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En la Mesa Redonda sobre el asalto al cuartel Moncada  (Fidel Castro)

De ProleWiki, la enciclopedia proletaria

En la Mesa Redonda sobre el asalto al cuartel Moncada
AutorFidel Castro
Escrito en24 de julio del 2000
Fuentehttp://www.fidelcastro.cu/es/articulos/fidel-rememorando-el-asalto-al-cuartel-moncada-hace-20-anos-en-la-mesa-redonda
Audiolibrohttps://www.youtube.com/watch?v=JPmehQjryug


El problema es que yo, estaba oyendo la Mesa Redonda como todos los demás por la Televisión, pero yo no sabía que ustedes iban a abordar estos temas y de repente veo que tú hacías una pregunta; uno hace una interpretación, otra hace otra, y entonces yo me quede pensando, caramba si yo estoy aquí todavía yo puedo decir, yo puedo decir alguna de las cosas que pasó o algunas de las ideas, algunas concepciones. Por eso vine rápido, por el radio venia oyendo el programa, solo un pedacito aquí no oí cuando tuve que tomar el elevador para llegar acá. Sentí deseos de haber estado aquí desde el principio, pero yo no sabía que ustedes iban a tomar estos temas y estos detalles.

Me decidí a venir, me senté allí y después cuando ustedes hicieron un alto vine para acá. De lo que oí, me parece que faltan algunos elementos.

Pedro sabe más detalles que yo de la Sierra Maestra y también ha estudiado todo esto, sabe los nombres y eso. La concepción estratégica ustedes la plantearon aquí, ese es un punto que yo vaya, pienso que conozco bien.

Hay algo que no se ha dicho por ejemplo que todos nosotros íbamos vestido de militares, alguien lo dijo? (…) esa es la parte que no oí yo. Porque la concepción está muy asociada, a la idea que nosotros tenemos de usar el factor sorpresa total.

Fue verdaderamente difícil, sumamente difícil que hiciéramos lo que hicimos, sin que hubiese ocurrido un solo fallo; es decir, desde que organizamos el Movimiento, desde que adquirimos las armas, desde que las trasladamos, en 24 horas trasladamos el grueso de las armas y Melba y Haydee fueron las principales responsables. Porque aquello era en maletas que se trasladaban las armas, iban por tren fundamentalmente. Allá con Renato lo coordinaban, todo, pero hubo un momento, unas maletas que estaban tan pesadas por ahí es que esta la anécdota o la historia de que unos soldados en la terminal de Santiago de Cuba ayudaron a Yeye y a Melba a cargar una maleta que pesaba mucho, tu sabias eso? Pero como dice Pedro no hay tiempo para contar cosas, ese detalle es muy importante para nosotros, íbamos a darle una sorpresa total y se hizo todo se puede decir, durante meses para la sorpresa total.

Estaban preguntando cómo es la concepción: cuando se produce el Golpe de Estado, nosotros pensábamos que todo el mundo se iba a unir, para luchar contra Batista, parecía lógico, parecía elemental y entonces nosotros empezamos a prepararnos. Yo tenía unos cuantos amigos y empecé a trabajar con ellos dentro de la juventud ortodoxa, que yo conocía bastante gente. Empiezo a organizar digamos, grupos de combate, células de combate pensando que un día habría una unidad. La idea era participar con los demás en el derrocamiento de Batista, más que desde el primer día, ya habíamos tenido un plan, empezamos a organizar y a organizar y a organizar. Y con el transcurso del tiempo, que pasaban los meses de un trabajo intenso, habíamos organizado y entrenado mil doscientos hombres.

Yo me reunía en la oficina de Prado 109 porque allí entraba y salía todo el mundo -la policía temía a Batista y compañía-, Aureliano también; porque ellos tenían relaciones. Prío tenía dinero para armas, relaciones con algunos jefes militares y ellos empezaron a organizar suministros. De mí no querían ni saber por las denuncias que yo había hecho en el periódico Alerta, las semanas anteriores al golpe, incluso me querían acusar o trataron de acusarme como responsable del Golpe; y después que murió Chibas, que se suicida en un momento de depresión, porque le había hecho unas denuncias sobre unas fincas en Guatemala a un dirigente político, ese día entra Aureliano, un hombre hábil en la polémica y le exigió que lo probara y bueno indiscutiblemente que Chibás no tenía las pruebas. El recibía esa información, alguien le dio esa información y en su hora radial de las 8 de la noche, los acusó, lo acusó y pruébalo, pruébalo. El no pudo aportar las pruebas, en consecuencia lo ridiculizaban, ya salía en las caricaturas y cuando uno tiene un momento de depresión y en su hora de Radio terminando el programa, se da un disparo, queda muy grave, muere algunas semanas después.

Más adelante digo caramba, hay que ir a Guatemala y me dedique a buscar todas las fincas. Ya yo estaba graduado, en los registros de propiedad y en las notarías me puse a buscar todas las pruebas de todas las fincas y todos los negocios que esta gente habían hecho; pero con todos los datos no era una manera de rebatirlo. Por ahí andan, creo que los periodistas se lo repartieron una vez y el día del golpe que, la madrugada del domingo para el lunes, salía el cuarto artículo en que tenía todos los datos de cómo Prío y Paco Prío y toda aquella gente habían comprado las tierras que están, donde hoy está la Plaza de la Revolución. Por ahí está el barrio de La Pelusa; miles de gente me fueron a buscar un día para que yo los defendiera y yo los defendía. Llegué al Ministerio de Obras Públicas en el momento en que iban a firmar ya, le iban a dar como $50 pesos; nadie firmó y empezó una lucha.

Eso se interrumpe con el Golpe del 10 de marzo; ese día salían todas la tierras que habían comprado donde está el Palacio de la Revolución y todo aquello, por lo que lo habían comprado, desalojando gente y lo que valían aquellos terrenos. eran decenas de millones de pesos no si yo no lo denunciaba, ellos entonces trataban de culparme de que yo había socavado la autoridad del lugar, no querían ni oír hablar de mí, por eso no hay tiempo, la historia es larga de aquel periodo.

Mientras tanto nosotros preparando gente para una posible unión de todas las fuerzas y participar. Nadie más se dedicó en el seno del Partido Ortodoxo a organizar la gente, pero si hay algo que te puedo decir es lo siguiente, yo tenía un carro, era un Chevrolet que lo había comprado a plazo y bueno a cada rato lo ocupaban porque estaba retrasado en el pago, pero bien yo recorrí 50 mil kilómetro en ese carro y se fundió como 3 días antes de salir para Santiago en el Moncada.

El trabajo fue en detalle, intenso; escogimos los ciento sesenta hombres entre las células que más conocíamos entrenamos, nos asociamos a los club de tiros, hacíamos practica del tiro con aquellas escopetas de platillos. Aquellas escopetas tenían balines, 9 balines, terrible para la lucha de cerca, mejor que una ametralladora, no estaban recortadas y las compramos todos en las armerías. Preparamos gente para que compraran armas, otros que se presentaba como un burgués allí en los campos de tiros, otros lugares que ensayábamos con fusil ya eran lugares que escogíamos con los compañeros del movimiento, muchas actividades pero casi toda la atención del gobierno se consagraba en los auténticos.

Los que entraban y salían tenían muchas armas y tenían los recursos, tenían los fondos y nosotros pudimos trabajar normalmente en plena legalidad y organizar eso. Logramos la sorpresa total, ese era el plan. A mi juicio era perfecto; a mi juicio, si hoy tuviéramos que hacer eso otra vez, harían exactamente el mismo plan, el factor, tú lo mencionaste, el de la posta Cosaca fue elemento fatal y esa posta tú dices por el perímetro, no esa posta se movía desde la calle esa donde se dobla, Cuál es? (Garzón) de Garzón para doblar. Era Carnavales, de esa posta no teníamos noticia y habíamos observado bien todo, déjame decirte que coincidió con el Carnaval, coincidió o de cierta forma lo hicimos coincidir la fecha que escogimos en que viajaba mucha gente para allá, nada tenía de extraño como hicimos el viaje, esa sería otra larga historia, es la fecha, pero creo que el Carnaval fue el origen de la posta Cosaca con la cual no contábamos.

Tú explicaste, te escuché, lo que paso con el grupo aquello, eso no eran diez combatientes de nuestro movimiento realmente fueron unos invitados porque.. no quiero mencionar de donde vienen, la Universidad tenía muy buenos y excelentes combatientes, tenía a José Antonio y esos muchos más que se batían con la policía y con todo el mundo y con un valor extraordinario, pero había algunos, bueno que eran al parecer muy valientes siempre estaban hablando y eso, ese grupo que llevamos, ese grupo, fue el que se arrepintió. No eran realmente la gente reclutada y entrenada por nosotros, eran cierto compromiso que existía ya que nosotros entrenamos la gente toda en el Salón de los Mártires, los mil doscientos y los entrenó Pedro Miret que fue la primera captación que hicimos, muy valiosa porque el que estaba encargado con un fusil Sprinfield, un M1 y una ametralladora Thompson.

Por ahí paso, pasaron los mil doscientos, entrenamiento en seco, lo captamos porque era un estudiante entusiasta, se entusiasmó, creyó que la gente más disciplinada, la que iba allí, había más de 30 grupos. ¿Cuándo nosotros decidimos hacer ya por nuestra cuenta un plan? Cuando llegamos a la conclusión de que nadie haría nada. El último caso fue el de Bárcena, que tenía algunas conexiones en Columbia y entonces me habló para traer. Yo le digo “usted tiene conexiones, usted cree que se puede súper franquear aquello, franquear la entrada”, dice, “si amigo” y entonces le sugiero lo siguiente, no hable de esto absolutamente con nadie porque nosotros tenemos todos los hombres, para hacer esa operación, entonces a los 3 días había hablado como 30 o 40 grupos esa es la verdad, yo no sé si tendrá familiares no trato de decir nada para restarle pero era su método, hablo con todos los grupos y había gente que pertenecía a 3 o 4 grupos diferentes, había gente que estaba en varios grupos.

La gente nuestra estaba bien organizada. Un elemento fundamental los jefes no los conocía nadie. Tuvimos problemas con algunos conocidos, delataron, se debilitaron, tuvimos que aprender a conspirar, tuvimos un mimeógrafo, lo perdimos, porque tenía un periodiquito, tratamos de hacer una estación de Radio y la perdimos, nos traicionaron, entonces hubo que adoptar medidas anti traición, compartimentación total. Y el plan del Moncada lo conocíamos solo 3 personas, teníamos un grupo de 10, pero tenían un ejecutivo, tenían un ejecutivo de 3 y realmente ellos me otorgaron toda la confianza de modo que yo podía actuar. Yo conversé con cada grupo, con los mil doscientos y los conocía más o menos cuando hicimos la selección.

Cuando el Desfile de las Antorchas enviamos, ¿fueron trescientos los que enviamos? Sí, parecía que había una multitud, 300 con antorchas; aquello fue una especie de, no de demostración de fuerza, queríamos, tomar los carros, de esos de bomberos que aplastaban la multitud.

Dimos clase de comando, conseguimos un tipo que le enseñó comando a la gente, tiraba bien, aquellas armas eran las armas suficientes, no recuerdo el número exacto de escopeta calibre 12 con balines, pero eran más que suficiente, si la gente no sigue detrás, con lo que iba detrás de mí tomamos el Cuartel y la cosa era bien sencilla, tú tienes el mapa ahí. Mira 3 puntos, el Hospital porque quedaba al fondo, la Audiencia porque era un lugar elevado y nosotros teníamos que tomar el puesto de mando era la misión mía, tomar el puesto de mando, pero vestido de sargento llegando de sorpresa, los demás tomaban la barracas donde estaban durmiendo los soldados, tenían que empujarlos hacia el patio para que quedaran prisioneros entre el Hospital, el fondo del Hospital donde estaría Abel con 20 hombres.

El grupo de Raúl estaba en el Palacio de Justicia, el grupo mío, yo llevaba alrededor de 90 hombres, lo que tenía que haber entrado, pero con 60 se tomaba aquello el problema era la sorpresa, la confusión fue general, nosotros todos éramos Sargentos, porque inicialmente le íbamos a crear una colosal confusión, haciéndole creer a todas las demás unidades que había sido un movimiento de Sargentos. Nosotros pensábamos hacer prisioneros a unos cuantos de allí y utilizar los nombres de ellos para que mandaran mensajes en 2 direcciones.

Como dices tú, no reclutamos a nadie de Santiago para guardar el secreto. Nosotros habíamos tomado la decisión cuando Bárcenas como dije, ya se enteró toda La Habana y ese día mucho antes de que cayeran presos le digo yo a los compañeros no queda más remedio, de tomar la decisión nosotros de iniciar la guerra contra Batista, con cuántos hombres mil doscientos. Buscamos con millones de trabajo las armas y pudimos hacer lo que hicimos.

Yo era el único profesional, porque Abel y Montané me sostenían, yo tenía un sueldo que se yo de $300.00 no sé cuánto, relativamente alto, me pagaban los gastos. Yo fui el primer profesional revolucionario; uno, ellos pagaban la gasolina, sacaban el carro, me daban el dinero para pagar el alquiler y la comida y por eso yo me dediqué a tiempo completo al trabajo, esa es la historia.

Y entonces cuando decidimos actuar ya, puesto que no había unidad, puesto que no había acuerdo para actuar juntos, entonces ya ahí ideamos cuál iba a ser la forma de lucha. Para mí era clarísimo: no se podía tomar ese Cuartel en la ciudad con la radio motorizada era muy difícil moverse y había que ir a la guerra irregular, pero hacía falta un número de armas para empezar, y allí había como 2 mil o 3 mil y nosotros fuimos a ocupar las armas, levantar la ciudad de Santiago de Cuba como tú explicaste.

El ataque de Bayamo como tú dijiste era para tener una vanguardia y tomar el puente del Cauto. Quedaba la posibilidad de que contraatacaran por el ferrocarril pero ahí si era más fácil de defender, porque era debajo de un puente por allá, la avanzada aquella. No digo aquí lo que he dicho en otros lugares, hoy haríamos otro plan, pero ese fue el que nos pareció mejor, y no estaba mal concebido, estaba bien concebido, y te aseguro que se cae Batista.

Las primeras horas iban a ser de confusión general, rendir todos los batallones que estaban en el resto de la provincia desde el cuartel, y dándole orden un supuesto Sargento allí de verdad, eso iba a crear caos pero mientras tanto nosotros teníamos pensado recoger las armas y sacarlas de inmediato del cuartel porque vendría la aviación, en cuestión de media hora no habría de debería quedar un arma allí dentro del cuartel, las íbamos a distribuir en distintos edificios de la ciudad para evitar el ataque, y nos recrearíamos en el cuartel, armaríamos el pueblo porque teníamos absoluta y total confianza en los santiagueros pero si te pones a hacer una combinación u organización allí no da tiempo.

Organizamos las fuerzas de occidente, eran combatientes de La Habana y de Pinar del Río. Artemisa aportó el mayor número de combatientes, faltan tres minutos y si quieres te puedo decir en el mapa lo que pasó.

(...)

Lo que ocurrió realmente, te voy a decir la posta Cosaca con la que no contábamos. Ramirito como explicó y yo lo escuché por radio, tenía la misión de tomar los voluntarios que yo pedí para tomar la posta y quitar las cadenas, yo tengo entendido que ellos llegaron a quitar las cadenas, cuando el habló ahora dijo que se armó el tiroteo, no. Ellos van, se bajan, el primer carro va como a cien metros delante del mío, el tiempo para que tomaran las cadenas y cruzar yo con los hombres que iban detrás. Ellos llegan, la posta Cosaca en el momento que ellos pasan está cerca del hospital, cerquita del hospital, y entonces observa algo raro por alguna razón allí, no había sonado nada todavía. Entonces iban con dos Thompson, y se viran hacia allá en dirección al grupo que toma la posta. Yo tengo dos sentimientos: uno, la impresión de que les van a tirar a los que han tomado la posta, y lo segundo, la ambición de coger las dos ametralladoras, eso fue un error, porque después me leí muchos libros sobre guerras y comando y me di cuenta de lo que habría pasado.

Yo iba manejando el carro, llevo aquí la escopeta mía y una pistola, cuando veo que aquellos están apuntando, y cuando se me ocurren para, abrir la puerta y arrestar los dos que estaban para allá, pero antes de que yo termine de abrir la puerta, los tipos se dan cuenta de algo y viran las armas hacia donde estábamos nosotros ya arriba, de aquí ahí, entonces no es que yo le tire el carro, cuando ellos aparentemente vana disparar sobre nosotros yo doy un timonazo sobre ellos, alguien sale por este lado, los demás se bajan, ¿por qué? Porque las instrucciones que tenían, solo Abel y yo sabíamos el plan, con exactitud, y Renato, el único santiaguero, nadie más sabia el plan, tenían instrucciones, esta escuadra va a tomar eso y debe dominar y ya, sabían que íbamos a tomar el cuartel. Abel está aquí, yo les voy a decir porque Abel está ahí, porque Abel era el segundo jefe del movimiento y como yo tenía la misión de tomar el puesto de mando ahí dentro del cuartel con el resto de la gente, a Abel le hubiera gustado ir para acá, pero era muy disciplinado, le dije vas para el hospital, porque era el lugar a mi juicio de menos riesgos, ya que la misión de ellos era apuntar hacia los soldados que nosotros arrojáramos hacia el patio, esa es la razón por la que Abel va ahí.

Entonces al detenerse el carro todos los que están atrás se bajan porque ellos tenían instrucciones de cuando se detuviera el carro bajar y tomar las barracas, yo iba a tomar con el grupo que estaba conmigo el puesto de mando y era fácil, allí no había nadie, vestidos de militar, la sorpresa, la confusión, y aquello se tomaba, y a esa hora quedaban las posta aquellas, no podían hacer nada en el momento que estuviera todo el mundo, no tendrían a quien tirarle, ni sabrían a quién tirarle. Y que ocurre cuando se produce el incidente con la posta Cosaca, que todos se bajan y toman los que están al lado. Este hospital tiene figura de cuartel y la gente se baja. Uno de los que se baja hace un disparo porque parece que alguien se asoma por una de las puertas, cuando aquel hombre hace el disparo todo el mundo empieza a disparar y la sirena ensordecedoramente comienza a funcionar, a dar la alarma, era terrible aquella sirena funcionando, los soldados en consecuencia se levantan, se despiertan con la sirena aquella. La gente se han metido, yo no sé cuánto se han metido más o menos, por lo menos dos o tres carros dentro del hospital, yo bajo, subo las escaleras, entro en el hospital, en el vestíbulo y saco a toda aquella gente, ¿Cuál era mi empeño todavía? Que pudieran montarse en los carros y seguir, ya tenemos organizado una microcarabana, cuatro o cinco para seguir en medio de la sirena y todo, y que hacen, un carro, no se cual, se adelanta, yo no sé si era el que estaba allí o se adelantó, puede ser el que estaba allí, retrocede y choca con mi carro. Entonces me bajo, estoy hablando con Fleita todavía qué se podía hacer, y a esa hora no se podía hacer nada, porque estaban todos los soldados en posiciones, la gente nuestra fuera completamente, hacían falta tanques y cañones para tomar aquellos ya, tanques y cañones, pero ya nuestras armas que eran excelentes para la operación que teníamos de tomarlos por sorpresa no podían hacer nada, y damos la orden de retirada, una orden de retirada general.

Yo me recuerdo de un episodio, la ametralladora 50 que estaba arriba de eso, el hombre llega y se para allí. Cuando estaba ocurriendo todo esto estaba retirándose la gente, yo estoy en el medio de la calle, y dos o tres veces tengo que dispararle hacia el hombre que trataba de tomar la ametralladora 50, parecía un momito allí, pam un disparo se tiraba y volvía otra vez pam y se tiraba, ya yo me iba en el último carro y no se veía a nadie. Todas las historias vienen después, de los que entraron allí en la primera barraca en la que estaba Ramirito que era la gente que tomó la posta, entro allí. Pedrito no sé dónde se metió, porque se quedó con un fusil combatiendo pero nadie lo vio, allí no se sentía más que tiro y las calles vacías, me iba yo ya en el último carro, cuando hay un hombre que está herido no sé qué, un hombre que se queda a pie, me bajo y le doy el lugar, tuve la suerte de que un carro de los que estaba ahí retrocede, es un muchacho de Pinar del Río, Santana recuerdo, y me recoge y me voy, ¿Cuál era la idea? Estoy pensando en los de Bayamo, que han tomado Bayamo, y digo con este grupo de gente hay que pegar un cuartel y pienso en el cuartel del Caney, llegar con aquello y tomarlo, yo voy ya te digo casi en el último carro que me recoge, pero los demás carros doblan, esa es la historia, no duro mucho tiempo, brevísimo tiempo, lo que menos yo me imaginaba es que Abel; no es que se le mandara una orden a Abel, se da la orden de retirada a todos los que estaban allí en aquel lugar, en ese momento que está arriba, y voy a decir una cosa, Raúl no era el jefe de esa escuadra, era otro el jefe de la escuadra, y él va porque bueno él se interesaba en esa lucha, él estaba y había estado fuera, había viajado, yo le hablo del plan y el con el mayor entusiasmo acepta, va en la escuadra del jefe que iba a tomar eso, ya históricamente hay que considerarlo el jefe de esa escuadra porque el salva la escuadra. Aquella escuadra llega, sube, entonces ven que no se ha producido, que ha fracasado el plan, que no se ha tomado, entonces ya, esa era la orden, ellos se retiran.

Cuando se retiran, los hacen prisioneros, entonces Raúl tiene un arranque de esos, le quita el revolver al hombre que lo tenía hecho prisionero y hace prisionero a aquella gente, entonces salen, el salva la escuadra, porque si aquella gente lo hacen prisioneros lo matan isofactos, como a todos los que hicieron prisioneros en los primeros momentos. Los del hospital no se dan cuenta de lo que ha pasado, Abel no se da cuenta de lo que ha pasado, indiscutiblemente, yo estoy con la idea, yo estoy pensando en lo de Bayamo y la idea de ir para que ellos no se quedaran solos, en medio también de una amargura terrible que hay que concebirla no, dos veces hemos pasado, más de una vez lo hemos pasado, la pasamos allí, cuando el trabajo de tanto tiempo se echa a perder en cuestión de minutos, por eso es que digo lo que no voy a decir, que habríamos hecho otro plan mucho más lógico, mucho más táctico, pero no lo voy a decir, porque cuando lo he contado a algunas gentes se quedan así medios inconformes y hay que discutir, pero hay un plan mucho mejor, eso lo aprendimos después, pero en aquel momento no.

Bueno hubiéramos buscado un plan más seguro, con aquellos seis ciento sesenta hubiéramos podido hacer un plan mucho más seguro, este plan era ambicioso, era audaz, pero tenía este tipo de riesgos, pero nosotros pudimos llevar a cabo un plan sin riesgos. Digamos, comenzando por la Sierra Maestra con aquellos con seis ciento sesenta, yo lo dije de una vez, y entonces si volvimos a reconstruir la lucha con siete armas, con aquella gente, y habríamos explorado el territorio donde llegamos después del desembarco y donde no habíamos estado nunca, esa es la historia real, y con sesenta, Pedro, se había podido tomar, no hacía falta tanto, si el grupo de Ramirito toma aquello.

Y algo que quiero decir, ya yo era marxista-leninista hacía por lo menos cuatro años. Voy a decir algo más, Abel era también marxista-leninista, Montané, Ñico..., yo fui realmente el comisario, el instructor de ellos. Después del golpe de estado y en medio de toda esta actividad nosotros teníamos un curso de marxismo, en una casa que nos prestaron allá en Guanabo, y allí daban unos cursos a partir de una biografía de Marx. Yo no... ya yo me había leído todos los libros...

Que por cierto cuando llegamos al Moncada, ella debe acordarse [(Marta Rojas)], cuando me interrogan a mí me dicen: "¿el autor intelectual?"; se me ocurrió y le dije: "Martí es el autor intelectual"; y me preguntan: "bueno por ahí había un libro de marxismo de Lenin"; digo: "Sí, había un libro de Lenin, nosotros leemos a Lenin y el que no lo lea es un ignorante"; son las dos respuestas que yo le di.

Pero ya ese núcleo era... Había uno que no lo era, era el de Bayamo que era el tercero, Martín Arara: un muchacho trabajador, activo, era inteligente, pero lo que le gustaba era la acción, no se preocupaba por las cosas de ideología, él lo que quería era acción. Y él después no se unió más. Tenía la misión de tomar Bayamo, el cuartel de Bayamo, para tener un punto de avanzada frente al contraataque.

Nosotros pensábamos llamar a las huelgas generales ya con las armas, cuando nos identificáramos, y el programa era el programa del Moncada, que ya yo tenía eso pensado desde antes del 10 de marzo, porque antes del 10 de marzo sabia especialmente después de la muerte de Chivás que el partido iba a ganar esas elecciones, pero iba a ser igual desgraciadamente o peor que lo que había pasado con los auténticos, porque excepto La Habana que fue la más fiel siempre a una línea, el resto de las provincias están en manos ya de los terratenientes, de la jefatura, y aquella gente realmente, le pasaron un plumero, le quitaron el polvo y lo metieron en lo ortodoxo que era un partido que iba a ganar. Aquello no daba más nada y ya yo tenía un plan revolucionario antes del golpe de estado, eran las elecciones y decidí empezar por la cámara, entonces se iba a plantear. En aquella época nosotros incluso defendíamos también a los soldados que estaban trabajando en la finca de los coroneles, a los soldados no a los coroneles. Ya teníamos la concepción del programa del Moncada, íbamos a proclamar ese, no era un programa socialista pero era la antesala del socialismo, y ahí en la Historia Me Absolverá hay unas cuantas cosas de los becerros de oro, y hay unas cuantas cosas dichas entre líneas, que hay que leer entre líneas y yo sabía lo que quería decir.

No se proclamó el socialismo con nosotros, éramos socialistas y marxistas, Abel era entusiasta, Montane era entusiasta y Ñico era entusiasta. Había este grupo de diez que era dirección general pero un grupo ejecutivo de tres, y a mi ellos me dieron todas las facultades, digamos, me mantenían en dos palabras y yo me dedicaba al trabajo, a tiempo completo.

Puede quedar alguna otra cosa a juicio del presidente de esta mesa, la estrategia que hacemos en la cárcel ya, es la de la guerra en la Sierra Maestra. Pensábamos venir con trescientos fusiles automáticos, con armas, ilusiones, no llego ningún fusil automáticos, quítale una ametralladora, quítale diez Rémington semiautomático y más nada, lo que si teníamos cincuenti tantas mirillas telescópicas que eran temibles, es lo que sí puedo decir de lo que traíamos, vinieron 82 hombre como es conocido y más nada. Allí estudiábamos, me separaron a mí y estuve solo, hasta que al final mandaron a Raúl y estuvimos los dos juntos.

Tú que eres el presidente de la Mesa Redonda, tú quieres saber algo y yo brevemente te voy a responder.

Ya yo me había defendido cuando en Cienfuegos, en una protesta estudiantil me metieron preso por apoyar a unos estudiantes de Cienfuegos y me mandaron para la audiencia en Santiago de Cuba y me juzgaron y yo mismo me defendí. Ya eso era siempre, para qué voy a buscar a otros, es mejor defenderse y yo como dice Marta me volví acusador. Lástima que no se quede nada, el recuerdo nada más, que ni eso se grababa ni nada; porque yo empecé a interrogar y ahí fue cuando me sacaron, porque empecé a interrogar a los testigos aquellos y empecé a demostrarles que habían matado a la gente. Mataron unos pocos, los que asesinaron fue a los prisioneros.

Lo de Sarría es una historia más larga. Nos sorprenden dormidos y eso es terrible, ya nos íbamos a quedar tres para cruzar la bahía por el otro lado y caer en la Sierra Maestra en la dirección al Turquino, con tres, teníamos heridos teníamos gente agotada, se había conseguido ya una cierta tregua, es cuando el Arzobispo Pérez Serantes plantea –él después tuvo diferencias con la Revolución– pero es cierto que él plantea allí, hace gestiones, bueno pero, también qué se había producido; los primeros días terror absoluto a los cinco o seis días asombro, alarma, indignación en la población porque se ha enterado de todos los asesinatos, ya aquella gente no podían seguir asesinando mucha más gente con algunas excepciones. Siempre que llegaban allí, nada, no duraban ni cinco segundos. Las armas de un grupo que sí iba acogerse a la tregua aquella porque no podían seguir, se habían quedado cerca, nosotros los acompañamos hasta el lugar de la casa donde se iba a quedar Leisán.

Se quedaron allí, nos vamos nosotros, caminamos unos cuántos kilómetros donde habían quedado las armas cerca, cometimos el error de dormir en un bar en tierra que nunca debimos haber hecho eso, debimos habernos dormido debajo de los árboles, en las piedras, donde quiera, una tontería, bajamos la guardia; si nosotros hubiéramos cruzado porque yo sabía cómo ir para cruzar, tomar un bote cruzar la bahía y caer en la Sierra Maestra, en dirección allá, hacia la verdadera Sierra Maestra no la que iba hacia Guantánamo, por ahí terminábamos en la base de Guantánamo, a la Sierra Maestra donde íbamos a ir. Cuando nos sorprenden nos despiertan con los fusiles esos, y es cuándo este hombre –eso fue realmente una cosa extraordinaria– empieza a decir bajito tranquilizando a los soldados que estaban mira, las arterias las tenían infladas de la rabia, la sed de sangre y entonces les dice: “tranquilos las ideas no se matan”, pero bajito; lo decía él, él no se lo decía a los soldados, sino son capaces de matarlo a él también, él lo decía bajito, murmuraba eso “las ideas no se matan” Sarría, el Teniente Sarría.

Hay un momento crítico que es cuando encuentran el grupo de armas, y fue del diablo, ellos tenían los fusiles cargados y amarrados nos tenían así, de espaldas, y él logró apaciguarlos en ese momento, no solo en el primer momento, sino en ese momento cuando aparecieron las armas, se le infló más las venas a cada uno de esos tipos, estaban medio gordotes, y hay más episodios no cuento más porque creo que es suficiente.

Yo me conseguí algunos libros porque yo estaba… hasta una huelga de hambre hice allí y realmente porque me incomunicaron, hice unos cuántos días, me habían dejado allí, inventaron eso, un certificado de que estaba enfermo; yo aproveché y le pude pasar a Melba y a Yeyé una carta denunciando que yo no estaba enfermo que estaba bien y que me estaban sacando el juicio oral, claro que no me hicieron ningún caso, me dejaron y me desjugaron después allá en la salita aquella.

Yo tenía libros allí, pude traerlos porque tenía esos autores de las doctrinas sociales o de las doctrinas políticas. Era una asignatura que yo estudié porque yo estudié como tres carreras, me faltaban dos para terminar Ciencias Sociales, como me dediqué a la Revolución no terminé, desde antes, yo estudié mucho después que vine de la expedición de Cayo Confites y después de Bogotá, me dediqué a estudiar porque me fui por la libre, no me quería ser un estudiante –algo que criticábamos mucho– un estudiante de esos que se perpetúan allí, no podía pasar el curso porque no podía hacer los exámenes a causa de la expedición de Cayo Confites y cuando llegué ya no podía examinarme tenía que optar por matricular el segundo o irme por la libre, ya me fui estudiante por la libre, pero seguí mucho en la actividad política hasta que me puse –creo que fue después de lo de Bogotá– en año y medio saqué cuarenta y siete asignaturas que eran las que necesitaba para sacar las tres carreras, porque yo quería una beca porque quería estudiar economía, pero con ideas revolucionarias, pero vi que los acontecimientos aquí se iban precipitando y decido hacer otra cosa ya, perdí mi oportunidad porque no tenía contrincante, ya que nadie había sacado las tres carreras del curso ese. Me faltaban dos asignaturas que eran las que más me sabía y entonces entré y ya está esa; y Martí que me lo había leído yo mucho y yo quería fundamentar la defensa en el principio del derecho a la rebelión.

Hay una cosa, a los pocos días del Golpe de Estado me presenté en el Tribunal y acusé a Batista con todos los códigos y luego dije: “un día nos van a acusar a nosotros y quiero tener en la mano este expediente de cómo fuimos a los tribunales y acusamos al bandido aquel de todas las leyes que había violado”. Y efectivamente llegó el día en que tuve que defenderme y estaba aquel antecedente. Entonces yo sí tenía buena retentiva, entonces hice la defensa y después –pero allí estaba Marta– tuve que reconstruirla porque allí no había un micrófono ni nada y la reconstruí en la prisión, demás está decir –como hago con los discursos míos, estos que improviso– los reviso, si me falta algo se lo añado o lo quito, lo digo, podía ser lo más común, lo copié en limón –esa sí es la tarea del indio– con jugo de limón en cartas que le mandara a Lidia mi hermana, Irmita unos pedacitos y después toda la hoja completa y después escribir en limón es difícil y que no haya habido un solo error se requiere la concentración de una hormiga ahí paciente y yo tenía mis técnicas de cómo ir haciéndolo porque durante unos segundos tú vez todavía la humedad, después lo pones en una plancha lo pones en un horno y sale completo, así se difundió “La historia me absolverá”.

Es verdad que han pasado un montón de años, pero posiblemente ni tú ni aquellos que me estaban juzgando ni yo podía imaginarme que un día ustedes iban a estar haciendo la historia y yo sentado en un televisor viendo ahí. Hay algunos detalles que no se explicaron y los detalles son muy importantes

Claro, un revés produce una desmoralización del diablo, no hay que extrañar que la gente soltó mucho, pero hubo un grupo que siguió hasta la montaña, ahí sí nos hubieran hecho falta rifles de más alcance porque veíamos una patrulla de soldados por aquí otra por allá y nuestras escopetas no llegaban allí; nuestros fusiles 22 no llegaban allí, esa es la cosa, pero ya que pasó, digo yo voy a ir por allí y me voy a sentar y ver si necesitan alguna ayudita que yo le di, sobre todo para esclarecer algunos detalles.

Hay que tener en cuenta que mucha gente que hace historia, yo mismo he visto la historia hecha por otros y es increíble y por otro lado le exigen a uno que escriba algo, pero cuándo, uno siempre tiene cierto deber de contar cosas, pero compadre, hay muchas cosas que hay que estar haciendo todos los días.

Yo cuando me quedo solo me ponen con los presos comunes. Allí pusieron a Lázaro Peña porque ellos metieron presos a un montón de gente que no tenían nada que ver con esto, porque ellos querían pintarlo de un golpe en conexión con los auténticos que están muy desprestigiados y lo pintaban de un golpe comunista auténtico, y una gran calumnia Marta es que dijeron que nuestra gente había degollado los soldados en el hospital, mira que le hicieron creer eso, le hicieron creer eso, aquellos soldados creyeron eso y allí si acaso un disparo que a mí me dejó casi sordo de uno que se asomó por una ventana que alguien hizo al lado mío casi en los primeros momentos, puede haber sido herido, porque ellos no sabían dónde estaban; y nadie tenía un cuchillo, y cuando yo entré y saqué a la gente no habían entrado a ninguna sala de enfermos ni nada, pero ellos utilizaron eso y le hicieron creer eso a los soldados, de verdad, que nosotros habíamos degollados a los enfermos en el hospital.

Sinceramente, cuánto tiempo lo creyeron, no pasó mucho tiempo hasta aquel día en que yo me reuní con dos mil soldados de élite en Bayamo, y en pocos lugares me han recibido con tanto entusiasmo como me recibieron ellos. Porque en la guerra aprendieron qué eran de verdad los revolucionarios que nunca hubo un prisionero asesinado, nunca un hombre golpeado y que estaban 48 horas con nosotros y los poníamos en libertad, a los oficiales les daban su arma, solo quedó del batallón del Jigüe porque le iban a tratar de echar la culpa y realmente habían combatido muy bien y con mucha inteligencia y de cierta forma para protegerlo nosotros no los pusimos en libertad, le habrían echado toda la culpa y después fue muy útil porque se unió a nosotros y prestó importantes servicios

Ah! los combates, cuando nosotros los liberamos, esa tropa de Bayamo con ciento ochenta hombres empezamos los combates y llegaban por carretera asfaltada los vehículos y los tanques, tenían tanques Sherman y tanques del otro tipo también, más ligeros, tenían cinco mil, solo nosotros empezamos los combates en Guisa con ciento ochenta hombres e iban sumándole ya una tropa de reclutas detrás de esa armada. Diez días de combate, nos quedamos con Guisa, a Pupo lo capturaron, lo mandamos a alcanzar a un lugar y tanto avanzó que una tropa que venía…le hacíamos muchas trampas y el subsiguiente combate tomaban medidas contra las trampas aquellas mientras nosotros le hacíamos otra en retirada, y le hicieron prisionero, teníamos un grupo prisionero y le dijimos: “me tienes que dar garantía de que no van asesinar a Pupo”, sino a Pupo lo hubieran asesinado. Después vinieron todos los combates de Baire, Jiguaní, Maffo, Palma Soriano hasta que vino Cantillo a conversar conmigo y reconocer que habían perdido la guerra. Esa historia, bueno nadie, mucha gente no la conoce porque se habló al principio, era el jefe de las tropas de operaciones y en la ofensiva por poco se acaba la guerra.