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Biblioteca:El Materialismo Histórico/Capítulo II

De ProleWiki, la enciclopedia proletaria

Las condiciones de vida material de la sociedad

La vida material de la sociedad, el ser social, es lo primario, y la vida espiritual de la sociedad lo secundario, lo derivado. La vida ma- terial de la sociedad es la realidad objetiva: existe independientemente de la conciencia y la voluntad de los hombres. La vida espiritual de la socie- dad es el reflejo de esta realidad objetiva, el reflejo del ser.

La fuente de que emana la vida espiritual de la sociedad, la fuente de origen de las ideas y las teorías sociales, las concepciones políticas, jurí- dicas, religiosas, artísticas y filosóficas, y de las instituciones correspon- dientes, no se halla en la conciencia de los hombres, en las ideas, teorías, concepciones e instituciones, sino en el ser social, en las condiciones de la vida material de la sociedad.

Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones de vida material de la socie- dad, que en última instancia determinan las ideas sociales, las instituciones políticas y de otra clase de la sociedad?

El medio geográfico

Entre “las condiciones de vida material de la sociedad” figura, ante todo, la naturaleza que rodea a la sociedad, el medio geográfico. El me- dio geográfico constituye una de las condiciones necesarias y permanentes de la vida material de la sociedad, que, indudablemente, influye sobre el desarrollo de ésta. El trabajo, según la definición de Marx, es “un pro- ceso que se opera entre el hombre y la naturaleza”. El medio geográfico que circunda la sociedad forma la base natural del proceso de producción de los bienes materiales.

El medio geográfico, sobre todo en las tempranas fases del desarrollo social, imprime su sello a los modos y las ramas de producción. Es obvio que, por ejemplo, no podía surgir la ganadería allí donde no exis- tían animales aptos para ser domesticados. La existencia en una deter- minada región de yacimientos minerales hace posible la creación de las correspondientes ramas de la industria extractiva. Claro está que, para que esta posibilidad llegara a convertirse en realidad, tenían que darse, además de las condiciones naturales, las condiciones sociales congruentes, tenía que darse un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas pro- ductivas.

Las condiciones externas, naturales, de vida de la sociedad se dividen en las dos siguientes clases, con arreglo a la función que desempeñan en la vida material de la sociedad, a lo largo de las diversas fases de su desarrollo:

1) la riqueza natural de medios. de producción: la fertilidad natural del suelo, la abundancia de peces en las aguas, de caza en los bosques, etc.; 2) la riqueza natural de fuentes de medios de trabajo: saltos de agua;

ríos navegables, madera, metales, carbón de hulla, petróleo, etc.

En las fases inferiores de desarrollo de la sociedad predomina la impor- tancia de la primera clase de riquezas naturales para la vida material de la sociedad; en las fases superiores, la segunda.

En la sociedad primitiva, con sus medios rudimentarios de trabajo, los saltos de agua, los rios navegables, los yacimientos de hulla, de pe- tróleo, de manganeso o de cromo, no tenían una importancia vital, no influían en la producción material. Pero, en la fase actual de desarrollo de la sociedad, estas riquezas naturales han adquirido una importancia considerable y ejercen una influencia extraordinaria sobre la producción de los bienes materiales. La energía hidráulica del Dniéper, del Volga, del Angara, existieron durante miles y miles de años, sin que hasta la fase actual llegaran a convertirse en una base natural grandiosa para el des- arrollo de las fuerzas productivas. No cabe duda de que las condiciones geográficas favorables aceleran el desarrollo de la sociedad, mientras que las condiciones desfavorables lo entorpecen,

Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones geográficas más favorables para el desarrollo de la sociedad? A primera vista, podría parecer que son las que se dan en los climas tropicales, donde es más generosa la naturaleza que rodea al hombre, donde éste puede obtener con menor in- versión de trabajo los medios de sustento que necesita. Pero ya decía Marx que una naturaleza excesivamente pródiga de sus bienes lleva al hombre de la mano, como a niño en andaderas. No le acucia a desarro- llarse bajo la presión de una necesidad natural,

La historia de la sociedad humana demuestra que el medio geográfico más favorable para el desarrollo social es aquel que se distingue por su mayor variedad. “La base natural de la división social del trabajo, que mediante los cambios de las condiciones naturales en que vive sirve al hombre de acicate de sus propias necesidades, capacidades, medios y modos de trabajo, no es la fertilidad absoluta del suelo, sino su diferenciación, la variedad de sus productos naturales”?

El medio geográfico no influye en el desarrollo de la sociedad sola- mente por medio de las posibilidades naturales más o menos favorables para el desarrollo de la producción social. Las condiciones geográficas, por ejemplo las cadenas montañosas que separan unas de otras las regio- nes del país, el contorno insular de éste, etc., pueden entorpecer o faci- litar.las comunicaciones entre los diversos pueblos, hacerlos más o menos asequibles para las agresiones guerreras desde el exterior, lo que, en fin de cuentas, influye en su desarrollo.

¿Quiere esto decir que las condiciones naturales, el medio geográfico sean el factor. determinante del que dependen en último resultado el des- arrollo de la sociedad, su estructura y la fisonomía de ésta?

Los partidarios de la tendencia geográfica en sociología y en historio- grafía sostienen erróneamente que es el medio geográfico (el clima, el suelo, el relieve de un país, el carácter de su fauna y su flora) lo que, directamente o a través de la alimentación o del género de ocupaciones, in- fluye en la fisiología y en la psicología de los hombres, lo que determina sus inclinaciones, su temperamento, su tenacidad, su resistencia, y lo que, por medio de estos rasgos del carácter, decide todo el régimen de la sociedad.

Un pensador de la Ilustración francesa del siglo xv111, Montesquieu, sostenía que las costumbres y las creencias religiosas de los hombres y el régimen social y político de los pueblos se determinan, fundamentalmente, por las condiciones del clima. En su obra titulada El espiritu de las leyes, escribía Montesquieu: “El calor excesivo mina las energías y abate el áni- mo... , los climas fríos infunden al cuerpo y al espiritu del hombre cierto vigor, que lo hace capaz de actos tenaces, difíciles, grandes y arriesgados”. “En los países del norte, el organismo es sano, reciamente constituído, pero desmañado y torpe, y se complace en cualquier género de actividad”. “En los pueblos de estos países, escasean los vicios y abundan las virtudes, la sinceridad y la rectitud”. “La pusilanimidad de los pueblos de los climas cálidos los ha conducido casi siempre a la esclavitud, al paso que la va- lentía de los pueblos de climas fríos los ha mantenido en el disfrute de su libertad”. Tales eran los juicios históricos de Montesquieu.

Pero ¿cómo explicarse, entonces, que en las mismas condiciones cli- máticas, en el mismo país, exista en épocas distintas un régimen social y político diferente? El clima de Italia apenas cambió desde el tiempo de los Gracos al de Bruto o al de Julio César, y, sin embargo, de una época a otra se produjeron en Roma y en Italia complejos cambios económicos y políticos. Montesquieu, dándose cuenta de que el clima no podía explicar fenómenos como éstos, se armaba un embrollo y recurría a la concepción idealista usual en su tiempo: los cambios políticos y otros cambios sociales hay que explicarlos, decía, por la influencia de la legislación, de la “libre actividad” del legislador.

El sociólogo inglés Buckle, en su libro Historia de la civilización en Inglaterra, a diferencia de Montesquieu, entendía que no era solamente el clima, sino, en particular, el suelo, la alimentación y el medio geográ- fico (la naturaleza circundante en general), lo que influía de un modo determinante en el carácter de los pueblos, en su psicología, en su modo de concebir el mundo y en su régimen social y político. Según él, la temible y grandiosa naturaleza de los países del trópico, con sus frecuentes terre- motos y erupciones volcánicas, con sus tormentas y sus lluvias torrencia- les, influye sobre la imaginación de los hombres y se manifiesta en la po- derosa influencia de los brujos (los sacerdotes) sobre la vida de la socie- dad. En cambio, la naturaleza de países como Grecia, Inglaterra, etc., contribuye, en opinión de Buckle, al desarrollo del pensamiento lógico y de la conciencia científica. Este autor atribuye la considerable influencia del clero y la difusión de las ideas supersticiosas en España e Italia a los movimientos sísmicos y a las erupciones: volcánicas.

Sin embargo, en Italia y bajo esas condiciones naturales de que se nos habla vivió en la antigiiedad el materialista Lucrecio y vivieron en la época del Renacimiento el genial Leonardo de Vinci, el ingenioso escritor anticlerical Boccaccio y el valeroso luchador en pro de la ciencia v en contra del oscurantismo católico Giordano Bruno, por no citar a otros. Inglaterra, que dió al mundo una pléyade de pensadores materialistas, tales como Bacon, Hobbes, Toland, Faraday y Darwin, se ve convertida hoy en refugio de oscurantismo y superstición, en hogar de las corriente filosóficas más desaforadamente idealistas. En la misma China donde un día imperó la ideología feudal que predicaba a las masas la sumisión y la resignación, ha triunfado hoy la ideología revolucionaria del marxismo- leninismo. ¿Cómo explicar, pues, las diferencias de ideas, de concepcio- nes del mundo, entre gentes que viven bajo las mismas condiciones geo- gráficas? Es evidente que desde el punto de vista de la tendencia geográ- fica de la sociología no sería posible encontrar una respuesta a esta pregunta.

Como tampoco sería posible explicar, con arreglo a esta tendencia, por qué en un mismo país y en una misma época existen clases contra- puestas, con diferente psicología y con ideales y modos de concebir el mundo antagónicos, Solamente el materialismo histórico da una respuesta científica a todas estas preguntas. |

El medio geográfico es una de las condiciones necesarias y permanen- tes de la vida material de la sociedad, pero sólo es relativamente perma- vente e invariable; sus cambios naturales se producen dentro de límites muy amplios, a lo largo de decenas de miles y millones de años, al paso que los cambios radicales del régimen social se llevan a cabo con un ritmo mucho más rápido, en el transcurso de miles o hasta de cientos de años. Por eso un factor relativamente invariable como el del medio geo- gráfico no puede ser considerado como causa determinante de los cambios y el desarrollo de la sociedad.

“En el transcurso de tres mil años, Europa —escribe J. V. Stalin— vió desaparecer tres regímenes sociales: el del comunismo primitivo, el de la esclavitud y el régimen feudal, y en la parte oriental de Europa, en la U.R.S.S,, fenecieron cuatro. Pues bien, durante este tiempo las con- diciones geográficas de Europa no sufrieron ningún cambio, y si sufrieron alguno, fué tan leve, que la geografía no cree que merece la pena regis- trarlo. Y se comprende que sea así. Para que el medio geográfico experi- mente cambios de cierta importancia, hacen falta millones de años, mien- tras que en unos cientos o en un par de miles de años pueden operarse incluso cambios de la mayor importancia en el régimen social.

De aquí se desprende que el medio geográfico no puede ser la causa fundamental, el factor determinante del desarrollo social, pues ¿cómo lo que permanece casi invariable a través de decenas de miles de años va a poder ser la causa fundamental a que obedezca el desarrollo de lo que en espacio de unos cuantos cientos de años experimenta cambios ra- dicales ?”?

Y es que los partidarios de la tendencia geográfica en sociología consi- deran la sociedad humana como algo pasivo, simplemente sujeto a la acción del medio geográfico. Esta concepción acerca de las mutuas relaciones entre la naturaleza y la sociedad es radicalmente falsa: las relaciones entre la sociedad y la naturaleza cambian históricamente con el desarrollo de las fuerzas productivas sociales.

A diferencia de los animales, el hombre social no sólo se adapta a la naturaleza, al medio geográfico, sino que, a través de la producción, adapta la naturaleza a sí mismo, a sus necesidades, obliga a las fuerzas naturales a servir a sus fines.

Al desarrollar la producción social, los hombres alteran la fertilidad natural del suelo, unen por medio de canales los ríos, mares y océanos, llevan de un continente a otro las especies vegetales y animales, cam- bian la fauna y la flora del planeta. La humanidad pasa del empleo de un tipo de energía a otro, somete a su poder nuevas fuerzas naturales. De la utilización de la energía motriz animal, la sociedad pasó a la fuerza motriz del viento, del agua, del vapor, de la electricidad. Y, hoy, la huma- nidad se halla en vísperas de una nueva y la más grandiosa de las revo- luciones técnicas: el empleo de la energía atómica para los fines de la producción.

Con el desarrollo de las fuerzas productivas, de los medios de comu- nicación y la división social del trabajo, con la aparición del mercado mundial, se han desplazado las fronteras del medio geográfico de estos o los otros pueblos, se ha atenuado la dependencia directa de la industria de unos u otros países con respecto a las fuentes locales de materias pri- mas, ha surgido la necesidad de importar primeras materias. Así, por ejemplo, la industria algodonera dé Inglaterra se desarrolló gracias al algodón importado de la India y Egipto; el mineral de hierro de España y Malasia se funde en los altos hornos ingleses. El petróleo de Indonesia, el Irak y el Irán se elabora y refina muy lejos de las fronteras de estos países por los imperialistas de los EE. UU., Inglaterra y Holanda.

El progreso técnico, al crear la posibilidad de producir caucho sin- tético, materiales plásticos y bencina a base del carbón de hulla, ha per- mitido ensanchar las fuentes de materias primas y reducir la anterior dependencia de la producción con respecto a condiciones naturales como la existencia de yacimientos petrolíferos, de plantas naturales de cau- cho, etc.

Las proporciones y el carácter de la acción de la sociedad sobre el medio geográfico cambian con arreglo al grado de desarrollo de las fuer- zas productivas y con arreglo al grado de desarrollo de la sociedad y al cafácter del régimen económico. La época del capitalismo representó un eigantesco paso de avance en el desarrollo de las fuerzas productivas, en la sumisión de las fuerzas elementales de la naturaleza a la sociedad. Pero la meta y la fuerza motriz de la producción capitalista es la acu- mulación de capital, el hambre de ganancias. El capitalismo lleva con- sigo, por tanto, una actitud rapaz ante las riquezas naturales, lo que conduce a la transformación de territorios un día florecientes en campos desolados y estériles.

“. Todos los progresos realizados por la agricultura capitalista —escri- bía Marx— no son solamente progresos en el arte de esquilmar al trabaja- dor, sino también en el arte de esquilmar la tierra, y cada paso que se da en la intensificación de su fecundidad dentro de un período de tiempo determinado, es a la vez un paso dado en el agotamiento de las fuentes pe- rennes que alimentan esta fecundidad. Este proceso de aniquilación es tanto más rápido cuanto más se apoya un país, como ocurre por ejemplo con los Estados Unidos de América, sobre la gran industria, como hase de su


desarrollo.* Esta actitud rapaz de los capitalistas ante las riquezas naturales, la codicia que les lleva a extraer las mayores ganancias posibles ahora mismo

o en el plazo más corto, sin pararse a pensar en lo que ello pueda perju- dicar a la fertilidad del suelo en el futuro, ha conducido a terribles resul. tados en los Estados Unidos y en otros paises capitalistas. Según los datos del sabio norteamericano Bennett, la erosión y la aeración de la super- ficie labrantía han sustraído casi totalmente al cultivo, en aquel país, 282 millones de acres de tierras.

Solamente acabando con el capitalismo e implantando el socialismo será posible sustituir el rapaz despilfarro de las riquezas naturales por su aprovechamiento racional y planificado al servicio de las necesidades de los trabajadores.

Bajo el régimen del socialismo, se lleva a cabo el cambio racional del medio geográfico en interés de la sociedad: la transformación planificada del mundo vegetal y animal, del clima, de la fertilidad del suelo y hasta del curso de los rios y del relieve del suelo. Los hombres, a quienes el socialismo convierte en dueños y señores de sus relaciones sociales, pueden gobernar las poderosas fuerzas de la naturaleza. El florecimiento eco- nómico, político y cultural de las dieciséis repúblicas socialistas soviéticas agrupadas en la U. R. $, $. y situadas en las más diversas condiciones geo- gráficas, es la confirmación práctica palmaria de cuán absurdas y anti- científicas son das teorías burguesas reaccionarias que pretenden explicar la estructura y el desarrollo de la sociedad con arreglo a las condiciones del medio geográfico. |

No cabe duda de que la diversidad y la abundancia de riguezas natu- rales de la U. R. S. S. ha ejercido y ejerce una favorable influencia sobre el desarrollo de sus fuerzas productivas. Una de las condiciones para la rápida transformación de la U. R. S. S. de un país agrario en un país industrial ha sido la existencia en su seno de abundantes riquezas natu- rales: mineral de hierro, carbón, petróleo, etc. Sería falso, sin embargo, querer explicar el rápido ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas de la U. R. S. S. solamente (o fundamentalmente) por las condiciones naturales favorables del país. Las mismas riquezas naturales existían en la vieja Rusia, antes de la revolución. Pero, no sólo no eran explotadas, sino que ni siquiera se conocían, ni siquiera se habían explorado. La exploración cientifica planificada y en gran escala del subsuclo del in- menso territorio de la U. R. $. S. se ha llevado a cabo por vez primera bajo las condiciones del régimen soviético. Solamente en la época sovié- tica han llegado a conocer los pueblos de la U. R. $. S, qué inagotables tesoros guarda la entraña de la tierra poblada por ellos. De por sí, las riquezas naturales de Rusia encerraban tan sólo la posibilidad para un rápido desarrollo económico. Pero, en las condiciones de la Rusia zarista, bajo el régimen de los terratenientes y capitalistas, esta posibilidad no podía llegar a convertirse en realidad. Para esto, fué necesario que se im- pusieran las condiciones del régimen socialista soviético.

La prensa y los libros burgueses siguen propagando ampliamente la tendencia geográfica de la sociología y la historiografía, a pesar de que hace ya mucho tiempo que esta teoría ha sido refutada por la ciencia y la experiencia. Los ideólogos de la burguesía reaccionaria, en la época del imperialismo, se valen de estas tendencias sociológicas e historio- gráficas para tratar de justificar la política anexionista del imperialismo.

Los partidarios de estas reaccionarias teorías geográficas intentan ex- plicar el atraso económico y cultural de una serie de países del Oriente asiático, de Africa y Sudamérica, por las características de su medio geográfico. Pero esto es una falacia. La verdadera causa del atraso y la miseria de la población de Turquía, el Pakistán, la India, Indonesia, Po- linesia, el Irán, Egipto, Túnez, Argelia y otros países no es otra que el yugo colonial y semicolonial, el despojo de estos países por los imperia- listas ingleses, norteamericanos y de otras nacionalidades.

“Dos circustancias —escribe Palme Dutt— caracterizan la actual si- tuación de la india. La primera es la riqueza del país, sus riquezas natu- rales, la abundancia de sus recursos, las posibilidades potenciales para asegurar plenamente la existencia de su actual población y aun de una población mayor que la actual. La segunda es la miseria de la India, la miseria de la inmensa mayoría de la población del país... .”* |

El progreso económico y cultural de los países capitalistas se obtiene a costa del sojuzgamiento y la bestial explotación de los pueblos y del rapaz despilfarro de las riquezas naturales de las colonias y los países dependientes. La explotación de las colonias sigue siendo una de las fuen- tes de enriquecimiento de los países imperialistas. Los imperialistas en- torpecen y frenan artificialmente el desarrollo de la industria, particular- mente la industria de construcción de maquinaria, en las colonias y en los países dependientes. Esto explica por qué la producción industrial elobal de estos países sólo representa el 5 por 100 de la del mundo capitalista, a pesar de que su población forma el 70 por 100 del censo total de la población de dicho mundo. Las potencias imperialistas convierten a las colonias y a los países dependientes en apéndices agrarios suyos y en fuentes de materias primas para su industria; para lo cual procuran fomentar en las colonias un sistema de relaciones económicas atrasadas y de instituciones políticas reaccionarias.

Cuando los pueblos de la India, Indonesia, Egipto, etc., hayan logrado sacudir definitivamente el yugo imperialista y conquistar su plena liber- tad económica, demostrarán al mundo qué nivel tan alto de desarrollo pueden alcanzar los países independientes, en las mismas condiciones geo- eráficas. Así lo atestigua ya'hoy el ejemplo de la China liberada, con el amplio despliegue de sus poderosas fuerzas. La China democrática libe- rada está desarrollando ya actualmente su edificación industrial socialista en enormes proporciones y llevando a cabo una serie de medidas extraor- dinariamente importantes para la transformación de la naturaleza: cons- trucción de potentes esclusas, sistemas de riego, estanques artificiales, etc.

Los sostenedores del punto de vista geográfico en la sociología y la historiografía pretenden infundir a los pueblos de las colonias la idea de que deben resignarse a su suerte de esclavos, condenarlos a la pasividad. Tratan de justificar la esclavitud colonial, de eximir a las potencias im- perialistas de su responsabilidad por el atraso de las colonias esquilmadas y arruinadas por ellas, descargando esta responsabilidad sobre la naturaleza, sobre el medio geográfico. |

El materialismo histórico pone de manifiesto la inconsistencia cien- tifica de la tendencia geográfica de la sociología y la historiografía y ofrece una explicación certera de la verdadera función del medio geográfico en el desarrollo de la sociedad. El medio geográfico es una de las condiciones necesarias y permanentes de la vida material de la sociedad. Acelera o amortigua el curso del desarrollo social. Pero no constituye ni puede constituir la fuerza determinante del desarrollo de la sociedad.

El crecimiento de la población

Entre las condiciones de vida material de la sociedad, figura también, junto al medio geográfico, el crecimiento de la población, la mayor o menor densidad de ésta. Los habitantes constituyen un elemento necc- sario de las condiciones de vida material de la sociedad. La vida de la sociedad sería imposible sin un mínimum de población.

No cabe duda de que el crecimiento de la población influye en el des- arrollo de la sociedad. Con arreglo a ciertas condiciones históricas con- cretas, el crecimiento de la población, la mayor o menor densidad «e ésta, pueden acelerar o amortiguar el desarrollo de la economía. De la mayor:o menor densidad y del ritmo de crecimiento de la población depen- den, hasta cierto punto, en igualdad de condiciones, la posibilidad de asimi- lación de nuevas tierras y hasta el ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas. Para poder asimilarse, por ejemplo, las riquezas naturales de Siberia y el Lejano Oriente, es necesario que la población de estas regiones crezca considerablemente, que aumente su densidad de pobla- ción. Bajo las condiciones del régimen socialista, esto acelera todavia más el ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas e incrementa la riqueza nacional del país.

Cabe, pues, preguntarse si no será el crecimiento de la población el factor fundamental que determina el carácter del régimen social y el desarrollo de la sociedad. El materialismo histórico contesta negativa- mente a esta pregunta. El crecimiento de la población facilita o entorpece el desarrollo social, pero no es, en modo alguno, el factor fundamental, determinante, del desarrollo de la sociedad.

El crecimiento de la población, de por sí, no puede explicar ni la estructura de la sociedad ni por qué, digamos, la sociedad feudal fué susti- tuída concretamente por la sociedad capitalista y no por otra cualquiera y por qué el capitalismo es desplazado precisamente por el socialismo, y no por otro régimen social,

“Si el crecimiento de la población fuese el factor determinante del desarrollo social, a una mayor densidad de población tendría que corres- ponder forzosamente, en la práctica, un tipo proporcionalmente más ele- vado de régimen social. Pero, en la realidad, no ocurre así”.3

Así, por ejemplo, la densidad de población de la India es mayor que la de los EE. UU., a pesar de lo cual los EE. UU, están por encima de la India, en cuanto al nivel de su desarrollo: la India es un país semifeudal, al paso que los EE. UU, se hallan en la última fase del capitalismo. La densidad de población de Bélgica es 19 veces mayor que la de los EE. UU. y 26 veces mayor que la de la U. R. $. $, y, sin embargo, los EE. UU. ocupan un nivel más alto que Bélgica desde el punto de vista del desarrollo social, y tanto los EE. UU. como Bélgica se hallan por debajo de la U. R.5. 5. en toda una época histórica, por cuanto que en ambos países sigue dominando el régimen capitalista, mientras que la U. R. S. S, ha liquidado ya el capitalismo e instaurado en su territorio el régimen so- cialista.

De donde se desprende que el crecimiento de la población no es ni puede ser el factor fundamental en el desarrollo de la sociedad, el factor que determina el carácter del régimen social, la fisonomía de la sociedad.

En consonancia con el carácter del régimen social, el crecimiento de la población puede influir de diverso modo sobre el desarrollo de la so- ciedad. En la U, R. S. S., donde no existen explotadores, el crecimiento de la población significa el aumento del número de trabajadores, de la fuerza básica de producción de la sociedad. Esto explica por qué el cre- cimiento de la población, en la U, R. S. S., acelera el desarrollo de la socie- dad. En cambio, bajo las condiciones del capitalismo, con su paro forzoso crónico, el crecimiento de la población no equivale, de por si, al incre- mento de las fuerzas productivas.

En contra de la opinión de los demógrafos y economistas burgueses, el marxismo ha demostrado que el crecimiento de la población no es, en modo alguno, independiente de las condiciones sociales del factor bioló- gico, sino que se acelera o se amortigua con arreglo al carácter del ré- gimen social y al grado de su desarrollo. Marx ha puesto de manifiesto, en El Capital, que a cada régimen históricamente determinado de produc- ción son inherentes sus leyes de población propias y especificas, El régimen capitalista de producción, con la explotación y la miseria de las masas que lleva consigo, con las crisis y el paro forzoso, especialmente bajo las condiciones del capitalismo contemporáneo, amortigua el crecimiento de la población, influye sobre ella en un sentido negativo.

El capitalismo se revela como un sistema reaccionario, como un freno para el desarrollo de la humanidad, ya por el mero hecho de oponer ba- rreras al crecimiento de la población. “La humanidad —escribía Engels— podría multiplicarse más rápidamente de lo que cabe exigir de la sociedad burguesa contemporánea. Lo cual es para nosotros una condición más para declarar que la sociedad burguesa constituye un obstáculo puesto al progreso y que debe ser eliminado”.*

Por el contrario, las condiciones del socialismo, en que crecen de un modo ininterrumpido las fuerzas productivas y el bienestar material de las masas trabajadoras, estimulan por todos los medios el crecimiento de la población. Según los datos de antes de la guerra, la Unión Soviética, con una población de 170 millones de habitantes, arrojaba un crecimiento natural de la población mayor que toda la Europa capitalista, cuyo censo de población ascendía a 399 millones de personas.

Como resultado del constante desarrollo del bienestar material de los trabajadores y de los éxitos de la sanidad pública en la U. R. S. $S., de 1913 a 1953 el coeficiente de mortalidad ha descendido en más. de tres veces. Y el descenso de la mortalidad infantil es mayor aún. Esto hace que el aumento anual medio de la población, en la U. R. S. $., sea ma- yor que antes de la guerra. Ello es el resultado del régimen socialista, que ha venido a liberar a los trabajadores de las crisis, el paro forzoso y la miseria.

Los sociólogos y economistas burgueses —partidarios de la tendencia biológica— tratan de encontrar en el crecimiento de la población la clave para la comprensión de las leyes y fuerzas motrices de la vida social. Algunos de ellos (por ejemplo, H. Spencer) ven en el crecimiento de la población la causa primordial que impulsa el desarrollo de la sociedad y hace marchar a ésta hacia adelante.

Otros sociólogos burgueses adscritos a la tendencia biológica conside- ran el crecimiento de la población, por el contrario, como la fuerza que frena el desarrollo de la sociedad, y tratan de explicar las guerras, el paro forzoso, el incremento de la miseria y otras lacras del capitalismo como consecuencias del crecimiento “desmedido” de la población.

Como hemos visto más arriba, Malthus, economista inglés de fines del siglo XvInr y comienzos del XIX, para justificar el régimen capitalista, inventó una “ley” según la cual el crecimiento de la población rebasa, según él, el incremento de la producción de medios de subsistencia. En esta inventada “discordancia” entre el crecimiento de la población y el de los medios de subsistencia ve Malthus la causa del hambre, de la miseria, del paro forzoso y de otras calamidades de los trabajadores bajo el capitalismo. Pero, en realidad, el desarrollo de los países capitalistas en los siglos XIX y XX atestigua que, en contra de la llamada “ley” de Malthus, las fuerzas productivas y la riqueza social crecen bastante más aprisa que la población. Lo que ocurre es que los frutos de la creciente productividad del trabajo no se los apropian los trabajadores, sino la burguesía y los demás explotadores.

Marx ha demostrado que, bajo el capitalismo, es la burguesía la que se aprovecha del progreso técnico en contra de los obreros, que el des- arrollo de las fuerzas productivas desaloja del proceso de producción a nuevos y nuevos grupos de obreros. Y, a consecuencia de esto, se forma una superpoblación relativa y crece el ejército de reserva del trabajo, el ejército de los parados. Los maltusianos tratan de presentar esta super- población relativa, engendrada por el régimen capitalista, como una super- población absoluta, inherente según ellos a toda sociedad y que responde a una “ley natural”. Pero el marxismo ha puesto de manifiesto que las causas del paro forzoso, de la miseria de las masas y del hambre no radican en las leyes de la naturaleza, sino en el sistema del capitalismo.

A pesar de que hace ya mucho tiempo que la ciencia y la misma vida social se han encargado de refutar la reacionaria teoría de Malthus, los ideólogos de la burguesía imperialista siguen defendiéndola y propagán- dola. Se valen de ella para justificar las contradicciones y las lacras del capitalismo y para fundamentar la política anexionista del imperialismo.

Winston Churchill, en un discurso pronunciado en octubre de 1951, trataba de explicar las dificultades de la Inglaterra capitalista y las cala- midades de su pueblo por la superpoblación del país. “En una isla capaz para alimentar a 30 millones —declaraba Churchill— viven 50 millones de personas”. De este modo, el dirigente político de la burguesía inglesa en el siglo xx busca la explicación a las contradicciones del capitalismo en la necedad inventada en el siglo XV1H por su inspirador, el cura Malthus.

Pero aún más cínicas y repulsivas que en Inglaterra son las formas que las teorias neomaltusianas adoptan en Norteamérica. En 1948 vio

la luz en los EE. UU, un libro del fascista Wilhelm Vogt titulado El camino de la salvación, en el que se dice: “La humanidad se encuentra en trance difícil. Debemos darnos cuenta de ello y dejar de lamentarnos de los sistemas económicos, del tiempo, del fracaso y de la insensibili- dad de los santos. Esto será el comienzo de la sabiduría y el primer paso por nuestro largo camino. El segundo consistirá en la limitación de la natalidad y en la restauración de los recursos”. Vogt declara que los recursos naturales son limitados y la natalidad es excesiva. Uno de los ca- pítulos de su libro se titula: “Demasiados norteamericanos”. Sobran, según él, 45 millones de norteamericanos. La fuente de las calamidades de los pueblos de las colonias y países dependientes se halla, según- Vogt y las gentes de su mentalidad, no en el yugo colonial imperialista, sino en la “superpoblación”. |

El neomaltusianismo postula la implantación coactiva de medidas en- caminadas a restringir la natalidad, a poner en práctica la esterilización. Y considera como los medios más apetecibles para restringir la natalidad la guerra y las epidemias. Estos monstruos reputan las malas cosechas, el hambre y las epidemias, no como azotes, sino como bendiciones. Para los neomaltusianos, la medicina y la sanidad pública no son un bien, sino un mal, por cuanto que reducen la mortalidad y contribuyen al cre- cimiento de la población. ¿No habrá demasiados niños?, es el título de un libro del neomaltusiano francés P. Rebou (París, 1951).

La burguesía imperialista se vale de las ideas seudocientíficas del maltusianismo, al igual que de los desvaríos de la “geopolítica”, en su po- lítica exterior, como medio para justificar su dominación sobre las colonias y cohonestar el atraso y la miseria escandalosas de los trabajadores. He aquí, por ejemplo, lo que escribe el experto en economía de la burguesía inglesa W, Ensti: “¿Dónde está el Malthus indio que se alce contra la aparición en masa de los niños hindúes que devastan el país?” En todos los escritos de los neomaltusianos, lo mismo que en las obras del propio Malthus, se falsifican los datos acerca del crecimiento de la población y de los medios de subsistencia.

En su libro La India de hoy, Palme Dutt, basándose en una cantidad inmensa de datos incontrovertibles, púlveriza los desvaríos neomaltusia- nos; difundidos para justificar la dominación de los imperialistas ingleses, norteamericanos y otros en los países de Asia, Africa y Sudamérica. En contra de lo que sostienen los neomaltusianos, el aumento de la produc- ción de medios de sustento, en la India y en todo el mundo, supera al crecimiento de la población; el mal está en que los víveres y otros bienes, .en los países capitalistas, no se hallan a disposición del pueblo, sino de los explotadores. Como consecuencia de la aterradora mortalidad, el cre- cimiento de la población en la India es considerablemente más bajo que en Inglaterra y Europa. Así, el censo de población de la India es de 389 millones de habitantes, en comparación con los 100 millones con que el país contaba en el siglo xvi. El crecimiento de la población, en término de tres siglos, ha sido, por tanto, solamente de 3,8 veces. La población de Inglaterra y País de Gales, que en 1700 era de 5,1 millones de habitantes, asciende actualmente a 40,4 millones," lo que quiere decir que ha aumentado en 8 veces, durante un período de dos siglos y medio. Así se derrumba la

leyenda del “desmedido” crecimiento de la población en la India. Y, con ella, la reaccionaria teoría neomaltusiana que atribuye al crecimiento de la población la miseria de las masas, el hambre y el paro forzoso engen- drados por el capitalismo.

Sólo el materialismo histórico nos ofrece una explicación científica del crecimiento de la población y de lo que significa en el desarrollo de la sociedad. El crecimiento de la población constituye una de las condicio- nes de la vida material de la sociedad, que influye en el desarrollo de ésta, pero que no determina ni puede determinar la estructura de la so- ciedad de que se trata ni su paso de una formación social a otra.

* Según las manifestaciones de Churchill más arriba citadas, a so millones.

El modo de producción, factor determinante del desarrollo social.

¿Cuál es, entonces, el factor determinante del desarrollo social, la causa. fundamental que determina la estructura de la sociedad y el paso de un régimen social a otro? El materialismo histórico enseña que el factor fundamental, determinante, del desarrollo de la sociedad es el modo de producción de los bienes materiales, del alimento, el vestido, el calzado, la vivienda, el combustible y los instrumentos de producción, necesarios para que la sociedad pueda vivir y desarrollarse.

Para vivir, los hombres necesitan alimento, vestido, calzado, tienen que disponer de un techo y de combustible, etc. Para llegar a poseer estos bienes que su vida hace indispensables, necesitan producirlos. Y la produc- ción de bienes materiales requiere, a su vez, instrumentos de producción y la capacidad necesaria para crearlos y utilizarlos en la lucha con la naturaleza. La producción de bienes materiales constituye la base perma- nente e imprescindible de vida de la sociedad. Si la producción cesase, la sociedad desaparecería,

El hombre se remontó sobre el mundo animal y comenzó a ser hombre gracias a la producción. En este sentido, dice Engels que el trabajo creó al hombre mismo. Los animales se comportan pasivamente con la natu- raleza exterior. Dependen totalmente, en su existencia y desarrollo, de lo que la naturaleza circundante les brinda. La sociedad humana, por el contrario, mantiene una lucha activa con la naturaleza y, por medio de los instrumentos de producción, la hace servir a sus propias necesidades. Valiéndose de las fuerzas y los objetos de la naturaleza exterior, la socie- dad crea los productos, los bienes materiales necesarios para su existen- cia, que la naturaleza no le ofrece ya acabados. | Al producir los medios necesarios para su vida, los hombres producen también, simultáneamente, su propia vida material. De aquí que la exis- tencia y el desarrollo de la sociedad humana dependan integramente de la producción de los bienes materiales, del desarrollo de la producción. La producción es condición permanente de existencia del hombre, una ne- cesidad natural eterna; sin producción, sería imposible el intercambio de materias entre el hombre y la naturaleza, es decir, sería imposible la misma vida humana.

Marx define el proceso de producción, considerado bajo su forma ge- neral y común a todas las fases de desarrollo de la sociedad, como la actividad del hombre encaminada a un fin y que crea los valores de uso, como el proceso con que el hombre, mediante su actividad, facilita, regula y controla el intercambio de materias entre él mismo y la naturaleza. “El hombre pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporei- dad, los brazos y las piernas, la cabeza y las manos, para de ese modo asi- milarse, bajo una forma útil para su propiá vida, las materias que la natu- raleza le brinda, y a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollan- do las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina”.*

A diferencia de los actos instintivos de los animales, el trabajo. hu- mano es una actividad encaminada a un fin. Como tal, el trabajo es pro- pio y exclusivo del hombre. La araña, escribe Marx, realiza operaciones parecidas a las del telar, y la abeja, al construir sus panales, podría servir de ejemplo a muchos arquitectos. “Pero hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la peor abeja, y es el hecho de que, an- tes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del pro- ceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso exis- tía ya en la mente del obrero, es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que al mismo tiempo realiza con ello su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al cual tiene necesariamente que supeditar su voluntad”.*

_ El trabajo humano, en cuanto actividad encaminada a un fin, en cuan- to proceso de acción activa sobre la naturaleza, presupone como condición necesaria la creación y el empleo de instrumentos de producción.

Todo proceso de trabajo, todo proceso de producción, incluye los tres factores siguientes: 1) una actividad del hombre encaminada a un fin, que es el trabajo; 2) un objeto sobre el que el trabajo recae; 3) instru- mentos de producción con ayuda de los cuales actúa el hombre.

El proceso de producción surge cuando el hombre comienza a crear instrumentos de producción. Ántes de crear instrumentos de producción, siquiera fuesen lós más primitivos, a la manera de la piedra afilada o del palo con ayuda de los cuales atacaba a las fieras o derribaba los frutos del árbol, el mono antropoide antepasado del hombre no llezó a destacarse todavía del reino animal. El mono antropoide remontóse sobre el mundo animal y se transformó en el hombre a partir del momento en que comenzó a crear instrumentos de producción. Con ayuda de éstos —de sus órganos artificiales— prolongó, por así decirlo, las proporciones naturales de su cuerpo y comenzó a someter a su poder la naturaleza. La producción y el empleo de medios de producción “caracterizan el proceso de trabajo especificamente humano”.*

También el mono antropoide emplea, a veces, el palo y la piedra como medios de defensa o de ataque. Pero ningún mono, ningún animal, llega a producir ni el más rudimentario instrumento de trabajo. Los animales de todas las especies, hasta las más altas, se limitan a utilizar lo que la naturaleza les ofrece. El único que crea sus instrumentos de producción es el hombre.

La creación y el empleo por el hombre de instrumentos de trabajo, la aparición de la producción, marca el comienzo de un nuevo tipo de des- arrollo, el paso del reino animal a la sociedad humana. Esta se caracteriza por la vigencia de nuevas leyes específicas y nuevas formas de desarrollo, radicalmente distintas de las biológicas.

En el proceso del trabajo se transforma, no sólo la naturaleza, sino también el propio hombre: se perfeccionan sus órganos naturales, se refina su inteligencia, el hombre adquiere destreza y perspicacia. Gracias al tra- bajo y a la producción, van progresando a lo largo de los milenios, de generación en generación, los dos principales órganos naturales del hom- bre, la mano y el cerebro. Por virtud principalmente del trabajo, la mano humana alcanza tal perfección, que es capaz de crear obras inmortales de la pintura como los cuadros de Rafael, de Tiziano, de Surikov, de Repin, de Chishkin y de Levitán, o grandiosos monumentos arquitectóni- cos, como las severas y esbeltas torres del Kremlin de Moscú.

El trabajo fué la condición decisiva para la aparición y el desarrollo de la lengua, del lenguaje articulado. Sólo gracias al trabajo pudo la in- teligencia del hombre alcanzar un grado tal de desarrollo que le permi- tiera llegar a descifrar las innumerables cualidades de la materia, des: cubrir los nexos internos entre los fenómenos de la naturaleza, penetrar en sus leyes y, basándose en ellas, dominar las fuerzas naturales y obli- garlas a actuar las unas sobre las otras, en consonancia con los fines, las necesidades y las aspiraciones de la sociedad,

“Paralelamente con el desarrollo de la mano, paso a paso, fué des- arrollándose también la cabeza; surgió, primeramente, la conciencia de las condiciones de resultados útiles de carácter práctico, y posteriormente, a base de esto, en los pueblos que se encontraban en una situación más favo- rable, el hombre llegó a comprender las leyes de la naturaleza que las hacian posibles. Y, a la par con la comprensión sin cesar creciente de las leyes naturales, se desarrollaron, a su vez, los medios para actuar sobre la natu- raleza. Por medio de la mano solamente, jamás habría llegado el hombre a inventar la máquina de vapor, si a la vez que la mano, paralelamente con ella, y en parte gracias también a ella, no se hubiese desarrollado, asimismo, congruentemente, el cerebro del hombre”.**

La experiencia, la destreza y la perspicacia acumiladas en el proceso de trabajo fueron plasmadas por el hombre en los instrumentos de pro- ducción.

Instrumentos de producción son el objeto o el conjunto de objetos de que el hombre trabajador se vale para actuar sobre el objeto del trabajo. El hombre pone a contribución, en el proceso de trabajo, las propiedades mecánicas, físicas y químicas de los cuerpos, para obligar a unos *cuerpos a actuar sobre otros, en consonancia con el fin perseguido. Entre los ins- trumentos de producción incluye Marx, ante todo, los medios mecánicos de trabajo, el conjunto de los cuales llama “el sistema óseo y muscular de la producción”. Estos medios de trabajo eran, en la época del feudalismo, el arado con reja de hierro, el molino de viento y una serie de instrumentos manuales, tales como el telar de mano y otros. Bajo el capitalismo, encuentran la máxima difusión toda clase de máquinas y sistemas de máquinas.

En consonancia con los cambios operados en los instrumentos de pro- ducción cambia también la fuerza de trabajo y cambian los hombres lla- mados a poner en acción aquellos instrumentos. De aquí que los instru- mentos de producción históricamente determinados sean la medida del grado de desarrollo de la fuerza de trabajo humana. La producción a base de máquinas de nuestros días presupone el correspondiente grado de des- arrollo de los hombres, de los trabajadores productores de bienes mate- riales y a quienes su experiencia productiva y sus hábitos de trabajo capacitan para producir estas máquinas y manejarlas. Al surgir nuevos instrumentos de producción, cambian también el carácter y el grado de desarrollo de la fuerza de trabajo. Primero, cambian los instrumentos de producción; después, y a tono con ello, cambian los hombres, los tra- bajadores que los ponen en movimiento. Mientras no existieron locomo- toras, no podía haber maquinistas. Los tractoristas y conductores de sega- doras-trilladoras surgieron al aparecer los tractores y la maquinaria agrí- cola.

Los instrumentos de producción no son solamente la medida y el cri- terio del grado de desarrollo de la fuerza de trabajo; son, además, el exponente del nivel de desarrollo económico alcanzado por la sociedad. “Y así como la estructura y armazón de los. restos de huesos tienen una gran importancia para reconstruir la organización de especies animales desapa- recidas, los vestigios de instrumentos de trabajo nos sirven para apreciar antiguas formaciones económicas de la sociedad ya sepultada”. “Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino el cómo se hace, con qué instrumentos de trabajo se hace”. Las épocas eco- nómicas no se distinguen solamente por lo que se produce, sino por el modo cómo se produce, por los medios de trabajo que para ello se em- plean”.*?

Pero, por muy grande que sea la importancia de los instrumentos de trabajo, en el proceso de producción de los bienes materiales y en el desarrollo de la sociedad, de por sí, desligados de los hombres, no consti- tuyen nunca la fuerza de producción social.

“Una máquina que no presta servicio en el proceso de trabajo es una máquina inútil. Y no sólo es inútil, sino que además cae bajo la acción destructora del intercambio natural de materias. El hierro se oxida, la madera se pudre. La hebra no tejida o devanada es algodón echado a perder. El trabajo vivo tiene que hacerse cargo de estas eosas, resucitarlas Je entre los muertos, convertirlas de valores de uso potenciales en valo- res de uso reales y activos”.1% |

Los instrumentos de producción los crean y ponen en movimiento los hombres, los productores de los bienes materiales. Las fuerzas productivas de la sociedad no consisten, por tanto, solamente en los instrumentos de producción, sino también, y sobre todo, en los hombres llamados a utilizarlos en los procesos productivos. La fuerza productiva más importante son los trabajadores. “Los obreros, los trabajadores, son la primordial fuerza productiva de toda la humanidad”.*

Las fuerzas productivas de la sociedad son, por tanto, los instrumentos de producción mediante los cuales se producen los bienes materiales, y los hombres que los ponen en movimiento, llevando a cabo la producción de dichos bienes, gracias a su experiencia y a sus hábitos de trabajo. Estos dos elementos, considerados en conjunto e integrando una unidad, forman las fuerzas productivas de la sociedad.

Ahora bien, las fuerzas productivas no son más que uno de los as- pectos del modo de producción. Constituyen la actitud activa de la socie- dad ante la naturaleza, ante los objetos y las fuerzas naturales de que la sociedad se vale para la producción de los bienes materiales.

El segundo aspecto necesario de todo modo de producción son las relaciones de producción entre los hombres. Los hombres dedicados a pro- ducir no mantienen determinadas relaciones solamente con la naturaleza, sino también los unos con los otros.

“En la producción —dice Marx—, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros, No pueden producir sin asociarse de un cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir, los hombres con- traen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y rela- ciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionan con la natu- raleza y cómo se efectúa la producción”.*5

La producción de los bienes materiales es siempre, en todas las fases de desarrollo de la humanidad, una producción social, El hombre es un ser social. No puede vivir al margen de la sociedad, al margen de las relaciones de producción con los demás hombres. Estos no pueden ocuparse de la producción aisladamente, de un modo individual, independiente- mente los unos de los otros. La figura y el mito de Robinson no son sino el fruto de la imaginación de los literatos y de los economistas burgueses. En la realidad, los hombres se han ocupado siempre de la producción y han librado la lucha con la naturaleza, no aisladamente, sino conjunta- mente, en grupos, en sociedades. Por eso, en la producción, los hombres establecen siempre entre sí determinadas relaciones de producción, inde- pendientes de su voluntad. Los mismos campesinos y artesanos, cuyo trabajo se basa en la propiedad privada sobre los medios de producción y que crean sus productos individualmente, por su cuenta y riesgo, se hallan enlazados, de hecho, con la producción social. Su producción tiene carác- ter social, porque se hallan vinculados con el resto de la sociedad, con los demás productores de bienes materiales, por medio de la división social del trabajo. Y, en particular, los instrumentos de producción empleados por los campesinos y los artesanos, no los han creado ellos mismos, sino otros hombres, los encargados de extraer el mineral de hierro, de con- vertirlo en hierro fundido y en acero, en arados, hoces y guadañas, en trilladoras, clavos, etc.

Las relaciones de producción forman, en cada sociedad, una red muy complicada de nexos y relaciones entre los hombres que toman parte en la producción. Tomemos como ejemplo la sociedad capitalista. En ella existen, ante todo, la propiedad capitalista sobre los medios de produc- ción y, a base de ella, las relaciones de explotación de los obreros por los capitalistas. Del campo de las relaciones de producción forman también parte las relaciones entre los hombres que se ocupar. en las diversas ramas de la producción. La división del trabajo entre la ciudad y el campo, la explotación capitalista de la aldea por la ciudad, caen también dentro del campo de las relaciones de producción. Como son, asimismo, rela- ciones económicas, de producción, todas las que forman la complicada red de las relaciones del mercado, las relaciones de la compraventa y la concurrencia. Entre todos estos tipos de relaciones de producción existe un nexo, una interdependencia,

Para poder comprender la vida social, hay que buscar la base sobre que descansa este complejo sistema de relaciones de producción. Esta base, que determina el carácter del modo de producción y la fisonomía de toda la sociedad, es la relación entre los hombres y los medios de produc- ción; dicho en otros términos, la forma de propiedad que sobre éstos recae.

“Si el estado de las fuerzas productivas responde a la pregunta de con qué instrumentos de producción crean los hombres los bienes mate- riales que les son necesarios, el estado de las relaciones de producción responde ya a otra pregunta: ¿en poder de quién están los medios de producción (la tierra, los bosques, las aguas, el subsuelo, las materias pri- mas, las herramientas y los edificios dedicados a la producción, las vías y medios de comunicación, etc.), a disposición de quién se hallan los me- dios de producción: a disposición de toda la sociedad, o a disposición de determinados individuos, grupos o clases, que los emplean para explotar a. otros individuos, grupos o clases ?”**

Las formas de propiedad sobre los medios de producción determinan todas las demás relaciones vigentes en la sociedad de que se trata; la situación de los distintos grupos sociales en el campo de la producción, sus relaciones mutuas, las formas de distribución de los productos: todas estas relaciones dependen íntegramente del carácter de la propiedad sobre los medios de producción.

La propiedad sobre los medios de producción no es, simplemente, una relación entre hombres y cosas: es una relación social entre hombres, que se expresa por intermedio de las cosas, a través de la relación con los medios de producción: la clase de los hombres a la que pertenecen los medios de producción (los capitalistas y terratenientes) domina a los hom- bres carentes total o parcialmente de medios de producción (a los proleta- rios y los campesinos). En la fábrica capitalista, por ejemplo, las relacio- nes entre el capitalista y el obrero es una relación de explotación, de dominación y de sometimiento.

Los economistas y sociólogos burgueses, al definir las relaciones eco- nómicas entre los hombres, destacan lo que aparece en la superficie, a saber: las relaciones de distribución de los productos. Tratan de esfumar, en cambio, lo esencial, lo fundamental: la forma de la propiedad, la relación con los medios de producción, que determina la situación y el lugar que en la producción ocupan los hombres, dentro de la sociedad.

Criticando la superficialidad de las concepciones burguesas acerca de las relaciones económicas entre los hombres, escribe Marx: “Antes de ser distribución de los productos, la distribución es: 1) distribución de los instrumentos de producción, y 2), lo que sólo representa una caracteriza- ción distinta de la relación anterior, distribución de los miembros de la sociedad entre los distintos tipos de producción (clasificación de los in- dividuos entre las relaciones de producción determinadas). La distribución de los productos no es, evidentemente, sino el resultado de esta distri- bución que va implícita en el proceso mismo de producción y que deter- mina la estructura de ésta”.*”

Así, pues, la forma de la propiedad sobre los medios de producción es lo principal, lo fundamental, lo que determina la naturaleza, el carác- ter de las relaciones de producción imperantes en la sociedad de que se trata.

Las relaciones de producción entre los hombres son relaciones mate- riales. A diferencia de las relaciones ideológicas, existen al margen de la conciencia e independientemente de la voluntad de los hombres.

Los falsificadores del marxismo, idealistas del tipo de Max Adler y A. Bogdanov, y sus continuadores, por el estilo de un E, Báse (en la Ale- mania occidental), tratan de presentar las relaciones de producción como relaciones psíquicas, espirituales, identificando el ser social con la con- ciencia social. Se basan para ello en el hecho de que los hombres inter- vienen en la producción como seres dotados de conciencia, de que la actividad productiva es una actividad consciente; de donde, según ellos, se deduce que también las relaciones creadas en el campo de la produc- ción se establecen por medio de la conciencia, son relaciones de carácter psíquico, espiritual.

Pero el hecho de que los hombres entren en relaciones los unos con los otros como seres conscientes no significa, ni mucho menos, que las relaciones de producción se identifiquen con la conciencia social, He aquí lo que acerca de esto dice Lenin: “Al entrar en relaciones, los hombres, en todas las formaciones sociales más o menos complejas —y, especial. mente, én la formación social capitalista—, no tienen conciencia de cuáles son las relaciones sociales que así se plasman, de las leyes con arre- elo a las cuales se desarrollan, etc.”?8

El granjero canadiense, por ejemplo, al vender su trigo, entra en determinadas relaciones de producción con los productores de trigo del mercado mundial, con los hacendados argentinos, los granjeros de los EE. UU., los de Dinamarca, etc., pero no tiene conciencia de ello, ni se apercibe de las relaciones sociales de producción que con este motivo se establecen.

Los revisionistas, al afirmar que las relaciones de producción tienen un carácter inmaterial, se remiten a la tesis de Marx de que las relacio- nes de valor son relaciones de producción, pero sin que el valor contenga ni un átomo de la materia de que están formadas las mercancías, Y así és, en efecto: el valor de la mercancía es distinto de la forma na- tural de ésta, Pero es una relación social de producción de carácter material, objetiva e independiente de la conciencia de los hombres. El concepto de “relación material” no se reduce a las relaciones entre cosas. También son relaciones materiales, existentes al margen de la conciencia, las relaciones creadas entre los hombres en el proceso de la producción. Y tienen como base las relaciones de propiedad sobre los medios de pro- ducción, sobre las fábricas e industrias, sobre la tierra; relaciones de cuya materialidad sólo pueden dudar quienes no estén en su sano juicio o se hallen prisioneros de la filosofía idealista burguesa.

Las relaciones de explotación del hombre por el hombre son también, evidentemente, relaciones objetivas, materiales: la clase obrera de los países capitalistas siente sobre sí, todos los días y a todas horas, el yugo de esta explotación. Ve y comprende la diferencia radical que existe en- tre la realidad de la explotación y los bienes ilusorios en el “otro mundo” que le prometen los ideólogos de la burguesía, los curas cristianos, los musulmanes, los socialdemócratas y otros.

Las relaciones de producción entre los hombres que históricamente han existido y las que existen pueden revestir una de dos formas: pueden ser relaciones de cooperación y ayuda mutua entre hombres libres de toda explotación, o relaciones de dominación y sometimiento. Así, bajo las condiciones de la esclavitud, del feudalismo y el capitalismo, las rela- ciones de producción revisten la forma de relaciones de dominación y sometimiento, de relaciones entre explotadores y explotados. Son relaciones de producción que se expresan en la dominación de una clase por otra, relaciones basadas en la propiedad privada sobre los medios de producción y en el divorcio entre los medios de producción y los productores directos.

Por el contrario, bajo las condiciones de la sociedad socialista, que destruye la propiedad privada sobre los medios de producción y acaba con la explotación del hombre por el hombre, las relaciones de producción en- tre los hombres son relaciones de fraternal cooperación y ayuda mutua so- cialista,

Las relaciones de producción revisten una forma u otra según a quién pertenezcan los medios de producción y, consiguientemente, con arreglo al modo como los medios de producción se enlacen con los productores directos. ?

“Cualesquiera que sean las formas sociales de la producción, sus facto- res son siempre los medios de producción y los obreros. Pero tanto unos como otros son solamente, mientras se hallan separados, factores potenciales de producción. Para poder producir en realidad, tienen que combinarse. Sus distintas combinaciones distinguen las diversas épocas económicas de la estructura social”.**

El modo capitalista de producción se caracteriza por el divorcio entre los productores directos, los obreros, y los medios de producción, por la transformación de los trabajadores en proletarios. Para poder existir, para no morirse de hambre, los obreros tienen que vender su fuerza de trabajo al capitalista, al propietario de los medios de producción. Por donde, bajo el régimen capitalista, la unión de los obreros con los medios de producción sólo puede llevarse a cabo mediante la venta de la fuerza de trabajo al capitalista.

En cambio, en la sociedad socialista, los trabajadores se unen directa- mente con los medios de producción. Bajo este régimen, los medios de producción pertenecen a los mismos trabajadores, razón por la cual no se conocen aquí las relaciones de dominación y sometimiento, la explo- tación del hombre por el hombre.

La historia nos habla también de ciertas relaciones de transición de una forma de relaciones de producción a otra. Una de estas formas de transición fueron, por ejemplo, las relaciones de producción creadas al desintegrarse el régimen de la comunidad primitiva. A esta fase de transición del régimen de la comunidad primitiva al régimen esclavista engendrado en su seno podemos referir, en particular, las relaciones eco- nómicas de la Grecia de Homero, cuya imagen nos transmite la Odisea. En la época de la instauración de la sociedad de clase, eran relaciones transitorias de producción las creadas en el seno de la comunidad agraria (la “marca”, entre los germanos, y el “mir” entre los eslavos), que vi- nieron a sustituir a la comunidad gentilicia. Rasgo característico de la comunidad agraria era la coexistencia en ella de las superviviencias de la propiedad comunal junto a la propiedad privada. Según la expresión de Marx, la comunidad rural fué “la fase de transición a la formación de segundo grado, es decir, el tránsito de la sociedad basada en la propie- dad colectiva a la sociedad basada en la propiedad privada”.*

También en el período de transición del capitalismo, con sus relaciones de dominación y sometimiento, al socialismo, en el que prevalecen las re- laciones de fraternal cooperación y ayuda mutua entre hombres libres de toda explotación, ocupan su lugar las relaciones transitorias de pro- ducción.

Las relaciones socialistas de producción no surgen de repente, bajo una forma acabada y definitiva. Estas nuevas formas de relaciones económicas entre los hombres van plasmándose, desarrollándose y afian- zándose a lo largo de todo el periodo de transición del capitalismo al socia- lismo. En la economía del período de transición del capitalismo al so- cialismo, según la definición de Lenin, se combinan los rasgos del régimen capitalista, ya liquidado, pero aún no destruído, y los del régimen socia- lista, que nace y va desarrollándose.?

Pero, cualquiera que sea el carácter de las relaciones de producción, éstas constituyen siempre, en todas y cada una de las fases de desarrollo de la sociedad, un elemento tan necesario de la producción como las fuerzas productivas. El modo de producción es la unidad de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, en el proceso de producción de los bienes materiales.

El modo de producción de los bienes materiales determina la estruc- tura de la sociedad. Al modo de producción imperante en la sociedad de que se trata, corresponde el régimen social. El modo de producción determina la presencia o la ausencia de las clases sociales, el carácter de las relaciones inutuas entre estas clases, el carácter de la ideología dominante y de las instituciones políticas y jurídicas vigentes.

Por ejemplo, el modo capitalista, basado en la propiedad privada sobre los medios de producción, determina la división de la sociedad en dos clases antagónicas, el proletariado y la burguesía, Todas las relaciones sociales de la sociedad capitalista, incluyendo las concepciones políticas, jurídicas, religiosas y artísticas, así como las instituciones sociales, polí- ticas, jurídicas y de otro tipo, se hallan condicionadas por el modo ca- pitalista de producción.

“El modo de producción de la vida material condiciona los procesos de la vida social, política y espiritual, en general”.?2 La estructura de la sociedad no. depende de los deseos ni las intenciones de los hombres, de las ideas o las teorías, de las forma del Estado y del derecho. El carácter y la estructura de toda sociedad se hallan determinados por el modo de producción imperante. Al cambiar el modo de producción, cambia tam- bién todo el régimen social, cambian las ideas políticas, jurídicas, reli- giosas, artísticas, filosóficas, y cambian las instituciones políticas, jurídicas, etc., de la sociedad.

Son los cambios operados en el modo de producción de los bienes materiales, y no las ideas y teorías, ni el medio geográfico, ni el creci- miento de la población, los que permiten explicar el carácter del régimen social, de sus ideas e instituciones, comprender por qué un régimen social es desplazado por otro, y por qué precisamente por éste y no por otro cualquiera; por qué, por ejemplo, el régimen social capitalista es des- plazado, concretamente, por el régimen socialista. La explicación cientí- fica, materialista, del desarrollo de la sociedad ha permitido establecer las leyes determinadas, objetivas, no dependientes de la voluntad de los hombres, que rigen el cambio de una formación social por otra, el cam- bio de las formaciones sociales inferiores por las superiores.

Resumen

Por tanto, la fuente de que nacen las ideas sociales, las concepcio- nes sociales, las teorías e instituciones políticas, debe buscarse en las condiciones de la vida material de la sociedad. Y, dentro del sis- tema de las condiciones de la vida material de la sociedad, el factor que determina la estructura y el desarrollo de ésta es el modo de pro- ducción de los bienes materiales. Ál modo de producción imperante en la sociedad de que se trata corresponden el tipo de sociedad, su estructura, y las clases existentes en la sociedad dada, sus ideas, sus concepciones y sus instituciones.

Para no equivocarse en política, el partido del proletariado debe atenerse, en su actuación, no a los principios abstractos dela razón humana, sino a las condiciones concretas de la vida material de la sociedad y, en particular, a las del desarrollo de los modos de pro- ducción, como factor determinante del desarrollo social. Los partidos políticos que hacen caso omiso de la función determinante de las condiciones de la vida material en el desarrollo de la sociedad, están irremisiblemente condenados a fracasar. La bancarrota de los socialistas utópicos, de los populistas, de los socialrevolucionarios y de los anar- quistas se explica por el hecho de que, volviéndose de espaldas al papel predominante de las condiciones de vida material de la sociedad, ca- yeron en el idealismo y basaron su actuación, no de acuerdo con las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sino par- tiendo de proyectos y planes abstractos y arbitrarios, desconectados de la realidad. |

La grandiosa fuerza vital del partido marxista-leninista reside en que se basa siempre, para su actuación, en la comprensión cientifica de las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sin apartarse jamás de la vida real, de los intereses de la clase obrera, de los intereses de las masas populares.