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Biblioteca:La Guerra de Los Diez Años

De ProleWiki, la enciclopedia proletaria

Desde su inicio hasta la toma de Bayamo

En la segunda mitad del Siglo 17 y primera mitad del 19 ocurrieron en el mundo, concatenadamente, una serie de acontecimientos que ejercieron profunda influencia en la nación cubana y que dieron lugar al surgimiento de nuevas ideas y tendencias políticas. Estos acontecimientos fueron:

  1. En 1783 la independencia de las 13 colonias inglesas de Norteamérica que pocos años más tarde dieron origen a los Estados Unidos.
  2. En 1789, la revolución democrático-burguesa de Francia que derrumbó el feudalismo y cuya consigna "Libertad, Igualdad, Fraternidad", -aunque después la burguesía la traicionara- desprendió con fuerza un poderoso aliento revolucionario sobre los pueblos del mundo.
  3. En 1791, la revolución de los esclavos de la colonia francesa de Haití, quienes aprovechando las convulsiones que se producían en su metrópoli, acabaron con el dominio de los esclavista e implantaron la primera República de América Latina.
  4. De 1810 a 1824 la independencia de las colonias españolas de América del Sur, conseguida ésta tras la heroica lucha de los pueblos sudamericanos y a la que se lanzaron aprovechando las condiciones objetivas internas y la situación que se creó en España al ser invadida por las tropas de la Francia de Napoleón.
  5. A partir de 1760 se desata la Revolución Industrial en Europa, iniciándose en Inglaterra. Esta consiste en la aplicación de la máquina a la producción sustituyendo así la confección a mano de los productos. Inglaterra, que desde el Siglo 17 había realizado su revolución burguesa y tomado el camino del desarrollo capitalista, fue sede de este acontecimiento que influyó notablemente en América y, por supuesto, en Cuba.

Estos acontecimientos aceleraron el proceso de formación de la "conciencia nacional" y dieron lugar al surgimiento de nuevas ideas y tendencias políticas de cuya realización las diferentes clases explotadas o marginadas de la nación buscaban un ulterior desarrollo y mejoramiento sobre la situación de sojuzgamiento y limitación en que las tenía sumidas el régimen colonial español.

Las ideas que se movieron en la Cuba colonial de fines del Siglo 18 y primera mitad del 199 fueron: el Reformismo, el Anexionismo, el Abolicionismo y el Independentismo.

El Reformismo, como su nombre lo indica, encarnaba la lucha por la consecución de reformas económicas y políticas para la clase terrateniente, integrada mayoritariamente por los criollos adinerados. La lucha por el Reformismo, que nunca fue violenta, consistía fundamentalmente en la solicitud de:

  • Rebaja de impuestos.
  • Libre comercio con el resto del mundo.
  • Autonomía política.

Las ideas reformistas tomaron auge en tres diferentes etapas desde fines del Siglo 18 hasta comienzo de la guerra de los Diez Años. Fueron estas de 1790 a 1820, de 1830 a 1837 y de 1855 a 1868.

El Anexionismo preconizaba la unión de Cuba con la poderosa nación norteña que se desarrollaba vertiginosamente. Sin embargo, el objetivo de la anexión difería en uno u otro grupo de anexionistas criollos. Antes de 1861 en los estados del Norte de los E.U. prevalecía el régimen capitalista y en el su dominaba el sistema esclavista.

Algunos criollos querían la anexión porque veían los beneficios del desarrollo industrial capitalista sobre las viejas y estancadas formas de producción esclavista prevaleciente en la Cuba colonial.

Los más retrógrados buscaban que Cuba pasase a formar parte de la Unión pero como un Estado Esclavista más.

El Anexionismo descolló entre los años de 1843 a 1855. En ese período surgieron conspiraciones y hasta invasiones armadas alentadas por los estados del Sur de Estados Unidos.

El Abolicionismo como corriente política se destacó de 1837 a 1844. Anteriormente, al influjo de la victoriosa insurrección de los esclavos de Haití, ocurrieron en Cuba, en 112, sublevaciones similares, pero fueron ahogadas en sangre.

Mientras, en Inglaterra se desarrollaba notablemente el capitalismo para el cual constituía un valladar la esclavitud, por las limitaciones que ésta imponía ala creación de nuevos mercados. Por esa fundamental razón económica, los capitalistas ingleses se convirtieron en los "abanderados" de la abolición de la esclavitud, presionando fuertemente sobre España para que ésta suspendiera el comercio de esclavos.

El Independentismo surge como tendencia en los años de 1820 a 1830, al influjo de la lucha victoriosa de los países de América Latina por su independencia. Posteriormente, en 18677, resurge nuevamente como una de las alternativas que quedaban a los terratenientes cubanos ante los abusivos impuestos de la metrópoli. A esta alternativa se acoge el grupo más progresista de éstos que, además de otras razones económicas y políticas para lanzarse a la lucha, tenían una motivación moral que era para ellos la más importante: el amor a la Patria y el alto sentido de la dignidad y el honor.

El fracaso de los Reformistas en la Junta de Información ocurrido en 1867 ocasionó un gran malestar en la población cubana.

El descontento general ante la intransigencia de España fue mayor entre los terratenientes criollos al ponerse en vigor ese mismo año el abusivo impuesto del 10% sobre la renta.

Las nuevas circunstancias surgidas en el país llevaron a un agravamiento tal de las relaciones metrópoli-colonia, que puede afirmarse que ésta pasó a ser la contradicción fundamental de la sociedad cubana de la época.

La situación imperante en el país revestía un carácter de gravedad para la clase terrateniente criolla, amenazada desde años atrás por la ruina inminente y para ella se abrían dos perspectivas: continuar al lado de España, lo que significaba la ruina lenta pero segura, o lanzarse a un movimiento separatista que si de inmediato significaba la pérdida de sus bienes por medio de la confiscación, también abría las perspectivas de una victoria salvadora.

Las condiciones objetivas para el inicio de un movimiento independentista estaban dadas sin lugar a dudas, en todo caso faltaba la unidad de la clase terrateniente encargada de promover y dirigir la lucha que se avecinaba.

La clase terrateniente no era homogénea; en su seno existían muchas diferencias que abarcaban desde el punto de vista ideológico hasta el puramente geográfico.

El sector más influyente de la clase terrateniente residía en la región occidental del país, era el más rico, el más ligado al trabajo esclavo, el más relacionado con las autoridades coloniales y el que tradicionalmente había representado a toda su clase en los períodos anteriores. Este sector, aún cuando manifestaba una gran irritación contra la metrópoli colonial era el más vacilante e indeciso en adoptar una determinación independentista.

El sector menos influyente dentro de la clase terrateniente residía en los provincias orientales. Históricamente su desarrollo había sido distinto, y, sobre todo en la provincia de Oriente -excepto en las zonas de Santiago de Cuba y Guantánamo- la esclavitud no tenía esa influencia determinante como en las provincias occidentales.

Las relaciones con las autoridades españolas no eran tan estrechas y el sentimiento nacional había calado más profundamente que en otras regiones. La sociedad oriental era más liberal y en ella el mestizaje racial se había extendido notablemente a diferencia del exclusivismo blanco y la discriminación racial que imperaba en el resto del país.

Todas estas condiciones determinaron que este sector de la clase terrateniente, adoptara una posición más radical con respecto a la independencia y que, finalmente, organizara y dirigiera la guerra contra la dominación colonial española.

La conspiración inicial en Oriente

A mediados del año 1867 comenzó a conspirarse en Oriente; formaban el grupo inicial de conspiradores Francisco Vicente Aguilera, Francisco Maceo Osorio, Pedro Figueredo, Carlos Manuel de Céspedes y otros. La conspiración inicial surgida en Bayamo bajo la dirección de Francisco Vicente Aguilera se extendió rápidamente a Manzanillo, Tunas, Holguín y otros lugares de Oriente. Los conjurados pertenecían en su mayoría a logias masónicas y por medio de éstas proliferó la propaganda revolucionaria en la provincia.

También en Camagüey y La Habana se respiraba un ambiente francamente conspirativo. Las figuras más destacadas en Camagüey eran: Salvador Cisneros Betancourt, Napoleón y Augusto Arango e Ignacio Agramonte.

En La Habana participaban en actividades conspirativas los antiguos reformistas José Morales Lemus, Miguel Aldama y otros.

Desde los primeros momentos Aguilera trató de darle a la conspiración un carácter nacional estableciendo contactos con los camagüeyanos y habaneros. Perucho Figueredo fue comisionado para entrevistarse con los reformistas habaneros, quienes después de algunas vacilaciones, decidieron no secundar el movimiento y seguir actuando por cuenta propia.

A principios del mes de agosto de 1868 celebraron los conspiradores de Oriente y Camagüey una reunión en la hacienda San Miguel, situada en el Rompe, jurisdicción de Tunas. Asistieron representando a Camagüey: Salvador Cisneros Betancourt (Marqués de Sta. Lucía) y Carlos Mola; a Holguín, Belisario Peralta; a Tunas Félix Figueredo, Francisco M. Rubalcaba y Vicente García; a Jiguaní, Donato Mármol; a Bayamo, Francisco Vicente Aguilera, Pedro Figueredo y Francisco Maceo Osorio; a Manzanillo, Carlos Manuel de Céspedes, Jaime Santiesteban e Isaías Massó y otros representantes por Santiago y demás lugares. Esta reunión fue presidida por Carlos Manuel de Céspedes, por ser el de mayor edad entre los reunidos.

En dicha reunión se eligió un comité revolucionario que quedó integrado por Francisco Vicente Aquilera, Francisco Maceo Osorio y Pedro Figueredo, quienes fueron elegidos presidente, secretario y vice-presidente respectivamente, acordándose efectuar el levantamiento el 3 de septiembre de 1868, después de una amplia discusión en la que se manifestaron dos tendencias, una representada por Aguilera y los camagüeyanos, apoyados por el delegado de Holguín, que eran partidarios de aplazar el movimiento hasta organizarlo suficientemente y contar con los recursos indispensables, y otra que representaba Céspedes y varios delegados de Oriente, quienes llevados de su incontenible ardor patriótico, se mostraron partidarios de que se procediera con la mayor rapidez y obtuvieron la mayoría en la Asamblea.

Aguilera, Osorio, Figueredo y otros, apelaron a todas las razones y argumentos para aplazar la fecha, convencidos de que el plazo era demasiado corto; un mes justo.

Con el fin de asegurar el próximo alzamiento, Céspedes propuso "que en caso de que cualquiera de los agentes se viera en peligro inmediato de ser detenido por el gobierno, quedaba autorizado para rebelarse en armas, y todos los centros obligados a secundar el hecho". Esta proposición fue desechada. Finalmente, para perfilar mejor los problemas planteados, no discrepando en nada, se acirdó celebrar una entrevista definitiva, concluyente el día primero de septiembre, en el sitio que Aguilera estimara más seguro.

El día 1ro. de septiembre tuvo lugar la reunión en la hacienda Muñoz donde camagüeyanos y orientales acordaron el aplazamiento de la fecha de alzamiento para después de terminada la zafra, con el fin de recaudar fondos y el armamento necesario, nombrándose a Salvador Cisneros Betancourt para que hiciera nuevas gestiones entre los terratenientes habaneros en busca de cooperación y que Augusto Arango, en Las Villas, realizara idéntica propaganda.

El aplazamiento era impreciso: "para después de la zafra". Céspedes -que no participó en la reunión- Vicente García, Luis Figueredo y otros, se mostraron impacientes.

Aguilera, en una de las posteriores reuniones de la Junta, dijo serena y terminantemente, que puesto que imperativamente hacían falta muchos fondos, sin reservas ponía en la balanza de la causa todos sus bienes, todas sus propiedades, representadas por tres ingenios, numerosos cafetales y potreros con más de 35 000 cabezas de ganado, varios corrales, vegas y estancias y más de treinta haciendas con diez mil caballerías de tierra, el teatro de Bayamo, varias fincas urbanas de Bayamo y Manzanillo y más de 500 esclavos; todo lo cual tenía un valor no menos de un millón de pesos. Pidió Aguilera que igual sacrificio hicieran sus compatriotas. El producto de la renta de esas propiedades se pondría a la disposición de un comisionado, que en los Estados Unidos compraría lo necesario para fines de diciembre.

Inmediatamente Aguilera fijó un anuncio en el periódico "La Regeneración" ofreciendo en venta todos sus bienes y poco después ordenó a su apoderado general, para que activara la venta de sus propiedades.

Para transmitir las últimas noticias al impaciente Carlos Manuel de Céspedes fue comisionado Aguilera, quien sostuvo la necesidad de aplazar el alzamiento hasta diciembre, manifestando Céspedes que adolecía de influencia para contener los ímpetus de su gente, por lo cual Aguilera aceptó entrevistarse con los subordinados de Céspedes para demostrarles la conveniencia de esperar.

Esta entrevista se celebró el 3 de octubre en la hacienda "El Ranchón", de Manuel Calvar, y en la cual las razones de Aguilera no pudieron convencer al grupo partidario del inmediato comienzo de la guerra, logrando sólo que se plazara por veinte días la discusión del asunto de la fecha.

Dos acontecimientos internacionales ocurridos en setiembre de 1868 vinieron a demostrar a los revolucionarios cubanos la conveniencia de iniciar la lucha armada lo más rápidamente.

En Puerto Rico había prendido la revolución en violentas protestas que provocaron refriegas, muertes, ejecuciones oficiales y demandas a España, todas por la emancipación. El caduco régimen español estaba allí seriamente amenazado.

En España se inició un poderoso movimiento revolucionario que expulsó del trono a Isabel II, lo cual hacía imaginar que las convulsiones internas de la península impedirían sofocar rápidamente cualquier movimiento armado que se iniciase en Cuba.

No satisfechos los ardorosos partidarios de Céspedes con la fecha fijada para iniciar el movimiento armado se reunieron el 5 de octubre en el ingenio "Rosario" y acordaron lanzarse a la lucha el día 14 de octubre nombrando Jefe Superior de la Revolución a Carlos Manuel de Céspedes, quien entendía que "la hora era no solamente del patriotismo digno y desinteresado, sino de la acción, que ni la vacilación, ni la serenidad de juicio, ni la precisa lógica histórica o filosófica, jamás produjeron guerras, sino que forzosamente en éstas ha de imperar el apasionamiento que no advierte los obstáculos que va a derribar como alucinado".

A la junta del Rosario concurrieron: Carlos Manuel de Céspedes, Bartolomé Masó, Pedro y Francisco Javier de Céspedes, Juan Ruz, Emilio Tamayo, Juan Hall, Manuel de Jesús Calvar y otros.

Conocedor Francisco Vicente Aguilera de los acuerdos tomados en el ingenio Rosario y de la nueva Jefatura de Césedes, no opuso obstáculos a esto sino que inmediatamente comunicó a la Junta de Bayamo lo ocurrido y ordenó avisar a todos los Jefes a fin de que estuvieran listos para secundar el movimeinto en caso que se iniciara.

Esta actitud asumida por Aguilera, quien evidentemente había sino despojado de la Jefatura máxima que hasta entonces ostentaba, demuestra el grado de desinterés y patriotismo que lo poseía y coloca su figura como una de las más representativas de la verdadera nacionalidad cubana.

También quedó demostrado el carácter, y la indiscutible personalidad dirigente de Carlos Manuel de Céspedes como figura rectora del movimiento independentista, su fe inquebrantable en el triunfo; su decisión e intransigencia revolucionaria lo llevarían a convertirse en el líder indiscutible de la Revolución.

El levantamiento del 10 de Octubre

Delatados a las autoridades españolas los acuerdos del Rosario y librada orden de detención contra Céspedes y carios de los comprometidos, fue imprescindible anticipar la fecha del alzamiento para el 10 de Octubre para lo cual citó Céspedes a los conjurados a su ingenio llamado "La Demajagua", donde se reunieron el día 9 unos 100 hombres lanzando el 10 de octubre de 1868 el grito de Independencia o Muerte, después de haber concedido la libertad a sus esclavos a los sonidos de la campana del ingenio, haciendo jurar la bandera confeccionada al efecto y dar lectura al manifiesto que constituye la Declaración de Independencia de Cuba.

En este "Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba", se explican las causas, los principios, los objetivos y el plan para el logro de la independencia.

En uno de sus párrafos señala Céspedes que "cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado lleno de oprobio".

En el manifiesto se aborda la cuestión de la abolición gradual e indemnizada de la esclavitud, por lo que se ha calificado de moderado dicho manifiesto.

En realidad, Céspedes ha manifestado una repugnancia personal por la esclavitud, otorgando personalmente la libertad a sus esclavos, pero su interés por arrastrar a la clase terrateniente en su conjunto al independentismo lo obliga a ser cauteloso ante la cuestión de la esclavitud, situación ésta que se dilucidará meses más tarde.

El día 11 de octubre avanzó Céspedes con sus hombres sobre el poblado de Yara, el cual intimó su rendición por medio de los oficiales, siendo aceptada por el Jefe español. Poco antes de entrar en Yara las fuerzas cubanas, llegó al pueblo una columna española la cual se atrincheró convenientemente en espera del ataque cubano. Al efectuar los cubanos su entrada en Yara en horas de la noche fueron sorprendidos por la descarga de fusilería española dispersándose la tropa bisoña y quedando Céspedes con 11 patriotas solamente. Refiere el general Mestre, uno de los acompañantes de Céspedes, que al expresar uno de sus hombres "que todo se había perdido", Céspedes replicó enérgicamente la frase que nuestra patria se ha hecho doblemente histórica: "Aún quedamos doce hombres: bastan para hacer la independencia".

El inicio de la guerra de 1868 ha sido llamado tradicionalmente Grito de Yara. Esto es hasta cierto punto una inexactitud histórica. La acción de Yara sucedió un día después del levantamiento y significó el primer revés de las armas cubanas.

El día 12 de octubre se reunieron los hombres de Céspedes a los cuales se unió el militar dominicano Luis Marcano, junto a 300 hombres, quien fue designado por Céspedes, teniente general y jefe de Operaciones. Marcano organizó las fuerzas revolucionarias y propuso la toma de Bayamo lo cual disiparía el fracaso inicial y daría fuerza al movimiento revolucionario.

Mientras tanto, el eco de La Demajagua trascendía en la provincia de Oriente: el 13 de octubre se alzaban Donato Mármol y Calixto García quienes lograban tomar Jiguaní, Santa Rita y Baire. El mismo día 13 se alzaba en armas Vicente García, en Tunas; en Holguín se alzaban Julio Grave de Peralta y Luis Figueredo; Guisa se rendía a Maceo Osorio y el 16 de octubre se alzaba en armas Francisco Vicente Aguilera, quien recibió de Céspedes el título de General de División.

Ese día memorable ingresó en las filas revolucionarias con el grado de sargento un militar dominicano llamado Máximo Gómez, cuyo papel en la historia de Cuba sería de importancia trascendental.

La toma de Bayamo

El 18 de octubre los cubanos dirigidos por Marcano atacaron Bayamo logrando tomarlo tres días después, lo cual constituyó un éxito extraordinario para la Revolución, produjo indescriptible regocijo a los cubanos, que entre júbilo y alegría recorrieran las calles de la antigua ciudad cantando el himno de Bayamo compuesto por Pedro Figueredo y que hoy es nuestro Himno Nacional.

Dueños de los cubanos de la ciudad de Bayamo, se efectuó una reunión entre los jefes que habían secundado el movimiento, en la cual fue confirmado Céspedes como Jefe Superior de la Revolución. Céspedes constituyó en Bayamo el primer municipio libre de la Isla y tomó importantes decisiones, como fueron: la separación de los poderes civil y militar, la reorganización del ayuntamiento que integró con dos españoles y dos cubanos negros. En lo relativo a la esclavitud, actuó con gran cautela, dictando un decreto de abolición que incluía solamente a los esclavos que se unieran a la insurrección y a los que sus amos desearan emancipar bajo indemnización.

Comprendiendo los españoles la importancia que tenía para la Revolución la toma de Bayamo, realizaron desde el principio esfuerzos para recuperarla, en los que resultaron derrotados los coroneles Campillo y Quirón. Este ultimo en Pinos de Baire donde los cubanos mandados por Máximo Gómez -nombrado general después de la toma de Bayamo-, ensayaron por primera vez la carga al machete con las que tantas veces se cubrió de gloria el Ejército Libertador.

Semblanza de Carlos Manuel de Céspedes

Carlos Manuel de Céspedes nació en Bayamo el 18 de abril de 1819. Hijo de familia acomodada recibió una esmerada educación y recibió como herencia junto con sus hermanos, tierras y esclavos Realizó sus primero estudios en Bayamo, trasladándose posteriormente a La Habana, donde se graduó de Bachiller en 1838. En 1840 se traslada a Barcelona, asistiendo a la Universidad graduándose posteriormente de Licenciado en Derecho en Madrid.

Viajó por Inglaterra, Francia, Alemania e Italia, regresando a Cuba en 1844 y estableciendo un bufete en Bayamo, dedicándose además, al cultivo de las letras. Escribió comedias, tradujo versos de Virgilio y compuso inspirados poemas.

Poseía amplios conocimientos musicales, y era un gran orador, por lo cual llegó a convertirse en una figura de gran relieve social ocupando el cargo de síndico del ayuntamiento y la dirección de la Sociedad Filarmónica de Bayamo.

Se distinguió por su habilidad en la esgrima, gimnasia y equitación.

Su ferviente patriotismo y la maraca animadversión contra las autoridades españolas, lo hicieron eje de una serie de incidentes, por lo cual guardó prisión o destierro de su ciudad natal en varias ocasiones.

Uno de estos incidentes se produjo en un banquete efectuado por las autoridades españolas para celebrar el nacimiento de la princesa de Asturias donde se negó a brindar por la corona de España, lo cual le valió ser confinando durante 40 días en Palma Soriano. Posteriormente fue desterrado a Baracoa, residiendo en 1852, en Manzanillo.

Después de las ejecuciones de D'Strampes y Pintó fue condenado a encierro en el navío "Soberano" surto en el Puerto de Santiago de Cuba, donde quedó obligado a vivir durante 8 meses.

Todos estos antecedentes y sis constantes expresiones contra el gobierno colonial, lo colocaron en una delicada situación de sospechoso de conspiración por parte de las autoridades españolas, que lo sometieron a vigilancia.

En diciembre de 1867 fue nuevamente detenido.

Su carácter era enérgico, impulsivo y dominante, por lo que al iniciarse en la conspiración que dirigía Aguilera se elevó rápidamente poniéndose a la cabeza del grupo que exigía iniciar inmediatamente las hostilidades contra España.

Sus indiscutibles dotes de dirigente y organizador le valieron ser acatado como Jefe supremo de la Revolución.

Se le conoce en nuestra historia como el "Padre de la Patria", debido a que en cierta oportunidad cayó prisionero un hijo suyo y las autoridades españolas le propusieron una transacción equivalente a la paz a cambio de la vida de éste.

A esta proposición respondió Céspedes que aquel no era su único hijo, que él era el padre de todos los cubanos que han muerto por la Revolución.

Su hijo fue pasado por las armas, pero Céspedes ganó para la historia el preciado título de "Padre de la Patria".

Desde la toma de Bayamo hasta la Asamblea de Guáimaro

La insurrección en Camagüey

El movimiento iniciado en La Demajagua sorprendió a los camagüeyanos.

Salvador Cisneros Betancourt se encontraba en La Habana en conversaciones con los antiguos líderes reformistas. El Conde de Pozos Dulces declinó participar en la futura insurrección mientras que Aldama y Morales Lemus se mostraban más propicios. Sin embargo, el alzamiento sorpresivo para todos de Carlos Manuel de Céspedes, causó temor entre ellos, por lo que no se logró su incorporación al movimiento iniciado.

Cisneros regresó apresuradamente a Camagüey, dedicándose a la preparación del alzamiento, con el fin de secundar a los orientales ya en armas. El día 3 de noviembre celebraron los comprometidos una reunión en el Liceo de Puerto Príncipe, acordando levantarse en armas al día siguiente, lo cual se efectuó en las Clavellinas, a unas tres leguas de la ciudad de Camagüey.

Fueron organizadores de este movimiento los hermanos Augusto y Napoleón Arango, Ignacio y Eduardo Agramonte y otros.

Ese mismo día, Augusto y Napoleón Arango se apoderaron del poblado de Guáimaro y el día 11, Augusto Arango ocupó los poblados de San Miguel de Nuevitas y Bagá.

Los brillantes triunfos que se anotó la Revolución en Camagüey fueron detenidos por la llegada del Conde de Valmaseda al frente de unaa fuerte columna, con dudosas promesas de reformas, las que fueron aceptadas por Napoleón Arango, jefe militar de la región camagüeyana, quien logró dividir la opinión de los patriotas. Sin embargo, en la reunión de Minas, celebrada el 26 de noviembre de 1868, la palabra ardorosa y convincente de Ignacio Agramonte y la actitud asumida por Salvador Cisneros Betancourt y otros, destruyeron por completo los propósitos capitulacionistas salvando a la Revolución en Camagüey.

La tesis agramontina de que "Cuba no tiene más camino que conquistar su redención arrancándosela a España con la fuerza de las armas", decidió a la mayoría a continuar la lucha armada, designándose un Comité Revolucionario compuesto por Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte y Eduardo Agramonte; para la Jefatura militar se nombró a Augusto Arango.

Pocos días después de la constitución del Comité Revolucionario, el 28 de noviembre, los camagüeyanos, dando pruebas de extraordinario valor, rechazaron al conde de Valmaseda, el cual tuvo que refugiarse cerca de Nuevitas desde donde se trasladó a La Habana a conferenciar con el general Lersundi, quien fracasadas las gestiones pacificadoras, estaba dispuesto a ahogar en sangre el movimiento revolucionario que se mostraba cada día más formidable. Para ello armó 35 mil voluntarios, inaugurando un período de sangrientas represiones.

El incendio de Bayamo

Después de su entrevista con el general Lersundi regresó el conde de Valmaseda a Nuevitas, desde donde marchó a Bayamo siendo continuamente hostilizado por las fuerzas mambisas, sin que lograran detenerlo, arribando a Tunas y librando el día 8 de enero de 1869, la acción del Salado, junto al río de ese nombre, en la que resultó derrotado el general Donato Mármol. Las fuerzas españolas lograron vadear el Cauto y fueron acercándose peligrosamente a Bayamo, cuya caída en manos españolas parecía inevitable.

Los cubanos, ante la inminente llegada de Valmaseda a Bayamo, decidieron quemar la ciudad en gesto de sin igual heroísmo y fervor patriótico, abandonando la mayoría de los vecinos la ciudad, y acogiéndose a la vida del monte. Al llegar Valmaseda a Bayamo la encontró reducida a cenizas, y como represalia, dictó un bando de reconcentración de los campesinos amenazando y aplicando la pena de muerte por doquier.

Después de las derrotas cubanas en el Cauto, Donato Mármol se pronunció contra Céspedes, descontento por la prohibición existente de incendiar propiedades, no teniendo este acontecimiento mayor trascendencia puesto que Céspedes y Aguilera marcharon a discutir con él, haciéndole desistir de sus intenciones. La demanda principal de Mármol era: "la formación de una Junta Central Revolucionaria que asumiera el poder y diera al país un verdadero programa de gobierno republicano, y la declaración de libertar a todos los habitantes de la Isla".

La orden de Céspedes referente a no tocar las propiedades de los terratenientes, obedecía a las esperanzas de incorporar a toda esta clase a la guerra, cuestión esta que no se logró y fue precisamente Céspedes poco después, ya con la certeza de la oposición de éstos a la guerra revolucionaria, quien no vaciló en ordenar la aplicación de la tea incendiaria.

Los voluntarios de La Habana

E considerable incremento de la insurrección en las provincias de Camagüey y Oriente, provocó un cambio en la política de España encaminado a la pacificación, por lo cual fue revelado el Capitán General, nombrándose uno nuevo: el general Dulce, quien lanzó una proclama y prometió establecer en la Isla un régimen más liberal.

En nombramiento del general Dulce y sus gestiones encaminadas a obtener la pacificación del país, produjo un gran descontento entre los intransigentes voluntarios de La Habana, quienes clamaban por el exterminio de los sublevados, acusaban a los reformistas de revolucionarios y al nuevo Capitán General como un traidor a España.

Exacerbados los ánimos de los voluntarios contra los cubanos, el 22 de enero de 1869 asaltaron el "Teatro Villanueva", disparando contra los asistentes, ocasionando muertos y heridos. El día 24 atacaron el café "El Louvre", y asaltaron y saquearon el Palacio de Aldama.

La actitud de los voluntarios obligó a los principales líderes reformistas a emigrar del país y ya en los Estados Unidos procuraron algunos de ellos acercarse a los revolucionarios llegando a ostentar la representación de la revolución en el exterior a través de la Junta Revolucionaria de Nueva York, que presidían Morales Lemus y Miguel de Aldama. Este paso de los antiguos reformistas no significó que asumieran una posición radical y consecuente ante la revolución, sino que sus antiguas vacilaciones continuaron, gestándose en el exterior una división de grupos que aspiraban a representar a la revolución y que se estorbaban mutuamente ocasionando gran perjuicio a la revolución.

Sublevación en las Villas

Fracasadas las gestiones pacificadoras y sobre todo después del exilio de los antiguos reformistas que ejercían una gran influencia entre los hacendados villaclareños, éstos que se habían mantenido a la expectativa, decidieron levantarse en armas, lo cual llevaron a cabo el día 7 de febrero de 1869 en el potrero "Cafetal" de la jurisdicción de Manicaragua, en número de 3 000 hombres, pero apenas sin armas.

La dirección del movimiento quedó integrada por una Junta Revolucionaria formada por Miguel Jerónimo Gutiérrez, Tranquilino Valdés, Antonio Lorda, Arcadio García y Eduardo Machado. Entre los principales jefes villareños se encontraban Carlos Roloff y Federico Cavada, Serafín Sánchez y Honorato del Castillo.

La situación en Las Villas se presentaba difícil, ya que estaban carentes de armas. Para el gobierno español la defensa de Las Villas pasó a ser el objetivo principal, ya que por sus cercanías con Matanzas era considerado el lugar o foco más peligroso.

Para los villareños se abrían dos perspectivas: avanzar hacia Occidente, lo que significaba alzar las dotaciones de esclavos de Matanzas, o solicitar auxilio de los camagüeyanos y orientales, tesis esta última que venció, debido a la actitud conservadora de algunos dirigentes que temían el alzamiento de los 100 mil esclavos matanceros y la pérdida de la dirección de la guerra por parte de los terratenientes.

Necesidad de la unidad revolucionaria

Al cabo de seis meses de iniciada la lucha armada contra el poder español, el movimiento adolecía de muchos defectos, entre los cuales podemos mencionar: 1) La no incorporación de la clase terrateniente al movimiento armado; 2) la no incorporación de las provincias occidentales a la guerra; 3) la debilidad del movimiento revolucionario en Las Villas; 4) el repliegue de las fuerzas orientales hasta Tunas ante el avance de Valmaseda; 5) y lo más importante, la falta de unidad nacional del movimiento revolucionario.

Existían tres focos insurrectos y tres gobiernos, ya que en Oriente asumió Carlos Manuel de Céspedes la jefatura con el título de Capitán General, en Camagüey se había constituído una Asamblea de Representantes del Centro y en Las Villas una Junta Revolucionaria.

La falta de unidad revolucionaria contrastaba con la cohesión del poder español y los esfuerzos que hacía por liquidar la revolución.

Ante el peligro existente del fracaso de los tres focos revolucionarios, surgió la necesidad de la unidad, iniciándose las primeras gestiones de acercamiento que culminaron en la Asamblea de Guáimaro en Camagüey.

La Asamblea de Guáimaro

El 10 de abril de 1869 en el poblado libre de Guáimaro, se reunieron los delegados de Oriente, Camagüey y Las Villas, organizándose en Asamblea Constituyente, con el fin de elegir un gobierno nacional y redactar una constitución para la República en Armas.. Fueron elegidos presidente de la Asamblea Carlos Manuel de Céspedes, y secretarios, Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana.

Fueron encargados Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana, de presentar un proyecto de Constitución que terminaron ese mismo día, el que se aprobó después de amplia discusión, con lo cual quedó redactada la Constitución de la República de Cuba en Armas.

La Constitución de la naciente república acatada por todos los cubanos en armas, establecía la abolición total de la esclavitud, la organización de una república democrática en que se separaban los poderes del Estado, Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y una declaración de derechos del hombre.

La Constitución de Guáimaro fue en gran parte, el triunfo de las doctrinas de los revolucionarios del Camagüey.

En Guáimaro se enfrentaron los criterios políticos, ideológicos y militares de Céspedes y Agramonte, las dos grandes figuras de la revolución de 1868.

Céspedes pedía un poder centralizado que garantizara el mando único, necesidad ésta imprescindible en toda guerra.

Mientas Agramonte sueña con la República democrática, Céspedes se pregunta: ¿qué República? ¡Hay que hacer primero la guerra! La República vendrá después, la guerra exige unidad de mando, poder central que ordene y dirija.

En Guáimaro existió un espíritu civil y parlamentario, la oposición a la disciplina militar a la que se calificaba de despotismo.

Sobre la Constitución de Guáimaro decía Enrique Collazo: "Si el día de la proclamación de la República se hubieran oído en Guáimaro los disparos de los rifles o de los cañones enemigos, hubiéramos tenido una constitución menos republicana y una gobierno más adecuado para las necesidades".

En Guáimaro se legisló desde los asuntos del matrimonio civil hasta cuestiones de correo, sin aprobar una ley de organización militar.

Este carácter romántico con poco sentido de la realidad, hizo afirmar al general Máximo Gómez: "Aquí no se oye la voz del militar que manda al soldado al combate, sino la palabra del diputado que defiende los derechos del pueblo. Se han puesto en práctica bellísimas teorías, estableciendo instituciones democráticas y constituido en fin, una república. Todo bellísimo, mas en mi opinión no se debía estar por lo bello, sino por lo útil".

La otra cuestión importante, la abolición total de la esclavitud lograda en Guáimaro, es el sello de mayor grandeza de la Revolución. En páginas anteriores hemos explicado por qué Céspedes era partidario de la abolición gradual e indemnizada, por lo tanto la posición de Céspedes no lo define como el representante de los sectores más reaccionarios o conservadores de la clase terrateniente, como se ha llegado a afirmar. Además de la actitud abolicionista de Céspedes, él nunca dejó de reconocer los méritos de los negros, y un ejemplo más de ello fue el ascenso de Antonio Maceo a brigadier, lo que le valió acres censuras de algunos dirigentes.

Muchos escritores han querido ver en las discrepancias de Céspedes y Agramonte en Guámiro, el enfrentamiento entre dictadura y democracia. Nada más lejos de la verdad histórica.

La Constitución de Guáimaro fue en realidad, una victoria democrática, pero a la vez un error de procedimiento.

Se concentró la soberanía en la Cámara de Representantes, la cual tenía poder absoluto para organizar y dirigir la guerra, por lo que el Presidente de la República y el General en Jefe eran nombrados y podían ser depuestos libremente. Esto significaba la subordinación del poder militar al civil.

Debido a la omnipotencia del la Cámara y las limitaciones impuestas al Presidente, la República cubana en armas nació y vivió en una constante lucha entre el Presidente de la República y la Cámara de Representantes.

La Cámara de Representantes a veces no estuvo a la altura de su propósito y estorbó en muchas ocasiones las operaciones militares o no les prestó el apoyo debido.

El día 11 de abril se volvió a reunir la Asamblea Constituyente con el fin de tomar varios acuerdos, entre ellos decidir qué bandera debía simbolizar la Revolución en toda la Isla, ya que al decir de uno de los representantes, uno sólo eran la causa y el gobierno de toda la Isla.

La Cámara acordó que se adoptara la bandera del triángulo rojo enarbolada en 1850 por Narciso López en Cárdenas.

En esa misma sesión se procedió a elegir al presidente y secretarios de la Cámara de Representantes, resultando electos presidente, Salvador Cisneros Betancourt y secretarios Ignacio Agramonte y Loynaz y Antonio Zambrama.

Constituida la Cámara, y a propuesta del secretario Zambrana, se tomó el primer acuerdo que consistía en disponer que la gloriosa bandera de Bayamo se fijara en la sala de sus sesiones y se considerase como parte del tesoro de la República.

La Cámara de Representantes procedió al ejercicio de una de sus más altas atribuciones, el nombramiento del Presidente de la República -encargado del poder ejecutivo- y del General en Jefe del Ejército Libertador.

Por aclamación unánime de la Cámara, se confirió el primero de estos importantes puestos a Carlos Manuel de Céspedes, y como General en Jefe se eligió a Manuel de Quesada.

El presidente electo propuso enseguida para la Secretaría de la Guerra, a Francisco Vicente Aguilera, cuyo nombre fue acogido con vivas demostraciones de aplauso.

El día 12 de abril fue la investidura de Céspedes como Presidente y de Quesada como General en Jefe. A esta sesión, como a las anteriores, acudió todo el pueblo de Guáimaro y muchos ciudadanos que vinieron expresamente desde lejos a presencial el gran acontecimiento de la fundación de la República en Armas.

La Asamblea de Guáimaro tuvo una gran importancia histórica para el desarrollo de la guerra del 68. Gracias a ella se logró la unidad revolucionaria salvadora de la Revolución, se creó la República en Armas integrándose la nación cubana formada por blancos y negros, se dictó la primera Constitución al amparo de la cual surgieron nuestras primeras instituciones democráticas y abrió una nueva etapa en la Guerra de los Diez Años, más radical y consecuente con la ideología independentista.

Semblanza de Ignacio Agramonte

Nació Ignacio Agramonte y Loynaz en la ciudad de Camagüey, el 23 de diciembre de 1842; hijo de familia adinerada, realizó sus primeros estudios en los principales colegios de su ciudad natal.

Posteriormente se trasladó a La Habana, ingresando en el colegio El Salvador, que dirigía José de la Luz y Caballero, y donde estudiaban los hijos de la clase terrateniente criolla. Poco tiempo estuvo en las aulas de El Salvador, trasladándose a España, donde permaneció alrededor de cinco años y cursó tres años de Latín y Humanidades y dos de Filosofía Elemental en la Universidad de Barcelona.

En 1857 regresa a Cuba y dos años más tarde obtiene el título de Bachiller en Artes, continuando sus estudios en la Universidad de La Habana, donde obtiene el título de Bachiller en Jurisprudencia en 1863 y en 1865 el de Licenciado en Jurisprudencia.

A los 24 años, graduado de abogado, comienza a trabajar en La Habana y mantiene relaciones con los conspiradores camagüeyanos, trasladándose a su ciudad natal y participando en el levantamiento de Camagüey.

Sus dotes de dirigente político y orador, así como hombre de acción, lo elevaron a desempeñar cargos de importancia en el campo de la revolución.

Ante la actitud capituladora de Napoleón Arango, su voz se levanta viril en la reunión de Minas y logra influir en el ánimo de los camagüeyanos que deciden continuar la guerra con mayor brío, derrotando poco después, en unión de otros patriotas, al Conde de Valmaseda en el bosque de Bonilla.

Cuando la revolución se encuentra en peligro y es más necesaria que nunca la unidad revolucionaria, se le encomienda la misión de visitar a Céspedes en Oriente, con el din de formar un gobierno republicano.

Denodado defensor de la abolición de la esclavitud y de la creación de una república democrática, sus ideas quedaron plasmadas en la constitución de Guáimaro, que redactó personalmente, ganando inmenso prestigio político.

Elegido en Guáimaro representante a la Cámara y Secretario de la misma, decidió abandonar su cargo en los últimos días del mes de abril de 1869 para aceptar el cargo de Mayor General de la División del Camagüey entendiendo como hombre práctico que era, que el problema fundamental de Cuba era el de la guerra y no el de la política, y juzgando que con su trabajo en Guáimaro y la organización de la república democrática, se habría asegurado la proclamación de las libertades que habían de dar entusiasmo a los nuevos soldados de Cuba.

Si sus trabajos en la Cámara fueron notables, como jefe militar sus méritos fueron aún mayores, distinguiéndose por su valor y gran capacidad de mando.

Desde la Asamblea de Guáimaro hasta la deposición de Céspedes

La creciente de Valmaseda

Sucesos ocurridos en el año 1870

Sucesos ocurridos en el año 1871

El fusilamiento de los estudiantes de medicina

La revolución a la ofensiva

Las acciones de La Sacra y Palo Seco

Deposición de Carlos Manuel de Céspedes

La captura del "Virginius"

Victorias de Calixto García en Oriente

Muerte de Céspedes

Desde la muerte de Céspedes hasta la protesta de Baraguá

La invasión a Las Villas y las grandes victorias cubanas

Las acciones de Naranjo y Mojacasabe

La batalla de las Guásimas

La invasión a Las Villas

Sedición de Lagunas de Varona

El fraccionalismo regionalista

La sedición de Santa Rita

Las gestiones pacificadoras

Disolución de la Cámara y nombramiento del Comité del Centro

El pacto del Zanjón

La protesta de Baraguá, respuesta viril ante la claudicación

Semblanza de Antonio Maceo Grajales

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