Discurso pronunciado en México, el día 10 de octubre de 1955 (Fidel Castro)
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Discurso pronunciado en México, el día 10 de octubre de 1955 | |
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Autor | Fidel Castro |
Tipo | Discurso |
Fecha de pronunciamiento | 10 de octubre de 1955 |
Lugar de pronunciamiento | México |
Fuente | http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-por-el-dr-fidel-castro-ruz-en-mexico-el-dia-10-de-octubre-de-1955 |
Compañeros de la Tribuna de la Juventud Comunista;
Señoras y señores:
Al venir para dirigirles la palabra, viene a mi mente una frase de Martí en ocasión de conmemorarse también el 10 de Octubre, vísperas de la independencia de Cuba. Dijo Martí: “qué había algo de vergüenza en la oratoria en esos tiempos de sobra de palabras y falta de hechos; que la palabra había caído en descrédito porque los débiles, los vanos y los ambiciosos habían abusado de ella”.
Por eso, al venir a este acto sencillo, pero emotivo y solemne, siente uno la necesidad de despojarse de todas las retóricas para verter nuestro corazón sobre los que nos escuchan.
Y no hablo hoy para los compañeros de exilio, para los exilados de Guatemala, o Puerto Rico, o Venezuela, y de otros países de nuestro continente. Hablo principalmente para los mexicanos que nos escuchan; para los mexicanos que tienen en este instante el raro privilegio --privilegio rarísimo en América y cada vez más raro -- de vivir bajo una Constitución y bajo una democracia de un pueblo que está rigiendo soberanamente sus propios destinos. Y cuando se disfruta de ese privilegio, cuando se disfruta de todas las ventajas de la libertad, es un poco más difícil comprender la tragedia de los que carecen de ella.
Y para saber la significación que tiene para nosotros el 10 de Octubre, nadie mejor que los mexicanos podrían comprenderlo con una simple comparación: ahí está reciente el 16 de septiembre; nosotros estábamos aquí en México el 16 de septiembre, nosotros -- faltos de la dicha de estar en nuestra patria -- conmemoramos aquí también el 16 de septiembre, nos regocijamos con los mexicanos el 16 de septiembre, y vimos al pueblo mexicano alegre desde 15 días antes del 16 de septiembre, y fuimos al Sócalo y vimos más de 100 000 mexicanos gritando: ¡Viva México!, y gritamos nosotros también --porque no podíamos gritar: ¡Viva Cuba libre!--, gritamos también: ¡Viva México! (APLAUSOS)
Pues allá en nuestra patria no había alegría. Allá en nuestra patria no se reunieron 100 000 cubanos delante del Palacio Presidencial. Allá en nuestra patria no desfiló un ejército aplaudido por el pueblo. Allá en nuestra patria estaba solitaria la plaza. Allá en nuestra patria, cuando los soldados al servicio de la dictadura desfilaban no había un solo cubano que los aplaudiese.
Y aquí en México pude presenciar algo que a los cubanos no nos hubiese llamado mucho la atención, porque hace mucho tiempo que el pueblo de Cuba no aplaude al ejército cubano. Sin embargo, presenciamos en las calles de México como aquel ejército -- orgulloso de este país, ejército al servicio de la revolución y del pueblo-- era aclamado, era aplaudido, era vitoreado y sobre ellos arrojaban flores un millón de mexicanos.
Fue para nosotros un ejemplo alentador y magnífico, porque vimos que era México uno de los países que más estaba necesitado de una defensa, de una defensa como la que representaba aquel ejército, porque a México se le arrebató ignominiosa y alevosamente la mitad de su territorio, y si en México no hubiera un ejército como ese estoy seguro que no se vacilaría en intentar arrebatarle la mitad del territorio que le queda (APLAUSOS).
Ustedes, que con tanto patriotismo conmemoran la fecha patria, podrán comprender perfectamente bien la tristeza que significa para los cubanos estar un día semejante, un día como esta fecha que hoy se conmemora, allí pisoteados por una dictadura sanguinaria. De ahí, como dijera el compañero que me precedió en el uso de la palabra, el gran significado y el aliento que para nosotros significa este honor que nos hace la Tribuna de la Juventud Mexicana; porque acá en la tierra mexicana no solamente hemos recibido calor de libertad, calor de patria, calor de hogar, sino que también se nos llena de regocijo y se nos alienta al tomarse el interés de decirnos que los mexicanos están conscientes de Cuba, de sus fechas patrióticas, y que aquí a este acto del 10 de octubre no invitan a los representantes oficiales, que no representan a ningún pueblo, sino que invitan a los revolucionarios que están luchando y que lucharán, y que juran que lucharán hasta la muerte por la libertad de sus pueblos.
Y para nosotros este acto tiene el valor de un alto simbolismo; tiene el valor que para todo hombre puede tener, por ejemplo, la bandera de su patria; la bandera, un pedazo de lienzo en colores, simboliza para el hombre su patria, simboliza todo el amor que los hijos de un país puedan sentir por ella.
Así nosotros aquí reunidos, vemos en la concurrencia un símbolo de América. América tiene que esperarlo todo de su juventud; América --dígase de una vez-- no puede espera nada, ni tiene nada que esperar de las oligarquías políticas en decadencia.
¿Cuál ha sido el papel de la última generación republicana de América? Dejarse arrebatar el poder por las camarillas dictatoriales. Las democracias en América están en plena bancarrota. Había -- como decía Juarbe y como decía Martí-- “sobra de palabras y falta de hechos”.
Las democracias americanas han perdido Perú, han perdido Venezuela, han perdido Colombia, han perdido Guatemala, y sobran los dedos de la mano para contar las democracias que quedan en nuestro continente.
La presente generación americana está en la obligación de tomar la ofensiva; está en la obligación de enfrentar de nuevo el espíritu democrático; está en la obligación de disminuir las palabras y aumentar los hechos. Y en lo que a la juventud cubana se refiere, puedo decirles con satisfacción que está cumpliendo su deber, que quien les habla aquí no viene como un romántico o un iluso sin historia a proclamar su fe en una idea. Quien les habla aquí ha visto caer en combate 70 compañeros luchando contra la dictadura de Batista; quien les habla aquí puede decirles que la juventud cubana, la generación presente, ha tomado ya en sus manos la bandera de la Revolución; quien les habla aquí puede asegurarles que no viene como una Magdalena a llorar impotente la desgracia de su patria, sino que en nombre del pueblo cubano saluda a los mexicanos como saludaban los gladiadores al César cuando iban a morir en la arena; el que les habla aquí puede asegurarles que el pueblo cubano se prepara para librar la batalla decisiva; y no son palabras. Algún día volveremos aquí para hablar de Bolívar, para hablar de Juárez, para hablar de Sucre, para hablar de Hidalgo, de Morelos, de Martí, de Cárdenas, de Maderos, de Sandino, de todos los próceres; vendremos aquí como un pueblo libre, con el pueblo libre de Cuba en la mano, y les diremos a los exilados de los demás países: allá también tienen, como en México, una patria donde pueden vivir, una patria donde pueden prepararse para la batalla final.
Quien les habla aquí quiere aprovechar la oportunidad para expresarles quizás uno de los sentimientos más fervorosos de veneración, de admiración y de respeto que ha albergado hacia México; nuestra admiración y nuestro respeto por los niños héroes de México; esos niños cuyo espíritu, como dijera el compañero Juarbe “va reencarnando en la juventud mexicana”.
Ustedes, jóvenes de México, pueden sentirse orgullosos; pueden sentirse convencidos de que poseen una de las fortunas espirituales que haya poseído ninguna juventud en el mundo: ese ejemplo extraordinario de los niños héroes. Allí donde cayeron, allí donde están esculpidos para siempre en piedra sus nombres, allí es un lugar donde muchas veces los exilados cubanos vamos a tomar aliento, vamos a tomar fe, y vamos a inspirarnos en su ejemplo.
Cuantas veces me detengo allí junto a la torre majestuosa que se alza en lo alto del templo, me parece verlos caer envueltos en la bandera mexicana, y subir de nuevo hacia el cielo para convertirse en estrellas que guíen para siempre el decoro y la dignidad del pueblo mexicano.
Y no envidio a los niños héroes de México, porque los admiro también y creo que los niños héroes pertenecen a México y pertenecen también a América, porque cayeron luchando contra un imperialismo que ha puesto sobre toda la América sus garras (APLAUSOS).
Y cuando veo aquel monumento de piedra, y cuando veo aquellas columnas que en forma de antorcha se levantan, cuando veo a la madre patria con aquellos niños mártires en sus manos, cuando veo aquellas águilas con el pico mirando hacia el cielo y el pecho erguido y la actitud desafiante -- porque jamás había visto nada más imponente que esas águilas mexicanas--, cuando veo todo eso comprendo que aquellos que una vez osaron pisar con sus plantas la tierra mexicana, cuando se detienen frente a todos esos símbolos vivientes de la dignidad del pueblo mexicano, digo que esos que pisotearon y profanaron una vez la tierra azteca, esos tienen que comprender que aquella guerra no fue una guerra perdida sino que fue una guerra ganada para la dignidad de México (APLAUSOS).
Esos niños héroes que cayeron me recuerdan también a aquellos que siguieron su ejemplo, me recuerda a aquellos compañeros hace apenas dos años asesinados en el Cuartel Moncada después del combate. Jóvenes idealistas, que fueron ignominiosamente asesinados, previa tortura, asesinados después de arrancarles los ojos, cosa que asombra, cosa que da vergüenza que no la sepa el mundo, porque al mundo se le habló mucho de la barbarie de los nazis y de la barbarie de los fascistas; y millones de hombres fueron llevados a los frentes de batalla para defender el derecho de los pueblos a vivir decorosamente, para defender los derechos humanos, y en todas las revistas y periódicos del mundo se hablaba de los crímenes de los nazis, y sin embargo de los crímenes monstruosos que se cometieron allá en la tierra de Oriente no se habla.
Pero juramos que algún día hablará la historia, hablará el mundo, y que allá también -- por la disposición firmísima de seguir en esta lucha los que quedemos, por la disposición del pueblo cubano, un pueblo que luchó solo durante 10 años por su independencia -- allá también se levantará un monumento como este de las Seis Columnas, y el mundo conocerá también el heroísmo de los niños héroes de Cuba (APLAUSOS).
Y para concluir, solo me resta hacer nuestra profesión de fe en el destino de América. Bellas palabras decía Juárez cuando expresaba que no nos debemos a nosotros, que no nos debemos a nuestra generación, que para quien siente un ideal la vida no es fácil, la muerte la toma como un medio y no como meta, quien siente un ideal no le importa consumirse como un aerolito cuando atraviesa la resistencia de la atmósfera; quien siente un ideal no le importa siquiera que muchos no le comprendan, si precisamente por lo mucho que quieren unos pocos es que disfrutan algo todos; quien siente un ideal no le importa el obstáculo que tenga por delante. Hay algo que está por encima de todas las razones: es la razón del corazón, es la razón de la fe, es la convicción de que el derecho y la justicia están con uno. Y son esos ideales los que logran prender la llama de los pueblos, de la rebeldía de los pueblos.
Hago aquí la profesión de fe en América, y la hago con la fe que sentimos en nosotros mismos; la hago con la seguridad de que América va a terminar cansándose, que América ya se está cansando, que América se está hastiando de tanta casta de politiqueros y de traidores y de opresores como está padeciendo, que el pensamiento de Martí y la espada de Bolívar van a volver a centellear en América. Tengo fe en América.
Mexicanos y cubanos: reafirmemos la fe, reafirmémosla ahora, cuando la banda de la secretaría de Defensa -- que tan brillantemente nos ha inspirado en el día de hoy-- entone los himnos cubano y mexicano. Y se hermanen esos versos de nuestro himno que dicen: “que vivir en cadenas es vivir en oprobios y afrentas sumidos, que morir por la patria es vivir” y esos versos que dicen: “mexicanos, al grito de guerra el acero aprestad y el bridón, y retiemble en su centro la tierra al sonoro rugir del cañón. Y si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa, ¡oh patria querida!, que el cielo un soldado en cada hijo te dio”.
¡Y cuente México también con un hijo en cada cubano!
¡Viva México! ¡Viva Cuba! ¡Viva América!