Menú alternativo
Menú alternativo personal
No has accedido
Tu dirección IP será visible si haces alguna edición

Biblioteca:El pensamiento económico de Fidel en las relaciones económicas internacionales/Prólogo

De ProleWiki, la enciclopedia proletaria
Revisión del 02:47 17 ago 2024 de Ismael (discusión | contribs.)
(difs.) ← Revisión anterior | Revisión actual (difs.) | Revisión siguiente → (difs.)


Estudiar el pensamiento de Fidel Castro sobre las relaciones económicas internacionales es un empeño necesario, útil y oportuno, emprendido por el Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM). Hacerlo implica una elevada complejidad y la comprensión de que se trata de abrir un camino por donde otros transitarán, entregando nuevos esfuerzos por develar las muchas vetas de conocimiento que él contiene.

Lo necesario y oportuno resulta evidente, en tanto que ese pensamiento se refiere a la economía mundial, en el período que han ocurrido los principales fenómenos y procesos que conforman su realidad actual; y es por eso un pensamiento colocado en la polémica de nuestros días, en la que el formidable polemista Fidel interviene con sus argumentos frente a una realidad que conserva y en algunos aspectos supera, la rapacidad e inhumanidad que pudo palpar durante más de cinco décadas como estudioso, y aún más, como actor político de primera fila.

Lo que con tenacidad denunció, explicó y propuso no es tema de historia antigua, es realidad en plena evolución y su pensamiento es ahora tan necesario como siempre o quizás más, cuando la economía mundial sigue siendo depredadora, el neoliberalismo avanza impetuoso, la destrucción del planeta no se detiene, la izquierda acumula derrotas y no se escuchan voces con la lucidez y la autoridad moral, para convencer y movilizar como él lo hacía. El pensamiento de Fidel es trascendente y tiene mucho que decir en este mundo de las imágenes, donde el diluvio de información diaria es una eficaz forma de desinformación y un mensaje de 140 caracteres parece ser suficiente para que los humanos crean que se comunican.

El trabajo pionero que entrega el Centro de Investigaciones de la Economía Mundial tiene el valor de recopilar, ordenar y establecer relaciones entre el pensamiento de Fidel y el contexto en que fue enunciado, los desarrollos que después han tenido los temas abordados, la vigencia de lo planteado, así como la transformación que sus ideas van teniendo en el diálogo entre la realidad y el conocimiento, en tanto este se va ampliando y desarrollando. En él no están todas las interrelaciones que trascienden la inevitable división en temas, sean estos monetario, financieros, comerciales, ambientales u otros, pues el pensamiento estudiado siempre se movió en ellos como el de un líder político —no como académico—, y los manejó como partes orgánicamente entrelazadas de la compleja y multifacética economía mundial. Encontrar otras interrelaciones entre temas específicos e intentar una síntesis de conjunto del pensamiento estudiado es, especialmente esta última, tareas complejas que seguramente el CIEM y otros estudiosos cumplirán.

Fidel Castro no fue un economista ni un sociólogo, ni tampoco un científico en el sentido académico. Su terreno fue el de la ciencia y el arte de la política, el terreno más complicado, movedizo y desconcertante de todos los terrenos. Su capacidad de análisis, inteligencia y tenacidad en el estudio y la insaciable sed de saber, le revelaron la importancia del funcionamiento de la economía mundial en la época en que el imperialismo y el avance de la globalización neoliberal se daban la mano para estructurar un orden económico internacional, que como formidable muro hacía imposible la salida de la pobreza y el subdesarrollo, a los países llamados entonces del Tercer Mundo.

Pocos líderes políticos advirtieron que la pobreza y el subdesarrollo de la década de los 60 en adelante no se explicaban solo por la historia colonial —aunque ella era parte imprescindible—, o por las virtudes y defectos de los gobernantes, por fatalidades climáticas o por formulaciones generales y abstractas, aunque fueran de condena a las potencias coloniales, e incluso, al imperialismo.

Era necesario desmontar el sistema de relaciones económicas internacionales, examinarlo pieza por pieza y armarlo de nuevo para entender su peculiar modo de funcionamiento. Muchas cosas opacaban la visión y hacían difícil penetrar y entender ese entramado, entre ellas, una buena parte del pensamiento académico procedente de Occidente que justificaba y daba apariencia de ciencia a la explotación, y el procedente de los países del socialismo europeo que no entendía el subdesarrollo y, salvo excepciones, no se diferenciaba mucho en su conducta respecto a aquellos.

Tampoco ayudaban los análisis y propuestas de organismos económicos internacionales, pues los nacidos de Bretton Woods como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el GATT—OMC, no eran analistas objetivos, sino cómplices; y los de Naciones Unidas como la UNCTAD, la FAO, la ONUDI u otros, no iban más allá de expresar la mediatización de las burocracias internacionales limitadas por el peso de Estados Unidos en el presupuesto de la ONU, aunque ofrecían informaciones que filtradas e insertadas en otra matriz de análisis podían ser útiles. En América Latina estaba la CEPAL, con un perfil propio, e incluso, original y en la época de Raúl Prebish, con un pensamiento que intentaba una explicación de lo que entendía como atraso en el desarrollo, mediante un cuerpo de ideas alejadas del pensamiento neoliberal, pero fallidas en su propuesta, basada en el impulso desarrollista procedente de una burguesía industrializante que nunca asumió ni mereció tal papel protagónico.

Por otra parte, aquel orden económico internacional era capaz de invalidar los esfuerzos y las políticas internas puestas en práctica para acceder al desarrollo. Funcionaba como un perverso mecanismo bloqueador del desarrollo, reproductor de la pobreza y extractor de los indispensables recursos financieros.

Para penetrar en aquella madeja donde se mezclaban los términos de intercambio desfavorables, los créditos onerosos, el proteccionismo, el endeudamiento ruinoso, las inversiones expoliadoras de empresas transnacionales, las manipulaciones cambiarias, la voracidad del agronegocio transnacional, la destrucción del medio ambiente, todo y más al mismo tiempo, con trasfondo de pobreza, enfermedad y analfabetismo, había que reunir un imprescindible conjunto de capacidades difíciles de encontrar en un dirigente político, ya que no se trataba solamente de entender en el plano intelectual, sino de denunciar ante el mundo con argumentos sólidos y proponer vias de acción de cara a los poderosos beneficiarios de aquel orden económico.

Para hacerlo, y además ser escuchado, era necesaria una autoridad moral basada en hechos y un dominio de las muy complejas interrelaciones entre economía y política para exponer el pensamiento y defenderlo ante jefes de estado, periodistas, académicos, empresarios, funcionarios internacionales. Y también para hacer entender su pensamiento sin convertirlo en esquema de manual ante trabajadores, religiosos, indígenas, movimientos sociales o gente de pueblo.

La autoridad moral era imprescindible y Fidel Castro la tenía, pero no era suficiente para él. Había que reunir también el dominio técnico de complejos procesos que constituyen campo de trabajo de por vida para economistas especializados y lograr expresar en lenguaje político —capaz de movilizar a fuerzas sociales heterogéneas—, los intrincados y no pocas veces densos problemas de la economía mundial. Para lograrlo se ayudó con su gran capacidad de síntesis, de poder articular el pensamiento abstracto con la realidad concreta, de combinar la fundamentación cuantitativa —apoyándose en una asombrosa capacidad para el cálculo mental—, con los enunciados teóricos, incluyendo los muy complejos que pueden encontrarse en temas de política cambiaria o en los complicados modos de funcionamiento de los mercados financieros actuales. Para lograr esa articulación entre lo complejo teórico y su enunciado político digerible y movilizador, sin perder su rigor técnico esencial, el Comandante Fidel Castro poseía una vasta cultura —tal vez lo más cercano a una cultura enciclopédica en el puente entre los siglos XX y XXI—, y una muy extensa experiencia en la comunicación oral y escrita de sus ideas y el debate directo ante muy diversos auditorios. En la tribuna abierta su capacidad oratoria era extraordinaria y cuando tenía que expresarse en pocos minutos —como en diversas Cumbres de Jefes de Estado—, asombraba por la precisión de cada palabra escrita, sin perder un segundo y respetando siempre el tiempo asignado.

El dominio técnico fue adquirido por su férrea voluntad de estudio y una constante promoción del debate en variadas formas y lugares, desde el pequeño grupo hasta los eventos de grandes auditorios como los de Globalización y Problemas del Desarrollo, y los Encuentros Hemisféricos de Lucha contra el ALCA. El resultado de todo lo anterior fue que en las dos últimas décadas del siglo XX y en la primera del siglo XXI, era muy difícil encontrar Jefes de Estado con su dominio de estos temas, e incluso, no pocos académicos —expertos en la teoría, pero carentes de experiencias en el manejo político de gobierno—, quedaban sin palabras ante sus preguntas y argumentos.

No es difícil advertir que para Fidel Castro el estudio de las relaciones económicas internacionales tuvo varios objetivos: el conocimiento del escenario económico en que Cuba libraba su tenaz batalla por abrirse paso, la utilización de las principales contradicciones reveladoras de lo rapaz y generador de antidesarrollo del capitalismo globalizado neoliberal; así como formular propuestas de lucha para desarrollarlas por los gobiernos que quisieran adoptarlas y por los movimientos sociales integrados por fuerzas muy heterogéneas.

Su manejo de los grandes temas comentados en este libro, que son los que se debaten en las conferencias internacionales de entonces y de ahora, fue un factor de no poca importancia en alcanzar la talla de líder de los países pobres.

Su pensamiento sobre la economía mundial siguió un curso ascendente, siempre en relación con los desafíos que sin cesar enfrentó Cuba, el conjunto de los países del llamado Sur, y en especial, la América Latina a lo largo de cinco décadas. En los años 60 las energías y el tiempo se dedicaron en gran parte a la lucha encarnizada por la supervivencia de la joven Revolución ante invasiones armadas, sabotajes, terrorismo. En aquellos años cuando abrir cada día el periódico era un estremecimiento, los debates nacionales estuvieron centrados en las vías y métodos para la construcción del socialismo.

Por entonces el Movimiento de Países No Alineados y el Grupo de los 77 iniciaban apenas sus acciones y se concentraban con preferencia en los problemas de la descolonización, en tanto que los gobiernos de América Latina se alineaban casi todos con Estados Unidos y esperaban ilusamente ingresar al desarrollo de la mano de la Alianza para el Progreso. No fue todavía esta una década en que los temas de economía mundial ocuparan lugar comparable al de años posteriores.

No obstante, algunos chispazos de original pensamiento surgieron de Fidel Castro, como su planteo de un flujo mínimo de financiamiento para comenzar a hablar del desarrollo de América Latina ante la llamada Conferencia de los 21 en Buenos Aires en 1959. En un tema donde la Economía Política y las Relaciones Económicas Internacionales se aproximan, hasta hacer difícil advertir donde empieza una y termina la otra, argumentó acerca de considerar al socialismo como condición para el desarrollo y no como su resultado.

La década de los 70 fue de alza en los debates sobre economía mundial. Fueron los años en que el Tercer Mundo —esgrimiendo ese nombre e identificado con él— hizo aprobar en Naciones Unidas con el voto negativo del Occidente desarrollado, el nunca cumplido programa para el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI). Años en que la OPEP hizo subir los precios del petróleo y con su impacto desestabilizó temporalmente a Estados Unidos y Europa Occidental, al tiempo que suscitó esperanzas en la constitución de asociaciones de productores que imitaran su ejemplo.

En el discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas en 1979 como Presidente de los No Alineados, Fidel Castro hizo una penetrante crítica al conjunto del sistema capitalista de economía mundial de entonces, dejando atrás la visión reformista del NOEI e identificó temas específicos en los que convocaba a los países del Tercer Mundo a luchar unidos para transformar el orden económico internacional que frenaba el desarrollo. Ese discurso —finalizado con un vibrante llamado a la lucha y la unidad— es probablemente el primer planteo de un programa que impugna al sistema como un todo y lo responsabiliza junto a sus creadores de Occidente con la continuación del hambre y la pobreza.

En el discurso ocupa destacado espacio el tema muy en boga por aquellos años del intercambio comercial desigual y la adversa situación de los países productores de productos básicos; así como un precoz planteo del vínculo entre el funcionamiento depredador del sistema y la destrucción del medio natural. Este discurso fue pronunciado cuando el programa del NOEI ya había naufragado después de una larga y estéril negociación, e incluyó también, como es obvio, los temas de política internacional de la época. Esta intervención de 1979 marca el momento a partir del cual Fidel Castro se establece como voz reconocida y esperada en los análisis sobre la economía mundial.

Los años 80 son los de la crisis de la deuda externa del Tercer Mundo, y con particular intensidad de América Latina, los del despliegue neoliberal y abandono de las ideas de la CEPAL en la región, los del tatcherismo dogmático en el Reino Unido y el reaganomics en Estados Unidos, los del inicio del derrumbe del socialismo europeo y en los que avanza considerablemente la financierización de la economía mundial. Son también los de la aceleración de la apertura de mercado y el crecimiento económico de China y cuando empiezan a llamar la atención los llamados tigres del sudeste asiático.

Tal vez lo más trascendente para la economía mundial fue el encuentro entre el primer empuje neoliberal, que logró importantes avances barriendo con el keynesianismo apoderándose de casi toda América Latina, y el crecimiento de la llamada economía de casino. La crisis de la deuda externa fue el contexto ideal para la imposición de ajustes neoliberales colmados de condicionalidades y aplicados por el Fondo Monetario Internacional.

Para el tema que abordamos esta década estuvo marcada por la aparición del libro La crisis económica y social del mundo en 1983, presentado a la VII Cumbre de los Países No Alineados de Nueva Delhi por su autor Fidel Castro. En él se sistematiza su pensamiento hasta el nivel de desarrollo alcanzado entonces y que confrontado hoy con lo que en el mundo se planteaba por aquellos años, no queda por detrás de otros estudios como los del Informe Brandt, en el que predominan los enfoques de los países del Norte, o el de la Comisión Sur, donde se reflejan posiciones de los países del mundo no desarrollado.

Este libro incluyó la exposición más sistemática y de tintes más académicos del pensamiento de Fidel Castro sobre la economía mundial, pues tiene una ordenación en capítulos donde se van analizando los temas más relevantes del momento aquel y cuenta con referencias a autores y teorías varias, citas bibliográficas, gráficos, cuadros estadísticos elaborados o tomados de fuentes internacionales y una extensa lista final de bibliografía utilizada. El análisis académico está insertado en una matriz de denuncia y lucha sociopolítica, pues no se trata de un texto más sobre el tema, sino de la visión de un marxista revolucionario que recibe apoyo académico para afilar mejor sus armas.

Un pequeño grupo de investigadores académicos del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial y del Centro de Investigaciones de Economía Internacional de la Universidad de La Habana, tuvimos la suerte grande de estar en la alta escuela que para nosotros fue el trabajo con el Comandante durante meses de largas e intensas jornadas, en las que debatimos cada una de las páginas escritas y vueltas a escribir, después de pasar por su lectura minuciosa y crítica. Ni una página de las que integraron el libro dejó de ser revisada por él. Fue asombrosa su capacidad para dedicar muchas horas a aquella redacción en medio de su agobiante agenda, así como el debate abierto y democrático que propició. No exagero si afirmo que los académicos encontramos, bajo la artillería gruesa de sus preguntas y observaciones, algunas falencias en nuestras creencias teóricas y ajustamos mejor la teoría con la experiencia que de él recibimos.

En el libro hay algunos puntos destacables además del enfoque sistemático y abarcador ya mencionado. Aparece allí un examen de la situación global del sistema capitalista de economía mundial apoyándose en la visión marxista de las crisis económicas del sistema, y aunque en aquellos años no había una crisis declarada, existían desequilibrios y tendencias que permitieron pronosticar la ocurrencia no lejana de una de ellas como sucedió en la realidad. Esa crisis avizorada fue argumentada concediéndole fuerte peso a los desequilibrios en la esfera monetaria y financiera, con una acertada percepción de la financierización creciente y del papel de la economía estadounidense con sus múltiples déficits en la inducción de la crisis e igualmente de la destructiva actuación del FMI sobre las economías endeudadas.

Este libro sirvió para perfilar un conjunto de temas y enfoques que irían adquiriendo más relieve en su pensamiento en las luchas y polémicas futuras. La contribución actual del CIEM reseña el curso de desarrollo que ellos tuvieron en las próximas décadas.

Uno de los temas fue el comercio internacional dominado por el intercambio desigual y expresado en su manifestación concreta como deterioro de los términos de intercambio con su efecto destructor para los países exportadores de productos básicos, la crítica al proteccionismo de los países ricos y al falso cientificismo de la especialización productiva de países a partir de la teoría de las ventajas comparativas.

Sobre agricultura y alimentación se aprecia un aspecto que tomaría mayor importancia en años posteriores: la estructuración del dominio transnacional sobre la agricultura y la producción de alimentos en el Sur, mediante el llamado agronegocio.

El tema ambiental comienza a adquirir peso con el análisis del modelo energético basado en la explotación de combustibles fósiles por grandes transnacionales, así como en el redespliegue industrial que en aquellos años y con ese nombre pretendía hacer pasar como una contribución a la industrialización del Sur a un simple traslado de industrias persiguiendo bajos salarios y algunas de ellas altamente contaminantes. También se hace énfasis en la forma de explotar la agricultura, causando graves daños al medio ambiente mediante la erosión, la deforestación, la desertificación y otros procesos asociados al agronegocio y en ocasiones a la explotación de la tierra en las condiciones de precariedad inducidas por la extrema pobreza.

La realidad social de los países del Sur fue una constante presencia, con sus crudas informaciones sobre pobreza, desigualdad de ingresos, acceso a la educación y a la salud, desempleo, discriminación de la mujer, explotación del trabajo infantil y otros indicadores que reflejaban el panorama de conjunto y su vinculación con la economía internacional capitalista.

En todos los momentos y circunstancias el pensamiento de Fidel Castro tuvo como objetivo estratégico la transformación profunda del sistema de economía mundial capitalista en la etapa imperialista y su sustitución por relaciones de cooperación, solidaridad e integración.

Los años 80 fueron los de la crisis de la deuda externa como ya fue mencionado, y en ellos los problemas de la economía mundial se hicieron más graves y más influyentes sobre la situación de los países pobres, en especial, sobre los endeudados que eran una alta proporción de ellos. Ya en el libro publicado en 1983 había sido examinada esa deuda, establecido sus causas y sus graves efectos sobre las economías del Sur, aunque todavía el problema no había alcanzado la gravedad que mostraría pocos años después. En 1983 la propuesta fue la condonación de la deuda para la mayoría de los países que no podían pagarla y se admitía que fuera pagada —bajo nuevas condiciones— por los que pudieran asumir sus compromisos.

A mediados de la década, el endeudamiento —propiciado por la banca privada transnacional—, alimentado con petrodólares y gastos militares se tornó insoportable con los súbitos aumentos de la tasa de interés inducida por el reaganomics y aplicada a deudas contraídas a tasas variables de interés. Tras la declaración mexicana de no poder seguir sirviendo su deuda se precipitaron en cascada las declaraciones similares de otros gobiernos latinoamericanos. Para éstos, el problema consistía en someter a sus poblaciones a una severa espiral de pobreza para pagar una deuda acrecentada de modo súbito y arbitrario por decisiones de política del Gobierno de Estados Unidos.

Por la extensión de la crisis, que afectaba a toda América Latina y a no pocos países africanos y algunos asiáticos, la propuesta audaz de Fidel Castro fue reconocer lo impagable de la deuda y vincular su impago con la reducción del gasto militar en igual magnitud. La propuesta fue argumentada en términos matemáticos y tenía una lógica humanista irrebatible por vincular la eliminación de una deuda que irradiaba pobreza y sufrimiento humano, con la reducción de un gasto militar que amenazaba conducir a una guerra nuclear aniquiladora.

El compañero Fidel Castro impulsó una dinámica campaña para crear conciencia y explicar la justeza de la propuesta, que incluyó grandes reuniones internacionales efectuadas en La Habana en las que invitó a variados sectores sociales, incluidos los empresarios. Ella encontró favorable acogida en sectores populares latinoamericanos, pero los gobiernos de entonces no fueron capaces de adoptar el desafío soberano frente al gran acreedor y trataron de conducir una estéril negociación caso a caso, en la que lo obtenido no fue más allá de la aplicación de alguno de los planes como el Baker y después el Brady elaborados por el Gobierno de Estados Unidos.

Esos planes iban acompañados siempre de la supervisión del Fondo Monetario Internacional y la inevitable puesta en práctica de un ajuste neoliberal con sus corolarios de privatizaciones y reducción del gasto público. Si en los años precedentes los prestamistas llegaron a asediar a los prestatarios ofreciendo prestamos fáciles, ahora las fuentes de crédito se secaron y la única estrecha vía para obtener algún financiamiento de emergencia era la condicionalidad y el severo plan de ajuste administrado por el FMI.

La crisis de la deuda externa con la aplicación masiva de ajustes estructurales fue la puerta de entrada en gran escala del neoliberalismo en la región. En ella se mezclaron en infeliz combinación la voracidad de los acreedores encabezados por Estados Unidos y la vieja tradición sumisa gubernamental latinoamericana. El esfuerzo de Fidel Castro por remover aquel gran obstáculo y encontrar una solución fue también el mayor intento hecho en América Latina para frenar la oleada neoliberal a mediados de los años 80, cuando algunos gobiernos habían aceptado ya el Consenso de Washington, pero otros aún no lo habían hecho o apenas empezaban a transitar por ese carril.

No es descabellado pensar que en algún momento futuro se recuerde en una América Latina que considere entonces a la era de predominio de las privatizaciones alegres y la confianza ciega en la inversión de capital transnacional, la noche neoliberal de que habla el Presidente Rafael Correa, a la campaña del Comandante Fidel Castro sobre la deuda externa como la gran batalla por la defensa de la región que los gobiernos no fueron capaces de asumir.

Esos gobiernos fueron incapaces de unirse para la elemental defensa de sus pueblos, privilegiaron a los banqueros y oligarcas, aceptaron los programas fondomonetaristas sin resistir, e incluso, presentándolos como acertados instrumentos para el desarrollo, y abrieron paso a la consolidación de América Latina en su triste condición de región con mayor desigualdad social y violencia criminal en el mundo. Los resultados sociales en cuanto a desempleo, informalidad laboral, delincuencia, narcotráfico, niños de la calle, migraciones y aplastamiento de culturas autóctonas, fueron algunos de los resultados recogidos por ingerir el tóxico neoliberal.

La década de los 90 fue angustiosa para Cuba en sus inicios, aunque en ella se demostraría la fortaleza profunda de la Revolución cubana y de su líder, al soportar en soledad el embate combinado del hundimiento de la Unión Soviética, el recrudecimiento del bloqueo económico y la hostilidad general de su poderoso enemigo. Fue también la década del fin de la Historia, cuando el neoliberalismo reinaba omnipotente y se amalgamaba con la imparable globalización, creando una realidad en la que no parecía existir otro camino que aceptar la retórica de mercado.

Eran los años bien difíciles de la voz solitaria de Fidel Castro en las Cumbres de Jefes de Estado criticando al capitalismo globalizado transnacional, desafiando lo que parecía ser el sentido común de la época, aceptado y repetido por todos. En esos años multiplicó su estudio de la economía mundial y esta temática estuvo presente con más frecuencia que antes en sus intervenciones en diversos escenarios.

Consultando esas intervenciones de la década puede apreciarse que convirtió los temas de economía mundial en armas de frecuente utilización polémica en los discursos, conversaciones, preguntas y respuestas. En ellos profundizó su manejo de las complicadas tramas del mercado financiero globalizado, del funcionamiento de las Bolsas de Valores, los fondos de cobertura, las técnicas y trampas de la especulación financiera, la manipulación de las tasas de cambio, los entresijos del funcionamiento del FMI, del Departamento del Tesoro y la Reserva Federal de Estados Unidos, los irritantes privilegios del dólar de ese país y la actuación de su economía como un extractor de capitales procedentes del resto del mundo.

Profundizó también en los problemas de la integración, sus peculiaridades en la Unión Europea, y en especial, en los Tratados de Libre Comercio que ocuparon lugar estelar en las propuestas de los países ricos como una forma de establecer dominio con apariencia de integración. El discurso del libre comercio como el único camino posible para el desarrollo, fue sometido a aguda crítica. Hizo énfasis en los contenidos de esos Tratados en cuanto a la inversión de capital, que incluyen desde el trato igual al capital nacional y al extranjero, hasta la obligación increíble de renunciar a los tribunales del país receptor y acudir a tribunales de arbitraje internacional dependientes del Banco Mundial para ventilar litigios ocasionados por la actuación del capital transnacional.

Las falacias de las reglas iguales aplicadas a partes muy desiguales fueron estudiadas en detalle por Fidel Castro y sometidas a la comprobación de su realidad mediante sus infinitas preguntas a interlocutores, que iban desde empresarios hasta economistas, funcionarios de organismos internacionales, periodistas y, con especial énfasis, a humildes miembros de movimientos sociales, que le daban información real y testimonial.

Dentro del extenso tratamiento a estos temas en esta década sobresalen dos escenarios creados por el Comandante Fidel Castro para el debate con auditorios diferentes: los eventos de Globalización y Problemas del Desarrollo, y los Encuentros Hemisféricos de Lucha contra el ALCA, efectuados todos en La Habana con su participación personal desde la inauguración hasta la clausura.

Los eventos de Globalización estuvieron dirigidos al debate con economistas y abiertos a todas las corrientes de pensamiento. En ellos participaron muchos economistas y algunos sociólogos e historiadores con posiciones críticas hacia la globalización neoli-Prólogo 21 beral, así como varios premios Nobel de economía, funcionarios del FMI y del Banco Mundial, economistas de la CEPAL y de otros organismos internacionales, e incluso, algunos participantes que años después llegarían a la Presidencia de sus países. Mientras duró fue el único evento en que se encontraban cara a cara corrientes antagónicas de pensamiento en un marco de respeto establecido por el compañero Fidel como norma y en los que llegó a presentar una ponencia en la que mezclaba el humor y la fina percepción de las complejidades del debate.

Los Encuentros Hemisféricos de Lucha contra el ALCA estuvieron dirigidos a desarrollar la unidad de los movimientos sociales en el combate contra el proyecto económico imperialista más ambicioso y abarcador de todos: el intento de establecer un Tratado de Libre Comercio que comprendiera a 34 países desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, esto es, todo el hemisferio con la única excepción de Cuba. Frente a lo que se presentaba como un pujante proyecto ya en proceso de negociación, el compañero Fidel concibió efectuar esos Encuentros ofreciendo La Habana como sede de ellos y participando en todos como principal animador. De ellos nació la Campaña Continental de Lucha contra el ALCA, la que llegó a movilizar a millones de latinoamericanos en diversas formas de combate contra aquel Tratado.

A estos Encuentros asistieron miles de activistas de movimientos sociales, académicos vinculados a ellos, e incluso, algunos futuros Presidentes latinoamericanos. Los discursos de clausura de estos eventos y las intervenciones de Fidel Castro en los debates de los paneles, fueron insumos muy útiles generadores de argumentos para desmontar aquel proyecto. El ALCA fue derrotada por la acción combinada de los movimientos sociales y el rechazo de algunos gobiernos, en especial el de la República Bolivariana de Venezuela encabezado por el presidente Hugo Chávez. Esa victoria latinoamericana fue sentida por muchos como victoria de Fidel por su importante contribución a ella.

En esta década alcanzaron mayor intensidad los análisis de Fidel Castro sobre la depredación del medio ambiente, acelerada por el sometimiento del medio natural a las necesidades de incesante extracción de ganancias del capitalismo global. Su breve, pero estremecedor discurso en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, sigue siendo 25 años después, la síntesis más densa en contenido, más contundente en impacto y más clara de entender por cualquier habitante del planeta, que se haya pronunciado sobre el tema.

A lo largo de toda la década es impresionante su manejo del tema, con base científica e información actualizada. Con mucha frecuencia llamó la atención sobre la irresponsable carrera que conduciría a una catástrofe ambiental y a la aniquilación de la especie.

Los años del siglo XXI en que el compañero Fidel permaneció activo en sus funciones de gobierno, fueron también de intensa reflexión y actividad en los temas mencionados en este libro.

La economía de Estados Unidos, ya muy avanzada en su modo especulativo de financierización parasitaria, sufrió en los años 2001 y 2002 la crisis de la nueva economía, esto es, de las empresas del sector de la informática que se presentaban como inmunes a las crisis del sistema y portadoras de una naturaleza distinta que prometía blindar al capitalismo respecto a su secular tendencia a generar crisis económicas.

El tema de las crisis capitalistas, estudiado por Marx y seguido durante mucho tiempo por casi todas las escuelas de pensamiento económico, volvió a debatirse, y sobre él se interesó Fidel Castro, aplicando al análisis su acervo de conocimientos acerca del mercado financiero, la política neoliberal y las tesis marxistas sobre ellas.

Expresó que el sistema capitalista en su versión globalizada neoliberal, con el peso determinante de la especulación financiera, con la preferencia por la inversión especulativa y la peligrosa tendencia a la formación de burbujas financieras prestas a estallar, podía desencadenar una más fuerte crisis en algún momento futuro no lejano. Esta crisis se vería agravada por el hecho de que el gasto militar, utilizado en el pasado como amortiguador de las crisis y el manejo anticíclico de tipo keynesiano de las tasas de interés, no producían ya los resultados esperados. Así ocurrió en la realidad cuando en 2008 el sistema entró en una crisis más aguda y abarcadora caracterizada entre otras cosas, por una sumatoria de crisis en sectores específicos como el alimentario, energético, financiero, ambiental, de la que aún no parece haber salido por completo.

En el año 2006 tiene lugar la salida del compañero Fidel de sus responsabilidades como gobernante por razones de salud, pero no cesó de trabajar su intelecto hasta su fallecimiento a finales de 2016.

Durante esos años mantuvo activa su inteligencia, su sed de saber y su vocación de servicio a Cuba y a los humanos de cualquier nacionalidad. Sus Reflexiones, publicadas en los medios de información en forma de breves notas, dan cuenta de la amplitud de su registro intelectual.

Muchas de las Reflexiones fueron dedicadas a insistir sobre la catástrofe ambiental que continúa incubándose, sin que las muchas reuniones internacionales aporten acuerdos definidos para detener la suicida carrera y sin que los gobiernos de los países que más contribuyen a acelerarla asuman sus responsabilidades.

Los llamados biocombustibles o agrocombustibles fueron objeto de un análisis crítico por representar un ejemplo de la capacidad del sistema capitalista transnacional para convertir los avances científicos en instrumentos de valorización del capital, antes que recursos para mejorar la vida de la especie. Esos agrocombustibles extraídos de cultivos comestibles como el maíz, la caña de azúcar, el aceite vegetal y otros, y transformados en combustibles para el consumo de automotores, significan una carga adicional sobre la crisis alimentaria, disminuyendo las tierras dedicadas a producir alimentos, estimulando la ocupación de nuevas tierras mediante la deforestación, y la expulsión de comunidades campesinas. Todo para satisfacer el consumo creciente de combustible en los países ricos y contribuir con más emisiones contaminantes.

La crisis económica desatada en la economía de Estados Unidos en 2008 —con un preámbulo en 2007—, que arrastró al mercado inmobiliario registrando sucesos, desde la explosión de los créditos chatarra hasta la quiebra de gigantes financieros como Lehman Brothers, expresó lo acertado del pronóstico sobre el estallido de otra crisis de mayor intensidad. La afanosa aplicación de programas de rescate de los especuladores entregándoles financiamiento concedido por el estado mediante procedimientos llamados de flexibilización cuantitativa, fue tratada desde diferentes ángulos en las Reflexiones.

La crítica de Fidel Castro a la teoría y la política neoliberal merece un destaque especial. Muy temprano advirtió que esa corriente de pensamiento, en su esencia profundamente reaccionaria, es la teoría y la política que se adapta como anillo al dedo al capitalismo del mercado financiero desatado y al dominio del capital transnacional sobre las economías del Sur. Denunció también que la voracidad empresarial que incita, acelera la agresión al medio ambiente y exacerba las contradicciones que amenazan con hacer estallar una devastadora guerra nuclear.

Su crítica fue sistemática y siempre contrastando las promesas neoliberales con sus resultados reales, en particular, en la llamada flexibilización laboral, para lo cual utilizaba detallada información sobre desempleo, trabajo informal, desigualdad de ingreso, pobreza, desnutrición, acceso a la educación y la salud, discriminación de la mujer, trabajo infantil y otros indicadores.

Esa crítica sistemática es otro de los legados de Fidel Castro para los tiempos actuales, cuando otra vez el neoliberalismo se encuentra a la ofensiva en América Latina e intenta recuperar el terreno perdido, y cobrar con usura a los pueblos los avances populares impulsados por gobiernos progresistas en los últimos años. En esos avances el pensamiento de Fidel Castro fue factor de suma importancia. En la batalla frente a la nueva oleada de neoliberalismo y derechización en pleno despliegue, su pensamiento es una gran fortaleza.

Para cerrar el prólogo, tal vez ya demasiado extenso, a este valioso trabajo del CIEM que abre un necesario camino para la investigación y exposición del pensamiento de Fidel Castro, creo necesario señalar que para el estudio del pensamiento del líder sobre las relaciones económicas internacionales, los autores se vieron obligados a extraerlo de los contextos en que fue expresado, ya fueran discursos en diversos escenarios, en Cumbres de Jefes de Estado, entrevistas con periodistas o alguna de las innumerables ocasiones en que el Comandante hizo referencia al tema. Esta descontextualización tiene un costo inevitable que deberán pagar todos los especialistas que en sus áreas de conocimiento quieran segmentar su pensamiento.

La acción válida para fines de estudio, que consiste en separar ese pensamiento del contexto real concreto en que fue formulado, no permite apreciar todo su brillo. Fidel Castro fue un líder político que no hacía intervenciones académicas dedicadas únicamente a la economía mundial, sino que incursionaba en temas variados con un extenso diapasón. En él lo más brillante es la síntesis de todo, la integración coherente de una gama de saberes para producir un mensaje a la vez culto y asimilable hasta por los iletrados. Los planteos sobre economía mundial son notables por sí mismos, pero lo cautivante es la refinada alquimia oratoria que los convertía en proyectiles políticos impactantes y convincentes.

La utilización de las relaciones económicas internacionales con rigor técnico e información al día, como parte de un rico arsenal de cultura encaminado a sustentar un sólido discurso político para el mejoramiento humano, es un modelo a seguir por los economistas cubanos y para todos los que trabajen las relaciones internacionales. Es un modelo de rigor, firmeza en los principios y honestidad intelectual que para orgullo de los cubanos y cubanas nos pertenece, y con su luz ilumina la penumbra de este mundo donde sobran los falsos valores y escasean los buenos políticos.

Osvaldo Martínez


La Habana, 28 de enero de 2017