A la Rusia Soviética no le quedó otra alternativa que iniciar, bajo la agresión y el bloqueo de las potencias occidentales, la construcción del socialismo en un solo país en una suerte de «fortaleza sitiada» o de retaguardia del proyecto socialista mundial, incluyendo en sus filas a gran parte de las ex colonias del zarismo, muchas de las cuales no habían conocido el capitalismo y algunas eran pueblos nómadas.

¿Cómo calificar el modelo económico que se desarrolló en la URSS en aquellos años? En realidad, no era más que un modelo especial de acumulación originaria socialista para promover el desarrollo desde el capitalismo monopolista atrasado de Rusia hasta alcanzar, bajo el mando del proletariado, las alturas del existente en Europa y Norteamérica. Esta transición ocuparía todo un largo proceso histórico en Rusia, mucho más si se toma a la URSS en su conjunto dado que una dificultad extraordinaria del modelo soviético de desarrollo era que constituía un proceso dual, diferenciado y simultáneo: primero el de Rusia que avanzaría del capitalismo monopolista y monopolista de estado atrasado hacia las fuerzas productivas del capitalismo monopolista de estado más avanzado; y el segundo, el paso (salto) de las ex colonias de la era precapitalista mediante etapas sucesivas de desarrollo por la vía socialista. Tal conjugación de tareas en medio del acoso externo revela la enorme complejidad y los plazos imposibles de determinar a priori de la construcción socialista en el conjunto de aquel país multinacional.[9]

El caso soviético se asemejaba, parafraseando a Marx, a una suerte de «comunismo local». La Nueva Política Económica (NEP) que se instaura una vez concluida la guerra civil y que sustituye al denominado Comunismo de Guerra, contiene los vectores clave del proceso de acumulación originaria socialista, el enfoque estructural-funcional del sistema económico en transición y sus dimensiones correspondientes en la superestructura, específicamente en las esferas de la política, la lucha de clases y la cultura, entre otras.

Que al socialismo, como fase en que comienza la construcción de la fase comunista del desarrollo, se podía llegar solo alcanzando la cota del capitalismo monopolista de Estado no implicaba de suyo una concepción autárquica ni local del comunismo, y menos podría calificarse de un enfoque economicista del socialismo. Si la NEP representó la clave del modelo estratégico de desarrollo, habría que asimilar la idea de que no ha sido suficientemente comprendido por muchos de sus interpretadores de la época[10] y de los años posteriores. Algunos no logran aislar a la NEP de las deformaciones promovidas posteriormente, especialmente por Stalin, que condujeron a una violentación o ruptura precipitada del modelo nepista[11] y que, por otro lado, reprodujo las concepciones del Comunismo de Guerra matizado con determinados postulados y principios de la NEP.[12] Muchos de los aportes teóricos y prácticos de Lenin quedarían sepultados bajo el peso de la declaración política de conclusión del período de transición en la URSS una vez que se cumplieron el primer plan quinquenal de industrialización a marchas forzadas y la colectivización forzosa del campesinado que universalizaron la forma estatal y cooperativa de economía.[13]

El salto prematuro a la construcción directa del comunismo en 1936 entrañó serias deformaciones que alejaron al proyecto del ideal socialista y humanista del marxismo. Tras más de siete décadas aquel estado de cosas desembocaría, con el acompañamiento de otros factores económicos, políticos y sociales internos y externos, en la restauración del capitalismo.[14] Después de la II Guerra Mundial, muchos países de la periferia subdesarrollada europea (excepto Checoslovaquia y RDA) y otros congéneres del Tercer Mundo hicieron sus revoluciones políticas y declararon la vía socialista del desarrollo. Los primeros tras el peso de la ocupación soviética luego de la victoria sobre el fascismo, y los segundos como resultado de la lucha por la liberación nacional. La Unión Soviética les sirvió a todos de retaguardia político-económica y militar hasta finales de los años setentas, a partir de lo cual se debilitó ostensiblemente su internacionalismo.

Ante estos proyectos sociales desde países subdesarrollados surgía inevitablemente una pregunta clave para el marxismo ¿cuál era o debía ser el modelo económico sustentable a seguir? En realidad casi todos reprodujeron más o menos el modelo soviético. Tal vez ello explique a su modo que no se renovara la teoría económica de la transición al socialismo con las nuevas experiencias.

El derrumbe del campo socialista sobrevendría más tarde, lo que se tradujo en un descrédito temporal de la teoría socialista, del marxismo y de los movimientos de izquierda en el mundo que dura casi hasta nuestros días; a su vez reforzó el predominio del modelo neoliberal y la potenciación de la globalización capitalista neoliberal; además de dar pie a la promoción y difusión de «modernísimas» teorías como las del fin de la historia. La globalización de la dictadura militar, económica y cultural, comandada por Norteamérica y los bloques de poder mundial, ha cambiado la fisonomía político-económica del planeta. Hoy se renueva la necesidad de una teoría revolucionaria que refleje y asuma las nuevas realidades del mundo actual y sirva a los luchadores sociales de nuestro tiempo.

El dominio planetario del capital transnacional y de la proletarización, incluso de naciones enteras, son fenómenos que potencian la conflictividad que encierra el desarrollo de las fuerzas productivas mundiales y el modo transnacional de su explotación. Las clases sociales oprimidas del Norte y del Sur tienden a parecerse. Los esclavos son iguales con independencia de que unos vivan materialmente mejor que los otros. El terreno histórico plantea su solución en el mismo plano universal en que se desenvuelven los contrarios. Nunca ha sido tan evidente como lo es hoy la tesis de Marx sobre la necesidad de la universalización del tránsito al comunismo. La victoria de nuevas revoluciones aisladas de carácter socialista, incluso de experimentos progresistas, en los países de la periferia y también en algunos más industrializados de la cadena capitalista mundial, resulta cada vez más difícil de pronosticar por la capacidad ofensiva y las embestidas del capitalismo monopolista de Estado transnacionalizado y de la dictadura político-militar unipolar. Y los que siguen la construcción socialista enfrentan dificultades increíbles por el acoso múltiple y variado de la burguesía monopolista transnacional y de los bloques de poder mundial, sin contar con retaguardias solidarias de apoyo, y obligados de un modo u otro a entrar de modo nuevo en las interdependencias mundiales dominadas por el capital transnacional.

En estos tiempos las preguntas sobre la transición[15] al socialismo no cesan, sino que se multiplican. Marx revive luego de la primera oleada de euforia que cundió en los medios burgueses con la hecatombe socialista, pues obviamente la globalización no ha hecho más que exacerbar las contradicciones inherentes al capitalismo: la polarización riqueza-pobreza elevada a dimensiones alucinantes y los nuevos fenómenos críticos en el campo de las finanzas, la ecología, la cultura y en otros son cada vez menos soportables al género humano. La proletarización y explotación del hombre y las naciones se mundializan a cuenta de un grupo cada vez más reducido de monstruosas transnacionales. Ninguna nación del Tercer Mundo, ni las del primero escapan a esta lógica despiadada. La emancipación del hombre corre pareja a la de las naciones. La dinámica de los acontecimientos presagia un proceso creciente de unidad entre los explotados del Norte y del Sur. Algún día terminarán por identificarse. Los sucesos de Seattle, Praga, Génova, Dovos, New York, Monterrey, Porto Alegre y otros tantos parecen confirmar esta tesis.

«Que la humanidad no tiene otra alternativa que cambiar de rumbo, es algo que no puede dudarse. ¿Cómo cambiará? ¿Qué formas de vida política, económica y social adoptará?».[16] Esas son grandes interrogantes contemporáneas de la teoría y de la praxis revolucionaria. También hay otras no menos inquietantes: ¿Cómo evolucionará la sociedad planetaria hacia una situación revolucionaria? ¿Cuáles serán las fuerzas motrices del cambio? ¿Mediante qué métodos y vías se llevará a cabo la futura revolución? ¿Esta se desatará desde el Sur o desde el Norte, o en ambas zonas a la vez? ¿Cómo se configurará la transición a una nueva civilización solidaria y qué formas adoptará en el plano económico? Para responder a estas interrogantes es preciso retomar a Marx con todo lo que la cultura del siglo XX ha aportado; hay que poner en claro la lógica del capitalismo contemporáneo y las fuerzas motrices capaces de promover el cambio social. La gran teoría de la transición de la «economía mundo» está por hacerse, y urge desarrollarla con el aporte de muchos pueblos.[17] La visión universal del cambio revolucionario se erige en una necesidad y promueve a un primer plano la lucha de ideas, la concientización creciente de las masas en los ideales de solidaridad, de lucha contra el capitalismo neoliberal y la organización de las fuerzas promotoras de la revolución a escala regional y mundial.

Concepciones del Che sobre la transición al socialismo

Volvamos ahora la vista a la teoría económica de la transición al socialismo, retomando el espíritu de la crítica del Che.

La teoría económica del período de transición al socialismo quedó subsumida en la llamada «economía política del socialismo», o en forma de simple apéndice de aquella que fuera encargada por Stalin en sus últimos años de vida y apareciera en forma de manual.[18] El acceso de países subdesarrollados, pequeños y periféricos a la órbita de la construcción del socialismo debió impulsar el desarrollo de la teoría de la transición, sin embargo poco se avanzó en esta dirección. Las tesis acerca de la asimilación-integración de estos países a la «economía socialista desarrollada» y las concepciones y prácticas acerca de la posibilidad y viabilidad de implantar universalmente los axiomas del «socialismo real» directamente, a contrapelo de la ley universal de la socialización «correspondencia entre los niveles y formas de socialización y el carácter de las fuerzas productivas locales» dejó poco o ningún lugar a una reflexión renovadora de la economía política. Las transiciones periféricas violentaron de un modo u otro, una que otra tarea y etapa, en distintos momentos y según las experiencias nacionales. En fin, la falta de desarrollo de la economía política de la transición al socialismo no permitió establecer las diferencias objetivas de los modelos de construcción económica en correspondencia con los niveles de desarrollo y particularidades de cada país; al mismo tiempo impidió esclarecer las bases teórico-críticas que diera una oportuna y revolucionaria respuesta al llamado «socialismo real». La economía política fue obligada a suicidarse como «concreto pensado».[19]

El Che fue de los pocos que en el mundo enfrentó la apologética de la economía política del socialismo.[20] «El escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista explica por qué la economía política no se ha desarrollado», hay que dedicarse a investigar todas estas características primordiales del mismo (se refiere al período de transición), antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance».[21] En 1965 redactó las bases de un texto de economía política, partiendo de la crítica sistemática al manual de Economía Política de la Academia de Ciencias Soviética. Confiesa que «Al comenzar su estudio crítico [...], [se refiere al mencionado manual], encontramos tal cantidad de conceptos reñidos con nuestra manera de pensar que decidimos comenzar esta empresa - el libro que expresara nuestros puntos de vista- con el mayor rigor científico posible y con la máxima honestidad». Y por otro lado, subraya nuevamente que estas transiciones son un fenómeno «especial»,[22] diferente del modelo clásico, asimilando la experiencia cubana y seguramente la tesis engelsiana de las fases y etapas sociales y económicas que deberían pasar estos países atrasados antes de llegar propiamente a la organización socialista.[23] Esta visión del Che explica el carácter particularmente extraordinario del modelo de desarrollo de la transición socialista en la periferia.[24]

En los tiempos que corren la economía política de la transición al socialismo tiene un solo entramado cualitativo: el de las transiciones en la periferia subdesarrollada. Unos pocos países continúan bregando con proyectos socialistas por lo cual asumen una gran responsabilidad práctica y teórica. Por paradójico que parezca, estos países constituyen las reservas, los islotes del socialismo mundial venidero. También son, mientras tanto, vitrinas emblemáticas de lo que se puede hacer, sin que sea igual, en el mundo subdesarrollado para avanzar en el desarrollo económico y social con justicia y equidad, porque a no dudarlo han fracasado los modelos neoliberales en estos últimos veinte años, como ayer los modelos de desarrollo hacia adentro en América Latina. ¿Qué queda entonces?

Hay quienes consideran, como Samir Amín, que las transiciones del capitalismo a un mundo nuevo deberán combinar la «trasgresión»[25] (un acercamiento a métodos e instrumentos del capitalismo) y el «desarrollo» (creación al mismo tiempo de una nueva civilización solidaria).[26] Obviamente, el destino de la transición al socialismo dependerá, entre otras cosas, del dominio y eficiencia del «tipo socioeconómico socialista de producción».[27] Tal vez en un futuro estas naciones puedan escapar parcialmente a muchas de las transgresiones samiristas y reducir las inevitables sangrías de conciencia que le son inherentes, pero para ello se requerirá que el «sistema mundo» se revolucione en las coordenadas del pronóstico de Marx. Mientras tanto, la nueva sociedad solidaria debe apropiarse con la debida aceleración de los progresos de la era capitalista, de sus tecnologías y muchos de sus instrumentos económicos en medio de una lucha ideológica tenaz de larguísimo plazo por la formación del hombre nuevo. Fidel ha reflexionado sobre esta tesis en múltiples ocasiones, porque de lo que se trata es que habrá que desarrollar la pureza en medio de las impurezas inevitables del período especial.

Una civilización socializada supone la equidad y la justicia social, la autogestión participativa en todas las esferas, la intervención de todos en la vida económica y social; una democracia participativa integral y efectiva donde encuentre su realización más plena el hombre emancipado, solidario e internacionalista. Esta realización pasa por la reafirmación del hombre en su carácter de productor-propietario real de los medios de producción socializados y de la riqueza social. He aquí la base y esencia del nuevo modo de vida capaz de consolidar progresivamente el proceso de desenajenación del hombre, o dicho de otro modo la formación del hombre nuevo, aun en las difíciles condiciones de la construcción socialista en la periferia subdesarrollada, donde conviven con una mayor o menor amplitud, estructuras económico-sociales heterogéneas, relaciones monetario-mercantiles, incluso formas capitalistas de producción remanentes.

El proceso de ajustes y reformas en China, Viet Nam, y en Cuba a partir de los noventas, dio a luz a un tipo original de economía heterogénea o mixta[28] de transición al socialismo, encabezada por las relaciones de propiedad y de producción socialistas. El curso práctico de estos cambios no fue precedido, ni seguido, de una sistematización teórica equivalente a su dimensión histórica y valores universales. Lamentablemente, seguimos, parafraseando a Heinz Dieterich, en un «socialismo experimental», carente de un «socialismo teórico», de su «matemática y lógica pura» para el siglo XXI.

La academia cubana cultivó durante largo tiempo la enseñanza de la doctrina económica de factura soviética.[29] Salvo las críticas del Che y Fidel al economicismo y a la apologética de aquella, todos o casi todos quedamos embelesados por aquellas «verdades».[30] En nuestra historia se atesoran experiencias repetibles de los años sesentas, de polemización creadora y desprejuiciada sobre los caminos y los medios para organizar y desarrollar la economía socialista.[31]

La economía política manualizada del socialismo con sus dogmas hizo pensar a algunos que Cuba había rebasado la etapa de la transición del capitalismo al socialismo,[32] muy a pesar de la dura realidad de que seguíamos siendo un país pobre, subdesarrollado, aun cuando exhibíamos resultados positivos a favor del desarrollo económico y social, especialmente en esta última esfera con niveles semejantes en algunos casos al de los países industriales. La teoría en los años setentas y ochentas se dedicó por entero al mecanismo económico importado de la URSS y a su instrumentación. En los ochentas nos sorprendió la recesión de 1986-1987. Tuvimos conciencia de que el mecanismo económico había agotado sus posibilidades, de sus perversidades, pero carecíamos de un sistema científico-metodológico capaz de apoyar las fórmulas de recambio.

La economía política de la transición socialista desde la experiencia cubana es una obra inconclusa. Los primeros intentos teóricos provienen, como ya se ha enfatizado, del Comandante Ernesto Guevara con sus trabajos acerca del sistema presupuestario de financiamiento, cuya esencia verdadera consistía en el diseño de una nueva concepción de la construcción socialista frente a la experiencia del modelo eurosoviético. El debate se entabló inmediatamente entre la tesis guevariana y la de los partidarios del modelo eurosoviético. En 1965 diseñó un esquema de libro de economía política con un prólogo, la estructura del texto y un conjunto de tesis críticas sobre el contenido del manual de economía política soviético. Esta obra quedó inconclusa: el Che entregó su vida luchando por la liberación de América Latina. Antes y después de la partida de Cuba del guerrillero heroico, estaría presente, con una indudable resonancia interna, la economía política soviética manualizada que se enseñó durante largo tiempo en la escuela superior cubana.

No es hasta 1989-1990, en pleno vórtice de la crisis y derrumbe de Europa del Este, «en el ápice de la perestroika: preámbulo del colapso también de la URSS», y todavía bajo su influencia innegable, que un colectivo de académicos cubanos preparó el texto Lecciones de la Economía Política de Construcción del Socialismo» (para carreras económicas y no económicas), que se editó 1991, con destino a la enseñanza superior en sustitución de los manuales soviéticos. El mismo título del texto estaba sugiriendo explícitamente el gran objetivo, ciertamente no alcanzado, de construir una economía política específica de la transición al socialismo desde la periferia.[33]

Los años noventas confirmaron la tesis marxista de que nada impulsa más a la ciencia que las necesidades de la práctica. En estos años se produjo un serio y multilateral cambio positivo en las ciencias sociales, particularmente en el pensamiento económico. El país cuenta con capacidad suficiente y pensamiento propio para enfrentar estos y otros retos de la práctica y la teoría. Algo semejante al debate de los sesentas, aunque limitado y sesgado, viene ocurriendo desde los años noventas. Quien revise con detenimiento la producción teórica cubana desde 1989-90 hasta la fecha, publicada o no, podrá apreciar en todas ellas una carga de urgencia y de creación sincera, una visión crítica y comprometida, audaz y revolucionaria sin que nadie reclame la verdad suprema sino su entrega en apoyo al proyecto social.

El parto en la esfera de la teoría económica e histórica invariablemente ha sido difícil y complejo, porque siempre es el resultado de muchas aproximaciones críticas, sucesivas y múltiples en un diálogo permanente y desprejuiciado. El pensamiento económico cubano está obligado a desarrollar el marxismo de nuestro tiempo. Esto es vital para contrarrestar el pragmatismo derivado de la introducción y uso de las nuevas tecnologías de organización, dirección y económicas, tomadas obligatoriamente de Occidente. Las tecnologías productivas y organizacionales por sí mismas carecen per se de ideología; los socialistas siempre lo proclamaron desde Lenin, hasta el Che y Fidel. También es una verdad de Perogrullo: la necesidad de elevar la eficiencia, la calidad y la competitividad hasta el punto de aceptar que «lo que no sea eficiente no es socialista». Pero inmediatamente hay que estar de acuerdo en que las técnicas económicas no son inocentes: hay que enfrentar sus fuentes gnoseológicas e ideológicas pues su copia acrítica resulta sumamente peligrosa para el proyecto social. Si la crítica global al capitalismo se nos antoja indispensable para el desarrollo de la ciencia económica y la educación ideológica del pueblo, sería una obra incompleta si faltase una teoría de la construcción socialista, desde acá, renovadora y, por lo mismo, crítica.

Cierto es que la economía cubana ha sido poco estudiada desde la perspectiva de la economía política, salvo raros intentos. Los latinoamericanos y amigos de otras partes del mundo, como ya se dijo, sienten la ausencia de una interpretación de la economía cubana y de sus bases en la teoría económica; esta insuficiencia cobra un enorme significado luego de casi cuarenta y cinco años de construcción del proyecto social. Vale la pena asumir de nuevo lo que, según el Guerrillero Heroico, «constituye un intento de retomar la buena senda [...], nos cabe el orgullo de haberlo intentado desde este pequeño país en desarrollo».[34] En igual sentido de urgencia se ha pronunciado Fidel en época reciente. Ha llegado el momento de superar la balcanización existente de los textos del Che; y socializarlos en toda su dimensión y amplitud.

El problema metodológico es clave para darle solución a esta tarea. La economía política desde el Sur, más propiamente del proyecto cubano, asume la tesis engelsiana: «La economía política, en el sentido amplio de esta palabra, es la ciencia de las leyes que rigen la producción y el intercambio de los medios materiales de vida en la sociedad humana», y por consiguiente, «no puede ser la misma para todos los países ni para todas las épocas históricas [...]»,[35] o en términos guevarianos: «Hasta ahora no había iniciado la aventura socialista ningún pequeño país aislado, sin posibilidad de grandes mercados ni de un rápido aprovechamiento de la división internacional del trabajo, pero, al mismo tiempo, con un estándar de vida relativamente elevado [...]; pero lo más importante son nuestras razones, razones que identificamos con las de los países de escaso desarrollo, en su conjunto, motivo por el cual pretendemos darle valor de cierta universalidad a nuestros planteamientos».[36]

La economía política de la transición al socialismo en la periferia enfrenta innumerables retos teórico-metodológicos para poder explicar las relaciones estructurales y funcionales del sistema complejo de relaciones de propiedad y de producción e intercambio más o menos heterogéneo en que tiene cabida este modelo particular de desarrollo sin que las relaciones socialistas de producción e intercambio hayan madurado completamente. Resulta indispensable su representación abstracto-sistémica en un cuerpo teórico coherente, científicamente fundamentado, capaz de explicar las formas sociales de apropiación de las fuerzas productivas subdesarrolladas en su íntima interacción con el sistema de relaciones heterogéneo de producción e intercambio en el que asume la función rectora el tipo socialista de economía. Finalmente, hay que poner en claro las tendencias o leyes económicas correspondientes que actúan en este entramado mediadas por la intencionalidad social o síntesis consciente de las determinaciones sociales. Tampoco puede olvidarse la dialéctica base-superestructura en esta formación económico-social particular[37] y sus relaciones con las fuerzas productivas internas en su articulación con las mundializadas. La superestructura si bien formaliza y recrea las relaciones económicas, sociales y espirituales, constituye un factor activo que puede hacer avanzar, pero también frenar y hasta distorsionar el curso socialista y el proceso de formación del hombre nuevo.

En problemas de la economía política cabe aceptar el principio ético-científico guevariano: «Nuestra fuerza de corazón ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no esquivando su interrogación formidable.» Y otro con el cual no cabe menos que comulgar: «Nos hemos hecho el firme propósito de no ocultar una sola opinión por motivos tácticos, pero al mismo tiempo, sacar conclusiones que por su rigor lógico y altura de miras ayuden a resolver problemas y no contribuyan solo a plantear interrogantes sin solución».[38] No puede ser más exacta y exigente esta visión prologar del Che para su proyectado libro de Economía Política, pues es el único camino que nos aleja del pantano de la apología estéril y nos mantiene por el único rumbo sostenible: defender el proyecto social cubano con el corazón y con la razón científica.

  1. Canción de Pablo Milanés y Palabras de Silvio Rodríguez en el Parlamento Cubano, Granma, 26 de junio de 2002.
  2. A pesar de quienes consideran que son conceptos de contenido diferente.
  3. Véase de Víctor Figueroa: «Ensayos de Economía Política de la Transición Extraordinaria al Socialismo en la Experiencia de Cuba», UCLV, abril/2003.
  4. «El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción "coincidente" o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado.». C. Marx: La ideología alemana, pp. 35-36, Ed. Política, La Habana, 1979.
  5. Fidel Castro Ruz: Discurso en el «Encuentro sobre Globalización y Problemas del Desarrollo», en Tabloide Especial No 1, p. 3, La Habana, 14 de febrero de 2003.
  6. C. Marx, «Futuros resultados de la dominación británica en la India», Obras Escogidas, en tres tomos, t. I, Editora Política, pp. 367, La Habana, 1963, (Publicado en el periódico New York Daily Tribune, 22/7/1853).
  7. Ver a Marx y Engels en La Ideología Alemana, Ed. Ciencias Sociales, p. 35, La Habana, 1973.
  8. Ver Prólogo del Che al libro de economía política de O. Borrego: Che: camino del fuego, Ed. Imagen Contemporánea, La Habana, 2001.
  9. Es indispensable tomar en cuenta estas circunstancias porque a veces se califica a la URSS de los inicios de la transición como subdesarrollada genéricamente, olvidándose la dimensión histórica de la economía y de las fuerzas productivas, su relatividad espacio-temporal, así como la propia relatividad de los conceptos que sirven para describir la realidad. Cierto es que el concepto de subdesarrollo es lícito para calificar a una parte de aquel país, precisamente a las ex colonias zaristas.
  10. No hay espacio para describir aquí la aguda polémica ni sus actores en los años veintes en que intervino la flor y nata del Partido Bolchevique en torno a la construcción socialista en la URSS.
  11. Ver el libro El derrumbe del modelo eurosoviético: una visión desde Cuba, Editorial Félix Varela, La Habana, 1994.
  12. Ver por ejemplo el trabajo de Dolores Vilá Blanco: «Las reformas y su lugar en la transición al socialismo», en Colectivo de autores: Teoría Socio-política, Selección de temas, tomo I, Editorial Félix Varela, La Habana, 2000.
  13. Hay una amplia literatura sobre el tema de la conclusión del período de tránsito y los indicadores para su determinación. En Cuba, a fines de los ochentas, se promovió una interesante polémica sobre el particular cuyos resultados principales aparecieron en varios números de la revista Cuba Socialista de 1989.
  14. Ver: El derrumbe del modelo eurosoviético: una visión desde Cuba, Ed. Félix Varela, La Habana,1994, 1996.
  15. Por cierto, hay quienes se han dejado llevar por la virulencia con que Occidente habla de la transición para calificar el paso al capitalismo de los países ex socialistas. Se han atemorizado a tal punto que niegan su empleo como concepto en su acepción y sentido socialistas.
  16. F. Castro Ruz: Discurso, ob. cit., p. 4.
  17. Lo que Samir Amín definió en su momento como «tercer excluido» frente al Este y al Oeste, Ediciones CARIBE SOY, No. 3, La Habana, 1999.
  18. «En sus últimos años, Stalin temió los resultados de esa carencia teórica y ordenó la redacción de un manual que fuera asequible a las masas y tratara los temas de la economía política hasta nuestros días». Che Guevara en el prólogo al libro de Economía Política, ob. cit.
  19. El Dr. Heinz Dieterich: «Tenemos, entonces, el socialismo experimental, pero no el socialismo teórico ni su "matemática" y lógica pura. En consecuencia, carecemos de una teoría socialista para el siglo XXI, que pueda guiar nuestras luchas hacia el triunfo». Ponencia ante el II Encuentro Internacional de Economistas en La Habana, enero de 2000, periódico Trabajadores de 7-2-2000.
  20. Como se sabe otros hicieron sus críticas desde Europa del Este y del Oeste y otras latitudes.
  21. Ernesto Che Guevara: Escritos y Discursos, t. 8, p. 24, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977.
  22. Ver Orlando Borrego: Che: El camino del fuego, ob. cit.
  23. F. Engels: Carta a K. Kautsky del 12 de sept. de 1882, en Marx-Engels: Obras escogidas, t. III, p. 507, Ed. Progreso, Moscú, 1980.
  24. «Creemos importante la tarea porque la investigación marxista en el campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros. Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas pero cuyos resultados finales son incalculables». Prólogo del Che Guevara, ob. cit.
  25. También le llama «emerger».
  26. Ver Samir Amín: Capitalismo y Sistema Mundo, ob. cit.
  27. Lenin identificaba por este concepto a los modos de producción que coexisten en los marcos de las economías en transición al socialismo.
  28. Los representantes de la síntesis neoclásica y la socialdemocracia utilizan este término para edulcorar al capitalismo desarrollado. En la transición socialista este concepto es de signo y contenido esencialmente diferente. Lenin la denominó economía heterogénea de múltiples tipos socioeconómicos o multitipo.
  29. Ver «La enseñanza de la economía política en la Escuela Superior Cubana: una reflexión necesaria» donde se examina críticamente el manualismo y la manualización de las ciencias económicas y se proclama la necesidad de revolucionar el pensamiento económico cubano. V. Figueroa: Folleto, Ed. UCLV, 1987.
  30. Habría que guardar las distancias debidas entre los planteamientos del Che y los que aparecieron posteriormente en la revista Pensamiento Crítico y en otros trabajos publicados.
  31. Una síntesis brillante de aquellas polémicas aparece en el libro Sistema de Dirección y Planificación de la Economía de A. Vilariño y S. Doménech.
  32. Para una constatación de lo dicho, ver los trabajos aparecidos sobre este tema en la revista Cuba socialista Nos. 35, 40 y 43 a raíz del debate abierto en torno a la problemática de la transición socialista en Cuba y los criterios sobre su conclusión o no.
  33. Estos textos fueron editados desde 1991 y luego aparecen reeditados varios veces, especialmente el destinado a la enseñanza de carreras no económicas. A la altura del momento actual la práctica los ha rebasado; hace falta una nueva y superior síntesis teórica.
  34. Ver Che: el camino del fuego., ob. cit., p. 383.
  35. F. Engels: Antidûhring, p. 179, Ed. C. Sociales, La Habana, 1978.
  36. Ver prólogo del Che al libro citado: Che: el camino del fuego, ob. cit.
  37. El derecho no puede colocarse más allá de los límites que le imponen las relaciones económicas, so pena de convertirse en una retranca o una intervención perturbadora. Igual sucede con las demás formas de la superestructura.
  38. Ver Prólogo, ob. cit.