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Biblioteca:Historia de Cuba. Nivel Medio Superior/La sociedad colonial del siglo XVI hasta el siglo XVIII. La conformación de la sociedad criolla

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La sociedad colonial del siglo XVI hasta el siglo XVIII.
La conformación de la sociedad criolla

La nueva sociedad que comenzó a conformarse en la Isla a partir del proceso de conquista y colonización hispana en el siglo XVI , la sociedad criolla, expresó la integración de elementos culturales aborígenes, africanos y europeos. Este proceso de interrelación étnica y cultural implicó la adaptación de diversos componentes humanos al medio natural existente en la Isla, a complejos procesos de asimilación, absorción y fusión étnica y cultural. Para explicar este proceso de integración etnocultural que conforma la sociedad criolla es necesario hacer referencia de forma general a los elementos que caracterizan los diferentes componentes sociales que intervienen en esta etapa formativa del pueblo cubano.

El componente aborigen

Antes de la conquista española Cuba estaba habitada por diversas comunidades aborígenes. Se asentaron en el territorio insular en sucesivas oleadas migratorias distanciadas en el tiempo (del 8000 a.n.e. hasta las primeras décadas del siglo XV d. n.e. aproximadamente). Procedían de diferentes regiones, de las tierras continentales del norte, de centro y suramérica (los territorios actuales de Nicaragua, Honduras y Venezuela).

Estas comunidades aborígenes de Cuba tenían niveles de desarrollo socioeconómicos diferentes ya que unas eran comunidades preagroalfareras que basaban su subsistencia en la caza menor, la recolección y en la pesca costera. Las otras eran comunidades agroalfareras, taínas, de la familia étnica aruaca de origen suramericano, cuya actividad productiva fundamental era la siembra y procesamiento de la yuca para confeccionar el casabe sin abandonar la caza menor, la pesca y la recolección. Eran capaces de elaborar objetos de cerámica, el tejido de fibras textiles y procesar alimentos para su subsistencia. Su organización social era propia de las comunidades gentilicias, con la división del trabajo por sexo y edades. No existían clases sociales sino el reparto de responsabilidades o funciones donde se destacaba el cacique como figura encargada de organizar la vida de la colectividad y el behíque dedicado a curar a los enfermos además de dirigir las actividades ceremoniales ya que poseían una amplia gama de creencias, mitos y prácticas mágico-religiosas (fig. 1.1).

El almirante Cristóbal Colón llegó a tierras cubanas en 1492 y no fue hasta 1510 que se inició el proceso de conquista y colonización española por Diego Velázquez (fig. 1.2). Se interrumpió violentamente la vida de estos grupos aborígenes. Ellos fueron sometidos a sangre y fuego, despojados de sus tierras de cultivo, desplazados de sus lugares tradicionales de residencia y así, desarraigados de sus comunidades y familias, fueron concentrados en los lavaderos de oro y en las villas que fueron los primeros asentamientos poblacionales. En ellas convivieron con los españoles, forzados a trabajar de una manera totalmente diferente a la habitual, sin descanso y estímulo alguno, tanto en las labores mineras como en las agrícolas.

En los lavaderos de oro pasaban unas doce horas diarias dentro de los ríos, además tenían que cargar el mineral recolectado y llevarlo hasta el lugar donde se realizaba la fundición, obligados a recorrer grandes distancias en marchas extenuantes. También servían de remeros a los colonizadores que preferían trasladarse por mar de un punto a otro, siempre que fuera posible, para evitarse las dificultades y fatigas de largas caminatas a través de bosques y ríos ya que no existían caminos que facilitaran la comunicación. A pesar del régimen de trabajo que se les impuso, la alimentación que recibían era casabe y agua, en raciones insuficientes, porque los cultivos aborígenes tenían que garantizar la subsistencia de los peninsulares. Estos no habían venido a la América a trabajar sino solamente a enriquecerse.

Esta impactante realidad motivó la rebeldía aborigen y conocemos por las fuentes documentales la figura del cacique Hatuey como símbolo de la primitiva resistencia ante el colonialismo europeo. También existieron otras sublevaciones, por ejemplo, la de los indios "cayos" en 1523, en la zona comprendida entre Bayamo y el río Zaza. Eran llamados así porque habitaban los cayos adyacentes a la actual provincia de Camagüey o porque procedían de lugares despoblados.[1] De todas las sublevaciones la más importante fue la del cacique Guamá por su organización, extensión y duración. Entre 1522 y 1533 este cacique hostilizó a los colonialistas españoles desde los lugares más inaccesibles de las sierras y montañas de Baracoa.

Los aborígenes utilizaron por lo general el método de rebeldía que afectaba más a los colonialistas españoles: abandonaban el trabajo y huían a los montes, a zonas marginales de difícil acceso para evadir la explotación que sufrían, pero hasta allí eran perseguidos con perros. Los perros amaestrados de los rancheadores inspiraban terror a los aborígenes:

Los indios no tenían defensa contra estos perros; no podían esconderse porque, por oculta que fuera su guarida el perro los encontraba olfateando el rastro; no podían huir, porque el perro es más resistente y veloz que el hombre en la carrera; no podían defenderse, porque la formidable dentadura de los robustos mastines era un arma más poderosa que sus piedras, sus palos y sus flechas de varillas de madera, y además eran más ágiles y diestros en la pelea, y porque también sabían que si los mataban o herían, caía sobre ellos la venganza de los conquistadores que querían mucho a sus perros y castigaban cualquier daño hecho a estos como si hubiera sido hecho a ellos mismos. El único recurso que le quedaba al indio contra el perro era trepar a un árbol, pero ni aun así escapaba, porque entonces el perro se instalaba al pie del árbol, ladrando continuamente y no se apartaba de él hasta que había atraído con sus ladridos a los rancheadores. Estos no necesitaban las más de las veces penetrar en la manigua; los perros estaban enseñados a conducir al indio sin hacerle daño, si este se dejaba llevar, y a destrozarlo si se resistía. Si hacía falta que el rancheador acudiera, los ladridos de los perros se lo indicaban [...][2]

Existen evidencias materiales de "palenques" donde se refugiaban los aborígenes que lograban escapar, para continuar su vida, coincidiendo con esclavos africanos que, a pesar de ser muy escasos en estos primeros años de colonización, también se "cimarroneaban" junto a los aborígenes para evadir la explotación.

Antes de la conquista, por su bajo nivel de desarrollo, no existía unión entre estas comunidades aborígenes y después, con la explotación colonialista, se acentuó todavía más la desunión entre ellas. No pudieron hacer causa común con los negros esclavos para enfrentar la explotación. Además de la superioridad militar española este fue un factor que facilitó el predominio absoluto de los conquistadores en breve tiempo, a pesar de la aplastante mayoría de la población aborigen en los inicios del proceso de conquista y colonización.

José Martí en un trabajo dedicado al padre Las Casas (fig. 1.3) el "Protector universal de los indios", expresó:

[...] En aquel país de pájaros y de frutas los hombres eran bellos y amables; pero no eran fuertes. Tenían el pensamiento azul como el cielo, y claro como el arroyo; pero no sabían matar, forrados de hierro, con el arcabuz cargado de pólvora. Con huesos de frutas y gajos de mamey no se puede atravesar una coraza. Caían, como las plumas y las hojas. Morían de pena, de furia, de fatiga, de hambre, de mordidas de perros [...][3]

La explotación despiadada establecida por las encomiendas, las matanzas injustificadas, las hambrunas, las enfermedades transmitidas por los europeos para las que no tenían inmunidad alguna, la destrucción de su mundo material y espiritual por una cultura totalmente diferente que los humillaba y maltrataba hasta la desesperación, que los empujaba al suicidio como forma de evadir esta nueva vida a la que no podían adaptarse por ser incomprensible para ellos, son algunos elementos que demuestran el terrible impacto del colonialismo español en la población aborigen.

El destacado demógrafo e historiador cubano Juan Pérez de la Riva estimó que en 1510 existían 112 000 indígenas en el archipiélago cubano y en 1555 quedaban solamente 3 900.[4] La disminución de la población indígena limitó la posibilidad de aportar elementos étnicos y culturales considerables a la conformación del pueblo cubano, a su nacionalidad. No obstante, los aborígenes que fueron concentrados en "pueblos de indios" como Guanabacoa y Jiguaní entre otros, los que huyeron a los montes, familias y comunidades enteras que lograron sobrevivir en las zonas rurales, conviviendo y mezclándose después con el resto de la población en la Isla, nos legaron elementos étnicos y culturales.

Existen huellas tangibles de la cultura espiritual indígena en costumbres y creencias actuales del pueblo cubano, principalmente en la zona oriental, como técnicas de curación (sobados, succiones y ritos de purificación), en la oralidad y la danza, en el uso del caracol como silbato y la preparación del casabe.[5] Sus conocimientos botánicos, palabras de su lengua aruaca para denominar accidentes geográficos y lugares como, por ejemplo, Cuba, Bayamo y Toa, entre otros. Las frutas como la guayaba, la piña y el mamey así como otras variedades vegetales como aguacate, boniato, yuca, tabaco y ají son algunos ejemplos de especies aborígenes que se mantienen en nuestros días. El uso de la hamaca, la navegación en canoas, técnicas de cultivo, diversos utensilios como el guayo, viviendas como el bohío y el caney no han desaparecido. Costumbres como el baño diario y el fumar tabaco son evidencias de la huella aborigen en nuestra cultura.

Se puede afirmar que los componentes básicos en la formación del pueblo cubano fueron los aportados por el europeo blanco y el africano negro. Ambos llegaron casi simultáneamente a la Isla con diversa condición: los primeros como grupo explotador y los segundos como pueblos oprimidos.

¿Qué elementos aportaron el componente europeo y el africano a la formación del pueblo cubano? Para responder esta interrogante se realizará una caracterización de estos componentes sociales tan diferentes.

El componente europeo

Gran parte de los españoles que participaron en el proceso de conquista y colonización eran originarios del sur de la Península Ibérica, de las regiones de Castilla y León, de las sierras de Extremadura y especialmente de Andalucía, regiones muy diversas por su economía, costumbres y tradiciones.

¿Quiénes integraron el grupo conquistador desde el punto de vista social? Los llamados hidalgos, una especie de nobleza pobre, sin bienes, segundones que no tenían derecho a heredar el patrimonio familiar que correspondía por tradición solo al primogénito. Ellos encontraron en las expediciones conquistadoras de América la posibilidad de hacerse de la riqueza que en España no tenían. También entre los inmigrantes estaban habitantes de las ciudades, de las capas medias, cuyos padres eran escribanos, mercaderes, campesinos y artesanos que se inclinaban por la riqueza fácil de las colonias. Estas gentes son las que predominaban en el poblamiento de la Isla en el siglo XVI . No se puede excluir la presencia de algunos nobles pero la alta nobleza, la que disfrutaba los beneficios del poder monárquico, no tenía necesidad ni motivaciones para iniciar una nueva vida en tierras extrañas y generalmente viajaban a las colonias por un tiempo limitado para cumplir responsabilidades administrativas.

Esta variedad de personas conformaron la hueste conquistadora que acompañó a Velázquez en la organización político-administrativa de la colonia que se inició con la fundación de las primeras villas entre 1511 y 1515: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, San Salvador de Bayamo, La Santísima Trinidad, San Cristóbal de La Habana, Sancti Spíritus, Santa María del Puerto del Príncipe y Santiago de Cuba (fig. 1.4). Por su condición de vecinos, al permanecer asentados en estas localidades, tuvieron derecho a los primeros "repartos de indios" y tierras, que les fueron entregadas como mercedes, para su uso y disfrute pero no en propiedad, y a ser elegidos para integrar los gobiernos municipales llamados cabildos. Estos elementos establecieron diferencias dentro de este grupo explotador porque la cantidad de indígenas encomendados significó riqueza, condición importante para ocupar cargos en el cabildo, máxima autoridad política en las villas al representar el poder del gobernador en cada una de ellas.

En aquellos tiempos no existían caminos que facilitaran las comunicaciones, las distancias de las poblaciones entre sí eran enormes, al igual que entre ellas y la villa en que residía el gobernador, funcionario que representaba a la Corona en la Isla con amplias facultades.

La lejanía propició una gran autonomía de las villas, de sus cabildos. Se presentaban problemas y no podía esperarse por la decisión del gobernador. El cabildo se convirtió en fuente de verdadero poder hasta el punto de tomarse atribuciones como la de repartir (mercedar) tierras. En los repartos de tierras realizados por los cabildos se beneficiaron los alcaldes y regidores, funcionarios que los integraban. Se repartieron las mejores tierras y las de mayor extensión, se convirtieron en la oligarquía terrateniente de las localidades.

Estas oligarquías se formaron con la riqueza americana, fueron resultado del apoderamiento de la tierra y de los recursos por parte de los conquistadores. Independientemente de su origen social se premió el aporte de cada cual al proceso de conquista y colonización. Sirvieron a los intereses del estado colonial en la medida en que garantizaron la dominación y explotación de los recursos naturales y humanos en la colonia.

La sociedad que se estaba formando tenía su núcleo central en las villas porque la vida económica, política y social transcurría en ellas, el mundo se reducía a la localidad. Se organizó, desde la primera mitad del siglo XVI , tomando como patrones algunas de las instituciones que existían en la península como las municipalidades y los cabildos. Se reproducían en tierras americanas los patrones culturales de la hispanidad, pero ajustados a la realidad que encontraron en estas tierras. Por ejemplo: la forma de tratarse entre ellos, el modo de vida familiar, las ceremonias oficiales y religiosas que realizaban, los objetos simbólicos que utilizaban como la vara del alcalde, la espada de los caballeros y el vestuario, son algunos aspectos de su cultura que se mantuvieron. Los peninsulares se constituyeron como clase explotadora en un grupo cerrado con todos los privilegios.

Hacia 1518 el total de personas blancas ascendía a unas 3 000 y de ellas se formaron las fuerzas militares que partieron desde la Isla a la conquista de otras tierras americanas como México y la Florida. Los colonos más ricos eran menos sensibles a estas aventuras que los inmigrantes excluidos de los repartos de indios y tierras, ellos aspiraban a la riqueza que no habían encontrado en la Isla. Estas expediciones de conquista provocaron la disminución de la población, española e indígena, ya que los últimos eran utilizados como fuerza de trabajo en estas empresas conquistadoras que se desarrollaron entre 1517 y 1539.

Se afirma que hacia 1544 la población blanca se había reducido a unas 150 familias, la cuarta parte de la existente en 1518. El aumento demográfico se produjo lentamente a pesar de mantenerse la inmigración de origen hispano y de otras nacionalidades. La Isla no contaba con atractivos suficientes, lejos de atraer nuevos inmigrantes, algunos de los fundadores y sus hijos se marchaban por la situación decadente que se manifestó entre 1530-1550. No será hasta 1730 que la población insular alcanzó las 100 000 personas. Se necesitaron dos siglos para que la población comenzara a aproximarse al monto demográfico inicial.

El despoblamiento de la Isla influyó en el empobrecimiento de las villas, muchas de ellas se trasladaron a nuevos emplazamientos mejor situados pero se afectaron los cultivos por la falta de brazos. La disminución demográfica coincidió con el agotamiento minero y las sublevaciones indígenas.

Las condiciones existentes propiciaron que la ganadería se desarrollara como la actividad económica fundamental a partir de la segunda mitad del siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XVIII y después se mantuvo como una de las principales ramas productivas en la Isla. La amplia demanda de cueros y carne salada para la exportación además de carne fresca para el consumo interno estimuló el desarrollo ganadero. No requería fuerza de trabajo numerosa y existía una gran masa ganadera que se había desarrollado libremente en los bosques por las excelentes condiciones climáticas de la Isla. Los factores mencionados propiciaron la orientación ganadera de la economía insular, era la alternativa más productiva ante las condiciones imperantes. La tierra aumentó su valor y los pocos colonos que permanecieron en la Isla lograron nuevos repartos que ampliaron sus mercedes. Hacia 1580 los cabildos habían concedido todo el territorio disponible incluyendo bosques y sabanas. Hatos y corrales dominaron el paisaje colonial y los hacendados ganaderos fueron el nuevo grupo social que excluyó a los que no habían recibido tierras, a los inmigrantes recién llegados: todos fueron obligados a trabajar para los beneficiados con las mercedes.

Otros sectores dominantes que compartieron la relevancia social de los hacendados ganaderos fueron los comerciantes y los funcionarios coloniales. Comerciantes sevillanos se establecieron en la Isla por las ventajas que ofrecía La Habana como centro del comercio colonial, formaron parte de los cabildos por el capital que atesoraban, sus relaciones en la Corte española y con los comerciantes peninsulares. Ellos invirtieron parte de su riqueza en tierras destinadas a la ganadería, estancias o trapiches azucareros. También, desde los primeros viajes a la América, la Corona nombró un grupo de administradores y legisladores reales (letrados, escribanos, contadores, veedores, tesoreros) que utilizaron su poder como funcionarios para convertirse en poseedores de tierras.

Dentro de las haciendas ganaderas de la región occidental comenzaron a desarrollarse lentamente cultivos como el tabaco y la caña de azúcar. Estos productos de la agricultura comercial ocuparían un lugar importante en la economía insular a partir de su demanda para la exportación.

También en el siglo XVI llegaron a la Isla personas nacidas o asentadas en Islas Canarias. Esta inmigración hispana se distinguió de la peninsular porque eran grupos familiares y no hombres solos como los conquistadores. La Corona estimuló la inmigración española desde los primeros tiempos con el interés de fomentar la población blanca y asegurar su dominio en esta tierra. Por ejemplo, favoreció el traslado de las esposas de los conquistadores que habían quedado en La Española, eliminó las encomiendas de indígenas a quienes dejaran sus esposas en la Península y además ofreció facilidades a los labradores españoles para que se asentaran en "el nuevo mundo": pasaje gratis, donaciones de tierras y trabajo aborigen.

La inmigración canaria contribuyó en buena medida al crecimiento demográfico de la Isla por la cantidad de personas que venían atraídas por las facilidades que ofrecía el estado español, por su carácter familiar y su tradición cultural de casarse muy jóvenes y concebir numerosos hijos.

Una parte importante de los inmigrantes canarios se dedicaron al cultivo del tabaco, el primer producto comercial de la Isla. Aprendieron la técnica aborigen y desarrollaron las vegas tabacaleras desde el siglo XVI . Como campesinos trabajaban directamente la tierra con la ayuda de su familia y algún que otro esclavo africano. Se aferraron al pedazo de suelo que encontraron, cerca de las ciudades o lejos, dentro de las haciendas ganaderas o en tierras realengas. Las mejores para este cultivo eran las arenosas a orillas de los ríos (fig. 1.5).

El veguero que permanecía en las haciendas ganaderas era arrendatario (pagaba una renta al hacendado) o aparcero (le entregaba parte de la producción). Este campesinado naciente estaba desposeído y discriminado, en condición dependiente de los latifundistas ganaderos.

La presencia de una población blanca, de origen europeo, sin propiedades, dependiente de la oligarquía, aun cuando frente a indígenas, negros y sus descendientes mestizos fuera un grupo de privilegio étnico y social, demuestra que una masa importante de los inmigrantes constituía un sector explotado de la sociedad. Parte de los labradores y artesanos que llegaban con el sueño de alcanzar condiciones "señoriales" tenían que conformarse con vivir de un salario en pueblos y ciudades o marchar a las zonas rurales para realizar trabajos agrícolas. Ellos conformarán junto a otros sectores sociales la base del pueblo cubano.

El componente africano

Existe constancia de que hacia 1515 comenzaron a introducirse en la Isla los primeros esclavos africanos como fuerza de trabajo que complementaba a la aborigen. Fue el grupo social más marginado y en la primera mitad del siglo XVI era absoluta minoría, pero con tendencia a crecer a medida que disminuía la población indígena. Sus propietarios los "cuidaban" porque para ellos tenían valor, su compra les había costado dinero (fig. 1.6, tomado de José Cantón Navarro: Historia de Cuba. El desafío del yugo y la estrella, p. 27).

¿Cuáles son los rasgos distintivos de los esclavos africanos? En primer lugar era una inmigración que se traía a la Isla por la fuerza, arrancada de sus tierras, encadenada y sometida a la esclavitud individual y directa. Procedían del África Occidental Subsahariana y no constituían una unidad sino un conjunto de etnias que tenían economías, lenguas, religiones, costumbres y tradiciones diferentes, por eso entre algunas de ellas existía gran hostilidad.

Este conglomerado multicultural había alcanzado un desarrollo económico y social superior al de los aborígenes antillanos, lo que les permitió enfrentar con mayores posibilidades de sobrevivencia las condiciones de explotación a las que fueron sometidos.

En estos primeros tiempos la esclavitud no tenía el carácter intensivo que tomó a finales del siglo XVIII . Los esclavos africanos se emplearon como fuerza de trabajo en las labores mineras, en la agricultura y en las construcciones. Existía la costumbre en algunos dueños de alquilarlos a otras personas para que trabajaran como jornaleros. También los amos autorizaban a sus esclavos a trabajar los domingos y días festivos en pequeñas parcelas, podían vender lo que cultivaban y esto les permitía ahorrar cierta cantidad de dinero para comprar su libertad, se les llamaba "negros horros" o libres.

Sobre los negros horros se ejercían restricciones que limitaban su libertad. Ganaron la condición de vecinos y se les concedieron tierras pero cuando el cabildo tenía que otorgar terrenos a los blancos reducía las posesiones que les había entregado a los negros. Era una población marginada que se concentraba fundamentalmente en las ciudades. Desempeñaban labores urbanas en diferentes oficios, el artesanado y actividades comerciales menores.

Estos negros libres encontraron en las cofradías un mecanismo de agrupación y protección dentro de esta sociedad que los discriminaba y se incorporaron a las milicias de pardos y morenos, fuerza dedicada a la protección de la ciudad.

Esta masa de habitantes desposeída y segregada, unida a los blancos sin fortuna, será base del pueblo cubano, más visible en las ciudades pero presente también en los campos.

El criollo: personaje central de la nueva sociedad en formación

La presencia aborigen, africana y española en tierra cubana condicionó un proceso de integración sociocultural, la transculturación, que comenzó desde los inicios de la conquista y colonización de la Isla. El personaje central de la nueva sociedad colonial que se estaba conformando fue el criollo, concepto que identificaba a todos los nacidos en tierras americanas, independientemente de su posición social, el color de su piel y el origen de sus padres. El criollo fue "el resultado de la mezcla, selección y creación de los elementos humanos y culturales que convergen en la Isla".[6]

Es necesario destacar que la integración sociocultural que está presente en la formación del criollo tiene su base en un proceso de integración étnica y multiétnica, con fuerte tendencia al mestizaje. Se trata de diferentes procesos étnicos a partir de las interrelaciones entre los diversos componentes sociales que coinciden en la Isla: aborígenes, hispanos y africanos.

¿Cuáles son algunos de los procesos étnicos que se desarrollaron?[7]

  • La asimilación étnica entre el componente hispano y el aborigen. Ya conocemos el genocidio de la población aborigen durante la conquista y colonización. El componente hispano asimila la cultura aruaca e impone a los remanentes de indígenas y sus descendientes mestizos de aborígenes y españoles su cultura, antecedente de la cultura criolla.
  • La integración étnica dentro del componente hispano. Se aglutinan de manera nueva los diversos inmigrantes procedentes del área peninsular e insular de España que eran portadores de diferentes modalidades culturales, lingüísticas y costumbres en correspondencia con su región: las interrelaciones entre andaluces, canarios, extremeños, leoneses y vascos durante la colonización y asentamiento en las villas y más tarde en la fundación de pueblos y ciudades; la explotación ganadera, agrícola, el comercio y la industria azucarera principalmente. La integración interétnica hispana es determinante en la formación de la cultura criolla, es la cultura dominante.
  • La integración étnica natural entre el componente africano y el componente aborigen. La coincidencia en los lavaderos de oro, la agricultura, las construcciones; la convivencia en los primeros palenques de cimarrones indígenas, africanos y sus descendientes aporta un legado cultural significativo a los primeros esclavos africanos para su adaptación a un nuevo medio natural y cultural.
  • La integración étnica dentro del componente africano. De complejo contenido multiétnico, se logra en el trabajo, en la agricultura, ingenios y cafetales, construcciones, en palenques, los matrimonios entre diversas etnias africanas, convivencia en barracones, en la práctica de los cultos sincréticos donde se estrechan las relaciones entre los africanos y sus descendientes.
  • La fusión étnica entre el componente hispano y el componente africano. Se trata de la fusión de unidades étnicas que no tienen ningún vínculo de parentesco, ni lingüístico, ni cultural, resultado del intenso y creciente mestizaje biológico entre ellas. Condicionada por las relaciones establecidas en la actividad productiva, en pueblos y ciudades, bateyes de ingenios y cafetales, el desarrollo de los oficios y las artes, la esclavitud doméstica, la formación y desarrollo de los cabildos africanos, los batallones de pardos y morenos integrados por hombres libres. Este es un proceso étnico fundamental para el origen de lo cubano, que resume y sintetiza cualitativamente todos los procesos étnicos de la etapa.
  • La asimilación étnica entre el componente hispano (canario) y el componente aborigen. Se desarrolla durante el proceso de asentamiento inicial y colonización rural en antiguas vegas indígenas para aprender a cultivar el tabaco y la preservación de sus elementos culturales, que asimilan los canarios y sus descendientes para adaptarse y transformar el medio.
  • La fusión étnica entre el componente aborigen, el componente hispano (canario y peninsular) y el componente africano. A través del cultivo tabacalero y en las relaciones socioculturales que este supone. Esta fusión conduce a la formación de un campesinado integrado también por negros y mulatos libres, en la actividad industrial azucarera, en el comercio y en los oficios propios de las zonas rurales. Los componentes hispánicos desempeñan un papel decisivo porque los canarios asimilan por convivencia modos y costumbres aborígenes, tanto los canarios como los peninsulares pobres, junto con los africanos y los descendientes de todos ellos participan en el poblamiento y la cultura popular del campo cubano.

Los complejos procesos étnicos y multiétnicos, que se mencionaron de forma resumida, son la base de la integración sociocultural que está presente en la formación del criollo y se desencadenaron desde la propia conquista y colonización española. No se trata de la simple combinación de elementos étnicos y culturales diferentes sino de procesos graduales de asimilación, absorción y fusión entre varias unidades étnicas que pueden estar emparentadas lingüística y culturalmente pero también sin ninguna afinidad por sus orígenes totalmente diferentes. Su interrelación, fusión o mezcla en el nuevo medio natural provocó su modificación constante, su transformación cuantitativa con el paso de generaciones hasta alcanzar una nueva cualidad: lo criollo.

El elemento predominante en la formación del criollo lo aporta la cultura hispana como base integradora de las diferentes culturas que coexisten en la Isla, por su posición dominante y fuerte presencia en las generaciones de descendientes nacidos en Cuba.

Los aportes culturales hispanos a la cultura criolla se manifestaron de forma evidente. En los elementos de la cultura material (las instituciones de dominación colonial, la estructura socioeconómica, los instrumentos de trabajo y la tecnología, las viviendas en las ciudades y en el campo, el transporte, el vestuario y la alimentación) está presente la cultura hispana. Es la base, el modelo, el referente para crear la nueva sociedad que se transmite a través de la lengua castellana y sus formas de comunicación gestual. De forma similar ocurrió con los elementos de la cultura espiritual donde las creencias religiosas, la organización familiar, las costumbres y el modo de vida fueron, en sus rasgos esenciales, herencia del componente hispano.

También los aportes culturales hispanos recibieron la influencia de los restantes componentes sociales y del medio insular. La sociedad criolla es una sociedad nueva, no es aborigen, africana ni española. Es el resultado de una mezcla de etnias y culturas en constante proceso de transformación.

Este proceso de integración sociocultural se puede ejemplificar con la estancia, la forma de explotación de la tierra, característica de la primera mitad del siglo XVI . En la estancia se desarrollaron cultivos aborígenes como la yuca y el tabaco, además de cultivos europeos, como hortalizas y granos, se emplearon técnicas agrícolas aborígenes y españolas. También se criaba ganado porcino y vacuno que fue introducido en la Isla por los españoles. En la estancia convivían aborígenes, africanos y españoles, los dos primeros como fuerza de trabajo y el último como usufructuario de la tierra y dueño de todo lo que se producía. Existía una mezcla de cultivos, de técnicas agrícolas y la convivencia de personas con distinto origen étnico y cultural, elementos que demuestran un activo intercambio sociocultural. El destacado historiador cubano, el Dr. Julio Le Riverend,[8] señalaba que la estancia era la primera evidencia de transculturación en la Isla.

Las familias establecidas en las primeras villas se multiplicaron progresivamente y, al tiempo, comenzó a existir una población criolla que superó a los pobladores españoles. Las diversas actividades económicas y el nuevo modo de vida fueron creando costumbres nuevas. Por ejemplo: se impuso como alimento el ajiaco, nueva versión de la olla española, que surgió seguramente por la falta de ingredientes europeos y la necesidad de utilizar los productos disponibles en la Isla. Predominaba el casabe, "pan de la tierra", en lugar del pan de trigo, se comía mucho maíz en distintas formas.

Con el paso de las generaciones se hizo cada vez más fuerte la identificación con el territorio donde habían nacido, apegadas a esa tierra donde vivían, a lo más cercano, no conocían más allá de los contornos de su localidad o región por las condiciones de aislamiento existentes y el recuerdo de la tierra natal de sus antecesores era cada vez más lejano.

El vínculo con el territorio donde se nace, el sentimiento de identificación con el lugar estable donde se crea la familia, es el punto de partida para la noción de patria y la diferenciación con los intereses y sentimientos de la hispanidad. Con los hechos que se relacionan se ilustran los elementos apuntados.

La rebeldía de los bayameses en 1603

Desde los tiempos de la conquista americana, la Corona intentó mantener una política centralizadora, en ella se basó la concepción del imperio español tanto en lo económico como en lo político. Esa fue su intención cuando estableció una compleja estructura político-administrativa en sus colonias (gobernadores, cabildos, procuradores) y un rígido monopolio comercial para impedir que otras potencias europeas se beneficiaran con la riqueza americana. Cuba no tenía oro ni plata como otras colonias del imperio, su importancia para la metrópoli radicaba en las contribuciones a la hacienda real con el pago de impuestos y su privilegiada posición dentro del comercio colonial. La Habana era el punto de llegada y salida de la flota, una función muy importante dentro del monopolio comercial, que benefició a la ciudad. El sistema de flotas, establecido por la Corona desde 1561, nació de la necesidad de controlar los valiosos envíos de mercancías coloniales a la metrópoli y su protección del ataque de corsarios y piratas. Las embarcaciones debían navegar en grupos custodiadas por barcos de guerra. Como en el puerto habanero se reunía toda la flota cargada de oro y plata para el regreso a España se construyeron fortificaciones para su seguridad (fig. 1.7).

La estancia de la flota en La Habana constituyó una fuente de riqueza para la ciudad. Se desarrolló la producción para sostener la alimentación de los viajeros y todos los servicios que demandaba esta población (hospedajes, tabernas, juegos, prostitución, entre otros). Aumentó la circulación monetaria además de la posibilidad de acceso a las mercancías que llegaban a la colonia y la exportación de productos. El resto de las poblaciones del interior de la Isla no tenían estas posibilidades, tuvieron que acudir al contrabando.

Cuba fue uno de los centros del contrabando más prósperos del área del Caribe. Las villas de "tierra adentro" estaban obligadas al tráfico clandestino porque el monopolio comercial español, su sistema de flotas y otros mecanismos, no permitían prácticamente las relaciones comerciales entre La Habana y el resto de las villas. Las mercancías tardaban en llegar, en cantidad insuficiente a las necesidades de la población y tenían altos precios. Por otra parte los cueros de ganado vacuno eran muy bien pagados en el mercado ilegal. Estas razones explican el auge del comercio de contrabando desde la segunda mitad del siglo XVI y en particular a lo largo del XVII .

En 1603, en Bayamo, los vecinos de esta localidad crearon un estado de sublevación contra las autoridades coloniales que se habían propuesto, mediante el envío desde La Habana del juez Melchor Suárez de Poago y un grupo de soldados, acabar con el contrabando que se realizaba con filibusteros a través del río Cauto.

El gobernador Pedro Valdés, comentando este suceso en una carta dirigida al Rey Felipe III, emplea el término "gente de la tierra". Fue la primera referencia, confirmada documentalmente, a una comunidad de personas que comenzaba a diferenciarse del peninsular, una marcada distinción entre el hombre de padre español (canario, andaluz, catalán, vasco o gallego) nacido en Cuba, que se reconoce como "natural" y el inmigrante español. La gente de la tierra defiende sus intereses e impide que las autoridades coloniales puedan evitar el contrabando que se desarrollaba por todos los vecinos.

Las sublevaciones de los vegueros (1717, 1720 y 1723)

El tabaco, producto autóctono de la Isla y uno de sus emblemas distintivos, se fue imponiendo en el gusto de los consumidores y aumentó su demanda en el mercado internacional. La Corona estableció su control para obtener mayores ganancias en su comercialización. En abril de 1717 se estableció el monopolio o estanco del tabaco a través de una Factoría que radicaba en La Habana y tenía dependencias en Trinidad, Sancti Spíritus, Bayamo y Santiago de Cuba. La Factoría realizaba las compras, ponía los precios, comercializaba el producto y estimulaba el cultivo de variedades determinadas de acuerdo con la demanda europea. Se excluía a cualquier comprador libre y se prohibía vender el tabaco que no había sido comprado, tenía que ser quemado.

El descontento fue aumentando, sobre todo en el occidente de la Isla, donde los vegueros fueron los más afectados, además de comerciantes, molineros[9] y sacerdotes. Estallaron tres sublevaciones (1717, 1720 y 1723) en contra del estanco del tabaco que expresaron la contradicción de intereses entre los vegueros y la metrópoli. Este campesinado ya se distinguía de otros sectores sociales cuando se reconocían a sí mismos como guajiros, por las características de su modo de vida y costumbres, cuando eran capaces de enfrentar las disposiciones de la metrópoli para defender sus intereses.

Las milicias criollas ante la invasión inglesa de 1762

La toma de La Habana por los ingleses fue un acontecimiento importante dentro de las contradicciones entre las potencias europeas que rivalizaban por ampliar sus dominios coloniales y el comercio de esclavos. La corona británica ambicionaba a Cuba por su estratégica posición geográfica, era la avanzada defensiva del imperio español en América, y la prosperidad económica que lentamente había alcanzado. Se dice que La Habana que tomaron los ingleses en 1762 ya era una rica y populosa ciudad de aproximadamente 50 000 habitantes, la tercera del continente americano después de México y Lima, y el más importante de todos los puertos americanos.

Cuando las milicias criollas, integradas por blancos, negros y mulatos libres, se enfrentaron al invasor inglés, defendían todo lo suyo. La tierra donde habían nacido, sus familias y propiedades, su "patria chica" representada en su localidad o región, su religión, lengua, costumbres y tradiciones. Este sentido de pertenencia se manifestó en la valentía demostrada por José Antonio Gómez de Bullones (Pepe Antonio), regidor del cabildo de Guanabacoa, que al frente de una partida de milicianos hostilizó con sorpresivos y rápidos ataques a las tropas inglesas. Otros jefes como Luis de Aguiar, Agustín de Cárdenas y Laureano Chacón, acompañados por negros criollos, mantuvieron una conducta similar. Una actitud diferente asumieron las tropas españolas ante la superioridad británica. Además de la incompetencia que demostró la oficialidad para organizar la defensa, se manifestó su cobardía. La excepción fue Luis de Velazco, oficial que se mantuvo al mando de las fuerzas españolas hasta morir durante el asedio inglés a la fortaleza del Morro.

Además de estos ejemplos, que demostraron la diferenciación de intereses entre criollos y peninsulares, se pueden mencionar otros que evidenciaron el avance y la consolidación de la sociedad criolla en el siglo XVIII.

En la fundación de la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana (1728) establecida por los sacerdotes dominicos, representantes del clero criollo, se aprecia el interés de los sectores dominantes criollos de invertir capital en un centro de estudios dedicado a formar los profesionales que responderían a los intereses de la sociedad criolla.

La fundación de la Real Compañía de Comercio de La Habana (1740) es otro ejemplo evidente porque esta compañía comercial tendría el privilegio de controlar todo el comercio de importación y exportación de la Isla. Fue la única que se estableció directamente en una colonia y para el beneficio de una ciudad americana (La Habana). Los comerciantes y productores de la Isla aportaron más del 50 % del capital inicial para su fundación. Este aspecto demuestra que los criollos tenían el capital suficiente para dominar, vinculados a los comerciantes metropolitanos, la actividad comercial.

La sociedad criolla, que surgió desde el siglo XVI , se organizó durante el siglo XVII y se consolidó en el siglo XVIII . Nacieron y se desarrollaron gradualmente las que serían las grandes industrias de la Isla (tabaco y azúcar), se acumularon riquezas, tomaron características más firmes las clases y sectores sociales que representaban el mundo del criollo que se estaba configurando, recreado artísticamente en Espejo de Paciencia.[10] El proceso de interrelación étnica y cultural de los componentes sociales avanzaba para dar paso a una colectividad con intereses y sentimientos propios, que se diferenciaba por "ser de la tierra". La sublevación de los bayameses, de los vegueros, la actitud de las milicias criollas ante la invasión inglesa, la fundación de un centro de estudios y una compañía comercial fueron hechos que expresaron los intereses de esa colectividad en formación que respondía a sus elementos autóctonos, eran los gérmenes de la nacionalidad cubana.

Notas y referencias

  1. Felipe Pérez Cruz: Los primeros rebeldes de América, Ed. Gente Nueva, La Habana, 1988, p. 94.
  2. Rafael Azcárate Rosell: Historia de los indios de Cuba, Ed. Trópico, La Habana, 1937, p. 224.
  3. José Martí: "El Padre las Casas", La Edad de Oro, Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 1994, p. 144.
  4. Juan Pérez de la Riva: La conquista del espacio cubano, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2004, p. 72.
  5. José A. García Molina, Mercedes Garrido y Daisy Fariñas: Huellas vivas del indocubano, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 35.
  6. Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola: Historia de Cuba 1492-1898. Formación y liberación de la nación, Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 2001, p. 83.
  7. esús Guanche Pérez: España en la savia de Cuba. Los componentes hispánicos en el etnos cubano, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, pp. 204-214.
  8. Julio Le Riverend Brusone: Problemas de la formación agraria de Cuba. Siglos XVI XVII, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, p. 29.
  9. En aquellos tiempos una de las formas de consumo del producto era el rapé o polvo de tabaco muy demandado por la aristocracia europea. En sus actividades sociales lo olían para provocarse estornudos y exhibir sus finos pañuelos.
  10. Espejo de Paciencia, poema escrito por el canario Silvestre de Balboa Troya y Quesada en 1608, es considerada la primera obra de la literatura cubana. En ella se expresa la mentalidad del criollo, la fuerza que toma el sentimiento de la patria y el orgullo que sienten por su tierra.