Una introducción a la economía cubana: sus objetivos, estrategias y desempeño (Albert Campbell)

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Una introducción a la economía cubana: sus objetivos, estrategias y desempeño
AutorAlbert Campbell
Escrito en1993
EditoraRevista Temas
Publicado por primera vezNº2, abril - junio de 1995
Fuentehttps://www.temas.cult.cu/revista/revista_datos/12

Notas editoriales al artículo publicado en la Revista Temas Nº2, abril-junio de 1995, pp. 36-48.:

  • Traducción: Esther Pérez.
  • La versión original de este artículo fue escrita como capítulo para Joel Edelstein, ed., Cuba in the 90's: A Resource Guide. Ann Arbour, Michigan, Pierian Press, 1996. Agradecemos al autor, al editor y a la editorial por autorizar su publicación en español, que precede al libro. La versión que publicamos ha sido editada para adaptarla a la extensión y el perfil de Temas.

Durante los últimos treinta años han sido muy escasos los puntos de coincidencia entre los distintos grupos de economistas que se han dedicado profesionalmente a estudiar a Cuba; las diferencias entre los que lo hacen desde posiciones de hostilidad o de simpatía a los objetivos de la Revolución, o entre los que la estudian desde Cuba o el extranjero han sido notables. No obstante, aunque los cubanólogos que se dedican a la economía siguen manteniendo desacuerdos esenciales, han alcanzado un consenso en lo relativo a dos cuestiones que tienen que ver con la situación cubana más reciente:

  1. la producción nacional ha descendido abruptamente durante los últimos cuatro años; y
  2. la economía cubana experimenta profundos cambios estructurales.

Tampoco se discute acerca de la identificación de los cambios estructurales económicos claves o acerca de su importancia. Los dos cambios estructurales centrales (o los dos elementos de un único cambio estructural central) son el fin de la planificación centralizada global y el crecimiento de las fuerzas de mercado y de los mercados mismos. Estos dos últimos cambios suponen tanto la introducción de los "mecanismos de tipo de mercado" en la "vieja economía" como la aparición y crecimiento de mercados en dos nuevos sectores de la economía: las iniciativas conjuntas con capital extranjero y el mercado informal.

Lo que sí se debate es el significado de estos cambios, en especial en lo que atañe al objetivo cubano de construir el socialismo. Algunos cambios importantes de este tipo que se han producido recientemente, y que se añaden al crecimiento continuado de las empresas mixtas con capital extranjero (en las cuales la legislación laboral es diferente) son los siguientes:

  1. la legalización en agosto de 1993 de la tenencia y el uso de dólares por la población cubana (y el tránsito consiguiente hacia un peso convertible, que se prevé para un futuro próximo);
  2. la Ley 141 del 9 de septiembre, dictada por el Consejo de Estado, mediante la cual se legaliza el trabajo por cuenta propia en unas cien categorías ocupacionales;
  3. cambios radicales en la organización de la agricultura.[1] El 15 de septiembre de 1993 el Buró Político del Partido Comunista anunció que la mayoría de las granjas estatales se dividirían para formar cooperativas (sólo en el área de la producción cañera se formarían 1 700), denominadas Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC). Este paso constituye un nuevo rumbo en el tema de la motivación de los trabajadores, dado que la remuneración se basa en el trabajo por tarea.[2]

La mayoría de los observadores extranjeros que están opuestos a la Revolución (y probablemente los cubanos opuestos a los objetivos de la Revolución) consideran que los pasos recientes siguen el camino que tomaron la Unión Soviética y el bloque socialista de Europa Oriental en la última década, y que, como allí, conducen inevitablemente al restablecimiento del capitalismo. Parte de los observadores extranjeros que se identifican con los objetivos de la Revolución, así como parte de la intelligentsia nacional interesada en mejorar el socialismo cubano, consideran que los mercados son beneficiosos para el proyecto de construir el socialismo. Basan su posición sobre el argumento de que las diversas burocracias económicas y políticas existentes en Cuba han impedido parcialmente (aunque no hasta el punto en que ello ocurrió en la URSS y Europa Oriental) que los trabajadores ejercieran control sobre su economía y su sociedad, y que al debilitar los controles burocráticos los mercados les permitirán a los trabajadores ejercer el papel que el socialismo les tiene reservado.[3] La posición oficial cubana es que en la situación actual del mundo, el objetivo económico central de Cuba no puede ser lograr avances en la construcción del socialismo. Ahora el objetivo central debe ser evitar el derrumbe del gobierno revolucionario y tratar de preservar todos los pasos posibles ya dados en el sentido de construir el socialismo. Esto supone hacerle muchas concesiones a la influencia e incluso al funcionamiento del capitalismo en la economía. Pero la economía no se tornará capitalista, sino que seguirá siendo una economía socialista.

Para entender la política económica actual de Cuba hay que comprender sobre todo tres asuntos:

  1. el objetivo económico dual de larga data de la Revolución Cubana,
  2. las lecciones aprendidas a partir de las estrategias y el desempeño pasados en términos del cumplimiento de ese objetivo y
  3. las opciones que se presentan actualmente para conseguirlo en vista de la actual situación mundial.

El propósito de este artículo es debatir los dos primeros temas. Más específicamente, pretende proporcionar un breve resumen de la economía cubana desde el triunfo de la Revolución en 1959, así como servir de introducción a la literatura más reciente. La estructura del artículo está determinada por cinco consideraciones:

  1. en primer lugar, el artículo se dirige a lectores de habla inglesa. Muy pocos —hasta hace algún tiempo casi ninguno— de los debates sobre estos temas producidos por cubanos se han traducido al inglés. Se hace referencia a algunas fuentes en español.
  2. Segundo, presto más atención a los últimos acontecimientos ocurridos en la esfera económica. De aquí que proponga una división cronológica del material en un período previo a 1986 y los períodos más recientes.
  3. En tercer lugar, en cada acápite la argumentación se desenvuelve en torno a los temas económicos y no de forma cronológica.
  4. En cuarto lugar, todas las ramas de la cubanología se distinguen por su naturaleza polémica, y esto incluye a la cubanología económica: he tratado de reflejar esa naturaleza en lo que toca a los temas económicos aquí tratados. Al considerar los desacuerdos será útil tener en mente que son de diferentes tipos, aunque tienden a estar relacionados: algunos tienen que ver con la pertinencia de ciertos objetivos, algunos con consideraciones teóricas sobre las posibilidades económicas de ciertas estrategias y otros con la cuestión empírica de la evaluación del desempeño real.
  5. Finalmente, aunque la evaluación del desempeño de cualquier proceso supone lógicamente el establecimiento de un objetivo contra el cual medirlo, este aspecto metodológico se torna particularmente importante en el caso de la economía cubana. El presupuesto en general no explícito de que el objetivo del proceso de desarrollo cubano fue (o debe ser) únicamente el ritmo de crecimiento del producto nacional ha empobrecido a buena parte de la cubanología económica, especialmente la producida en los Estados Unidos. Una afirmación central de este artículo es la de que la especificidad de las estrategias y el desempeño económico cubanos sólo pueden entenderse en términos del objetivo económico cubano, que difiere parcialmente del de la mayoría de los países en vías de desarrollo.

El objetivo económico dual de Cuba: las estrategias cambiantes

Se acepta generalmente que el proceso de desarrollo cubano ha diferido en gran medida del emprendido en el resto del Tercer Mundo. En el centro de esas diferencias se encuentran los objetivos del desarrollo.

Por un lado, todos los programas de desarrollo comparten el objetivo universal de lograr el crecimiento económico y los objetivos generalmente asociados a aquél de diversificación e industrialización. Lo fundamental de los problemas económicos expuestos por Fidel Castro en su discurso del 4 de febrero de 1986 ante el Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba eran un reflejo de lo anterior: fracaso en el propósito de diversificación para lograr nuevas industrias de sustitución de importaciones y producción de exportaciones; insuficiente avance en la reducción de los costos de producción, el incremento de la rentabilidad y el ahorro de materiales, fuerza de trabajo y recursos financieros, lo que redunda en un insuficiente aumento de la productividad; desorganización de la producción debido a la aparición de cuellos de botella; producción inadecuada de bienes de consumo; un sector de servicios débil; exceso de burocracia, inadecuada calidad de la educación; e insuficiente protección del medio ambiente.

Por otra parte, los comentaristas extranjeros, tanto los simpatizantes como los hostiles, siempre han sentido la necesidad de incorporar en sus debates sobre la economía el elemento de la "estrategia socialista de desarrollo" de Cuba. Adviértase que esta frase corriente debe aplicarse con precaución, porque tiene dos significados muy distintos que le han adjudicado diferentes personas. No se trata de un punto meramente académico, sino que tiene un reflejo directo en lo que ha sucedido en los últimos tiempos en el "ex campo socialista".

Una interpretación es que la frase se refiere a la manera en que se pone en práctica el desarrollo —entendiendo por este el crecimiento y la industrialización— en una "economía socialista". En otras palabras, en una economía planificada. Un significado muy distinto de la frase supone que ella se refiere a cómo crear una "economía socialista", interpretación en la cual el término "economía socialista" también tiene un sentido diferente. El economista cubano José Luis Rodríguez, al hablar de las ideas del Che Guevara, se refiere a esto como "el proceso de desarrollo que conlleva no sólo crecimiento económico y avances en los servicios sociales, sino la transformación de las personas como seres sociales".[4]

La política económica cubana sólo puede entenderse en este marco de un objetivo económico dual:

  1. el crecimiento económico (y la industrialización y la diversificación) y
  2. la construcción del socialismo.

Aunque como veremos después se han producido algunos cambios en las ideas acerca de cómo conseguir ambos objetivos, la dualidad del objetivo económico ha sido una constante (desde 1961) a lo largo de la Revolución.

Varios investigadores han señalado la necesidad de comprender la interrelación entre ambos aspectos del objetivo económico cubano si se quiere entender adecuadamente las políticas económicas del país.[5] El investigador no puede captar la complejidad de las políticas económicas cubanas si trata de reducir sus causas a uno u otro aspecto de esta dualidad. Un ejemplo de ello es el artículo "The Cuban Economy in the 1980: The Return of Ideology".[6] En el mismo, Mesa-Lago va más allá del planteamiento de que los factores "político-ideológicos" tienen más influencia en cierto momento sobre la historia económica de Cuba (el proceso de rectificación) para aducir que fueron "determinantes", y que sólo de manera ocasional y "casi vergonzantemente" Fidel Castro introdujo consideraciones económicas en el debate.[7] (Mesa-Lago también describió de manera errónea los objetivos políticos de Cuba al reducirlos a una preocupación con "la declinación del poder tanto del Partido Comunista como de Castro"). Una lectura de los discursos pronunciados por Fidel Castro entre 1986 y 1987, de artículos aparecidos en diversas publicaciones económicas entonces editadas en Cuba, y un vistazo a las políticas efectivamente puestas en práctica; evidencian que las preocupaciones "estrechamente económicas" se mezclaban con lo que me parecen, para aquel momento de la historia cubana, las consideraciones más importantes acerca del tema de cómo construir el socialismo.

Una posición muy cercana de Antonio Jorge va incluso más allá de la de Mesa-Lago, quien planteaba que los objetivos económicos definidos de manera estrecha (crecimiento, eficiencia, etc.) se veían superados por objetivos político-ideológicos a la hora de formular políticas económicas. Jorge plantea que la política económica es sobre todo un instrumento para mantener el poder. "La lógica totalitaria de un régimen decidido a ejercer el poder absoluto requiere un control incuestionado del poder económico".

Estas dos variantes de la posición más frecuente en la cubanología económica relativa al objetivo de la política económica cubana difieren del enfoque centrado en el objetivo dual que he adoptado en este artículo.

Una tercera posición relativa al objetivo de la política económica cubana ha sido planteada recientemente por Petras y Morley.[8] Mientras que la posición más frecuente, la comentada hasta aquí, plantea que se sacrificaron los objetivos económicos estrechos a las consideraciones político-ideológicas, Petras y Morley adoptan la posición exactamente contraria, al plantear que a partir del proceso de rectificación de 1986 los objetivos socialistas se sacrificaron al objetivo de la acumulación. Los autores aducen que la brusca caída de los precios del azúcar y el petróleo y el corte del flujo de recursos procedente del campo socialista, hicieron que Cuba adoptara un nuevo modelo de acumulación. Este modelo se basaría en la participación en el mercado mundial, lo que requería la construcción de las condiciones internas necesarias para lograrlo. Sobre todo, implicaba el abaratamiento de los costos de la fuerza de trabajo, lo que se consiguió mediante una política de austeridad. El debate aparente sobre la construcción del socialismo era, sobre todo, una manera de distraer la atención: "El régimen priorizó el sostenimiento de las continuidades ideológico-organizativas a fin de amortiguar los traumas y descontentos inevitables que acompañarían el período de transición".[9] Los factores ideológicos, el tema de la construcción del socialismo, se consideran una ilusión e incluso un engaño, y no una verdadera contribución al proceso.

La posición que asumo en el presente artículo es que las políticas económicas cubanas se diseñan sobre la base de la existencia simultánea de ambos objetivos (con un peso diferente de cada uno de los dos aspectos en los diferentes períodos históricos) y de que sólo pueden ser entendidas en ese marco.

A diferencia del objetivo económico dual, permanentemente sostenido, un segundo aspecto distintivo del proceso de desarrollo cubano han sido los frecuentísimos cambios o modificaciones en las estrategias adoptadas para conseguir aquél objetivo. Una consecuencia de ello ha sido que la economía cubana desde 1959 generalmente se ha periodizado sobre la base de esos cambios de estrategias relativas al desarrollo económico, y los desempeños de la economía se han estudiado en los períodos así identificados. Una periodización muy difundida de las primeras dos décadas utiliza como puntos de inflexión los años de 1959, 1961, 1964, 1966 y 1970.[10] Me referiré después a este asunto. Lo que pretendo aquí es subrayar que esa historia de estrategias es una historia de experimentos y correcciones. Si bien el cambio de 1986 es el conocido como "proceso de rectificación", cada uno de los cambios previos en la estrategia de desarrollo socialista implicó lo que bien pudiera denominarse un proceso de rectificación. Todo el proceso de cambios de estrategias puede concebirse como "parte de la tarea histórica de buscar las mejores maneras de construir el socialismo en Cuba".[11]

Esta realidad simultánea de frecuentes (y en ocasiones agudos) cambios de las estrategias, junto a la permanencia del objetivo dual de crecimiento/desarrollo más construcción del socialismo, constituye el marco en el cual se debe entender la política económica de Cuba.

Objetivos, estrategia y desempeño económico: 1959-1985

En abril de 1961 se proclamó oficialmente que el objetivo de la Revolución era la construcción del socialismo y desde ese momento, y hasta el presente, la política económica se ha conformado a partir del objetivo económico dual de crecimiento/desarrollo y construcción del socialismo, tal como se planteó en el acápite anterior.[12]

Toda estrategia concreta de desarrollo tiene muchas facetas. En este acápite consideraremos las estrategias de desarrollo cubanas previas a 1986 a la luz de seis aspectos que debe incluir cualquier estrategia de desarrollo:

  1. agricultura vs. industria,
  2. diversificación de la producción,
  3. diversificación del comercio y dependencia,
  4. mercado vs. planificación,
  5. inversión vs. consumo, y
  6. participación y control de los trabajadores.

Agricultura vs. industria

En términos gruesos existía muy poca divergencia acerca de los objetivos para estos dos sectores: la producción agrícola tenía que ser drásticamente reformada y la producción industrial tenia que desarrollarse a partir de una base rudimentaria. Pero más allá de esto aparecían las viejas polémicas sobre el desarrollo.

En la agricultura, las polémicas fundamentales en los primeros años de la Revolución incluían los temas de la producción de productos primarios para el mercado mundial (azúcar) vs. la producción de alimentos, y el de las granjas estatales vs. la distribución de tierras a pequeños agricultores. Hay que señalar que en el primer caso el debate no se refería solamente a cuál de los dos caminos conducía con más rapidez al crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto), sino que estaba implicado el tema de la "independencia económica".

En la industria, una confluencia de ideas sobre la "independencia económica", cuya fuente eran Prebish y el CELA, así como otras provenientes de los modelos de planificación soviéticos, condujeron al consenso de que se requería un "rápido desarrollo industrial" centrado en la sustitución de importaciones. A principios de los 60 se produjeron desacuerdos en lo relativo al énfasis que se debía poner en la industria pesada, que había sido grande en el modelo soviético. El compromiso al que se llegó fue el de adoptar ese énfasis, aunque significativamente mitigado.[13]

Un aspecto importante de la estrategia general de desarrollo cubana tiene que ver con la relación entre la industria y la agricultura. La política cubana se centró en establecer vínculos entre ambas. Por un lado la industria (y la construcción) debía ser "halada" por el proceso de modernización de la agricultura: la producción de fertilizantes y productos químicos, la infraestructura (en especial la irrigación), la mecanización, la conservación de alimentos y la demanda de bienes de consumo por parte de una fuerza de trabajo agrícola mejor remunerada. Por otro lado, el elemento clave que se buscaba en el sector agrícola era la modernización: en otras palabras, se deseaba (más o menos, la mayor parte del tiempo) producir lo mismo (especialmente en la importantísima área azucarera, pero también en la tabacalera y otras) con menos fuerza de trabajo, y no incrementar la producción. Se consideraba que la clave de este empeño era la industrialización.

Aunque este énfasis general en la necesidad de un desarrollo vinculado y balanceado persistió a lo largo de la Revolución, las variaciones de las tasas de inversión entre los dos sectores constituyen una manera de medir los avances de un debate aún vigente acerca de cuál es el balance óptimo, dadas las distorsiones específicas que había que eliminar.

  • A principios de los 60 tanto la agricultura como la industria recibieron alrededor del 30% del total de las inversiones,
  • pero hacia mediados de los 60 alrededor del 40% se destinó a la agricultura, al tiempo que el porcentaje de la industria cayó por debajo del 20%.[14] Este cambio se correspondía con el desplazamiento que se produjo a mediados de los 60 hacia un énfasis en la agricultura. (La meta de producción de azúcar de 1970 es el cambio más conocido, pero también se incrementaron en gran medida las metas de producción de café, frijoles, arroz, vegetales, cítricos, tabaco y materias primas para la industria textil.[15]
  • Después de 1970 el consenso era que este intento de incrementar rápidamente la producción agrícola había sido un costoso fracaso, de modo que en 1974 la inversión en la agricultura había descendido al 27% y al 17% en 1979, y subió ligeramente después para mantenerse un poco por encima del 20% durante la década de los 80. El porcentaje destinado a la industria creció a más del 30% en 1976 y se mantuvo cerca de esa cifra hasta alcanzar un máximo del 39% en 1985 para después regresar a 32% en 1987. Sin embargo, este crecimiento del porcentaje de inversión en la industria no debe interpretarse como el reflejo de un abandono de la agricultura, dado que durante todos esos años se produjo un crecimiento casi ininterrumpido de la inversión absoluta (a precios constantes) en la agricultura.

Hay que señalar que a pesar de las fuertes polémicas en torno al ritmo de crecimiento de la economía cubana y sus sectores, existe acuerdo en el hecho de que la producción agrícola ha tenido un crecimiento más lento que la industrial.

Diversificación de la producción

La vía de desarrollo mediante la sustitución de importaciones seleccionada al inicio mismo de la Revolución tanto para la industria como para la agricultura (en este último caso especialmente en lo concerniente a la producción de alimentos), y en buena medida continuada hasta los últimos años, requería de la diversificación productiva. Hay que decir de nuevo que si bien se consideraba que ello ayudada al crecimiento, una motivación igualmente importante era que se entendía como parte del fin de la dependencia económica. Los temas de debate en lo referido a este asunto han sido el ritmo y las maneras de poner en práctica la diversificación.

  • Ya en 1959 el INRA comenzó a planificar la expansión de la producción de productos agrícolas que se importaban de los Estados Unidos, sobre todo el arroz, los aceites y grasas (de cerdo), el algodón y los frijoles. Si se lograba elevar la producción a los niveles del consumo interno, se ahorrarían casi dos tercios de las divisas que se destinaban a las importaciones agrícolas. Para conseguirlo se tomaría tierra dedicada al cultivo de la caña, lo que requería elevar en un 20% el rendimiento cañero para mantener la producción de azúcar.
  • En 1961 se lanzó el programa de "diversificación acelerada". Este estuvo seguido por la aparición de "cuellos de botella" en la disponibilidad de fuerza de trabajo calificada y no calificada, y después de 1961 la producción cañera decreció, lo que condujo a un serio problema con la balanza de pagos.[16]
  • A partir de 1964 se mantuvo el objetivo de conseguir la diversificación en la agricultura, lo que incluía la autosuficiencia en la mayoría de los productos, pero se empezó a considerar como un objetivo a largo plazo. La modernización de las exportaciones agrícolas tradicionales (con la adición de los cítricos) se convirtió en una de las preocupaciones fundamentales en la agricultura.

El desempeño en el terreno de la diversificación alimentaria con vistas a la sustitución de importaciones está relativamente bien documentado. En unos veinticinco años la dependencia cubana de las importaciones de alimentos descendió del 20,5% del total de las importaciones (1958) al 9,3%.[17]

El desempeño en lo que respecta a la diversificación agrícola para hacer disminuir el peso de la caña de azúcar en el sector es objeto de más debates.

  • Mesa-Lago ha asegurado que "el monocultivo azucarero es ahora más pronunciado que antes de la Revolución",[18] y que el porcentaje no azucarero de la producción agrícola descendió entre 1962 y 1976.
  • Brundenius llegó a la conclusión contraria de que la producción no azucarera se elevó al 57% de la contribución agrícola del PIB en 1961 al 62% en 1981.[19] Por supuesto, ninguna de estas cifras refleja la diversificación de productos que se obtienen a partir de la caña, tanto en el sector industrial como en el agrícola.

La diversificación industrial es menos debatida. Varias ramas industriales ahora significativas prácticamente no existían en 1959. Tal es el caso del sector de bienes de capital, de los derivados de la caña de azúcar[20] y de los productos médicos y biotecnológicos.[21] En otros casos, la excelente tasa de crecimiento industrial general del 6,3%, que se mantuvo en el período 1965-84,[22] hace pensar que se emprendieron nuevos tipos de producciones en sectores ya existentes en 1959. En términos generales, de una economía en la cual la industria nacional era débil, la Revolución ha desarrollado una economía "con una firme base industrial",[23] proceso que implica, lógicamente, una amplía diversificación industrial.

Diversificación de los patrones comerciales y dependencia

Lo fundamental del comercio cubano previo a 1959 se desarrollaba con un país, los Estados Unidos, y consistía en una exportación, el azúcar. La diversificación del comercio era, como la diversificación de la producción, una meta de la Revolución desde su mismo triunfo. También en este caso las raíces se encontraban en el deseo de terminar con "la dependencia económica" y en la creencia de que ello aceleraría el ritmo de crecimiento del PIB.

Autores como Mesa-Lago y Roca[24] (1988) afirman que el patrón comercial existente hasta fines de los 80 no difería cualitativamente del prerrevolucionario en ninguno de los dos aspectos. Para ellos, ahí se encuentra la demostración de que la naturaleza de la dependencia no ha variado.

Zimbalist disiente de esta posición con dos argumentos diferentes. En primer lugar, afirma que de hecho se registró un descenso en la participación del azúcar en las exportaciones, y que cuando se hacen las correcciones adecuadas para tener en cuenta los cambios de precios, este descenso resulta bastante significativo, "o que, para decirlo en otras palabras, [tuvo lugar] una apreciable diversificación de la base productiva de las exportaciones".[25] A continuación reseña lo que denomina un "éxito modesto en la diversificación de las exportaciones" y "considerables avances en el programa de sustitución de importaciones", análisis en los que coincide con muchos autores cubanos como Figueras.[26]

Si bien Zimbalist acepta que la concentración en términos de socios comerciales (la URSS) se acerca cuantitativamente al esquema anterior existente con los Estados Unidos, discrepa en la conclusión de que existiera una dependencia similar si se toman en consideración los efectos de la relación. Apunta que "los términos comerciales han sido generalmente estables y favorables, se han producido transferencia y entrenamiento tecnológicos, se ha alentado la producción de bienes de capital y de la industria pesada [...] ha cesado la repatriación de las ganancias, etc.".[27] Su visión general es que "la dependencia cubana con respecto a la Unión Soviética no es completamente inocua, pero sus efectos sobre el desarrollo cubano han sido, en términos generales, saludables". A partir de estas consideraciones concluye que "resulta imposible llegar a la conclusión de que la relación cualitativa de dependencia con respecto a la Unión Soviética sea comparable con la anterior dependencia respecto a los Estados Unidos".

Mercados vs. planificación y tipos de planificación

La primera fase de la planificación industrial (desde 1959 hasta principios de 1960) se basó firmemente sobre el mercado. El plan consistía en ampliar el mercado interno mediante el alza de los ingresos de los consumidores, al tiempo que se restringían las importaciones procedentes de los Estados Unidos a través de barreras impositivas, cuotas y licencias de importación, etc., con lo que se estimularía la producción y la inversión internas.[28]

Hacia fines de 1959 se obligó a los ministerios a prestarle una atención creciente a la planificación directa en el funcionamiento de las empresas que comenzaban a adquirir. De este modo, cuando se creó JUCEPLAN en marzo de 1960, aunque la economía era aún capitalista, esa instancia se dedicó más desde sus mismos inicios a los procedimientos de planificación directa (que les interesaban a los ministerios) que a los instrumentos de planificación indirecta como los impuestos, típicos de las economías capitalistas.

Con la creación del Ministerio de Industrias en marzo de 1961 y la reorganización de JUCEPLAN, la planificación directa comenzó a aplicarse en el nivel nacional. En 1962 Cuba creó su primer Plan Nacional. Los métodos de planificación física eran los de la Unión Soviética de la época.[29]

Desde 1962 hasta 1965 se pusieron en práctica dos tipos de experimentos de planificación:

  1. un sistema en el INRA y el Ministerio de Comercio Exterior, en el que desempeñaban papeles importantes los mecanismos de tipo de mercado entre las empresas, las bonificaciones individuales y las ganancias empresariales; y
  2. el "Sistema Presupuestario de Financiamiento" del Che.

A fines de los 60 la economía funcionaba sobre la base de un sistema de "miniplanes" que en la práctica se asemejaba a la planificación en tiempo de guerra, en la cual se priorizan los insumos de ciertos sectores mientras que los demás se ven en serias dificultades.

Tras cinco años de preparación, en 1976 se introdujo el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), que recordaba el modelo soviético reformado de 1965 (aunque con una mayor participación de los trabajadores).[30] Bajo este sistema se comenzaron varios experimentos con mercados en los 80. Aunque el más famoso fue el "mercado libre campesino", también se desarrollaron importantes experimentos en el mercado de viviendas, los mercados para la reparación de bienes de consumo duraderos y los mercados de otros servicios.

Las vacilantes políticas del gobierno cubano en lo referido a los "mercados libres campesinos" reflejan tanto los problemas intrínsecos asociados al uso de los mercados en una economía planificada como los debates que tenían lugar en el seno del liderazgo revolucionario sobre el tema. Inaugurados en 1980, estos mercados crecieron de forma significativa hasta febrero de 1982. En esa fecha el gobierno intervino para frenarlos, debido a preocupaciones derivadas de las tres cosas que siempre resultan problemáticas con dichos mercados: precios muy altos, ganancias excesivas de los intermediarios y desvíos (que incluían el robo, aunque el tema era mucho más amplio) de recursos provenientes del sector estatal.

Después de las nuevas regulaciones emitidas en mayo de 1983, los mercados comenzaron a experimentar otra expansión.[31] Las nuevas regulaciones seguían dos líneas conceptuales muy diferentes entre sí.

  1. Una de ellas era tratar de crear mercados estatales ("paralelos") que hacían lo mismo que los mercados privados, pero con menores precios y mejor, lo que conduciría a un agotamiento natural de los mercados privados.
  2. La otra era aceptar que las personas trabajaban más si se sentían motivadas por la ganancia monetaria individual, e intentar recoger una porción suficiente de esas ganancias por la vía impositiva, de modo que se evitara el desarrollo de grandes desigualdades sociales (al tiempo que el Estado obtenía algunas entradas).

En el discurso en el cual anunció el cierre de estos mercados, Fidel Castro señaló el fracaso de la segunda línea exactamente por las razones que era dable esperar el fracaso de tal política: las personas a las que denominó "elementos neocapitalistas" no pagaban los impuestos que se suponía debían pagar.

Uno de los elementos claves del proceso de rectificación iniciado en 1986, y que analizaremos más adelante, fue la conclusión a la que arribó el liderazgo revolucionario de que el SDPE se había apoyado demasiado en mecanismos de tipo de mercado,

Consumo vs. inversión

Los planteamientos cubanos sobre el modelo de desarrollo del país siempre han insistido en que este estaba "centrado en el pueblo".[32] Un aspecto de la cuestión era que desde el triunfo de la Revolución se tomó la decisión de transferir ingresos a los pobres, en vez de tratar de deprimir los niveles de vida para ampliar los posibles fondos de inversión. Cuando se adoptó un enfoque de planificación parecido al de la URSS, a inicios de los 60, se mantuvo esta importante diferencia con respecto al modelo soviético.[33] Esta decisión ha resultado muy importante para la vía de construcción del socialismo escogida por Cuba. Las inversiones brutas como porcentaje del Producto Social Global se han mantenido bajas (comparadas con las de la Unión Soviética) y muy constantes a lo largo de la Revolución.[34] Como resultado de lo anterior el modelo de desarrollo cubano constituye, para el caso de las economías planificadas, una alternativa al modelo de "gran porcentaje de inversiones a costa del consumo".

Participación y control de los trabajadores

La realidad del tema parece estar contenida dentro de los límites de dos observaciones.

  1. Por un lado, los comentaristas no hostiles a los objetivos de la Revolución consideran en términos generales que la planificación y el control económicos se desarrollaron "de manera más descentralizada y participativa que en la Unión Soviética".[35] Zimbalist proporciona evidencias que demuestran que los trabajadores cubanos consideran que desempeñan un papel importante en el proceso, y que su influencia parecía estar creciendo antes de los desajustes económicos de fines de los 80.
  2. Por otro lado, una crítica frecuente de los observadores más directamente preocupados por la construcción del socialismo en Cuba, consiste en que esa participación y ese control son inadecuados, tanto porque están en la raíz de muchos problemas económicos definidos de manera estrecha como porque resultan incompatibles con el objetivo de construir un sistema socialista.[36]

La ampliación de la participación y el control de los trabajadores fue una preocupación central del proceso de rectificación. Fuller produjo un amplio análisis de los avances y limitaciones en esta área durante el transcurso de la Revolución.[37]

El desarrollo: su desempeño

En el acápite anterior se analizaron varios aspectos relacionados con el desarrollo, la industrialización y la diversificación, así como un tema clave vinculado a la construcción del socialismo: la participación y el control. Ahora quiero referirme brevemente al criterio económico de medición de desempeño más comúnmente (y excesivamente) empleado: el de crecimiento macroeconómico.

Contamos en primer lugar con las estadísticas oficiales cubanas. Una medida del crecimiento de la economía nacional sería la Producción Material Total (PMT)[38] (a precios constantes), que creció a un ritmo promedio de 4,2% desde 1959 hasta 1988 (los tres años finales del período experimentaron un promedio negativo).

La primera polémica tiene que ver con la forma en que se realizan estos cálculos. Brundenius tiene estimados independientes de la PMT que en términos generales confirman las cifras oficiales, aunque son un poco menores. Por su parte, Pérez-López estima tasas de crecimiento inferiores a la mitad de las oficiales.[39]

Una discusión más complicada se produjo cuando los estudiosos trataron de convertir los datos cubanos, obtenidos por el Sistema de Producción Material (SPM), al Sistema de Cuentas Nacionales (SCN), el más extendido en los países capitalistas. En 1985 comenzó una polémica entre Zimbalist y Brundenius y Mesa-Lago y Pérez-López en la revista Comparative Economic Studies, relativa a dos estudios previos (para el Banco Mundial y la Wharton Economic Forecasting) realizados por estos últimos. El contenido de la discusión no sólo se refería al asunto central de las tasas de crecimiento, sino que incluía las tasas de inversión, las tasas de inflación, la industrialización, la diversificación, etc. Simplificando, Zimbalist y Brundenius consideraban que si bien las estadísticas cubanas estaban plagadas de problemas metodológicos, en términos generales sí reflejaban el crecimiento económico. Estimaban que el crecimiento prometido del PIB entre 1960 y 1985 había sido del 3,1%, que era la segunda tasa más alta (después de la de Brasil) de América Latina (y la más alta entre 1970 y 1985). Por su parte, Pérez-López consideraba que las estadísticas cubanas generalmente aumentaban el crecimiento en un 100%. Sus estimados del crecimiento del PIB durante los últimos años de la década del 70 eran inferiores a la mitad de los de Brundenius, aun cuando sus estimados de principios de los 70 sólo eran inferiores en un 17% a los de aquel autor.

El proceso de rectificación, 1986-1989

Las personas que vivieron en Cuba durante el proceso de rectificación insisten casi unánimemente en que su importancia y sus efectos trascendían un marco económico estrecho. Dice Jean Stubbs: "Aunque generalmente se asume que su sentido es la rectificación de errores en el terreno económico, también incluyó lo político y lo sociocultural". Fernando Martínez coincide en que "el proceso de rectificación cubano [...] aunque absolutamente preocupado con la economía, de ninguna manera se restringe a ella". La campaña encaminada a mejorar la prensa en 1986-87 y los amplios debates sobre la necesidad de mejorar el funcionamiento del Partido y del Poder Popular que precedieron al IV Congreso del Partido, son ejemplos particularmente visibles de esa realidad.

Los seis asuntos analizados en la sección anterior se siguieron debatiendo durante ese período. Además, se tomaron medidas específicas, algunas a manera de experimento, que, al menos consideradas de conjunto, reflejaban la orientación ideológica que caracterizó al proceso de rectificación: "El error más grave de la política económica puesta en práctica entre 1976 y 1985 fue sin dudas su utilización de mecanismos económicos para resolver todos los problemas enfrentados por una nueva sociedad, sin tomar en cuenta los papeles asignados a los factores políticos en la construcción del socialismo".[40]

A continuación analizaré brevemente seis de estas medidas económicas "antimercado, antiburocráticas", encaminadas a colocar a los seres humanos actuantes mucho más en el centro del proceso de desarrollo.

1) La primera acción concreta asociada con el proceso de rectificación fue el cierre del "mercado libre campesino" — cuyos antecedentes vimos ya— en mayo de 1986. Otras importantes acciones antimercado menos conocidas incluyeron la regulación de que las ventas de viviendas tenían que realizarse a través de una agencia estatal a fin de limitar lo que se percibía como precios exorbitantes a los que se había llegado en ese mercado y un nuevo procedimiento de emisión de licencias para muchos trabajadores por cuenta propia (plomeros, electricistas, mecánicos, artesanos, vendedores callejeros, taxistas, etc.), cuya intención era reducir su número. Adviértase que la suma de los asalariados en empresas privadas y los trabajadores por cuenta propia descendió de 52 100 en 1985 a 43 200 en 1987.[41] A estas medidas se unieron discursos que analizaban los problemas que el mercado había significado para la esfera afectada. No obstante, se debe subrayar que la campaña estaba encaminada a reducir el papel de los mercados y de los mecanismos de tipo de mercado (bonificaciones, etc.) en la economía, y ni siquiera se consideró la posibilidad de eliminar por completo dichas relaciones. La ecualización salarial se mantuvo durante el período de la rectificación, y en particular el 20% de la población que percibía menos ingresos incrementó sus entradas discretamente.[42]

2) La potestad de planificar fue desplazada de los "tecnócratas" de los Ministerios y JUCEPLAN hacia el segmento político del liderazgo, específicamente el Buró Político. En la reunión de dirigentes del Partido y el Estado celebrada el 22 de noviembre de 1984, se decidió crear un Grupo Central dirigido por Osmany Cienfuegos para supervisar la economía, y en septiembre de 1988 la responsabilidad de dicho grupo se transfirió directamente al Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros. Por un lado, esto tenía que ver con la preocupación acerca de que las "batallas de jurisdicción" entre los Ministerios, famosas en las economías del bloque del Este, se estaban yendo de las manos.[43] De esta forma, ello representaba otra contribución al debate acerca de cómo llevar a cabo la planificación. Pero más allá de este asunto, desplazar potestades de los "tecnócratas" para depositarlas en un grupo amplio de dirigentes nacionales, considerados representantes políticos del pueblo, se entendió como una profundización del papel del pueblo en el proceso. Los cubanólogos estadounidenses afiliados a la tendencia más tradicional, por el contrario, lo entienden como una manifestación del endurecimiento del control político por parte del PCC y Fidel Castro, a costa de la "racionalidad económica" (i.e., las estructuras de mercado) que consideran la esencia del proceso de rectificación.[44]

3) Existe una creencia ampliamente compartida en Cuba de que la burocracia económica se redujo. No existen cifras para el conjunto de la economía, en parte porque "burócrata" no es una categoría ocupacional. En los tres años que siguieron a 1988 el número de "administradores" del conjunto de la economía se redujo en alrededor del 10%.[45]

4) Después de junio de 1986 se revitalizaron las microbrigadas. Si bien es imposible considerarlas formas puras de trabajo voluntario, la conciencia acerca del objetivo de su trabajo (a menudo obras sociales) desempeñó un papel importante en el conjunto de "incentivos" que motivaba a los trabajadores. Ello contribuyó al debate sobre la naturaleza del trabajo, que fue parte importante del proceso de rectificación.

5) En octubre de 1987 comenzaron a funcionar los contingentes. En ellos los trabajadores recibían un salario mensual (no necesariamente por horas) superior al promedio nacional, pero el orgullo por su trabajo y los productos del mismo constituían sin dudas factores importantes para los miembros de contingentes a los que entrevisté. Además, había un conjunto de mecanismos que parecían otorgarles a los contingentistas más influencia y control sobre el proceso de trabajo que al trabajador cubano típico, lo que también consideraban así ellos mismos.

6) En julio de 1987 comenzaron una serie de experimentos en la esfera de las relaciones administración/trabajadores. Ellos incluían administración por consenso, trabajo grupal, círculos de control de la calidad, rotación de puestos de trabajo y toma de decisiones participativa. El objetivo central de estos experimentos (en la mayoría de los casos) parece haber sido incrementar la participación de los trabajadores en el proceso laboral, y en muchos casos su control sobre éste.

Por último, un comentario sobre las controversias y diferencias de opinión acerca de este período: El profundo desacuerdo entre la posición más tradicional de que el proceso de rectificación tenía que ver sobre todo con la consolidación del control del PCC y de Fidel Castro, y las diversas posiciones opuestas a este punto de vista, no debe obviar el grado de diferencia de interpretación existente entre estas últimas.

  • Por ejemplo, en lo relativo a un tema hoy crucial, algunos autores (Brundenius, Ritter, Zimbalist) subrayan la necesidad de más mercados, mientras que otros (Harris, Fernando Martínez) aparecen más preocupados por mejorar el desempeño económico mediante la ampliación de una genuina participación en los modelos socialistas.
  • Otros ejemplos interesantes son los siguientes:
    • Petras y Morley evalúan las campañas ideológicas del período de rectificación como un engaño consciente para enmascarar un asalto contra el nivel de vida de la clase trabajadora;
    • Susan Eckstein considera que el motor fundamental del proceso de rectificación son las preocupaciones económicas del Estado,
    • Jeannette Habel lo considera irrelevante ante los verdaderos problemas económicos cuya raíz es la falta de democracia política y económica;
    • otros como Frank —y con más cautela Azicri— entienden que implicó importantes avances exactamente en ese mismo tema, al involucrar a las masas en la conducción del país.

El período especial: desde 1990 hasta la fecha

La causa clave que explica la característica fundamental de la política y el desempeño económicos cubanos desde 1990 hasta la fecha resulta fácil de discernir. Esa causa inmediata y primaria (aunque no la única) fue de origen externo. Desde 1990-91 las importaciones conveniadas empezaron a retrasarse o simplemente a no llegar, lo que causó graves dislocaciones y una disminución de la producción interna. Los nuevos convenios comerciales firmados para 1991 y 1992 reducían drásticamente las cantidades a importar, además de que bajaban los precios de algunas exportaciones importantes, sobre todo del azúcar.

Aunque la Resolución Económica del IV Congreso del Partido, celebrado en octubre de 1991, seguía afirmando que el objetivo de las políticas económicas cubanas era "continuar avanzando en la construcción de la economía socialista" y "avanzar en el proceso de rectificación en las condiciones del período especial", hacia mediados de 1993, como apuntaba al inicio de este artículo, los economistas y políticos cubanos decían francamente que la sobrevivencia tenia que ser el objetivo básico del período especial.

Las demoras en la entrega y posteriormente las reducciones de las importaciones de petróleo fueron el problema más importante. En 1989 Cuba había importado 13 millones de toneladas de productos del petróleo, cantidad proporcional a las importadas en los años anteriores.[46] En 1990 se había conveniado la misma cantidad, pero sólo llegaron 10 millones, lo que representaba una drástica reducción del 23% en un solo año. En 1991 se convenió la cantidad ya reducida de 10 millones pero solo se entregaron 8,6 millones de toneladas: una reducción adicional del 14%. En 1992 las importaciones de productos del petróleo cayeron otro 24%, a 6,5 millones de toneladas. Además, se produjo una caída importante del precio de la exportación fundamental, el azúcar.

El gobierno cubano ha adoptado y aún adopta una serie de medidas para enfrentar los graves problemas económicos que sugieren las cifras anteriores. A continuación veremos brevemente cinco de ellas que el gobierno considera claves para enfrentar la crisis y devolver a la economía su estado de saludable crecimiento.

1) El racionamiento, que ya estaba limitado a una parte menor de la mayoría de las economías familiares hacia mediados de los 80, ha vuelto a imponerse tanto para los bienes de consumo como para los alimentos. Si bien la mayor parte de los cubanos acepta el racionamiento como una necesidad en vista de las escaseces, también piensan que es un paso atrás en relación con las reducciones de dicho racionamiento logradas en los 80.

De cualquier forma, la preocupación fundamental con los productos racionados por el momento es que son muy escasos: el consumo diario de 3 000 calorías y 80 gramos de proteínas alcanzado a mediados de los 80 se había reducido a fines de 1991 a 2 700 calorías y 69 gramos de proteínas. Aunque estos niveles están muy lejos de los de la desnutrición y de lo que ingieren los pobres en cualquier país del Tercer Mundo, para los cubanos constituyen un brusco descenso en relación con lo consumido hace apenas unos años. Se estima que en el momento de escribir este artículo, a mediados de 1993, esos niveles son significativamente menores.

2) Después de planificarlo durante varios años y de adoptar algunas medidas preliminares, en diciembre de 1989 se dio inicio al Plan Alimentario. El mismo incluía cuatro objetivos fundamentales:

  1. reducir las pérdidas por distribución y almacenaje;
  2. sustituir importaciones;
  3. lograr la autosuficiencia de las dos provincias habaneras (en lo relativo a productos de consumo del agro. Este objetivo tiene importantes implicaciones en el ahorro de energía); y
  4. desarrollar producciones de alimentos para la creciente industria turística.

El Plan Alimentario constituye en la actualidad una de las tres áreas prioritarias de la economía cubana y ha sido uno de los receptores de fondos de inversión en el período: para presas, canales, equipo de irrigación, almacenes refrigerados y construcción de campamentos para estancias cortas de trabajadores voluntarios, así como para edificar viviendas e instalaciones agrícolas para crear nuevas sedes permanentes de producción agrícola (para más de treinta contingentes, entre otros). En febrero y a principios de marzo de 1993, las cosechas de alimentos parecían ser ligeramente menores que el año anterior, pero era significativo que los mercados oficiales estaban casi vacíos. La impresión era que más productos que nunca antes estaban yendo a parar al mercado negro. La devastadora tormenta de marzo de 1993 produjo perdidas importantes de alimentos.

3) Desde el inicio del período especial se lleva a cabo una campaña para ahorrar insumos destinados a la producción. El orden de importancia que se subraya es el siguiente: insumos energéticos, insumos importados y finalmente insumos en general. Como ha sucedido en el caso de otras campañas, la prensa informa anecdóticamente de muchos éxitos, pero existen pocas estadísticas globales.

4) Se ha priorizado a varios sectores que producen divisas.

Se considera que el turismo es el sector con mayores potencialidades en el corto plazo. Dos advertencias:

  1. En primer lugar, las cifras varían de una noticia aparecida en la prensa a otra. En parte ello se debe a que algunas incluyen las ganancias indirectas y los precios de pasajes aéreos, mientras que otras no lo hacen, y en parte tiene que ver con la existencia de varios grupos que compilan estadísticas.
  2. En segundo lugar, por su propia naturaleza la industria turística tiende a requerir muchas importaciones (los cubanos trabajan en diversos proyectos para reducir las de alimentos, muebles, etc.). Hay que añadir que, como se trata de empresas mixtas, parte de las ganancias abandonan el país por concepto de repatriación de beneficios. Las cifras anteriores son entradas brutas.

También se ha priorizado la biotecnología (y los productos médicos), aunque en este caso las ganancias de peso se producirán a más largo plazo. Tras el acuerdo con la compañía canadiense Sherritt Gordon, que invertirá $1,2 miles de millones en un plazo de diez años para modernizar y ampliar la producción de níquel, este puede, potencialmente, y en un marco ligeramente mayor de tiempo, convertirse en una fuente importante de entrada de divisas.

5) Cuba ha incrementado notablemente sus esfuerzos para atraer inversiones extranjeras.

Hay diversas formas para ello, aunque la más debatida hasta la fecha es la "empresa mixta". La mayoría de tales empresas se ha establecido en el turismo, pero esto también está cambiando. Se trata de ubicar socios para muchas capacidades industriales que en la actualidad se mantienen total o parcialmente ociosas, especialmente con el objetivo de producir para la exportación. Debido a los persistentes intentos de los Estados Unidos de bloquear esos esfuerzos "todo (en lo que toca a las empresas mixtas) se realiza con un mínimo de publicidad —o ninguna— por nuestra parte"[47] de modo que mucha información de interés (cuánto se invierte, cuántos ingresos generan tanto para Cuba como para los socios extranjeros, etc.) no es pública.

Más allá del tema de las entradas procedentes de estas empresas mixtas, no existe acuerdo sobre lo que esta introducción de un sector de la economía que funciona sobre la base de principios capitalistas significará para el proyecto cubano, que tiene ya más de treinta años de vida, de construir el socialismo. La posición del gobierno cubano, expresada desde el IV Congreso del Partido, es que mantendrán su proyecto de construcción del socialismo, incluso sin abandonar la idea de "una economía centralmente planificada".

Dejando a un lado la frase vacía sobre los "objetivos globales de orden socialista", el Grupo Asesor de Comercio del Caribe (Caribbean Trade Advisory Group) de la Comisión Británica para el Comercio de Ultramar (British Overseas Trade Board) concluyó después de la visita a La Habana de una misión de hombres de negocios británicos:

El modelo que se desarrolla es propiamente cubano y le debe muy poco al pensamiento soviético tradicional. Prevé una estructura con objetivos globales de orden socialista, provee altos niveles de servicios sociales y es administrada y no estrechamente controlada por el Consejo de Ministros y el Partido Comunista de Cuba. En el nivel económico, esta estructura fomenta la competencia entre empresas autónomas y antiguas empresas estatales, las ganancias (a las que en Cuba se denomina beneficios) y la retención de las entradas en divisas por parte de las empresas mediante un sistema bancario independiente. Esta política pudiera caracterizarse como de privatización silenciosa y gradual, excepto en lo que toca a la tenencia de la tierra, y en muchos sentidos es más avanzada y flexible que el proceso que tiene lugar en Polonia y Rusia.

Conclusiones

Desde 1961 Cuba ha mantenido un objetivo económico dual de crecimiento/desarrollo y construcción del socialismo, al tiempo que ha exhibido una gran flexibilidad tanto en el nivel nacional como en el local al experimentar con diversas estrategias en la búsqueda de ese objetivo. Los observadores no residentes en Cuba no tienen una opinión única acerca de cómo ha sido el desempeño cubano en lo relativo a crecimiento y desarrollo. Personalmente, considero que las evidencias existentes apoyan la conclusión de que, a pesar de numerosos errores, la economía cubana ha tenido un buen desempeño en lo relativo a estos dos temas, si se la compara con la de la mayoría de los países latinoamericanos en los últimos treinta años.

Para un grupo grande de observadores no residentes en Cuba la cuestión de cuál ha sido el desempeño cubano en lo que toca a la construcción del socialismo carece de interés, ya que esos autores consideran que ese objetivo no forma parte propiamente de la economía. Se limitan a considerar negativa su significativa influencia sobre el desempeño económico, dado que las consideraciones ideológicas impiden el desarrollo de estructuras económicas eficientes, tales como mercados, propiedad privada de instalaciones productivas, incentivos materiales individuales, etc.

Entre los observadores interesados en el objetivo económico cubano de construir el socialismo existe un consenso amplio de que en lo relativo a dos viejas aspiraciones del socialismo 1) el desempeño cubano ha sido muy bueno (claro que no perfecto) en el logro de una distribución igualitaria de la riqueza social, y 2) existen desacuerdos sobre el desempeño cubano en la transferencia de potencialidades a sus ciudadanos para que dirijan la economía y la sociedad. Por un lado, en ambos puntos ha logrado más avances que cualquier otra economía no de mercado. Por otro lado, no ha logrado (hasta el momento) el grado de participación que no sólo forma parte de las concepciones humanistas del socialismo, sino que también constituye la base necesaria para un buen funcionamiento de los procesos de producción y acumulación, dada la ausencia de fuertes mecanismos automáticos de imposición que posee el capitalismo.

¿Cómo reducir el poder de la burocracia para permitir un incremento del control directo por parte de los productores? En este punto hay una considerable diferencia de opinión entre los observadores que miran con simpatía el objetivo de construir el socialismo, tanto los que viven en Cuba como en el extranjero. Un enfoque sostiene que la ampliación de los mecanismos de mercado (quizás una "economía mixta" o un "socialismo de mercado", aunque no necesariamente) quebraría el poder de la burocracia. La posición opuesta sostiene que esto se limitaría a sustituir la subordinación a la burocracia por la subordinación a las leyes del mercado, lo que no le daría el poder al pueblo, y que este poder popular sólo se logra mediante la planificación y el control directo por parte de los productores.

En Cuba es aproximadamente esta misma división la que se refleja en las diferentes evaluaciones del SDPE. En Cuba han existido posiciones contradictorias, que abarcan desde los que consideran el sistema de autofinanciamiento adoptado en 1975 contrario a los intereses estratégicos del socialismo, hasta los que consideran que el sistema es fundamentalmente correcto, pero que su implementación fue incompleta, inconsistente, incoherente.[48]

Ya no es posible planificar y dirigir la economía a la manera antigua. Si el gobierno y el pueblo cubanos deciden definitivamente mantener su objetivo de construir el socialismo, la predicción más certera que puede hacerse hoy acerca del futuro es que habrá que conducir muchos más experimentos locales y nacionales en un esfuerzo continuado por encontrar una estrategia adecuada para conseguir su objetivo económico dual.

Referencias y notas

  1. Este trabajo fue redactado a fines de 1993. Por esta razón no menciona la apertura de los mercados agropecuarios ni los de productos industriales, decididos en septiembre de ese año; ni la ampliación de las regulaciones al trabajo por cuenta propia anunciadas en junio de 1995. (N. del E.)
  2. Las granjas estatales y los complejos agroindustriales cultivaban el 82% de la tierra arable de Cuba, al tiempo que las cooperativas existentes (CPA) cultivaban el 10%. Resulta interesante apuntar que las nuevas cooperativas serán dueñas de la cosecha, pero no de la tierra, mientras que las CPA eran dueñas de ambas.
  3. Coexisten dos subposiciones muy diferentes dentro de esta posición. Una es que la naturaleza de los mercados y el peligro permanente de burocratización hace que este papel de los mercados sea permanente: es una posición de "socialismo de mercado". Una posición diferente es la de que el crecimiento excesivo de la burocracia en Cuba ha conducido a una situación en la cual se requiere una cuota de mercados para limitar su poder, pero que después que los trabajadores establezcan su control este se hará cada vez más directo y los mercados se desvanecerán gradualmente.
  4. José Luis Rodríguez, "The Cuban Economy: A Current Assessment", en Sandor Halebsky y John H. Kirk, eds., Cuba, Twenty-Five Years of Revolution, 1959-1984, New York: Praeger, 1985: 103.
  5. Andrew Zimbalist, ed., Cuba's Socialist Economy Towards the 1990's, Boulder, CO.: Lynne Rienner, 1987: 11; José Luis Rodríguez, ob. cit. Un artículo breve de Nora Hamilton, "The Cuban Economy: Dilemmas of Socialist Construction (en: Wilber Chaffee y Gary Prevost, eds., Cuba. A Different America, Totawa, New Jersey: Rowman & Littlefield, 1989), dedicado a cuatro aspectos del desarrollo cubano, estudia específicamente dos elementos relacionados con este objetivo dual: la cuestión de la proporción entre crecimiento y equidad (sobre este tema léase también la respuesta de Carmelo Mesa-Lago al artículo de José L. Rodríguez, "The So-Called Cubanology and Cuban Economic Development", en: Cuban Studies, 16, 1986; y Claes Brundenius: Revolutionary Cuba: The Challenge of Economic Growth with Equity, Boulder, CO.: Westview Press, 1984), y el de la necesidad de la burocratización (que inhibe el crecimiento e impide el desarrollo del socialismo) en una economía planificada. Sobre este tema véanse también Frank Fitzgerald: The Cuban Revolution in Crisis From Managing Socialism to Managing Survival, Nueva York, Monthly Review Press, 1994; Richard L. Harris, "Bureaucracy versus Democracy in Contemporary Cuba: An Assessment of Thirty Years of Organizational Development", en: Sandor Halebsky y John H. Kirk, eds... Cuba in Transition -Crisis and Transformation, Boulder, CO.: Westview Press, 1992; Carmelo Mesa-Lago, "The Cuban Economy in the 1980's; Return of Ideology".
  6. Sergio Roca, ed., Socialist Cuba. Past Interpretations and Future Challenges, Boulder, CO: Westview Press, 1988.
  7. Ibid.: 86.
  8. James F. Petras y Morris H. Morley, "Cuban Socialism: Rectification and the New Model of Accumulation", en: Sandor Halebsky y John H. Kirk, Op. cit.
  9. Ibid.; 27.
  10. Carmelo Mesa-Lago, The Economy of Socialist Cuba: A Two-Decade Appraisal, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1981: vii.
  11. José Luis Rodríguez, Op. cit.: 104.
  12. Si bien es posible considerar retrospectivamente que las políticas económicas de los dos primeros años estaban encaminadas a avanzar hacia el socialismo, la mayoría de los cubanos de la época pensaban que tenían como objetivo cumplir el programa del Movimiento 26 de Julio. En aquellos tiempos no se consideraba que se salieran del marco del capitalismo, o siquiera de la Constitución de 1940. De hecho, el centro de las políticas económicas del primer año era resolver los problemas económicos de Cuba mediante el apoyo y el estímulo a los capitalistas nacionales. James O'Connor. The Origins of Socialism in Cuba, Ithaca Cornell University, 1970: 240.
  13. James O'Connor. Op. cit.: 272, Archibald Ritter, The Economic Development of Cuba, Strategy and Performance, New York; Praeger. 1974: 132; Carmelo Mesa-Lago, The Economy of Socialist Cuba..., op. cit.
  14. Carmelo Mesa-Lago, Op. cit.: 45.
  15. Archibald Ritter. Op. cit.: 168.
  16. James O'Connor, Op. cit.: 216, ss.
  17. Andrew Zimbalist, "Does the Economy Work?", NACLA. Report on the Americas, 24(2), agosto. 1990.
  18. Carmelo Mesa-Lago, Op. cit.: 64.
  19. Claes Brundenius, Op. cit.: 77.
  20. Jorge Pérez-López, The Economics of Cuban Sugar, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1991.
  21. Julie Feinsilver, "Will Cuba's Wonder Drugs Lead to Political and Economic Wonders? Capitalizing on Biotechnology and Medical Exports", Cuban Studies, 22. 1992.
  22. Andrew Zimbalist, ed., Cuba's Socialist Economy..., Op. cit.: 93.
  23. Claes Brundenius, Op. cit., 149.
  24. Sergio Roca, op. cit.
  25. Andrew Zimbalist, Op. cit., 135.
  26. Miguel A. Figueras, "Proyectos cubanos de cooperación productiva y tecnológica con América Latina y el Caribe", Boletín, 1(3), marzo, 1992.
  27. Andrew Zimbalist, op. cit.: 132.
  28. James O'Connor, Op. cit.: 215, 242, 253 et passim.
  29. Carlos Tablada Pérez, Che Guevara: Economies and Politics in the Transition to Socialism, Sydney: Pathfinder Press, 1989; Bertram Silverman, Man and Socialism in Cuba: The Great Debate, Nueva York: Atheneum. 1970.
  30. Andrew Zimbalist, "Cuban Economic Planning: Organization and Performance", en: Sandor Halebsky y John H. Kirk, eds., Cuba, Twenty-Five Years of Revolution..., op. cit.
  31. Andrew Zimbalist, "Teetering on the Brink: Cuba's Current Economic and Political Crisis", Journal of Latin American Studies, 24, mayo, 1992: 95.
  32. Sobre el tema de la satisfacción de necesidades básicas, ver José Luis Rodríguez, "Cubanology and the Provision of Basics Needs in the Cuban Revolution", en: Andrew Zimbalist, Cuban Political Economy: Controversies in Cubanology..., Op. cit.
  33. Archibald Ritter, Op. cit.: 107, 132.
  34. Medidas en términos de Inversión Bruta sobre Ingreso Nacional se produjeron incrementos graduales desde principios de los 60 hasta la segunda mitad de los 70; y una nivelación en la primera mitad de los 80. Véase Andrew Zimbalist y Claes Brundenius, Op. cit.: 79, 170.
  35. Andrew Zimbalist, "Cuban Economic Planning; Organization and Performance", en: Sandor Halebsky y John H. Kirk, eds., Cuba, Twenty-Five Years of Revolution..., op. cit.: 21.
  36. Richard L. Harris, Op. cit.
  37. Linda Fuller, Work and Democracy in Socialist Cuba, Phíladelphia; Temple University Press, 1992.
  38. Para una representación gráfica clara de la relación entre Producción Material Total, Producto Social Global, Producción Material Bruta, Producción Material Neta, Insumos Globales, Producto Disponible y Demanda Global, véase Claes Brundenius, Op. cit., 31.
  39. Jorge Pérez-López, Sugar and the Cuban Economy: An Assessment, Coral Gables, FL: Research Institute for Cuban Studies, 1987, 120.
  40. José Luis Rodríguez, Op. cit.: 105.
  41. Ibíd.: 114.
  42. Andrew Zimbalist y Claes Brundenius, Op. cit.: 163.
  43. Andrew Zimbalist, "Teetering on the Brink...", op. cit.; 21.
  44. Véase la crítica de Mesa-Lago al artículo de Susan Eckstein, "The Rectification of Errors or the Errors of the Rectification Process in Cuba?", Cuban Studies, 2(1), 1999: 1.
  45. Comité Estatal de Estadísticas, Anuario Estadístico de Cuba, La Habana, 1989: 111.
  46. La incertidumbre siempre es un factor cuando se utilizan cifras económicas tomadas de discursos. Lo que dijo Lage en realidad fue que Cuba "consumía" ese monto. Si se suman las cifras —más cuidadosamente expuestas— del Anuario Estadístico de Cuba se comprueba que en 1987 se importaron 13,32 millones de toneladas, y en 1988 3,11 millones de toneladas (Op. cit: 281). La extracción nacional de crudo de esos años fue respectivamente de 894 500 y 716 800 toneladas. Si se acepta la afirmación del gobierno cubano de que las importaciones no se redujeron hasta 1990, la cifra de 13 millones de toneladas para 1989 parece ser más coherente con las importaciones. De ahí que haya asumido que los datos se refieren en realidad a las importaciones.
  47. Carlos Lage, Granma Weekly Review, 9 de febrero, 1992: 9. Murray dedicó un capítulo a listar las operaciones comerciales con terceros países bloqueadas debido a las presiones ejercidas por los Estados Unidos durante la última década. Resulta interesante apuntar que es esta actividad extraterritorial lo que hace que los cubanos lo llamen bloqueo y no, como afirman los norteamericanos, embargo.
  48. Julio Carranza, Cuba: los retos de la economía, Cuadernos de Nuestra América, (19), julio-diciembre, 1992.