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Sobre la lucha del pueblo coreano para hacer realidad la idea Juche (Kim Il Sung)

De ProleWiki, la enciclopedia proletaria

Charla con la delegación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) del Perú, 30 de junio y 1 y 5 de julio de 1983 (Extracto)

Sobre la lucha del pueblo coreano para hacer realidad la idea Juche
AutorKim Il Sung
Escrito en1983
Fuentehttps://archive.org/details/la-republica-popular-democratica-de-corea-y-la-ospaaal/page/82/mode/2up?view=theater

Usted ha dicho que las masas populares son dueñas de su destino y las que crean la historia, y que por eso los mismos pueblos latinoamericanos son protagonistas de la lucha para lograr la liberación y la independencia en América Latina y para alcanzar su unidad, considero excelentes tal criterio y convicción de ustedes y los apoyo enteramente.

Las masas populares son dueñas de su destino y artífices de la historia. Gracias a su papel se forja la historia y se desarrolla la sociedad. Ellas son capaces de derrotar y vencer cualquier imperialismo y construir una nueva sociedad conforme a sus aspiraciones y demandas en cualesquiera circunstancias difíciles.

En toda la etapa que hemos recorrido, desde el inicio de la Revolución hasta la fecha, siempre hemos sostenido la lucha apoyándonos firmemente en la fuerza de las masas populares, con la invariable posición de que ello permite resolver cualquier problema que presenten la Revolución y su construcción.

De esta forma, en el pasado libramos la lucha armada contra el imperialismo japonés, rechazamos la agresión armada del imperialismo yanqui contra la parte Norte de la República después de la liberación y efectuamos la restauración y construcción de posguerra. Durante la Guerra de Liberación de la Patria, los imperialistas yanquis redujeron nuestro país a cenizas. Después del cese del fuego ellos pregonaban que Corea no podría volver a levantarse ni en 100 años. Pero nos entregamos a la restauración y construcción con la convicción de que podríamos alzarnos de entre los escombros mientras existieran el territorio, el pueblo y el poder popular, y el Partido que dirigiese a las masas. Pese a los augurios de los imperialistas norteamericanos, nuestro país se restableció por completo, en pocos años, de las heridas de la guerra, y se ha convertido en un poderoso país socialista en el corto período de menos de cuatro lustros. Si pudo resurgir tan rápidamente tras superar los estragos de la conflagración, ello fue justamente por la enorme fuerza del pueblo.

Si las masas populares despliegan sin reservas su fuerza y talento creadores con plena conciencia de ser protagonistas de la Revolución y su construcción, no hay tarea irrealizable. Esta es una valiosa verdad que descubrimos durante la conducción de la lucha revolucionaria y la labor de construcción.

Si ustedes quieren que les explique nuestras modestas experiencias, podemos hacerlo.

Estoy muy complacido por encontrarme con tan destacados compañeros de lucha como ustedes, que comparten con nosotros un mismo criterio e ideal. Agradezco sinceramente al compañero jefe de la delegación y a los demás integrantes por haber expresado su plena simpatía por la idea Juche y su activo apoyo a nuestro pueblo en su lucha por hacerla triunfar.

El compañero jefe de la delegación acaba de expresar que no es posible desarrollar un país por la vía independiente si se depende de los imperialistas y capitalistas, y pienso que comprende un problema muy importante. Actualmente los gobernantes de algunas naciones, empapados en el agua del servilismo a las grandes potencias y el misticismo tecnológico, no confían en las fuerzas de su pueblo y miran solo a los países desarrollados; procediendo así no se puede construir una nueva sociedad independiente. Hace unos años, una delegación de un país asiático nos visitó. Después de recorrer varios lugares les concedí una audiencia, y en ella su jefe expresó que era un misterio que en Corea las fábricas, tanto grandes como pequeñas, fueran administradas por los mismos coreanos, mientras que en su país, hasta las más diminutas, eran manejadas por extranjeros. Entonces le dije que desde siempre los pueblos asiáticos han demostrado tener talento y ser laboriosos; que aun ahora su artesanía es superior a la de los europeos, lo cual prueba su habilidad maravillosa; que si en la época contemporánea están atrasados, ello es a causa de que no se efectuó en el pasado la revolución industrial como en los países europeos, porque el feudalismo era muy fuerte y frenaba el desarrollo social; que para alcanzar a esos países industrializados, deben abandonar primero la idea de apoyarse solo en otros sin confiar en la propia capacidad.

Si se encauza correctamente la fuerza del pueblo, es posible hacerlo todo por cuenta propia, sin recurrir a la ayuda extranjera.

Nuestro país logró fabricar por sí solo locomotoras eléctricas, movilizando la fuerza del pueblo. Cuando nos propusimos esta tarea, el embajador de un país europeo acreditado en el nuestro, afirmando que Corea no era capaz de hacerlo, nos aconsejó que compráramos las producidas en su país. Pero nos decidimos a fabricarlas con nuestras propias manos. Encomendé a los jóvenes técnicos la tarea de hacer el diseño, les alenté y resolví todos los problemas que plantearon. Así, al final poseemos una excelente locomotora eléctrica. Con las locomotoras fabricadas por nosotros impulsamos de lleno la electrificación del transporte ferroviario en nuestro país.

Movilizando la fuerza del pueblo, hemos construido, también por nuestra propia cuenta, todos los edificios modernos que tenemos, como este Palacio de las Convenciones Kumsusan. Actualmente nuestro pueblo posee una alta técnica arquitectónica, adquirida en el proceso de construir muchas cosas sobre los escombros de la guerra.

Según nuestra experiencia, para desarrollar el país con los propios esfuerzos, sin depender del extranjero, es necesario, ante todo, formar muchos cuadros nacionales.

Inmediatamente después de la liberación, nuestro país sufría una aguda escasez de cuadros nacionales como consecuencia de la dominación colonial del imperialismo japonés. Contaba solo con unas decenas de graduados universitarios, con el agravante de que, de ellos, apenas unos cuantos estudiaron una especialidad tecnológica, pues la mayoría se había formado en Derecho o Letras. Los japoneses no enseñaron la tecnología a los coreanos; por eso, tras la liberación no teníamos hombres capaces de manejar la industria.

Dedicamos, pues, grandes esfuerzos a la formación de los cuadros nacionales, planteándola como la tarea primordial para la construcción de una nueva sociedad.

Sobreponiéndonos a múltiples dificultades, comenzamos esta labor por el establecimiento de la universidad. Cuando, inmediatamente posterior a la liberación, propusimos fundarla, hubo quienes dijeron que era imposible hacerlo sin nada en las manos. Pero no vacilamos en lo más mínimo y reunimos a profesores e intelectuales de todo el país, e incluso de la parte Sur. Por otra parte, levantamos los edificios de la Escuela Revolucionaria de Mangyongdae y de la Universidad con los fondos adquiridos con el arroz que los campesinos, llevados por su patriotismo, donaron al Estado de la primera cosecha que rindieron las tierras recibidas en virtud de la reforma agraria. La Escuela está destinada a instruir a los hijos de nuestros compañeros caídos en la lucha revolucionaria.

Después de la Universidad establecimos otros centros de enseñanza superior y, aun durante la Guerra de Liberación de la Patria, cuando la situación del país era muy difícil, continuamos la formación de cuadros nacionales.

Gracias a la acertada política educacional del Partido, en nuestro país, donde antes no existía ni una universidad, se han levantado hoy más de 180 centros de enseñanza superior y el número de técnicos y especialistas ha aumentado de unas decenas después de la liberación a 1 200 000 en la actualidad.

Los intelectuales desempeñan un importante papel en la lucha revolucionaria y la labor de construcción. Podemos realizar cualquier tarea que nos planteemos porque tenemos a ese gran ejército de 1 200 000 intelectuales.

Ustedes me han preguntado qué proceso hemos seguido en la formación de la idea Juche y su conceptualización teórica, y voy a referirme brevemente a ello.

Al comenzar la lucha revolucionaria yo veía en las masas populares a los protagonistas de la Revolución y planteé la idea de que debíamos llevarla a cabo con nuestros propios esfuerzos, apoyándonos en ellas. Así, apoyándonos en las fuerzas de las masas populares, guiándonos por esa idea, afrontamos más de 20 años de dura lucha contra los imperialistas japoneses, la construcción de una nueva Patria después de la liberación, la Guerra de Liberación de la Patria en tres años contra los invasores imperialistas yanquis, el restablecimiento y la edificación de posguerra y la Revolución socialista. En las diversas etapas de la prolongada lucha revolucionaria hemos comprobado lo correcto de esta idea.

Nuestra lucha para formar la idea Juche y aplicarla en la Revolución coreana estuvo acompañada por la batalla contra el servilismo a las grandes potencias.

Este servilismo tiene profundas raíces históricas en nuestro país. Geográficamente es un país peninsular situado entre grandes naciones.

A su alrededor están China, la Unión Soviética y Japón. Y más allá del océano, Estados Unidos, país enemigo.

La nación coreana es inteligente, con una larga historia. Antiguamente, aquí se desarrolló todo, incluyendo la cultura, y ustedes lo podrán apreciar nítidamente si visitan el Museo de Historia. También son bellos los paisajes y abundantes los recursos naturales. Esto despertó la codicia de grandes países vecinos, quienes trataron de ponerla bajo su influencia desde hace mucho tiempo, y también de Estados Unidos, que difundió el cristianismo aquí con ese propósito.

Al analizar la historia, veremos que entre los gobernantes en las postrimerías de la dinastía de los Ri, último Estado feudal en nuestro territorio, surgieron muchos serviles a las grandes potencias. Ellos se dividieron en grupos en pro de Tsing, pro ruso y pro japoneses, que intentaban introducir la ideología y la cultura de Tsing, las fuerzas de Rusia y Japón, al amparo de los países respectivos. Originalmente, Japón empezó a desarrollarse influenciado por nuestra cultura. Pero cuando realizó la revolución industrial y rápidamente logró un gran desarrollo, surgió entre nuestra gente la tendencia a adorarlo y tratar de cobijarse bajo su amparo.

Cuando otros efectuaban la revolución industrial, los gobernantes feudales de nuestro país no se esforzaban para desarrollarlo, dedicándose solo a riñas sectarias manipulados por grandes Estados. En aquel entonces, los reformistas de aquí también intentaron efectuar reformas burguesas y la revolución industrial, pero fracasaron por la represión de los gobernantes feudales. En consecuencia, el país no pudo avanzar y se quedó atrasado, entonces germinó en la mente de muchos coreanos la nociva idea de considerar bueno, sin más ni más, todo lo de las naciones grandes.

Finalmente, nuestro país se arruinó por culpa de esos serviles. En 1910 se convirtió en total colonia de Japón, y en condición de tal vivió nada menos que 36 años. Los imperialistas japoneses, que se apoderaron de Corea, ejercieron una cruel política colonialista, pero no pudieron doblegar a los coreanos.

Este pueblo se levantó contra la dominación colonial del imperialismo japonés y libró la lucha de liberación nacional, pero los grupos sectarios que emergieron de sus filas perjudicaron seriamente el desarrollo de esa lucha. Los nacionalistas, divididos en varios grupos y confiando en los grandes países, en vez de luchar apoyándose en las fuerzas de las masas populares, se dedicaban solo a las disputas. Algunos intentaban lograr la independencia de Corea con la ayuda de China, otros, con la de la Unión Soviética, y algunos de los que habían estudiado en Japón se hacían ilusiones con este país esperando que nos "regalara" la independencia. Hubo, además, quienes idolatraban la "doctrina de autodeterminación nacional" de Wilson, considerándola correcta.

También existieron comunistas que, aunque pretendían participar en la lucha antijaponesa de liberación nacional, no querían hacer la Revolución apoyándose en las masas populares, sino que también divididos en varios grupos se enfrascaban en disputas sectarias. Todos estos grupos, que se consideraban "ortodoxos", rondaban la sede de la Internacional en busca de su reconocimiento. Uno realiza la revolución según su propia voluntad, y no necesita la aprobación de nadie. Si lleva a feliz término la revolución en su país, con toda seguridad la Internacional lo reconocerá. Entonces, ¿para qué tratar de obtener esa aprobación de antemano?

Al analizar de manera crítica esta situación del movimiento nacionalista y el incipiente movimiento comunista de nuestro país, sentía fuertemente la necesidad de desplegar la lucha apoyándonos en la fuerza de nuestro pueblo y resolver nuestros problemas bajo nuestra propia responsabilidad. Para llegar a concebir esa idea recibí mucha influencia revolucionaria de mi padre. Mi padre fue uno de los precursores del movimiento antijaponés de liberación nacional en nuestro país. En el otoño de 1917 se produjo el conocido "caso de las 105 personas", cuando la policía del imperialismo japonés arrestó de golpe a 105 participantes en la lucha de liberación nacional. La mayoría de ellos eran miembros de la Asociación Nacional Coreana. Mi padre, que era su fundador, también fue detenido y sufrió más de un año de cárcel. Ya en libertad, y aunque su salud era precaria, continuó el movimiento de liberación nacional. Después volvió a ser arrestado por luchar contra el imperialismo japonés, pero logró escapar cuando lo trasladaban. Como consecuencia de las torturas recibidas en la cárcel y de los sabañones sufridos en esa fuga, murió en 1926, cuando yo tenía 14 años.

Mi padre sustentaba la idea de que la independencia del país no se podía alcanzar con riñas sectarias en el movimiento antijaponés de liberación nacional, sino únicamente cuando se agrupara a las masas populares y se combatiera apoyándose en sus fuerzas. Se oponía a las fracciones en este movimiento y abogaba por su unidad.

Después de su muerte, me matriculé en una escuela administrada por los nacionalistas coreanos en el noreste de China, en la cual se impartía una educación de carácter nacionalista que no me satisfacía. Originalmente, la escuela se fundó bajo la dirección de mi padre con el propósito de formar cuadros para el Ejército independentista.

Decidí entonces emprender un nuevo camino de la lucha revolucionaria y lo puse en práctica organizando la Unión para Derrotar al Imperialismo con jóvenes patriotas de la misma escuela. Posteriormente, los miembros de la Unión desempeñaron el papel medular en el combate contra el imperialismo japonés.

Después de la Unión para Derrotar al Imperialismo, fundé la Unión de la Juventud Antimperialista, la Unión de la Juventud Comunista de Corea y muchas otras organizaciones juveniles comunistas.

Cuando empezaba la lucha revolucionaria, algunos compañeros me aconsejaron que fuera a Moscú a estudiar en la universidad dirigida por la Internacional. Lo hicieron con el deseo de que yo aprendiera mucho para dirigir con más eficacia el movimiento revolucionario, pero no lo acepté. No fui allí porque consideré más útil compenetrarme con nuestro pueblo y estudiar mientras luchaba. Mis maestros no eran los de Moscú ni los de Shanghái, sino nuestro pueblo.

En 1932 organicé un destacamento armado para combatir al imperialismo japonés; no teníamos experiencia en la lucha armada, pero íbamos acumulándola mientras combatíamos. En ese decursar se ampliaron las filas armadas y se unieron estrechamente los revolucionarios y los jóvenes patriotas. Mis compañeros me respetaban y yo los amaba. Apreciándonos y amándonos así unos a otros, los miembros del Ejército Revolucionario Popular de Corea desplegaron durante 15 años una enconada lucha armada contra los imperialistas japoneses.

En esta lucha no pudimos recibir ayuda de nadie. Aunque deseáramos recibirla en armas, no había quien estuviera en condiciones de hacerlo. Nos pertrechamos con las armas arrebatadas a los imperialistas japoneses y los combatimos con el apoyo del pueblo.

Los imperialistas japoneses, en su tentativa de acabar con el Ejército Revolucionario Popular de Corea, movilizando a un millón de efectivos, intensificaron las "operaciones punitivas" y recurrieron a toda forma de maniobras para matar de hambre a los combatientes. Con el propósito de aislarlos de la población, crearon "aldeas de concentración" y prohibieron a sus moradores desplazarse libremente fuera de sus muros. Incluso obligaron a guardar allí las provisiones y controlaron su salida. Sin embargo, los habitantes idearon diversos métodos para hacerlas llegar a las unidades del Ejército Revolucionario Popular de Corea. En el otoño, los campesinos fingían recoger papas quitando solo los tallos y las dejaban, señalándoles después su ubicación y lo mismo hacían con el maíz recolectado, escondiéndolo en los bosques. Ayudaban a nuestro Ejército no solo los obreros y los campesinos, sino también los intelectuales y todos los demás habitantes que amaban al país.

En el período de la lucha armada antijaponesa presenté la consigna "La guerrilla no puede existir apartada del pueblo tal como el pez no puede vivir fuera del agua", y exigía que los combatientes mantuvieran estrechas relaciones con la población. El Ejército Revolucionario Popular de Corea pudo salir victorioso de la larguísima lucha contra el imperialismo japonés por haber estrechado los lazos con el pueblo y disfrutado de su activo apoyo.

A través de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa llegamos a saber claramente cuán poderosas son las fuerzas del pueblo y a convencernos de que podíamos alcanzar de modo infalible la victoria en la lucha revolucionaria si la desarrollábamos confiando y apoyándonos en esas fuerzas.

Tan pronto como se liberó el país en 1945, emprendimos la tarea de fundar el Partido. En octubre de ese mismo año proclamamos su fundación ante el mundo al crear el Comité Organizador Central del Partido Comunista de Corea del Norte. Posteriormente, de acuerdo con la situación imperante en el país y las exigencias del desarrollo de la Revolución, orientamos convertir el Partido Comunista en un partido masivo del pueblo trabajador y lo realizamos en un breve tiempo.

En los años posteriores a la liberación, en nuestro país eran escasos los comunistas preparados, la clase obrera era todavía incipiente y el pueblo carecía de una justa comprensión acerca del comunismo. Como consecuencia de la perversa propaganda anticomunista que los imperialistas japoneses desarrollaron durante mucho tiempo entre nuestra población, no pocas personas veían en los comunistas a lacayos de la Unión Soviética.

Para que en esas condiciones el Partido Comunista pudiera arraigarse profundamente en los amplios sectores del pueblo trabajador, era preciso transformarlo en un partido masivo admitiendo no solo a los comunistas preparados y los miembros de avanzada de la clase obrera, sino además, y en gran escala, a los mejores componentes del campesinado y la intelectualidad trabajadora. Así fue como en 1946 lo convertimos en el Partido del Trabajo, capaz de asimilar a todos los elementos progresistas provenientes de las masas trabajadoras. Desde entonces hasta hoy ha venido desarrollándose incesantemente como partido unificado de las masas del pueblo trabajador.

El martillo, la hoz y el pincel grabados en el emblema de nuestro Partido simbolizan a los obreros, los campesinos y los trabajadores intelectuales que lo componen.

Durante la pasada Guerra de Liberación de la Patria sentimos la acuciante necesidad de oponernos al dogmatismo y el servilismo a los grandes países y de levantar firmemente la bandera de la idea Juche.

Después de la liberación, con miras a la construcción de la nueva Corea, enviamos a numerosas personas a estudiar en otros países e hicimos volver a muchos coreanos que actuaban en el extranjero, pero entre ellos se manifestaron el servilismo y el dogmatismo a las grandes potencias. Ellos consideraban las cosas ajenas mejores que las nuestras y trataron de introducirlas mecánicamente. Incluso durante la guerra propusieron aplicar los métodos de combate de otros países sin tener en cuenta las condiciones locales. Nos opusimos a esta tendencia. Aquellos métodos usados durante la Segunda Guerra Mundial, cuando en los extensos campos europeos se atacaba al enemigo con cientos de tanques, no resultaban convenientes a las condiciones topográficas del país. No poseíamos muchos tanques y, aun teniéndolos, no habríamos podido utilizarlos masivamente porque no lo permitía el relieve de nuestro suelo, de tipo montañoso con pocas planicies. A la sazón, yo, en calidad de Comandante Supremo del Ejército Popular de Corea, subrayé que debíamos pelear no con métodos ajenos, sino con los coreanos, convenientes para las condiciones topográficas del país. Desarrollamos los métodos de combate guerrillero concebidos en la lucha armada antijaponesa, en conformidad con las exigencias de la guerra regular y creamos otros acordes con nuestra realidad.

Citaré un ejemplo para mostrarles cuán gravemente se manifestaron el dogmatismo y el servilismo a las grandes potencias durante la guerra.

En aquel período visité una casa de reposo perteneciente al Ejército Popular y en ella vi colgado un cuadro con un oso en medio del bosque siberiano, cubierto de blanca nieve. Por supuesto, era un buen cuadro. Pero no servía mucho para la educación de los combatientes del Ejército Popular. Dije a los que me acompañaban: sería otra cosa si lo hubieran presentado en una exposición internacional de bellas artes, pero en esta casa de reposo no puede impresionar mucho a los combatientes; libramos la guerra no en un país extranjero, sino en el nuestro, derramando sangre, contra los imperialistas yanquis; por eso, si hemos de pintar algo, que sea lo que sirva para educarlos en el amor a la tierra natal y a cada árbol, cada hierba de la Patria; siendo esto así, ¿qué sentido tiene colgar un cuadro con un oso en medio de un bosque siberiano? En nuestro país hay hermosos mares y montes como el Kumgang y el Myohyang, ¿No sería mejor dibujar cuadros con estos paisajes encantadores?

Aun cuando haya triunfado el comunismo a escala mundial, los coreanos seguirán viviendo aquí, en Corea, y no en lejanos países extranjeros. Por eso, es importante enseñar siempre al pueblo a amar su terruño. Durante la Guerra de Liberación de la Patria se presentaba como un problema muy apremiante insuflar en el pueblo y los militares un intenso sentimiento patriótico.

Después de esta visita puse gran énfasis en la necesidad de dotar atodos los militantes y los habitantes de la ideología revolucionaria de nuestro Partido y del espíritu patriótico.

En esa guerra, aunque peleamos con armas atrasadas, pudimos vencer a los imperialistas yanquis pertrechados modernamente, porque nuestro Partido se opuso al dogmatismo y el servilismo a las grandes potencias, educó a todo el pueblo y los combatientes del Ejército Popular en el patriotismo y creó diversos métodos de combate propicios para las condiciones locales.

En nuestro país la necesidad de oponerse al servilismo a las grandes potencias y establecer el Juche cobró un carácter más acuciante en el período posbélico. Por eso, en 1955 hablé ante los trabajadores de propaganda y agitación del Partido sobre la implantación cabal del Juche en la labor ideológica. En esa ocasión les dije que no debíamos ser, por supuesto, nacionalistas de estrecha visión, gente que ignoráramos nuestro país; que al pintar un cuadro o al cantar una melodía, debíamos pensar siempre en el gusto de nuestro pueblo. A partir de entonces exigimos con énfasis establecer el Juche.

Y así lo hicimos después de la guerra en todos los campos de la Revolución y su construcción, y todo trabajo lo ejecutamos a nuestro modo. También realizamos de esta manera la cooperativización de la economía campesina individual, de acuerdo con la realidad del país, sin imitar lo foráneo. Como resultado, en nuestro país el movimiento de cooperativización agrícola se llevó a cabo en un breve lapso, sin grandes tropiezos.

Durante este proceso les dije a los cuadros que era necesario aprender de las experiencias positivas de otros países, pero primero había que probar si convenían o no a la situación del nuestro y a los intereses de nuestra Revolución, y asimilar las que se podían "digerir" y rechazar las otras. Posteriormente, seguimos reiterándoles que en cuanto a las prácticas ajenas, teníamos que introducir solo aquellas que el pueblo necesitaba, apartando las demás y, aun en el caso de aceptarlas, no imitarlas de manera mecánica, sino adaptándolas a la situación concreta del país. Así educamos constantemente a nuestros cuadros y trabajadores con la idea Juche.

Hasta la fecha aquí todas las tareas han marchado con éxito gracias a que hemos establecido el Juche y obrado a nuestro modo.

Hoy también solucionamos de esta manera cualquier problema ateniéndonos a la idea Juche. Nos orientamos por esta idea tanto para desarrollar la industria y realizar construcciones como para promover la agricultura de acuerdo con las condiciones del país.

Anteriormente, no pocos de nuestros especialistas agrícolas se instruyeron en el extranjero, de modo que procuramos que ellos no aplicaran en nuestra realidad, al pie de la letra, los métodos de cultivo allí aprendidos, porque aquí las condiciones rurales eran otras y esos métodos resultaban inadecuados, y con ellos no podíamos tener éxito en la agricultura.

En un tiempo, en nuestras universidades de agronomía se preparó a los estudiantes con textos traducidos de otros países; hoy, en cambio, se utilizan nuevos manuales escritos conforme a las exigencias de los métodos de cultivo adecuados a las condiciones nacionales.

Como ustedes se darán cuenta cuando asistan a los espectáculos artísticos, procedimos a nuestra manera tanto al cantar como al desarrollar la ópera. Por supuesto, en el mundo hay muchas y excelentes obras musicales, como por ejemplo, las de Tchaikovski. Pero, las de otros países, por muy buenas que sean, no se avienen del todo al sentimiento de nuestro pueblo. A él le gusta el arte que tenga forma nacional y contenido socialista. Nos oponemos tanto a la tendencia a aceptar mecánicamente las cosas ajenas, menospreciando las nuestras, como a la tendencia a restaurar las cosas caducas, del pasado. Mantenemos firmemente el principio de desarrollar un arte y una literatura que tengan forma nacional y contenido socialista.

En pocas palabras, hoy en nuestro país la industria, la agricultura, la construcción, el arte y la literatura se desarrollan rápidamente en conformidad con la idea Juche.

Todo trabajo marcha a pedir de boca si se le toma por guía.

Usted, compañero jefe de la delegación, ha dicho que la idea Juche no es una aplicación mecánica del marxismo, sino su desarrollo creador de acuerdo con la situación actual, y considero que es una afirmación justa.

Ciertamente, no aplicamos mecánicamente el marxismo a nuestra realidad. En caso contrario, no podríamos alcanzar la victoria en la lucha revolucionaria. Marx, que libró sus actividades en países capitalistas desarrollados como Alemania e Inglaterra, creó sus doctrinas revolucionarias sobre la base de haber analizado la sociedad capitalista. Creía que la Revolución se produciría sucesivamente en importantes países capitalistas de Europa y predijo que el comunismo triunfaría pronto a escala mundial. Pero, si bien han transcurrido más de 100 años desde que Marx y Engels publicaron el Manifiesto Comunista, todavía el comunismo no se realizó en ningún país. En Inglaterra el capitalismo sigue como antes.

Los capitalistas son muy astutos. Recurren a todos los medios posibles para mantener su posición. Forman aristocracia dentro de la clase obrera y por su conducto tratan de desintegrar las filas del movimiento obrero. He aquí una de las principales causas de que hoy en los países capitalistas desarrollados no estalle la revolución.

Es erróneo creer que la revolución se producirá espontáneamente con el crecimiento de la clase obrera o que se podrá realizar valiéndose solo de esta clase. En aquellos países que no pudieron pasar normalmente por la etapa de desarrollo capitalista, porque eran colonias o semicolonias, hay pocos obreros y, en cambio, los campesinos y artesanos representan la mayoría abrumadora de la población. En estos países se debe agrupar incluso a estos para triunfar en la revolución.

A raíz de la liberación, en nuestro país eran escasos los obreros, en tanto los campesinos representaban el 80% de la población. Por eso consideramos a estos últimos como fuerza motriz de nuestra Revolución junto con la clase obrera y los unimos alrededor del Partido. En algunos países no consideran como fuerza motriz de la revolución a los intelectuales, arguyendo que pertenecen a una clase propietaria, pero nosotros los agrupamos en torno al Partido reconociendo su importante papel en la lucha revolucionaria. En cierta época los fraccionalistas antipartido se opusieron a la política de nuestro Partido respecto a los intelectuales, pero la aplicamos en forma consecuente rechazando sus maquinaciones.

Nosotros agrupamos a la totalidad de obreros, campesinos, trabajadores intelectuales y artesanos a favor de la lucha revolucionaria y las tareas constructivas. Los brillantes éxitos que obtuvimos en estos procesos prueban lo correcto de la orientación de nuestro Partido.

Las obras de Marx no dicen concretamente cómo se debe realizar la revolución en cada país. Los comunistas deben pensar con sus propias cabezas y encontrar el método de la revolución adecuado a los intereses de su pueblo y a la realidad de su país. El mejor conocedor de la situación de un país es su partido.

Respecto a la Revolución peruana, ustedes la conocerán mejor que nadie y así ocurre también con nosotros en cuanto a la Revolución coreana. Únicamente el partido del país respectivo es capaz de sacar conclusiones acertadas acerca de los problemas teórico-prácticos presentados en sus procesos revolucionario y constructivo.

No puede existir una forma invariable para la revolución. La matemática tiene fórmulas, pero la revolución no; pero si hubiera que observar alguna obligatoriamente, esta sería la exigencia de pensar con cabeza propia todo problema y resolverlo con las propias fuerzas. Fuera de esta, no puede existir otra. Llegamos a esta conclusión en el largo proceso de la lucha revolucionaria.

No es verdadero marxista, sino seudomarxista, el que asume una posición dogmática ante el marxismo y las experiencias ajenas.

En tiempos anteriores existieron también en nuestro país esos sujetos.

Vivían con los pies en Corea y la mente en otros países.

Esas gentes, por mucho que se llamen marxistas, no pasan de ser unos parlanchines que engañan al pueblo con expresiones revolucionarias. En el pasado, los de nuestro país, cada vez que pronunciaban un discurso, utilizaban términos incomprensibles para el pueblo, tales como "hegemonía", "proletariado" e "intelectualidad", tratando de darse aires de doctos. Esto me hizo criticarlos duramente.

El pueblo no presta oídos a la palabrería de los seudocomunistas ni les sigue. Ustedes han señalado que están organizando a las masas de acuerdo con la realidad del Perú; obrando así todo irá bien. Considero justo su procedimiento.