Biblioteca:Documentos de la Revolución Cubana 1959/Ejército Rebelde y vanguardia
Más idiomas
Más acciones
La lectura de la charla ofrecida por el Comandante Ernesto Che Guevara el 29 de enero de 1959, con el título «Ejército Rebelde y vanguardia», resulta imprescindible para entender lo que habría de suceder en Cuba durante el primer año de la Revolución.
Se trata de una reflexión –no sería, por supuesto, la única que elaboraría sobre el tema– acerca del proceso de formación ideológica del núcleo inicial del Movimiento 26 de Julio, convertido desde 1956 en Ejército Rebelde. Es decir, cómo el pensamiento del grupo que afrontó la travesía del Granma, se iría modificando durante los meses de la guerra, precisamente por su participación en ella, hasta llegar al momento del triunfo de la insurrección, con un pensamiento social totalmente diferente.
Este recuento evolutivo nos acerca al joven Marx cuando afirma en su tercera Tesis sobre Feuerbach, que la coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana solo se hace posible mediante la práctica. Fue, precisamente, el hecho de la guerra revolucionaria, de los muchos meses de sacrificios inmensos y de mayor conocimiento de la miseria acumulada por los campesinos y obreros agrícolas; es decir, de la vida compartida con los más desposeídos, lo que influyó en el Ejército Rebelde y su vanguardia, haciéndolos más radicales revolucionarios. Esta radicalización se profundizaría después.
Che estableció claramente momentos específicos de esa transformación, los cuales perfiló con ejemplos de la lucha. Desde el primer escalón, cuando solo estaban «injertados» en la Sierra Maestra y eran vistos con tolerancia por el campesinado, hasta llegar a «la madurez política», después de la fracasada huelga del 9 de abril de 1958. Durante esos meses, comprenderían profundamente la necesidad de la reforma agraria y se darían los primeros pasos para «darle una teoría y una doctrina a la Revolución».
No desaprovechó Che la ocasión, para señalar los errores cometidos en el proceso de integración de los diversos grupos sociales a la lucha insurreccional, la necesidad de la vinculación dirigentes-masas y la vital unidad («factor preponderante», diría) entre las organizaciones que luchaban contra la tiranía.
Se refirió a las próximas tareas que se realizarían después del triunfo, no solo la fundamental reforma agraria, sino la industrialización del país, a partir de situar en manos del pueblo sus principales riquezas materiales.
El Ejército Rebelde –afirmó– será el principal garante del programa revolucionario; destruir todo lo que queda del ejército de la tiranía resultaba una tarea decisiva con vistas a acelerar la realización de las metas propuestas. Tal programa eliminaría muchos privilegios, y el pueblo todo debería defenderlo, convirtiéndose en un ejército guerrillero.
Por último, abordó las repercusiones hacia América Latina de la Revolución cubana, por el hecho de haber echado por tierra «las teorías de salón» de la lucha revolucionaria.
Magnífica anticipación de lo que escribiría años después, en su diario de Bolivia, recordando la fecha 26 de Julio: «rebelión contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios».